Sábado

22ª semana del
Tiempo ordinario

 

LECTIO

Primera lectura: 1 Corintios 4,6-15

6 Hermanos, en atención a vosotros, me he puesto como ejemplo, junto con Apolo, para que aprendáis en nosotros aquello de «no ir más allá de lo que está escrito» y para que nadie se apasione por uno en contra de otro. 7 Pues ¿quién te hace superior a los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué presumes como si no lo hubieras recibido?

8 ¡Ya estáis satisfechos! ¡Ya sois ricos! ¡Habéis llegado a ser reyes sin contar con nosotros! ¡Ojalá lo fueseis de verdad, para que también nosotros reinásemos con vosotros! 9 Pues, al parecer, a nosotros los apóstoles, Dios nos ha destinado al último lugar, como condenados a muerte; nos ha convertido en espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres. 10 Así que nosotros somos unos necios por Cristo, y vosotros sabios en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros llenos de gloria, nosotros despreciados. 11 Hasta el presente no hemos padecido más que hambre, sed, desnudez y malos tratos; andamos errantes 12 y nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos. Nos insultan y nosotros bendecimos; nos persiguen y lo soportamos; 13 nos difaman y respondemos con bondad. Nos hemos convertido en la basura del mundo, como el deshecho de todos hasta ahora.

14 No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos muy queridos. 15 Porque, aunque tuvierais diez mil maestros en la fe, padres no tenéis muchos; he sido yo quien os ha hecho nacer a la vida cristiana por medio del Evangelio.


Pablo desarrolla el discurso sobre la verdadera identidad de los ministros de Cristo y de los administradores de los misterios de Dios, y lo hace con algunas expresiones que merecen ser unificadas.

Los apóstoles están ligados ante todo, de manera indivisible, a los fieles-hermanos: no podéis pretender -parece decir Pablo- caminar por vuestra cuenta ni, mucho menos, llegar a puerto sin nosotros. La conciencia del apóstol se une a la de todos los fieles precisamente porque, como ellos y junto con ellos, se siente salvado por la gracia de Cristo. Por otro lado, prosigue Pablo, nosotros deseamos sólo llegar a la meta con vosotros. La expresión simbólica «ser reyes sin contar con nosotros» (v 8) es extremadamente clara y expresa su deseo de compartir eternamente la alegría de la salvación con todos aquellos a los que ha podido prestar el servicio de la Palabra.

Los apóstoles son «condenados a muerte» (v. 9), como Cristo, después de Cristo: esta especie de condena pende sobre la cabeza de Pablo desde que encontró a Cristo en el camino hacia Damasco. Desde entonces sabe con toda certeza que no hay otro camino para recorrer que el de la cruz, que no puede usar otro lenguaje más que el de la cruz, que no hay otra perspectiva que se abra ante él que no sea la de un nuevo calvario. Esa condena se va realizando históricamente en diferentes tiempos y en diversos lugares: también aquí, en Corinto, por medio de vosotros -parece decir Pablo-, pero es algo que parece no asombrarle en absoluto. Los apóstoles son también padres respecto a los fieles, a los que consideran «hijos míos muy queridos» (v. 14): se trata de una paternidad espiritual tal vez no menos comprometedora que la física; una paternidad que supera los límites de una familia humana y se extiende a las dimensiones de una comunidad sin fronteras. Esa fue la experiencia de Pablo.

 

Evangelio: Lucas 6,1-5

1' Un sábado, atravesaba Jesús unos sembrados. Sus discípulos cortaban espigas y las comían, desgranándolas con las manos. 2 Y unos fariseos dijeron:

5 Y añadió:


Lucas nos refiere, en dos pasajes consecutivos, algunas polémicas que Jesús debió sostener con los fariseos respecto al sábado, día de descanso, y sobre las prácticas más o menos permitidas en ese día. Lo que más nos sorprende en esta página evangélica es el modo positivo y dialogante con el que Jesús entra en la polémica: en efecto, Jesús intenta desconectar a sus interlocutores de una mentalidad excesivamente jurídica, ligada de manera servil a una casuística que, de hecho, condujo a los fariseos, contemporáneos de Jesús, a recopilar un elenco de 613 preceptos (naturalmente además de los diez mandamientos), a los que querían permanecer fieles de una manera servil. Jesús intenta separarlos de esta mentalidad refiriéndose a un hecho veterotestamentario de la vida de David: una elección libre frente a una tradición que parece no admitir excepciones. Sabemos bien que el rey David constituyó para todos, y también para Jesús, un punto de referencia digno del máximo respeto y de la más fiel imitación. Un motivo más, en este caso, para asumirlo como modelo de libertad frente a tradiciones que, si no son bien interpretadas
(c f. Mc 7,1-15), amenazan con someter el hombre a la Ley en vez de hacer que la Ley sirva al hombre.

La afirmación final de Jesús es extremadamente clara e iluminadora: «El Hijo del hombre es señor del sábado» (v 5). Por un lado, Jesús se compara a David y, por otro, con una afirmación que no deja lugar a dudas y manifiesta un tono apodíctico, afirma su propia superioridad con respecto a David y también, de una manera implícita, en cuanto «señor del sábado», su dignidad divina.


