CAPÍTULO I

LAS HEREJÍAS MEDIEVALES Y LA INQUISICIÓN.

Entre los siglos XI-XV la cristiandad europea estuvo invadida por numerosos y diversos movimientos heréticos, los cuales han de ser considerados como una forma de interpretación y una actuación particular de la religiosidad del tiempo. Estos movimientos son considerados heréticos en cuanto que siguieron experiencias religiosas que no sólo hacían de menos a la Iglesia Católica sino que en muchas ocasiones se contraponían a ella constituyéndose una organización propia.

Las herejías presentan sugestiones interesantísimas para la comprensión de la mentalidad medieval. Más que la ortodoxia de estos movimientos interesa hoy el estudio de sus orígenes y de sus motivaciones. Son considerados en una visión más amplia que otros fenómenos paralelos como puede ser la afirmación de una sociedad comunal y la aversión contra ciertas evoluciones en la vida de la propia sociedad.

Los movimientos heréticos de la Edad Media eran substancialmente movimientos laicales. Sus herejías no son intelectuales, sus doctrinas son en general simples, muchas veces sin ninguna reflexión sistemática, no pudiendo ser parangonadas con Lutero o Calvino, por ejemplo. Son más bien una forma del despertar de los laicos medievales. Gregorio VII había instigado a los laicos a rebelarse contra los enemigos del papado reformado (recordemos por ejemplo la Pataría Milanesa). De suyo este “impetus religiosus” de los laicos no se pudo suprimir más por la jerarquía. La incomprensión de los deseos religiosos de los laicos por parte de la jerarquía condujo e el XII a la formación de movimientos religiosos que sólo en parte constituían una orden religiosa, aunque incluso ciertas herejías están próximas a las órdenes religiosas.

En parte se distinguen de la Iglesia sin estar al comienzo de la herejía. El momento histórico del fenómeno, el gran número de los movimientos o grupos, la complejidad misma de las corrientes y de las tendencias hacen difícil incluso una simple caracterización de las herejías medievales.

Un historiador italiano que se ha ocupado de este fenómeno, el P. Hilarino de Milán, ha distinguido dos tipos de herejías medievales

Esta división de las herejías es demasiado esquemática. El Evangelismo Ascético no era adogmático, y los Movimientos de tipo Doctrinal eran atrayentes propiamente por su vida ejemplar evangélica.

1. Las herejías del Imperio Bizantino.

Son fundamentalmente dos: los Paulicianos y los Bogomilos.

Los Paulicianos aparecen por primera vez a mediados del VII en Armenia. Con, una provincia del Imperio Bizantino de confín, la Anatolia central actual. El nombre de la secta deriva de Paulo el Armenio que guiaba el movimiento desde el 688-718, sin ser su fundador. Es más un movimiento bizantino que armenio, extendido entre la población rural del este del Imperio. Sólo podemos reconstruir su doctrina a través de tradiciones del IX, según las cuales los Paulicianos enseñaban un dualismo radical con dos fuerzas iguales: un dios malvado creador del mundo visible, material y un Dios bueno creador del mundo invisible, celeste. Estas dos fuerzas combaten sin fin. Partiendo de esta visión condenaron el poder político y social del estado bizantino, considerado obra del dios malvado. Esta manera de pensar explica también las acciones militares de esta secta contra el estado bizantino.

De manera particular luchaban contra la iglesia bizantina, obra de las fuerzas del mal, rechazaron los sacramentos, los días festivos y los ayunos, detestando de modo particular la veneración de la cruz y de las imágenes. El AT es obra del creador malvado. Con el culto rechazan también al clero, completamente inútil para una vida religiosa.

De manera positiva su religiosidad estaba determinada por su concepción cristológica. Para ellos Cristo es un ser bueno enviado por el Dios bueno con el fin de enseñar la verdad del Dios bueno escondida. Esta enseñanza será competencia de los discípulos de aquella doctrina, los Paulicianos. Según ellos Encarnación y Pasión de Cristo son interpretaciones erróneas del Evangelio. En el centro de su interés está el estudio del Evangelio.

Su culto era muy simple: oración, lectura del Evangelio y su interpretación. No sabemos en qué medida dependen de la Gnosis tardo antigua o del Maniqueísmo. Fenómenos similares no tienen por qué depender el uno del otro, pueden ser incluso análogos.

Los Paulicianos encontraron partidarios sobre todo en la época Iconoclasta, aunque no compartían las posiciones de los que rechazaban las imágenes. En la lucha bizantina contra los Paulicianos el poder estatal bizantino, desde mediados del siglo VIII, ha tomado medidas radicales, una especie de policía ética, transfirió a gran parte de los Paulicianos a los Balcanes ya que se habían convertido en aliados de los árabes contra los bizantinos.

La historia de los Paulicianos termina en el IX, siendo su centro los Balcanes. Sus herederos serán los Bogomili. El sacerdote búlgaro Kosma escribe hacia el 970 un tratado contra la herejía de los Bogomilos, derivando su nombre de un sacerdote búlgaro herético llamado Bogomil (= “uno que ama a Dios”), el cual desde mediados del X iba de pueblo en pueblo predicando su mensaje.

Bulgaria estaba cristianizada desde el bautismo del príncipe Boris (865). La Iglesia Búlgara era una metrópoli dependiente de Bizancio. Las tensiones entre el rico alto clero búlgaro y la pobreza de los simples sacerdotes ha favorecido la difusión de ideas críticas en relación con la Iglesia. Los Bogomilos que nacen a partir de este movimiento de descontento, sostenían un dualismo moderado. Afirmaban que Dios ha creado el Universo con sus 4 elementos (fuego, aire, agua y tierra) y ha erigido su Reino de 7 cielos. Uno de los ángeles Satanás, se había revelado contra Dios siendo exiliado en la tierra, siendo el creador del mundo terrestre. En la creación de los seres vivientes Satanás rechazó incluir en los cuerpos materiales a los ángeles, de modo que el dualismo entre bien y mal se encuentra en el propio hombre. Cristo es un mensajero de Dios para informar a los hombres de su real condición. Cristo no consigue vencer a Satanás, el cual tiene el dominio sobre la tierra hasta el juicio final.

