Al movimiento Arena de Paz

Sala Clementina
Vaticano, 30 mayo 2025

Queridos hermanos y hermanas, me alegra acoger a los miembros de los movimientos y asociaciones que hace un año dieron vida al gran encuentro Arena de la Paz de Verona, con la participación del papa Francisco.

Agradezco en particular la labor del obispo de Verona, mons. Pompili, y también de los padres combonianos. En aquella ocasión, el papa reiteró que "la construcción de la paz comienza poniéndose del lado de las víctimas, compartiendo su punto de vista". Esta perspectiva es esencial para desarmar los corazones, las miradas y las mentes, así como denunciar las injusticias de un sistema que mata y se basa en la cultura del descarte.

No podemos olvidar el valiente abrazo entre el israelí MaozInon (cuyos padres fueron asesinados por Hamás) y el palestino Aziz Sarah (cuyo hermano fue asesinado por el ejército israelí), ahora amigos y colaboradores. Este gesto permanece como testimonio y signo de esperanza, y a ellos les damos las gracias por haber querido estar hoy aquí.

El camino hacia la paz requiere corazones y mentes entrenadas en la atención al otro, capaces de reconocer el bien común en el contexto actual. El camino que conduce a la paz es comunitario, y pasa por el cuidado de las relaciones de justicia entre todos los seres vivos. La paz, como afirmó San Juan Pablo II, es un bien indivisible, y o es de todos o no es de nadie (Sollicitudo Rei Socialis, 26). Además, sólo se activa en las conciencias si existe «una determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común» (Ibíd, 38). Así es como únicamente la paz puede realmente ser conquistada, y disfrutada como calidad de vida y desarrollo integral.

En una época como la nuestra, marcada por la rapidez y la inmediatez, debemos recuperar los largos tiempos necesarios para que estos procesos puedan tener lugar. La historia, la experiencia, y muchas buenas prácticas que conocemos, nos han hecho comprender que la paz auténtica es la que toma forma a partir de la realidad (territorios, comunidades, instituciones locales...), escuchándola. Esta paz es posible, incluso cuando las diferencias y los conflictos colaterales no se eliminan, sino que se reconocen, se asumen y se superan.

Por eso es particularmente valioso vuestro compromiso Arena de la Paz, como movimiento y asociación popular que, e manera concreta y "desde abajo", en diálogo con todos, y con la creatividad y la genialidad que nacen de la cultura de la paz, estáis llevando a cabo, a través de proyectos y acciones al servicio concreto de las personas y del bien común. De este modo, vosotros generáis esperanza.

Queridos hermanos y hermanas, hay demasiada violencia en el mundo y en nuestras sociedades. Ante las guerras, el terrorismo, la trata de seres humanos, o la agresividad generalizada, los niños y los jóvenes necesitan experiencias que eduquen en la cultura de la vida, del diálogo y del respeto recíproco. Ante todo necesitan testimonios no violentos y un estilo de vida diferente, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial.

Quienes han sufrido las injusticias de la violencia, y han sabido resistir la tentación de la venganza, han de ser los protagonistas más creíbles de los procesos no violentos de construcción de la paz. La no violencia como método y como estilo debe caracterizar nuestras decisiones, relaciones y acciones.

El evangelio y la doctrina social son para los cristianos el alimento constante de este compromiso. Al mismo tiempo, pueden ser una brújula válida para todos, creyentes y no creyentes, a la hora de elaborar reflexivamente las prácticas inspiradas en la dignidad de la persona y del bien común. Si quieres la paz, prepara instituciones de paz.

No estoy hablando sólo de instituciones políticas, nacionales o internacionales, sino del conjunto de las instituciones (educativas, económicas, culturales) en que la paz está en juego. En la encíclica Fratelli Tutti se repite muchas veces la necesidad de construir un nosotros a nivel institucional. Por eso, os animo a comprometeros y a estar presentes en la masa de la historia, como levadura de unidad, comunión y fraternidad.

La fraternidad necesita ser descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada, con la esperanza confiada de que es posible gracias al amor de Dios, «derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo» (Rm 5,5). Queridos amigos, os doy las gracias por haber venido. Rezo por vosotros, para que podáis trabajar con tenacidad y paciencia. Os acompaño con mi bendición. ¡Muchas gracias y felicitadades a todos vosotros!

León XIV