El Sermón del Monte

Juan Mateos sj

1 - LA OPCION PERSONAL POR LA JUSTICIA

 Estas son las bienaventuranzas según el evangelio de Mateo, pues Lucas tiene otras distintas, que necesitan una explicación muy diferente. Las Bienaventuranzas son el código del Reinado de Dios. Mateo las presenta así, con una solemnidad extraordinaria, como principio del Sermón del Monte, pero ya Jesús ha hablado antes del Reinado de Dios, y Juan Bautista mismo en el evangelio de Mateo. Ya sabemos que hay que considerar cada evangelio por separado, pues cada evangelista tiene una visión teológica distinta de Jesús. Todos coinciden en lo fundamental, pero presentan a Jesús de manera distinta. Por ejemplo, para Mateo la comunidad cristiana universal, los paganos, entran a formar parte del pueblo de Israel, por lo que en la genealogía de Jesús él escribe: "Jesús, hijo de Abrahán, hijo de David" . ¿Por qué pone HIJO DE ABRAHÁN, cuando ninguno de los otros evangelistas comienza así? Porque a Abrahán se le hizo aquella promesa: "En tu nombre -o por tu nombre- se bendecirán todas las naciones de la tierra" . Es decir que, de alguna manera, todos los pueblos de la tierra serían descendientes de Abrahán. Y esta promesa la recoge Mateo interpretando que,  en la edad final, cuando llega el Mesías, el nuevo Israel, el Israel definitivo, el Israel mesiánico, ya no son las doce tribus aquellas, sino que será la Humanidad entera, porque toda la Humanidad  participará de la bendición que se dio a Abrahán. De manera que los paganos se integrarán también en el nuevo Israel y todas las promesas hechas a Abrahán, y  después de él, serán para todos los pueblos del mundo.

Ante "el hecho de Jesús" y ante el hecho de la "comunidad cristiana", según las circunstancias en que se encuentren, los evangelistas lo interpretan de manera distinta. Es decir, dan una visión teológica diferente, y ésta no viene de Jesús, sino de ellos. Ellos ven así la cosa. ¿Por qué la ven así? Pues porque las circunstancias se lo imponen o se lo aconsejan. Mateo se encuentra ante una oposición furibunda de los fariseos. Está viviendo en un ambiente donde hay una hostilidad enorme de los judíos. La comunidad donde escribe Mateo es una comunidad fundamentalmente judía y, entonces, los judíos no cristianos están diciéndoles a los suyos que son unos traidores y que, al admitir a los paganos dentro del judaísmo, han traicionado a éste. Y, ante esa acusación, Mateo tiene que explicar este problema, y por eso dice : "Ya en Abrahán estaba dicho que todas las naciones se bendecirán con su nombre": por lo tanto, todos los hombres tienen derecho a llamarse hijos de Abrahán y descendientes suyos. Y éste es el plan de Dios también: que toda la Humanidad entre dentro de la bendición  que se prometió a Abrahán y a su descendiente, que es el Mesías. De manera que la bendición de Abrahán va a ser realidad en el Mesías, y el Mesías va a realizar aquella promesa universal. Por tanto, toda la Humanidad entra dentro. No somos traidores; ustedes son los que han ignorado esa promesa universal. Esto es lo que responde Mateo a los judíos que les atacan. Las circunstancias en que viven fuerzan a Mateo a hacer una síntesis teológica de la obra y de la figura de Jesús, que responda a la polémica que tiene delante. Pero eso es ya la visión teológica de Mateo. Por eso, siempre decimos que cada evangelista hay que considerarlo por separado, teniendo en cuenta la visión teológica que ha dado de la vida de Jesús. Según esto, ahora hablamos de la Bienaventuranzas de Mateo exclusivamente, sin compararlo con los demás.

Juan Bautista ya habla en Mateo del Reinado de Dios: "Enmiéndense, porque el Reinado de Dios está cerca" . Jesús toma de nuevo ese pregón de Juan Bautista y dice exactamente lo mismo. El Reinado de Dios se da como una realidad conocida. De hecho, era la gran expectativa de Israel. Ya se dice en muchos salmos  -por ejemplo - que Dios es el rey de Israel. Pero la época en la que se escriben esos salmos y en que predican los profetas es una época de desastre político: Israel está en gran inestabilidad -la Monarquía está para caer o ha caído, y están sometidos a imperios extranjeros-, por lo que poéticamente podían decirle a Dios: "Tú eres nuestro rey", aunque la realidad era que eso no se veía por ninguna parte, pues estaban sometidos a reyes extranjeros. Por eso, hay una esperanza, que va creciendo, de que llegará un momento en que, realmente, Dios sea el Rey de Israel, y así los libere de todo dominio extranjero. ¿Cómo se concebía ese reinado?: Se pensaba que se instauraría  por medio del Mesías. El Mesías sería un hombre extraordinario, lleno de fuerza de Dios, que cambiaría inmediatamente la situación y vendría el reino de la prosperidad, de la paz y del dominio sobre los extranjeros. El Mesías era considerado como un segundo Moisés, que había de aplicar la Ley y llevarla a su perfección; y un segundo David, un rey guerrero, que liberaría a Israel del dominio romano y que, además, impondría su yugo sobre todas las naciones.

Este es el concepto común del Reinado de Dios, y esto se esperaba de diversas maneras.

 Estaban los saduceos , que eran la clase dirigente, puesto que tenían el poder económico. Este partido estaba integrado por la aristocracia civil -las grandes familias con extensas posesiones de tierra- , y la aristocracia religiosa o sacerdotal. Por tanto, éstos no tenían ningún interés por el Reinado de Dios, ni por el Mesías, ni por nada. Todo cambio les parecía peligroso, porque ponía en peligro  su situación de privilegio. Ellos tenían su componenda con los romanos y se arreglaban bien.

Estaban después los fariseos,  que eran los observantes devotos de la Ley, los espiritualistas: éstos decían que el Reinado de Dios vendría cuando el pueblo observara perfectamente la Ley. Eran unos espiritualistas inactivos. Odiaban a los romanos, por supuesto, pero la única táctica que ellos proponían para que viniera ese Reinado de Dios, que era la observancia de todos esos mandamientos, no hacía vacilar el poder romano. Por lo tanto, eran unos espiritualistas no comprometidos, pues, de hecho, no movían un dedo para mejorar la tristísima situación social en que se encontraba Palestina, donde había una enorme opresión y muchísima hambre. Los latifundistas habían acaparado la tierra, especialmente en Galilea -la región más rica- , y la gente no tenía para comer y se organizaban bandas para robar , ya que no podían conseguirlo de otra manera. Ante esto, los fariseos decían: "Ya Dios lo arreglará; vamos a ser buenos y a cumplir la Ley, que ya Dios se encargará de solucionarlo". Esta era la actitud farisea: espiritualistas, tremendamente religiosos, pero sin ningún compromiso con la realidad social en que vivían. Y éstos eran los guías espirituales del pueblo. No eran ricos, y muchas veces ejercían un oficio, pero, por su religiosidad extrema, tenían un gran influjo sobre la gente y se ponían a sí mismos como modelo.

Otro partido, otra facción que había en el pueblo eran los zelotes, los nacionalistas fanáticos, que habían salido de los fariseos, pero decían que eso de cruzarse de brazos ante la realidad no podía ser, que había que hacer algo para que se acelerara la llegada de ese Reinado de Dios. Y eso lo concebían como una "guerra santa" contra los invasores, una guerra empezada por la iniciativa humana, pero en la que Dios intervendría milagrosamenate por medio del Mesías y salvaría la nación. Estos pertenecían a la clase oprimida y proponían -además de este tipo de guerra- una revolución social nacional, que mejorase la condición de los pobres, por lo que una de las cosas que hicieron en la guerra fue quemar los archivos de las deudas que la gente tenía, y que estaba en Jerusalén. Proponían también una revolución política para sustituir a toda aquella jerarquía traidora y colaboracionista con los romanos, que pertenecía a la clase adinerada, a los saduceos.

Y, por último, había otro partido o facción, otro sector, que eran los esenios, que no se nombran en los evangelios (los zelotes sí se nombran, pues uno de los Doce era zelota). Estos esenios se retiraban al desierto, porque estaban en ruptura total con todas las instituciones: no iban al Templo, ni aceptaban a los Sumos Sacerdotes ni a la jerarquía. Eran observantes de la Ley y vivían allí retirados en el desierto, donde tenían sus ceremonias y sus ritos, siendo unos célibes y otros casados. Se consideraban "los elegidos", el auténtico Israel que heredaría todas las promesas. En la época de Jesús habían adoptado también el fanatismo de los zelotes: participaban en ese deseo de la guerra santa y, de hecho, entre los libros de aquella comunidad, existe un tratado sobre la guerra santa, donde se describe cómo el Mesías se pondría a la cabeza de unos escuadrones, tocarían unas trompetas y vencerían a los paganos. Todas las fantasías propias de un pueblo oprimido y poco realista.

Estos eran los principales grupos o facciones. Todos concebían el  Reinado de Dios: Los saduceos, para rechazarlo, ya que eran la clase dirigente y no querían cambios. Los fariseos para decir que sí, que Dios lo mandará y que, para que llegue, lo que hay que hacer es ser buenos. Los zelotes, para decir que, además, hay que arrimar el hombro, por lo que eran violentos y terroristas. Y los esenios, compartiendo esta misma ideología. Pero todos estos partidos suponían que las "instituciones de Israel" eran intocables; incluso los más extremistas, los fanáticos zelotas, eran unos reformistas radicales. Nadie ponía en cuestión las instituciones de Israel: ni el templo, ni la monarquía, ni la Ley; todo debía continuar, aunque, como estaba mal dirigido, había que cambiar los dirigentes, de forma que todo funcionase en el plan jerárquico que ellos concebían.

Esta era la concepción del Reinado de Dios en aquel tiempo. Y ahora Jesús pronuncia la frase  "Enmiéndense , porque está cerca el Reinado de Dios"   (Mt 4,17). Este " enmiéndense"  ya le quita muchos aspectos en los que pensaban los judíos. Por ejemplo, el Reinado de Dios no va a ser cuestión de una guerra, ni cuestión de un cambio de régimen, que es lo que ellos querían, sino que necesita una opción personal por la justicia: y eso es antes; es decir, primero es una opción, y luego vendrá el Reinado de Dios. De manera que lo primero que tiene que hacer el hombre es decir "Yo acabo con mi vida de injusticia y empiezo una vida de justicia con el prójimo". O sea, lo que se llama ser honrados. Una vida de honradez, una vida de no hacer daño, de no explotar a nadie.

Este "enmiéndense"  se suele traducir en algunas Biblias por "conviértanse", pero esto último está mal traducido. Este verbo hebreo nunca se traduce en griego por "convertirse", sino por "metanoeo", que es igual a enmendarse. Y la diferencia es ésta: íconvertirse o volverse hacia...í es un verbo de contenido teológico: uno se vuelve hacia Dios y, entonces, por respeto a Dios, se porta bien con los hombres. En cambio, el otro verbo, íenmendarseí, no dice relación a Dios, sino que significa ícambiar de actitud mentalí: es decir, que yo tengo una actitud y tomo otra distinta; de una actitud, por la que me porto con el prójimo como me da la gana, paso a otra por la que me porto bien con mi prójimo. O sea, que  no es por respeto a Dios, sino por respeto al hombre. Y  esto es muchísimo más fuerte. De manera que, sin necesidad de recurrir a Dios, el mismo hecho de que ítodos somos personasí ya me obliga a comprender que yo no puedo comportarme mal con otro hombre. Este es el verbo que usan los evangelistas en este caso. Jesús lo que dice es íenmiéndenseí, pasar de un modo de vivir injusto a un modo de vivir justo; y esto,  por el hecho mismo de que todos somos hombres.

Eso es motivo suficiente para que no nos portemos mal. Y antes de recurrir a Dios, de manera que sea un acto humano: y esto es condición para el Reinado de Dios; sin esto no hay posibilidad de que llegue el Reinado de Dios "que está cerca" . Y no se trata de un cambio exterior, como cuando dice íahora viene el Mesías, cambia el régimen, quita a los dirigentes corrompidos, pone a otros que sean buenos, se pone él al frente y dirige el cotarro, que son todas cosas exteriores al hombre; sino que lo primero que pide Jesús es un cambio interior: este propósito de portarse con justicia, de no contribuir personalmente a la injusticia que existe en el mundo. De modo que, con esto, quita ya toda la cuestión guerrera que estaba contenida en el concepto de Reinado de Dios.

El Reinado de Dios significa que Dios es Rey y, por lo tanto, que él se entiende con el hombre directamente. Esta afirmación del Reinado de Dios supone una amenaza virtual para todo poder que se interponga entre Dios y el hombre. Dios va a gobernar directamente al hombre. Esto lo entendían los judíos como que sucedería a través del Rey Mesías, pero aquí Jesús, hasta ahora, no dice más que eso: el Reinado de Dios puede tener ese significado.

Después de este pregón, Jesús llama a cuatro pescadores, a dos parejas de hermanos. Esta llamada -que es  distinta para el primer caso y para el segundo- es para hacerlos "pescadores de hombres", es decir para atraer a los hombres a este Reinado de Dios que va a empezar. Y ellos "lo dejan todo y siguen a Jesús". Ya tenemos aquí el modelo de cómo hay que seguir a Jesús: hay que desprenderse de un pasado. Esta llamada de los cuatro, en realidad, no es de los cuatro, sino de dos y dos. Dos parejas de hermanos, de los cuales la primera pareja son dos hermanos que no tienen ningún vínculo más que el de la igualdad de hermanos; y tienen nombres griegos -Simón y Andrés-, lo que indica que son gente más abierta. En cambio, la segunda pareja -Santiago y Juan- tienen nombres hebreos y, además, no sólo son hermanos, sino que tienen un padre -Zebedeo-, que es la figura de la autoridad. De manera que están unidos, no sólo por el vínculo fraterno, que es un vínculo entre iguales, sino por un vínculo de superioridad que domina a los dos. Con esto está describiendo Mateo -como Marcos- dos grupos de la sociedad judía: los más abiertos y los más conservadores; los que pueden tener mayor libertad, porque no están sometidos a una autoridad, y los que viven en una sociedad jerárquica, que es lo que representa la figura dominante del padre. Y ésta es la llamada a Israel, la invitación a Israel, representada por estos dos grupos. Después, Jesús va por toda Galilea enseñando y curando a todos los enfermos que llegaban de todas partes. Y ahora viene el SERMON DE LA MONTAÑA.

 

 

2 - PARA ENTENDER LAS BIENAVENTURANZAS

"Lo siguieron grandes muchedumbres de gente llegadas de GALILEA  (la región norte de Galilea), DECÁPOLIS  (la de enfrente,  al otro lado del lago), JERUSALEN (el centro), JUDEA (la provincia del sur), y TRANSJORDANIA"  (al otro lado del río) (Mt 4,25).

Esto era el antiguo reino de David. O sea, todo Israel, de alguna manera, está siguiendo a Jesús. Pero es un seguimiento diferente de los cuatro de antes, pues esta gente no ha dejado nada. Tienen una simpatía por Jesús, pero todavía no son discípulos suyos. Ven en Jesús una esperanza y le siguen.

"Al ver las multitudes subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos. El tomó la palabra y se puso a enseñarles así".

Esta es la introducción. Reacción de Jesús ante el gentío que le sigue: se sube a un cerro. Y vemos que dice "al monte", pero no dice a qué monte. Normalmente el evangelista debía decir: se subió a "un monte" porque, si no dice el nombre y nadie sabe cuál es, se pone el artículo indeterminado. Sin embargo, dice "al monte", como si ese monte fuese  conocido por todos. ¿Por qué habla así el evangelista? Pues porque el "monte" en todas estas culturas y en los evangelios es el lugar simbólico de la presencia de Dios en relación con la historia humana. A Dios se le atribuye como morada el cielo. Todo es metáfora, claro, que hay que usar símbolos. Siempre, en todas las culturas humanas, lo excelente se pone arriba y lo despreciable abajo. Por eso siempre, en todos los pueblos, desde los animistas a los cristianos, se ha dicho que Dios está arriba, aunque en realidad no está arriba ni abajo, ni a la derecha, ni a la izquierda; pero instintivamente tomamos el símbolo de la altura para representar la excelencia. Por lo tanto, el cielo es la morada de Dios. Es un símbolo espacial que no corresponde a una realidad, ya que Dios está en todas partes. Pero Dios se pone en contacto con la Historia humana, y entonces el símbolo que se escoge es "el monte",  que es lo más alto que hay dentro de la superficie de la tierra. De manera que un lugar elevado, el monte, se considera que es un lugar donde Dios se va a manifestar, donde Dios se va a comunicar, donde Dios va a actuar. El monte es el lugar simbólico de la presencia divina en contacto con la Historia humana. Por eso Jesús sube al monte.

En la cultura griega la morada de los dioses era el monte Olimpo. En la cultura judía el Templo estaba en el monte Sión y la Ley se le dio a Moisés en el monte Sinaí. Y este símbolo tradicional lo usan los evangelistas para indicar precisamente el lugar de la presencia de Dios, la esfera divina en contacto con la Historia humana. Y Jesús se sube a la esfera divina "y se sienta",  porque su sitio es la esfera divina. El ha recibido todo el Espíritu de Dios, él es el Hombre-Dios, él es igual al Padre y, por lo tanto, su sitio es la esfera divina. "Sentarse" significa la estabilidad: Jesús se queda sentado porque ese es su sitio.

Aquí tenemos un paralelo con el antiguo Sinaí. Jesús va a promulgar el código de la Nueva Alianza, el código del Reinado de Dios, que son las Bienaventuranzas. Y vemos lo bien que lo hace el evangelista. Jesús sube al monte como subió Moisés, pero a Moisés le habla Dios, y aquí es Jesús el que habla. Jesús es hombre como Moisés, y sube al monte como él, pero no habla Dios, sino él, por lo que tenemos al Hombre-Dios. Une el papel de Moisés con el papel de Dios en su persona. El es el Hombre-Dios, el que va a pronunciar esta Nueva Alianza, y por eso va a ser "su Alianza": él es el que hace la Alianza. Como lo dirá después en las palabras de la Cena: "Esta es la sangre de la Alianza mía". El es el que entabla con la Humanidad esta nueva relación, porque él es la manifestación de Dios en la tierra, como ha dicha Mateo mismo en la escena de la Natividad: Le pondrán por nombre Enmanuel (que significa DIOS ENTRE NOSOTROS). Jesús es Dios en la tierra, es el Hombre-Dios, el que ha recibido la plenitud del espíritu de Dios.

Y ahora el Hombre-Dios está en el monte y se le acercan sus discípulos. En el Sinaí no se podía hacer eso. Precisamente sube Moisés sólo, y el pueblo tiene que quedarse más allá de un límite fijado y, al que se atreva a pasar ese límite, le caerá encima un castigo divino. Ahora, sin embargo, esa separación entre Dios y el pueblo se ha terminado. Los discípulos, que han hecho su opción por Jesús, tienen derecho a entrar en la esfera divina; ellos pertenecen ya también a la esfera divina;  están con Jesús en ella. El pueblo, la multitud que está fuera, que no ha hecho todavía una opción, no está con ellos. Ahora se acabarán las mediaciones porque Jesús toma el papel de Dios mismo, y todos los que siguen a Jesús tienen acceso inmediato a él que, a su vez, es el acceso a Dios. Ya se acabaron los intermediarios.

"El tomó la palabra... (esto lo pone Mateo como frase solemne) y se puso a enseñar así".

A los discípulos, pero la multitud lo oye. De manera que, en cierto modo, la multitud está invitada a lo que Jesús dice. Directamente se refiere a los discípulos, pero indirectamente a la multitud, a la Humanidad entera.

"Enseñar" no es informar: hay una diferencia. Informar es hacer conocer algo que uno no conocía, y enseñar es hacer conocer algo que uno no conocía pero que, además, tiene que ser aplicado en la vida del discípulo. De manera que ser discípulo significa aprender del Maestro para traducirlo en sus propia conducta: porque aquí lo que se enseña es una manera de vivir. No son teorías, sino una manera de vivir. Por tanto, lo que Jesús va a decir ahora es para su inmediata aplicación por parte de los discípulos y de todos los que le escuchan. Y empieza :

"Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos tienen a Dios por Rey".

Los mandamientos de la antigua Ley eran imperativos, futuros que son imperativos: "no jurarás, no matarás", etc. : es el Dios impositivo. Pero en la Nueva Alianza no hay ninguna imposición, sino una invitación. Y quizá más bien el proponer un ideal que suscite la activación del hombre. "Dichosos...": las ocho empiezan así. Ni una sola  imposición. Vemos el cambio de estilo. Aquí Dios ya no es el soberano: eso era del Antiguo Testamento. Aquí Dios será el Padre. "Dichosos..." ¿Quién quiere entusiasmarse con esta idea?: porque esto tiene una promesa de felicidad.

Y ahora, antes de empezar a explicar cada una de las bienaventuranzas, vamos a ver la estructura de las ocho, cosa muy importante para entenderlas .

La primera es "Dichosos los que eligen ser pobres, porque ellos tienen a Dios por Rey", y la octava es "Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque estos tienen a Dios por Rey".  Como vemos, ambos tienen la segunda parte igual. La traducción ordinaria de la última es: "...porque de ésos es el Reino de los Cielos".  El  "Reino de los Cielos" es el " Reino de Dios", y suele explicarse que Mateo pone "de los cielos", en vez de poner "de Dios" por reverencia al nombre divino. Ya sabemos que los judíos no pronunciaban nunca, por respeto, el nombre de Dios. Más bien decían "la Fuerza", o "la Potencia", o "el Bendito", etc. Y, claro, como Mateo es tan judío, lo nombra así. Pero esto no es cierto: porque hay otros casos en los que dice el "Reino de Dios", concretamente en tres ocasiones. Entonces ¿por qué hace esta distinción?.

Estudiando el texto se saca esta conclusión: cuando Mateo habla del Reino de los Cielos lo que significa es la universalidad de su Reino: un reino destinado a una Humanidad entera. En cambio, cuando habla del Reino de Dios significa, entonces, el reino que espera Israel: la prueba es que lo usa en  tres contextos en los que se refiere al pueblo judío, a su expectativa. Como para nosotros "los cielos" es una cosa impersonal, no vemos esa distinción, y por tanto es mejor traducir "el Reino de Dios". Mejor aún, el "Reinado de Dios", pues la palabra no significa  reino sino reinado, que no es lo mismo.

Esta palabra griega -"basileia"- tiene tres significados:

1¡: la realeza, es decir, la dignidad del rey: el que tiene esa dignidad y, por lo tanto, tiene derecho a gobernar al pueblo;

2¡: el reinado, que es la actividad del rey, que nace del hecho de que es rey, de que tiene la realeza;

y 3¡: el reino: es decir, el territorio de los súbditos sobre los que se ejerce el reinado. En griego tiene, por tanto, estos tres significados. Pero como esto es una traducción de una palabra aramea -"malkut"-,  en arameo significa "reinado": es activo; es la actividad de gobierno que Dios ejerce.

Por tanto, la primera y la última bienaventuranzas tienen el mismo colofón: "porque ésos tienen a Dios por rey"  o "porque sobre ésos ejerce Dios su reinado". Pero, además, éstas dos tienen una relación particular entre ellas: son como el marco en el cual entran las otras seis.  En éstas dos está el verbo en presente: "porque ésos tienen a Dios por rey": tienen ya, ahora. El Reinado de Dios es una realidad que existe ya. Sin embargo, todas las demás tienen los verbos en futuro: "Dichosos los que sufren porque ésos recibirán el consuelo", "Dichosos los sometidos porque ellos heredarán la tierra"... De manera que la primera y la última son una realidad presente, mientras que las otras seis son una realidad futura: esto es muy importante. Es una realidad que existe ya y una realidad que tiene que existir, que existirá después. Ya vemos qué sentido tiene esto.

En las otras seis hay dos grupos claros: tres y tres. Las tres primeras -la segunda, la tercera y la cuarta- hablan de una situación negativa, de una situación dolorosa de la Humanidad, y se hace una promesa que va a remediar esa situación dolorosa: "Dichosos los que sufren, porque ésos recibirán el consuelo; dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra"...  Es decir, sufrir, estar sometido y padecer injusticia son situaciones negativas, y hay tres promesas de que esas situaciones se van a remediar. En cambio, las otras tres -la quinta, sexta y séptima- hablan de actitudes positivas, que también tienen una promesa: "Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda; dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios, y dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos Dios va a llamarlos hijos suyos".

De manera que ya hemos visto la estructura: primera y última en  presente, expresando una realidad que tiene que existir ya. Las seis que están en medio, en futuro. De ellas, las tres primeras describen situaciones negativas del hombre, y Jesús promete ahí la solución a esas situaciones. Las otras tres son actitudes positivas, y Jesús también da una promesa de felicidad y de beneficio. Vamos, entonces, a la primera.

 3 - LOS QUE ELIGEN SER POBRES

 "Dichosos los que eligen ser pobres".

Esta traducción llama la atención, pues esto se suele traducir por "bienaventurados los pobres de espíritu". Sin embargo, hemos elegido la palabra "dichosos" porque "bienaventurado" es palabra que se lee sólo en el Evangelio y no es palabra de la conversación común. Cuando nosotros queremos decir algo así decimos "dichosos": "Me ha tocado la lotería. Dichoso tú". Se podría decir también "felices"..

"Los pobres". La palabra "pobre" en al A. T. tiene una tradición grandísima, y son los pobres sociológicos, los que no tienen nada. Eso está claro. Pero ahora, el complemento que tiene aquí es el difícil y se suele traducir por "de espíritu". En griego está la palabra "espíritu" y está precisamente con artículo. En latín, como tiene la dificultad de que no hay artículos , está sólo "espíritu". Esto de no tener artículos el latín es grave dificultad para el N. T. , porque no es lo mismo decir "Mesías" que "el Mesías"; o decir "Hijo de Dios" que "El Hijo de Dios". Cuando dice "Hijo de Dios" da una sensación de exclusividad, de primacía. No es lo mismo decir "Jesús es hijo de Dios" que decir "Jesús es el Hijo de Dios". El artículo le da mucha más fuerza. Y en latín no existe, por lo que en muchas de las Biblias que hemos traducido a español, que estaban traducidas del latín, no se distingue la cosa.

Y aquí está "el espíritu", con artículo. Por lo tanto, no es "de espíritu".  Sería "del espíritu"; y esa preposición "de", como no hay preposición en griego, sino un dativo, se puede interpretar de dos maneras: o un dativo de aspecto -"pobres en el espíritu"-, o un dativo de causa -"pobres por el  espíritu"-. ¿Cuál de las dos traducciones es? Esto es lo que vamos a explicar. Y lo que nos va a dar la clave es qué cosa significa "espíritu". Aquí espíritu es el espíritu humano, pues si no Mateo diría Espíritu Santo, como antes ha hablado del Espíritu de Dios. Entonces ¿qué significa espíritu?. A nosotros nos parece claro, pero no lo está tanto, porque esto supone una antropología, la antropología semítica que está aquí metida, la que está en el A. T. y continúa en el Nuevo. El A. T. considera la interioridad del hombre en dos aspectos; interioridad del hombre es su inteligencia, su voluntad y su sentimiento. Nosotros distinguiremos más cosas, pero ellos no. Inteligencia, voluntad, sentimiento, todo eso constituye la interioridad humana. Y esta interioridad puede ser: activa o dinámica, y estática. Un acto de voluntad es la interioridad dinámica, o un acto de intuición, o un pronto de sentimiento. En cambio, una disposición habitual (por ejemplo, una persona que es amable) es interioridad estática, no dinámica. Y una convicción que uno tiene, que pertenece al terreno de la inteligencia, ésa es estática, no dinámica, como también lo es un propósito o un hábito que uno lleva toda la vida. De manera que los semitas distinguen muy bien las dos cosas, y a la interioridad estática (las convicciones, los hábitos de actuar, etc.) le llaman "corazón", mientras que a la interioridad dinámica le llaman "espíritu". Así, un acto de inteligencia es "espíritu"; un acto de voluntad, que es la decisión, es "espíritu", así como un pronto de sentimiento (por ejemplo, un suspiro) es "espíritu". En cambio, lo otro se llama "corazón".

