A las monjas agustinas

Sala Clementina
Vaticano, 5 julio 2025

Queridas hermanas, me alegra encontrarme con ustedes al término de su capítulo provincial, en esta semana de oración, discernimiento y proyecto común en el que han podido renovar su adhesión al carisma de su fundadora, la venerable hermana Spinelli.

Mientras continúa su proceso de canonización, ¡también prosigue su camino de santidad! Como hermanas agustinas, siervas de Jesús y María, las animo a siempre dejarse guiar de manera renovada por el nombre que llevan. En efecto, el servicio que realizan cada día se realiza ante todo en la consagración de la vida al Señor, y se fortalece en la sincera devoción a su madre y a la nuestra.

Imitando a sor María Teresa, serán pacientes en las tribulaciones, porque es precisamente en nuestras pruebas donde el Señor confirma su fidelidad. Serán valientes en la misión, porque la labor educativa a la que se dedican forma mentes sabias y corazones capaces de escuchar y de sentir pasión por la humanidad. Serán perseverantes en el seguimiento de Cristo, que es «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6) y, por lo tanto, criterio de toda nuestra iniciativa cultural.

Sabemos que una cultura sin verdad se convierte en instrumento de los poderosos, y que en lugar de liberar las conciencias las confunde y las distrae según los intereses del mercado, de la moda o del éxito mundano.

A este respecto, les aconsejo que retomen una obra del santo doctor, nuestro padre Agustín: el tratado Sobre el Maestro. Medítenla en un futuro próximo, recogiendo los frutos de su capítulo. En este escrito, Agustín afirma que «la enseñanza exterior debe conducir siempre al encuentro con el Maestro interior, que es Jesús» (Sobre el Maestro, I, 11). En su nombre, deseo todo bien a sus comunidades y les imparto de corazón la bendición apostólica. ¡Gracias!

León XIV