Santo Domingo y la pastoral indígena
Esta es la parte central del documento «Santo Domingo y la pastoral indígena» de los obispos del Sur de México. El estudio que hacen del tema desborda con creces la geografía de sus diócesis y constituye una visión global de la pastoral indígena que puede ser muy útil tanto a los que trabajan como a los que no trabajan en ese campo.
Los indígenas en Santo Domingo
No existen en la Iglesia documentos del nivel de la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que hayan dado un espacio y valoración a la cuestión indígena como Santo Domingo (SD). Por eso, seguramente, SD pasará a la historia como la Conferencia de la Inculturación del Evangelio y de la Pastoral Indígena.
Prácticamente todos los temas surgidos de la Pastoral Indígena fueron tocados en SD y se puede decir que con la misma frescura de su origen en las bases, por más que algunos no hayan valorado suficientemente estos temas o que incluso hayan querido limitar su espacio.
Además, al mostrar SD que los indígenas forman una unidad con los afroamericanos y mestizos, en el gran tema de los pueblos con culturas propias, diversas de la dominante, se estaba dando un salto cualitativo respecto al modo de abordar esta realidad. Para estos pueblos y para todos los pueblos de la tierra la Iglesia plantea como respuesta evangelizadora la Inculturación del Evangelio.
En adelante ellos ya no son vistos por la Iglesia como un sector insignificante, enclaves detenidos en el pasado (DP 398), o los más pobres entre los pobres (DP 34); sino como la base de nuestra cultura actual (SD, Mensaje 38); ya que América Latina es un continente multiétnico y pluricultural, con una singular identidad,... conjunción de lo perenne cristiano con lo propio de América donde mirando la época histórica más reciente, nos seguimos encontrando con las huellas vivas de una cultura de siglos (cfr. SD 244. 18. 21).
Se puede afirmar que en SD la Iglesia tomó conciencia no de que hay indígenas, negros y mestizos en América Latina -que ella ya sabía-; sino que América Latina es, en su identidad más profunda, indígena, negra y mestiza. Lo cual constituye una percepción radicalmente distinta. Además en SD se reconoció que los indígenas son «pueblos...poseedores de innumerables riquezas» (Mensaje 38), que constituyen una reserva de humanidad, donde pueden ir a refontanarse los demás seres humanos y la misma Iglesia.
A eso se debe que la cuestión indígenas y afroamericana no sea en SD sólo un tema entre muchos, por más que tenga un apartado especial (SD 243-251); sino que puede tomarse como una clave de lectura, ya que está íntimamente ligado al tema central que es la «Inculturación del Evangelio». Por eso, lo mismo se le encuentra en la parte histórica (SD 17.18.21); como en la parte doctrinal (30. 80. 84. 107.109. 110. 119. 128. 137. 138); en la promoción humana (167. 169. 172. 174. 176.177); en la cultura cristiana (229. 240. 243-251; 270); en las opciones pastorales (299. 302. 303); en el Mensaje a los pueblos de América Latina (17. 32. 38).
Todos los temas, tocados por SD, tienen alguna alusión a la cuestión indígena y afroamericana, sea de manera directa, mencionándola explícitamente, o de manera indirecta, hablando de «nuestros pueblos», «nuestras culturas», «los valores autóctonos», «las raíces más antiguas», «nuestra identidad original», etc.
Principales planteamientos de Santo Domingo
SD recoge y profundiza las grandes afirmaciones de Medellín y Puebla en relación a los indígenas. Pero se hace eco, además, de nuevos planteamientos importantes que surgieron en la Pastoral Indígena en los últimos años y que nunca antes habían hallado espacio en documentos de la envergadura de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Podemos sintetizarlos en los siguientes:
No sólo son pobres
Los indígenas y afroamericanos ya no son vistos como «los más pobres entre los pobres», según expresión acuñada en Puebla. Aunque la idea aparece, al menos, dos veces en el documento de SD (SD 167, Mensaje 17), no es ahora la característica determinante para definir a los indígenas.