En las Bienaventuranzas aparecen los dos. Aquí dice "los pobres por el espíritu", y después dirá  "los limpios de corazón". Ser limpio o puro es una disposición habitual, por lo que no es "limpio de espíritu", pues eso sería un acto de limpieza, sino "limpio de corazón". Pero en la primera bienaventuranza, como es este "espíritu", no se trata de algo habitual. Y, si dijéramos "los pobres en el espíritu" -una disposición habitual del que está desprendido del dinero- no sería exacto, pues espíritu no significa eso, sino algo que nace de dentro.

Entonces, se trata de un estado de pobre que es efecto de un acto humano. Pone "El espíritu". Como nosotros decimos también, esto se llama el artículo posesivo. Por ejemplo, decimos "le di con la mano": ¿con qué mano? ¿con la del otro o con la mía?: con la mía ; pero no hace falta decir "con mi mano", pues el artículo da el posesivo. Y  eso mismo pasa aquí. Este espíritu es "por su espíritu", por el propio espíritu del hombre. De manera que nace de la interioridad del hombre, que puede crear un estado de pobreza. Tiene que ser un acto de voluntad; el conocimiento no crea la realidad, la conoce, la recibe. El sentimiento tampoco. Es la voluntad la que decide. Por lo tanto se trata de un acto de voluntad por el cual el hombre elige el estado de pobreza. Y entonces, la traducción literal sería "dichosos los pobres por decisión" y, puesto más elegante "dichosos los que eligen ser pobres".

Esto es lo que significa la primera bienaventuranza. Se trata de una opción.  Una opción por la cual decimos "para mí, el dinero no es el valor; el acumular dinero no es para mí ningún valor; no quiero acumular dinero". Esto se entiende mejor comparándolo con el ser rico. El que elige ser rico es el que quiere acumular y retener para sí; el que tiene y retiene para sí. El pobre tiene poco, pero lo poco que tiene tampoco lo retiene para sí.

Esto tiene unos rasgos negativos muy fuertes. Pobres significa tener necesidad, no tener y, por lo tanto, depender de otros para vivir. Y esto es lo que elimina el "dichoso". De manera que esos rasgos negativos tienen que estar eliminados porque aquí dice "dichosos"... y, naturalmente, no se puede ser dichoso de esa manera. Entonces ¿cómo es posible que Jesús llame dichosos a éstos, que son pobres voluntarios?: porque no se trata de pobres sociológicos. Un pobre sociológico, un pobre corriente, puede tener un deseo enorme de riqueza y, si no se la consigue, es porque no puede, pero su ideal es ser rico. Y ése no entra en las bienaventuranzas. El de las bienaventuranzas es uno que comprende que solamente mediante esta opción se elimina la injusticia del mundo y, por lo tanto, quiere hacer la opción para no ser cómplice de ninguna injusticia. De manera que tenemos éste, que elige esa pobreza, ese estado contra la riqueza, contra el tener mucho y retenerlo para sí. El tiene poco y, lo poco que tiene, está dispuesto a compartirlo. Y ¿cómo se le dice "dichoso" a ése?: pues "porque tiene a Dios por rey": ésta es la razón. El hecho de estar bajo el Reinado de Dios, de estar en esa esfera donde Dios muestra su amor, evita las consecuencias negativas de la pobreza. No hay miseria y no hay dependencia, que son los dos aspectos negativos de la palabra "pobre".

Cuando es  un pobre voluntario, cuando hace un opción contra la injusticia del mundo, podemos afirmar que Dios le dice: "tú eres de los míos". Porque Dios está contra la injusticia del mundo, está claro. Por eso es justo. Dios es justo porque no puede soportar la injusticia y, a uno que hace esa opción, le dice: "tú eres de los míos; yo me cuido de ti; yo soy tu rey; tú estás en mi Reino". Pero ¿cómo reina Dios?: Dios reina comunicando su espíritu. Por eso es lo mismo decir "Dios rey" que "Dios padre". En el Padre nuestro se dice "venga tu Reino". Y ¿a quién se le dice?: al Padre. De manera que Dios rey se traduce por Dios padre y los dos significan los mismo: el que comunica su vida y su amor .  El reinado de Dios es la actividad de Dios por la que él comunica su amor. De manera que los que están bajo su Reinado o forman ese Reinado están en la atmósfera del Espíritu de Dios. Ahí se forma una sociedad nueva, un grupo humano nuevo, donde la relación es la del amor y la entrega, y no habrá nunca miseria ni dependencia. Ahí se encuentra la verdadera libertad, porque ya no está uno sujeto al hilo del dinero, y ya no es uno esclavo del capital. Se encuentra la verdadera libertad, la verdadera alegría y, además, sin las connotaciones negativas de la dependencia y de la miseria. No hay miseria. Donde Dios reina no puede haber miseria, donde Dios reina no puede haber falta de libertad, que es la dependencia de otro. Por eso Jesús dice "dichosos...".

Esta es la primera bienaventuranza. Se trata, por tanto, de una opción que se tiene que hacer para entrar en el Reinado de Dios. Esta es la puerta de entrada. Una opción que hace cada uno, porque la opción es personal, y esa opción es contra la riqueza "como valor". Siendo esto la primera bienaventuranza y siendo -digamos- el código de la Nueva Alianza, está en paralelo con el de la Antigua Alianza, cuyo primer mandamiento decía: "No tendrás otro dios junto a mí. Yo soy el Señor tu Dios, y amarás al Señor tu Dios con todo tu ser". Amar significa ser fiel. Y aquí dice que ese dios, frente al Dios verdadero, es el dinero. Hay que optar contra el dios falso por el Dios verdadero. De manera que es la renuncia a la idolatría, la manifestación de la fidelidad al verdadero Dios, porque el verdadero Dios es el Padre, el que quiere ser Padre de todos los hombres y quiere comunicar a todos vida y felicidad, el que quiere suprimir toda injusticia. Y, con esta opción, el hombre personalmente se libera de toda complicidad con la injusticia  del mundo, que nace siempre de la acumulación del dinero, que es lo que produce el prestigio social, la diferencia de clases, el poder o dominio de unos sobre otros. Y el dominio basado en el temor porque, claro, si uno depende de otra persona para comer, tiene que someterse, tiene que decir "sí" a todo. En el dinero están los tres falsos valores: el dinero, el prestigio y el poder, y, el que renuncia al dinero, renuncia a los tres, que son los falsos valores de la sociedad, los que crean injusticia e infelicidad en el mundo.

Esto es lo que dice la primera bienaventuranza. Pero, si no está claro, Jesús lo explica en el mismo Sermón de la Montaña. En el capítulo 6, después del Padre nuestro, hay cuatro perícopas donde explica esta primera bienaventuranza. En las tres primeras perícopas explica el primer miembro -qué significa ser pobre por opción-, y en la cuarta explica el segundo miembro - dichosos, porque ellos tienen a Dios por rey-. De manera que él mismo nos ha dejado la explicación. No hay que romperse la cabeza. Y esta explicación que hemos visto es la que se ha dado en la Iglesia, por lo menos, hasta el siglo XV; por tanto, no es ninguna cosa nueva. Es después cuando han empezado a liarlo. Además, este significado de "espíritu" que hemos visto, que es la interioridad del hombre en cuanto es activa, es un significado hebreo, pero no era el significado de los griegos y, sin embargo, éstos, cuando lo leen, aunque no entienden bien lo que dice Mateo, comprenden que aquí se trata de una pobreza real. Por eso, Clemente de Alejandría, que es un autor griego de hacia el año 200, fundador de la escuela de Alejandría, explica las bienaventuranzas; pero claro, "espíritu", para un griego, ya no es la interioridad del hombre en cuanto es activa, sino que es una parte del hombre, lo que decimos "alma", porque tiene una antropología distinta; y, entonces, él dice: "Bueno, sí, pobres de espíritu, pero también de dinero, también pobres de verdad". De manera que, a pesar de no entender la antropología de Mateo,  él comprende el sentido de Mateo. Es decir, que estaba claro. Y vemos cómo todos los fundadores de órdenes religiosas siempre han entendido que lo primero es la pobreza. Que lo hayan practicado luego según el Evangelio es otra cuestión, pero desde luego han entendido que el punto fundamental es la pobreza. Y el campeón de la pobreza es San Francisco de Asís.

Aquí hay que hacer una aclaración: esto no es para "salvar el alma". Jesús no viene a salvar las almas. Recordemos el episodio del hombre rico, que se acerca a Jesús angustiado y le dice: "¿Qué tengo que hacer para obtener la vida eterna?" O sea, para salvar el alma, como se ha dicho después, para encontrar el cielo después de la muerte. Y Jesús le dice: "Eso ya te lo han dicho. Moisés te lo dijo. Dios te lo enseñó por medio de Moisés: ser honrado". Y, al enumerarle los mandamientos, Jesús se salta los tres primeros, que se refieren a Dios. El toma sólo desde el cuarto en adelante, empezando por el quinto -no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, etc. -, y luego pone el cuarto: sustentarás a tu padre y a tu madre. Porque es más importante la Humanidad que la familia, y porque, además, con pretexto de la familia, uno esquiva los deberes que tiene hacia la Humanidad. Por eso el cuarto, que es el de la familia, lo pone al final. Primero, lo que se refiere a todos los hombres, como principio general; por eso se dice en Mt.: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". O sea, pórtate honradamente. El que se porte honradamente, en cualquier religión, o sin religión, este tiene la vida futura. Por eso Jesús le dice: "¿Para qué me preguntas a mí eso, si ya lo sabes?". Jesús no viene a eso. Eso está dado desde siempre.  Ser honrado, portarse bien con los demás, es el mínimo; y ese mínimo basta. De manera que aquí, en la primera bienaventuranza, no se trata de que, si no se cumple eso, vaya uno a condenarse.  Nada de eso.

 Es que Jesús viene a otra cosa: a hacer que el hombre sea feliz desde aquí. Que experimente ya en la tierra  lo que es el amor a Dios, que pueda desarrollarse plenamente según el proyecto creador, el plan de Dios. Y, en una sociedad donde el hombre no es libre, donde el hombre está oprimido, donde está ahogado, como está, no puede desarrollarse, está mutilando su propia vida. Y esto va contra lo que Dios quiere. Por lo tanto, lo que Jesús viene a fundar es una sociedad nueva.

El Reinado de Dios, en el lenguaje de ahora, es una sociedad alternativa, y el Evangelio es una contracultura, en el sentido en que niega los valores en que se funda esta cultura y propone otros. Y cultura, en el más profundo sentido de la palabra, no en el sentido de música y poesía. Una cultura se basa sobre un sistema de valores, y sobre eso se construye un modelo de sociedad. Y, entonces, lo de Jesús es una contracultura, para usar los términos a los que estamos acostumbrados. El propone otro sistema de valores, los únicos verdaderos, y que son: el compartir, la igualdad entre todos y el servicio  en lugar del poder. Estos son los valores que forman la nueva sociedad. Sobre eso podemos organizar la nueva sociedad. Para eso ha venido Jesús. Por ello, esta opción es necesaria para empezar la nueva sociedad. Sin ella, no podemos ser muy buenos, podemos -por supuesto- salvarnos, podemos hacer mucho bien en este mundo personalmente, pero no cambiaremos la sociedad. Como tantos santos que ha habido, que eran personas muy respetables y muchos de ellos muy buenos y han hecho mucho bien, pero no han cambiado la sociedad, que es lo que Jesús pretendía. Por eso, santos, en ese sentido, hay también en otras religiones, y no han cambiado tampoco la sociedad.

Jesús lo que pretende es formar una nueva sociedad, que él no propone como una utopía para el futuro -como Marx o Bakunin-, sino como una utopía para el presente. Hay que empezar hoy, haciendo eso hoy.  ¿Que somos cuatro gatos?: pues cuatro gatos. Pero seremos más, porque es libre la entrada. Esto es opción libre. Aquí no se obliga a nadie, ni se le mete a nadie un libro rojo por las narices para lavarle el cerebro.

Y no es de puro futuro, sino de presente y futuro,  porque desde estos pequeños grupos donde se vea otro modo de vivir, donde la persona puede ser libre, y estar alegre, y ser hermano de todos, y tener plena confianza de que nadie le va a poner una zancadilla y de que, cuando le haga falta, todos le van a echarle una mano, cuando se vea esa nueva posibilidad, habrá otra mucha gente que se "anote". Por eso es una utopía realizada. En pequeño, pero realizada. Jesús quiere que empecemos hoy. Y, además, es una utopía por realizar el que eso se extienda a toda la Humanidad. De manera que, cuando se habla de la primera bienaventuranza como opción necesaria para el Reinado de Dios se trata de una sociedad nueva, que esto no es para salvarme yo. Por eso, al rico aquel que,  cuando  Jesús  le  recordó los mandamientos, le dijo: "Ya los he cumplido todos", Jesús le dice: "Pues, entonces, te falta una cosa. Si quieres lo del Reinado de Dios, es otra cosa. Ahí hay que dar un paso más. Tú no puedes ser rico". Son dos cosas distintas, una cosa es ser bueno, que se puede ser muy bueno y salvarse, y otra es decir: "Aquí vamos a construir una sociedad nueva".

Y ahora vamos a ver esa explicación que da Jesús de la primera bienaventuranza. Está en Mt. 6, 19ss  y dice:

"Déjense de acumular riquezas en la tierra, donde la polilla y la carcoma las echan a perder, donde los ladrones abren huecos y roban".

Es decir, "acumulan ustedes riquezas para tener seguridad; pues sepan que no hay seguridad". Que es algo que vemos con frecuencia. Acordémonos de, cuando en la guerra mundial, tantísima gente se quedó sin nada porque la inflación y la devaluación de la moneda hizo que los capitales  se redujeran a cero. Y lo mismo en la guerra española. Es decir, esa seguridad que buscan  es una falsa seguridad. Puede fallar. No siempre falla, pero puede fallar.

"En cambio, amontonen riquezas en el cielo, donde ni la polilla ni la carcoma las echan a perder, donde los ladrones no abren huecos ni roban".

La seguridad está en Dios. Estamos en la misma oposición: La riqueza de aquí u otra clase de riqueza, que tiene relación con Dios. Y estamos en lo del Reino. Ahí hay una seguridad que nadie quita, que es amor mutuo que está en la comunidad, por el cual yo se que, cuando me haga falta, no estaré desamparado. Pero, además, añade otra cosa:

"Porque donde tengas tu riqueza, tendrás el corazón".

Uno tiene el corazón en lo que le da seguridad. Si yo tengo seguridad en la cuenta corriente, eso es lo que más me llega a mí . Si no tengo eso, tengo libertad, puedo poner el corazón donde debo ponerlo: en el grupo cristiano, en el Señor, porque no tengo otra seguridad más que esa. El hombre se define por sus seguridades y por sus objetivos. Si tu objetivo es acumular dinero para tener seguridad, eso te define. Si tu objetivo es quedar libre para poder amar, eso te define. Por tanto, esto interpreta la palabra "pobres". Pobres son los que no tienen dinero.

"La esplendidez da el valor a la persona. Si eres desprendido, toda tu persona vale; en cambio, si eres tacaño, toda tu persona es miserable. Y, si por valer tienes sólo miseria, Áqué miseria tan grande!"

Esta segunda explicación es complicada en la traducción ordinaria, que dice: "Lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano todo tu cuerpo tendrá luz; si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo está en tinieblas, y si todo lo que tienes en ti es tiniebla, Áqué tiniebla tan grande!". Esta traducción es la que se encuentra en casi todas las Biblias, pero es mala.

En primer lugar, lo que traducen por "ojo enfermo" no significa eso. En griego significa "ojo malvado". Y lo que traducen por "ojo sano" tampoco significa eso, pues lo que quiere decir es "ojo sencillo o simple". Pero,  ¿qué significa "ojo malvado"? Esta es una expresión del A.T. Como Mateo escribe con mucho estilo judío, usa una expresión muy antigua, en la que "ojo malvado" significa la avidez de tener, que se traduce en envidia de los demás o en tacañería. O sea, el tipo tacaño. En cambio, en "ojo simple", la palabra "simple" la usa el mismo san Pablo en el N. T. para significar  "generosidad". La simplicidad significa generosidad, por lo que "simple" significa "generoso". De manera que tenemos oposición entre tacañería y generosidad. Por lo tanto, la perícopa se refiere al dinero. Eso está claro. Y entonces ya podemos traducir.

"La lámpara del cuerpo es el ojo". El cuerpo, como ya hemos visto, no es para ellos como para nosotros -cuerpo y alma- una parte de la persona, sino que es la persona entera. La persona en cuanto es activa, identificable, comunicable. De manera que cuerpo hay que entenderlo por "persona". Entonces, al decir que "la lámpara del cuerpo es el ojo", ojo está  aquí en su sentido positivo, porque la lámpara da luz, y vemos  que en castellano hay una metáfora por la que "ser espléndido" significa al mismo tiempo "luminosidad" y "generosidad"; "espléndido" es algo que resplandece, que tiene luz pero, al mismo tiempo, en nuestro idioma, un hombre "espléndido" es un hombre "generoso". Y el mismo juego se da en griego. Este "ojo" en sentido positivo es la esplendidez, por eso la lámpara que da luz y, entonces, da un valor positivo a la persona. Por tanto, la traducción es esta: "La esplendidez da el valor a la persona. Si eres desprendido -el ojo simple, generoso, desprendido- toda tu persona va bien, tu cuerpo está iluminado, tiene valor, tu persona vale; en cambio, si eres tacaño -el ojo malvado- toda tu persona es miserable (la tiniebla significa la "miseria). Y, si por valer tienes sólo miseria,  Áqué miseria tan grande!.

Esta es la traducción correcta. Y no es ninguna novedad. Alonso Sch›kel y yo la hicimos porque, como él conoce tan bien el A. T.,  enseguida vio que lo del "ojo malvado" era la tacañería y buscó los textos de los profetas donde estaba. Y, entonces, después de hacer esta traducción y de justificarla, decidimos hacer un artículo para publicarlo y que se conociera y, cuál no sería nuestra sorpresa, cuando nos encontramos dos artículos  de los años 28 ó 30 donde estaba todo perfectamente explicado. Lo que pasa es que, muchas veces, los traductores o no reflexionan o no leen,  y ponen en la traducción lo primero que hallan.

Vemos, por tanto, aquí que, como de lo que se está tratando es del dinero, Jesús pone una contraposición entre ser  generoso y ser tacaño. Y dice: ¿qué es lo que da valor a la persona?: el ser generoso, el ser espléndido. Y, en cambio, el ser tacaño es la miseria de la persona. Sigue así explicando la primera bienaventuranza. De manera que ¿en qué consiste ser pobre?: además de "en no tener mucho", significa ser generoso, ser espléndido, ser desprendido. Es decir, el compartir. En la comunidad nueva, en la sociedad nueva que él quiere fundar, la gente renuncia a que el valor del dinero sea el objetivo de su vida, sea el ídolo de su vida, el valor supremo. Por lo tanto, no se puede tener demasiado dinero, pero, de lo que tengan, hay que ser desprendido, hay que estar dispuesto a ayudar, y así se crea la nueva sociedad. De manera que : 1¡ una vida modesta; y 2¡ una disposición a compartir. Estos son los rasgos de esa pobreza por la que se ha optado en la primera bienaventuranza.

"Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque aborrecerá a uno y querrá al otro, o bien, se apegará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero".

Este tercer trozo va al fondo de la cuestión. Lo que hemos dicho del primer mandamiento de la Antigua Ley. No se pueden tener dos amos, dos señores. Es lo que decíamos antes que es la idolatría. La antigua idolatría de elegir a los falsos dioses, se ha concretado en tiempos del Evangelio en que el falso dios, el que realmente exige el homenaje de la Humanidad entera, el que tiraniza a la Humanidad toda, es el dinero. Por tanto, hay que renunciar al falso dios, para ser fieles  al único Dios verdadero.

Con estas tres perícopas ha explicado Jesús qué significa ser pobre. Es optar por lo que ahora llamaríamos un nivel de vida modesto. Y, dentro de eso que uno tiene, vemos que él nunca dice que hay que tenerlo todo en común, sino que cada uno dispone de lo poco que tenga pero, en ese disponer, tiene que ser desprendido, estar dispuesto a ayudar. Es el compartir propio de la comunidad cristiana. Y esta opción significa ser fiel al único Dios verdadero.

Y ahora Jesús va a explicar la segunda parte de la bienaventuranza: "tener a Dios por rey", que es lo que da sentido a la bienaventuranza. Es dichoso porque tiene a Dios por rey, pues si uno sencillamente optase por no tener nada, no podría ser dichoso, ya que eso es una situación de inferioridad, de miseria y de dependencia. Y aquí hay un dato: vemos que nunca se habla a nivel individual -esto hay que tenerlo muy presente-, sino a nivel comunitario. Todas las bienaventuranzas están en plural. Es decir, Jesús no está dando consejos de perfección para personas elegidas; está hablando a todos los cristianos, a su futura comunidad. Por lo tanto, estos ideales se pueden vivir en grupo, no como individuo, pues uno puede decir: "yo voy a tener poco pero, si un día me hace falta, ¿qué hago?": Á claro!, si no está apoyado por una comunidad, pues se muere de hambre. Porque esto no son milagritos; esto es una realidad humana. Dice uno: "yo tengo poco, pero tengo que buscarme una pequeña seguridad; cuando yo pueda tener la seguridad de que me quieren, entonces ya no necesito la otra". Pero siempre hay que formar el grupo. Por eso, siempre habla en plural.

"Por eso les digo: no anden preocupados por la vida, pensando qué van a comer o a beber; ni por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?"

Dios nos ha dado la vida, nos ha dado el cuerpo. Pues, si nos ha dado lo más, también nos dará lo menos. El que ha dado lo más, nos dará también lo menos. No puede negarnos lo necesario para la vida, lo necesario para vivir. Está en un lenguaje precioso, un lenguaje que pone los dos ejemplos: Dios se cuida de los pájaros y de las flores. Si de eso, que vale tan poco, Dios tiene tanto cuidado, ¿cuánto más de nosotros?

"Fíjense en los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan; y sin embargo su Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellos? Y ¿quién de ustedes a fuerza de preocuparse, podrá añadir una hora sola al tiempo de su vida?".

El agobio no sirve para nada. La preocupación no hace más que ocupar la cabeza, y no resuelve absolutamente nada.

"Y, ¿por qué andan preocupados por el vestido? Dense cuenta de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Y les digo que ni Salomón en todo su lujo estaba vestido como ellos. Pues, si la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, la viste Dios así, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?"

La promesa está clara. Es lo mismo que "dichosos los pobres"; cosa que parece una contradicción, pero no lo es, y ya hemos visto por qué.  Y ahora dice que, en esta comunidad humana, en este grupo donde está presente el amor del Padre, que se traduce en el amor de unos por otros, ahí no hay que preocuparse porque nunca faltará nada.

"Por eso, no anden preocupados pensando qué van a comer o qué van a beber o con qué se van a vestir. Son los paganos quienes ponen su afán en esas cosas".

Los que no conocen a Dios, ésos sí, ésos tienen que estar siempre preocupados por el futuro. Los que no conocen el amor de Dios, los que no tienen esa experiencia. La experiencia del amor de Dios es doble: una interior y otra exterior. Y la exterior da validez a la interior. Uno puede estar lleno de ese sentimiento del amor que Dios nos tiene, y es cosa buenísima, pero eso puede ser una ilusión que yo llevo dentro y  me la creo. Hasta que yo no vea que eso es realidad fuera, que hay gente que verdaderamente quiere, que yo me dedico a querer así y que hay otros que se dedican a quererme a mí así, no podré  estar seguro de que no era una ilusión. Hasta que no se traduce en conducta, toda la experiencia interna puede ser ilusoria. Por eso, el único "test" es el cambio de conducta. Si una persona que dice que tiene mucho amor, que siente mucho el amor de Dios, no traduce eso en su conducta y, realmente, no se porta con amor con los demás, esa experiencia es ilusoria.  Por eso, cuando se dice de una persona "es muy religiosa, es muy buena, es muy piadosa...", yo digo "pues, mire usted, es como si me dijera que es rubia o morena; eso no significa nada desde el punto de vista de la calidad de una persona;  cuando usted me diga que se porta muy bien con todos, eso ya es otra cosa". Así ya se puede ser rubia, morena, religiosa, etc. : da igual; la praxis es lo que da validez a la experiencia interna. Aunque no es que la suplante, pues no podemos llegar a una praxis auténtica y profunda si no hay antes una experiencia.  La experiencia es necesaria, absolutamente necesaria. Hay que tener la experiencia del amor de Dios, del amor del Padre, del amor del Señor, del Espíritu y, desde ahí -y si eso es auténtico- , tiene que traducirse en una práctica, ya que es un impulso del Espíritu, la comunicación de la fuerza, de la vida y del amor de Dios. Si no se traduce, es que la experiencia es falsa, es que es una ilusión y no sirve para nada. Cosa que ocurre a menudo. Por eso aquí se trata de ese amor del Padre, que se experimenta a través de todos. Que uno siente dentro, pero que, además, ve que eso es verdad porque lo experimenta fuera, porque existe gente que -como uno mismo- está dispuesta a darse y a entregarse a los demás.

"Ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero que reine su justicia, y todo eso se les dará por añadidura".

"Reine su justicia"  es la labor, lo que ha dicho antes en las bienaventuranzas: "trabajar por la paz", que es la justicia y la felicidad de los hombres. "Ustedes, trabajen, que es lo que va a demostrar su experiencia de Dios. Cuando se dediquen a hacer bien a los demás, a trabajar por la felicidad de todos, por el bien de todos, por suprimir la injusticia en el mundo, entonces su experiencia  es auténtica, entonces es real, que el Padre está con ustedes, y entonces no se tienen que preocupar. Si el Padre está con ustedes, no les faltará nada".

"Total, que no anden preocupados por el mañana, porque el mañana traerá su propia solución. A cada día le basta su dificultad".

De manera que no hay que echar cuentas: y mañana ¿qué?; pues mañana será otro día como hoy. Por lo tanto, si el amor del Padre funciona hoy, también funcionará mañana.

Así explica Jesús la primera bienaventuranza: 1) ser pobres, es decir, no acumular dinero; 2) compartir, esa generosidad, esa disposición a  ayudar; y 3) eso es la auténtica fidelidad a Dios. Eso es la realidad del Reinado de Dios entre nosotros. El sabe todo lo que nosotros necesitamos. Cuando esta comunidad está realmente trabajando en la obra del Padre, de procurar que la gente esté bien, que la gente sea persona, que sea feliz, que se suprima la injusticia, la opresión y todo lo que mutila al hombre, entonces no se preocupen,  en esa comunidad que sabe entregarse  no habrá dificultad para nadie.

