A las scalabrinianas e hijas de Jesús-María

Sala Clementina
Vaticano, 5 noviembre 2025

Queridas hermanas, ¡buon giorno, buenos días, good morning y bienvenidas!

Saludo a las superioras presentes y felicito a la madre general recién elegida, mientras doy las gracias a quien la ha precedido en este servicio. Las recibo con alegría a todas ustedes, con ocasión de los capítulos que están celebrando.

Pertenecen a dos congregaciones nacidas en circunstancias diferentes, pero del mismo amor por los pobres, hacia las jóvenes en situación de dificultad (por parte de Santa Claudine Thévenet y las religiosas de Jesús-María), hacia los inmigrantes (por parte de San Juan Bautista Scalabrini, de la beata Assunta Marchetti y del venerable Giuseppe Marchetti, fundadores de las misioneras de San Carlos Borromeo, o scalabrinianas).

Los temas rectores que han elegido para sus respectivos capítulos ("Jesús mismo se acercó", y "adonde tú vayas, yo iré") son complementarios al expresar la dinámica de sus fundaciones. En ellos, de hecho, se combinan la iniciativa de Dios y la respuesta del ser humano.

En el evangelio de Lucas vemos a Jesús que se une a los discípulos de Emaús y camina con ellos, para llevarlos a reconocerlo en el partir el pan y hacer de ellos apóstoles de su resurrección. En el libro de Rut vemos a la joven moabita que, aunque podría hacerlo, no abandona a su anciana suegra Noemí (que se ha quedado sola), sino que la sigue a tierra extranjera para asistirla hasta el final.

Las circunstancias de sus inicios no fueron fáciles. Pensemos en el drama de la Revolución Francesa para Santa Claudine, o en la tragedia de la emigración masiva para monseñor Scalabrini, don José y la madre Assunta. Sin embargo, ninguno de ellos se echó atrás ni se desanimó, ni siquiera ante las dificultades surgidas tras las fundaciones.

El secreto de tanta fidelidad hay que buscarlo precisamente en el encuentro con Jesús resucitado. Ahí comenzó todo para ellos y también para ustedes. Ahí se comienza y ahí se vuelve a partir, cuando es necesario, para continuar con valentía y tenacidad dedicándose a la caridad.

Si esto es siempre cierto, lo es de manera muy especial durante el Capítulo General, donde Jesús les acompaña y camina con ustedes para ayudarles a releer, a la luz de su Pascua, su historia. En estos días, que él esté siempre en el centro. Den mucho espacio a la oración y al silencio, a lo largo de todo el proceso de sus trabajos.

En un Capítulo, las iluminaciones más importantes se recogen "de rodillas", y lo que madura en las salas capitulares necesita ser sembrado y examinado ante el sagrario y en la escucha de la Palabra. Sólo escuchando al Señor se aprende a escucharse verdaderamente unos a otros.

Sólo así, siguiendo el ejemplo de Rut, somos más capaces de «buscar el rostro de Dios en el hermano y en la hermana necesitados» (Francisco I, Angelus, 26-X-2014), y de ver en ellos «una promesa, una esperanza, una epifanía de la presencia divina, un gesto de Dios del que el hombre vivo es la gloria» (Juan Pablo II, Homilía, 21-III-1993).

Esto requiere valor, para dejarse provocar por la presencia de quienes sufren, sin temer abandonar sus seguridades, aventurándose, si el Señor lo pide, por nuevos caminos. Esto también forma parte de su tarea como capitulares.

Las invito, queridas hermanas, a vivir estos días escuchando humildemente a Dios y prestando valiente atención a las necesidades de los demás. Mientras les expreso mi sincero agradecimiento por lo que hacen en muchas partes del mundo, les prometo recordarlas en mis oraciones y las bendigo de corazón. ¡Gracias!

León XIV