Gozo.

La revelación del Dios creador y salvador provoca en el hombre un gozo desbordante. ¿Cómo contemplar la creación sin proclamar: “Yo tengo mi gozo en Yahveh” (Sal 104, 34) y sin desear que Dios se regocije en sus obras (104,31)? Frente a Dios, que actúa en la historia, el gozo invade al que no es insensato (92,5ss) haciéndose comunicativo: “Venid, gritemos de alegría a Yahveh..., la roca de nuestra salvación (95,1); “Alégrense los cielos y salte de júbilo la tierra... ante Yahveh, pues viene” (96,llss). Y si viene, es para invitar a sus siervos fieles a entrar en su propio gozo y para abrirles el acceso al mismo (Mt 25,21).

AT.

I. LAS ALEGRÍAS DE LA VIDA.

Las alegrías de la vida humana son un elemento de las promesas de Dios (Dt 28,3-8; Jer 33,11), que castiga la infidelidad con su privación (Dt 28,30-33.47s; Jer 7,34; 25,10s). El humilde gozo que el hombre halla con la mujer que ama (Ecl 9,9), en el fruto de su trabajo (3,22), alimentándose y divirtiéndose un poco (2, 24; 3,12s) resiste a la crítica despiadada del mismo Eclesiastés, que alaba este gozo, con el cual puede el hombre olvidar las calamidades de la vida; es la parte que Dios le otorga (5,16-19). En efecto, el vino fue creado para proporcionar alegría (Jue 9,13; Sal 104,15) a quien lo usa con moderación (Eclo 31,27); así la vendimia misma es tiempo de alegría (Is 16,10), al igual que la siega (mies) (Sal 126,5s). En cuanto al gozo de que una mujer colma a su marido con su gracia y su virtud (Prov 5,18; Eclo 26,2.13), es la imagen de los goces más altos (Is 62,5); para los esposos la fecundidad es causa de júbilo (1Sa 2,1.5; Sal 113,9; cf. In 16,21), sobre todo si su hijo es bueno (Prov 10,1).

Además de las alegrías ruidosas de los grandes días, coronación del rey (1Re 1,40), victoria (1Sa 18,6) o regreso de prisioneros (Sal 126,2s), hay otras que no se pueden comunicar a un extraño (Prov 14,10). El sabio conoce el valor de esta alegría del corazón, que es incluso factor de buena salud (Prov 17,22) y a la que se puede contribuir con una buena palabra (12,25) o con una mirada benévola (15,30). Dios condena sólo los goces perversos, los que se persiguen haciendo mal (2,14), en particular la alegría maligna que la desgracia del justo procura a sus enemigos (Sal 13,5; 35,26).

II. LAS ALEGRÍAS DE LA ALIANZA.

Dios, de quien vienen las sanas alegrías de la vida, ofrece a su pueblo otras más altas: las que ha de hallar en la fidelidad a la alianza.

1. Alegrías del culto comunitario.

En el culto halla Israel el gozo de alabar a Dios (Sal 33,1), que se ha dignado ser su rey (Sal 149,2) y que le invita a regocijarse en su presencia (Dt 12,18); gusta también la suavidad de una reunión fraterna (Sal 133). Halla así el medio de resistir a la tentación de los cultos cananeos, cuyos ritos sensuales son abominados por Dios (Dt 12,30s; 23,l8s). Las fiestas se celebran en un clima de entusiasmo y de júbilo (Sal 42,5; 68,4s; 100,2) y recuerdan al pueblo “el día que ha hecho el Señor para su gozo y su alegría” (Sal 118,24); algunas de estas celebraciones han hecho época, por ejemplo, la pascua de Ezequías (2Par 30, 21-26), la del retorno del exilio (Esd 6,22) y sobre todo la fiesta de los tabernáculos, en que Esdras, después de haber hecho leer la ley, proclamó: “Este día es santo... No os aflijáis: el gozo de Yahveh es nuestra fuerza” (Neh 8,10). Para fomentar este gozo plenario prescribe la ley al pueblo que vaya a surtirse en la fuente, reuniéndose en Jerusalén para las tres fiestas anuales a fin dé obtener las bendiciones divinas (Lev 23,40; Dt 16,11.14s). En esta fuente desea Dios que todas las naciones vayan a proveerse (Is 11,3; 55,1; 56,6s).

2. Gozos de la fidelidad personal.

Este gozo, ofrecido a todos, es la parte de los humildes, que constituyen el verdadero pueblo de Dios (Sal 149,4s); como Jeremías, devoran la palabra divina, que es la alegría de su corazón (Jer 15,16); ponen su gozo en Dios (Sal 33,21; 37,4; Jl 2, 23) y en su ley (Sal 19,9), que es su tesoro (119,14.111.162) y que constituye sus delicias en medio de la angustia (119,143); estos humildes buscadores de Dios pueden, pues, regocijarse (34,3; 69,33; 70,5; 105, 3), justificados como están por la gracia (32,10s) y por la misericordia de Dios (51,10.14). Su unión confiada con este Señor, que es su único bien (16,2; 73,25.28), les hace entrever perspectivas de gozo eterno (16,9ss), del cual es un gusto anticipado su intimidad con la sabiduría divina (Sab 8,16).