Hay también otros pasajes en Mateo  que se refieren a lo mismo, porque es un punto y una opción tan importante, que el Señor lo va mencionando de diversas maneras. Por ejemplo, los episodios de los panes, que solemos llamar "la multiplicación de los panes", aunque el Evangelio no habla de la multiplicación. Ahí tenemos también lo del compartir. Lo que hace el Señor es que todo el alimento que tiene el grupo, han de ponerlo en común con la gente. No una parte, sino todo. Este episodio -que es doble, uno con los judíos y otros con los paganos- es un ejemplo de cómo el compartir produce la abundancia. No es tanto que el Señor, con su potencia milagrosa, saque 5.000 pancitos para la gente, pues eso es una cosa que, al fin y al cabo, para el Dios creador del mundo es bien poco, sino que el compartir, el poner las cosas en común, hace que haya para todos y, además así continúa la generosidad del Dios creador. Por eso, el Señor bendice a Dios, da gracias a Dios por el pan, con lo que está diciendo que ese pan es de Dios, que no es nuestro, que es don suyo y, entonces, nosotros continuamos esa misma generosidad dándolo también a los demás, poniéndolo en común con los demás, que es para lo que nos lo ha dado.

Y de esta manera, sobra. Sobran doce canastos, porque Israel está constituido por doce tribus. Todas las tribus son simbólicas. Hay cinco panes y dos peces, que son siete, el número de la totalidad. Es decir, que todo hay que ponerlo en común porque todo es de Dios, todo nos lo ha dado como don y, por lo tanto, los hombres ya no pueden reservarse ese don para sí, sino que tienen que compartirlo con la Humanidad. Y, si se hiciera eso, se sacaría el hambre de todo Israel. Y con los paganos, lo mismo. Con los paganos, al compartir, se saciaría el hambre del mundo.

De manera que éstos no son propiamente milagros, sino lecciones que da Jesús para decirnos lo mismo que antes, cuando hablada de que la esplendidez da el valor a la persona. Si eres generoso, si eres desprendido, toda tu persona vale; si no, qué miseria tan grande. Y aquí está el ser desprendido: lo que uno tiene no lo considera sólo para sí sino que, ante la necesidad del prójimo, hay que ponerlo en común. En realidad, Jesús da un modelo de sociedad, porque los discípulos le proponen ir a comprar pan y consideran que no tienen dinero para comprar todo lo que hace falta. O sea, con el sistema de comprar/vender, que es la economía del mercado, economía del que tiene mucho y cede una parte solamente por medio de un precio, el precio que él le pone, esta economía es la ordinaria en el mundo,  y lo ha sido siempre, esta economía nunca bastará para saciar, para remediar la necesidad de los hombres. Y lo vemos todos los días.  En una tercera parte del mundo o más, el hambre es crónica y no se arregla. Y Jesús, en este episodio, lo que da es un modelo de sociedad, no ésta de los que acaparan y luego venden, y el que no tiene para pagar se queda sin comer, sino la sociedad que comparte; y, en una sociedad  que comparte, todo sobra. Esto está en relación con la primera bienaventuranza.

Y lo mismo quiere expresar con aquella "parábola del tesoro", cuando dice que el Reino de Dios es como un hombre que encuentra un tesoro en el campo y, entonces, de la alegría, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Aquí da  la motivación. De manera que es el descubrimiento de un valor extraordinario -que es el tesoro- , ante el cual todos los demás valores palidecen, quedan secundarios. Ante la alegría de haber encontrado el amor, la solidaridad con todos, el hacer una sociedad nueva, que es el Reinado de Dios, todo lo demás pierde importancia. Porque, no es que la opción de la primera bienaventuranza se haga a rastras, de mala gana, a contrapelo, porque el Señor lo manda y yo tengo que hacerlo, sino que de la alegría  de haber encontrado ese tesoro, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel, ya que el valor que ha descubierto es superior a todos los valores que conocía, incluido el dinero.

Podemos concebir esto de dos maneras: como un mandato del Señor, que no es mandato, en realidad, sino invitación; y si lo adoptamos por ese motivo es infantilismo. O porque el Señor nos ha abierto los ojos y hemos comprendido que es el único camino y, entonces, somos nosotros  los que estamos convencidos; lo hacemos por convicción propia. El Señor nos ha abierto los ojos, nos ha indicado dónde está la lacra de la sociedad, nos da esa fuerza, ese Espíritu para ser capaces de ponerlo en práctica. Pero como nosotros no consideremos eso como convicción propia, como no lo hagamos porque estamos convencidos de que no hay otra manera, no estaremos haciendo nada. Estaremos en un puro infantilismo de que "papá lo manda", y eso no es adulto en ningún supuesto. No es eso. Con él, pero convencidos como él. Y así actuamos con la plenitud de nuestro ser, de nuestra fuerza y, además, no hay quien nos desvíe de nuestro camino. Pues si lo hacemos porque nos lo mandan, entonces un día diremos " qué incómodo, ¿no?; Áeste señor es tan exigente"...!  No, así no jugamos. Tiene que ser porque sea convicción personal nuestra. Como gente adulta, que es lo que él pretende, naturalmente. Por eso vamos con él.  No bajo él, ni a sus órdenes, sino con él. Seguimos el mismo camino, acompañándolo a él. No a las órdenes del líder, que él no lo es ni quiere serlo, pues no nos llama siervos, sino amigos, colaboradores.

Volvemos ahora a las bienaventuranzas. Como dijimos, la primera y la última son el marco de todas las demás. Estas dos están en presente, mientras las otras seis están en futuro. De estas seis centrales, las tres primeras forman un grupo que trata de situaciones negativas, que van a ser corregidas, y las otras tres son situaciones positivas, que también reciben su promesa. Vamos, por tanto, primero al grupo de las situaciones negativas.

 

 

4. DICHOSOS LOS QUE SUFREN

 

"Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo"

"Los que sufren"  es una expresión tomada del cap. 61 de Isaías, como la primera bienaventuranza. En este pasaje de Isaías viene una preciosa frase, que se repite en otros evangelios también, en la que dice "El Espíritu de Dios está sobre mí. He venido -entre otras cosas- a consolar a los que sufren, he venido a dar la Buena Noticia a los pobres".  La primera bienaventuranza corresponde a la Buena Noticia a los pobres. Que los pobres ya van a ser dichosos porque esa pertenencia al Reinado de Dios va a suprimir todas las connotaciones negativas de la pobreza, que son la miseria y la dependencia. No hay miseria ni dependencia para los que son pobres por decisión. Se crea una sociedad nueva, donde esa comunión, esa solidaridad, ese poner en común las cosas, hace que nadie pase necesidad y nadie sea dependiente.

Pues también esta frase está tomada del mismo profeta y así se ve muy bien lo que significa. En Isaías se trata de Sión, es decir, de Israel, aunque, naturalmente, en las Bienaventuranzas eso queda universalizado y ya no se trata del pueblo de Israel, sino de la Humanidad entera. Allí, lo que sufre Israel es la opresión: "Cambiará su luto en fiesta"... El luto es la opresión: Israel está sometido, está subyugado por otros pueblos mayores que él, y dentro de Israel existe una enorme injusticia. Hay una clase poderosa, rica, y hay un proletariado (digamos en términos modernos) pobrísimo, miserable. Pues esto es lo que va a cambiar. Estos son los que sufren, los que sufren la opresión. Se trata de la opresión, según el texto de Isaías donde se inspira la bienaventuranza.

De manera que aquí tenemos que los oprimidos van a ser dichosos. ¿Por qué? Porque van a encontrar el consuelo. Ese sufrimiento va a ser aliviado, consolado, suprimido. ¿Como es posible? Lo mismo las dos bienaventuranzas que siguen, que también reflejan situaciones negativas, los sometidos y los que tienen hambre y sed de justicia. ¿Cómo se va a realizar eso? ¿Es que Dios va a venir al mundo a cambiar la situación social? Ya dijimos que el Reinado de Dios es una sociedad alternativa diferente, una sociedad propia del hombre, una sociedad donde los hombres son solidarios, son iguales, son libres, son hermanos bajo un mismo Padre. ¿Cómo se va a hacer eso?

Como ya hemos visto, estas bienaventuranzas están en futuro, mientras la primera está en presente. La primera constituye la comunidad cristiana, que es el Reinado de Dios, el lugar donde Dios reina y, una vez que existe esa comunidad cristiana, empieza el proceso liberador de la Humanidad, que es de lo que se trata. Y la liberación es: 1) hacer que la gente pase de un estado negativo, que es el estado de opresión, de la falta de libertad, de la injusticia, a un estado positivo donde exista la libertad, la autonomía, la justicia, el amor, la solidaridad, etc. Por tanto, lo que está diciendo el Evangelista es que el hecho de que empiece a existir  por opción de la primera bienaventuranza ese grupo humano, donde esos valores ya son realidad, eso permitirá que la gente pueda encontrar el lugar donde pueda evitarse la situación de injusticia.

Es decir, al formarse la comunidad cristiana, se crea el espacio donde se puede vivir así, y eso está al alcance de todo el que quiera entrar. Los que estaban oprimidos, los que sufrían ese dolor, pueden encontrar ahí su consuelo. Y es un dolor enorme, pues el verbo que usa Mateo es el que se usa para el luto por la muerte de un pariente. Ese verbo, en griego, significa un dolor interno, que es tan grande que tiene que manifestarse al exterior. Por eso se usa también cuando se trata de un duelo. En Oriente, en los entierros, hay gritos, exclamaciones e incluso se contratan plañideras para que griten. La misma familia expresa su dolor con gritos. Y esto ocurre también  en otros lugares, en Sicilia, y quizás también en nuestro país. Lo normal del luto es el grito, porque es un dolor tan profundo que no se puede contener. Y este verbo se aplica al luto, pero también a otras muchas situaciones, entre ellas a la opresión. Es una opresión tan fuerte que provoca el lamento, porque la gente no puede contenerse ante la situación que vive. Eso es lo que describe Mateo.

Pues bien, ahora existe la posibilidad de salir de ahí, porque se ha creado el espacio donde eso es posible. La comunidad cristiana es el espacio donde esos pueden encontrar el consuelo que necesitan, donde se acaba la opresión. De manera que, a medida que las comunidades  cristianas van creando ese ambiente de solidaridad, de compartir, de la igualdad, etc., la gente que estaba oprimida deja de sufrir, porque ya no está oprimida, se ha liberado. La opresión está causada por un sistema económico-político, y esa gente se sale de ese sistema para entrar en otro. En vez del sistema del dominio, está el sistema de la igualdad; en vez del sistema de la acumulación del dinero, está el sistema del repartir, de la igualdad económica. Por tanto, es la existencia de la comunidad cristiana la que da origen al proceso de liberación -según el pensamiento de Jesús- porque crea un espacio, un modelo de sociedad, donde la gente puede integrarse y salir así del modelo injusto. Y, para ello se necesitan dos cosas: que la gente lo conozca y que la alternativa exista. De modo que no basta que nosotros vayamos predicando este mensaje, diciendo que hay otra posibilidad, sino que es que tiene que verse la posibilidad. Tiene que verse, tienen que existir los grupos para que haya un lugar donde uno pueda estar.

Por tanto, los grupos tienen que existir, y existen en virtud de la primera opción y, ahora, una vez que existen, tienen que anunciarlo como Jesús lo anunciaba. No imponer, no convencer, sino anunciar: "Señores, hay otra posibilidad, y aquí está a la vista. Vengan  y los verán". Y empieza el proceso liberador del hombre. De manera que no se trata de milagros, sino de la extensión de las comunidades cristianas, porque ya se ve que es posible. Si nosotros anunciamos esto sólo teóricamente, nos dirán que es una utopía, que es precioso, pero que no se puede llevar a cabo. Por eso, Jesús quiere que lo hagamos hoy; la utopía realizada hoy . En pequeños grupos, como ya lo dice él con el "grano de mostaza", que apenas si se ve, pero que va creciendo hasta hacerse un arbolito. Ya sabe él muy bien que siendo, además, una opción libre, no van a ser muchos los que empiecen, sabe muy bien que eso no va a ser nunca el árbol que cubra el universo entero o, por lo menos, no lo describe así. Dice que se hará un arbolito que subirá por encima de las acelgas, de los tomates y de las demás hortalizas de la huerta. Pero que se verá. Y dice: "Y allí pueden venir a poner su nido todos los pájaros del cielo". Esto está tomado de la profecía de Ezequiel, y los pájaros significan los paganos. Estos vendrán porque encontrarán aquí ese ideal de libertad y de justicia.

De manera que no basta con anunciarlo. Jesús no es un filósofo teórico; es de lo más pragmático del mundo. Por eso dice: "Miren, aquí hay una utopía global: que la Humanidad viva así. Y, como eso es libre, vamos a empezar por la utopía parcial, la utopía mínima. Esta, hoy. La otra, no sabemos cuándo, pero ésta desde hoy. Hay que empezar a crear el granito de mostaza. Porque eso es también como "la levadura", de que habla Mateo en otra parábola. Dice: hay que ver lo poquito que es la levadura  al lado de la masa de harina y, sin embargo, toda la masa de harina acaba por fermentar. Lo cual no quiere decir que toda la harina se convierta en levadura, pero sí que cambia la harina. Es muy  difícil precisar lo que el Señor prevé para el futuro, para un mundo futuro, pero lo que se ve en esta parábola significa, no que la Humanidad va a ser toda cristiana explícitamente, sino que la situación de toda la Humanidad va a cambiar gracias a la existencia de estos grupos cristianos. De manera que el influjo de la comunidad cristiana no consiste sólo en hacer que la gente entre en la comunidad, sino que va mucho más allá a conseguir que la sociedad que está alrededor vaya cambiando  de principios, mejorando la situación general, porque existen estos grupos que son como testimonios, como levadura que va influyendo en la sociedad. Y, de hecho, muchos de los grandes principios evangélicos han pasado a ser principios sociales.

Consideremos, por ejemplo, la opción de Marx por una sociedad de compartir, que es el socialismo. Aparte de las otras muchas cosas que dijo Marx, de la otra filosofía, de los otros mitos que creó, etc..., en los que no entramos, su intuición de que la sociedad justa está en el compartir es totalmente evangélica. Y se ha hecho política o socio-política. La intuición de los anarquistas de hoy -como Bakunín y compañía- de que el poder, es decir, el dominio del hombre sobre el hombre, es lo que impide el desarrollo del hombre, es evangélica. Eso lo dice Jesús bien claro. O sea, que grandes principios evangélicos han pasado a ser patrimonio de ideologías no evangélicas, no cristianas. Esta es la levadura, aquí está la levadura. O sea, el Evangelio tiene una potencia que sobrepasa los límites de la comunidad cristiana, y eso se seculariza. Y Ábendito sea Dios! que se seculariza, porque lo que nos interesa  es el bien de la Humanidad, no el prestigio de la comunidad. El Señor no buscó su prestigio, y nosotros tampoco. Los cristianos tampoco. Lo que nos interesa es el bien del hombre y que el Evangelio penetre como sea. Con la etiqueta o sin ella, pero que penetre, porque eso es el fermento que va a cambiar a la Humanidad.

De manera que la idea de Jesús  es que esa pequeña utopía se realice hoy para que se vea que es posible, para que se cree un espacio donde Dios reine en el mundo, y desde ahí salga una actividad de proclamación, una actividad de testimonio, que va a ir cambiando la situación de la Humanidad, en el sentido de que los oprimidos, los que sufren, van a encontrar el consuelo. Se acabó la opresión. Este es el mensaje de la segunda bienaventuranza.

 

 

 

5. LOS SOMETIDOS

 

"Dichosos los sometidos, porque ésos van a heredar la tierra"

Esta no está tomada de Isaías, sino del salmo 37. Es la que se suele traducir por "los mansos", que suena un poco raro. En realidad hay que estudiar el salmo 37 para ver qué significa. La palabra del salmo 37 en hebreo es la misma de los "pobres", pero el griego le ha dado el sentido que se deduce del contexto, y que es los que carecen de independencia y libertad, los que están sometidos a otros. El salmo trata de eso.

Existía en Israel una legislación digamos utópica, pues parece que casi nunca se llevó a la práctica, aunque está en los libros del A.T. , en la cual se repartía la tierra de manera que cada familia tuviera su pequeño patrimonio , lo suficiente para vivir, y con eso se aseguraba la libertad, la autonomía y la dignidad de todos los componentes del pueblo. Cada uno era autosuficiente, era independiente y, por lo tanto libre. Esto parece que nunca llegó a existir pero, de hecho, en la época en que podemos ya controlar más la Historia, la época de la Monarquía, está clarísimo que se había acabado. Primero, los reyes y los grandes  de la corte empezaron a  acumular propiedad y así se continuó de forma que, ya en tiempos de los profetas, Isaías dice: "Maldito el que añade campo a campo; maldito el que añade casa a casa y no deja espacio para nadie en el país"  (Is. 5,8). Y esto en el siglo VIII antes de Cristo. En tiempos del Evangelio era lo mismo, naturalmente. La injusticia era enorme. Precisamente el salmo 37 trata de calmar a los que protestan porque los han despojado de su terreno. Al que tenía una pequeña fuente de subsistencia,  que era  su pequeña propiedad, se la habían quitado los más grandes, los más listos, los más        ricos, y lo habían dejado sin nada. Y, entonces,  estaban sometidos, eran siervos de los terratenientes. No tenían ni independencia ni libertad. Y el salmista lo que pretende es consolar a esta gente diciendo que ya Dios lo arreglará.

Pero Dios no lo arregla. En tiempos de Jesús la cosa seguía igual. Y Jesús dice que se arregla así.

La frase del salmo dice: "Ellos poseerán tierra". Sin artículo, es decir, un terreno. El evangelista pone: "ellos poseerán  la tierra".  El salmo habla de cada familia; el evangelista habla de los sometidos, en general. Ya no es poseer un pedazo de tierra, como pensaba el A. T., sino que la tierra pasa a ser un símbolo. La tierra entera, que es como la tierra prometida. No es que se trate de que entre todos poseamos la tierra, como propiedad para cultivarla, sino que poseer la tierra todos en común es el símbolo de la libertad, de la autonomía e independencia de todos los hombres. O sea, los que estaban sometidos van a encontrar su libertad y su independencia. Una manera de acabar con la injusticia. Los que están oprimidos, los que sufren la opresión, los que están sometidos. Y todo es efecto progresivo de la Historia del Mensaje del Evangelio. O debe serlo porque, hasta ahora, tampoco se ha visto nunca. Tenemos que confesarlo. Porque es que también difícilmente se han visto estas comunidades cristianas al estilo de la primera bienaventuranza. La Iglesia no ha cultivado esto. Dentro de la  Iglesia  se  han dado grupos pero, por circunstancias políticas, han sido perseguidos, naturalmente, y no han tenido un efecto así. Lo que se ha realizado no ha sido directamente gracias al mensaje del Evangelio, sino que se ha efectuado. Evidentemente, la situación del obrero hoy no es la que era en tiempos de Jesús, sino infinitamente mejor, por lo menos en los países del norte. Hay más independencia, más libertad, más autonomía, más seguridad económica.

Y esto se ha hecho, no por el Evangelio, sino por los trozos del Evangelio elegidos por ciertos motivos ideológicos y puestos en práctica, aunque sea mezclados con otras muchas cosas. Pero la comunidad cristiana como tal, hasta ahora, no la hemos visto.

 

 

6. LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

 

"Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados"

La última de este grupo de tres bienaventuranzas resume a las otras dos. Y la metáfora es fortísima: "hambre y sed".  Quiere decir que, sin justicia, el hombre no puede vivir. La vida en la injusticia es de muertos en vida. Lo mismo que el que no tiene que comer y no tiene que beber se muere, el que no tiene justicia es un muerto en vida. Esa es una vida que no es digna de vivirse. Y esta situación de injusticia resume las dos anteriores, y otros aspectos de la injusticia que se pueden presentar en el mundo. "Justicia" es aquí, naturalmente, la justicia entre hombre y hombre. Justicia supone igualdad, supone dignidad, ser tratado como persona, supone libertad, autonomía, derecho a decidir por uno mismo, en fin, todo lo que constituye una persona humana.

Pues todo eso, todo el deseo de justicia, el deseo ardiente, vehemente, necesario, irreprimible, que siente la Humanidad, queda satisfecho  en esta nueva utopía, esta nueva sociedad que debe empezar ahora. Esto es lo importante: que debe empezar hoy. Esto está muy claro, pero ahora necesitamos la cabeza para decir: "Y ¿cómo se empieza esto ahora?. En una sociedad tan diferente de la de Jesús". El no lo aplica a su sociedad, como vemos, sino que pone una visión general, universal, que sirve para toda época. Pero ahora, ¿cómo podemos nosotros empezar algo así? Algo que responda plenísimamente a este espíritu y a la situación de la sociedad en que vivimos. Ahí es donde hay que ir.

¿Cómo se puede organizar esa comunidad? ¿Cómo podemos entender esa renuncia al dinero en esta sociedad de hoy, en la concreta en que vivimos nosotros? ¿Cómo podemos entender esa solidaridad de unos con otros? ¿Cuáles son los canales? Esto hay que pensarlo, porque de las mismas bienaventuranzas no se pueden sacar unas normas claras, ya que las circunstancias varían. Suponiendo el Espíritu, que es el deseo de hacerlo, el deseo de entrega, vamos a ver, con el talento que Dios nos ha dado, cómo lo llevamos a la práctica. Y luego, ya formada la comunidad, cómo esa comunidad puede incidir de alguna manera para que sea real esta liberación de la injusticia que el Señor propone, y que el Señor dice que tiene que ser efecto de esta comunidad, cuáles son los aspectos de esta injusticia que nos tocan o que podemos remediar, o dónde podemos incidir de alguna manera. Esto hay que pensarlo. Y hay que pensarlo dialogando, y hay que pensarlo imaginando, proponiendo, y hay que pensarlo experimentando. Y, si una cosa no resulta, probaremos de otra manera.

Esto no es una ley, sino un espíritu. Si tomamos esto como una ley, nos destrozamos, pues entonces decimos: "ninguno de los que estamos aquí  somos cristianos, porque ninguno hemos hecho una opción de esta categoría. Todos tenemos dinero en el bolsillo, pero no salimos de aquí y se lo damos al primer mendigo que haya en  la calle". Entonces, ¿qué?. Si tomamos las cosas como una ley, no se entiende nada del asunto. Es un espíritu enormemente lanzado y exigente, es nuestro espíritu, que Jesús nos ha dado, que nos lanza y nos empuja, pero ahora viene la cabeza: ¿cómo podemos hacerlo? Una cosa concreta, una cosa práctica, porque el Señor es enormemente práctico, una cosa desde hoy. Y, si no podemos hoy, ¿cómo podemos ir creciendo en el sentido de aborrecer esta injusticia enorme que hay en el mundo? Porque la hay en infinitos niveles, no sólo en el sentido de que la gente coma o no coma, sino en otras infinitas cosas.

Ante esta injusticia que tenemos en nuestro ambiente y que existe en el mundo en magnitudes horrorosas, ¿cómo podemos nosotros hacer algo concreto? Pensar, discutir, reunirse, dialogar, aprender, ver iniciativas... Porque, desde luego, estas bienaventuranzas  no las podemos echar en saco roto. No se puede.

Entonces, si las rechazamos, es cuando ya renunciamos a ser cristianos. Pero ¿cómo vamos a ponerlo en práctica? Ya vimos lo que hacen las comunidades de Murcia. Esta es una manera, pero tampoco es el modelo, pues habrá otras mil. Supongamos una por ejemplo: somos un grupo de gente normal, que no pasa necesidad ¿por qué no abrimos una cuenta corriente y todos los meses cada uno mete ahí lo que pueda o lo que tenga gana? Una vez será 500 y otras serán 5.000 y, si a uno le toca la lotería, puede que sean 50.000. Y luego, ese dinero, al cabo de un tiempo, si no podemos organizar nada, aunque sea lo damos a Pastoral Social o a una organización de ayuda. Esto, para empezar a ser un poco solidarios. Esto es elemental, por supuesto, y tampoco arregla nada, pero por lo menos manifiesta una solidaridad. Esto es casi nada, pero por algún lado hay que empezar.

Las otras tres  bienaventuranzas son las que expresan una situación positiva. Se refieren a la comunidad en su vida interior, su disposición interior. Las tres anteriores, las de las situaciones negativas, son el efecto que va a producir la existencia de la comunidad a plazo más o menos largo, y en una extensión más o menos grande, según los grupos cristianos que haya. Pero ahora, ¿cuáles son las disposiciones que tiene la comunidad para realizar esa obra? Estas son las otras tres bienaventuranzas: quinta, sexta y séptima.

 

 

 

7. LOS QUE PRESTAN AYUDA

 

"Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda"

Esto se traducía por los "misericordiosos", pero no se trata de un mero sentimiento, sino de una ayuda. Como aquellas "obras de misericordia corporales", en las que decíamos "dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir a desnudo, etc". Son obras de misericordia. Esa es la bienaventuranza. Por lo tanto, se trata de prestar ayuda. "Dichosos los que prestan ayuda". Esta es la disposición de la comunidad.

"Porque ésos van a recibir ayuda".  Dios ayuda a la comunidad que ayuda. De manera que no tengan miedo de ayudar, porque él nos ayuda. Aquí hay una acción directa de Dios en la comunidad misma. Una de las maneras como la comunidad va a ir haciendo esa acción liberadora que se ha descrito antes, es por su deseo y su práctica de prestar ayuda. Y, en eso, no tengan miedo, porque hay una promesa detrás: "porque ésos recibirán ayuda".

"Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios"

El corazón -como ya vimos- es la interioridad de la persona considerada en su aspecto estático, o sea, permanente. "Limpio" es igual a "puro", aunque para nosotros es mejor decir "limpio", porque "puro" tiene demasiadas connotaciones. La persona que tiene el corazón "limpio" es la que no abriga mala intención para nadie. De hecho, el mismo Mateo lo explica en el capítulo 15, cuando dice que "lo que sale del corazón es lo que mancha al hombre, porque del corazón salen las malas ideas, los malos designios..." , y ya enumera una serie de cosas. De manera que las malas intenciones internas producen una serie de actos que son los que manchan al hombre. Lo que se hace con mala idea o con mala intención.

Por tanto, el corazón "limpio" es el que no tiene mala idea, ni mala intención contra nadie. Es de una benevolencia, de una disposición positiva y favorable para todo el mundo. No hay miedo de que esta persona nos traicione, ni nos ponga una zancadilla, ni tenga un propósito oculto de explotación que no aparece en lo que dice. Precisamente, esa transparencia, esa sinceridad, esa autenticidad es la que, realmente, hace que la comunidad sea diferente. Porque el mundo no suele ser así. En el mundo todo son segundas intenciones, propósitos inconfesados, para ver cómo aprovecharse del prójimo. Aquí es todo lo contrario. Es lo que decía Jesús en otra ocasión: la sencillez de la paloma.

