JOAQUÍN DE FIORE Y SU INFLUENCIA

EN LA TEOLOGÍA LATINOAMERICANA

Mario Cayota

Tres precisiones preliminares

Para ponerme en armonía y en consonancia con Joaquín de Fiore, antes de entrar al tema de fondo, voy a hacer tres precisiones.

Una primera precisión que tiene que ver con un refrán nuestro que dice: "zapatero a tus zapatos". Yo no soy teólogo, soy historiador, por lo menos me gusta la historia, y por lo tanto yo voy a tratar a Joaquín de Fiore desde un punto de vista histórico y no teológico. Es decir, que mi abordaje va a ser fundamentalmente histórico, fenomenológico y no voy a tratar a Joaquín de Fiore en lo que vendría a ser su pensamiento teológico. Sólo en lo indispensable, para mostrar su influencia en la historia. Así que ésta sería la primera precisión.

La segunda precisión tiene que ver con determinadas palabras que yo voy a usar con bastante frecuencia, como ser "herejía" y "hereje". Cuando yo use estas palabras no las voy a usar en sentido peyorativo, es decir que no va a significar un juicio de valor, sino que las voy a usar con rigor científico, relacionándolas con lo que en la época que fueron dichas significaban, con lo que pensaba la jerarquía católica de ese momento. O sea que cuando yo use la palabra hereje o herejía no estoy haciendo un juicio de valor sino simplemente apuntando un dato histórico acotado al momento. Me parecía que era importante esa precisión también.

Y la tercera, es que de alguna manera vengo a hablar "con temor y temblor" porque los organizadores me dijeron, y con razón, que no me vaya a pasar en los tiempos.

Voy a dar una síntesis, una visión panorámica en la que creo que vamos a tratar de dibujar un perfil en relación a la corriente histórica que el pensamiento de Joaquín de Fiore ha suscitado a lo largo de los siglos. Un pensamiento que como ustedes saben se genera allá en la Edad Media, en el siglo XII, y que está presente de manera muy fragmentada y conflictiva también durante toda esa época. Reaparece con mucha fuerza en el Renacimiento, cruza con el descubrimiento de América el Atlántico, llega a nuestras tierras, y cosa asombrosa, incluso para mí cuando empecé a comprobarlo, estalla con algunas de las corrientes que animan las revoluciones en el Cono Sur, cuando la independencia de América.

Entonces yo solamente voy a tratar de ir dibujando esa línea, esa corriente profunda, histórica que no es fácil detectar. No es fácil detectar porque sistemáticamente, -no es porque sí-, hay una actitud, sobre todo en los historiadores europeos casi general, de negar esa influencia, de disimularla, hasta en algunos casos de ridiculizarla: se llega a ridiculizar a quien se atreve a señalar esa influencia. Yo creo que eso no es casual y obviamente tiene su explicación.

Historia "objetiva" e historia "situada"

Así que éstas serían las tres primeras precisiones que yo haría, y que las culminaría con una confesión: tengo que hacer una confesión ya que estamos entre cristianos. Yo no creo en la objetividad de los historiadores, creo que eso es falso. Eso es lo que nos ha hecho creer el positivismo. Incluso muchos historiadores católicos, o cristianos, católicos integristas, o cristianos fundamentalistas, creen que la historia es objetiva y eso no es verdad. Porque la historia, como muy bien decían aquellos grandes historiadores de la escuela francesa, la historia es siempre una mirada sobre el pasado. Y nosotros miramos siempre desde un determinado lugar: no estamos sobrevolándola sino que lo hacemos desde un lugar. Y entonces eso nos condiciona porque según desde donde yo mire este edificio le voy a encontrar tales o cuáles ángulos.

La historia es siempre una re-lectura, un interrogarse, un hacerse preguntas desde el presente, buscando respuestas que a veces no se encuentran, en el pasado. Aquello que decía Cicerón, que más allá de que fuera un pagano era un hombre muy sabio: " la historia es maestra de la vida".

Y lo que hacían los profetas. Ellos no hacían otra cosa que reflexionar sobre la historia. A los profetas les sacamos la historia y nos quedamos sin profetas: no hay profecías. Ellos hacen una reflexión, un juicio sobre los acontecimientos.

Entonces al historiador lo que se le puede pedir es que no sea tendencioso, que no manipule los hechos, que no deforme la realidad, pero no le podemos pedir objetividad. Porque incluso los historiadores positivistas, que afirman que ellos solo establecen datos, fechas, personajes, acontecimientos, que no hacen juicios de valor, juzgan los hechos al establecer su importancia para incorporarlos o no a su cronología.

La historia es un cúmulo atiborrado de acontecimientos. Cuando el investigador se enfrenta a esa historia que le invade, que casi le sepulta con todos sus datos, elige, no pone todos los datos que le vienen de la historia sino que elige, selecciona. Y en esa selección está diciendo que esto es importante y esto no, esto lo rescata, lo hace memoria y esto deja en el inconsciente colectivo de los pueblos. Entonces siempre que hacemos historia estamos eligiendo, estamos haciendo juicios de valor y estamos, como lectura o re-lectura que es la historia, estamos subrayando, estamos poniendo énfasis en los acontecimientos.