3. Gozos escatológicos.

Israel vive, en efecto, en la esperanza. Si el culto le recuerda las altas gestas de Dios, y en primer lugar el Éxodo, es para hacerle desear un nuevo éxodo en el que se revele el Dios sin igual, salvador universal (lis 45,5.8.21s). Entonces será el gozo mesiánico, cuya superabundancia anunciaba Isaías (9, 2); el desierto exultará (35,1); ante la acción de Dios gritarán los cielos de alegría, la tierra se gozará (44, 23; 49,13), al paso que los cautivos liberados llegarán a Sión dando gritos de alegría (35,9s; 51,11) para ser allí revestidos de salud y de justicia (61,10) y para gustar el gozo eterno (61,7) que colmará su esperanza (25, 9). Entonces los servidores de Dios cantarán, lleno el corazón de gozo, en una creación renovada, porque Dios creará a Jerusalén “gozo” y a su pueblo “alegría”, a fin de regocijarse en ellos y de procurar a todos un júbilo sin fin (65,14.17ss: 66,10). Tal es el gozo que Jerusalén aguarda de su Dios, el santo y el eterno, cuya misericordia va a salvarla (Bar 4, 22s.36s; 5,9). El artífice de esta obra de salvación es su rey, que viene a ella en humildad; acójalo ella en la exultación (Zac 9,9).

NT.

1. EL GOZO DEL EVANGELIO.

Este rey humilde es Jesucristo que anuncia a los humildes el gozo de la salvación y se lo da con su sacrificio.

1. El gozo de la salvación anunciado a los humildes.

La venida del salvador crea un clima de gozo que ha hecho sensible Lucas, más que los otros evangelistas. Aun antes de que se regocijen con su nacimiento (Lc 1, 14), en la visita de María salta de gozo el precursor en el seno de su madre (1,41.44); y la Virgen, a la que la salutación del ángel había invitado a la alegría (1,28: gr khaire = alégrate), canta con tanto gozo como humildad al Señor que se ha hecho su hijo para salvar a los humildes (1,42.46-55). El nacimiento de Jesús es un gran gozo para los ángeles que lo anuncian y para el pueblo al que viene a salvar (2,10.13s; cf. Mt 1, 21); este nacimiento colma la esperanza de los justos (Mt 13,17 p) que, como Abraham, exultaban ya al pensar en él (Jn 8,56).

En Jesús está ya presente el reino de Dios (Mc 1,15 p; Lc 17,21); Jesús es el esposo cuya voz arrebata de gozo al Bautista (Jn 3,29) y cuya presencia no permite a sus discípulos ayunar (Lc 5,34 p). Éstos tienen la alegría de saber que sus nombres están escritos en los cielos (10,20), porque son del número de los pobres, a los que pertenece el reino (6,20 p), tesoro por el cual se da todo con alegría (Mt 13,44); y Jesús les ha enseñado que la persecución confirmando su certeza, debía intensificar su alegría (Mt 5,10ss p).

Los discípulos tienen razón de regocijarse de los milagros de Jesús que atestiguan su misión (Lc 19,37ss); pero no deben poner su alegría en el poder milagroso que Cristo les comunica (10,17); no es sino un medio, destinado no a procurar una vana alegría a hombres como Herodes, curioso de lo maravilloso (23,8), sino a hacer que sea Dios alabado por las almas rectas (13,17) y a atraer a los pecadores al salvador, disponiéndolos a acogerlo con alegría y a convertirse (19,6.9). De esta conversión se regocijarán los discípulos como buenos hermanos (15,32), como se regocijan en el cielo el Padre y los ángeles (15,7.10.24), como se regocija el buen pastor, cuyo amor ha salvado a las ovejas extraviadas (15,6; Mt 18,13). Pero para compartir su gozo hay que amar como él ha amado.

2. El gozo del Espíritu, fruto de la cruz.

En efecto, jesús, que había exultado de gozo porque el Padre se revelaba por él a los pequeños (Lc 10,21s), da su vida por estos pequeños, sus amigos, a fin de comunicarles el gozo, cuya fuente es su amor (Jn 15,9-15), mientras que al pie de su cruz sus enemigos ostentan su alegría maligna (Lc 23,35ss). Por la cruz va Jesús al Padre; los discípulos deberían regocijarse de ello si le amaran (Jn 14,28) y si comprendieran el fin de esta partida, que es el don del Espíritu (16,7). Gracias a este don vivirán de la vida de Jesús (14,16-20) y, porque pedirán en su nombre, obtendrán todo del padre; entonces su tristeza se cambiará en gozo, su gozo será perfecto y nadie se lo podrá quitar (14,13s; 16,20-24).

