Al Servicio de Inteligencia Italiano
Salón
de la Bendición
Vaticano, 12 diciembre 2025
Distinguidas autoridades, hermanos y hermanas, me complace darles la bienvenida en este centenario de la fundación del Servicio de Inteligencia de Italia. En 1925 se creó, en efecto, el Servicio de Inteligencia Militar, sentando las bases de un sistema más coordinado y eficaz para proteger la seguridad del estado italiano.
Ante todo, quisiera expresar mi agradecimiento por la labor que desempeñan, que exige competencia, transparencia y confidencialidad. Les confía la gran responsabilidad de vigilar constantemente los peligros que podrían acechar la vida de la nación, para contribuir, sobre todo, a la preservación de la paz. Se trata de una labor exigente que, debido en parte a su confidencialidad, a menudo corre el riesgo de ser explotada, pero es fundamental para la detección temprana de posibles escenarios amenazantes para la vida de la sociedad.
A lo largo de estos 100 años, mucho ha cambiado. Las habilidades y herramientas se han perfeccionado considerablemente, al igual que los desafíos que enfrentan nuestras sociedades se han incrementado y diversificado. En este sentido, les insto a que desempeñen su trabajo no sólo con profesionalidad, sino también con una perspectiva ética que tenga en cuenta al menos dos aspectos esenciales: el respeto a la dignidad humana y la ética de la comunicación.
En primer lugar, les pido respeto a la dignidad de la persona humana. Las actividades de seguridad nunca deben perder de vista esta dimensión fundamental y nunca pueden dejar de respetar la dignidad y los derechos de cada individuo. En determinadas circunstancias difíciles, cuando el bien común parece más necesario que todo lo demás, corremos el riesgo de olvidar este requisito ético y, por lo tanto, no siempre es fácil encontrar un equilibrio. Como ha declarado la Comisión Europea para la Democracia por el Derecho, «las agencias de seguridad a menudo tienen que recopilar información sobre individuos y, por lo tanto, tienen un fuerte impacto en los derechos individuales» (Comisión de Venecia, Informe de Supervisión,1-VI-2007, 2).
Es necesario establecer límites, basados en la dignidad de la persona, y permanecer alerta ante las tentaciones a las que un trabajo como el suyo lo expone. Asegúrense de que sus acciones sean siempre proporcionales al bien común que se persigue, y de que la protección de la seguridad nacional garantice siempre los derechos de las personas, su vida privada y familiar, la libertad de conciencia e información, y el derecho a un juicio justo.
En este sentido, las actividades de los servicios deben regirse por leyes debidamente promulgadas y publicadas, sujetas a supervisión y escrutinio judicial, y los presupuestos deben estar sujetos a escrutinio público y transparente.
El segundo aspecto se refiere a la ética de la comunicación. El mundo de las comunicaciones ha cambiado significativamente en las últimas décadas, y hoy, la revolución digital forma parte de nuestras vidas y de nuestra forma de intercambiar información e interactuar. Además, la llegada de tecnologías nuevas y cada vez más avanzadas nos ofrece mayores oportunidades, pero al mismo tiempo nos expone a peligros constantes.
El intercambio masivo y continuo de información nos exige ser vigilantes y críticos ante varios temas vitales: la distinción entre la verdad y las noticias falsas, la exposición indebida de la vida privada, la manipulación de los más vulnerables, la lógica del chantaje y la incitación al odio y la violencia.
Debemos mantener una vigilancia rigurosa para garantizar que la información confidencial no se utilice para intimidar, manipular, chantajear o desacreditar los servicios de políticos, periodistas u otros actores de la sociedad civil. Esto también aplica al ámbito eclesiástico. De hecho, en varios países, la Iglesia es víctima de servicios de inteligencia que actúan con fines perversos, coartando su libertad. Estos riesgos deben evaluarse siempre y exigen una alta moralidad tanto para quienes se preparan para asumir un trabajo como el suyo como para quienes lo llevan haciendo durante mucho tiempo.
Soy plenamente consciente del delicado papel y la responsabilidad que les corresponde. En este sentido, también quisiera recordar a aquellos colegas suyos que perdieron la vida en misiones delicadas, llevadas a cabo en contextos difíciles. Su dedicación quizá no se refleje en los titulares, pero perdura en las personas a las que ayudaron y en las crisis que ayudaron a resolver.
Finalmente, quisiera expresar mi gratitud por los esfuerzos de los servicios de inteligencia italianos para garantizar la seguridad de la Santa Sede y del estado de la ciudad del Vaticano. Y también por la colaboración con la gendarmería, con el Vaticano y con la Santa Sede en tantos servicios, donde esta capacidad y oportunidad de servir a los demás se hace realidad gracias a la excelente colaboración con ustedes.
Les animo a continuar su trabajo, teniendo siempre presente el bien común, aprendiendo a evaluar con juicio y equilibrio las diferentes situaciones que afrontan, y permaneciendo firmemente anclados en aquellos principios jurídicos y éticos que ponen por encima de todo la dignidad de la persona humana.
Damas y caballeros, les felicito por su decisión de celebrar el Jubileo juntos como comunidad de trabajo. La gracia de Dios dará frutos a nivel personal y, en consecuencia, en su trabajo. Este es mi deseo, que acompaño con mi bendición apostólica para ustedes y sus familias. ¡Les deseo a todos una feliz Navidad!
León XIV
Act:
12/12/25
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