Yo digo todo esto porque mi simpatía por Joaquín de Fiore entre mis amigos es conocida, entonces no quiero, como dice el paisano, venir con el puñal abajo del poncho, no quiero eso. Sobre todo, además, porque en los ambientes académicos mostrar simpatía, es casi pecaminoso. Aún cuando se tenga simpatía tiene uno que mostrarse totalmente aséptico; es como la leche Conaprole, pasteurizada, solo hacer citas y quedarse muy serio. Y eso, como decía Bloch, un gran historiador que murió trágicamente en un campo de concentración: "el recuerdo, la memoria, es emoción, es calor". Y otros, impugnando esa visión de los historiadores positivistas, decían que se ha comparado la historia, como instrumento, con el bisturí, con el escalpelo del cirujano. A lo que agregaba otro destacado historiador Lucien Febvre: "pero no nos tenemos que olvidar que muchas veces este escalpelo muchas veces se usa en la morgue, para hacer las disecciones a los muertos.

Vida y obra de Joaquín de Fiore

Todo esto lo digo para justificar la simpatía que ustedes van a advertir, y que yo no disimulo en relación a Joaquín de Fiore. El abad Joaquín es un hombre que nace allá, en el 1130 y muere en el 1202. Nació en lo que hoy es Italia, ubiquémoslo en la geografía así como también en el tiempo, era calabrés, o sea un hombre de mente un poco calenturienta, de corazón apasionado, imaginación casi febril. Era monje, y esto va a ser muy importante porque si bien tiene grandes coincidencias con el franciscanismo, hay también diferencias importantes, incluso con los valdenses. Por que su visión no es una visión de la que nosotros, en nuestra jerga llamamos de mendicante, propia de los frailes, sino que él es monje, primero cisterciense, que estaban en auge en esa época, después va a fundar una comunidad propia, el monasterio que él fundó todavía está, ahora lo están restaurando porque hay un reflorecimiento de los estudios joaquinistas. Estos tuvieron un apoyo importante en el que fuera secretario de Estado en la época de Pablo VI, el fallecido Cardenal Cassaroli, el cual se interesaba mucho por Joaquín de Fiore. El Cardenal respaldó el Congreso que sobre el abad calabrés se llevará a cabo hace algunos años en Italia, precisamente en el lugar donde estuviera el monasterio que lo albergara.

Entonces ubiquemos a este célibe monje cisterciense, en el sur de Italia, con un perfil claramente monástico, rural, no urbano, no ciudadano, anterior a la Escolástica; está en realidad en el momento en que nace. No es casual que en este tiempo se reafirmen las ciudades, la burguesía, etc.

¿Cuáles son sus obras que han levantado tanta polvareda? Miren, ocurre como, por ejemplo, con Duns Escoto, sus enemigos le agregaban todo lo que encontraban y que podía comprometer la ortodoxia católica. Después los franciscanos hicieron toda una revisión y le sacaron a Duns Escoto cantidad de obras que se le atribuían y que no eran de él. Y lo mismo pasa con Joaquín de Fiore.

Prácticamente tenemos tres obras: una es la Expositio in Apocalypsim, la otra es la Concordia novi et veteri testamenti, y después una tercera que es el Salterium decem chordarum. Esas son las tres obras seguras escritas por Joaquín de Fiore. Lo han estudiado muchos: Fournier, Buonaiutti, famoso sacerdote italiano que murió hace pocos años, Foverti, algunos historiadores valdenses también, un pastor protestante muy conocido, Henry Mottu, y en una actitud muy crítica pero en la que a pesar de esa criticidad, no puede disimular una cierta simpatía hacia este personaje tan atrayente, de Henri De Lubac.

Quienes se pregunten hoy por qué hablamos aquí de Joaquín de Fiore no habría mejor respuesta que recomendarles los dos gruesos tomos de uno de sus críticos, de Lubac, que titula justamente su libro, original en francés pero que está en italiano también, y que se llama "La posteridad de Joaquín de Fiore". Allí aparecen una cantidad enorme de pensadores de gran significación que son tributarios de Joaquín. Y lo importante es que De Lubac es crítico, de manera que no tiene ningún interés en sobredimensionar la imagen de Joaquín de Fiore. No incluye a los que estuvieron en América porque tiene una visión, como todos los europeos o por lo menos la mayoría, una visión eurocéntrica y no les importa lo que pasa en América. Pero Joaquín ha sido muy estudiado desde ángulos muy diversos: entonces unos lo ve como un hereje, otros lo ven como un teólogo, otros lo ven como un profeta, otros lo ven como un poeta de la historia.

