A la guardia suiza pontificia

Palacio Apostólico
Vaticano, 3 octubre 2025

Señor comandante, reverendo capellán, queridos guardias suizos, queridos familiares y amigos, les saludo a todos y les doy la bienvenida al Palacio Apostólico. Desde los primeros pasos de mi pontificado, queridos guardias suizos, he contado con su fiel servicio, que desempeñan con gran dedicación y celo.

Aprovecho la tradicional ceremonia de juramentación para expresar mi más sincero agradecimiento por su dedicación y compromiso. El sucesor de Pedro puede cumplir su misión de servicio a la Iglesia y al mundo con la certeza de que ustedes velan por su seguridad.

Queridos amigos, provienen de diferentes regiones de Suiza, con sus propias culturas, idiomas y tradiciones. Sin embargo, están llamados a formar un cuerpo unido, a crear lazos de amistad fuertes y sanos entre ustedes. Solos, no pueden realizarse plenamente. Se necesitan unos a otros para aprender, progresar y servir en un mundo cada vez más tentado por la división y el aislamiento.

La benevolencia, la honestidad, la solidaridad y el respeto mutuo son los pilares sobre los que se puede construir una vida armoniosa. Cada uno de ustedes puede ser un modelo para el otro con sus palabras y su conducta, con su caridad y su fe (1Tm 4,12). Y pueden ser un mensaje de unidad para toda la Curia Romana.

La ciudad de Roma, con sus tesoros y riquezas, les ofrece un viaje inolvidable a través de la historia. Y no sólo de las artes, sino también de la fe cristiana, comenzando con los primeros testigos que siguieron a Cristo, a veces hasta el punto de sacrificar sus vidas. Aprovechen esta oportunidad para cultivar su vida interior, en medio del frenesí de nuestra sociedad, y profundizar su relación con el Señor, como recomendó San Agustín: «No salgas de ti mismo, sino vuelve a ti mismo, pues la verdad reside en el hombre interior» (Sobre la Religión, XXXIX).

Con este juramento, queridos jóvenes reclutas, hoy inician una nueva etapa en sus vidas. Les animo a vivir esta misión con convicción, estudiando a Cristo humilde y obediente.

Muchos de ustedes regresarán a casa tras haber prestado un servicio bueno y leal a la Santa Sede. Se les abrirá entonces un camino lleno de oportunidades. Algunos continuarán sus estudios, otros se incorporarán al mundo laboral. Quizás algunos hayan desarrollado una vocación sacerdotal. Algunos quizá se lancen a explorar el mundo antes de tomar decisiones definitivas. Sea cual sea su decisión, recuerden que su experiencia en la Curia Romana les ayudará a afrontar el cambio con confianza y la perspectiva universal del cristiano.

Los desafíos que enfrenta su generación son numerosos. Incluyen problemas ambientales, cambios económicos, tensiones sociales, la revolución digital, inteligencia artificial y otras realidades complejas que requieren discernimiento y sentido de la responsabilidad. Su estancia en Roma también les ayudará a madurar en estos aspectos de la vida social.

Sobre todo, les insto a permanecer fieles al evangelio y a los valores fundamentales de su fe cristiana, que los bautizan y los convencen de sus decisiones. En este año santo, que con su sencillo testimonio sean misioneros de esperanza para las personas que encuentren. Que la llama de la esperanza ilumine sus vidas y les dé la valentía de atreverse y contribuir juntos a la civilización del amor.

Queridos, tengan la seguridad de que rezo por ustedes. Encomendándolos al cuidado maternal de la Virgen María, y a la protección de sus santos patronos Martín y Sebastián, les imparto mi bendición apostólica a ustedes, a sus familias y a los amigos que participan en su celebración. ¡Mis mejores deseos y gracias a todos ustedes!

León XIV