Son pueblos con identidad propia
Los «comunidades» que tienen una «identidad como grupo humano, como verdadero pueblo y nación» (Juan Pablo II, Discurso a los indígenas de la Amazonia, Manaus, Brasil 10 de julio de 1981). Ellos son impulsores de un proyecto específico de vida, que debe ser conocido, respetado y apoyado por los demás y por la Iglesia. La palabra pueblo o «nuestros pueblos», aplicado a los indígenas aparece muchas veces en el documento (17. 18. 138. 169. 172. 229. 243. 244. 245. 248. 249. 251. 299; Mensaje 32. 38). En algunos párrafos se emplea la expresión «comunidades» o «poblaciones indígenas» con el mismo significado de pueblos indígenas. (cfr. SD 54. 172. 243; 169).
En el magisterio pontificio, desde varios años atrás, este asunto ya había sido abordado. El Santo Padre, al dirigirse a los indígenas en Manaus, les expresó claramente: «Confío a los poderes públicos y a otros responsables los votos que, en este encuentro con vosotros, hago de todo corazón, cuyos antepasados fueron los primeros habitantes de esta tierra, al tener sobre ella un especial derecho adquirido a lo largo de generaciones, os sea reconocido este derecho de habitar en ella en paz y serenidad, sin temor -verdadera pesadilla- de ser desalojados en beneficio de otros, antes bien estéis seguros de un espacio vital, que será base no solamente para vuestra sobrevivencia, sino para la conservación de vuestra identidad como grupo humano, como verdadero pueblo y nación» (Juan Pablo II, Discurso a los indígenas de la Amazonia en el Arzobispado de Manaus, Brasil, 10 de julio de 1981).
Unos años después el mismo Papa reiteró a los indígenas de Canadá lo que es postura de toda la Iglesia: «Es clara postura de la Iglesia que la gente tiene derecho de participar en las decisiones de la vida pública que afectan a su existencia: `la participación constituye un derecho que se ha de aplicar en el campo tanto económico como social y político' (Iusticia in mundo, 1; Gaudium et Spes, 75)».
«Esto es verdad para todos. Y tiene una especial aplicación a vosotros como pueblos nativos, en vuestros esfuerzos por tener un justo lugar entre los pueblos de la tierra, con un justo y equitativo grado de autogobierno. Tenéis también necesidad de una tierra-base con adecuados recursos para desarrollar una economía viable para la presente y las futuras generaciones. Necesitáis también estar en posición de desarrollar vuestras tierras y vuestro potencial económico, de educar a vuestros hijos y de programar vuestro futuro» (Juan Pablo II, Mensaje radiotelevisivo a las poblaciones autóctonas reunidas en Fort Simpson, Canadá, 18 de septiembre de 1984).
Poseen riquezas humanas
La valoración que SD hace de los indígenas es muy alta. Para la Iglesia los pueblos indígenas y afroamericanos, «poseedores de innumerables riquezas culturales, que están en la base de nuestra cultura actual» (Mensaje 34), son las «huellas vivas de una cultura de siglos» (SD 21). Son el sustrato más firme de la identidad pluricultural y pluriétnica del continente (cfr. SD 244. 252).
Han inculturado la fe
La religiosidad de los pueblos indígenas es «una expresión privilegiada de la inculturación de la fe» (SD 36). «María (de Guadalupe... ejemplo de evangelización inculturada) es el sello distintivo de la cultura de nuestro continente» (SD 15). De ahí que la liturgia cristiana deba buscar «la adopción de las formas, signos y acciones propias de las culturas de América Latina y el Caribe» (SD 53). Las vocaciones al ministerio sacerdotal surgidas de los pueblos indígenas son muy valiosas; por eso «el Papa nos ha invitado a prestar atención a las vocaciones indígenas» y a «dar particular interés al desafío que representan la formación sacerdotal de aquellos candidatos que provienen de culturas indígenas y afroamericanas» (SD 80. 84).
Están en la base de la identidad latinoamericana
«Los pueblos indígenas cultivan valores humanos de gran significación» (SD 245), que «la Iglesia defiende... ante la fuerza arrolladora de las estructuras de pecado manifiestas en la sociedad moderna« (SD 243); «son poseedores de innumerables riquezas culturales que están en la base de nuestra identidad actual» (Mensaje 34)
Son portadores de Semillas del Verbo
Desde la perspectiva de la fe «estos valores y convicciones (de los pueblos indígenas) son fruto de `las semillas del Verbo' que estaban ya presentes y obraban en sus antepasados» (SD' 245). «La inculturación del Evangelio... supone el reconocimiento de (esos) valores evangélicos» (SD 230); pues «las `Semillas del Verbo' ... esperaban el fecundo rocío del Espíritu» (SD 17).