Y ¿cuál es la promesa que se hace a esta comunidad?: que "verán a Dios" . Ya es un paso más. La primera de este grupo -"dichosos los que prestan ayuda" - se refería al acto exterior de la comunidad. Acto exterior hacia otros; entre ellos y hacia otros. Esta ya va a lo interior, es la disposición interior. Al acto exterior corresponde el acto de Dios que también podemos llamar exterior: "reciben ayuda". Pero aquí, como estamos en una disposición interior, que se traduce inmediatamente en la conducta, porque uno actúa como es por dentro, eso está claro. Si uno por dentro es complicado, enrevesado, con mala intención, los actos que produzca  serán así. Si uno por dentro es sencillo, pacífico, amoroso, lo que le salga será eso. A la larga se ve en seguida. Y esta bienaventuranza dice que, a esa disposición de amor interior hacia los demás, corresponde la visión de Dios. Esos van a tener una experiencia directa e inmediata de Dios en su vida.

Esto está tomado también de un salmo, el 51, donde se dice: "¿Quién, Señor, subirá a tu templo y verá tu rostro? El que es puro de corazón y de manos inocentes".  De manera que había que ir al templo para ver a Dios. Y la pureza hebrea también se entendía según una serie de ritos, de prohibiciones y de tabúes. Pero todo eso se ha acabado en el N. T. La condición para ver a Dios no son ya los templos, ni los ritos, ni las observancias, que están suprimidas en el N. T. Unicamente esa disposición amorosa del corazón hacia los demás, es lo que hace que Dios Padre -que es Amor- se revele al que es así. El que desde dentro -no sólo desde fuera- está en una disposición favorable. La comunidad que vive  en una transparencia, en esa sinceridad, en esa lealtad hacia la gente, tendrá una experiencia continua de Dios en su vida cotidiana. Y no hay más pureza que ésta.

En el A. T. lo puro era lo que tenía acceso a Dios, y lo impuro lo que no lo tenía. Según ellos, estar en estado de pureza -ritual, legal- significaba poder acercarse a Dios. Estar en estado de impureza, por haber tocado un cadáver, por ejemplo, alejaba de Dios. O por cuestiones tan fisiológicas como el período de las mujeres, que también las hacía impuras. Son todos ésos tabúes ancestrales, que vienen desde el fondo de la Historia. Pero, todo eso se acabó. Lo que hace al hombre agradable a Dios, lo que hace que tenga acceso a Dios, es que tenga el corazón lleno de amor a los demás. Y no hay más. Es el único criterio. Con esto Mateo echa abajo todos los ritualismos, todos los locales  sacros, el templo, etc. Todo eso se ha acabado. Como ya lo hizo Marcos de un modo y Juan de otro. Todos los evangelistas coinciden en esto: la única condición para estar cerca de Dios es tener amor. No hay  más condición que ésa. El está siempre cerca pero, para que uno note esa cercanía, tiene que estar en sintonía con él. Y sintonía con él significa ese amor que se traduce en transparencia, en sinceridad, en lealtad, en bondad hacia los demás.

De manera que tenemos ya: prestar ayuda, que es lo exterior, y la limpieza del corazón, que es lo interior. Se complementan, y ahora se reúnen los dos en una, como ha pasado antes con la injusticia.

 

 

 

8. LOS QUE TRABAJAN POR LA PAZ

 

"Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos"

Esta reúne las dos anteriores, pero aquí lo que hay que entender es el concepto de "paz" , que hay que interpretarlo según el mundo de ideas hebreo. La "paz"  no es solamente lo que nosotros llamamos que no haya guerra. La paz significa la prosperidad, las buenas relaciones humanas, el derecho y la justicia. Es decir, la felicidad del hombre. No solamente que haya dos reconciliados. Por supuesto, eso entra, pero entra sobre todo el concepto de prosperidad, tranquilidad, excelente relación humana, hermandad, derecho y justicia. Es la felicidad. Es "dichosos los que trabajan por la felicidad de los hombres".

"Porque a esos los llamará Dios hijos suyos" . ¿Por qué? Porque hijo es el que se porta como su padre. En el lenguaje éste de los evangelios hijo no es solamente el que nace de uno, sino el que se parece a su padre, el que se porta como su padre. Ese es el hijo. El que no se porta como su padre no es su hijo, aunque haya nacido de él. Cuando Jesús va a Nazaret, a su tierra, en el evangelio de Lucas, todo el mundo creía que era hijo de José, naturalmente, y cuando Jesús habla allí y pone esta profecía de Isaías: "El espíritu del Señor está sobre mí y he venido para consolar a los que sufren, para anunciar la Buena Noticia  a los pobres y para anunciar el año de gracia del Señor"... , y omite el versito siguiente, que completaba y que estaba escrito allí, en el mismo renglón  y que dice "... y el día del desquite  -de la revancha- del Señor" . Eso lo dice el profeta porque tiene aún esa idea de que Dios es vengativo, pero Jesús no lo dice, porque Dios no es vengativo. Se equivocaba el profeta. Y, entonces, todo el mundo de su pueblo (que no es más que el símbolo de toda la nación judía)  se indigna, porque ellos esperaban que Jesús, con aquella fama que traía detrás, se constituyera en el líder político, en el líder guerrero, para liberar a Israel de la dominación romana. Eso esperaban, "el día de la revancha". Estaban esperando la frase, pero Jesús no la menciona y, entonces, dicen: "Pero ¿no es éste el hijo de José?", es decir, no se parece en nada a su padre. El no es hijo de José. Y, en el evangelio de Marcos, aún peor: "¿No es éste el hijo de María?".  Ni le dan padre siquiera, ya que no se parece a él. Y esto es porque se sabe que la familia de Jesús llevaba el apellido de "Pantera": por eso se extrañan. Esto está atestiguado por documentos judíos y cristianos de los siglos  I y II.

Por tanto ser hijo es portarse como su padre. Por eso, Dios, a los que trabajan por la felicidad del hombre, los va a llamar hijos suyos. Porque se portan como él. Todo el interés de Dios es la felicidad de los hombres y, a los que actúan así, los va a llamar hijos suyos. Y "llamarles" significa que lo son y que son reconocidos como tales, ya que "llamar", en este lenguaje griego-semítico, significa ser algo y ser reconocido como tal. Por tanto, a éstos va a llamarlos Dios hijos suyos pero, además, van a ser reconocidos como hijos de Dios, es decir, van a dar al mundo lo que es la imagen del verdadero Dios.

Y así tenemos ya las seis bienaventuranzas que están intercaladas. Las tres primeras, las situaciones negativas que, reunidas en el hambre y sed de justicia, van a ser cambiadas. ¿Por qué? Porque ya hay una posibilidad, porque se ha creado una alternativa. Porque los hombres pueden optar, y no solamente porque pueden optar, sino porque, además, el efecto  de la comunidad cristiana va a pasar más allá de las fronteras de la comunidad y la misma sociedad va a ir cambiando, porque existe ese grupo desde donde el amor de Dios puede brillar.

El otro grupo de tres: actitudes y actividad de la comunidad cristiana: 1) prestar ayuda, sin miedo, porque recibirán ayuda; que es la que dijo también el Señor "no se preocupen por lo que van a comer"  etc.; ustedes, a procurar la justicia del Reinado de Dios que, por lo demás, ya el Padre se ocupará de ustedes; van a ayudar y el Padre les va a dar ayuda; 2) la disposición interior favorable a todo el mundo; sin segundas intenciones, sin zancadillas, sin rencores, la sencillez, la autenticidad, la sinceridad; esto se traduce en una conducta y va a tener como  consecuencia o premio de Dios la presencia continua e inmediata de Dios en la comunidad, en los individuos ; y 3) la última es la suprema: el que trabaja por la felicidad de los hombres; en cualquier sentido,  sobre todo, liberarlos de la injusticia , procurar la justicia y el derecho, la hermandad de los hombres, la solidaridad, el compartir, todo lo que sea bueno y cree una nueva relación humana de amor, ése se parece a Dios, porque se porta como se porta Dios y, por lo tanto, es y será reconocido como hijo de Dios.

 

 

 

9. LOS QUE VIVEN PERSEGUIDOS

 

"Dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey"

Esta última bienaventuranza, como ya vimos al principio, está en paralelo con la primera porque, como ella, está en presente. Además, éstas dos son las más paradójicas de todas. "Dichosos los que eligen ser pobres"  y "dichosos los que viven perseguidos"  son dos enormes paradojas.

Aquí en la traducción, hay que explicar el "vivir perseguidos" , porque la forma griega significa eso: un estado continuo, y la última palabra -la "fidelidad" - se suele traducir por la "justicia", pero no es la justicia; significa la "justa relación con alguien". Puede ser la relación de vida con Dios o la relación de vida con el hombre. La relación que debemos a Dios es la fidelidad y la relación que debemos al hombre es la de justicia  u honradez. De manera que la traducción de esta palabra depende del contexto: porque la palabra es muy amplia y, según el contexto en que se use, así hay que traducirla . Aquí se trata de la fidelidad a Dios que, al mismo tiempo, es la fidelidad al hombre, pero es la fidelidad a ese compromiso primero que se ha hecho, a esa opción de la primera bienaventuranza. Inmediatamente después, Jesús va ampliar esta bienaventuranza, aplicándosela ya directamente a los discípulos y, entonces, les dice: "Dichosos ustedes cuando les persigan por causa mía" . Esa fidelidad es por causa suya, es la fidelidad a Jesús, la fidelidad a su mensaje, la fidelidad al compromiso hecho en la primera bienaventuranza, a esa opción por  la pobreza, a ese renunciar a la idolatría del dinero.

Como la primera bienaventuranza es elegir entre dos dioses -el Dios verdadero, el Padre, o el dinero, la idolatría-, mantenerse en esa opción es mantenerse en la fidelidad a Dios. Entonces, cuando una comunidad, un grupo humano rechaza, niega -no solamente de palabra, sino con su práctica- los valores en que se funda la sociedad existente, que son la ambición del dinero, del honor y del poder, evidentemente ese grupo, en cuanto empiece a notarse, se hace enormemente molestoso para esa sociedad y, por tanto, esa sociedad lo persigue. Lo persigue de una manera o de otra, depende de las épocas, de los regímenes, etc. Unas veces será una persecución a muerte, otras  veces no lo será. Depende de las circunstancias. Desde luego, la cárcel ha sido muy abundante en tiempos del régimen anterior para los que tenían algún compromiso social de cualquier clase. Cuántos sacerdotes estuvieron también en la cárcel, a pesar de que ese régimen era más bien respetuoso con el estado clerical, pero llegó el momento en que se saltó a la torera el respeto... porque le molestaban, porque eran personas que estaban, de alguna manera, comprometidas con una función social. Por tanto, de una forma o de otra viene la persecución. Naturalmente,  en nuestra época no hemos tenido una persecución a muerte en nuestro país, pero en otros sí.

De manera que, para este grupo humano, esta comunidad, este trozo de nueva Humanidad, que niega con su práctica los valores de la sociedad -las tres grandes ambiciones: tener más dinero, tener más honores y tener más poder- lo normal es la persecución, ya que este comportamiento lleva consigo la antipatía existente. Por tanto, si la comunidad cristiana está muy unida con las sociedades humanas o con las instituciones del poder humano, es mala señal, porque significa que no está viviendo la alternativa, que con su praxis -otra cosa son las palabras- no está negando los valores sobre los que se asienta la sociedad injusta. Y esto lo estamos viviendo todos los días. Cómo en la Iglesia se pretende la buena amistad con los regímenes. Y no hay que tener ninguna amistad particular con ningún régimen político, porque todo régimen político representa una sociedad que es injusta: lo mismo el dictatorial de antes, que el democrático de ahora. Este será algo menos injusto, quizás, pues evidentemente deja más margen a la libertad humana pero, en el fondo, la sociedad ésta, la economía de mercado o sociedad capitalista, es profundamente injusta, porque está consagrando el capital, es decir, la desigualdad entre los hombres, está consagrando el acaparar, el que unos acaparen y otros no tengan bastante. Es radicalmente injusta porque impide la igualdad de los hombres, impide la relación de amor, ya que no hay relación de amor donde hay acaparamiento de dinero. Y esto lo consagra y es la base, incluso, de nuestra Constitución. De manera que, aunque sea una cosa mucho mejor, pues evidentemente permite mucha más libertad y, por tanto, más expresión y más desarrollo de la persona, sin embargo sigue siendo una sociedad injusta.

Por eso, la comunidad cristiana, no es que tenga que oponerse sistemáticamente al régimen que exista -a éste, al otro o al de más allá-, pero tampoco tiene que estar con él como un novio. Al contrario, ella tiene que mantener en su praxis un modo de actuar que no coincide, ni mucho menos, con lo que consagra cualquier sociedad existente. Siempre hay poder y dominio. Evidentemente, en un régimen dictatorial el poder es absoluto, no hay quien abra la boca ni pueda protestar. Ahora, el poder es mucho más relativo: hay una oposición, se critica, se puede hablar mal, se puede escribir mal, se puede salir en televisión diciendo que el gobierno lo hace mal, todo se puede hacer, pero existe un poder, un poder represivo, a pesar de todo.

Y todo no es la sociedad ideal, no puede ser nunca la sociedad ideal. Por aquí, desarrollando una de estas sociedades  en cualquier dirección aún de mayor democracia, no llegamos nunca al Reinado de Dios, porque las bases de la sociedad están viciadas; las bases que son: el dinero, el honor y el poder. Y todo es lo mismo en el otro lado, pues allí el poder es aún peor, y eso no puede ser. El dominio del hombre sobre el hombre no puede aceptarse ni en el Este, ni en el Oeste, ni en el Sur, ni en el Norte.

Por lo tanto, la comunidad cristiana, naturalmente, tiene que chocar con todo régimen político, porque profesa una escuela de valores que es distinta de todos. Sin embargo, hay que ser realistas y saber que en una sociedad donde la gente no ha hecho opción por los demás, sino por su propio egoísmo -como la que tenemos aquí y en cualquier parte del mundo-, una sociedad donde cada uno busca sólo su interés  y su lucro personal, naturalmente tiene que haber alguien que asegure un mínimo de convivencia. Eso está claro. De manera que, no es que el cristiano sea un utópico en el sentido de decir que "hay que suprimir todo poder, toda economía de mercado, todo capital ahora mismo", ya que eso no se puede, porque la nueva sociedad, ésta que Jesús propone y cuyo código son las Bienaventuranzas, se hace por opción personal y libre. Cuando cada uno de nosotros diga "yo no quiero vivir para mi propio provecho, quiero ayudar a los demás, quiero ser solidario con todos, quiero vivir en un grupo donde esto sea absoluta realidad, donde cada uno esté dispuesto a matarse por el de al lado, y hacia fuera ya veremos lo que se puede hacer...", cuando haya esa opción entonces ya se acabó la ley, los tribunales, la policía, las cárceles, etc..., porque si nadie busca su propio interés, se acaban todos los conflictos. Pero en la Humanidad, tal y como existe, la comunidad no puede imponer nada, porque tiene que aceptar que tiene que haber esa organización  que asegure el mínimo de convivencia. Por lo tanto, aquí está la utopía pequeña, que es la comunidad cristiana que se realiza hoy, donde se viven estos valores nuevos, los valores del Evangelio. Y luego está la Humanidad alrededor, que es la utopía grande, que habrá que irla realizando poco a poco. Pero ¿cómo se entra en la utopía? Por una opción personal: no hay más que eso. Y claro, eso es muy lento y, además, no sabemos si va a llegar nunca a la Humanidad entera. Como ya vimos con lo de la levadura, no parece que toda la masa se convierta en levadura,  pero sí que va a ir cambiando.

Con esto se acaban las Bienaventuranzas. ¿Por qué dice que "ésos tienen a Dios por rey" ?; ¿por qué dice "dichosos" ?  Porque esos experimentan el Reinado de Dios sobre ellos. De manera que, en medio de esa persecución más o menos cruenta, más o menos molesta, siempre hay una alegría particular, porque se tiene la experiencia de que Dios está con nosotros. Por tanto, no hay que deprimirse por eso;  es más, es el éxito de la comunidad. Esto no quiere decir que haya que procurar atraer persecuciones: nada de atraérselas, sino sencillamente vivir de esta manera y, si vienen, es buena señal, aquí estamos, pues eso significa que se está haciendo "daño" a la sociedad injusta. Si jamás hay un indicio que demuestre que esa sociedad está molesta de alguna manera con el grupo cristiano, es mala cosa. Quiere decir que ese grupo no hiere en nada a la sociedad existente, no está ahí pinchando de alguna forma por su modo de vivir. Es decir, de cuando en cuando, a nivel individual o a nivel comunitario, tiene que haber molestias de estas: trabajos que se pierden, antipatías, rechazos, vacíos, etc. Pues eso es lo propio de la comunidad cristiana. Y esto querrá decir que ahí se está viviendo el Mensaje como debe ser y que, además, eso se está viendo desde fuera. Naturalmente, es que estos que sufren la persecución son los que trabajan por la felicidad del hombre. La penúltima bienaventuranza dice eso precisamente: "dichosos los que trabajan por la paz" . Y ya hemos visto que la "paz"  lo abarca todo: es la felicidad del hombre, es decir, que el hombre no solamente esté en paz, sino que tenga prosperidad, que haya justicia, que haya derecho... Los que trabajan por la paz son los que están -no luchando, que es palabra poco evangélica, pero sí- procurando, como pueden, hacer que cambie la sociedad, que los que están oprimidos y son infelices lo sean menos. Y este es otro de esos aspectos por los cuales la sociedad se siente molesta, porque esta gente está haciendo algo que está en contra, precisamente, de la estructura social. Por ejemplo, nadie se ocupa, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni la infinidad de organizaciones -cristianas o no cristianas-  de que la gente se desarrolle como persona. Y esto es lo más importante. Aquí está el punto: que la gente sea capaz de crítica y, por lo tanto, sea libre.

Naturalmente, para esto hace falta comer primero, porque el que no come, a ese ni crítica, ni libertad, ni nada: no se puede hablar más que del estómago. Pero, supuesto que la gente tenga un mínimo vital, lo importante es que vayan personalizándose, que sean personas, que tengan espíritu crítico, que sepan que son libres y sepan usar de su libertad, que tomen su vida en su mano, que sean autónomos y que, de esa forma, empiecen ellos a crear asociaciones, grupos, para vivir de otra manera, como personas. De esto nadie se ocupa. Hay algunas comunidades cristianas donde esto es una realidad para los miembros de la comunidad, pero los demás nada. Se hace beneficencia, escuelas, guarderías, todas cosas muy buenas pero, tratar de que la gente sea persona... Á Claro!, esto no le conviene a ningún régimen político. El espíritu crítico (no la crítica por la crítica, que puede ser una manía, sino la capacidad humana para decir "esto sí, esto no") es algo que puede hacer tambalearse a toda organización -civil y religiosa- porque la organización lo que quiere es que aceptemos sus programas sin más. Y los programas que proponen los partidos, o la Iglesia, o lo que sea, hay que examinarlos y... luego ya veremos. Esto es lo que hay que procurar: que la gente tenga libertad y sepa usarla. Y para eso necesita cultura, cierta cultura, para que así pueda tener elementos de juicio; necesita diálogo y, por lo tanto, agrupación, asociación, para discutir, pues somos muy apasionados, nos dejamos llevar por la primera opinión que oímos, y hay que aprender a dialogar, aprender a escuchar, aprender a personalizarse y a personalizar a los demás. Pero este ejercicio sano de la crítica no se fomenta porque no le conviene a ningún régimen.

Sin embargo, éstos son los objetivos claros de la comunidad cristiana. ¿Cómo se hace? Eso ya es mucho más difícil de decir, porque no hay recetas. En cada sitio será de una manera y en algún caso será tal vez imposible. Pero por ahí es por donde se va cambiando la sociedad, por donde se va procurando la felicidad del hombre, que no consiste sólo en comer, beber, dormir, tener un televisor, sino en ser persona, auténticamente persona, saber tener una relación de amistad, de solidaridad, de entrega a los demás. Y los que se dedican a esto, encuentran siempre dificultades. Ya le ocurrió a San José de Calasanz cuando se fue a Roma y vio que la gente allí no sabía ni leer ni escribir: fundó entonces una escuela gratuita y la nobleza de Roma se fue al Papa, que era el Rey de Roma, y le dijo que eso (el enseñar  gratuitamente a los pobres) no podía ser: si la gente aprendía a leer ¿quién va a poder gobernarlos?  Y el pobre santo sufrió bastante.

Y esto pasa también hoy. No con lo de leer y escribir, pues ahora para cualquier oficio o profesión, por muy modesta que sea, hace falta saberlo,  por lo que los sistemas políticos procuran que la gente aprenda algo; pero la cultura del pueblo..., hasta cierto punto solamente: pues si la gente se sacude demasiado, ya no conviene. ¿Quién los gobierna? Por ejemplo, en el Congo Belga (ahora Zaire) los belgas nunca permitieron que los negros estudiasen en la universidad. Culturita, sí, para que sean mecánicos, para que arreglen cosas, pero universitarios, no, porque eso es peligroso: pueden discutir las cosas de tú a tú.

Pues esto es misión de la comunidad cristiana: personalizar. Y para eso, hay que vivir este mensaje de igualdad, de libertad, de desprendimiento, de solidaridad, de generosidad, de renuncia a todo dominio. Porque también podemos ir paternalísticamente, como tanto se ha hecho de beneficencia en la Iglesia: que, a veces, es necesaria, no se puede negar, pues si una persona está muriendo de hambre, habrá que darle un pan, pero eso no es la solución  a nada. Es sólo remediar una necesidad inmediata. La solución es promover a la gente para que ella se busque la vida, para que sea autónoma.

Y aquí acaban las ocho bienaventuranzas. Resumiéndolas, se trata de la creación de una sociedad nueva. La alternativa que Jesús propone es una sociedad fundada sobre tres valores, que son: el compartir, la igualdad, y el servicio , la entrega, la solidaridad humana profunda, tan profunda que puede llegar a dar la vida por los demás. Esta sociedad, este grupo, empieza por una opción libre, nunca por imposición, y esta opción se hace en virtud del sentimiento de justicia que uno tenga. Viendo la situación de la Humanidad, donde la injusticia es feroz, uno se tiene que decir: y yo, ¿qué? Como esto no tiene arreglo por sí mismo, porque la sociedad está basada sobre los falsos valores, hay que empezar  otra cosa. Yo no quiero ser cómplice de esa injusticia. Y, como la injusticia se produce por la acumulación de riqueza de toda  clase -dinero, cultura etc.- yo no quiero eso. De modo que, si tengo dinero, voy a ver cómo puedo compartirlo, cómo voy a ser solidario, de qué manera voy a conseguir que el dinero ya no sea el centro de mi vida. Si yo tengo cultura, veré cómo puedo ponerla al servicio de los demás. No es que vaya a ser inculto si los demás lo son: no se trata de identificarse con la miseria, sino de solidarizarse con la miseria, que no es lo mismo. Algunas veces se dice "Jesús se identifica con los más pobres y miserables"; pero no se identifica. El nunca es pobre ni miserable. Es pobre porque no tiene dinero, pero nunca sufre pobreza, ni sufre hambre, ni sufre miseria , porque él está en la alternativa: aunque no haya dinero, no haya capital, no existe nunca miseria, como dice la bienaventuranza. Jesús no se identifica, se solidariza con los pobres para hacer que salgan de ahí. Por eso pone la metáfora del médico: éste no se hace enfermo con el enfermo, sino que procura que salga de su mala situación. Y esto es lo que hay que hacer. Esta comunidad no experimenta el hambre y lo que quiere es que nadie la experimente; al menos hace lo posible.

De modo que vamos a empezar. Vamos a empezar en grupo a vivir de esta manera, en un grupo donde todos seamos iguales, donde la diferencia no cree rangos. "Es que este señor es mayor..." Bueno, pues le daremos todo el cariño y el respeto que se merece, pero no por eso tiene que mandar en nadie. "Es que este señor es muy culto..." ÁEncantados!: que ponga su cultura al servicio de todos, pero no por eso tiene que erigirse él en árbitro de la vida de los demás. Todos somos diferentes: unos más jóvenes, otros más viejos, hombres y mujeres, cada uno sabe algo de una  materia que no sabe el otro, pero que nunca eso cree un rango, sino que sea motivo o capacidad para un servicio. Si alguien tiene más de algo -cultura, prudencia, lo que sea...- que lo ponga a disposición, que preste servicio con eso a los demás.

Cuando esto empieza a suceder, cuando esta comunidad empieza a trabajar, recordemos que trabajar es aliviar el sufrimiento de los oprimidos (2» bienaventuranza) o es procurar que el hombre que está sometido y dependiente tenga su autonomía o que, de cualquier manera, reine la justicia para los que tienen hambre y sed de justicia. Este grupo se presenta ante la sociedad como gente que está dispuesta a prestar ayuda, sabiendo que Dios se la va a prestar a ellos. Gente transparente, sincera, auténtica, que no busca nunca su propio provecho, ni tiene segunda intención  y que se dedica a trabajar por la felicidad de los demás. Y entonces, si existe ese grupo con esta dedicación, poquito a poco se irá haciendo la liberación del hombre. Y, si no, pues no se hará. Porque Dios está detrás de todo, Á claro ! pero él cuenta con nuestra libertad y nuestra colaboración. Y, si nosotros no queremos colaborar..., su acción queda como suspendida. Dios es amor y, por tanto va derramando su torrente de amor; pero ese amor será eficaz si nosotros lo ponemos en circulación , si le abrimos canales; si no los tiene, se queda impotente.

Y este compromiso con el bien del hombre, por la promoción de la justicia, se puede hacer de muchas maneras. Hay injusticias que se pueden remediar a nivel individual, pero hay otras que son "estructurales", que están en las mismas instituciones, en las mismas leyes. Y entonces ¿cómo se puede remediar? Por eso, cada uno elige su propio compromiso según sus cualidades, según su vocación, según su valentía, etc. ; no hay que excluir que un cristiano "se meta en política"; ya que hay que echar abajo ciertas leyes e instituciones que son injustas de por sí. Y no es que pretendamos crear una sociedad perfecta, pero vamos a tratar de disminuir el dolor y la injusticia que hay en la sociedad. Algunos podrán meterse en política,  aunque, si van con la ley cristiana hasta el fondo, poco van a medrar en un partido, pero algo harán. Hay muchos niveles. Hay intendentes, por ejemplo, que han tomado su intendencia realmente como un servicio a la comunidad de su ciudad y están haciendo maravillas. Sin poder ninguno, sin ambición personal, están cambiando la ciudad. Esto es una cosa muy elemental, pero hay otras mucho más difíciles. Y, como la injusticia es institucional, habrá algunos que sientan la vocación de meterse por ahí para ver si pueden cambiar esa injusticia que está instaurada en las mismas Constituciones de los Pueblos. Otros dirán "eso no es para mí"; pues muy bien. Cada uno es dueño de su vida y de su actividad, y habrá otro campo en el que pueda actuar. Hay terreno político, terreno social, terreno -digamos- humano elemental, hay mil cosas, mil organizaciones, y otras que se pueden crear. Y... mucho contacto personal. Pero que cada cristiano que está en estas comunidades, haga algo por procurar la felicidad de los hombres.

La adhesión a Jesús es la adhesión a su programa, a su obra y esta obra tiene dos aspectos: uno de ellos la liberación . La obra de Jesús la conciben los evangelistas como un "éxodo" (= salida), el éxodo definitivo, que consiste en: 1) sacar de la esclavitud, es decir, toda obra de liberación de la miseria, de la ignorancia, de la injusticia...; y 2) llevar a una "tierra prometida", que es este Reinado de Dios, esta sociedad nueva. Vamos, por tanto, a empezar a liberar a la gente como Jesús empezó, abriéndole los ojos, diciéndoles que había una alternativa, que sus letrados no tenía autoridad divina, etc. Empecemos a liberarlos de todo lo que les ata a un pasado, a unos prejuicios, a una mentalidad, a una injusticia, a una sumisión de todo lo que los sistemas quieren. El hombre tiene que levantarse, ponerse derecho y tener toda su libertad, que es para lo que Dios le ha creado. Y, una vez conseguido esto, proponer: "bueno, ahora que están libres y pueden optar, miren: hay esta posibilidad, esta alternativa, que es esta comunidad". De manera que la labor empieza en la liberación y termina en la comunidad.