Los predicadores bogomilos no quieren por tanto enseñar doctrinas abstractas, sino que extraen las consecuencias. Toda la Iglesia oficial es para ellos obra de Satanás, la vida de los clérigos demuestra que siguen a Satanás, no son santos, puros y pobres sino borrachos, avaros lujuriosos, litigantes. El culto de la Iglesia es inútil, los sacramentos no valen nada, las reliquias son sólo huesos. Es particularmente rechazable para los bogomilos la cruz. De la Biblia sólo aceptan partes del NT, sobre todo el Evangelio de San Juan. El AT es para ellos obra de Satanás.

No se limitaban a atacar la Iglesia sino que consideraban en general el poder y la riqueza como obra y seducción de Satanás. Los que detentaban el poder (reyes, príncipes, alto clero), todos eran considerados servidores del diablo.

Entre los Bogomilos existían dos grupos. El centro lo constituyen los predicadores, perfectos o simplemente cristianos, y el segundo grupo son los fieles, la gran masa de los seguidores. Las fuentes ortodoxas hablan de un tercer grupo formado por los simpatizantes. A finales del XI aparecen también en Constantinopla donde son procesados. Su organización se consolida en diversas iglesias como Macedonia, Tracia, Asia Menor, Servia y Bosnia. Desde el XIII se aprecia un decaimiento del bogomilismo comenzando en Constantinopla.

Muy interesante es el desarrollo del movimiento en Bosnia en una zona de frontera entre la Iglesia Bizantina y la Latina en la que las estructuras de ambas iglesias no estaban muy desarrolladas. En este lugar entraran en el XII los bogomilos difundiéndose su doctrina sin obstáculos, sobre todo entre los campesinos en zonas aisladas. En Bosnia central la mayoría de la población rural se adhiere a este movimiento. La Iglesia Ortodoxa se limitó al sur y sudeste del país, mientras que la Latina intentó entrar desde las ciudades marítimas del Adria y de Croacia sin grandes resultados. Los príncipes de Bosnia favorecieron el Bogomilismo ya que garantizaba mejor la independencia del país con relación a Hungría como a Venecia. De este modo se formó una Iglesia Bosniaco-Bogomila con una estructura jerárquica cuyos centros eran las comunidades de los perfectos comparables a los monjes. Al conquistar Bosnia los turcos en 1463 y en 1482 Herzegovina, gran parte de la población se convirtió al Islam y entre ellos todos los Bogomilos.

2.- Comienzos de las herejías en Occidente.

Las primeras noticias sobre herejías aparecen hacia el año 1000, en Francia. Al comienzo son pocos casos, pero desde 1018-1028 los fenómenos se hacen más frecuentes según los testimonio que tenemos de Francia, Italia y de los Países Bajos. Son fenómenos bastante aislados y geográficamente distantes. No podemos hacernos en todos los casos una idea sobre el contenido de sus doctrinas, pero es obvio que provienen de las clases humildes de la población.

El primer caso documentando es la herejía de un campesino llamado Leutardo, del cual nos habla el cronista cluniacense Rodolfo el Glabro en su historia Crónica del año 1000, que afirma que Leutardo habría dejado a su mujer, destruido las cruces, rechazado pagar las décimas y criticado el AT.

Poco tiempo después parecieron en Europa Occidental fenómenos similares. El noreste de Francia se transformará en un centro de herético y las zonas de confín del Imperio. Estas documentados interrogadores y heréticos en Lieja y en Arras. Un proceso clamoroso contra los heréticos tendrá lugar en 1022 en Orleáns. En Italia se encuentran grupos heréticos entre 1030-1048 en Ravena, Venecia y Verona, aunque muchos grupos no llegaron a ser conocidos por las autoridades.

Es muy difícil hablar de su doctrina y mensaje, de los que más sabemos es del grupo de Orleáns (1022) entre los que se encuentran nobles y clérigos. Su doctrina comprende estos puntos: Distinción entre un mundo invisible y otro material, el cual es del demonio, rechazo del matrimonio y de los cargos civiles, Jesucristo sólo tiene un cuerpo aparente, rechazo del Bautismo de agua, comunicación del Espíritu Santo mediante la imposición de las manos, rechazo de la creencia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Todo ello sumado son doctrinas muy similares a las de los Bogomilos, por lo que hace la pregunta de la derivación de las herejías occidentales de las bizantinas, cosa que defiende Félix Toco en su obra Herejías en la Edad Media (1884).

Rafael Morgen en su Medioevo cristiano afirma que históricamente no se puede aceptar una irradiación del bogomilismo en Occidente, sino que las herejías occidentales del XI serían una de las expresiones características de la nueva vitalidad del pueblo cristiano tras el 1000, expresión de su deseo de coherencia moral entendido de forma simple e inmediata de la aspiración del pueblo cristiano a una religiosidad menos formal, menos dominada por la opresora supremacía del clero, serían por tanto un producto autóctono, un retorno espontáneo del pueblo a la pureza del Evangelio.

El P. A. Dondaine OP se opone a las teorías de Morgen en 1952, afirmando que los heréticos del XI son dualistas influenciados por los Bogomilos, así como los Cátaros occidentales son hijos de los Bogomilos, los cuales a su vez son herederos del antiguo Maniqueismo. Hoy la mayor parte de los historiadores se decanta por este nexo entre las herejías del XI en Europa y los Bogomilos. Se cree que la herejía se extendió desde Italia Meridional donde está documentado por peregrinos del XI la presencia de predicadores bogomilos. Más tarde a través de las vías de comercio hacia Italia del Norte, Francia Meridional y Champagne se iría extendiendo. No se sabe quienes fueron los propagadores, quizá comerciantes o predicadores itinerantes. La reacción, a veces violenta, contra estos primeros heréticos partía, en general, de los laicos no del clero.

Antes del año 1000 en Occidente se vivió un período sin herejías dado que los que no aceptaban la predicación de la Iglesia se atenían a la religión pagana. La aparición de herejías es un indicio de una más profunda cristianización. La alternativa a la Iglesia ya no será el paganismo sino otra forma de ser cristiano. La primera onda de herejías aparece en Occidente en la segunda mitad del XI, en el tiempo de la Reforma Gregoriana en la que el papado intenta adaptar la Iglesia Católica a las nuevas condiciones sociales, y constituir el papado como centro eclesiástico y político de Europa. En aquella época en que el propio papa es el más grande revolucionario, siendo sus más fieles aliados los que llevan una mayor carga de protesta, como por ejemplo la Pataria de Milán.