Son ejemplos a seguir
Los pueblos indígenas son ejemplo a seguir en muchos aspectos. Verbigracia en la cuestión ecológica, en que SD pide a los cristianos «aprender de los pobres a vivir en sobriedad y a compartir y valorar la sabiduría de los pueblos indígenas en cuanto a preservación de la naturaleza como ambiente de vida para todos» (SD 169). Así mismo plantean nuestros propios obispos que hay que «promover un cambio de mentalidad sobre el valor de la tierra desde la cosmovisión cristiana, que enlaza con las tradiciones culturales de los sectores pobres y campesinos» (SD 176, cfr. 172) y «que hace de la globalidad Dios, hombre y mundo, una unidad que impregna todas las relaciones humanas, espirituales y trascendentes» (SD 248).
Protagonismo indígena en la promoción humana
En base a lo anterior los pueblos indígenas deben ser protagonistas de su autodesarrollo «a fin de que estos pueblos sean artífices de propio destino» y así »garantizar el derecho que tienen de vivir de acuerdo con su identidad, con su propia lengua y sus costumbres ancestrales, y de relacionarse con plena igualdad con todos los demás pueblos de la tierra» (SD 251).
Protagonismo indígena en la inculturación del evangelio
Consecuencia lógica del protagonismo de los pueblos indígenas en la promoción humana es que también han de ser protagonistas de la inculturación del Evangelio «a fin de que el Evangelio encarnado en sus culturas manifieste toda su vitalidad y entren ellos en diálogo de comunión con las demás comunidades cristianas para mutuo enriquecimiento» (SD 299 cfr. Mensaje 11). «Mediante la inculturación se busca que la sociedad descubra el carácter cristiano de estos valores, los aprecie y los mantenga como tales» (SD 230). «Es una labor que se realiza en el proyecto de cada pueblo, fortaleciendo su identidad y liberándolo de los pobres de la muerte» (SD 13, cfr. 36); «una meta de la Evangelización inculturada será siempre la salvación y liberación integral de un determinado pueblo o grupo humano que fortalezca su identidad y confíe en su futuro específico» (SD 243).
En algunos textos el protagonismo indígena no aparece muy claramente; más bien se da a entender que la Iglesia hace, desde fuera, esta inculturación, conociendo críticamente los valores indígenas y asumiéndolos selectivamente (SD 248. 254). Por eso se habla de «invadir» y «penetrar» a fin de «introducir la originalidad del mensaje evangélico en el corazón de las culturas» (SD 35. 98. 299. 254).
Consecuencias de la inculturación
Unido al protagonismo inculturizador va la necesidad de los ministerios autóctonos y formación inculturada de los candidatos al sacerdocio (cfr. SD 80. 84. 102), la catequesis inculturada (SD 19. 30), la liturgia encarnada (SD 35. 53. 151) y la teología propia o teología india (SD 248. 177). En este punto la Iglesia se compromete a «acompañar su reflexión teológica, respetando sus formas, culturales que les ayudan a dar razón de su fe y esperanza» (SD 248).
Iglesias autóctonas
Lógicamente aquí debería aparecer el tema de las Iglesias autóctonas o iglesias particulares indígenas, pues todo lo anterior, son caminos que conducen al surgimiento de ellas. Así lo entendieron los obispos de zonas indígenas cuando, convocados por el DEMIS, se reunieron en Bogotá en 1985: «la Iglesia ha de colaborar al nacimiento de las Iglesias particulares indígenas con jerarquía y organización autóctonas, con teología, liturgia y expresiones eclesiales adecuadas a una vivencia cultural propia de la fe, en comunión con otras iglesias particulares sobre todo y fundamentalmente con Pedro» (DEMIS, Bogotá, 1985). Lo cual fue luego respaldado íntegramente por el Santo Padre al hablar, en 1990, de la inculturación del Evangelio: «las comunidades eclesiales que se están formando, inspiradas en el Evangelio, podrán manifestar progresivamente la propia experiencia cristiana en manera y forma originales, conformes con las propias tradiciones culturales» (Juan Pablo II, Redemptoris Missio 53.