 

Joaquín y su influencia inmediata

Lo cierto es que ya desde los inicios va a tener una gran influencia sobre personajes muy importantes. Uno de ellos es Dante que lo coloca a Joaquín de Fiore en el paraíso: Dante lo coloca en el paraíso, al lado, uno piensa en principio que no muy atinadamente, al lado de San Buenaventura. Ustedes saben que Dante, además de ser un buen escritor, era un hombre con mucho sentido del humor, era travieso, era pícaro. Entonces yo creo que lo pone al lado de San Buenaventura porque algún pecadito San Buenaventura tiene que purgar. Y San Buenaventura le tenía mucho miedo a Joaquín de Fiore, como vamos a ver después. Entonces se lo pone al lado a San Buenaventura...

Pero además, más allá de esta broma como podemos llamarla, Dante en La Divina Comedia tiene partes enteras, parágrafos enteros que son copias literales de las obras de Joaquín de Fiore. Así que la influencia sobre Dante, que además era muy franciscano, es notoria. Hay una corriente franciscana muy sensible a Joaquín de Fiore.

Se ve también por ejemplo en el Petrarca, en Cola di Renzo, Jacopone di Todi y en otros que fueron literatos o escritores franciscanos de los primeros siglos posteriores a Joaquín. Se advierte incluso en El Greco.

Bueno, vamos a referirnos, aunque sea someramente a las ideas de Joaquín de Fiore. Joaquín habla del ángel del sexto sello, que después los franciscanos lo identificaron a ese ángel con Francisco de Asís: el ángel del sexto sello sería Francisco. En la basílica de Asís, -espero que no se haya destruido esto-, entre los ángeles que pinta El Greco aparece como el ángel del sexto sello: Francisco, y además lo notable es que aparece como un Francisco joven: es el único que está sin barba, como un adolescente, el Francisco eterno, que está muy vinculado a todo el pensamiento de Joaquín de Fiore. Es decir que en el arte también se encuentra esta presencia del Joaquinismo.

En América Latina, -que cuando nosotros hablábamos de estas cosas se reían y nos miraban y nos escuchaban como si estuviéramos un poco paranoicos-, si uno va al viejo monasterio de la Descalcez, en Santiago de Chile, que data del siglo XVI, -es un monasterio viejísimo-, hay unos enormes cuadros, que están declarados de interés de la humanidad por la UNESCO. En estos cuadros se han pintado, como hoy en las historietas, unos textos. Cuando el visitante se acerca a uno de estos cuadros, advierte que hay un viejo venerable y al lado una leyenda con la letra muy pequeña. Si logra leer esa letra comprueba con asombro que su texto identifica al personaje venerable con Joaquín de Fiore. Hasta en el arte del continente americano se hará presente el abad calabrés!

Bueno, y quién me iba a decir a mí, -que les he hecho tantos cuentos a mis hijos sobre el mago Merlín, que tiene historias tan lindas-, bueno, que todos los personajes de la tabla redonda, todas las historias en que aparece Merlín, están signadas también por Joaquín de Fiore.

Yo les quiero aclarar una cosa y es que mi gran problema, o uno de los grandes problemas que tengo cuando me pongo a hablar, es que después quiero probar lo que digo y entonces empiezo a leer innumerables documentos, entonces hoy me propuse no hacerlo, porque si no me voy a pasar del tiempo. Pero todo esto que decimos está avalado por abundante documentación escrita y yo lo que estoy haciendo es una "síntesis sintética" de lo que hemos venido trabajando a lo largo de todos estos años.

Junto a esos personajes, pintores, artistas, hasta figuras legendarias como el Mago Merlín, tan simpático, junto a todos estos aparecen los frailes también. Por ejemplo Gerardo de Borgo San Donnino, él muere en 1276, y tiene un libro que se llama "Introducción al Evangelio Eterno", que mucha gente identifica con el joaquinismo y que no es así: él es tributario de Joaquín, pero no expresa exactamente el pensamiento joaquinista. Aclaro que Gerardo de Borgo San Donnino para lo que llamamos la ortodoxia católica, es más inquietante.

También está, como decimos los católicos, en "olor de santidad", a pesar de ser joaquinista, Angel Clareno, que murió en el 1327. Tiene una obra que se llama "Historia septem tribulationum", en latín, y otra que se llama "Expositio regula".

Y luego, un gran místico, maltratado por Umberto Eco, -no tanto por Umberto Eco sino más bien en la película que sobre su libro se hizo, la cual lo pone como una especie de histérico, cuando es un santazo, la prueba está que no se puede hacer nada contra él-; este fraile se llamaba Ubertino de Casale, que muere en el año 1329. Después vamos a decir por qué enfatizamos la fecha de su muerte. Este franciscano escribió una obra famosa, lo confinaron en un eremitorio en el Monte Alvernia, y allí escribió un libro que se llama "Arbol vitae crucifixae Iesu".

Después también tenemos un gran filósofo medieval, que es Pedro Juan Olivio u Olivi, que es el iniciador de la teoría del ímpetu, del movimiento, que luego en la filosofía moderna va a tener un gran desarrollo, también declarado joaquinista.