Ahora vamos a ver el pasaje que sigue, que es muy importante, donde Jesús explica lo de la persecución. En este pasaje se dirige directamente a los discípulos. Hasta ahora se ha dirigido a todos en general -"dichosos los que ..." -, porque esto está abierto a la Humanidad entera, pero ahora va para aquellos que le han dado su adhesión, a los que le han seguido.

"Dichosos ustedes cuando les persigan,  les insulten y les calumnien de cualquier modo por mi causa"

Esta es la fidelidad. Muchas veces se trata de poner una etiqueta. Antes era la de "herejes", después, en tiempos de Franco, la de "comunistas" o "judeo - masónicos", y ahora parece que es la de "anarquistas". Hay  etiquetas para todo, y la sociedad se la pone a los grupos que le molestan, les pone la peor que encuentra en su época, pues cada época inventa la suya para dasacreditar.

"Estén alegres y contentos,  que Dios les va a dar una gran recompensa;  porque lo mismo persiguieron a los profetas que les han precedido"

De manera que, cuando les insulten, cuando les den de lado, cuando les miren, cuando les nieguen el saludo, cuando les quiten el puesto, den un salto de alegría (ese verbo significa eso: "dar un salto de alegría") porque la recompensa es Dios mismo. Su reinado es ése, es la expresión de su Espíritu, y el Espíritu es su amor, su alegría. Vemos lo poco convencional que es esto. Cuando a uno le hacen algo sucio o le ponen una zancadilla, en seguida se pone a despotricar contra todo bicho viviente, y eso es normal; pero inmediatamente hay que reaccionar, y decir: "esto es lógico, tiene que pasarme; lo malo sería que no me pasara". Cuando nosotros queremos vivir este mensaje, lo normal es que lo dejen a uno plantado.

Y, además, añade Jesús: "porque lo mismo persiguieron a los profetas que les han precedido" . De manera que el cristiano es profeta. Pero ya de otra manera, pues el profeta antiguo era el que denunciaba con la palabra, y el profeta nuevo es el que vive la nueva realidad. El profeta es el que denuncia y anuncia . Denuncia la injusticia existente, y anuncia la esperanza. El antiguo profeta del A. T. lo hacía de palabra,  y el del N. T. es el que denuncia por las obras y anuncia la esperanza, por su manera de vivir.

De manera que cuando les rechace la sociedad, alégrense. Naturalmente esto se puede hacer "en el grupo", porque uno sabe que tiene alrededor gente que lo quiere y que, si se encuentra en mala situación, todos están dispuestos a ayudarle. Jesús nunca habla del individuo aislado, pues este no puede resistir la presión de la sociedad, y tendrá que contemporizar antes o después. La seguridad va a ser el grupo. Por supuesto, el amor de Dios va a ser una experiencia interior pero, además, va a ser la experiencia del grupo, del amor del Padre que se manifiesta en los demás. Por eso se puede ser dichoso, porque hay esa seguridad, que es la seguridad del amor de los demás.

 

 

 

10. LA SAL DE LA TIERRA

 

"Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal pierde su sabor ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente"

La sal era el símbolo de la permanencia de la Alianza. La sal se usaba siempre en los contratos  -incluso hasta la Edad Media europea- y por eso se llamaban "contratos de sal". Como la sal conserva, impide la putrefacción, en símbolo de eso, cuando se hacía un pacto entre dos se regalaban mutuamente un saco de sal para significar "este pacto es incorruptible". Era la señal de la fidelidad. Y esto aparece ya en el A. T. En todo sacrificio que se hacía en el Templo había que echar un puñado  de sal, ya que eso justificaba que ese sacrificio era según la Alianza, es decir que perpetuaba la Alianza. La sal era la garantía de la perpetuidad de la Alianza.  Aún más, hay dos textos en los que Dios mismo dice: "He hecho con Aarón un pacto de sal", y "Yo he hecho con David un pacto de sal". Esto quería decir que Dios había hecho con Aarón y David un pacto que duraría para siempre, que sería incorruptible. De manera que la sal era el signo de la perpetuidad, la garantía de la continuidad de la Alianza.

Y ahora dice: "Ustedes son la sal de la tierra" . Es decir, depende de ustedes el que esta nueva Alianza con los hombres siga existiendo. Su conducta será la garantía de que existe esta nueva oportunidad que da Dios a los hombres, esta nueva efusión de su amor a través de Jesús, que ha expuesto en el programa de las Bienaventuranzas, la posibilidad de la creación de esa sociedad nueva que es su Alianza.

"Si la sal pierde su sabor ¿con qué se salará?" . Si la sal pierde el sabor. La frase que usa aquí Mateo es "se pone tonta" o "se vuelve necia", y lo hace a propósito porque es que, al final de este Sermón de la Montaña, viene la parábola de las dos casas: "El hombre prudente, el hombre sensato, es el que edificó su casa sobre roca, y vino la inundación y su casa resistió. Este es el que escucha mi palabra y la pone por obra. El necio edificó su casa sobre arena, vino la inundación y su casa se derrumbó. Este es el que escucha mi palabra y no la pone por obra". De manera que la sal necia es la comunidad que escucha el mensaje de Jesús, pero no lo practica. Y entonces ¿con qué se le dará sabor a esa sal ya? Si están encandilados con el mensaje y en la práctica lo están traicionando ¿quién le va a hablar ya del mensaje a esa comunidad, si se lo sabe de memoria?

"Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pise la gente" . Es la cosa más despreciable del mundo. La sal que no sala ya no sirve de nada. La comunidad cristiana que de alguna manera ya no vive ese mensaje, es digna del desprecio de la Humanidad entera. Esto parece cruel, pero tengamos en cuenta que esto no es una ley, sino un proceso, una maduración; que esto es un amor que se va poniendo en práctica. Aquí no estamos hablando de que el Señor obliga a hacer esto, él no obliga hacer nada, él no ha dicho "Yo mando" en ninguna ocasión. Es que ese Espíritu que recibimos vaya madurando, que vaya llenando nuestro ser y a medida que ese amor nos llene, sentiremos el deseo de ponerlo en práctica.

Esto está en relación con estas tres bienaventuranzas que hablan de la liberación: "Dichosos los que sufren, porque ésos van a recibir el consuelo". "Dichosos los sometidos porque ésos van a heredar la tierra", "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados" . Esto es una promesa de liberación, porque va en futuro, y entonces es: si las comunidades cristianas existen en esa opción, ésa es la garantía de que esta obra de liberación va a ir existiendo en el mundo. Vemos la enorme responsabilidad de los cristianos, una responsabilidad total. Pero sin embargo, la realidad es que nunca nos habían dicho esto. El cristianismo que hemos aprendido nunca nos ha enseñado que hay que vivir así, que se trata de formar comunidades que sean el principio de una sociedad diferente. Por tanto, no es cosa de tener remordimientos. Pero ahora, que empezamos a saberlo, vamos a ver si empezamos a practicarlo.

"Ustedes son la luz del mundo"

La "luz" se aplicaba a Jerusalén como ciudad. En Is. 60 dice: "Brilla, brilla, Jerusalén, porque la gloria del Señor está sobre ti". Se aplicaba también al Templo, que en el fondo era el núcleo de Jerusalén. De manera que la ciudad santa, donde resplandecía la gloria de Dios, y el Templo, que era el gran exponente de la santidad de Jerusalén, eran "la luz del mundo".  Pero eso se ha terminado. Ya no hay una ciudad santa ni hay un templo. Donde la gloria de Dios resplandece, o sea donde Dios se manifiesta y se da a conocer, es en el grupo humano que está viviendo ya la realidad de este Reino suyo. Ahí es donde resplandece su gloria, que es su amor. Eso es la luz del mundo. Se han acabado ya los derechos geográficos a ser ciudad santa. Nunca cuatro muros pueden ser un templo para Dios, ni nunca una ciudad puede tener por sí misma el apelativo de santa. Todo eso eran cosas infantiles de una Humanidad antigua. Lo único que puede ser santo, es decir, semejante a Dios, lo único que puede recibir el espíritu de Dios y parecerse por eso a Dios mismo, es el hombre. Lo demás son cosas antiguas, supersticiones antiguas, objetivaciones antiguas que en la edad adulta de la Humanidad no tienen sentido. De manera que esta Comunidad donde existe, vive, y está apareciendo, brillando ese Espíritu de Dios, que es el amor por el bien del hombre, la actividad en favor del hombre, ésa es la luz del mundo. Y no hay otra.

"No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto del monte"

Alusión a Jerusalén. Como ustedes son ahora la nueva Jerusalén, es decir, esta comunidad es el sitio donde resplandece la gloria de Dios, esto no se puede ocultar. De manera que esto tiene que verse; la comunidad cristiana tiene un modo de comportarse  que se hace visible poquito a poco, en pequeña escala porque somos poquita  cosa, pero eso tiene que notarse alrededor.

"Ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol,  sino para ponerlo en el candelero y que brille para todos los de la casa"

La comunidad cristiana no puede ser un círculo cerrado, que no tenga ninguna repercusión al exterior. Tiene que notarse de alguna manera su presencia, porque nadie trae una vela para meterla debajo de la cama. La pone para que alumbre. El ha venido a encender esa luz, que somos nosotros, y esa luz tiene que alumbrar, tiene que notarse. Esto no siempre es fácil, aunque tampoco tenemos que hacernos mucho problema. Lo que sí tenemos que recoger de esto es que la comunidad no puede ser un círculo cerrado o inactivo. Tiene que pensar que eso tiene que transmitirse  por algún lado, tiene que transcender fuera del círculo de la comunidad. Ese Espíritu que está en la comunidad -que es Dios mismo-, esa vida nueva que existe en la comunidad, ese  impulso tiene que tener un destinatario fuera de la comunidad. Es ésta la luz. Para que se vea, para que la noten. Naturalmente, si somos poca cosa, poco se notará el Espíritu, pero algo tiene que notarse, porque se trata de que esta comunidad está interesada en el bien de la Humanidad, que no vive para sí misma y, por lo tanto, de alguna manera su actividad tiene que verse.

"Empiece así a brillar la luz de ustedes ante los hombres"

El compromiso de la comunidad tiene que ser hacia los demás. "Los hombres"  son los que no son miembros de la comunidad.

"Que vean el bien que hacen ustedes y glorifiquen a su Padre del cielo"

"Glorifiquen"  es que tienen que conocer que Dios es Padre. "Esto es lo que van a transmitir: que Dios es Padre, que Dios es el que ama a los hombres, que Dios es el que da vida a los hombres. Eso se irá viendo cuando ustedes practiquen ese amor y comuniquen esa vida. El efecto del amor es la vida. (Esta es la formulación que resume todo lo que es efecto del amor). Y dar vida significa dar libertad, y dar amor, y dar alegría, y dar conocimiento, y dar todo. El Padre es el que comunica vida; por lo tanto, cuando la actividad de ustedes sea así, la Humanidad irá comprendiendo el verdadero rostro de Dios, que es Padre. Que no es juez, ni es soberano, ni es el que tiene al hombre debajo para castigarlo o vigilarlo, sino que es el que está deseando comunicar al hombre la plenitud de vida que él tiene. Y ésta es la misión de la comunidad . Al ver el bien que hacen ustedes, la gente irá entendiendo la clase de Dios que es el de ustedes, irá descubriendo el verdadero rostro de Dios".

Esto responde a las otras tres bienaventuranzas. Lo de la sal era a las tres de la liberación y lo de la luz a las tres de la actividad  cristiana: "Dichosos los que prestan ayuda, porque ésos van a recibir ayuda. Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos".  De manera que el dicho de la sal se refiere a la liberación futura: "Ustedes son los garantes, con su fidelidad, de que esta liberación vaya existiendo en el mundo. Su actividad es la que irá causando el cambio. Esa actividad de prestar ayuda, de la transparencia de conducta, del trabajo por los demás, que es la felicidad del hombre. Y así serán la luz del mundo".

Y vemos que dice: "su Padre del cielo".  Esto supone que esta comunidad ya está viviendo en el Reino porque tener a Dios por Padre es lo mismo que tener a Dios por rey. Es decir, tener a Dios por rey es un término del A. T.  que se traduce en el Nuevo por tener a Dios por Padre, ya que Dios reina no imponiendo ni mandando, sino comunicando su Espíritu, que es su vida, comunicando su propia vida, por lo que al comunicar su vida, ese Rey se convierte en Padre. Y ¿por qué lo llama ya "su Padre" ? Porque están dedicados a hacer lo que él hace, porque "dichosos los que trabajan por la paz, porque a ésos los llamará Dios hijos suyos".

Y ahora viene un pasaje que está, de ordinario, muy mal interpretado, y que todo el mundo se lo sabe de memoria. Dicen: "Jesús no ha venido a abolir la Ley". Pues vamos a ver si eso es lo que dice el Evangelio.

 

 

 

11. EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

 

"Á No piensen que he venido a echar abajo la Ley ni los Profetas!"

Al decir "no piensen" , quiere decir que la gente puede estar pensando en eso. Está hablando con sus discípulos y se les ha podido ocurrir la idea de que toda la Ley y los Profetas se han terminado. "La Ley y los Profetas"  es una de las maneras de nombrar al Antiguo Testamento. Por tanto, aquí no se trata de la Ley como código, sino del A. T., que se dividía en dos grandes partes. Había también otras divisiones, como la que dice Lucas de íLey, Salmos y Profetasí , pero una de ellas es ésta de dividir a todo el A. T. en Ley y Profetas.

De manera que aquí, los que escuchan a Jesús pueden pensar que, con esto que acaba de decir, se ha liquidado toda aquella inmensa promesa del Reinado de Dios que había en el A. T. Porque Jesús ha hablado de los que van a ser pobres, y de los que van a ser perseguidos, y de que "la luz del mundo" va a ser un grupo de gente sin importancia, y ésos van a ser la sal de la tierra. Y, entonces, todo aquel esplendor que se prometía en el A. T. está liquidado. Eso es lo que Jesús quiere poner en claro.

"No he venido a echar abajo, sino a dar cumplimiento"

La clave de interpretación está en estas dos últimas palabras: "dar cumplimiento" . El verbo griego "plerosai" (dar cumplimiento) se usa en Mateo siempre para las profecías: "... Y así se cumplió lo que había dicho el profeta..."  (Mt. 1,22; 2,15.17.23; 4,14; 8,17; 12,17, etc.). De manera que está tomado todo el A. T. -designado como la Ley y los Profetas- como una gran profecía. Por tanto, lo que dice es: "Yo no voy a echar abajo esa profecía, sino a darle cumplimiento. De manera que no tengan miedo de que toda la gran promesa que existía se vaya a quedar en nada. Todo va a ser cumplido".

"Porque les aseguro que antes  que desaparezcan el cielo y la tierra, ni una letra ni una coma desaparecerán de la Ley antes que todo se realice"

Aquí habla sólo de la Ley. Ya hemos dicho que considera la Ley y los Profetas, o sea todo el A. T., como una profecía, porque dice: "He venido a dar cumplimiento". De los profetas, que sean profecía, está claro, pero de la Ley, es decir, de los libros de Moisés ¿en qué sentido son profecía?

En el tiempo de Jesús era clarísimo. El centro de los libros de Moisés es el Exodo de Egipto, o sea, la liberación de la esclavitud y llegada a una tierra prometida. Se pensaba en tiempos de Jesús, y así lo enseñaban los rabinos, que el Mesías tenía que hacer el éxodo definitivo; que el éxodo que hizo Moisés no era más que una figura anticipada del éxodo definitivo, de la liberación definitiva y de la tierra prometida definitiva, que llevará a cabo el Mesías. De manera que también los libros de la Ley son profecía; están anunciando esta liberación final que hará el Mesías. A eso también se va a dar cumplimiento, y por eso aquí habla sólo de la Ley, insistiendo en ese aspecto de "éxodo". Ahora bien, "no para observarla", sino "antes que se realice todo": todo lo que está en el futuro de la Ley, que es precisamente el éxodo, tiene que realizarse enteramente antes que pasen el cielo y la tierra. Y eso se va a realizar hasta el detalle. Ni caerá ni una "iota" (la letra más pequeña), ni un acento; toda aquella profecía del éxodo futuro se va a cumplir hasta el último punto.

¿Cuándo se produce eso? Con la muerte de Jesús. La muerte de Jesús es un éxodo definitivo y detrás de él, todo. Ahí se abre la puerta de la nueva tierra prometida. La nueva tierra prometida es el Reinado de Dios aquí y allí porque es una realidad que empieza aquí, pero que no se detiene con la muerte. Pero aquí también. Donde está Dios reinando, donde está su Espíritu, ése es el Reinado de Dios. La comunidad que por impulso del Espíritu, por esa vitalidad nueva que da el Espíritu, es una comunidad de amor, de entrega, de libertad, de alegría, de igualdad, ése es el Reinado de Dios. Con todas nuestras limitaciones por supuesto, nunca será una cosa perfectísima, pero existe una nueva relación humana. Ese es el Reinado de Dios y ésa es la Tierra prometida. Saliendo como éxodo de la sociedad injusta para empezar a vivir en un pequeño grupo, que es prenda de la sociedad futura. Y eso se realiza cuando Jesús, con su muerte da su Espíritu. Ahí empieza. No pasará, no caerá ni una coma, ni un acento de la Ley -de esa profecía- antes que se realice todo. No que se observe la Ley, que de eso no dice nada.

Ahora habría que explicar por qué Jesús quita de en medio la Ley entera. No porque todo lo que diga la Ley es malo, aunque hay cosas que sí, por ejemplo, aquello de la venganza, la ley del talión, etc. Otras cosas son tontas, como todos los tabúes aquellos antiquísimos, las impurezas legales de los actos fisiológicos, etc., que son cosas muy antiguas, de cuando se vivía en ese sentido de la mancha, cosas que hoy no sirven para nada. Aunque hay otras cosas buenas, como "amarás al Señor tu Dios, amarás a tu prójimo"... Entonces ¿qué hace Jesús? ¿Va a quedarse con lo bueno y quitar lo malo? ¿Va a decir "de la Ley vale esto y no vale lo otro"?:  No. De la Ley no vale nada. ¿Por qué? Porque la Ley es un código impuesto al hombre desde fuera. Y, en el N. T., en el Reinado de Dios, no hay código externo ninguno. El hombre no puede estar obedeciendo órdenes de fuera, porque eso es infantil, ésa es la época de los niños, pues el niño necesita que alguien le diga lo que tiene que hacer. El adulto no. En el Reinado de Dios se obra por ese impulso interior . Por eso, uno hará muchas cosas de las que estaban en la Ley -por ejemplo, uno no va a matar-, pero no lo hará porque lo diga la Ley,  sino porque su amor interior lo llevará a dar vida y no a quitarla. Uno amará a Dios, pero no porque lo diga la Ley  sino por la comunidad de espíritu que lleva dentro. De manera que la diferencia está entre niños y adultos. Toda ley externa que nos diga: "Usted tiene que hacer esto, le mando que haga esto" es de niños.

Como Jesús viene a empezar la edad adulta de la Humanidad, todo lo que sea código externo de conducta se ha terminado. Es ahora el principio interno del hombre, ese Espíritu nuevo, el que lo lleva. Eso es ser adulto. Por eso la Ley, en cuanto código, está completamente abolida. No en cuanto profecía, aquélla del éxodo, que ésa se realiza con la muerte de Jesús. Y nosotros vamos detrás. El éxodo se abrió con la muerte de Jesús, cuando él da su Espíritu, y nosotros vamos saliendo de la sociedad injusta, que es la tierra de esclavitud, para entrar en la tierra prometida, que es ésta comunidad que vamos creando, que queremos crear, donde la relación humana es relación de amor. No de rivalidad, no de hostilidad de unos con otros, no de dominio, no de prestigio, sino de igualdad, de entrega, de solidaridad.

Y, por si nos queda alguna duda, podemos ver el comentario que hace Pablo sobre esto de la Ley en Gálatas 3, 23: "Antes de que llegara la fe  (es decir, la adhesión a Jesús) estábamos custodiados por la Ley, encerrados, esperando que la Ley se revelase" . Encerrados: La Ley es la carcelera del hombre. "Así la Ley era nuestra niñera, hasta que llegase el Mesías y fuésemos rehabilitados por la fe" . Cuando llega la edad adulta, se acaba la niñera. "En cambio, una vez llegada la fe, ya no estamos sometidos a la niñera pues, por la adhesión al Mesías Jesús, son todos ustedes hijos de Dios; porque todos al bautizarse vinculándose al Mesías, se revistieron del Mesías" . Ya son una cosa con él. Y más adelante: "Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo pues, aunque es dueño de todo, lo tienen bajo tutores y curadores hasta la fecha fijada por su padre. Igual nosotros,  cuando éramos menores estábamos esclavizados por lo elemental del mundo  (que es la Ley). Pero, cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, sometido a la Ley, para rescatar a los que estaban sometidos a la Ley, para que recibiéramos la condición de hijos. Y, la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios envió a su interior el Espíritu de su Hijo que grita: Á Abbá! ÁPadre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo y si eres hijo, eres también heredero, por obra de Dios"  (4,1-7).

De manera que Pablo dice que la Ley era el estado elemental del hombre, era la edad infantil de la Humanidad. Cuando llega la edad adulta, se acabaron los tutores, se acabó la niñera. Y la razón es ésa: porque ya no hay código exterior, lo que hay es el Espíritu de Dios en nuestro interior. Y eso es lo que va haciendo madurar al hombre. Y el hombre no actúa por ese "ahora tienes que hacer esto, ahora tienes que hacer lo otro", sino que él mismo, con su Espíritu, tiene que ir decidiendo en cada circunstancia lo que conviene hacer y cómo su deseo de amor y de entrega tiene que irse concretando ante las exigencias de la realidad que tiene delante. El hombre se desarrolla con el uso de su libertad y , por tanto, es precisamente el gran instrumento de desarrollo el que el hombre, con ese Espíritu, vaya decidiendo libremente en cada momento lo que tiene que hacer para dar vida a los demás.

Es decir, que no hay que tener miedo de que ese Reinado de Dios prometido en el A. T., se vaya a quedar en nada. Se va a quedar en todo. Toda esa enorme profecía se va a cumplir. Á Claro!, que de otro modo, pues el A. T. lo que esperaba era la gloria política de Israel, y eso se ha terminado. No es la gloria política de un pueblo, porque el nacionalismo de Israel se ha acabado, el exclusivismo del pueblo escogido se ha terminado. Es la Humanidad entera, y se va a hacer, no por el dominio de un pueblo sobre otro, sino creando una sociedad donde todos sean hermanos porque hay un solo Padre.

"Por lo tanto, el que se exima de uno solo de esos mandamientos mínimos..."

Los "mandamientos mínimos"  son las Bienaventuranzas. Y los llama "mandamientos", no porque estén formulados en forma de tales, sino para oponerlos a los mandamientos de la antigua Ley. Es lo que hace Juan cuando dice: "Este es el mandamiento mío: que se amen unos a otros como yo les he amado" . Esto no es un mandamiento, es un ideal, pero tanto Mateo como Juan lo llaman mandamiento para decir "esto es lo que sustituye a todos aquellos mandamientos antiguos".

Y llamarlos "mínimos"  corresponde a lo que dice Jesús después en el mismo evangelio: "Mi yugo es llevadero y mi carga ligera" . Esto no es una cosa difícil, no es una cosa que aprisione al hombre. Jesús no nos da recetas: nos da principios, impulsos, ideales y nos da el Espíritu  que nos lleva a eso. Ahora ¿cómo lo practicamos en el siglo XX?: habrá que pensarlo, pero lo que no podemos hacer es vaciarlo.

"... y lo enseñe así a la gente..."

Ese tal va creando unas comunidades que son la sal que pierde su sabor, porque está vaciando de contenido el mensaje de Jesús.

"... será llamado mínimo en el Reino de Dios"

Esta es la frase que, en el lenguaje rabínico, quiere decir "excluido". Esto está en paralelo con la parábola de la cizaña: hay trigo y cizaña dentro del Reinado de Dios. Esta es la cizaña, la "quinta columna" que hay dentro de la comunidad cristiana, y que está vaciando de contenido la vida cristiana.

"En cambio, el que los cumpla y enseñe (primero es practicar y después enseñar) ...,  ése será llamado grande en el Reino de Dios. Porque les digo que, si la fidelidad de ustedes no sobrepasa con mucho la de los letrados y fariseos, no entran en el Reino de Dios"

Los letrados y fariseos se vanagloriaban de una fidelidad  a la Ley en los detalles más mínimos. "Pues la de ustedes tiene que ir mucho más allá pero, no en el plan legalista, sino en el plan de entrega que supone la opción. No en el plan de ellos, que se pasaban el día mirando con lupa los 635 mandamientos que habían sacado de la Ley; no en cantidad, sino en calidad. La fidelidad de ustedes no es a esas tonteras, sino a la opción entre Dios y el dinero, y tiene que estar muy por encima en calidad, y no menor en entrega, a la de los letrados y fariseos".

Mateo, que escribe bastante más tarde que Marcos y, además en una comunidad muy atacada por el espíritu judío -pues alrededor suyo tiene comunidades judías muy fanáticas que acusan a la comunidad cristiana de traidora-, se encuentra con una comunidad mezclada. En la comunidad de Marcos hay algunos problemas, pero son de otra clase: son problemas comunitarios entre los discípulos de origen judío y los seguidores de Jesús que vienen del paganismo; pero no hay ese problema de fidelidad a la Ley que pone Mateo.  Por eso, no existe en Marcos la parábola de la cizaña (los que vacían de contenido el mensaje de Jesús), ni lo de "serán llamados mínimos" los que no lo practican. Por ser Mateo más tardío, hay una nota pesimista, o más realista, en la parábola del que "edifica su casa sobre roca o sobre arena": porque tiene más experiencia y  ha habido más dificultades en la comunidad y más ataques de fuera.

También Lucas, que escribe todavía más tarde, se encuentra en una comunidad más difícil que la de Marcos, porque no hay tanta fidelidad: y por eso Lucas pone las Bienaventuranzas de una forma mucho más radical que Mateo, ya que dice: "Dichosos los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios" . "ÁAy de ustedes, los ricos, porque ya tienen su consuelo! " ; y se dirige también a los discípulos. Por lo que se ve, en la comunidad de Lucas  (o en otras que conocía) había ya ricos y pobres, que la opción no se había hecho. Y eso que estaban a pocos años de la muerte de Jesús. Por eso Lucas pone esa tremenda antítesis  entre pobres y ricos, que no aparece en Marcos ni en Mateo, que son más antiguos. "Los mínimos" , pues, en Mateo son aquellos que vacían la comunidad con su conducta, y enseñan ese modo de proceder, con lo que crean comunidades que no sirven más que para que las gentes las pisoteen, como dice de la sal.