MEDITATIO

Según el evangelio, nuevo no significa «inédito», jamais vu (nunca visto), sino «originario», en el sentido de que Jesús ha venido a restablecer el proyecto del Dios creador para volver a entregarlo a todos aquellos que aceptan seguirle por el camino de la verdad. Tenemos un ejemplo claro de este proyecto de Jesús en Mt 19,1-12, donde Jesús, en polémica con los fariseos sobre la espiritualidad conyugal, les invita a superar la lógica de los permisos concedidos por Moisés, a causa de la dureza de sus corazones, mediante la lógica de la entrega recíproca total según el proyecto originario.

Nuevo, según el evangelio, no significa «actual», a la última, sino «auténtico», en el sentido de que Jesús, con sus propuestas de vida nueva, tiende a despertar en la persona, en cada persona, lo que en ella hay de genuino y de válido. Jesús ha venido a liberar la libertad; por eso, cuando fue necesario, no vaciló en contraponer su propuesta a las propuestas alternativas de otros falsos mesías que prometían fáciles libertades baratas.

Nuevo, según el evangelio, no significa «genial», sino «esencial», en el sentido de que Jesús -como aparece en casi todas las páginas del evangelio- vino a suprimir, o por lo menos a aligerar, los excesivos fardos que amenazan con entristecer y tal vez incluso con mortificar el corazón de cada persona. Desde este punto de vista resultan extremadamente iluminadoras estas palabras de Jesús: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,28-30).


ORATIO

«Pues, al parecer, a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha destinado al último lugar, como condenados a muerte».

Oh Señor, el sufrimiento me da miedo, pero es inútil negarlo, rechazarlo, evadirse de él, porque es parte inherente de la vida de cada apóstol. Me da miedo el sufrimiento físico causado por las enfermedades, por las privaciones, por el cansancio, por un cuerpo consumido que desmejora con el paso de los años. Me da miedo el sufrimiento psicológico derivado de las incomprensiones, de las resistencias inmotivadas frente a realidades evidentes, de las limitaciones escondidas y no aceptadas que se convierten en violencias irracionales, de los juegos destinados a ser apoyados en nuestros propios puntos de vista. Me da miedo el sufrimiento espiritual velado por las dudas, la aridez, las incertidumbres, la indiferencia.

Pero así ha sido el camino para todos tus discípulos y amigos. Y así ha de ser también para nosotros, para los que hemos elegido seguirte.


CONTEMPLATIO

Reconoce, oh cristiano, la altísima dignidad de esta tu sabiduría, y entiende bien cuál ha de ser tu conducta y cuáles los premios que se te prometen. La misericordia quiere que seas misericordioso, la justicia desea que seas justo, pues el Creador quiere verse reflejado en su criatura, y Dios quiere ver reproducida su imagen en el espejo del corazón humano, mediante la imitación que tú realizas de las obras divinas. No quedará frustrada la fe de los que así obran, tus deseos llegarán a ser realidad, y gozarás eternamente de aquello que es el objeto de tu amor.

Y porque todo será limpio para ti, a causa de la limosna, llegarás también a gozar de aquella otra bienaventuranza que te promete el Señor, como consecuencia de lo que hasta aquí se te ha dicho: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Gran felicidad es ésta, amadísimos hermanos, para la que se prepara un premio tan grande. Pues, ¿qué significa tener limpio el corazón, sino desear las virtudes de que antes hemos hablado? ¿Qué inteligencia puede llegar a concebir, o qué palabras lograrán explicar la grandeza de una felicidad que consiste en ver a Dios? (León Magno, Sermón 95, 6ss, en PL 54, 464ss).


ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:

«El Hijo del hombre es señor del sábado» (Lc 6,5).


PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Recientemente he llegado a reconocer la necesidad del método de la no violencia en las relaciones internacionales. Como noestaba convencido de su eficacia en los conflictos entre naciones, pensaba yo que, aunque no puede ser nunca un bien positivo, la guerra podría servirnos como un bien negativo, para prevenir la difusión y el crecimiento de una fuerza malvada. La guerra, por muy horrible que sea, podría ser preferible a rendirse a un sistema totalitario. Ahora, sin embargo, veo que el potencial destructivo de las armas modernas elimina por completo la posibilidad de que la guerra represente a lo sumo un bien negativo. Si admitimos que la humanidad tiene derecho a sobrevivir, entonces deberemos encontrar una alternativa a la guerra y a la destrucción.

En nuestra época de vehículos espaciales y de misiles balísticos teledirigidos, la alternativa se sitúa entre la no violencia y la no existencia. No soy un pacifista doctrinario, sino que he intentado abrazar un pacifismo realista, que considera la posición pacifista como el mal menor en las circunstancias actuales. No proclamo que estoy libre del dilema moral que el cristiano no pacifista debe afrontar, pero estoy convencido de que la Iglesia no puede permanecer en silencio mientras el género humano se encuentra ante la amenaza de la aniquilación nuclear. La Iglesia, si es fiel a su misión, debe pedir el final de la carrera armamentística (M. L. King, «lo sogno ancora», en E. Helio [ed.], Slogans dell'anima, Milán 1971, pp. 92ss).