Angel Clareno va a tener dos discípulas: los franciscanos siempre han estado rodeados de mujeres, todas santas, pero mujeres al fin. Entonces, Angel Clareno tendrá dos mujeres, discípulas que son fervorosas joaquinistas y santas para la Iglesia Católica: Santa Angela de Foligno, y Santa Clara de Montefalco. Y luego también, el beato Tomás de Tolentino, que murió mártir, y otros admiradores como el beato Conrado de Ofidia.

 

El abad Joaquín y su ortodoxia

Llama la atención a pesar de ese pensamiento, de esa doctrina tan fermental e inquietante para ciertos esquemas católicos, Joaquín de Fiore mientras vivió va a ser muy apreciado por algunos Papas, que curiosamente todos se van a llamar terceros. Uno es Lucio III, que es quien lo insta a escribir la exposición sobre el Apocalipsis; después está Urbano III, Clemente III y hasta el enérgico Inocencio III, que va tener un gran respeto y estima por Joaquín de Fiore.

No obstante después viene la condena, entonces los enemigos de Joaquín de Fiore, lo presentan como hereje. La condena es la siguiente: Joaquín de Fiore va a ser un rabioso enemigo, como buen italiano del sur que pone pasión, de la escolástica. Y por lo tanto, un acerbo crítico del maestro de las sentencias Pedro Lombardo, el maestro de Santo Tomás de Aquino. Y entonces hay una frase de Joaquín de Fiore, durísima contra Pedro Lombardo.

En el IV Concilio de Letrán, se condenan esas frases que Joaquín de Fiore le dedica a Pedro Lombardo. Es la condena al rechazo que él hace de las tesis de Pedro Lombardo: eso es clarísimo. Y cuando uno lee la edición de 1955 del famoso Denzinger, donde están todas las condenas, se ve claramente (Dz 434-440) que lo que se condena es esa crítica que él hace a Pedro Lombardo. Y en cambio -miren que es un dato histórico, no hago juicio de valor- en la condena se alaba su fidelidad a la Sede Apostólica y a la congregación que fundara. Y a renglón seguido, en Denzinger mismo, hay una condena a otro hereje que se llama Almarico, al que lo tratan muy duramente.

Entonces uno ve claramente el respeto que había en ese momento por Joaquín de Fiore. Porque además, en dos bulas que escribe otro tercero, Honorio III, en la que se trata sobre la presunta doctrina hereje de Joaquín, cuando ni siquiera se sabe si ese libro lo escribió él, cuando condena eso dice: " No afecta en absoluto la condena la reputación del Abad Joaquín, reconocido varón católico". A muchos eso no les importa: ¡qué importa si era un varón católico! Pero, como les dije en las precisiones, es desde el punto de vista histórico que estoy diciendo todo esto, porque además uno ve ese afán de presentarlo de otra manera distinta. Ustedes toman un manual de historia de la Iglesia y van a ver que "se le da como en bolsa" a Joaquín de Fiore. Y, por otra parte, un dato que siempre se calla, es que es "venerable", ¿entonces cómo un "venerable" puede ser hereje?

Les explico que en las famosas causas de canonización hay como grados: está primero el venerable, el beato y el santo. Después que se introduce una causa de canonización se llega a venerable, después lo elevan a beato, y luego a santo. Y he aquí que Joaquín de Fiore es venerable!

Dejemos todas estas cosas teológicas y atengámonos a su pensamiento. No me meto en las honduras de su teología trinitaria, que unos dicen que es correcta y otros que no, hay una gran discusión en torno a esto.  Por otra parte, sus libros póstumos se publican cuando ya murió, en vida los había remitido a la Santa Sede para que los corrigiera y los aprobara. Él manifiesta que vive en comunión con la Iglesia Católica.  Esa es la verdadera historia de Joaquín de Fiore. O sea que si lo tratamos de hereje, con este criterio, también lo sería Santo Tomás de Aquino, que negaba en su época la "inmaculada concepción".

 

La visión histórica del joaquinismo

Joaquín de Fiore concibe la historia desarrollándose en tres edades, y para ello recurre al concepto teológico trinitario. La primera, es la edad del Padre; la segunda, del Hijo; y la tercera, la del Espíritu Santo. La del Padre es la edad antigua, la de la Ley y el Antiguo Testamento, la segunda que es la del Hijo, es la que se estaría viviendo, es la edad de la gracia, y la tercera, la del Espíritu, es la edad de la "renovatio" de la Iglesia que Joaquín llama espiritual, tiempo del hombre nuevo, de la libertad y la comunidad de bienes, de la fraternidad.

Naturalmente que en esta visión histórica lo importante no son las tres edades, que pueden ser diez, cincuenta o un millón, sino frente a una interpretación fijista, cristalizada, la concepción dinámica de la historia. La historia se desenvuelve, no está congelada, terminada, el cambio es factible, el hoy se encuentra abierto al futuro que viene. El mañana entra en el presente. Por eso hay que crear en este presente signos de lo que viene. Como las lámparas encendidas de las vírgenes prudentes del Evangelio a la espera del esposo. ¿Se dan cuenta de la importancia de esta actitud? ¿De la perspectiva joaquinista? En un mundo que se concibe como cerrado el abad de Fiore abre una ventana. La Iglesia, la "sociedad perfecta", puede también renovarse y transformarse. Joaquín tiene una actitud de peregrino, de un hombre en búsqueda y también una actitud crítica hacia su presente... Quienes en el futuro lo sigan en sus enseñanzas estarán animados de este mismo espíritu. Los cambios por los que trabajen se colocarán en esta perspectiva.