 

 

 

12. LA VERDADERA PIEDAD

 

Viene ahora la oposición de Jesús a la doctrina de los teólogos de aquel tiempo, que eran los letrados. Teólogos, moralistas,  canonistas, es decir,  los que explicaban la Ley. Y aquí Mateo nos pone las contraposiciones entre los antiguos Mandamientos y lo que Jesús dice. Jesús se pone por encima de los antiguos mandamientos, que ya están fuera (5, 21-46). Y, después de esto, viene la oposición a los fariseos.

Los letrados eran los maestros, los teóricos, los que exponían con autoridad la doctrina. Estaban oficialmente reconocidos, pues se ordenaban a los 40 años, después de sus estudios; no se ordenaban de sacerdotes, sino que era una ceremonia en la que se instituían como maestros oficiales y, además, como jueces en las causas civiles y criminales. En cambio, los fariseos no eran teóricos, sino prácticos. Los fariseos eran los observantes, eran grupos de judíos laicos, que tenían como objetivo de su vida la observancia rigurosísima de la Ley. Por tanto, eran los dos grandes grupos que influían sobre el pueblo: los letrados o maestros por su prestigio y doctrina, y los fariseos por su conducta. Eran hombres  "santos", gente perfecta, sin tacha. Y Jesús los desenmascara en este trozo, pues no era oro todo lo que relucía, ni santidad lo que pretendía serlo.

"Cuidado con hacer ustedes sus obras de piedad delante de la gente para llamar la atención; si no, se quedan sin recompensa de su Padre del cielo" (6,1).

Ya está anunciando de qué se trata. Aquí hay gente -los fariseos- que hacen sus obras de piedad para que los vean. Estas obras de piedad son las clásicas del judaísmo. Mateo está en controversia continua con grupos fariseos que son enemigos de la comunidad cristiana, y por eso trata del "fariseísmo". En la piedad farisaica las principales obras eran: la limosna, la oración y el ayuno. Jesús empieza hablando de estas tres, con lo que claramente se refiere a ellos, y dice: "no lo hagan para llamar la atención". ¿Qué es eso de llamar la atención?: vamos a verlo en cada una de ellas, pero el fondo es el mismo: pretender ganarse fama de santos y con esto influir sobre  el pueblo.  Porque  todo va encaminado al  poder,  incluso ese aspecto y actitud de santidad y perfección. El  "dar ejemplo" es poder: no hay que dar ejemplo; hay que ser bueno y actuar con el Espíritu, sin pretender dar lecciones a nadie, porque de aquella forma uno se coloca por encima. Todo son útiles manifestaciones de la ambición del poder. Estas, en realidad, ni son útiles, pues son groserísimas.

    "Por tanto, cuando des limosna, no lo anuncies a toque de trompeta, como los hipócritas en las sinagogas y en la calle para que la gente los alabe"

    Lo del toque de trompetas, claro, es una exageración que quiere decir "con gran publicidad". Naturalmente, la civilización nuestra es muy diferente de aquella; ellos iban por la calle dando a los pobres con prosopopeya para que se dijera "qué hombre más santo". Lo que pretenden es la fama, no el ayudar, para con ella tener poder sobre el pueblo, influjo espiritual, que es un tipo de poder muy evidente, y de lo que todos tenemos evidencia, unos desde arriba y otros desde abajo.

"Ya ha recibido su recompensa, se lo aseguro"

La recompensa que quieren es la fama y ya la tienen. No hay más.

"Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede escondida; y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"

Si tú quieres ayudar es porque quieres ayudar, no por otra finalidad. Aquí está desarrollando la bienaventuranza que decía "dichosos los limpios de corazón", los que no tienen segundas intenciones, que no van buscando bienes inconfesables, los sinceros, los auténticos. Si quieres ser auténtico en la ayuda al prójimo, que nadie se entere, que no sepa tu mano derecha lo que hace la izquierda y, entonces, tendrás tu recompensa. ¿De qué recompensa se trata?: de la comunicación de Dios: tendrás esa comunicación de tu Padre, que ve en lo escondido; esa comunicación es tu recompensa. Es decir, como tú te portas igual que él se porta, entonces viene la sintonía con él, el Espíritu común, la comunicación y la experiencia de Dios. De modo que, cuando se hace algo, hay que hacerlo por lo que es. ¿Que hace falta remediar una necesidad urgente?:  pues se remedia, pero sin publicidad.

Como vemos, Mateo  no está proponiendo la limosna -como tampoco Jesús la proponía- como solución a las injusticias de la sociedad, pues él tiene su solución. Esto es una cosa de emergencia: se dan ocasiones en que no hay más remedio y, cuando es apremiante, hay que atenderlo de momento; y no va uno a decir "espera a que funcione la nueva sociedad..."  Pero esto no es la solución. La solución es potenciar al hombre -que es lo que hace Jesús- para que él mismo encuentre su manera de vivir.

"Cuando recen, no hagan como los hipócritas..."

"Hipócrita" es el que hace una acción externa que no corresponde a su actitud interior:  es ese abismo que hay entre la acción y el espíritu, porque se hace por un motivo para lo que la acción no está destinada.

"...que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente"

Con las manos levantadas, delante de todos, para que se diga "Áqué hombre tan observante, tan bueno, no tiene respeto humano!". Pero, si resulta que lo que va buscando es todo lo contrario, que se entere todo el mundo para que digan "Áqué santo es!". Aquí,  naturalmente, Jesús caricaturiza -porque se trata de una sátira- pero, en su medida, se aplica a todo el mundo, incluso a nosotros.

"Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu pieza, echa la llave a tu puerta..."

Todo esto son metáforas, imágenes, para decir "en lo más secreto, en el fondo de ti mismo". La palabra que usa el griego significa "el último cuarto de la casa"; y "tu puerta" es tu corazón, tú mismo.

"...y rézale a tu Padre que está en lo escondido; tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"

Esa oración sí que tiene la comunicación con Dios. Y ésa es la recompensa: la comunicación con el Padre. Como vemos, aquí dice: "tu Padre que está en lo escondido" : ya no dice " que está en el cielo". El "cielo" no significa un lugar especial, es una metáfora: en toda la Humanidad lo excelente ha estado arriba y lo de poca calidad abajo; por eso, el cielo es el colmo de la excelencia. Y, cuando dice: "el Padre que está en el cielo" significa la excelencia o trascendencia;  así como la invisibilidad, pero no la distancia. En cambio, cuando dice "tu Padre, que está en lo escondido", se suprime la excelencia y se enfatiza la invisibilidad; o  sea, otra manera de designar la cercanía de Dios. Tú has hecho tu oración en lo escondido, en lo más escondido de ti mismo, y allí está el Padre: cerquísima, a tu lado, contigo, aunque invisible; hay experiencia de él, aunque no haya visión.

Aquí Jesús no habla en plural: en lo de la limosna y la oración habla en singular. ¿Por qué? Porque se trata de iniciativas particulares, no cosas de la comunidad. Son cosas ocasionales, según el espíritu de cada uno, pero no normas para la comunidad; si un cristiano quiere ejercer estas obras, tiene que saber cómo hacerlo. Los fariseos aquellos tenían momentos obligatorios de oración -tres veces al día- y días fijos de ayuno -lunes y jueves-. Pero aquí, nada de eso; ni  cosa comunitaria tampoco: cada uno es completamente libre para hacer o no hacer, según el Espíritu le diga.

Y ahora tenemos que repetir una  vez más de qué oración se trata. Hay dos clases de oración: una, que es la unión con Dios, y de la que aquí no se habla; y otra es la petición a Dios de una cosa determinada, de la que sí se habla aquí. La unión con Dios es una cosa continua, porque se basa en el don del Espíritu.  En todo su evangelio, que tiene 28 capítulos, ¿cuántas veces dice Mateo, que Jesús ora?: sólo dos: una, después del episodio de los panes, y otra en el huerto de Getsemaní. Parece poco, ¿no? Y es que esa oración no indica la unión con Dios, que ésta la tiene Jesús por el Espíritu. Desde el momento en que en el Jordán él recibe la plenitud del Espíritu de Dios, eso significa que está siempre unido con Dios, puesto que tiene el mismo Espíritu, la misma vida. Esa es la unión con Dios, y de esa oración no hablan nunca los evangelistas.

Esa es la atmósfera en la que respiramos: no hay más que darse cuenta de que está con nosotros el Señor, en nosotros, al lado nuestro, o como nosotros queramos expresarlo. Ese es el don del Espíritu: la oración continua, que unas veces se hace de manera más consciente y otras más inconsciente, pero siempre estamos en compañía del Espíritu. Por lo tanto, basta con que concentremos la atención en ese hecho, y ya estamos en oración, sin dificultad alguna, porque sabemos que es el Señor y que nos acepta siempre; seamos mejores o peores, siempre nos acepta; por parte de él nunca queda, siempre está a nuestro lado deseoso de entregarnos su amor, que es su Espíritu. Repito, de este tipo de oración no está hablando aquí Jesús.

Cuando se habla aquí de rezar u orar,  significa "pedir algo a Dios", que es una cosa ocasional; eso no se hace en cada momento, sino cuando haga falta, y diremos "Señor, necesito o necesitamos esto" o "fulano necesita tal cosa". Aquí se trata de una petición, que ya vimos que la otra es el fruto permanente del don del Espíritu. Este don puede el cristiano recibirlo de una manera paulatina o de modo más momentáneo, más sensible, más espectacular. Puede tener un tiempo de una pequeña exaltación -como el enamoramiento, pues, al fin y al cabo, no está tan distante la imagen- y será algo que pasa: y tiene que pasar porque el Señor quiere que vivamos con los pies en la tierra, bien metidos en la Historia; pero eso puede dejar la conciencia de la presencia de Dios con nosotros, que es el fruto permanente de ese don. Por tanto, la oración contínua es el fruto permanente del don del Espíritu en nosotros, que ya no nos distrae ni nos eleva sobre la realidad, como puede suceder en ciertos momentos, sino que, al contrario, nos va insertando cada vez más en  la Historia con la eficacia nueva de trabajar  con Dios. Por aquí va la cosa y, como decimos, de esta oración no se trata aquí. Aquí  se habla del pedir algo y, cuando haya que hacerlo, "entra dentro de ti mismo, cierra tu corazón con llave y habla con tu Padre": esa oración sí sirve. Y ahora Jesús desarrolla este aspecto de la oración y dice:

"Pero, cuando recen, no sean palabreros, como los paganos que se imaginan que, por hablar mucho, les hacen más caso; no sean como ellos, que su Padre sabe lo que les hace falta antes de que se lo pidan"

De manera que Dios ya lo sabe, no hace falta estar pidiéndoselo con insistencia. Pero, entonces ¿para qué rezamos? ¿para qué pedimos, si el Padre ya lo sabe? Por parte del Padre, sí; por parte nuestra, no. Nosotros, al pedir, nos hacemos capaces de recibir. El pedir es una actitud de apertura y, cuando nos abrimos al pedir, Dios puede darnos lo que no nos podía dar si no se lo pidiéramos. Pedir significa estar receptivo y, para recibir, hay que estar receptivo. Por tanto, esta oración de petición no es para "mover" a Dios, ya que su amor está siempre deseando darnos. Por eso no hay que ser "verbosos", porque el Padre sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos.

¿Cuáles son las peticiones propias de la comunidad cristiana?

Se dice: "El Padre Nuestro es modelo de oración" y, en efecto, es modelo de petición en esta clase de oración. La otra oración, la de la unión con Dios, no necesita palabras: basta tener conciencia de su presencia y de su amor. En cambio, la oración de petición sí las necesita, y el Padre nuestro es su modelo.

 

 

13. EL PADRE NUESTRO  (1¡ parte)

 

"Ustedes recen así: Padre nuestro del cielo..."

Ya empieza una oración comunitaria: "Padre nuestro". Aunque la diga un individuo está hablando en nombre de su comunidad. Además, no aparece el nombre de Dios. No ha aparecido en todo lo que hemos visto:  siempre aparece el de "Padre", que es el nombre cristiano de Dios. Dios es palabra que sirve para todas las lenguas y esos nombres han sido asumidos por los cristianos, de una manera u otra: el "theos" griego lo usaban los griegos paganos y después lo usó la traducción griega del Antiguo Testamento. Pero eso no es lo específico cristiano. Lo cristiano es que Dios es Padre, el que por amor comunica su propia vida, no el que manda, ni el que impone su voluntad. No el que impone, sino el que potencia al hombre.

Ya en el Antiguo Testamento se usaba algunas veces para Dios el nombre de "padre", pero con significado completamente distinto: allí el padre es la figura de la autoridad. Además, se suele decir "el Padre del pueblo". Pero este Padre, al que podemos llamar también "mío", de cada uno de nosotros, porque a cada uno le ha comunicado su Espíritu, es algo nuevo. Este nombre de "padre" funda una nueva relación con Dios. No el Dios sentado en el trono del cielo, dando mandamientos a los hombres, dirigiendo el mundo. Son falsas ideas de Dios que Jesús ha venido a cambiar.  "Padre", entendido como hemos visto, nos cambia completamente el concepto de Dios y nuestra relación con él.

Hay gente a quien le resulta enormemente difícil llamar a Dios "Padre" pues, debido a su experiencia familiar negativa, tienen malas asociaciones con esa palabra. Les suena al autoritario, al déspota, al opresor. Pero aquí es otra cosa distinta: es el que comunica su propia vida, no otra, y ésa es la señal de su amor. Y esa vida se llama el "Espíritu". Por eso, la comunidad que reza el Padre Nuestro es una comunidad que posee el Espíritu; si no, no lo puede rezar. La palabra Padre se la dirige a una persona con la que se tiene una experiencia particular: a un señor mayor, venerable, dignísimo, yo puedo llamarle "señor", pero no "padre", pues con él no tengo ninguna experiencia personal, ni me ha dado la vida. Por el contrario, el que llama "Padre" a Dios es porque tiene la experiencia de la vida que Dios le ha dado, la del Espíritu. Si no se tiene tal experiencia, no se le puede llamar a Dios "Padre":  sería una palabra vacía. Y ¿cómo sabemos esto?: por una experiencia interna , pero que está convalidada por una experiencia externa. ¿Qué es lo que ha dicho Jesús en las Bienaventuranzas? "Dichosos los que trabajan por la paz  -por la felicidad de los hombres- porque a ésos los llamará Dios hijos suyos" : la comunidad que llama "Padre" a Dios, no sólo tiene la experiencia interna de que Dios es su Padre,  sino que además está dedicada al trabajo por la felicidad de los hombres, los que trabajan por la paz, en su sentido amplio, como vimos. Porque el ser cristiano tiene siempre el doble aspecto: la experiencia interior y la praxis externa. Si nos limitamos a la experiencia interior el Espíritu queda mutilado, porque él se entrega y, si nosotros no nos entregamos, acabamos por formar cenáculos de almas escogidas: y eso no es el cristianismo. Pero, si nos entregamos a una actividad  sin una experiencia interna, somos unos activistas, que nos vaciaremos y nos quemaremos, por falta de apoyo interior. La actividad tiene que ser la expansión de la experiencia interior. Tiene que nacer de ahí. Y, además, en comunidad: porque es el amor de la comunidad el que nos sostiene ante la falta  de amor que vamos  a encontrar y la falta de respuesta en nuestro trabajo...Y no importa que no sepamos hacer la síntesis desde el principio, pero sin los dos aspectos no estamos todavía en la plenitud de nuestra vocación cristiana.

Padre nuestro "del cielo". 

"Del cielo"  no significa distancia, sino excelencia, como dije. Como Jesús dirá más tarde en Mateo: "No llamen a nadie Padre sobre la tierra" : este "Padre" suprime todo padre de la tierra, no en cuanto que ha sido transmisor de la vida, ni en cuanto que se le debe respeto y amor, sino en cuanto a ser modelo y transmisor de una tradición. En la cultura judía, el padre es la figura de la autoridad y el que transmite a los hijos la tradición recibida, o sea, la ideología del sistema; es, además, el modelo para el hijo, y la gloria de un hijo es el parecerse a su padre. Pues en la comunidad cristiana ya no hay eso, ni esa figura de autoridad y de modelo. Esto es lo que pasó con Jesús: que no tuvo padre terreno, y por eso él propone el mensaje de Dios con toda su  pureza, sin estar condicionado por ninguna cultura, ni por la Historia de su pueblo: esto se traslada ahora a los discípulos. Nosotros tenemos que renunciar a nuestro padre terreno, a una tradición, a un modelo humano: nuestro modelo es nuestro Padre del cielo y la tradición que recibimos es el Espíritu, el amor que él nos comunica. Por eso este "Padre" excluye toda otra figura de padre, ya sea carnal o cualquier otro modelo o autoridad que se transmita por doctrina. El Padre del cielo no es autoritario, sino que comunica vida.

Por eso en la comunidad cristiana no se admite el poder de dominio, ni la tradición transmitida, la tradición antigua. Ya hay una nueva tradición:  el Espíritu, que es una praxis, el amor sentido y el amor ejercitado: ésa es la tradición, y no hay otra. Todas las tradiciones de palabras son secundarias. Los cristianos del siglo IV, o del X, o de este siglo, podemos expresar nuestra experiencia con palabras más o menos acertadas, con fórmulas más o menos inteligentes: es secundario cómo lo expresamos; lo importante es que tengamos la experiencia y la praxis de amor. Esa es la tradición en la Iglesia. Cada siglo ha querido anunciar eso de una manera, pero todas las formulaciones son relativas. ¿Por qué los evangelistas usan tantos símbolos y tantas figuras?: por  lo difícil que resulta expresar una experiencia. Y por eso usan tanta poesía: porque la poesía es lo que está más cercano a la experiencia, lo que más sugiere: el concepto no sugiere nada, el concepto es seco, pero la poesía no. Aquí podríamos decir: "Padre nuestro excelente", pero decimos "Padre nuestro del cielo" , y la resonancia de la palabra cielo, que es resonancia poética, es infinitamente mayor que la de un adjetivo como "excelente".

Y ahora empiezan las peticiones. La comunidad cristiana va a orar, va a pedir, y primero pide por "su misión en el mundo". La oración es expresión de amor; cuando uno pide por algo, es porque eso le interesa; y, en el caso de la comunidad, la expresión del amor se concreta primero en la Humanidad entera, no en la comunidad misma: así ocurría en la antigua "Oración de los Fieles", que ahora empieza pidiendo por la Iglesia. No debe ser así: primero, por el mundo, por la paz, los hombres y, después también, por la comunidad. Interesa primero el mundo y después nuestra comunidad, porque el amor es universal. Así nos lo enseña el Señor.

1¡ - "Proclámase ese nombre tuyo"

Esto es lo que decimos ordinariamente por "santificado sea tu nombre". El "nombre" es una expresión semítica que designa a la persona en cuanto es designable: si decimos "Antonio", no sólo es un sonido, sino una persona que designo y que yo conozco: se me ha manifestado y por eso se le puede nombrar. El "nombre" de Dios es Dios mismo, en cuanto es conocido. Y ¿cómo es conocido Dios?: por su acción en la Historia: así es como se ha hecho conocer en toda la historia antigua. Aquí, viniendo después de la invocación "Padre", ya sabemos cuál es ese nombre: sabemos bien, quién es ese Dios, manifestado en la Historia y que se va a seguir manifestando: "ese Dios es el Padre". Por lo tanto, "tu nombre" es "ese nombre tuyo"  que acabamos de pronunciar.

"Santificar" es otro hebraísmo, un verbo que se usa en la primera carta de Pedro y que significa "reconocer": reconocer algo que es excelente, eminente (por eso tiene la raíz de la palabra  ísantoí), pero no significa "santificar". Nadie puede santificar el nombre de Dios: no podemos hacer santo su nombre. Eso tiene otro sentido, aunque no nos damos cuenta porque estamos acostumbrados a decirlo. Es una mala traducción del latín, traducido a su vez del griego, que está inspirado en esa categoría semítica. Como dije, en el Antiguo Testamento, significa íreconocer algo eminenteí: así en la 1È Pedro se dice "reconozcan a Jesús como señor en el fondo de su corazón para evitar el miedo" (se dirige a unos cristianos perseguidos). Es decir, reconozcan una realidad sublime. Por tanto, aquí es reconocer a Dios como Padre, con este sentido de reconocer algo excelente y, por tanto, se puede poner el verbo proclamar. "Proclámese ese nombre tuyo"  es la primera petición.

Así que, lo que pide la comunidad cristiana en primer lugar, es que la Humanidad llegue a conocer que Dios es Padre. Y esto ¿cómo se hace?: por la labor de la comunidad. "Ustedes son la luz del mundo" , dice en el cap. 5: "que vean el bien que hacen y glorifiquen a su Padre del Cielo" : éste es el paralelo. Será proclamado que Dios es Padre cuando la comunidad actúe en bien de la Humanidad, como Dios actúa. Aquí se están pidiendo dos cosas: que la Humanidad vaya teniendo conciencia de la realidad de Dios (que no es el soberano déspota e impositivo), y que esa experiencia se haga universal. Es la utopía realizada en la comunidad y por realizar en la Humanidad. Pero ¿de qué depende eso?: del trabajo de la comunidad: ésta se compromete a trabajar y pide al Padre que le ayude. Primera preocupación de la comunidad: "la misión", no la comunidad misma, sino su misión en medio del mundo.

2¡ - "Llegue tu Reinado"

Esta petición se suele traducir por  ívenga a nosotros tu reinoí, pero ese  ínosotros í ni está en el latín ni en el griego. Además, eso daría a entender que la comunidad que esto reza no está todavía en el Reino, lo cual es falso: porque ya ha recibido el Espíritu, puede llamar a Dios "Padre" y, por tanto, está en el Reinado de Dios. Lo que se pide  es que "llegue su Reinado a los que no lo conocen", pues el Reino son los hombres. Tenemos siempre la pequeña utopía realizada y la gran utopía por realizar. Lo que se pide es: que esta experiencia que tenemos de tu Espíritu, que es la manera de ejercer tu Reinado, se vaya comunicando a la Humanidad entera.

Este fallo de la traducción española es muy grave, porque supone que el Reinado de Dios no ha llegado todavía. Pero el Reinado de Dios es algo actual, como vimos en las Bienaventuranzas: empieza aquí con la opción por la pobreza, y es la comunidad la que dice ahora "llegue tu Reinado" con vistas a la Humanidad entera. Y ¿cómo llega ese Reinado? Ya se ha dicho cuál es la puerta: la primera bienaventuranza, pasar de una sociedad de poder y rivalidad a otra de solidaridad, renunciando a la acumulación de dinero para hacer una sociedad solidaria: lo que se pide en el Padre nuestro es que los hombres vayan aceptando ese mensaje, cambiando su escala de valores y que el dinero vaya dejando de ser el dios del mundo. Cosa que se ha de hacer a través de la comunidad. De modo que, con esta petición, la comunidad se compromete y pide ayuda al Padre.

3¡ - "Realícese en la tierra tu disignio del cielo"

Se trata de lo mismo: de que la Humanidad vaya recibiendo el don de Dios. La traducción conocida es "hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo": otra traducción defectuosa. La palabra griega que se traduce por ívoluntadí lo mismo significa la voluntad de un individuo que voluntad referida a la Historia. Pero aquí se refiere sólo a la Historia: y esto, en castellano, ya no se llama voluntad sino ídesignioí: es el designio de Dios sobre la Historia humana.

"Hágase" es "realícese": "realícese tu designio" . Después entran dos términos: cielo y tierra. El designio es un concepto que contiene en sí dos momentos: el de la decisión y el de la ejecución; como en un proyecto, está el momento de la confección y el de la ejecución. Lo que Mateo nos está diciendo es: ítu proyecto se ha decidido en el cielo y tiene que realizarse en la tierraí. De manera que írealícese tu designio en la tierra, como está decidido en el cieloí y, poniéndolo de una forma más elegante: "realícese en la tierra tu designio del cielo" .

Dios tiene un designio para la Humanidad, para la plenitud humana, para que la sociedad corresponda a lo que es el ser profundo del hombre, que es para lo que Dios la ha creado. Y aquí se pide que eso, que está perfectamente concebido en el cielo -en Dios mismo-, se realice en la tierra. Y ¿cómo se realiza?: de nuevo, con el trabajo de la comunidad. El Señor está con nosotros, nos da su Espíritu, y nosotros ponemos todo lo demás: los ojos, el talento, cuanto tenemos para que ese proyecto se realice.

Siempre se había pensado, incluso los católicos, que Dios destina la felicidad para la otra vida, pues aquí sólo hay sufrimiento, como si Dios fuera un dios de dolor y muerte, que nos recompensará en la otra vida. Pero no es esto lo que el Evangelio dice. Dios quiere que el hombre sea feliz siempre . Con esa frase el Señor derriba la idea de que la felicidad es para el mundo futuro.

Vemos que estas tres primeras frases son equivalentes: 1¡: que la Humanidad reconozca al verdadero Dios, al Padre; 2¡: que tu Reinado llegue a la Humanidad entera, que vaya aceptando el mensaje de Jesús que da acceso al Reinado; y 3¡: que ese designio tuyo del cielo se realice en la tierra. Esta es la primera parte del Padre nuestro: tu nombre, tu reinado, tu designio. El plan de Dios sobre la Humanidad -"ésos serán saciados" -, realizado por la comunidad, "los que trabajan por la paz" . Las Bienaventuranzas están reflejadas en el Padre nuestro. Como no puede ser menos, por la coherencia del evangelista y, detrás de éste, de Jesús. La coherencia absoluta de los evangelios viene de la profundidad de su experiencia: el que tiene una experiencia profunda de algo, no se equivoca al hablar, sabe lo que quiere decir  y lo dice.

 

 

14. EL PADRE NUESTRO (2¡ parte)

 

Esta segunda parte ya no habla de Dios, sino de la comunidad cristiana. Por eso dice "nuestro pan, nuestras deudas, no nos dejes caer, líbranos del mal" . En la primera parte se daba "la misión", que era lo principal. En esta segunda, se habla de la comunidad, que es la base de la misión: la comunidad tiene que estar en perfecto estado (por así decirlo) para realizar su misión.

"Nuestro pan del mañana dánoslo hoy"

Ahora decimos "el pan nuestro de cada día dánoslo hoy": esta frase está muy mal traducida. El "cada día" está traducida de la versión de Marcos del latín, y está hecha por san Jerónimo de una palabra griega que él no sabía lo que quería decir; y, hasta tal punto no lo sabía que, cuando traduce el íPadre nuestroí de Mateo, traduce por  ínuestro pan supersustancialí; y, cuando traduce a Lucas pone ínuestro pan cotidiano o nuestro pan de cada díaí; estaba tan dudoso que traduce la misma palabra de dos formas distintas en un evangelio y en otro. ¿Cómo resolvemos nosotros el significado de esta palabra?

San Jerónimo mismo nos cuenta en cada una de sus cartas que ha encontrado en el evangelio de los Hebreos -que era un evangelio escrito en lengua aramea- la traducción de esta palabra, y la traducción era "mahah", que significa "mañana", el día de mañana. Ya hay una pista. La palabra griega íepiousioní es una palabra nueva. Orígenes, del s. III , griego de lengua, tiene un tratado sobre el Padre nuestro y dice: "Esta es una palabra que parece que han inventado los evangelistas". Esto hay que entenderlo: la han inventado en su forma de adjetivo, porque íal día siguienteí, en griego, se decía ítepiousí = el día que viene. De manera que sólo el adjetivo íepiousioní es el inventado por los evangelistas, como decía Orígenes, pero el significado está claro: mañana,  el día de mañana. De modo que, por el arameo por un lado, y por el griego,  por otro, aparece que es "nuestro pan del mañana". Además, hay otro argumento, que es definitivo: la iglesia de Egipto, la iglesia copta, tiene traducciones en su antigua lengua copta -que se encuentra en cinco dialectos, de los que el principales es el íbohair í-; pues, bien el evangelio copto dice "nuestro pan del mañana". Como esa lengua ya no se habla, está traducida al árabe, y así lo dicen los egipcios cristianos de hoy, que rezan en árabe, "nuestro pan del mañana"; cosa que les extraña, pues no saben por qué tienen ellos esa diferencia con el resto de los cristianos. Pero es la única lengua que conserva la traducción exacta.

