Pedro (san).

1. Vocación.

El nombre de Cefas impuesto por Cristo a Simón (Mt 16, 18; Jn 1,42; cf. 1Cor 1,12; 15,5; Gál 1,18), a pesar de su traducción clásica, significa “roca” más bien que “piedra”. Por la gracia de este nuevo nombre Simón Pedro participa de la solidez duradera y de la fidelidad inquebrantable de Yahveh y de su Mesías. Esto explica su situación excepcional.

Si Pedro fue escogido, no pudo ser por causa de su personalidad, todo lo simpática que se quiera, o de mérito alguno (¿no negó a su Maestro?). Esta elección gratuita le confirió una grandeza, grandeza que estriba en la misión que Cristo le confió y que él debía desempeñar en la fidelidad del amor (Jn 21,15ss).

2. Primado.

Simón fue llamado por Jesús a seguirle, si no el primero, por lo menos uno de los primeros (Jn 1,35-42). Los Sinópticos tienen incluso tendencia a trasponer en el tiempo el primado de Pedro y a ver en él el primer discípulo llamado (Mt 4,18-22 p). Sea de ello lo que fuere, Pedro tiene un puesto preeminente entre los discípulos, a la cabeza de las listas de los apóstoles (Mt 10,2) o del grupo de los tres privilegiados (p.e., Mt 17,1 p); en Cafarnaúm se alojó Jesús ordinariamente en casa de Pedro (p.e., Mc 1,29); Pedro toma la palabra en nombre de los otros (Mt 16,23; 18,21; 19,27), sobre todo en el momento solemne en que reconoce la mesianidad propia de Jesús (Mt 16,16 p; Jn 6,68); el mensaje confiado por los ángeles de la resurrección a las santas mujeres (Mc 16,7) comporta una mención especial de Pedro; Juan le hace entrar el primero en el sepulcro (Jn 20,1-10); finalmente, y sobre todo, Cristo resucitado aparece a Cefas antes de manifestarse a los Doce (Lc 24,34; 1Cor 15,5). En todas partes en el NT se pone de relieve esta preeminencia de Pedro. Ésta, sin embargo, no excluye la búsqueda laboriosa del designio de Dios (cf. Hech 10-15 y Gál 2 a propósito del universalismo), ni la responsabilidad colegial de los apóstoles, ni las iniciativas de un Pablo. Éste, después de su conversión, aun teniendo conciencia de su vocación particular (Gál 1,15s), sube a Jerusalén para ponerse en contacto con Pedro (Gál 1,18); e incluso recordando el incidente de Antioquía (Gál 2,11-14), donde Pedro, vaciló sobre la conducta que había que adoptar en un caso práctico, se dirige a él como a aquel cuya autoridad arrastra tras sí a toda la Iglesia.

3. Misión.

Este primado de Pedro está fundado en su misión, expresada en diferentes textos evangélicos.

a) Mt 16,13-23. Pedro, nuevo Abraham, cantera de la que se sacan piedras vivas (cf. Is 51,1ss y Mt 3,9), fundamento sobre el que Cristo edifica su comunidad escatológica, recibe una misión de la que todo el pueblo debe beneficiarse. Contra las fuerzas del mal, que son poderes de muerte, se asegura la victoria a la Iglesia constituida sobre Pedro. Por eso, a Pedro, que reconoció en Jesúsal Hijo de Dios vivo, se le confía la misión suprema de reunir a los hombres en una comunidad en la que reciben la vida bienaventurada y eterna. Así como en un cuerpo no puede cesar una función vital, así también en la Iglesia, organismo vivo y vivificante, es preciso que Pedro, de una manera o de otra, esté personalmente presente para comunicar sin interrupción a los fieles la vida de Cristo.

b) Lc 22,31s y Hechos. Jesús, haciendo sin duda alusión al nombre de Pedro, le anuncia que deberá “confirmar” a sus hermanos y le da a entender que impedirá que desfallezca su fe. Tal es ciertamente la misión de Pedro descrita por Lucas en los Hechos: se halla a la cabeza del grupo reunido en el Cenáculo (Hech 1,13); preside la elección de Matías (1,15); juzga a Ananías y Safira (5,1-11); en nombre de los otros Apóstoles que están con él, proclama ante las multitudes la glorificación mesiánica de Cristo resucitado y anuncia el don del Espíritu (2,14-36); invita a todos los hombres al bautismo (2,37-41), comprendidos los “paganos” (10,1-11,18) y visita todas las Iglesias (9.32). Como signos de su poder sobre la vida, en nombre de Jesús cura a los enfermos (3,1-10) y resucita a un muerto (9,36-42).

Por otra parte, el hecho de que Pedro se vea obligado a justificar su conducta en el bautismo de Cornelio (11,1-18), el modo de desarrollarse el concilio de Jerusalén (15, 1-35), así como las alusiones de Pablo en su epístola a los Gálatas (Gál 1,18-2.14), revelan que en la dirección, en gran parte colegial, de la Iglesia de Jerusalén tiene Santiago una posición importante y que su conformidad era capital. Pero estos hechos y su relación, en lugar de representar un obstáculo para el primado y la misión de Pedro, ponen en claro su sentido profundo. En efecto, la autoridad de Santiago no tiene las mismas raíces ni la misma expresión que la de Pedro: con un título particular recibió éste la misión - con todo lo que ella comporta - de transmitir una regla de fe sin quiebra (cf. Gál 1,18), y es el depositario de las promesas de vida (Mt 16,18s).

c) Jn 21. Por tres veces, en forma solemne y quizá jurídica, Cristo resucitado confía a Pedro el cuidado de la grey entera, corderos y ovejas. A la luz de la parábola del buen pastor (Jn 10,1-28) debe comprenderse esta misión. El buen pastor salva a sus ovejas, reunidas en un solo rebaño (10,16; 11,52), y éstas tienen la vida en abundancia; da incluso su propia vida por sus ovejas (10, 11); así Cristo, anunciando a Pedro su martirio futuro, añade: “Sígueme.” Si ha de seguir las huellas de su maestro, no es solamente dando su vida, sino comunicando la vida eterna a sus ovejas, a fin de que nunca perezcan (10,28).

Como Cristo, roca, piedra viva (1Pe 2,4), pastor que tiene el poder de admitir en la Iglesia, es decir, de salvar de la muerte a los fieles y de comunicarles la vida divina, Pedro. inaugurando una función esencial en la Iglesia, es verdaderamente el “vicario” de Cristo. En esto consiste su misión y su grandeza.

PAUL LAMARCHE