A los siervos de María
Sala
Clementina
Vaticano, 23 noviembre 2025
Buenos días a todos y ¡bienvenidos!
Me complace encontrarme con ustedes con motivo de su CCXV Capítulo General. Representa un retorno a las fuentes y, al mismo tiempo, una mirada hacia el futuro. Ambas cosas son inseparables, pues cuanto más nos remontamos a nuestros orígenes, más capaces somos de creatividad y profecía.
La primera fuente a la que siempre debemos recurrir es el evangelio. De hecho, «para los fundadores y fundadoras, la regla absoluta fue siempre el evangelio; cualquier otra regla pretendía ser solo una expresión del evangelio y un medio para vivirlo plenamente» (Francisco I, Carta, 21-XI-2014). El papa Francisco escribió esto, añadiendo que «este ideal es Cristo, hasta el punto de que los votos sólo tienen sentido al poner en práctica este amor apasionado suyo» (Ibid). Lo primero, por tanto, es volver al evangelio.
El segundo retorno es a la Regla (para ustedes, la de San Agustín), las constituciones y la herencia espiritual que proviene de su historia. Estas fuentes les ofrecen, en cierto sentido, la clave exegética con la que, con la ayuda del Espíritu, pueden leer e interpretar lo que les dice la palabra de Dios.
Finalmente, el tercer retorno es escuchar el clamor de los pobres. Es un retorno al hoy como kairós, como un momento de gracia en el que lo que el Señor les ha dado cobra sentido. El tema que han elegido para sus reuniones lo expresa muy bien: «Ser servidores en un mundo polarizado, para construir lo que nos une valorando nuestras diferencias».
Para que podáis vivir mejor este triple retorno, no sólo en estos días, sino siempre, quisiera recomendaros tres medios, típicos de vuestra tradición: la fraternidad, el servicio y la espiritualidad mariana.
En cuanto al primero, la fraternidad, llama la atención que la Orden de los Siervos de María no nació en torno a un único fundador o un líder carismático, sino de un grupo de siete amigos, como grupo verdaderamente evangélico. Su fundador no fue una persona, sino varias personas unidas por una fuerte amistad en Cristo.
En un mundo como el nuestro, esto es signo de una tarea y una vocación particulares: vivir y promover la fraternidad, especialmente donde las personas están divididas por conflictos, riqueza, diferencias culturales, raza o religión. En todos estos contextos, ustedes están llamados a ser portadores de amistad y paz, como lo fueron los siete que, en sus ciudades, incluso divididas por el odio fratricida, se convirtieron en mensajeros de reconciliación y caridad.
Esto nos lleva al segundo medio: el servicio. Es significativo para ustedes que los primeros miembros de la Orden eligieran ser y llamarse siervos, y que la propia fundación diera sus primeros pasos en el contexto de un hospicio para pobres: el Hospital Fonte Viva de Bigallo.
En dicho hospital, sus fundadores se pusieron al servicio de los enfermos, peregrinos, mujeres pobres y más necesitados, dándoles todos sus bienes para que siguieran desnudos al Señor. Esta experiencia de servir a Dios en las heridas del sufrimiento fue lo que pronto les llevó al encuentro con él en la contemplación del Monte Senario, como «un solo corazón y una sola alma en Dios» (Regla, 3). La vida según el evangelio es así, es una pasión por Dios y por el hombre, es lo que lleva a amar el cielo y la tierra con la misma intensidad.
Sólo en esta unión surgen y maduran las decisiones correctas que, hoy como entonces, nos permiten estar presentes donde nuestros hermanos y hermanas están más heridos, y donde el Señor nos quiere. En este sentido, deseo animarles en su servicio a los pobres (inmigrantes, presos, enfermos), así como en su compromiso de promover una ecología integral para proteger la creación y a las personas en los lugares donde trabajan.
Llegamos así al tercer medio: la espiritualidad mariana. La historia más antigua de la Orden dio a los siete fundadores el nombre de "praecipuia maiores Dominae nostrae", o grandes amantes de Nuestra Señora. Continúen promoviendo su devoción en la Iglesia, fundada en la palabra de Dios y con sólidas referencias teológicas y eclesiológicas. En este sentido, es loable la labor que realizan a través de la Facultad Marianum Teológica, así como la atención pastoral de los numerosos santuarios marianos que les han sido confiados.
Queridos, María estuvo presente en la cruz, fuerte y fiel. Que ella les muestre cómo estar junto a las innumerables cruces donde Cristo sufre todavía en sus hermanos, para llevar consuelo, comunión, ayuda y el pan precioso del afecto (Constituciones, epílogo).
Gracias por el bien que hacen. Les bendigo, les recuerdo ante el Señor e invoco la intercesión de la madre de Dios sobre ustedes.
León XIV
Act:
23/11/25
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