Creo que las tres edades son en lo esencial el imaginario a través del cual Joaquín expresa su idea fundamental, su visión escatológica, su apertura al futuro, su actitud de espera ante el Reino que viene, que se está gestando, construyendo. Eso me parece que es lo fundamental de Joaquín, lo que interpela y desafía, lo que nos provoca e inquieta, lo que tiene para nosotros un mensaje existencial, de compromiso.

El joaquinismo y el pensamiento utópico

Sin duda que el pensamiento de Joaquín apunta al futuro, pero al dirigirse hacia ese futuro éste ilumina el presente. Su luz muestra los aspectos negativos del hoy, y por lo tanto es una mirada crítica. Joaquín de Fiore, "varón apostólico", -así lo llaman los Papas-, en comunión con la Sede Romana, a la cual le dejó sus libros para que los revisara y corrigiera es tremendamente crítico. La Roma de entonces, es para él la Babilonia, la gran prostituta. Es también un crítico del poder, tanto civil como eclesiástico, tampoco se salvan los que la ortodoxia llamaba "herejes". Nosotros pensamos que el pensamiento joaquinista, independientemente de la coyuntura histórica en que se dé, será siempre crítico de la realidad en que está inmerso, ya que es profético, está animado por la esperanza, y su referente último es el Reino de Dios; es un pensamiento no "instalado".

De ahí que su pensamiento se ligue al después llamado "pensamiento utópico". Este nace formalmente en el Renacimiento, cuando precisamente, resurge a través de numerosas obras el ideario joaquinista. La figura más representativa de este pensamiento será Santo Tomás Moro, el cual en 1516 escribirá su célebre libro "Utopía". En esta obra imaginará una sociedad ideal futura, pero cuando uno estudia el libro en profundidad, se da cuenta que es una crítica implacable a la sociedad precapitalista de su tiempo, a los valores del mercantilismo en auge.

Moro era terciario franciscano y muy vinculado al movimiento de reforma católico, previo a la denominada "Contrareforma". Pertenecía a lo que los historiadores han dado en llamar el "Evangelismo Católico", movimiento éste desgraciadamente muy poco estudiado. Lamentablemente las difíciles circunstancias por las que atravesó el siglo XVI hicieron que Moro terminara su vida trágicamente. Es cierto que la iglesia católica lo recuerda como mártir, pero son muy pocos aquellos que lo tienen presente como uno de los más importantes ideólogos del pensamiento utópico. Cuando algún biógrafo católico habla de Moro, autor de la utopía, dice que fue un juego. Sin embargo hay una carta de Moro donde éste dice: "escribí la utopía como si fuera un juego, aún cuando las cosas que digo no son para juego". Así que fíjense el verdadero pensamiento de Moro...

Moro, que fue político, abogado y terciario franciscano, es el que inventa la palabra utopía, que es un juego de dos palabras y que en griego significa lugar que no existe, lugar hermoso. Bueno, la palabra utopía no existía en la Edad Media, pero yo me atrevo a decir que Joaquín tiene un pensamiento utópico, porque es un pensamiento abierto al futuro, y crítico, porque la utopía sirve para eso: fundamentalmente para hacer la crítica del presente, saber que no hemos llegado, para ver que estamos en camino, que somos peregrinos, que no estamos ya en la perfección.

Es muy importante esta visión, rescatar esta visión de futuro de Joaquín, y de todo este pensamiento escatológico, que también es un pensamiento alternativo. Ustedes piensen, -no quiero extenderme sobre esto-, que Moro escribe la utopía cuando nace el mercantilismo, el precapitalismo, y la sociedad que él pinta es la antítesis de esa sociedad que se está consolidando, es la antítesis: es la alternativa al mercantilismo, a la sociedad precapitalista burguesa.

Y lo mismo cuando Joaquín de Fiore habla de la tercera edad. Así como Moro contrapone esa sociedad ideal, utópica, a la Inglaterra de su tiempo y a la América que empieza a gestarse, a la cristiandad colonial que comienza a implantarse con los conquistadores, Joaquín contrapone esa tercera edad con la realidad de su Iglesia y de los cristianos, con la cristiandad medieval. Por eso el pensamiento utópico es tan peligroso. Y desde mi punto de vista, por eso hoy se quiere erradicar. Por eso hoy no hay sueños, no hay visiones, no hay utopías, y entonces después vienen los padres a quejarse de la droga y del alcohol que consumen sus hijos. Si el hombre no "sueña" naturalmente lo hará de modo artificial.