Ya en Latacunga, Ecuador, el Papa había dicho coloquialmente a los indígenas lo siguiente: «Por lo que se refiere a vuestro puesto en la Iglesia, ella desea que podáis ocupar el lugar que os corresponde, en los diversos ministerios, incluso en el sacerdocio. ¡Qué feliz día aquel, en que vuestras comunidades puedan estar servidas por misioneros y misioneras, por sacerdotes y obispos de vuestra sangre, para que junto con los hermanos de otros pueblos, podáis adorar al único y verdadero Dios, cada cual con sus propias características, pero unidos en la misma fe y en un mismo amor!» (Juan Pablo II, discurso a los indígenas en el aeropuerto de Latacunga, Ecuador, 31 de enero de 1985).
Sin embargo el tema no fué explicitado en SD. No sabemos la razón determinante. En su lugar se habla genéricamente de «una inculturación de la Iglesia para lograr una mayor realización del Reino» (SD 248). Esto, desde luego, no niega la profundidad de los planteamientos hechos desde la Pastoral Indígena, tal como se ha mostrado anteriormente.
Diálogo intercultural
Los pueblos indígenas deben ser considerados interlocutores en la Iglesia. Por eso la necesidad del diálogo intercultural «respetuoso, franco y fraterno» para «apoyar a los pueblos (indígenas y) afroamericanos en la defensa de si identidad y en el reconocimientos de sus propios valores» (SD 248. 249).
Diálogo interreligioso
Aquí se halla uno de los avances mayores de SD: Los pueblos indígenas y afroamericanos tienen derecho a ser reconocidos como diversos también a nivel religioso. Por eso la Iglesia debe «profundizar un diálogo con las religiones no cristianas presentes en nuestro continente, particularmente las indígenas y afroamericanas, durante mucho tiempo ignoradas o marginadas» (SD 137. 138).
Este planteamiento es una superación de los anteriores que, de alguna manera, suponían que los indígenas debían integrarse a la Iglesia, aceptando perder, si no toda, al menos parte de su identidad cultural y religiosa.
En cambio un verdadero diálogo interreligioso parte no de la pretensión de convencer al otro de su falsedad para imponerle la verdad de uno, sino del convencimiento de que ambos poseen parte de la verdad y que es posible complementarse y enriquecerse mutuamente.
Esto lo habían aceptado antes la Iglesia cuando se trataba de las grandes religiones del mundo perfectamente estructuradas y sustentadas en instituciones sólidas e impenetrables. Pero es una novedad que ahora en SD lo plantee en relación a las religiones marginadas y periféricas de los pobres.
Lo cual no es una contradicción pues debe entenderse como exégesis del primer capítulo de la Carta a los Efesios, donde San Pablo nos dice que «el Padre de Nuestro Señor Jesucristo nos ha elegido en El (Cristo) antes de la fundación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medios de Jesucristo» (Efesios 1, 4-5). El Papa, al dirigirse a los indígenas en SD expresó que «ya antes (de los 500 años), y sin que acaso lo sospecharan, el Dios vivo y verdadero estaba presente iluminando sus caminos. El apóstol san Juan nos dice que el Verbo, el Hijo de Dios, `es la luz verdadera que iluminaba a todo hombre que llega a este mundo' (Jn 1,9). En efecto, las `semillas del Verbo' estaban presentes y alumbraban el corazón de vuestros antepasados para que fueran descubriendo las huellas del Dios Creador en todas sus criaturas» (Juan Pablo II, Mensaje a los Indígenas en la Nunciatura, 2).
Anteriormente, en Quetzaltenango, Guatemala, el Papa, recordando principios señalados en el Concilio y en la Exhortación Apostólica Evangelli Nuntiandi de su antecesor, Pablo VI, había planteado a los indígenas en qué sentido se da la inculturación del Evangelio entre ellos: «La Iglesia os presenta el mensaje salvador de Cristo, en actitud de profundo respeto ya mor. Ella es bien consciente de que, cuando anuncia el Evangelio, debe encarnarse en los pueblos que acogen la fe y asumir sus culturas».