Tras la Reforma Gregoriana nacerá otro tipo de herejía, no de grupos retirados y silenciosos sino agresivos y fanáticos. Se instalan en las partes más desarrolladas de Europa hacia el 1100, en Italia septentrional, Sur de Francia y Flandes. Es la época de los Predicadores Itinerantes llamados Pauperes Christi, los cuales atacan a los sacerdotes simoníacos y la riqueza de la Iglesia, en predicaciones anticlericales que con facilidad se podían transformar en herejías.

Uno de estos predicadores heréticos del sur de Francia era un exsacerdote, Pedro de Bruys. Se presentó en hábito de peregrino, a pies desnudos y con larga barba, al pueblo, predicando contra los edificios de las Iglesias, ya en una iglesia o en una taberna o sala: se deben quemar las cruces, nada de oraciones ni limosnas para los difuntos, ningún bautizo para los niños y ninguna Eucaristía. La única autoridad para él son los Evangelios. Su radical doctrina, sobre todo del rechazo del papel mediador de la Iglesia, y su pobreza encontraron mucha aceptación. Como consecuencia de sus predicaciones la multitud destruyó iglesias y altares y asedio monasterios. Un Viernes Santo comieron carne asada en un fuego de cruces de madera. Pedro será hecho prisionero en Saint Gilles por sus adversarios indignados por su herejía y comportamiento agresivo, siendo quemado en la hoguera (1132-33). Su herejía seguirá existiendo y sus seguidores serán llamados Pietrobrusianos contra los que escribirá sobre todo el abad Pedro el Venerable de Cluny.

Semejantes doctrinas sostenía el exmonje Enrique que en 1135 conoce a los Pietrobrusianos de los que compartía algunas opiniones. Será un predicador itinerante en el sur de Francia. Predicará contra la Iglesia como institución no admitiendo otra fuente para la vida religiosa que no fueran los Evangelios. Su pista se pierde hacia el 1145, pudiendo haberse asociado a los Cátaros.

La reforma de la Iglesia durante la lucha de las investiduras había conducido a una renovación múltiple con la formación de nuevas órdenes religiosas, pero al mismo tiempo la Iglesia no sólo se había transformado en más independiente, sino también más potente. Por ello todas las controversias entorno al ideal de una Iglesia pobre o de una Iglesia para los pobres, desde la primera mitad del XII, provocaba como consecuencia la herejía. En los primeros decenios del XII estas tendencias eran todavía esporádicas, pero muy pronto la Iglesia se enfrentará no sólo con una herejía de gran difusión sino también con una bien organizada.

3.- La iglesia de los Cátaros como “antiiglesia”.

En 1143 aparecen en Colonia, Renania, unos heréticos llamados Pauperes Christi. Tenemos un testimonio del preboste premostratenses Evervino de Steinfeld en un carta a San Bernardo de Claraval, en la cual refiere un interrogatorio a un nuevo tipo de heréticos en Colonia en 1143. De su relación resulta que este grupo posee una doctrina muy similar a la Bogomila y también una jerarquía con creyentes, por un lado, y elegidos o perfectos, del otro. Proclamaban que su secta estaba difundida por todas partes hasta Bizancio. Con disposición se dejan quemar en el fuego en Colonia y a Bonn. Entre 1144-45 también el clero de Lieja percibe la presencia de esta secta y lo comunica al papa. En 1147 alcanzan el sudoeste de Francia, Perigord, llevando la vida de los apóstoles, despreciando las posesiones y orando 7 veces al día y de noche. Nobles, clérigos, monjes y monjas les siguen. Incluso en el sur de Francia Bernardo de Claraval llegará a conocerlos en 1144-47.

Hasta este momento la secta no tiene un nombre. El de Cátaros aparecerá en 1163 en Colonia: Cataros hic est mundus. No se sabe por donde han importado este nombre griego, quizás de Constantinopla. Otro apelativo que usan con gusto es el de Cristianos o Verdaderos Cristianos, del cual se deriva el de Buenos Hombres. Encontramos estos apelativos en todos los países donde los Cátaros han estado presentes. En los años 60 hacen una campaña de propaganda en muchos lugares de Francia y de Italia superior. En 1162 unos 30 Cátaros alemanes, campesinos hombres y mujeres pasan a Inglaterra y empiezan a predicar su fe. El rey inglés Enrique II les hace arrestar y condenar a muerte.

Desde finales de los 60 los centros del catarismo se sitúan en Italia septentrional y en el sur de Francia, la Región de Langedoc. Los motivos que provocan la difusión en estas zonas serán por un lado la tradición de la lucha por las investiduras en Italia, de manera que los Cátaros lombardos son llamados patarinos, y por otra parte el relativo olvido de las herejías por parte de las autoridades civiles.

Una referencia sobre la influencia de los Cátaros en el sur de Francia y su influencia nos lo presenta la descripción de una disputa entre católicos y Cátaros en 1165 en Lombers, a pocos kilómetros de Albi, al sur de Francia. En esta discusión toman parte 7 obispos católicos entre los que se encuentra el arzobispo de Narbone, en presencia de muchos nobles y laicos, entre los que está la Condesa de Tolosa, y de la población de Lombers y Albi. En esta reunión los Cátaros evitaron discusiones sobre cuestiones dogmáticas, pero criticaron la vida de los obispos a los que calificaron de hipócritas y seductores, contrarios al ideal sacerdotal del NT. Las críticas sobre la vida no evangélica del clero recibieron gran acogida entre el pueblo.

Hacia 1167 se presentó en Venecia un cierto Papas Nichetas, probablemente un obispo bogomilo de Constantinopla, que trajo a occidente la doctrina de la iglesia Dragovítica, cuyo nombre deriva de un lugar de incierta localización en la actual Bulgaria, Dragowitsa (Drugonthia), que sostenía un dualismo radical. El título Papas ya creó confusión en la Edad Media, algunos llegaron a deducir un papado cátaro, pero el nombre sólo significa pope, es decir la designación bizantina de los eclesiásticos. Nichetas tuvo gran influencia sobre los cátaros franceses. En el concilio cátaro de 1167 en Saint-Félix-de-Caraman consagró de nuevo a los perfectos cátaros según el ordinario Drugonthio, según el rito de la iglesia Dragovítica, y desde este momento los Cátaros franceses serán dualistas radicales, mientras que en Italia existirán las dos variantes del catarismo.