San Buenaventura, que también tenía sus cosas buenas, ¿cómo define al hombre? Lo define de una forma muy moderna: "el hombre es deseo, la persona es deseo": si no desea la utopía, si no desea el Reino, si no desea un mundo mejor, más justo, entonces va a desear artificialmente, a través de la química, a través del alcohol. Cuando nosotros castramos, -perdonen que use esta palabra-, cuando nosotros castramos al joven en sus sueños, en sus deseos utópicos, entonces el joven sueña de otra manera.

 

El joaquinismo en la primera

evangelización de América

Joaquín de Fiore como sabemos es un hombre de la Edad Media. Mientras vivió, quizás por lo extraordinario de su personalidad, gozó de gran respeto y admiración. Pero a su muerte empiezan los problemas. Muchos franciscanos adoptan sus puntos de vista, particularmente los más radicales, los más críticos y también observantes de la Regla de la Orden. Los llamados "espirituales" entraron en conflicto incluso con algunos Papas, no con todos, y el propio San Buenaventura. Ministro general de la Orden Franciscana, si bien incorpora alguna de sus ideas, cautelosamente, procurará poner distancia con el joaquinismo.  Santo Tomás de Aquino será particularmente duro con las tesis de Joaquín de Fiore. Públicamente, por lo menos habrá entonces un repliegue de los partidarios del Abad. Pero en el Renacimiento, como ya dijimos, habrá un resurgimiento del movimiento joaquinista. Particularmente en Cataluña se advierte este resurgir.

Yo estuve en la región catalana hace algunos meses y vi entonces los lugares donde el joaquinismo resurgió. ¿Por qué Cataluña? Porque Cataluña estaba muy cerca de Francia, de la Provenza, entonces por ahí andaban los cátaros, los albigenses, y los "espirituales", por ahí pasa este pensamiento joaquinista y aquí hay dos figuras muy importantes, en Cataluña que son Arnaldo de Villanova, y Juan de Peratallada.

La influencia de Joaquín se advierte hasta en el descubrimiento de América.

Cuando Colón viene a América, en sus cartas, explicando el descubrimiento. Él dice: "todo eso ya lo sabía, por Ptolomeo, por las Sagradas Escrituras, y se lo dije a la reina: yo le dije del paraíso terrenal y aquí estoy. Ninguno sabe dónde quedan las tierras que he visto. Jerusalén y el Monte Sión han de ser reedificados por manos de cristianos. Quien lo haga ha de salir de España." El profeta se lo dijo al abad Joaquín de Fiore.

¿Se dan cuenta? No me puedo extender en todo esto pero hay toda una teología, una espera.  Es decir que el descubrimiento de América se asocia a esa tercera edad que viene y Colón, que era muy hábil, les hace el cuento a los franciscanos de que con ésto empezaría la tercera edad, cosa que después no es así. Los franciscanos se enojan, -esto no está en ningún libro de historia sino que está en los documentos-, y vienen tres a América: uno de ellos es Fray Juan de Trasierra, ellos son los que ponen preso a Colón. Le dicen al rey "Quite de aquí a este faraón, porque si se queda en las Indias no va a quedar indio vivo". Uno de ellos, el más importante, Fray Juan de Trasierra, hemos comprobado que era un asiduo lector de Arnaldo de Villanova, el escritor joaquinista que mencionamos anteriormente.

Bueno, para acortar un poco: hay toda una literatura joaquinista en los primeros misioneros que vienen a América, los primeros, que si bien fueron muy intolerantes en relación a las religiones idolátricas, no querían imponer una cultura española. Mendieta, del que después voy a hablar decía que "cristianizar no es hispanizar" y la idea de ellos era crear una iglesia que ellos llamaban indiana, incluso con un derecho canónico diferente, porque éste estaba inspirado en el derecho romano y decían que no servía para América, era para Europa. En ese sentido Mendieta decía que tenía que hacerse una nueva Iglesia.

Y ahí entonces nos vamos a encontrar con dos documentos de tipo popular, que están inspirados en el joaquinismo aunque no son escritos por el Abad de Fiore: el "Floreto de San Francisco", que se confunde o se confundía con las famosas Florecillas de San Francisco, pero que en realidad es otra obra y que es un texto muy popular, que en su época circuló mucho. Junto a este texto también era muy conocido una profecía que se llamaba "Erunt duo viri", también de inspiración joaquinista. Es interesante ver cómo esta literatura neojoaquinista que circulaba en España servirá de apoyo y alimento espiritual a los evangelizadores que vengan a América en el siglo XVI. En Cumaná, actual Venezuela, estos frailes hacen una experiencia inédita. En el año 1516 establecen una comunidad de labradores integrada por indios y españoles, pero ambos grupos en pie de igualdad. Los frailes no se servían de la violencia sino de la persuasión, vivían austeramente y su ideal era la Iglesia Primitiva, son hijos de las reformas franciscanas que están surgiendo en España, y se llamaban los "descalzos". Y estos frailes en sus maletas, con sus pertenencias que eran escasísimas, también en libros, traen dos "Floretos", publicados en 1492 y dos "De conformitate", que es otra obra de influencia joaquinista, editada en 1510.

