Lunes

1 a semana del
Tiempo ordinario


LECTIO

Primera lectura: 1 Samuel 1,1-8

Había un hombre, natural de Ramá, un sufita de los montes de Efraín, que se llamaba Elcaná, hijo de Yeroján, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. 2 Tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Feniná. Feniná tenía hijos, pero Ana no los tenía.

' Este hombre subía todos los años desde su pueblo a adorar y ofrecer sacrificios al Señor todopoderoso en Siló, donde los hijos de Elí, Jofní y Pinjás, eran sacerdotes del Señor. ' Llegado el día, Elcaná ofrecía el sacrificio y daba a su mujer Feniná y a todos sus hijos e hijas sus raciones; mientras que a Ana le daba sólo una, y eso que él prefería a Ana; pero el Señor la había hecho estéril. 6 Su rival la insultaba para humillarla porque el Señor la había hecho estéril. Y así, año tras año; cada vez que subían al templo del Señor, le insultaba de este modo. Una vez Ana se puso a llorar y no quería comer. 8 Entonces su marido Elcaná le dijo:

- Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?

 

~ Según algunos investigadores, los libros de Samuel son los más modernos de toda la Biblia. Dios se hace presente en el hombre, y el hombre es un hombre «verdadero», un hombre que es pecador, aunque también generoso y con todas las contradicciones propias del ser humano. Dios ya no se manifiesta. Está presente en la piedad de David, en su generosidad, en el arrepentimiento por su pecado. El hombre es el sacramento de Dios. El carácter propio de los libros de Samuel es este humanismo, cuya figura más prestigiosa es David. Sin embargo, hay una multitud de personajes vivos que forman su corona: Samuel, Saúl, Jonatán... Lo primero que debemos destacar es esto: da la impresión de que Dios interviene cuando parece que todo ha llegado al final. Y así sucede en todo el desarrollo del libro: Israel está derrotado; parece excluida cualquier posibilidad de salvación; todo parece acabado. Pero en lo oculto, en medio del silencio, prepara Dios la resurrección de la nación. A un niño, llevado por su madre a servir en el templo, se le va a confiar el mensaje de la derrota, pero con este mismo mensaje se le concederá también el comienzo de una nueva era para el pueblo de Dios. Va a ser Samuel quien consagre al primer rey de Israel. Ana concibe y da a luz un hijo. Tras el llanto, la oración. Hay un cierto vínculo entre la oración y la concesión de lo que se pide. Samuel será una de las más grandes «figuras» veterotestamentarias de Jesús, en quien se cumplirán las promesas de Dios.

 

Evangelio: Marcos 1,14-20

" Después de que Juan fue arrestado, marchó Jesús a Galilea, proclamando la Buena Noticia de Dios.' Decía:

16 Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. " Jesús les dijo:

" Ellos dejaron inmediatamente las redes y le siguieron.

19 Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. 20 Jesús los llamó también, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.


~ Estos versículos muestran de manera concreta lo que significa la llamada de Jesús: «Creed en el Evangelio» (v 15). Muestran la actitud nueva y radical del cristiano. Las dos escenas de vocación están estructuradas del mismo modo. Señalemos el dinamismo de la llamada: el Jesús que llama está siempre en movimiento. Se trata, en efecto, de la llamada a un nuevo éxodo, hacia el camino inaudito y nuevo del Evangelio: «Venid detrás de mí» (v. 17). «Ellos dejaron inmediatamente las redes y le siguieron.» Todo este dinamismo se desprende de la mirada y de la llamada de Jesús. No se trata de una iniciativa que parte del hombre, no se trata de un camino del hombre, sino del camino de Dios entre los hombres. La confianza y la entrega a la persona de Jesús hacen posible el seguimiento. Está claro que ir con Jesús es una perspectiva que reclama las opciones indicadas aquí de modo vago con el verbo «dejar»: se trata de un dejar con la mirada puesta en una realización; de un dejar que no empobrece. ¿Es posible dejar? Sí, porque él nos precede con una mirada penetrante que realiza y devana una identidad: es la mirada con la que Jesús nos invita, creando una relación personal con cada uno. El Jesús que pasa y ve, dice una palabra en este momento presente, pero es una palabra cargada con una promesa futura, que se convierte en la estructura de todo abandono y de todo seguimiento. Jesús va al encuentro del hombre en su vida cotidiana para cambiar su destino. Jesús proyecta, mediante su ver y su fijarse, una especie de energía. Se trata de una mirada que elige, que transmite una fuerza, que revela una identidad y la hace posible. Jesús no ve a pescadores, sino a personas que tienen un nombre y desarrollan una profesión; una mirada que los hace despegar de las arenas movedizas en las que habían caído.