Más significativo que esto será que 25 años después de la primera aparición en Europa de los cátaros occidentales ya era posible reunir un concilio de los dirigentes cátaros, lo que demuestra una rápida difusión de aquella fe. Bajo la dirección de Nichetas se procedió a construir una organización. Junta a las dos diócesis cátaras que ya existían en Francia, una para el norte y otra para el sur en Albi, por lo que se les llama Albigenses, se nombró un obispo para Lombardía y otros para las nuevas diócesis de Francia, sobre todo en Tolosa, Carcassone y Ayen. Geográficamente el centro cátaro del sur de Francia se extendía sobre bastos territorios del Condado de Tolosa a lo largo del río Verone hasta los Pirineos.

En Italia la diócesis Lombarda se dividió hacia el 1200 en 4 diócesis septentrionales: Concorezzo, Esenzano, Vicenza y Bagnolo, además una diócesis cátara en Florencia y otra en Spoleto. Los puntos de aceptación del catarismo italiano eran Milán, Piacenza, Cremona,Brescia, Bérgamo, Vicenza, Verona, Ferrara, Florencia y Orvieto. Así se formaron en Italia diversas iglesias cátaras que estaban en relación entre ellas, pero no tenían ninguna organización centralizada.

Menos difundido estaba el catarismo en otras partes de Europa. Intentaron penetrar en Champagne, en Borgoña y en Flandes, incluso estaban presentes en algunas ciudades alemanas, como Colonia, Maguncia, Bonn, Coblenza, Pasavia, Viena,... También hay rastros de grupos cátaros en Inglaterra y en el norte de Aquitania, pero el catarismo no consiguió convertirse en un fenómeno de masas fuera de sus centros de Francia meridional y de Italia septentrional.

4.- La doctrina cátara.

Hasta nuestros días conocemos sólo dos fuentes cátaras originales que han sido estudiadas por el P. A. Dondaine O.P., el cual al destinar sus esfuerzos investigadores a la obra de Santo Tomás ha pasado todas sus notas a la estudiosa francesa Christine Thouzellier la cual las ha publicado. La primera fuente son los extractos cátaros contenidos en el libro Contra Maniqueos del exvaldense Durando de Huesca (1220). La segunda es el Liber de duobus principiis, encontrado por el P. Dondaine en 1939 en un manuscrito de Florencia, que se puede datar tras la mitad del XIII. Resulta de estas fuentes y de otros testimonios que el cristianismo cátaro subraya y acentúa la importancia del problema del dolor, del sufrimiento, de la muerte, de la pureza y de la santidad. En esta acentuación del momento del mal, del negativo en la vida de los hombres, emerge Satanás, el Diablo, el Tentador que en las diversas articulaciones de las herejías se presenta con un doble rostro.

En los cátaros encontramos dos formas de dualismo:

La iglesia de Esenzano de la que proviene el Liber de duabus principibus enseñaba un dualismo radical semejante al de los albigenses del sur de Francia. Según el dualismo moderado Satanás es sólo un ángel que se ha revelado contra Dios, que por su culpa tienta y levanta a los demás a la rebelión y al castigo que se derivó. En el catarismo del dualismo radical Satanás asume el principio antitético al Dios bueno, por lo que se transforma en un principio malo, creador de la materia, retomando así antiguos principios maniqueos. Satanás conseguiría incluso engañar a los mismos ángeles presentándoles a ellos las seductoras bellezas de la Tierra y en particular la fascinante belleza de las mujeres y la ambición del poder. Muchos ángeles le siguieron y fueron hechos prisioneros de la materia, siendo esta prisión su infierno. Según estos cátaros no existe otro infierno tras la muerte, el mundo material en el que vivimos es el infierno, la incorporación a él es ya una condena. Los ángeles serían esclavos para siempre de este mundo si el Dios bueno en su infinita misericordia no hubiese encontrado una vía de salvación. Puso entonces en medio del Paraíso un libro con 7 sellos, del que habla el Apocalipsis invitando a todos a leerlo y a cooperar en consecuencia, pero cada ángel que habría este libro se desmayaba cuando aprendía lo que quería hacer. Al final uno de estos ángeles, Cristo tiene el coraje de aceptar el terrible encargo, descender sobre la tierra, aceptar la vida infeliz de los hombres, hasta la muerte en cruz, para poder revelar la vía de la salvación a los ángeles prisioneros en el infierno de los cuerpos. La vía era la de evitar todo contacto sexual, cualquier comida de origen sexual como huevos, leche, queso y sobre todo la carne. Según el comportamiento en el campo de la abstinencia y la renuncia cada ángel prisionero en la materia tiene la posibilidad de mejorar o empeorar su suerte. Quien hubiese obrado bien podría transmigrar de un cuerpo a otro mejor, es decir de animal a ser humano y de mujer a hombre. El que se hubiese comportado mal transmigraría de ser humano a animal.

Los cátaros radicales enseñaban la doctrina de la Metempsicosis, la transmigración de las almas, en el sentido que mi alma es un ángel caído el cual ya se ha transmigrado a través de muchos cuerpos. Tras la venida de Cristo a la Tierra se había revelado la vía de la Redención, que no es un don gratuito sino que se consigue a través de pena y sacrificio, es decir mediante la obediencia a los preceptos de la moral cátara. Además de esta observancia se tenía que recibir un sacramento especial, el Consolamiento, único sacramento cátaro consistente en el rito de la imposición de la mano derecha por parte de un perfecto considerado portador del Espíritu. Este sacramento permitía dejar el propio cuerpo terreno y unirse sin más pasos al dios bueno sin más transmigraciones. No obstante comportaba también una serie de pesadas responsabilidades, ya que quien transgrediera los preceptos de la moral y de la pureza perdía todos los efectos redentores del sacramento debiendo renovarlo.

Los que habían recibido la Consolación y vivían según las estrictas reglas de la Iglesia cátara eran llamados “perfectos”. La segunda clase era mucho más numerosa y la formaban los “creyentes”. En el ámbito de la fe cátara los “perfectos” constituían algo similar a un monje o un clérigo, le era posible también a las mujeres recibir la Consolación. La función principal de los “perfectos” y “perfectas” era la vida ascética, según las leyes cátaras, por tanto vida célibe, después predicación y la dirección de los “creyentes”. De suyo en el sur de Francia vivían muchas mujeres “perfectas” cátaras.

La mayor parte de los cátaros eran en general sólo “creyentes”, que retrasaban la Consolación hasta el momento de la muerte para no deber de vivos soportar las difíciles reglas de vida que imponía la Consolación. En casos excepcionales la Consolación se podía acompañado de una especie de “suicidio ritual”, que en Francia meridional se llamó “endura” (= penitencia), y que consistía en dejar morir de hambre con su consentimiento a quien hubiese recibido la Consolación.

