A los monjes vallombrosanos
Sala
Clementina
Vaticano, 27 junio 2025
Buenos días a todos, abad general y todos los que representáis a vuestra vida monástica, llamando a toda la Iglesia al primado de Dios como fuente de alegría y principio de transformación personal y social.
Al principio de vuestra historia, San Juan Gualberto obedeció a esa llamada que lo impulsó a una mayor autenticidad. En nuestra historia actual, nos encontramos con un milenio en el que, entre tantos temores, el mundo entero parece reconfigurarse. En ese contexto, lo que hemos de tratar no es abandonar los desafíos de nuestro tiempo, sino habitarlos desde la profundidad de quienes saben guardar silencio y escuchar la palabra de Dios, para iluminarla en la cultura cambiante.
La fragilidad de aquellos comienzos puede inspirar y consolar las fragilidades de hoy. A menudo somos menos fuertes que en el pasado, menos jóvenes, menos numerosos y más heridos por las limitaciones y los errores humanos. No obstante, el evangelio, acogido sine glossa, nunca dejará de difundir la fragancia de su belleza. Que nada os impida avanzar en la necesidad original de reformar, renovar y simplificar, para beneficio de todos, esa vida cristiana que aún puede ampliar los horizontes y es aliento de toda la existencia humana.
Ya en 1973, San Pablo VI recordaba así a vuestro fundador y los primeros pasos de la congregación: «Él quería un novum institutum, que volviera a las fuentes genuinas de la oración y del apostolado, como lo habían hecho los apóstoles, los padres de la Iglesia y San Benito. Así, los primeros frailes, reunidos en torno a él en Vallombrosa, buscaron y encontraron precisamente esa nova conversio, que sentían como fuente de santificación personal y como levadura y fermento de vida nueva» (Discurso, 28-III-1973).
El Papa Montini insistió en la actualidad de aquellos inicios, observando que «la renovación de las órdenes religiosas, y en general la actualización de la Iglesia, en el clero y en los laicos, son los puntos más vivos y apasionados del concilio y del post-concilio» (Ibid). Mi amado predecesor, el papa Francisco, instó incansablemente a todos a impulsar la renovación de la Iglesia promovida por el Concilio Vaticano II. Éste nos sigue pidiendo superar la auto-referencialidad, ser más pobres, escuchar a los pobres e intensificar los lazos de comunión.
En particular, es mi deseo que la comunión con las demás congregaciones de San Benito os ayude a permanecer fieles a la Regla, en diálogo con el mundo contemporáneo. Seguid ahondando en una espiritualidad en la que la oración, el trabajo y la alegría se entrelacen en la fidelidad a los lugares y las cosas de cada día. Sed testigos de esta novedad, atentos y hospitalarios en esto.
Os animo a mirar hacia adelante con esperanza, con un cálido pensamiento también para todos vuestros hermanos, a la vez que os imparto de corazón la bendición apostólica. ¡Gracias!
León XIV