Sueños.

La antigüedad y la ciencia moderna dan gran importancia a los sueños. Por razones diferentes: la primera ve en ellos un medio de entrar el hombre en comunicación con el inundo sobrenatural; la segunda, una manifestación de su personalidad profunda. Estas dos perspectivas no son incompatibles: si Dios actúa sobre el hombre, lo hace en lo más profundo de su ser.

AT.

Los pueblos que preceden y rodean a Israel ven en el sueño una revelación divina; y la frecuencia de los sueños es tal, que los reyes de Egipto y de Mesopotamia tienen a su servicio intérpretes de los sueños (Gén 41,8; Jer 27,9).

El AT menciona también en Israel revelaciones por sueños, a las que hay que añadir las palabras y visiones nocturnas de Dios. Estas revelaciones se dirigen a veces a personas privadas (Job 4,12-21: Eclo 34,6) y hasta a paganos (Gén 40-41; Dan 4). Pero la mayoría se refieren al designio de Dios sobre su pueblo: ilustran a los patriarcas (Gén 15,12-21; 20,3-6; 28,11-22; 37,5-11; 46,2-4: tal es siempre el caso en la tradición elohísta), a Gedeón (Jue 6,25s), a Samuel (1Sa 3), a Natán (2Sa 7,4-17), a Salomón (1Re 3). Después del exilio, Zacarías (1-6) y Daniel (2; 7) reciben así el anuncio de la salvación. Joel promete sueños para los tiempos de la efusión del Espíritu (3,1).

Israel, a diferencia de sus vecinos paganos, no parece haber tenido intérpretes oficiales de los sueños Abraham, Isaac, Jacob, Samuel, Natán, Salomón.. los comprenden por sí mismos, y no se hallan intérpretes de sueños ni en el templo ni en la corte de los reyes. Pero cuando Yahveh envía sueños a los reyes paganos, servidores del verdadero Dios son los que explican los misterios de los sueños, inaccesibles a los intérpretes no judíos (Gén 41;' Dan 2; 4). Así los paganos deben reconocer que sólo Yahveh es dueño de los misterios; sólo los revela a los suyos.

Como la reflexión profética discierne verdaderos y falsos profetas, también denuncia sueños mentirosos (Dt 13,2-6; Jer 23,25-32; Zac 10,2), sin por ello negar el origen divino de los sueños,de los antepasados. Pero no carece de sentido el hecho de que la Biblia no mencione sueños durante los siglos que transcurren de Salomón a Zacarías, a todo lo largo de la gran época del profetismo: sugiere que en este momento el sueño es considerado como una forma secundaria de revelación, destinada ya al individuo (los patriarcas anteriormente tuvieron sueños, pero en su tiempo no había pueblo ni profetismo), ya a los paganos; la palabra profética, en cambio, es la forma por excelencia de la revelación dirigida al pueblo.

NT.

El NT no refiere ningún sueño de Jesús: seguramente porque se detiene poco en la psicología del Maestro, pero más todavía porque ve en él al que “conoce” al Padre sin intermediario.

Sin embargo, el sueño no está ausente del NT. En pentecostés, Pedro anuncia el cumplimiento de la profecía de Jl 3,1, en la que el sueño aparece como una manifestación del Espíritu en los últimos días (Hech 2,17). El libro de los Hechos refiere diversas visiones nocturnas de Pablo (16,9s; 18,9; 23,11; 27,23); estas apariciones fortalecen y guían al Apóstol en su misión, pero no le aportan ningún mensaje doctrinal. Mateo refiere diversos sueños análogos a los del Al, ya para revelaciones a paganos (Mt 27.19). ya para guiar a José en la infancia de Jesús (1,20; 2,13.19,22: se trata tres veces de apariciones del ángel del Señor al estilo del AT).

Así el NT conoce este modo de revelación que Dios empleó en los viejos tiempos del AT. Ve en él, como los profetas, una revelación destinada a iluminar a un individuo (y a veces a un pagano). Para él, esta revelación está subordinada a la palabra que se dirige a toda la Iglesia y se manifiesta por excelencia en Jesucristo.

AUGUSTIN GEORGE