5.- La estructura social del catarismo.

¿Qué sectores se sintieron de manera particular atraídos por el catarismo? En Francia meridional fue sobre todo la pequeña nobleza, que apoya sus deseos autonomistas sobre el carácter revolucionario de la nueva religión, con su crítica frente a los bienes temporales de la Iglesia Católica.

Otro factor, todavía no suficientemente aclarado, es la atracción del catarismo sobre las mujeres. La nueva religión penetra en los castillos de Provenza sobre todo a través de la mediación femenina. En las iglesias cátaras que admitían un único principio y profesaban un dualismo moderado, la mujer tenían muchas más posibilidades de acción que en la Iglesia Católica. No había diferencias entre “perfectos” y “perfectas”, “boni ominis” y “boni mulieres” en el campo ritual. Más reservado era el catarismo radical, pero parece que también esta doctrina se haya ganado a las mujeres. La razón puede ser porque en una sociedad marcadamente masculina, como era la medieval, el catarismo ofrecía a las mujeres una interpretación del sufrimiento existencial vasta, difusa y profunda que podían superar mediante una vida ascética con la Consolación. Es sólo una interpretación.

Otro estrato propicio para el catarismo lo constituye la burguesía de Italia comunal, del norte de Francia y de Renania, por tanto el sector medio, mercantil, artesano y financiero. Por tanto no se unen sólo las clases más míseras a la nueva religión. Al revés de lo que ocurría en el valdismo, la religión cátara no se funda sobre el ideal de la pobreza voluntaria. Para ellos todo lo material es del diablo, sin distinciones.

El catarismo no llegó a los estratos cultos de la época. Tampoco encontramos en esta religión ningún teólogo o pensador de relieve. La gran difusión se debió a factores sociales y eclesiásticos, siendo sostenida por una estructura organizativa que de manera clara se contraponía a la de la Iglesia Católica. En el fondo no son una secta cristiana, sino una religión no cristiana, aunque se pueden considerar un movimiento de protesta contra algunas deficiencias de la Iglesia medieval.

La contraofensiva católica comenzará en los años 20 del XIII en tiempos de Inocencio III, el cual proclama la cruzada contra los Albigenses, y al mismo tiempo el trabajo de los predicadores con el fin de convertir a los cátaros entre los que destacará Santo Domingo de Guzmán y después los franciscanos. La cruzada durará hasta 1229 y no conseguirá eliminar completamente a los cátaros en el sur de Francia, naciendo así la Inquisición.

A partir de aquí el catarismo se convierte en un movimiento clandestino. Las formas organizativas de los obispos cátaros franceses desaparecerán hacia 1275. En esta situación cátaros franceses se van a Lombardía donde había todavía “buenos cristianos”.

La última reordenación del catarismo la llevará a cabo un “Perfectus”, el cual antes de su consagración era un notario y político del Conde de Foix, llamado Pedro Autier o Autieric, que accede a “Perfectus” en 1300. Bajo su influjo el catarismo de Langedoc se transforma en un movimiento clandestino que se basa en hospicios o casas privadas. La propia religión cátara se transforma en una religión de redención en cuyo centro está el Perfectus con su poder espiritual. De suyo el catarismo era una religión de redención, pero de enseñanza de un mensaje a través del cual cada uno tiene que redimirse o alcanzar la perfección.

El inquisidor dominico Bernardo Guidone busca a Pedro Autier con un mandato de captura. De suyo en 1309 es capturado, siendo condenado tras un proceso de inquisición y quemado vivo en Tolosa en 1310. Los últimos cátaros reconocidos como tales vivían en torno a 1380 en Piamonte estando en contacto con la Iglesia Bogomila de Bosnia, perdiendo así el rastro del catarismo.

Os Cátaros

“Landolfo Sênior [cronista da época], por volta do ano 1100 chama “cathari” (os puros) os adversários do matrimônio eclesiástico e estabelece assim um ponto de contato entre os hereges de Monforte [perto de Alba, capturados no castelo do mesmo nome e processados por volta de 1030] e os seguidores da Pataria; na segunda metade do sec. XII usou-se o nome de cátaros para indicar alguns hereges (Ecberto de Schonan, Sermones contra catharos) e daí em diante o uso se impôs rapidamente” [1].

Os primeiros missionários cátaros propriamente ditos apareceram no Ocidente por volta de 1140, em Colônia.

É uma questão espinhosa saber se seu marcado dualismo maniqueu esteve em continuação direta e constante com o maniqueismo do sec. III ou pelo menos com o bogomilismo já florescente nos Bálcãs no fim do sec. X. Morghen nega-o decididamente [2] e atribui o conteúdo do catarismo, e portanto a semelhança com as outras doutrinas, a “tendências que poderíamos chamar de racionalistas” [3], a “origens neotestamentárias do pensamento herético”, ao “apelo direto ao Evangelho, isto é, o costume de estar sempre citando palavras de Cristo e exemplos da Igreja dos Apóstolos” [4] e àquele “vasto movimento de consciências que, justamente no começo do sec. XI, marcou o início da grande luta pela reforma ab imis fundamentis de toda a vida religiosa, política e social” [5].

É certo que antes de sua aparição o catarismo só se apresentou “no contexto dos movimentos de vida apostólica a favor de uma Igreja pobre”. Fala-nos disso o abade Everino de Steinfeld em sua carta de 1143 a São Bernardo, onde também expõe sua doutrina sobre os novos hereges:

“Dizem que a Igreja só existe entre eles, porque só eles seguem fielmente as pegadas de Cristo e que eles são os verdadeiros realizadores da vita apostolica, porque não buscam as coisas deste mundo, nem casas, nem campos e nem mesmo dinheiro: como Cristo não possuía nada, também não permitiu aos seus discípulos que possuíssem. Mas vocês, eles nos dizem, amontoam casas obre casas e campos sobre campos, procurando as coisas deste mundo; de modo que mesmo os que entre vocês são tidos como perfeitos , como os monges e os cônegos regulares, possuem todas essas coisas e mesmo não sendo como propriedade privada, não deixam de ser possuidores. Sobre si mesmos eles (os hereges) afirmam: nós somos os pobres de Cristo, nos pauperes Christi” [6].