«Vuestras culturas indígenas son riqueza de los pueblos, medios eficaces para trasmitir la fe, vivencias de vuestra relación con Dios, con los hombres y con el mundo. Merecen por tanto, el máximo respeto, estima, simpatía y apoyo por parte de toda la humanidad. Esas culturas, en efecto, han dejado monumentos impresionantes -como los de los mayas, aztecas, incas y tantos otros- que aún hoy contemplamos asombrados...»
«La obra evangelizadora no destruye, sino que se encarna en vuestros valores, los consolida y fortalece. Hace crecer las semillas esparcidas por el `Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para salvarlos todo y recapitularlo todo en El, estaba en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre' como enseñó el último Concilio, el Vaticano II (Gaudium et Spes, 57)».
«Esto sin embargo, no impide que la Iglesia, fiel a la universalidad de su misión, anuncie a Jesucristo e invite a todas las razones y a todos los pueblos a aceptar su mensaje. Así, con la evangelización, la Iglesia renueva las culturas, combate errores, purifica y eleva la moral de los pueblos, fecunda las tradiciones, las consolida y restaura en Cristo (cfr. Gaudium et Spes, 58)». Juan Pablo II, Discurso a los indígenas en los alrededores de Quetzaltenango, Guatemala, 9 de marzo de 1983).
En el magisterio pontificio anterior Su Santidad el Papa Pablo VI había recordado a la Iglesia que «no es superfluo subrayar a continuación la importancia y necesidad de la predicación: `Pero ¿cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán sin haber oído de El? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ...Luego la fe viene de la audición, y la audición, por la Palabra de Cristo'. Esta ley enunciada un día por Pablo conserva hoy todo su vigor» ...«Ante todo queremos poner de relieve ahora que ni el respeto ni la estima hacia estas religiones, ni la complejidad de las cuestiones planteadas implican para la Iglesia una invitación a silenciar ante los no cristianos el anuncio de Jesucristo» (Evangelii Nuntiandi 42.53)
Causas explicativas del espacio ganado en Santo Domingo para la Pastoral Indígena
Santo Domingo, reflejo del caminar de la Iglesia
Por lo que hemos anotado arriba, el resultado final de SD no es casual ni se puede explicar exclusivamente por las discusiones coyunturales que se dieron, tranquila o acaloradamente, entre nuestros pastores al reunirse en la Isla. SD es el reflejo del caminar pastoral de nuestra Iglesia durante los últimos doce años. Es el vivo retrato de lo que somos y queremos ser en el momento actual. De alguna manera todos estuvimos presentes en SD, con nuestros temores y esperanzas, con nuestras luces y sombras.
Seguramente la coyuntura del V Centenario influyó para acelerar o explicitar un poco más los procesos de las bases eclesiales; pero no fué el factor determinante para las decisiones que se tomaron en SD. Nuestro caminar eclesial viene de muy lejos y a él está conectada la trayectoria de la IV Conferencia; ya que fieles y pastores somos tributarios del camino andando por nuestra Iglesia.
En este proceso amplio el que explica satisfactoriamente todo lo que sucedió en SD. Por eso, debemos referirnos a él con más detenimiento.
Ya desde 1960, es decir, antes del Concilio, se fue abriendo camino, a contracorriente de muchas tendencias en la sociedad y en la Iglesia, una pastoral específica que se gestó en el seno de las comunidades indígenas. Poco a poco esta pastoral fué forjando, en primer lugar, una presencia nueva de la Iglesia en dichas comunidades; luego fué configurándose como un servicio específico de apoyo y sostén del caminar religioso y social de estos pueblos diferenciados. En poco tiempo la Pastoral indígenista primero y luego indígena ganó espacio en las iglesias locales, en las conferencias episcopales e incluso a nivel latinoamericano, mereciendo el apoyo institucional de la Iglesia. Fruto de este caminar fue la publicación de documentos importantes producidos por obispos, equipos misioneros, expertos indígenistas, comisiones episcopales para indígenas, departamentos de misiones, que fueron sembrando nuevas inquietudes en todos. Es este aporte de vida el que hizo irrupción en SD y dejó marcada su influencia en las decisiones tomadas.