Esa experiencia, tan diferente, que es una alternativa a la conquista, que es un testimonio profético, que se lleva a cabo en Cumaná, allá en Venezuela, está inspirada sin duda en el ideario joaquinita; de los diez libros que traen los frailes, cuatro son de origen joaquinista.

En México, la primera Universidad que se funda, es creada por los franciscanos en 1535, y en su biblioteca existe una obra del franciscano joaquinista Ubertino de Casale, que estaba visto como sospechoso. ¿Que hace la obra de ese italiano muerto en 1329, en un colegio, en la biblioteca de la Universidad de los franciscanos, fundado en México, en 1535? ¿No son datos muy significativos?

Bueno, también tenemos a Fray Francisco Quiñones, ministro general de los franciscanos cuando llegan a América. Y éste tiene como secretario y capellán, -en aquella época el capellán era un hombre de confianza-, a Galatino. El historiador Rusconi, hombre que ha estudiado al citado Galatino, afirma que es una figura extraordinaria, y que es también un pensador influido por Joaquín de Fiore. Quiñones le regala a la reina Isabel la obra de Ubertino de Casale, y además le dice a Pietro Galatino que sus obras, sus comentarios sobre el Apocalipsis, donde hace una crítica muy dura a la Iglesia de entonces, es conveniente que también se lo regale. Por supuesto que todo esto está documentado. Y este Galatino va a estar influido asimismo por un famoso portugués, autor de una reforma franciscana, de origen joaquinista, el cual se llamaba Amadeo Meneses.

Y ya finalizando nuestros comentarios en relación a la influencia del joaquinismo en los primeros evangelizadores franciscanos que lleguen a América no podemos dejar de citar al franciscano catalán P. Eximenis. Este padre sin quererlo influyó mucho en el movimiento popular que surgiendo en la cataluña del siglo XVI fue llamado de las "germanias" y que fue acaudillado por Joan Lorenç. Y este catalán, en sus propuestas miren lo que exige, quiere "un gobierno del pueblo para el pueblo, no habrá ya más reyes, ni duques ni nobles, ni grandes señores. Antes bien, de aquí al fin del mundo reinará en toda la tierra la justicia popular y todo el mundo estará dividido en comunas". En cuanto a Francisco Eximenis hay un estudio del año 1900, -cuando no había esta histeria con Joaquín de Fiore-, que está escrito por un respetado historiador catalán, el P. Pou, el cual hace una investigación en donde se muestra con mucha ecuanimidad, el pensamiento joaquinista de Francisco Eximenis.

Aclaremos que Joaquín de Fiore no pone el énfasis en la pobreza sino en la comunidad, la pobreza viene con los franciscanos. Por eso yo ahí me permito discrepar, a pesar de que he aprendido mucho de Mottu, el cual dice que Joaquín de Fiore no propone un retorno a la Iglesia Primitiva. Y yo digo en cambio que sí, que al proponer la comunidad como un valor, está proponiendo un retorno a la Iglesia Primitiva, como preparación a ese reino que viene.

En América el ideólogo que hace la re-lectura de la evangelización desde una perspectiva joaquinista es Fray Jerónimo de Mendieta. El libro de Mendieta se llama "Historia Eclesiástica Indiana", del cual modernamente hay una única edición que se hizo en México. Para que ustedes vean la frivolidad con que se aborda todo esto...

Si no estudiamos a Mendieta no podemos conocer ni entender el proyecto de Iglesia Indiana que de acuerdo con todas las influencias a que hemos hecho referencia surge en América. Si no estudiamos a Mendieta no podemos entender nada de lo que se puede decir que fue ese proyecto alternativo inicial franciscano del siglo XVI en América.

Querría dar otro ejemplo de la influencia del joaquinismo en América. Vayamos a los hechos: se hace una investigación en Lima, en la Universidad de San Marcos sobre mitos pre y pos hispánicos y entonces se va a una aldea perdida, donde los indios trabajan las cerámicas de una manera muy bonita. Y tratan de hablar con el indio más viejo, que se llama Moisés Aparicio, -para mí es el teólogo Moisés-. Bueno, al final llegan a ver qué cosmogonía tenían. Entonces Moisés Aparicio les dice textualmente, y esto está en la investigación de la Universidad: “el mundo se divide en tres edades: la edad del Padre, la edad del Hijo y la edad del Espíritu”. ¡Miren qué hermosura! Porque claro, estos indios no son aristotélicos, entonces tienen otra manera de pensar. “En la tercera edad vendrá desde la montaña una muy hermosa paloma (el espíritu ¿no?) y a los hombres les saldrán alas”. Es decir que el hombre nuevo del que hablaba Joaquín y del que hablaba Moisés Aparicio, el hombre espiritual, éste último lo visualiza con alas, porque sinónimo de espiritualidad era poder volar.

Entonces fíjense ustedes cómo habrá calado hondo que todavía en 1950, en el pensamiento de esta gente estaban presentes las tres edades de Joaquín de Fiore a través de los evangelizadores. Naturalmente que es una corriente, no nos engañemos: es una corriente dentro de lo que fue la evangelización.