Aliás, também é certo que “desde a segunda metade do sec. XII as igrejas dos cátaros do Ocidente estiveram em relacionamento de dependência doutrinal e hierárquica com os chefes das diversas e opostas comunidades dualistas dos países balcânicos ou orientais” [7].

Os cátaros difundiram-se rapidamente, constituindo depois verdadeiros centros no Languedoque, na Champanhe, na França meridional e na Lombardia. No Languedoque organizaram logo a sua igreja, chamada “a igreja dos perfeitos” com uma hierarquia própria. “Já entre os cátaros de Colônia havia um bispo próprio e o clero de Liege escrevia em 1144 ao Papa Lúcio II que os hereges tinham “sacerdotes e outros prelados, como nós” [8].

No seu trabalho de contestação ao clero foram de certa maneira ajudados, involuntariamente, por algumas disposições conciliares emanadas durante o período da pre-reforma gregoriana. O lembrado Sínodo Romano de 1059, no can. 3, tinha prescrito que “ninguém poderá assistir à Missa de um padre que tenha notoriamente uma concubina ou uma subintroducta mulier” e que tal eclesiástico “não poderá cantar Missa, ou ler nela o Evangelho ou a Epístola” [9]. Os cátaros começaram a contestar não só a Missa dos sacerdotes concubinos mas de toda a Igreja e isso “não por causa da incontinência dos sacerdotes mas por um novo critério, representado pela riqueza ou pobreza da Igreja: uma Igreja rica não pode ser a Igreja dos Apóstolos... Rejeitando os sacramentos dos sacerdotes que não vivem a vita apostolica, isto é, pobre, [os cátaros] consagram eles mesmos a eucaristia ou administram o batismo com a imposição das mãos” [10]. Além disso, os cátaros, qualquer que tenha sido o seu verdadeiro renascimento – professavam abertamente idéias dualistas e docetistas – heterodoxas no campo teológico – que podemos sintetizar assim: um Deus bom, criador dos espíritos, e um deus mau, criador do mundo visível (de tudo que é matéria). Por isso o corpo vem do demônio, e a alma, de Deus. As almas estão nos corpos como em uma prisão. – Cristo não era Deus, e muito menos homem, dado que a matéria (corpo) é impura; era um anjo adotado por Deus, que tinha assumido aparências de homem. Esse Cristo, portanto, só se fez aparentemente homem no seio de Maria, viveu, sofreu e morreu em um corpo aparente. “No Batismo do Jordão, o Espírito entra e permanece em Cristo até sua glorificação, depois desce sobre os apóstolos e se comunica aos crentes pelo batismo, que para os cátaros não consiste em um batismo de água, mas em um exorcismo, feito com o texto do Evangelho e uma imposição das mãos: é o consolamentum. Para os “perfeitos” (a minoria dirigente) o consolamentum concede a impecabilidade, enquanto os simples fiéis podem ser libertados dos próprios pecados mediante o “apparellamentum, uma espécie de penitência” [11]. Nega-se a Trindade. Apesar desses erros teológicos, “as exigências morais dos cátaros eram muito rígidas, sua vida austera estava em nítido contraste com o relaxamento do Clero” [12]. Isso explica em grande parte o seu sucesso no meio do povão católico, quase sempre ignorante, e sua rápida difusão.

Pedro Valdo e os Valdenses

Quando as doutrinas dualistas e docetistas dos cátaros apareceram em sua pregação, o movimento logo encontrou uma oposição em um grupo de itinerantes que pareciam querer defender a ortodoxia da fé: eram Pedro Valdo e seus seguidores.

Pedro Valdo, rico comerciante de Lião (França), convertido, parece que improvisamente, ao escutar a Vita, cantada, de Santo Aleixo, para observar o “si vis perfectus esse” tinha escolhido “para si uma pobreza absoluta, propondo-se seguir fielmente todos os ensinamentos do Evangelho, que ele mandou traduzir para a língua “romana”. Isso por volta de 1170. Começou a pregar e logo teve muitos discípulos, que o seguiram no abandono dos bens, na mendicidade e na pregação” [13]. O fenômeno dos pregadores itinerantes do começo do século se repetia, sem novidades especiais. O problema é que Pedro Valdo era um leigo e naturalmente teve a oposição do bispo de Lião, que lhe proibiu “mendigar e pregar”. Depois de alguns anos de contrastes, Valdo foi a Roma com alguns discípulos e se apresentou a Alexandre III e ao III Concílio de Latrão, então reunido (1179). “Depois que o curial inglês Walter Map examinou sua ortodoxia, o papa admitiu-o em sua presença e ficou maravilhado quando os viu “descalços, vestidos de lã, sem bagagem, tendo tudo em comum como os apóstolos e seguindo nus o Cristo nu” [14]. O Pontífice aprovou a escolha da pobreza mas, no que dizia respeito à pregação, Valdo e os seus deveriam submeter-se às decisões dos bispos. Voltando a Lião, Valdo foi chamado a provar sua ortodoxia diante do sínodo diocesano. Era o ano de 1180. Um anônimo lionense nos conservou a profissão de fé que Valdo fez nessa ocasião [15]. Na primeira parte temos um resumo da fé católica dos         Statuta Ecclesiae Antiqua, a que Valdo acrescentou uma exposição de sua opção de vida:

Como – segundo o apóstolo Tiago – a fé “sem obras é morta (Tg 2,17), renunciamos ao século, distribuímos os nossos bens aos pobres como aconselhou o Senhor e decidimos ser pobres no sentido de não nos preocuparmos com o dia de amanhã e de aceitar de ninguém nem ouro, nem prata nem coisa alguma a não ser a comida e a roupa para cada dia. É nosso propósito observar como preceitos também os conselhos evangélicos”.

Em troca dessa profissão de fé, Valdo recebeu do legado pontifício, o cardeal Henrique de Marcy, a aprovação de sua vita apostolica, que agora implica além da pobreza absoluta também a mendicidade e a pregação itinerante. Mas sobre essa permissão de pregar ainda pesava a condição imposta pelo Papa: que a pregação dos Valdenses fosse pedida pelo bispo [16].

Circunstâncias externas (morte do arcebispo de Lião hostil a eles com a conseqüente sede vacante, o novo bispo fraco e de moral duvidosa) ou uma falsa interpretação das licenças obtidas do papa e do sínodo de Lião, levaram os valdenses a não pedir todas as vezes a licença das autoridades eclesiásticas  para sua pregação. O novo arcebispo, João de Poitiers, opôs-se à pregação dos leigos, declarou os valdenses “contumazes”, excomungou-os e os expulsou de sua diocese” [17].