Santo Domingo, eco de la voz de los indígenas
En los últimos veinte años el ancestral silencio profético de los pueblos indígenas y afroamericanos, se fué transformando en un murmullo cada vez más fuerte hasta convertirse en voz potente, que sacude las conciencias. Muy rápidamente los indígenas pasaron de ser objetos a ser sujetos protagonistas de su destino dentro de la sociedad y de la Iglesia. Alcanzaron muy pronto la mayoría de edad que muchos le habían negado.
Esta voz indígena, al principio aislada y perdida entre otras voces, se fué imponiendo gracias principalmente a la tenacidad y fuerza organizativa de los propios indígenas, que ha encontrado apoyo en algunos agentes de pastoral. Como dijo atinadamente Mons. Leonidas Proaño, que fuera venerable obispo de los indios en Ecuador, los indígenas «han comenzado a abrir los ojos, han comenzado a ver, han comenzado a desatar su lengua, han comenzado a recuperar su palabra, han comenzado a decirla con valentía, han comenzado a ponerse de pie, han comenzado a caminar, han comenzado a organizarse, a realizar acciones que pueden convertirse en acciones de trascendental importancia para ellos, para los países de América, para muchos países del mundo» (Pensamientos de Mons. Proaño compilados por Mons. Agustín Bravo, Ecuador, 1989).
Al surgir como un borbotón de agua, largo tiempo contenida bajo la tierra, la voz indígena a veces ha aparecido amenazante, incluso para la Iglesia. La conciencia de los atropellos sufridos por sus antepasados de parte de miembros de la Iglesia, ha llevado a algunos indígenas a querer liberarse de Ella y a enjuiciarla públicamente por los crímenes del pasado, de los que ellos la consideran culpable por complicidad directa o indirecta. Es el caso de la demanda que el Consejo Indio Sudamericano pretendió entablar en la ONU contra la Iglesia en 1985; o el de los indígenas que quisieron devolver la Biblia al Papa en su visita a Perú también en 1985.
Esos casos, aunque significativos, no son los mayoritarios en el proceso indígena. La mayoría de los indígenas tiene alguna vinculación con la Iglesia y desean ser reconocidos como parte activa dentro de ella. Por eso su voz la han expresado fuertemente, pero siempre con respeto y ecuanimidad. Ejemplo de ello son los Aportes Indígenas a las Iglesias, elaborados específicamente para la preparación de SD y que oportunamente se hicieron llegar al CELAM y a los obispos responsables de la Pastoral Indígena. Ahí se expresaron claramente las preocupaciones mayores de los pueblos indígenas en relación a la Iglesia.
Creemos que esta voz dejó su huella tanto en la preparación como en la realización de SD. Esto lo decimos por los resultados obtenidos; pero también porque sabemos que estuvo presente en la Conferencia un pequeño número de laicos, diáconos y presbíteros indígenas que hicieron oir la voz de sus pueblos, de una manera persuasiva que logró impactar a los obispos.
Santo Domingo, resultado del esfuerzo tenaz de nuestros obispos
Ni la trayectoria inmediata de la pastoral indígena, ni la voz de los indígenas dentro de la Conferencia hubieran sido eficaces, si no se hubiera contado, al mismo tiempo, con el esfuerzo tenaz de los obispos que defendieron denodadamente esta causa que, para otros, era secundaria o marginal. Gracias a estos pastores, agrupados algunos en la comisión de Unidad y Pluralidad de Culturas, otros en la comisión de la Tierra, y otros dispersos en las demás comisiones, fué posible hacer prevalecer los planteamientos de la Pastoral Indígena en SD. Sabemos que no fué fácil para ellos; pues no todos los pastores compartían con ellos las mismas preocupaciones. Por eso, aunque sabemos que no lograron todo lo que deseaban, su labor de convencimiento para alcanzar lo que ahora tenemos merece nuestro respeto y admiración. ¡Debemos gracias a Dios que nos ha dado tan insignes profetas y pastores!