Nuestro pan, no de mañana, sino del mañana: no del día siguiente, pues Jesús dirá "no se preocupen del mañana": es un mañana más lejano, el de la vida futura: el pan es sinónimo de alimento, de banquete, es el banquete de la vida futura, la unión, la alegría y la felicidad (expresión que usa Jesús para significar la vida futura): pues que esa unión y alegría que se proponen para la vida futura sean realidad hoy: "nuestro pan del mañana dánoslo hoy" : la unión de la comunidad, el Reinado de Dios, prometido para después de la muerte de Jesús. De modo que  lo primero que hay que pedir para la comunidad es que sea comunidad de amor, alegría, amistad, unión: porque es el gran testimonio delante de los hombres.

"Y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a los que nos ofenden"

Es una causal: perdónanos, porque también nosotros perdonamos. La única petición que lleva una condición. El motivo es que también nosotros perdonamos". Si no perdonamos, no hay perdón. ¿Por qué?

"Perdonar" es otra manifestación de amor: perdona porque ama. Los que se  cierran al amor, negándose a perdonar, no pueden recibir el amor que Dios les ofrece. Cerrarse al amor con los demás significa cerrarse al amor que Dios quiere dar. El amor es unívoco: el que no sabe amar, no puede recibir amor. La primera manifestación de amor en la comunidad era el íamor interior í , la segunda es íel amor de perdóní. Y de éste no dice que sea dentro de la comunidad exclusivamente, no se limita a los miembros; perdón mutuo y fácil entre los miembros, y también para los de fuera, de modo que se vea que la comunidad es el núcleo de donde irradia el amor. Y, no es que Dios no quiera perdonarnos, es que no puede, porque somos incapaces de recibir amor, porque no tenemos sitio para el amor.

"Y no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo"

Aquí hay un peligro,  que es la tentación: cualquiera, porque no lleva artículo. Hay un peligro para la comunidad, y se pide a Dios que no nos deje ceder a esa tentación y que nos libre del Malo. Para interpretar este verso hay que ver si Mateo ha hablado antes de "tentación". Y ha hablado una sola vez: cuando está Jesús en el desierto. De manera que la tentación genérica, cualquier tentación,  está en relación con el desierto, donde se habla del "tentador". Según Mateo, Jesús pasa en el desierto cuarenta días y cuarenta noches sin comer,  ayunando y, al final, siente hambre. Estos cuarenta días y noches hay que tomarlos como una cifra tradicional, como un íperíodoí de tiempo: como se dice de Moisés y Elías que habían estado ese tiempo en el desierto, lo que quiere decir Mateo, es que Jesús no es inferior a ellos; como Mateo tiene muy en cuenta el Antiguo Testamento, quiere dejar claro que la figura  de Jesús no tiene nada que envidiar a la de Moisés y Elías. Bien, pues después, en ese extremo estado de ayuno,  Jesús vence la tentación. Hay tres tentaciones, que son las mismas que se van a presentar luego a la comunidad cristiana. Por eso tenemos que comentar las tentaciones de Jesús al comentar el Padre nuestro.

Primera tentación de Jesús: se le acerca el ítentador í, el  íMaloí, y le dice: "Si eres hijo de Dios, haz que estas piedras se transformen en pan" . Y Jesús le contesta: "No sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que sale de la boca de Dios" . Y dice "el hombre" , no Jesús, ni el Mesías, sino cualquier hombre. Las frases con que contesta Jesús están tomadas del Deuteronomio y se aplican a cualquier hombre. ¿Cuál es la propuesta del tentador?: que Jesús utilice sus cualidades, sus poderes, su excelencia, en beneficio propio, sin tener en cuenta el plan de Dios : por eso Jesús le responde con el plan de Dios: Ácuidado! , que no se trata sólo  de comer, hay un plan divino, el hombre no vive sólo de pan, sino de lo que Dios diga también: el hambre propia no es el único elemento a tener en cuenta, sino cuál es el designio de Dios en este momento.

De modo que la primera tentación es el ateísmo práctico, no tener en cuenta el plan de Dios sobre los hombres y sobre Jesús, sino satisfacer la necesidad propia, usando para propio beneficio las cualidades que se tienen. Pero, primero es el plan de Dios, y luego... ya veremos si conviene hacer eso o no. Y esa tentación, prescindir del plan de Dios o ateísmo práctico, puede venirle a la comunidad. Como está dotada de muchas cosas, porque tiene el Espíritu, las puede usar para su propio provecho y prestigio, y no para ponerlas al servicio de los demás.

Además, como en este episodio habla de ípanesí, está en relación con la llamada ímultiplicacióní y reparto de los panes: no se satisface el hombre con milagritos, usando esa cualidad para su propio provecho, sino compartiendo los panes, que es como viene la saciedad de todos y la abundancia. Esto está en la línea de la primera bienaventuranza: el compartir es el designio de Dios, no el usar los dones para el propio beneficio.

Segunda tentación de Jesús: En el evangelio de Mateo el diablo lo lleva al alero del templo y le dice: "ƒchate abajo, porque está escrito que los ángeles cuidarán de ti, te cogerán en volandas y tu pie no tropezará contra ninguna piedra". El alero del templo era sitio donde, según las fantasías del judaísmo del tiempo, se había de manifestar el Mesías. Ese desconocido que debía venir echaría desde allí su proclama al pueblo, pondría en marcha su milagrería para vencer a los paganos, haría el juicio, etc. De manera que, lo que se le propone a Jesús,  es una manifestación mesiánica esplendorosa, aún más, asombrosa: porque dejarse caer en el patio del templo, delante de la gente, es digno de prestigio. Pero Jesús le dice:  "No  tentarás  al Señor tu Dios" . ¿Qué tentación es ésta? Por un lado, la del prestigio, del relumbrón, de la apariencia (peligros de la comunidad cristiana); por otro, es la irresponsabilidad. "No pasa nada, Dios se encarga de las consecuencias". Y no se encarga. "Tú tírate abajo, que ya está escrito que los ángeles te llevarán en volandas". Pues esté escrito o no lo esté, eso no es verdad: eso es el providencialismo infantil. "Nada, nada, Dios lo arregla todo". Y no lo arregla. Porque nosotros somos los responsables de nuestras acciones, conducta y actividad como comunidad cristiana. El Señor está siempre con nosotros, pero no  podemos hacernos irresponsables. "No, eso no cuenta; lo que cuenta es lo que Dios hace": no es verdad, cuentan las dos cosas; Dios no trabaja sin el hombre, y el hombre no construye sin Dios. Y esto es lo que el Señor dice en los cuatro evangelios: "Sin mí no pueden hacer nada" . Pero él no va a hacerlo: él ha hecho lo suyo y ahora nos toca a nosotros. Hay una canción que dice: "Dios no tiene brazos, pero nosotros le damos los nuestros; Dios no tiene pies, pero nosotros caminamos por él". Está la colaboración de Dios, su fuerza, su Espíritu, pero la responsabilidad es también nuestra. La comunidad no puede  ser atea -como dice la primera tentación-, pero tampoco puede ser irresponsable, infantilmente providencialista y, mucho menos, relumbrona.

La tercera tentación de Jesús es la más grande. El diablo se lo lleva a un cerro altísimo y le muestra en un momento todos los reinos del mundo con su gloria. La gloria es el esplendor. La gloria significa todo: riqueza, poderío militar, económico, etc. Y ya no le llama íhijo de Diosí , porque lo que le está proponiendo es que deje de serlo. Pero le dice: "Todo esto te daré, si me rindes homenaje" . Le dará todos los pueblos, será el emperador universal. Eso era lo que se pensaba entonces: el Mesías judío  debía ser el emperador universal. Había varias concepciones del Mesías, pero la más común en tiempo de Jesús era que el Mesías sería el rey de Israel y, además, sometería, a todos los pueblos paganos, que serían sus súbditos. Y el diablo le dice: "Con eso tienes seguro el triunfo, el poder, el dinero, la gloria, el esplendor; todos irán detrás de ti. La gente lo que espera es eso:  un Mesías poderoso, rico. De modo que te aseguro la eficacia del Reinado de Dios. Así todo el mundo lo aceptará, pero con una condición: que me rindas homenaje" . Y Jesús le contesta: "Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, rendirás homenaje y a él sólo prestarás servicio" . Con esto está diciendo que, intentar propagar el Reino de Dios por medio del dinero, del poder, del dominio, del prestigio, es servir a Satanás, no a Dios.

Eso se ve clarísimo aquí y es Satanás quien lo propone. El programa de Jesús es precisamente lo contrario, como lo ha expresado su bautismo, que está inmediatamente antes. El está dispuesto a dar la vida con tal de salvar a la Humanidad. Dar la vida: no apoderarse de la vida de los demás, sino dar la suya para ayudar al hombre a salir de su situación. Pero el diablo lo que dice es que nada de dar la vida, que lo que le corresponde es la gran gloria, el ser rey del mundo.

Aquí están las dos concepciones para la comunidad cristiana y para cada cristiano en particular. Y para la Iglesia actual. ¿Cómo pretendemos propagar el Reinado de Dios? ¿dando la vida por los demás? o ¿dominando con el dinero, el poder, el prestigio, etc?. Pues, ya sabemos la respuesta: la primera es la única que lleva al Reinado de Dios, la segunda lleva al de Satanás: y Satanás, en el evangelio, es el símbolo del poder. El poder es tentador, porque crea la ambición del poder y todo hombre se siente atraído por la ambición y el deseo de dominio. Todo lo que sea poder, ambición de poder, deseo de dominar, está en el campo de Satanás: y éste es el enemigo, el adversario del hombre y,  por lo tanto, de Dios. Los evangelistas traducen ese antiguo lenguaje en el que Satanás (que aparece por primera vez en el libro de Job) es un nombre común, que significa el adversario en un juicio, el contrincante delante del juez: de ahí se traslada a esa íentidadí que aparece en el libro de Job como un ministro que forma parte de la corte divina,  que no se fía de los hombres y "arremete" contra ellos delante de Dios. Esa figura de Satanás deja más tarde de estar en la corte divina, y bajo el influjo de los persas -que tenían dos principios:  el del bien y el del mal-, convierten a Satanás en el principio del mal, mientras que Dios es el principio del bien. Es otra concepción distinta. No se atreven los judíos a hacer lo de los persas, el poner a los dos principios al mismo nivel (el dios del bien y el dios del mal), y ponen a Satanás como subordinado, pero la concepción judía responde a eso.

 

Los evangelistas aceptan el símbolo, pero le cambian el sentido. Dicen: ¿Quién es verdadero y auténtico enemigo del hombre, el que lo destroza, le impide el desarrollo y crecimiento como hombre, el dominio del hombre sobre el hombre: éste es el Satanás: por eso es el TENTADOR. Los antiguos símbolos cambian de sentido.

Esta es la tentación para la comunidad cristiana. Por eso "líbranos del Malo": el "malo" es el poder. Y aquí, en este último binomio: "no nos dejes ceder a la tentación, sino líbranos del Malo"  está contenida la última bienaventuranza: "dichosos los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey" . Aquí se trata  del sistema: el malo son los sistemas del poder, que no pueden tolerar la existencia de una comunidad alternativa de este género, que está negando los valores fundamentales de una sociedad injusta. Y, entonces, viene la tentación porque, no sólo es la persecución abierta, sino también la seducción para que los cristianos pasen a adoptar otra vez los valores de la sociedad.

Y ahora, después del Padre nuestro, el Señor insiste sobre el perdón, por lo importante que es: "Pues si perdonan sus culpas a los demás, también su Padre del cielo les perdonará a ustedes. Pero, si no perdonan a los demás, tampoco su Padre perdonará sus culpas".  Esto lo anuncia como hecho. La razón es la que hemos visto antes: el que no es capaz de amar, es incapaz de recibir amor. El Padre no puede darle su amor, porque está cerrado a él.

 

 

15. NO SEAN  COMO LOS HIPOCRITAS

 

"Cuando ayunen..."

Ya hemos visto el Padre nuestro, que es una sección del Sermón de la Montaña, donde Mateo habla de las tres obras del fariseísmo:  limosna, oración y ayuno. Ya vimos la limosna y la oración -donde está incluido el Padre nuestro- y siempre estamos en lo mismo: "No hagan como los hipócritas que lo que buscan con la fama de santidad es tener prestigio y dominio sobre el pueblo".

 Ahora nos queda el ayuno. Mateo es el único evangelista que habla del ayuno, porque se enfrenta al ambiente fariseo. Pero el punto de vista de Mateo es el amor . La limosna no se da por exhibicionismo, sino por amor a la persona necesitada: por eso es en secreto. La oración -como ya hemos visto- significa petición y se hace a Dios por amor. El mismo Padre nuestro es una expresión de amor a la Humanidad entera (las tres primeras peticiones) y a la comunidad (para que esté a la altura que le corresponde). Y, por último, el ayuno, que también puede ser una expresión de amor. Aquí no se trata del ayuno que pudiéramos llamar higiénico: el que se hace para tener la cabeza despejada o para adelgazar. Se trata de un ayuno que tiene alguna relación con el prójimo. En este caso el ayuno es expresión de tristeza, que significa solidaridad con un dolor o con una muerte, porque ayunar en este sentido, es acercarse a la muerte. Como el alimento es el factor indispensable para la vida, la renuncia al mismo significa que renunciamos, de algún modo, a esa vida y nos acercamos a la muerte. Por eso, cuando hay un dolor grande, una desgracia grande, por solidaridad y amor a esas personas, expresamos nuestro dolor ayunando, como podemos hacerlo llorando: "yo me hago solidario con ese dolor de muerte, renunciando un poco a lo que a mí me da la vida": ese sentido tiene. Pero no se trata de exhibicionismo, sino de demostración íntima de amor, que la ve el Padre, porque todo lo que sea amor que sentimos en el corazón, y que es el que nos lleva a actuar de determinada manera, viene de él, ya que el Padre es amor. Leyéndolo así se entiende este pasaje del ayuno.

"Cuando ayunen..."  No dice que hay que ayunar. Si uno quiere ayunar... Cuando ayunen. Por supuesto, excluye todo ayuno obligatorio: es algo puramente voluntario.

"...no se pongan cariacontecidos, como los hipócritas, que se afean la cara para ostentar ante la gente que ayunan"

De hecho, cuando estaban de ayuno, no se afeitaban, ni se peinaban, ni se lavaban; iban desastrados para que la gente notara que estaban ayunando.

"Ya han recibido su recompensa, se lo aseguro"

¿Qué buscaban? ¿la gloria de la opinión de la gente?: pues ya la tienen.

"Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para no ostentar tu ayuno ante la gente, sino ante tu Padre que está en lo escondido, y tu Padre, que ve lo escondido, te recompensará"

La recompensa es siempre en Mateo la comunicación con Dios. Dios se comunica. El que eso hace en secreto (pues exteriormente está más contento que nunca) por amor a alguien, inmediatamente consigue una mayor comunicación divina, ya que está en sintonía con el Señor. Esta es la recompensa.

Con esto acabamos la sección de las tres obras de piedad, en la que Jesús fustiga violentamente la hipocresía farisea. Naturalmente, entre los fariseos había de todo: gente mejor y gente peor, pero como tenían como dominador común la fidelidad a la Ley, poniéndola por encima del hombre, aunque hubiera gente buena, supeditaban el hombre a la Ley, y con esto tenían una escala de valores inversa. Pero para Jesús el hombre está por encima de todo, es el valor supremo, no hay ley que se ponga por encima, ni se puede hacer daño a nadie en nombre de ley alguna.

Este legalismo es lo que los evangelios destacan de los fariseos. Eso pasa también hoy, que hay gente muy buena, pero si se examina el fondo y se les pregunta "¿qué es lo que más vale: la ley o el hombre?", dirán que la ley. Lo que ocurre es que ese caso extremo se presenta raramente pero, en última instancia, ellos estarían a favor de la ley. Eso se nota mucho cuando hay jerarquía:  suelen sacrificar al hombre para salvar la ley. Eso es lo ordinario. Porque la ley es la que les da seguridad, la que permite mantener el orden: que un individuo se fastidie es menos grave que el que se venga abajo el orden que yo mantengo. Y aquí está la gran revolución del Evangelio: que el hombre es un valor tan supremo que no hay nada que se le pueda poner por encima. Pero es un principio que no lo aguanta ninguna sociedad: es sólo posible dentro de la sociedad nueva, del Reino de Dios, del grupo cristiano.

 

16 - LA PELUSA EN EL OJO AJENO

Como ya vimos la última parte del capítulo 6 (vv. 19-34), al hablar de la primera bienaventuranza, pasamos ahora a lo que nos queda del Sermón de la Montaña. Son avisos a la comunidad cristiana. El Sermón está dirigido, en primer lugar, a los discípulos, a los que han hecho la opción por Jesús.

"No juzguen y no serán juzgados, porque les van a juzgar  como juzguen ustedes y, la medida que usen, la usarán con ustedes" (7,1)

Tenemos siempre la cuestión del amor. "Juzgar" se refiere a un juicio condenatorio: condenar a otra persona, de tal forma que puedas llegar a interrumpir la comunicación con ella. Aquí dice que Dios se porta con nosotros como nosotros nos portamos con los demás. "No juzguen y no les juzgarán" : si ustedes aceptan a la gente, Dios les acepta a ustedes . "Y la medida que usen la usarán con ustedes":  la misma. ¿Qué quiere decir eso?: que nosotros podemos recibir el amor  del Padre en la medida en que nosotros demos amor a los demás: si nosotros nos cerramos al amor,  no podemos recibir el amor del Padre: y cerrarnos al amor es condenar a una persona, juzgarla de esa manera severa, como hacían los fariseos, que decían "éste es un impuro, un descreído, uno que no cumple  la Ley,  que no tiene religión y con él no se puede tener contacto".  Pues esto se dice a la comunidad cristiana. Puede haber actitudes dentro de ella que sean parecidas a las de los fariseos. Y sabemos la tendencia que tenemos a juzgar y condenar a los demás: es cosa, desgraciadamente, muy espontánea eso de criticar por dentro. Se manifestará o no luego, pero creo que todos podemos confesarnos del juicio espontáneo negativo. Si eso se lleva a la práctica, interrumpe la relación con el otro y, entonces, mala cosa:  el Señor comenzará también a distinguir en ti y no te aceptará como eres, ya que tienes también muchos lados negativos. Y no es que Dios se proponga hacer eso, sino que el que se cierra al amor con los demás, no puede, no tiene capacidad para recibir amor. La  ícantidadí de amor que debemos recibir está en función de la que demos. "La medida que usen la usarán con ustedes" . Por eso, aunque sea una tendencia muy común, que llevamos dentro como un lastre, hay que irla desechando: no juzguemos negativamente.

"¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que tienes en el tuyo? o ¿cómo vas a decirle a tu hermano ídeja que te saque la mota del ojoí con esa viga en el tuyo? Hipócrita, sácate primero la viga de tu ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano"

La "viga" es la falta de amor. Ese es el gran defecto: cuando uno tiene esa perspectiva maldita para ver lo que son los demás, esa intuición malvada, esa mala actitud, que supone una total falta de amor. Porque la lucidez esa no va más que al acto mismo o a lo que a mí me choca en el acto de otra persona, sin considerar las circunstancias, el temperamento, la ocasión, tantas cosas que hacen cambiar la naturaleza, incluso, del acto mismo. Esta falta de amor es la viga en tu ojo y por ella tú no puedes ver las cosas como son, ya que el verdadero conocimiento se tiene a través del amor, no sólo a través de la cabeza. El que no ama no conoce: no conocemos a una persona si no la amamos. Cuando la queremos, entonces empezamos a conocerla de verdad. Hay que guardarse  de esto: la viga en el ojo es la falta de amor. Y tú, que no tienes amor y no ves las cosas como son, ¿cómo te atreves a reprochar un defecto a otra persona?: el defecto grande lo tienes tú, el defecto mortal de no tener amor. Y pone la palabra "hipócrita" en paralelo con los fariseos: de modo que hay peligro también de fariseísmo en la comunidad cristiana, de los que se creen buenos y van a corregir a los malos. No se puede corregir a alguien poniéndose uno en el papel de bueno: eso es muestra de superioridad y falta de amor, porque el amor iguala. Lo que hay que hacer es tener un amor mayor, porque sólo a través del amor podemos hacer juicios.

El segundo peligro de la comunidad cristiana es el juicio implacable estilo fariseo. Y ¿cómo podemos nosotros sabernos buenos mientras los demás son malos?: no hay más que un criterio, el de la Ley; cuando hay una norma clara, se juzga todo con la regla en la mano -sea la de Moisés, sean las de ahora-, basta con un texto que sea norma de moralidad, bondad y maldad: todo está clarísimo. Y, si es un texto al que le damos valor divino, como los fariseos, que tenían claro quién era bueno y malo, pues la ley estaba dada por Dios para que la cumplamos: como yo la cumplo, soy bueno, y el que no, es malo. Ya está dividida la Humanidad en dos partes: en cuanto hay ley, se acabó la solidaridad humana. Por eso, Jesús lo primero que dice es "fuera la ley, las normas de moralidad, bondad y maldad; hay bondad y maldad, pero están dentro y se ven por las obras, no por atenerse a normas: el que muestra amor y obras de amor, no hay más". Por eso, aquí, al decir "hipócritas"  -aludiendo a los fariseos- quiere expresar que también dentro de la comunidad puede haber esas fidelidades a códigos, a leyes, a reglamentos con los que uno se siente tan seguro, puesto que es observante. Y de la observancia, en sí misma, no dice nada Jesús: lo que hay que hacer es practicar el amor. Y la práctica del amor muchas veces tiene que saltarse la ley, porque las leyes pueden ser, y son a menudo, un impedimento para la verdadera práctica del amor.

"No den lo sagrado a los perros, ni les echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además, se vuelvan y los destrocen a ustedes"

Los perros y los cerdos eran animales impuros. Este perro no tiene nada que ver con el perro nuestro doméstico: era un animal vagabundo, que comía carroña; y el cerdo ya sabemos que, en la cultura judía, era el animal impuro por antonomasia. Y dice: "no den lo sagrado a los perros" : esto es un aviso de cautela. El cristiano vive el mensaje de Jesús, experimenta el amor del Padre y quiere eso para la Humanidad entera. Naturalmente, él no excluye de su amor a nadie, pero tiene que ser prudente: debe saber que no todo se puede decir a todo el mundo. "Lo sagrado"  es lo de Dios. "Sus perlas"  es lo mismo, pero desde el punto de vista nuestro. Lo sagrado es lo que pertenece a Dios y nuestras perlas son nuestro tesoro. Perlas indica el gran valor: la experiencia de Dios, del Espíritu, el nuevo amor, la nueva entrega : y eso no se puede echar a los animales impuros. En Mateo está el corazón limpio o puro, y el impuro. El corazón limpio, el de las Bienaventuranzas, es el que no tiene segunda  intención contra nadie y actúa completamente abierto: nunca habrá que temerle zancadilla ni mala jugada; es la persona perfectamente coherente con su interior, la transparente que, como no tiene mala intención, no busca su propio interés. En cambio, los que tienen el corazón impuro actúan con mala intención; los que causan males a los demás por buscar su propio interés, provocan injusticias, hacen daño. Porque ya la pureza no está en observar la Ley, en tocar lo prohibido: está dentro del corazón. Estar limpio o sucio -tener acceso a Dios o no tenerlo- es algo que está dentro del corazón. Si el hombre está abierto a su prójimo, no busca intereses bastardos, está en sintonía con Dios: y el que los busca, no está.

Esas personas, que están positivamente en actitud contraria al mensaje de Jesús, que no pueden tolerar el mensaje  -porque toca intereses suyos-, los que no pueden aguantar una propuesta como la del Evangelio, a ésos no hay por qué proponérselo. No hay que decir: "yo digo a todo el mundo lo que pienso": pues, no señor, no hay por qué. La comunidad cristiana está dispuesta a aceptar la persecución por su modo de vida, que provocará una  molestia mayor o menor dentro de la sociedad (cosa que puede llegar a la persecución violenta o, al menos, a ser una cuña); pero lo que no tiene que hacer es provocar eso por imprudencia, ni intentar convencer a gente que se sabe que está en actitud completamente contraria y de modo consciente. Hay otro dicho en el evangelio de Mateo, que dice: "Sean cautos como serpientes e ingenuos como palomas" : se decía que la serpiente, cuando la apaleaban, escondía la cabeza (la parte más vital) y por eso tenía fama de prudente. Es decir, no hay que provocar situaciones extremas. "No den lo sagrado a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y, además se vuelvan y les destrocen a ustedes" . Primero, que no van a apreciar nada: lo que para ustedes es un valor supremo, para ellos es despreciable. No se puede proponer el mensaje para que se rían: tiene que ser a gente que tenga cierta disposición a recibirlo, pero no a los que van a despreciarlo. Es demasiado sagrado y valioso para eso. Además, es que, como eso "toca a lo vivo", puede ser que se vuelvan contra ustedes y los destrocen.  No hay por qué provocar la persecución.

 

 

17.  CONFIANZA EN LA ORACION

 

Otro aviso a la comunidad: la confianza en la oración.

"Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y les abrirán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama le abren" (7,7s)

Esto es la absoluta confianza. Esta es la oración de petición, que es de la que trata el Evangelio. De manera que, por parte del Padre, está claro que está dispuesto a dar todo lo que le pidamos. Y ésta es la confianza que hemos de tener cuando pedimos algo.

"O es que, si a uno de ustedes le pide su hijo pan ¿le va a ofrecer una piedra? O, si le pide un pescado, ¿le va a ofrecer una serpiente? Pues si ustedes, aunque sean malos, saben dar cosas buenas a sus hijos Ácuánto más su Padre del cielo se las dará a los que se las piden!"

Aquí tenemos la frase "Padre del Cielo" , que es la del Padre nuestro. Se refiere a los que tienen experiencia de que Dios es su Padre, de que son hijos de Dios. ¿Quiénes?: "...Los que trabajan por la paz, porque a ésos los va a llamar Dios hijos suyos" . Estamos siempre en el contexto de los que tienen experiencia de la paternidad de Dios: la comunidad comprometida, y es la que puede tener una confianza total en que el Padre está de su parte. Porque, si nosotros más o menos malos  -al  lado del Padre del cielo todos estamos por debajo del nivel- sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, cuánto más nuestro Padre del cielo dará lo que se le pide. Estamos, por tanto, en un ambiente de misión. Eso pasa también en el evangelio de Juan, donde en el Sermón de la Cena, insiste mucho en "pidan lo que quieran, que se les dará" , pero siempre en el ambiente de misión, cuando queremos las cosas para hacer el bien en la difusión del Reino. Como el Señor y el Padre son miembros de la comunidad, y lo característico de la comunidad es compartir, ellos comparten su potencia.