Valdo e seguidores emigraram para as regiões notoriamente menos rígidas para aplicar as leis contra os hereges: Languedoque e Lombardia. No Languedoque pregaram ainda contra os cátaros no que era ortodoxia, na Lombardia misturaram-se aos Arnaldistas e tiveram sorte entre os humilhados. Consequentemente, depois de 1182, os valdenses viviam no meio de hereges declarados (cátaros) ou em ambientes suspeitos (arnaldistas e humilhados). Naturalmente não se preocupavam de pedir licenças para pregar. O concílio de Verona (1184) juntava-os aos cátaros, aos arnaldistas e aos humilhados em sua prescrição e condenação [18].

Os Humilhados

Representam um movimento evangélico de perfeita vida cristã, nascido entre os trabalhadores de lã nos subúrbios das cidades da Lombardia entre 1170 e 1178. Trabalhadores e pequenos comerciantes de lã, vivendo às margens da feudalidade das cidades e já condicionados pelo nascente capitalismo industrial e comercial, unem-se em uma associação leiga com finalidade religiosa e social. “Os primeiros Humilhados vivem em suas famílias e tomam parte no trabalho; “humilhavam-se por Deus”, adotando roupas brutas (“berrettine” sem pintar) contra o luxo dos panos finos e coloridos; abstêm-se de mentiras, que com as fraudes corrompem a santidade moral da indústria e do comércio;... mantêm-se livres das coerções da feudalidade e das corporações só por se absterem dos juramentos; fortes por essa conduta ascética enfrentam com a pregação e a discussão pública a ofensiva das diversas seitas heréticas na segunda metade do sec. XII” [19]. Mas como a pregação era proibida aos leigos, e desobedeciam aos protestos da hierarquia, foram também eles abarcados pela condenação da heresia no Concílio de Verona. Depois da condenação continuaram no cisma e uma parte deles partiu para os erros dogmáticos, aproximando-se dos cátaros e valdenses; uma outra parte constituiu na Lombardia, por volta de 1205, a seita dos Pobres Lombardos.

Mas a maior parte dos humilhados aderiu à política de recuperação iniciada por Inocêncio III, eleito em 1298, desde os primeiros anos de seu pontificado. Nesse meio tempo tinha aparecido uma evolução característica no meio dos humilhados: uma divisão em três ordens, embora separadas entre si. O elemento clerical que aderiu ao movimento dos humilhados veio a formar a primeira ordem, organizada segundo as normas canônicas; compreendia também as monjas consagradas solenemente à vida religiosa coral. A associação na vida monástica, leiga e operária, de frades e irmãs que viviam em casas contíguas formou a segunda ordem. A associação religioso-operária de homens e mulheres que permaneceram no estado matrimonial constituiu a terceira ordem. “Inocêncio III aprovou-os em 1201 e os autorizou a fazer a pregação moral, e que tanto os clérigos como os leigos, homens e mulheres, mais instruídos, distinguiram-se como temidos e eficazes opositores dos hereges” [20]. Jacques de Vitry, em sua Primeira Carta, escrita de Gênova nos primeiros dias de outubro de 1216, escreve: “Com dificuldade encontra-se alguém, em toda a cidade [de Milão], que tenha a coragem de resistir aos hereges, com exceção de certos santos homens e mulheres religiosas, que os seculares chamam, não sem certa malícia, de “patarenos”. Mas o Sumo Pontífice, que lhes concedeu autorização para pregar e combater os hereges (e que aprovou sua Congregação) chama-os de “humilhados”. Estes, renunciando a todos os seus bens, reúnem-se em diversos lugares, vivem com o trabalho de suas mãos, pregam freqüentemente a palavra de Deus e a escutam de boa vontade, são perfeitos e firmes na fé, eficazes nas obras. Esta “religião” difundiu-se tanto na diocese milanesa que se podem contar bem umas 150 congregações conventuais de homens de um lado e de mulheres de outro, sem contar os que permanecem nas próprias casas” [21].

Durante o sec. XIII os “praepositi” das quatro casas principais de Como, Viboldone, Pavia e Fossalto dirigiam por turno o intenso movimento de expansão; a segunda ordem acentuou as formas monásticas e se aproximou da primeira ordem; a terceira ordem adotou uma organização própria e em 1291 teve um capítulo geral independente. “Os humilhados foram chamados por vários municípios para promover a indústria local e fomentar a independência econômica dos cidadãos. Os resultados dos trabalhos eram usados em obras de assistência social, principalmente hospitais e leprosários. Partilharam com os franciscanos as simpatias populares, receberam das autoridades municipais cargos públicos, como por exemplo de tesoureiro ou ecônomo do município ou de suas diversas administrações, das tributos e dos impostos, do controle dos trabalhos de interesse geral, etc.” [22]. No sec. XIV começou um lento declínio. A ordem foi supressa por São Pio V em 1569.

Os Pobres Católicos e Durando de Huesca

Com esse nome identifica-se um grupo de valdenses franco-espanhois que, depois da tempestuosa conferência contraditória de Pamiers em setembro de 1207, separou-se do resto dos valdenses e, sob a orientação de Durando de Huesca, buscou tratar com o papa Inocêncio III. Depois de um ano, aos 18 de setembro de 1208, voltaram ao seio da Igreja católica. Pela Carta Eius exemplo, dessa data, o Papa notifica o arcebispo de Tarragona e seus sufragâneos que “acolheu benignamente Durando e seus companheiros depois de os ter examinado diligentemente e de ter constatado sua adesão à verdade católica”. A carta apresenta sua “profissão de fé”, análoga à proposta a Pedro Valdo em 1179-80, com a explícita reprovação de algumas posições atribuídas aos valdenses. Por essa Carta ficamos sabendo que os Pobres Católicos eram zelosos pregadores, viviam na pobreza mais absoluta e segundo as prescrições de um Propositum de vida penitencial que o Pontífice também aprovava [23].

Em outras três cartas, de 12 e 13 de maio de 1213, confirmando a mesma aprovação e pedindo aos bispos de Tarragona e Narbona sua benevolência para com esses filhos que retornavam ao redil, são explicitamente nomeados os chefes dos Pobres Católicos que se haviam dirigido à Sé Apostólica, e suas proveniências. “São assim localizados os principais centros em que se tinham formado grupos de Pobres Católicos: Catalunha, sul da Espanha e norte da Itália... trata-se de zonas de desenvolvimento da heresia cátara e do movimento valdense” [24].