Algunas Líneas Pastorales
Los Obispos en SD nos señalan cuáles deben ser las características y particularidades de la Pastoral Indígena. En esta Reflexión Cuaresmal, que hacemos ahora, no podemos abordarlas pormenorizadamente. Planteamos únicamente como materia de reflexión y de búsqueda las prioridades que nos parecen más urgentes en el momento actual. Esperamos que a nuestra palabra episcopal, se sumen aportes de otros hermanos obispos, de teólogos, de agentes de pastoral y, sobre todo, de las mismas comunidades indígenas. Dichos aportes nos iluminarán para encontrar la respuesta más adecuada a los desafíos pastorales que nos presenta SD. Señalamos a continuación alguna línea de acción que vemos prioritarias.
En cuanto a identidad cultural
Los pueblos indígenas se dan cuenta de que, hoy más que nunca, está amenazada su identidad colectiva. Pero, a pesar de las agresiones, la raíz de esta identidad milenaria es tan fuerte que no puede ser tan fácilmente destruida y, por eso, ha perdurado hasta nuestros días. La Iglesia tiene que comprometerse con estos pueblos a defender y a fortalecer, con el Evangelio, esta identidad amenazada. Pero no en el sentido folclórico o museográfico, que instrumentaliza o fosiliza a los indígenas, sino en el sentido de servir a la vida de nuestros pueblos yendo a lo que es la esencia de su ser, yendo al corazón y al alma de su identidad más profunda.
En cuanto a la inculturación del Evangelio
SD ha manifestado que las comunidades indígenas han inculturado la fe. Por tanto en ellos la inculturación del Evangelio, que es tarea prioritaria de la Iglesia en los tiempos actuales, ya muestra un camino andando. Los pastores debemos ayudar a que este camino llegue al destino que Dios le ha señalado. Hasta el presente hemos partido, en este asunto, de una perspectiva que procede de fuera hacia dentro de las comunidades. Hay que actuar ahora de otra manera.
El Apóstol San Pablo, en la carta a los Efesios, ya citada, y el Papa, en el magisterio pontificio reciente, nos señalan que hay que partir de los que Dios ya ha estado obrando en el corazón de nuestros pueblos; ya que las «semillas del Verbo» actuaban en los «antepasados» no sólo de los indígenas, sino de todos los pueblos del mundo.
Por eso debemos ponernos los siguientes interrogantes: ¿cuál debe ser ahora el punto de partida de la inculturación del Evangelio? ¿Será que debemos llevar a Cristo a los evangelizandos, desde fuera, o más bien mostrar a Cristo presente y actuante en ellos? La Nueva Evangelización tiene que ver con el servicio de ayudar a descubrir esta presencia, de fortalecerla con los sacramentos, de hacer que produzca los frutos del Reino.Este no es un planteamiento académico, sino pastoral, y tiene implicaciones insospechadas, sobre las que debemos reflexionar a fin de encontrar las características propias y específicas que asumirá la Nueva Evangelización entre indígenas, según la convocación del Papa.
En relación a las consecuencias de la Inculturación
La inculturación del Evangelio tiene repercusiones concretas a nivel de comprensión de la fe -Teología India-, a nivel de celebración de la misma -liturgia encarnada-, a nivel de cuadros de servidores autóctonos. La Conferencia del Episcopado Mexicano ha asumido como tarea el estudio de la posibilidad de uno o varios seminarios indígenas, en orden a lograr el nacimiento de las Iglesias Autóctonas.
Es evidente que quienes estamos en zonas indígenas somos quienes debemos aportar más para hallar los caminos a fin de que este compromiso de la CEM encuentre campos operativos, que respondan a las características de las Iglesias Autóctonas, con teología propia, expresiones litúrgicas adecuadas y ministerios nativos, con una formación que corresponda a las exigencias de las culturas indígenas de hoy.
Para evitar el riesgo de crear sacerdotes de primera y sacerdotes de segunda, esta búsqueda deberá entrar en diálogo con la formación sacerdotal que se imparte en los seminarios clásicos; pero sin abdicar de la formación específica que se requiere para el surgimiento de las Iglesias Autóctonas.
En cuanto al diálogo intercultural e interreligioso
En muchas ocasiones los agentes de pastoral hemos tachado de paganas a las expresiones religiosas de los pueblos indígenas, por el solo hecho de que son diferentes. En adelante nadie tiene derecho a actuar con este prejuicio. Debemos abrir operativamente nuestro corazón y nuestros esquemas de Iglesia para un encuentro humanizante con el mundo religioso de nuestros pueblos. Todos saldremos enriquecidos con un diálogo serio, franco y sereno.