 

El pensamiento artiguista y las corrientes proféticas

Por fin, -para tranquilidad de ustedes-, y como es fruto de una investigación que estoy haciendo, voy a hablar de una manera muy genérica y breve de Artigas y los franciscanos. Yo sé que con esta afirmación contradigo lo que hasta ahora se creía sobre Artigas, el Artigas liberal. Es cierto que fue influido por las constituciones norteamericanas a través de su secretario Barreiro, que era liberal, a diferencia de su hermano que era un cura fundamentalista, integrista, etc.

Pero después de Barreiro, viene como secretario el franciscano Monterroso, el cual a pesar de que parece que se dejaba llevar por la naturaleza, en Purificación, lugar donde Artigas tenía su gobierno como está documentado cumplía con el voto de pobreza y ejercía su ministerio sacerdotal. No sé si cumplía con el voto de castidad pero con el de pobreza sí.

Entonces a través de él y de los demás franciscanos uno descubre toda una corriente profética que esta claramente vinculada a una línea joaquinista. Es una corriente que dentro de los franciscanos está presente en Uruguay, Paraguay, Argentina, e incluso también en Chile. He encontrado libros en Chile e incluso he podido traerlos, y en estos libros queda claramente atestiguada dicha corriente. Ella está emparentada con las corrientes federales y en contraposición a los unitarios.

Les digo simplemente esto referido a Artigas, nuestro prócer máximo, para quienes no son uruguayos: los historiadores no revisionistas lo ven como un malandra, como un bandido, pero Artigas hizo una verdadera opción por los pobres con su revolución. En 1815 promulga el Reglamento de Tierras. Allí toma como principal criterio, cuando va a repartir la tierra que "los más infelices sean los más privilegiados", o sea que los últimos serán los primeros. Pero nadie dice, y yo tengo fotocopiado el documento, que el Reglamento de Tierras escrito en un rancho, en condiciones pobrísimas está redactado de puño y letra de Monterroso .

Y otra cosa que comprobé es, y no digo que antes no se preocupara por los pobres, que Artigas empieza a usar por primera vez la palabra infeliz que en la época es sinónimo de pobre, cuando el fraile Monterroso pasa a ser su secretario. Y no sólo la usa en el Reglamento de Tierras sino infinidad de veces. Tengo registrada la enorme cantidad de veces que Artigas usa la palabra infeliz y manifiesta su preocupación por los pobres.

Los franciscanos estuvieron íntimamente asociados a Artigas. En el libro de profesiones de la Orden Tercera Franciscana, que es una orden integrada por laicos, libro que comienza en 1742, aparecen como terciarios franciscanos todos los familiares de Artigas. Artigas no, porque en su temprana juventud se radicó en la campaña. Pero Artigas es educado en el colegio de los franciscanos y cuando inicia el movimiento revolucionario, los franciscanos van a ser expulsados por su adhesión y respaldo a dicho movimiento. La "escuela de la patria" se la entrega nuestro prócer en señal de confianza a dos de estos frailes y hay decenas de otros documentos y hechos que dan testimonio de la vinculación de Artigas con los franciscanos. Si tenemos presente que muchos de estos frailes estaban influidos por el neojoaquinismo que por esa época había aparecido en el cono sur de América, podemos concluir que el viejo abad calabrés algo también tuvo que ver con nuestro Artigas.

En cuanto a Joaquín, naturalmente que sólo he intentado presentar, a manera de cuadros impresionistas, si apenas una somera síntesis de su pensamiento e influencia posterior. Si alguien quisiera profundizar en este tema puede recurrir a los autores ya citados al comienzo de esta exposición, o incluso en una marco de menor nivel, a los libros en que yo traté el tema, especialmente: "Siembra entre Brumas" y "Optar por los pobres aunque nos marquen con el hierro".

 

Reflexión final

Abordar el joaquinismo nos interpela y tiene una enorme actualidad. Pienso además, que nos acerca ecuménicamente también. En ese sentido me acuerdo de las charlas con el profesor valdense Marcelo Dalmás, hace más de 20 años aquí mismo -hace 20 años que no venía al Centro Emmanuel-. Tuvimos una charla lindísima que duró hasta la aurora y él también coincidía con la influencia de los franciscanos en el pensamiento artiguista. Yo todavía no había llegado a este descubrimiento de la influencia del pensamiento joaquinista en la corriente franciscana. Pero, después de tantos siglos, nos reencontrábamos, y me acuerdo, y todavía me emociono al recordarlo, que al llegar a ésto nos dimos simbólicamente un abrazo, el católico y el valdense, un poco como símbolo de ese reencuentro a través de la historia. Porque, como ustedes sabrán los franciscanos tienen mucho de valdenses y los valdenses tienen mucho de franciscanos también. Entonces me parece que esto es importante, lo siento así y en ese sentido podemos trabajar mucho juntos.

Termino diciendo: en un trabajo ecuménico, para mí lo importante es ese compartir común; ese estar mutuamente asociados en una tarea, rezar y trabajar mucho juntos. Particularmente trabajar juntos, por los pobres, pues es el amor lo que más nos une.