A las diócesis de Estonia

Sala Clementina
Vaticano, 23 octubre 2025

Excelencias y queridos amigos, me complace darles la bienvenida a Roma con motivo de su peregrinación. Ruego para que, al visitar los diversos lugares santos, su esperanza en las promesas del Señor se fortalezca, para que regresen a casa llenos de alegría y dispuestos a compartir su fe con quienes encuentren, proclamando el evangelio cada día con sencillez.

En particular, saludo a los dos sacerdotes recién ordenados. ¡Les felicito! Que Dios les bendiga siempre. Su generosidad, al decir a la llamada del Señor, para servirle a él y a la Iglesia como ministros ordenados del evangelio, es verdaderamente un signo de esperanza para la comunidad cristiana de Estonia. ¡Que la respuesta a su vocación anime a muchos otros a hacer lo mismo!

Otro signo de esperanza en su país ha sido la reciente elevación (el año pasado) de su iglesia local a diócesis, un siglo después de su creación como administración apostólica y casi 500 años después de la desaparición de la antigua sede de Tallin.

Su presencia aquí me brinda la oportunidad de felicitarles personalmente, y animarles a rezar los unos por los otros. Especialmente por vuestro obispo, a quien saludo cordialmente, para que su unidad como comunidad de fe sea siempre nutrida por el Señor y atraiga a nuevos creyentes.

Es especialmente hermoso que puedan, en nombre de todos sus hermanos y hermanas de Estonia, dar gracias aquí en Roma por esta gracia especial concedida por Dios todopoderoso, y celebrar los estrechos lazos de la Iglesia con el sucesor de San Pedro. Espero que estos lazos se fortalezcan aún más con su peregrinación.

Sé también que entre ustedes hay miembros de la Iglesia Luterana Estonia, junto con otros no católicos, incluyendo un grupo de quienes apoyaron generosamente la organización de la beatificación del arzobispo Profittlich, que tuvo lugar el mes pasado en la Plaza Libertad de Tallin.

Su testimonio ecuménico, que sólo puede fortalecerse mediante una peregrinación conjunta, es un grato reflejo del testimonio del propio beato Eduard y la antítesis del odio que se manifestó tan trágicamente durante la persecución de la Iglesia por el régimen soviético. Hoy, como bien saben, presenciamos una vez más la perpetuación de la lógica de la guerra en Europa. Por ello, les pido que oren fervientemente por la paz, especialmente durante el resto de su estancia en Roma.

Queridos amigos, gracias por su visita. Al regresar a casa, sepan que mis oraciones están con ustedes. Les pido especialmente que transmitan mis más cordiales saludos a sus familiares y amigos. ¡Díganles que el papa reza por ellos! Con estos sentimientos, encomiendo a cada uno de ustedes a la intercesión de María, madre de la Iglesia. Que Dios les bendiga a todos.

León XIV