Pero los discípulos comprendieron tan poco que la pasión conduce a la resurrección, y la pasión destruye detal manera su esperanza (Lc 24,21) que el gozo de la resurrección les parece increíble (24,41). Sin embargo, cuando el resucitado, después de haberles mostrado las Escrituras cumplidas y de haberles prometido la fuerza del Espíritu (24,44.49; Hech 1, 8) sube al cielo, experimentan gran gozo (Lc 24,52s); la venida del Espíritu la hace tan comunicativa (Hech 2,4.11) como inquebrantable: “están llenos de gozo de ser juzgados dignos de sufrir por el nombre” del salvador, cuyos testigos son (Hech 5, 41; cf. 4,12; Lc 24,46ss).

II. EL GOZO DE LA VIDA NUEVA.

La palabra de Jesús produjo su fruto: los que creen en él tienen en sí mismos la plenitud de su gozo (Jn 17,13); su comunidad vive en una alegría sencilla (Hech 2,46) y la predicación de la buena nueva es en todas partes fúente de gran alegría (8,8); el bautismo llena a los creyentes de un gozo que viene del Espíritu (13,52; cf. 8,39; 13,48; 16,34) y que hace que los apóstoles canten en medio de las peores pruebas (16,23ss).

1. Las fuentes del gozo espiritual.

El gozo es, en efecto, fruto del Espíritu (Gál 5,22) y una nota característica del reino de Dios (Rom 14, 17). No se trata del entusiasmo pasajero que suscita la palabra y que destruye la tribulación (cf. Mc 4,16), sino del gozo espiritual de los creyentes que, en la prueba, son ejemplo (1Tes 1,6s) y que, con su gozosa generosidad (2Cor 8,2; 9,7), con su perfección (2Cor 13,9), con su unión (F1p 2,2), con su docilidad (Heb 13, 17) y su fidelidad a la verdad (2Jn 4; 3Jn 3s) son ahora y serán en el día del Señor el gozo de sus apóstoles (1Tes 2,19s).

La caridad que hace comulgar a los creyentes en la verdad (1Cor 13, 6) les procura un gozo constante alimentado por su oración y su acción de gracias incesantes (1Tes 5,16; Flp 3,1; 4,4ss). ¿Cómo dar gracias al Padre por haber sido transferidos al reino de su Hijo muy amado, sin experimentar alegría (Col 1, 11ss)? Y la oración asidua es fuente de gozo y alegría porque la anima la esperanza y porque el Dios de la esperanza responde a ella colmando de gozo al creyente (Rom 12,12; 15, 13). También Pedro invita a éste a bendecir a Dios con exultación; su fe, probada por la aflicción, pero segura de obtener la salvación, le procura un gozo inefable, que es un gusto anticipado de la gloria (1Pe J,3-9).

2. El testimonio del gozo en la prueba.

Pero este gozo no pertenece sino a la fe probada. Para disfrutar de alegría cuando se revele la gloria de Cristo, es preciso que su discípulo se regocije en la medida en que participe de sus sufrimientos (1Pe 4, 13). Como su maestro, prefiere acá abajo la cruz al. gozo (Heb 12,2); acepta con gozo verse despojado de sus bienes (Heb 10,34), teniendo por gozo supremo verse puesto a prueba en todas las formas (Sant 1,2). Para los apóstoles como para Cristo, la pobreza y la persecución conducen al gozo perfecto.

Pablo, en su ministerio apostólico, saborea este gozo de la cruz; es un elemento de su testimonio: los ministros del Señor, “afligidos”, están “siempre gozosos” (2Cor 6,10). El apóstol sobreabunda de gozo en sus tribulaciones (2Cor 7,4); con un desinterés total, se regocija con tal que se anuncie a Jesucristo (Flp 1,17s) y halla su gozo en sufrir por sus fieles y por la Iglesia (Col 1,24). Invita incluso a los filipenses a compartir el gozo que experimentará él en derramar su sangre como supremo testimonio (Flp 2,17s).

Conclusión. La comunión en el gozo eterno.

Pero la prueba tendrá fin, y Dios vengará la sangre de sus servidores juzgando a Babilonia, que se ha embriagado de ella; entonces habrá alegría en el cielo (Ap 18,20; 19,1-4), donde se celebrarán las nupcias del cordero; los que tomen parte en ellas darán gloria a Dios en la alegría (19,7ss). Tendrá lugar la manifestación y el despliegue del gozo perfecto, que desde ahora es la parte de los hijos de Dios; porque el Espíritu que les ha sido dado los hace comulgar con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1Jn 1,2ss; 3,1s.24).

ANDRÉ RIDOUARD y MLF