Pela carta Dilectus filius Durandus, de 26 de maio de 1212, dirigida ao bispo de Elne, nos Pireneus, sabemos que um grupo de penitentes tinham seguido os Pobres Católicos. Nela o Pontífice relata as principais prescrições do seu Propositum vitae e pede ao bispo que os aprove, se os achar conformes à fé católica (emanare... de fonte catholice puritatis). Trata-se de um exemplo de grupo leigo dependente de uma organização mais estritamente sacerdotal ou religiosa. “Fica clara a relação com todos os futuros grupos leigos dependentes das Ordens mendicantes” [25].

Os Pobres Lombardos e Bernardo Primo

Desde o tempo de Pedro Valdo constituíram-se na Lombardia grupos de seguidores seus. Condenados em 1184 os valdenses e humilhados, “o grupo extremista destes últimos influiu com suas próprias formas de vida sobre os valdenses lombardos que, por sua vez, comunicaram aos humilhados heterodoxos o próprio anticlericalismo. Os dois grupos heréticos formaram a seita dos Pobres Lombardos”, por volta de 1205 [26]. Estes negavam “ao sacerdócio católico o poder de conferir validamente os sacramentos, de pregar, de mandar; afirmavam que era lícito rebelar-se contra ele e transgredir os preceitos eclesiásticos, e atribuíam aos leigos de boa conduta a faculdade de consagrar a Eucaristia” [27]. Negavam também à autoridade secular o poder coercitivo e punitivo para com os transgressores, especialmente quanto à pena de morte para os heréticos e quanto ao uso do juramento.

Em 1210 a maior parte deles – guiados por Bernardo Primo e Guilherme Arnaldo – reconciliaram-se com a Igreja. De fato, é do dia 14 de junho desse ano a carta de Inocêncio III Cum inaestimabile pretium, dirigida a todos os bispos, em que o Pontífice informa que tinha reconciliado com a Igreja os referidos chefes e seus seguidores depois de ter recebido sua profissão de fé em que se explicita particularmente a adesão à Igreja de Roma, à hierarquia católica e à doutrina sobre os sacramentos, com referência especial à Eucaristia. “As posições programáticas reprovadas pela Igreja nos novos movimentos – escreve Dal Pino – nunca tinham sido evidenciadas tão claramente como nesse documento” [28]. Nele “são concedidas a profissão de pobreza coletiva e a pregação de caráter penitencial ou de controvérsia” [29].

O historiador franciscano atento não deveria deixar de dar valor ao fato de que talvez só alguns meses antes da Cum innestimabile, Inocêncio III tinha aprovado oralmente a “fraternidade” de Francisco de Assis, baseada na vida de pobreza, e tinha concedido a ele e faculdade – delegável – de “pregar a todos a penitência”.

 


 

[1] PAOLO BREZZI, Catari, em E. C., III, 1087.

[2] RAFFAELLO MORGHEN, Medioevo cristiano, Laterza, Bari 1958, pp. 237‑252.

[3] IDEM, pp. 252‑255.

[4] IDEM, pp. 255‑272.

[5] IDEM, pp. 272‑281.

[6] RUDOLF M. MAINXA, I movimenti per la Chiesa povera nel XII secolo em  AA.VV., La Povertà Retigiosa. Studi a cura dell’Istituto di Teologia della Vita religiosa. Claretianum, ROma 1975, pp. 149‑150. Cf. texto latino de EVERINO DE STEINFELD em PL 182, 677.

[7] P BREZZI o.c., l.c. 1087.

[8] MAINKA, o.c., p. 150. Cf. PL 179, 938.

[9] MANSI, 19, 897 s.

[10] MAINKA, o.c., p. 150.

[11] JEDIN, o.c., p. 189.

[12] MAINKA, o.c., p. 150.

[13] MAINKA, o.c., p. 151­.

[14] MAINKA, o.c., p. 151. O texto apresentado é do Chronicon Anonimi Landumensis, 1178. Cf. CHRISTINE THOUZELLIER, Catharisme et Valdeisme en Languedoc à la fin du XII et au debut du XIII siècle. Politique pontificale. Controverses. Louvain‑Paris 1969, p. 24.

[15] Cf. em THOUZELLIER, o.c., pp. 27‑30.

[16] Mas não parece que houvesse unanimidade entre os padres conciliares na concessão desses privilégios. GEOFFROY D’AUZERRE que assistiu ao Sínodo de Lião, escreve: “Galliarum sedes prima Lugdunum novos creavit apostolos nec erubuit apostolis etiam sociare... Circuierunt urbes et viculos sub praetextu paupertatis et praedicationis obtentu, impudenter panibus alienis sine labore manaum victitantes”. Cf. in J. LECLERCQ, Analecta Monastica 2, Roma 953, 194 s., MAINKA, o.c., p. 152, nota 50.

[17] MAINKA, o.c., p. 152.

[18] Cf. os Decretos do Concílio de Verona em DENZINGER SCHONMEITZER, Enchyridion Symbolorum, 760.

[19] ILARINO DA MILANO, Umiliati, em E.C., XII, 755.

[20] Ibid.

[21] JACQUES DE VITRY, Carta escrita em outubro de 1216, de Gênova, em FF 2201. Cf. o texto latino em R.B.C. HUYGENS, Lettres de Jargues de Vitry, edition critique. Leiden 1960.

[22] ILARINO DA MILANO, ibid.

[23] Cf. a Carta Eius exemplo em PL 215, 1510-1513 e em MEERSSEMAN, Dossier, Cit., pp. 282‑284.

[24] DAL PINO F.A., I Frati Servi di S. Maria, cit., pp. 567-68. As três Cartas são as duas que começam Cum inaestimabile de 12 de maio de 1210 (Cf. em PL 216, 274-75) e de 14 junho de 1210 (Cf. em PL 216, 289‑293, Dossier, 284286) e a Cum a nobis de 13 de maio de 1210 (Cf. PL 216, 274).

[25] DAL PINO, o.c., p. 569. Cf. a Carta Dilectus filius Durandus em PL 216, 601‑602 e MEERSSEMAN, Dossier, pp. 286‑88.

[26] ILARINO DA MILANO, Poveri Lombardi, em E.C., IX, 1866.

[27] ILARINO DA MILANO, o.c., 1867.

[28] DAL PINO, o.c., p. 571.

[29] DAL PINO, o.c. p. 572.