 

MEDITATIO

Ana conoce por propia experiencia la dureza de las relaciones humanas. Es una persona que, como otras muchas, junto al dolor agudo de la propia pobreza personal, debe experimentar la aflicción de la humillación que le infligen los otros. Y a esto le añade aún una nota ulterior de tristeza el hecho de que todo esto lo produzca una persona implicada en la práctica religiosa.

Esto mismo puede pasar también en nuestros días. A las normas cultuales, observadas de modo sereno, no les acompaña una obligada atención para instaurar relaciones marcadas por la fraternidad. El culto a Dios no prosigue, tras la obligada preocupación por nosotros mismos, en la escrupulosa atención a las pasiones que se agitan en nosotros y pueden causar heridas a nuestro hermano, sino que se eclipsa con la explosión de sentimientos espontáneos que son vividos hasta alcanzar una brutalidad lacerante.

Particularmente preciosa se presenta la actitud benévola de Elcaná, que pone todo su empeño en consolar y pacificar a la mujer amada. Se muestra como un hombre que, al encontrar en el templo la misericordia y la ternura de Dios, es capaz de reproducirla en el ámbito familiar. El tiempo nuevo que se está gestando, inaugurado por el Señor, tiene como característica dominante la creación de nuevas relaciones marcadas por la misericordia. Por otra parte, por haberla manifestado de una manera radical en su existencia terrena, el Verbo que nos habló ha sido definido como «irradiación de la gloria de Dios e impronta de su sustancia».

 

ORATIO

Te invoco, Señor de mi vida; a ti dirijo mis deseos y mis palabras. Haz que yo escuche tu voz. Ella me llama, desde el mar en que nos debatimos para no ahogarnos, a ti, orilla por la que suspiramos. Que tu Palabra nos encuentre dispuestos -a dejar y cortar las redes de las que tú nos liberas, redes que nos mantienen atados a lo que está destinado a morir.

Haz que nuestra mirada pueda reconocerte en los acontecimientos cotidianos, que nuestro corazón vuelva a pensar en ti y que encuentren paz los pensamientos. Que nuestro afecto permanezca estrechamente ligado a ti y florezcan la amistad y la fraternidad en nuestra tierra. Que la justicia, la paz y la alegría vuelvan a reinar entre los hombres.

 

CONTEMPLATIO

No quieras buscar ninguna cosa fuera del Señor; busca al Señor y él te escuchará; y mientras todavía estés hablando, te dirá: «Estoy aquí». ¿Qué significa «Estoy aquí»? Estoy presente. ¿Qué quieres, qué esperas de mí? Todo lo que puedo darte es nada en comparación conmigo. Tómame a mí mismo, goza de mí, acércate a mí. Aún no puedes hacerlo del todo, pero tócame con la fe y quedarás inseparablemente unido a mí, y yo te libraré de todos tus fardos, para que puedas adherirte a mí por completo (Agustín de Hipona, Exposición sobre el salmo 33, 9ss).

 

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Está llegando el Reino de Dios» (Mc 1,15).

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 caminas a mi lado

Tú caminas a mi lado,

Señor. No deja huellas en la tierra tu paso.
No te veo: siento y respiro tu presencia en cada tallo de hierba,
en cada átomo de aire que me nutre.

Por el sendero oscuro que discurre entre los prados
me llevas a la iglesia de la aldea,
mientras arde la puesta del sol detrás del campanario.
Todo en mi vida ardió y se consumió
como la hoguera que ahora prende a occidente
y dentro de poco será cenizas y sombra:
sólo me queda salva esta pureza de infancia
que remonta, intacta, el curso de los años
por la alegría de volver a encontrarte.

No me abandones más.
Hasta que no caiga mi última noche
—aunque sea esta misma—,
colma sólo de ti desde los rocíos a los astros,
y transfórmame en gota de rocío para tu sed
y en luz de astro para tu gloria

(A. Negri, Fons Amoris, Milán 1946).