La cuestión es hasta qué punto nosotros tenemos confianza y hasta qué punto eso sirve para propagar el Reinado de Dios. Pero no tengamos empacho en pedir. Aquí hay que evitar dos extremos: el del milagrismo y el del escepticismo. No hay que ser milagristas, esperando que Dios lo arregle todo; pero tampoco completamente escépticos, porque el Señor ayuda cuando se pide con una necesidad real, en bien de la gente. Y lo que tenemos que tener siempre presente, los que trabajamos en actividades cristianas, es que nunca estamos solos: nuestro trabajo se hace en equipo, el Señor y nosotros. El, siempre colaborando, no sustituyendo; no toma nuestro lugar, pues el Señor no anula a nadie. Pero, como miembro de nuestra comunidad y compañero de vida, trabaja con nosotros y, aunque no podemos medir lo que es suyo y nuestro, evidentemente hay un tino, un acierto, hay algo nuevo que nos indica que estamos colaborando con él. Eso es algo de lo que deberíamos ir tomando cada vez más conciencia, a cualquier nivel: lo mismo en la enseñanza, en la comunidad de base, en el compromiso social, en el estudio, en todo. Cuando estamos trabajando por la Humanidad, siempre el Señor está con nosotros ayudando: es  una ayuda discreta, pero real, y la iremos notando si tomamos conciencia de ello.

"En resumen: todo lo que querrían que hicieran los demás por ustedes, Háganlo ustedes por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas"

Esta es una regla general que engloba todo lo que ha dicho hasta ahora. Ha considerado el Antiguo Testamento como profecía, en aquel pasaje que ya vimos de "no piensen que he venido a echar abajo la Ley y los Profetas" : aquella profecía magnífica del Reinado de Dios se cumplirá. Aquí la considera como código moral y la resume en esta frase sola. Si estrujamos el contenido moral del Antiguo Testamento, lo que sale es eso: todo lo que querrían que hicieran los demás con ustedes, háganlo ustedes con ellos. Y esta regla no es lo mismo que la regla negativa que se proponía en el judaísmo, que decía : "No hagas con los demás lo que no quisieras que hicieran  contigo". Esta es la regla de la convivencia: ¿qué es lo que no me gusta, que me pinchen los llantas?: pues yo no pincho llantas. Jesús le da la vuelta por completo (a esto le llaman los ingleses "la regla de oro"). La actitud es totalmente diferente, que es la iniciativa del hombre. No estamos viendo a qué estamos obligados según la Ley, sino que todo lo que desearíamos que hicieran con nosotros, tenemos que hacerlo con los demás. Y así son enormes las posibilidades de hacer el bien: es la iniciativa contínua. No es que yo lo hago, si me lo hacen a mí, sino que es completamente desinteresado: en el caso en que se encuentra esa persona ¿qué me gustaría que me hicieran?: pues eso es lo que yo tengo que hacer. Una persona desconsolada, enferma, desvalida, con hambre, sin vivienda, etc.: qué desearía yo que hicieran si me encontrara en ese caso. O sea, ponerse en el lugar del otro.

Jesús dice que esto significan la Ley y los Profetas. Es decir, él no viene a proponer una moral muerta, viene a dar un Espíritu y, con ese Espíritu, esto va a ser posible. De hecho, la regla que saca el Antiguo Testamento es "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" , pero el Señor le da una vuelta de rosca más, porque esto es una igualdad en la que no sacrifico nada de lo mío por el otro: el otro como yo, pero no renuncio a lo mío por él. El Señor le da una vuelta de tornillo más y dice: "no depende de lo que tú tengas, sino de lo que tú querrías: ¿qué es lo que te gustaría que hicieran contigo?: eso es lo que tú has de hacer, lo hagan o no lo hagan". Esto saca de todo egoísmo individual y pone al servicio de todos. Pero esto es posible con el Espíritu, es entrega, es una entrega con el Espíritu.

 

 

18 - LOS PELIGROS DE LA COMUNIDAD

 

Termina esta pequeña sección, vienen ahora unos avisos de peligros para la comunidad.

"Entren por la puerta angosta; porque ancha es la puerta y amplia la calle que llevan a la perdición y muchos entran por ellas. Á Qué angosta es la puerta y qué estrecho el callejón que llevan a la vida! Y pocos dan con ellos"  (7,13s)

Aquí está hablando de una ciudad, que tiene una gran puerta que da a la avenida principal, y por allí entra toda la población. Pero en la muralla de la ciudad hay una puerta pequeñita, que no dice Jesús que sea difícil entrar por ella, nada difícil, lo que pasa es que nadie se da cuenta de que está ahí. Hay que salirse de la masa que va hacia la puerta principal para entrar por esa puertecilla que lleva a un callejón. Pero por ahí está la vida . "Pocos dan con ella" . O sea, aquí uno no puede dejarse llevar: para ser cristiano se necesita una opción personal y salirse de la corriente. La puerta está ahí, pero ni se dan cuenta; aunque es pequeñita, por ahí se va a la vida, y no hay dificultad.

En Lucas hay otra comparación que dice: "Forcejeen para abrirse paso por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán" . Allí es difícil, pero estamos en Mateo y aquí no hay dificultad; lo que pasa es que todo el mundo va tan encandilado con la gran manifestación que todos se dirigen hacia la puerta principal; y hay que salirse de la manifestación y buscar el callejón. Vemos una vez más la personalización que hay en el Evangelio: cómo Jesús siempre apela a la decisión y a la responsabilidad de la persona. La masa no es el Evangelio, pues éste necesita una opción personal que nos saca de la masa.

"ÁCuidado con los profetas falsos, ésos que se les acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces: por sus frutos los conocerán; a ver, ¿se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

El profeta falso es uno que se presenta hablando en nombre de Dios, que propone doctrinas que son de Dios, pero esas doctrinas son falsas: se presentan con una apariencia suave, con palabras dulces, se acercan con piel de oveja; pero por dentro son lobos rapaces, van al grano, a lo suyo, a pesar de todas sus palabras. Aquí hay dos concepciones del actuar de las personas. Dice Jesús: "¿Se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos?

"Así, los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos"

Para los fariseos, las obras, el actuar, formaban la actitud  del  hombre.    Jesús  dice que no: las obras, el actuar no son más que el reflejo de la actitud interior; la actitud existe, y nuestras obras son el reflejo, la consecuencia, el efecto, la concreción de esa actitud. Por eso, un árbol que está dañado no puede dar más que frutos malos, y un árbol que está sano dar frutos buenos. Quiera o no quiera, porque no sale otra cosa. Y por eso un espino no da higos, ni una zarza uvas, porque no les sale de dentro, porque están hechos para otra cosa.

"Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos, y todo árbol que no da fruto bueno se corta y se echa al fuego. Total, que por sus frutos los conocerán"

Esto del árbol, que se corta y se echa al fuego, lo había ya dicho Juan el Bautista en el Evangelio de Mateo, cuando dice: "El hacha está ya tocando la base de los árboles, y todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego". ¿Qué significa esto del Bautista? El hablaba contra los fariseos y significaba ílos que no aceptaban la enmienda que proponía, es decir, los que no renunciaban a la injusticiaí. Los fariseos, que eran los religiosos observantes, en el fondo no renunciaban a la injusticia: su vida era una injusticia, dominando al pueblo. Y Jesús avisa de que se puede presentar gente de la misma calaña en la comunidad, gente que no ha aceptado el mensaje, aunque venga con muchas protestas de ortodoxia y afirmando que dicen lo que Dios quiere. A pesar de sus buenas palabras, esa gente es destructora, porque no ha aceptado las Bienaventuranzas: buscan el dinero, son sucios de corazón, no se preocupan por el bien de los demás, no prestan ayuda, van a su interés: por fuera son pura ortodoxia: falsos profetas.

Y añade: "Por sus frutos los conocerán" . ¿Qué producen?. Aquí podemos ir un poco más al fondo. El hecho de que, lo que una persona produce no sea más que el reflejo de lo que lleva dentro, quiere decir que, si una persona -hable como hable, se inspire en lo que se inspire-  lo que produce es tristeza, escrúpulos, miedo, inseguridad, desencanto, etc., esto, por mucho que lo adorne, no puede ser de Dios. Vemos que está hablando de "fruto": lo mismo que antes decía que un padre le da a su hijo pan y otro le da pescado -que producen vida en la persona-,  aquí también se trata de "frutos", de algo que produce vida: de modo que el individuo que, con su presencia, no produce vida es un falso profeta. El que ahoga la vida, la impide, crea malestar, lleva a todo lo contrario de la libertad, la vida, la alegría o el amor, con sus palabras o hechos, ése no es de Dios, por muy profeta y observante que se presente. Porque lo que hace no es más que reflejo de lo que lleva dentro. Aquí un matiz de apreciación subjetiva: la impresión que causa una persona en un ambiente: si esa impresión lleva a mayor alegría, libertad, amor, etc., eso es de Dios; lo contrario, no. Porque Dios es el que da la vida, y lo que se oponga a la vida, no puede ser del Padre.

"No basta decirme ÁSeñor, Señor!, para entrar en el Reino de Dios; no,  hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo"

O sea, la piedad no basta; no es que sea mala. Hay que poner por obra el designio de Dios. ¿Cuál?: lo ha dicho en el Padre nuestro: "realícese en la tierra tu designio del cielo" : la extensión del Reino de Dios en la Humanidad: el trabajo por la paz, la felicidad del hombre. No bastan palabras devotas, sino una actividad real para hacer el bien al hombre. No basta la piedad para formar parte de la comunidad, pues esa piedad puede ser verdadera o falsa. Las experiencias interiores de consuelo, alegría, comunicación con Dios, perdón, etc., pueden ser verdaderas o ilusorias. ¿Cuándo sabemos que son verdaderas?: cuando se traducen en conducta de amor al hombre. Hay gente de mucha oración y devotísima, pero si eso no se traduce en una entrega y acción, no vale nada. No basta decir ÁSeñor, Señor!

"Aquel día muchos me dirán: ÁSeñor, Señor, si hemos profetizado en tu nombre, y echado demonios en tu nombre y hecho muchos prodigios en tu nombre!  Y, entonces, yo les declararé: nunca les he conocido. ÁLejos de mí los que practican la iniquidad! "

Es lo mismo de antes: el que hace muchas cosas extraordinarias, pero no las hace por amor a los demás, sino por interés suyo. Dice Jesús "nunca les he conocido" : no tengo nada que ver con ustedes, a pesar de su apariencia cristiana; eso no sirve porque no iba movido por el amor, no estaba en la dirección del designio de Dios.

Siempre volvemos al fondo del corazón: se pretende la limpieza del corazón, que se manifiesta en una actividad completamente transparente en favor de los demás; si no, Jesús lo rechaza por viciado.

"En resumen: todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca"

La casa representa al hombre mismo: uno construye su vida sobre roca, inamovible. Aquí aparece el éxito o fracaso individual del cristiano:  fundar sobre roca. Después vendrá la Iglesia, que estará fundada sobre la roca, que es la fe en Jesús, la adhesión a él. Esto es el éxito o fracaso del individuo, de la vida individual, y lo otro será el éxito de la comunidad cristiana: por eso están en paralelo.

"Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa, pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca"

Alude con esto a las persecuciones y dificultades.

"Y todo aquel que escucha estas palabras mías..."

Todos las escuchan, unos y otros; pero la diferencia está, no en escuchar o no escuchar, sino en llevar a la práctica o no llevarlas, cumplir las Bienaventuranzas o no cumplirlas.

"...y no las pone por obra, se parece al necio que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ÁY qué hundimiento tan grande!"

La ruina del hombre. Porque no basta decir ÁSeñor, Señor!. Jesús no quiere admiradores, sino seguidores . El que le sigue es el que construye sobre roca, y eso no lo tumba nadie. El que sólo escucha y admira es un necio que, en cuanto llega la dificultad, se viene abajo.

"Al terminar Jesús este discurso, las multitudes estaban impresionadas de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados. Y, al bajar del monte, lo siguieron grandes multitudes de gente"

 

 

 

 

 

 

 

 

19. CONCLUSION:

     COLOQUIO SOBRE EL SERMON DEL  MONTE

 

Cuando la tentación de los panes, parece que Jesús está pasando hambre de verdad.

Eso es metafórico y sólo aparece en Lucas: es hambre de entregarse; por eso el pan que le ofrece el Malo no le sirve, el suyo sí que le sirve.

 

¿Podemos esperar que el Reino de Dios llegue a su plenitud al fin de los tiempos, por intervención divina o, simplemente, por evolución?

En los evangelios no se anuncia ninguna intervención divina milagrosa o espectacular. La historia la va haciendo el hombre, con el Espíritu de Dios. El hombre ha sido hecho dueño de su vida, y la comunidad cristiana dueña de su vida y actividad. No es el Señor el que está diciendo continuamente lo que tenemos que hacer, sino que colabora con nosotros. La cosa es tan nuestra como suya. Es una evolución, como el mismo Señor nos lo dice en la parábola del grano de mostaza o en la de la levadura. Las parábolas son de desarrollo, algo progresivo. Que eso llegue a la Humanidad entera yo creo que no depende de Dios,  sino de nosotros y, no sólo de nosotros, sino de la libertad humana, pues si los hombres no aceptan...No creo que se pueda pensar en un estado definitivo y perfecto en este mundo, porque la libertad del hombre siempre puede decir que no. Por tanto, sería ilusorio que algún día toda la Humanidad esté entregada a este ideal. Nadie nos garantiza que alguno no diga  que no. Una plenitud total, una sociedad completa- mente nueva en este mundo no parece factible. Al menos, los evangelios no hablan de eso,  sino de que este Reinado de Dios,  que se va realizando aquí, pasa a través de la muerte y va teniendo su estado definitivo más allá.

 

¿Hay algún fundamento escriturístico que apoye el milenarismo?

Eso está tomado de Apocalipsis, pero es un libro puramente simbólico y no se puede hacer una lectura histórica de ello. Por ejemplo, los evangelios, que son narraciones en las que hay un segundo sentido teológico, nunca hablan de eso. Por eso, Dionisio de Alejandría, en el s. III, excluyó el Apocalipsis del canon de los libros inspirados. Ante el milenarismo, Dionisio dijo que no podía ser el Apocalipsis un libro verdadero, y lo excluyó, como ha estado excluido en el Oriente hasta el s. IX. El Apocalipsis es un libro muy bueno, pero simbólico, por lo que hay que interpretarlo todo.

 

¿Cómo habría que interpretar el pecado en los Evangelios?: porque siempre se nos ha dicho que el pecado es una transgresión de las leyes de los Diez Mandamientos.

Se pueden dar varias formulaciones de lo que es el pecado. Una de ella es "la injusticia". Cuando habla el Bautista de su bautismo "en señal de enmienda, para obtener el perdón de los pecados", eso es la injusticia. Pero hay otra formulación más profunda, que es la de Juan. Para él el proyecto de Dios es que el hombre tenga la plenitud de vida. Por lo tanto, el pecado es "suprimir la vida" en cualquier momento, en sí mismo, en los demás. Y, como vida significa libertad y amor, como base, todo lo que sea suprimir eso -o hacer el contra-amor, el odio, la opresión- eso es pecado. Esta es la formulación más profunda que yo he encontrado en el Nuevo Testamento. Y "pecado" quiere decir que eso va contra el plan de Dios, que contradice lo que Dios quiere. Y también, hacia los demás: toda opresión, toda injusticia. Dice Jesús: "...el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" : no hay más que un pecado: es esa actitud a reprimir o suprimir la vida: y de esa actitud interior nacen los actos concretos, que se llaman los pecados. Los pecados ya no son actitud. La actitud es el pecado, y desde esa actitud, en cada circunstancia particular, irán saliendo injusticias concretas males y daños concretos. Y vida es amor, libertad, solidaridad. Pecado es suprimir eso.

Por el contrario, enfrente de ese pecado está el amor: el mandamiento de Jesús, que es el Espíritu. El quita el pecado del mundo dando el Espíritu, que es libertad y amor. Actitud opuesta a la del pecado: suprimir vida - comunicar vida. Y, de ese amor, que es el mandamiento, salen los mandamientos de Jesús: ¿cuáles?: nunca los nombra, claro!  Esa actitud irá actuando ante las exigencias concretas de la realidad, y esa exigencia de la realidad se convierte, para el que ama, es un mandamiento.

 

¿Se puede hablar de "adultez cristiana" en aquellas personas que voluntariamente entran en una comunidad religiosa y se someten a un código duro de conducta, anulando a veces su propia libertad?  ¿Y se puede decir "no hago esto", aunque esté en el reglamento?

Pregunta importante. Ha habido una interpretación  un poco peculiar en esto de la obediencia, religiosa o eclesiástica. Jesús nunca habla de obediencia: esa palabra no aparece en ninguno de los cuatro evangelios. Aparece el verbo "obedecer", pero referido a un demonio, al mar, a la higuera, nunca a los hombres. No entra en el vocabulario de Jesús, como es natural, porque él viene a proponer una sociedad de iguales, y no puede haber uno que mande más que otro.

La vida monástica, de la que deriva la vida religiosa, no es propiamente cristiana: es anterior al cristianismo; existía en la India, entre los judíos y en otras partes. Y entonces "se bautiza" esa vida de algún modo, y se toman categorías que no son específicamente cristianas, entre ellas eso de la sumisión a un superior. Recordemos que Jesús dice a sus discípulos "Les conviene que yo me vaya" , precisamente por eso; o sea,  ímientras esté yo aquí, ustedes nunca actuarán con su propia responsabilidad, porque mi presencia física es demasiado; les conviene que yo me vaya, porque entonces actuarán por el Espíritu que les voy a dar, y eso es de ustedes;  su adultez exige que yo me vayaí.

Pero dentro de la órdenes religiosas eso se ha interpretado de diferentes maneras. Por ejemplo, un autor jesuita italiano, Gallardi, del s. XVI, escribió: "para el profeso no existen las reglas": no está sujeto a ninguna regla. Este autor, que es un espiritual muy conocido en la Compañía de Jesús, había comprendido que quizá, en la época de la formación, era necesario, pero que, cuando el hombre llega a su adultez- que sería la profesión religiosa- tiene que actuar por su espíritu interior. De manera que, aun dentro de una orden tan estricta como es la Compañía (San Ignacio se convirtió en "doctor de la obediencia") se entendía esto así. Hoy la cosa cambia. Muchas de esas órdenes se han fundado en una época en la que la jerarquización social era un fenómeno tan introducido en cada uno de los individuos, que se pensaba en esas categorías y no se podía pensar en otras. Por ejemplo, San Benito nace en una época de una anarquía total en Europa, que se está deshaciendo con la invasión de los Bárbaros, hasta el punto de que el Papa toma el gobierno de Italia, porque aquello era un caos; y, claro, ante esa situación, la reacción es que tiene que haber alguien que tome el mando. Ignacio de Loyola era un hombre que había sido militar y, sin embargo, cuando escribe los Ejercicios no habla de obediencia allí. Y, cuando funda la Compañía, en el primer grupo de los compañeros en París, no hay ninguno que sea superior. Van a Roma y allí le quieren imponer que tengan un superior,  y se pasan quince días pensando si conviene o no conviene. Es decir, que la cosa no estaba nada clara para Ignacio y sus compañeros. Luego, como Roma era completamente jerárquica, aceptaron. Pero ellos no tenían la intuición inicial de eso para la Compañía de Jesús.

De manera que es una cosa delicada. En el Evangelio la formación no se hace a través de la disciplina. Eso está clarísimo en aquella pregunta que le hacen a Jesús: "los discípulos de Juan el Bautista y los discípulos de los fariseos ayunan" , tienen una disciplina, les imponen unos ayunos periódicos que tienen que observar en días precisos, tienen días de oración establecidas, etc.,  "pero tus discípulos no tienen nada de eso" . Es decir, tú no eres un maestro espiritual serio.  Y Jesús contesta: Mi presencia significa alegría y el ayuno es signo de tristeza; por tanto, mientras yo esté aquí, no hay ayuno. "¿Cómo pueden ayunar los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos?" . Se entiende que es la fiesta de la boda, el banquete, y ¿quién va a ayunar en una fiesta de bodas?. De manera que aquí lo que hay es alegría, libertad absoluta y una adhesión incondicional a Jesús: y esa adhesión a Jesús es la que lo canaliza todo, pero no se impone. Cada uno, según las necesidades que experimente para la eficacia de su misión, sabrá de lo que tiene que privarse o a lo que tiene que obligarse. Son las autodisciplinas que uno se impone para la mayor eficacia, no porque eso me ponga mejor con Dios. De modo que, en función de la misión que cada uno tiene, pero nunca por una disciplina impuesta desde fuera. Afortunadamente, creo que la cosa está cambiando, gracias al influjo de la sociedad que nos circunda. Aumenta el sentido de la libertad y la autodeterminación, y va entrando en los noviciados. Hay que enfocar la formación, no por la represión, que es la disciplina, sino por la canalización de la amistad o adhesión a Jesús. Todo lo demás se canaliza por ahí y no se reprime la vida. La vida cristiana en su expresión máxima (si es que hay máximos en este punto) tiene que ser de alegría, comunicación, facilidad; y ocurre que muchas personas, que se han sometido a grandes accesis y disciplinas, no presentan este aspecto; ¿qué pasa?: que algo falla; que ese Espíritu no les ha llevado al desarrollo a que normalmente lleva el Espíritu; ¿a qué se debe?: a esa represión.

 

Creo que es recíproca esa tentación: por parte de la sociedad injusta que trata de influir en el cristianismo para que se integre en sus valores; y, por parte de la comunidad, que muchas veces pretende que, los que no son cristianos, lo sean a la fuerza.

Efectivamente, "hemos metido la pata" en la historia muchas veces, ejerciendo el dominio sobre los demás, como en el caso de las Cruzadas, el ir a quitar la vida por defender unos lugares: ¿qué importa un sitio, al lado de la vida de un hombre?. Además, en el Apocalipsis se dice: " La ciudad, ésa que en lenguaje profético se llama Sodoma y Egipto -Sodoma, la ciudad maldita, y Egipto, la ciudad de la opresión- donde fue crucificado el Señor de la gloria": eso es Jerusalén para la comunidad, de modo que no hay tanta devoción por los lugares santos; ya no hay lugares santos; lugar santo es donde está el Señor y eso es todo el Universo.

 

¿Hemos hecho los cristianos una ruptura con la sociedad injusta?

Muchos cristianos no lo hemos hecho; además, nunca nos lo han dicho. Mucha gente, que no es cristiana oficialmente, está descubriendo esa ruptura ahora. Hay muchos grupos alternativos, no cristianos, que rompen con el consumo y la ambición. Y es lo que tenemos que hacer. Hay unas connivencias entre la Iglesia (o partes de la Iglesia), el poder civil y los intereses económicos de la sociedad capitalista. Y muchos es que ni saben que eso no se puede hacer. Por eso, yo no me meto en la conciencia de los demás; pero nosotros ya vamos sabiendo, y vamos constituyendo grupos con esa ruptura, esa nueva realidad, esa calidad de vida, con plenitud, alegría y amistad. Y, por supuesto, si no se debe ejercer el poder fuera, mucho menos dentro de la comunidad; que también hay tentaciones, aunque sea ridículo el pretender erigirse sobre cuatro gatos.

Por cierto, si uno es cristiano, no puede aceptar la palabra "superior": en la comunidad cristiana nunca hay "superiores", sino iguales. Se puede poner alguien el primero de la fila, pero no encima. Los antiguos fundadores se llamaban "prepósitos" , el que está delante, pero no encima. Luego se inventó la palabra superior. Si el Señor se pone a nuestro nivel, e incluso por debajo, ¿quién se va a poner por encima?

 

Si el amor de Dios no nos transforma el corazón ¿podremos amar, sobre todo al enemigo?

El mismo paso de ser cristiano  es que Dios nos cambia, aunque hay una opción libre del hombre antes de todo. Como hizo Jesús: él se bautiza, y eso quiere decir "estoy dispuesto incluso a dar la vida por los hombres, por librarlos de la injusticia y la opresión". Y, ante ese compromiso, viene el Espíritu. Esto nos pasa a nosotros, no con la intensidad de Jesús. Pero, si lo hacemos, ya está todo hecho: tenemos el testimonio del amor dentro, y ya con eso amamos a los enemigos y a quien sea.

 

Pero eso es muy difícil: puedo decir que sí, y cambiar luego.

Eso pasa a todos. Lo del amor a los enemigos, que lo dice Mateo, es la manera de parecerse al Padre. Mateo cambia en este punto la doctrina de la perfección. La perfección aparece en la evangelios sólo dos veces, y las dos en Mateo. Los demás no hablan de eso, porque a Jesús no le interesa. Mateo lo pone porque está atacado por los fariseos y ellos ponen  la perfección en la observancia de la Ley. Mateo le cambia el sentido y dice: "Sean perfectos, como es perfecto su Padre del cielo" . ¿Cómo es perfecto Dios?: porque ama a los buenos y a los malos, manda la lluvia sobre los justos e injustos, hace salir el sol sobre unos y otros; porque Dios no discrimina: éste es el Padre del cielo. Por lo tanto, la perfección ya no está en observar ninguna ley, sino en ser capaz de tener un amor que no discrimine. Ahora, el amor tiene muchos grados: una cosa es el amor "de afecto", que es superior, más perfecto, y otra el amor a "un enemigo": el Señor no puede mandar que sintamos por éste cariño volcánico. ¿Qué significa, entonces, el amor?: no desearle mal, desearle bien y echarle una mano, si se presenta; no incluye la afectividad, porque sobre los sentimientos no manda nadie. En la acción sí hay libertad, y ahí es donde tiene que notarse.

 

En esas otras comunidades, no cristianas, que cuestionan la sociedad ¿se manifiesta también Dios?

Habría que verlas:  si realmente se quieren y se entregan a los demás ahí esta el Espíritu de Dios. El amor procede de Dios, esté donde esté, se sepa o no se sepa. Eso lo dice Juan en la primera carta: Dios es amor y todo amor procede de él. Que lo sepa o le llame "Dios" es secundario.

 

¿Cómo se dejó Jesús llevar al  alero  del Templo?

Es una forma de expresión, son imágenes del evangelista para describir las tentaciones; así es mucho más vivo y sugerente, y se queda mejor en la memoria. El mismo Satanás es una figura.

 

¿Se podría poner la "capacidad de perdonar" como termómetro del amor?

Si no perdono no estoy en sintonía con el Padre, pero en todo esto hay un crecimiento, no hay leyes, sino direcciones hacia el crecimiento: tenemos que aprender a querer, y no se aprende en un día. El Espíritu de Dios nunca fuerza la libertad del hombre: si uno, cuando tiene un defecto, lo justifica y no lo reconoce, jamás podrá quitárselo. Es la autojustificación de nuestros defectos lo que impide al Espíritu que vaya penetrando y eliminándolos para la convivencia.

 

El pobre no puede elegir, lo que puede hacer es aceptar su pobreza.

El que es pobre no lo es por elección, sino por necesidad sociológica; pero ese tipo de pobre puede decir: "aunque pudiera ser rico, no quiero; quiero incorporarme a este grupo, donde se vive esto".

 

¿Cómo pretendemos que el Evangelio tiene como destinatarios a los pobres?

Hay que ofrecerles la comunidad, donde pueden ser pobres de otra manera; sigue siendo pobre, pero ya no sufre las consecuencias de su pobreza anterior, que eran la miseria y la dependencia. Y tiene que optar por eso, si quiere ser destinatario de las promesas.