Finalmente hay que remarcar que los valores y riquezas de SD tienen que ser dadas a conocer a todos los miembros de la Iglesia y del Pueblo Mexicano. No olvidemos que cada pueblo tiene una vocación histórica que cumplir. Y aunque la Iglesia no posee un modelo social que proponer, en las culturas indígenas encontramos un venero de vida que nos prodiga ejemplos para la búsqueda de modelos alternativos de sociedad justa, fraterna y solidaria. Vayamos a beber de esos veneros ancestrales.
El años que comenzó el Concilio, el Papa Juan XXIII expresó a unos seminaristas franceses un pensamiento que sigue vigente para nosotros en el momento actual: «Yo salté de la barca y camino entre las olas al encuentro de Cristo, que nos llama. La Iglesia debe renunciar a sus certezas. Debe abandonar la seguridad de la barca y caminar entre las olas. Llegará la noche, la tempestad, el miedo; pero no hay que retroceder. La Iglesia está llamada a ir al encuentro del mundo» (Jacques Gaillot, Obsipo de Evreux, en el libro «Monseigneur des autres», cap. 2)
Conclusiones
Como balance final podemos decir que SD es un decisivo apoyo a la Pastoral Indígena y, por esta vía, a la causa global de los pueblos indígenas y afroamericanos del continente.
SD cumplió con creces lo que el Papa Juan Pablo II mencionó a los representantes de los pueblos indios, al recibirlos en la Nunciatura Apostólica, cuando les dijo que la cuestión indígena «Será una de las prioridades de la cuarta Conferencia del Episcopado Latinoamericano» (Juan Pablo II Mensaje a los indígenas, 4).
Por eso creemos que en SD se ha empezado a hacer realidad, a nivel institucional, lo que hasta ahora ha sido acción profética de algunos miembros de la Iglesia: la reconciliación eclesiástica con los pueblos originarios de América. Ahora se empieza a cumplir, a nivel estructural, la anhelada profecía planteada en el evento guadalupano. Juan de Zumárraga, obispo de la Iglesia, largo tiempo renuente a dar crédito a la voz de Juan Diego, el indígena, al ver las pruebas de la veracidad de su palabra y de la procedencia divina de ella, se arrodilla, pide perdón, se compromete a restañar las heridas del pasado y se suma a la construcción de «Xochitlalpan», «de la tierra sin males», es decir, de las grandes utopías indígenas que el mismo Dios, Padre y Madre de todos los pueblos sembró, hizo germinar y ha convertido en árbol frondoso donde pueden hacer sus nidos todos los pájaros del cielo.
De la implementación de los compromisos pastorales asumidos en SD y del esfuerzo que todos hagamos para consolidar el avance alcanzado, dependerá en el futuro que las palabras hermosas dichas en esta IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano se conviertan en realidad viva y permanente para la Iglesia y para nuestros pueblos.
En tiempo de cuaresma es un momento privilegiado de gracia para que renovemos nuestro compromiso con el Señor y con su pueblo. La historia de pecado y de muerte, que otros construyen sobre los demás, podrá ser transformado en gracia y vida para los «predilectos de Dios», que son los pobres, si fieles y pastores de la Iglesia nos decidimos a vivir en serio el Evangelio, asumiendo los lineamientos que SD nos presenta en relación a la Pastoral Indígena.
En las Pastoral Indígena donde, de manera especial, la Pascua del Señor tendrá que mostrar sus frutos de vida plena, fortaleciendo con el Evangelio la identidad de los pueblos indígenas, potenciando sus riquezas humanas, anunciándoles inculturadamente la Buena Noticia de la Salvación en Cristo; y poniendo especial énfasis en el surgimiento de las Iglesias Autóctonas, a partir del «diálogo respetuoso, franco y fraterno» con sus culturas y religiones «durante mucho tiempo ignoradas y marginadas» (SD 248, 137, 138).
Bartolomé Carrasco Briseño, arzobispo de Oaxaca. Samuel Ruíz García, obispo de San Cristóbal de las Casas. Arturo Lona Reyes. obispo de Tehuantepec. Hermenegildo Ramírez obispo de la Prelatura de Huautla de Jiménez.