¿ESPERANZA O CAOS ?

 FUNDAMENTOS Y ALTERNATIVAS

PARA EL SIGLO XXI 

Pablo Richard

Introducción

Vivimos hoy una acelerada crisis económica, una crisis del sistema; incluso algunos piensan que vivimos una crisis de la modernidad, o más profundamente: una crisis de civilización. También se habla de crisis de paradigmas y de crisis de esperanza. No es una época de cambios, sino un cambio de época. Es también tiempo de derrumbes. Hace poco vivimos -como un caso típico- el derrumbe de la Unión Soviética, y hoy ya empezamos a vivir un derrumbe similar en México, precursor quizás de otros nuevos derrumbes en el norte y el sur. Igualmente sufrimos la agresividad y destructividad de los nuevos "vencedores" en el campo económico y político internacional. Todo esto causa perplejidad, miedo, angustia, dolor social e incluso desesperación. Hay un dicho popular que dice: "Es mejor encender una luz, que maldecir las tinieblas". En este clima de crisis, derrumbe, miedo, agresividad y desesperación, la única actitud humana responsable es la reconstrucción de la esperanza. Pero no una esperanza voluntarista, ideológica o ilusoria, sino una esperanza histórica, real y creadora de alternativas. Este final de siglo (y final también de milenio) quizás no sea un tiempo lleno de certezas, de éxitos y de triunfos, pero sí será un tiempo de construcción de fundamentos y de creación de alternativas. Es un período de transición, donde el poner fundamentos y fortalecer las alternativas nacientes, es tarea ineludible de todas y de todos en esta humanidad sufriente de fin de siglo. En esta exposición veré primero la confrontación entre caos y esperanza, y a continuación, la construcción de fundamentos y alternativas para que podamos soñar todos juntos con un mundo diferente en el siglo XXI. En esta parte nos centraremos en la reconstrucción de la sociedad civil como espacio para la reconstrucción de la esperanza.

I. ¿Esperanza o caos?

El caos parece ser el futuro próximo de la humanidad. Hay tendencias estructurales que nos conducen al caos. En el actual sistema de economía de libre mercado hay dos tendencias, que de mantenerse, nos llevarán a un caos total. La primera es la exclusión de las mayorías y la segunda la destrucción de la naturaleza. La exclusión de las mayorías es un fenómeno relativamente nuevo y se agrega al ya antiguo de la pobreza, la extrema pobreza y la opresión. El excluido es en primer lugar el desempleado, sobre todo el desempleado estructural y permanente. El fenómeno del desempleo es hoy la llaga incurable del sistema económico mundial. Vivimos un modelo de desarrollo sin pleno empleo o con un sistema generalizado de empleo precario. Pero el excluido es más que el desempleado, es una masa mucho mayor de marginalizados, de los que no cuentan, de los desechables, de aquellos cuya muerte nos afecta la eficiencia del mercado; de los que no cuentan ni como mano de obra ni como mercado de consumo. El excluido es menos que el explotado, pues éste por ser explotado al menos cuenta para el sistema. La masa de excluidos crece aceleradamente en el "Tercer Mundo", pues a los países, como turismo o como basurero, pero cada día le interesa menos su población. La población del "Tercer Mundo" es vista como sobrante y como amenaza. Un alto funcionario de un organismo internacional dijo recientemente que la paz mundial estaba amenazada por dos mil millones de seres humanos que estaban demás, que simplemente sobraban. La consecuencia de este fenómeno de exclusión es caótica. Trae consigo un proceso acelerado de desagregación y de fragmentación. Se rompen todas las relaciones sociales y humanas y se desintegra la familia, la comunidad, el barrio, la sociedad. Crece la violencia general, pero más trágicamente, la violencia del pobre contra el pobre: del hombre contra la mujer, del adulto contra el joven o el niño, del vecino contra su vecino. En medio de tanta desgracia se desarrollan las epidemias mortales, la droga y la delincuencia. A esto se suma las migraciones y desplazamiento forzados en busca de sobrevivencia. La segunda tendencia en el actual sistema económico mundial es la destrucción de la naturaleza y del medio ambiente. Seguimos un modelo de desarrollo que es contrario a la naturaleza. El sistema no puede invertir en la protección de la naturaleza, porque eso significaría -según dicen- el aumento del costo de producción, de los precios y la pérdida de competitividad en el mercado. El sistema de libre mercado por lo tanto sólo puede crecer destruyendo la naturaleza. Este fenómeno es bien conocido y no nos extendemos sobre él, pero todos ya sabemos como esta destrucción de la naturaleza nos está llevando a muy corto plazo a un caos cósmico y social. ¿Es posible es este contexto mundial de caos mantener la esperanza?

Vivimos una crisis total de esperanza.

Re-construir la esperanza con un sólido fundamento en alternativas económicas y políticas al actual sistema de economía de libre mercado, es visto como un acto irracional, incluso subversivo. La destrucción de la esperanza aparece como una necesidad profunda y estructural al Nuevo Orden Internacional; la desesperanza es como el espíritu que lo hace vivir. Se cumple la esperanza de todos los opresores: construir una sociedad donde por fin los pobres ya no tengan esperanza. La destrucción de la esperanza tiene muchas dimensiones. Es la destrucción de la espiritualidad, de la resistencia de los oprimidos; es la destrucción de la voluntad política de los pueblos, es la deslegitimación de toda teoría crítica y de toda utopía. Se utiliza la crisis de los socialismos históricos y del marxismo para destruir toda esperanza e imponer el sometimiento ciego al Nuevo Orden Internacional. Porque una cosa es la crisis de los socialismos y otra cosa la utilización de esta crisis para destruir toda esperanza. Existe la euforia de poseer el futuro, de vivir el final de la historia, el Reino de los mil años. El mismo sistema de libre mercado es presentado con tonos mesiánicos, pues se dice que todos los problemas de la humanidad serán finalmente resueltos por el libre mercado, la ciencia y la tecnología. La economía de libre mercado se impone como la única alternativa: ¡Mercado o Muerte! ¡Mercado, juicio Final! ¡Mercado Total! Mundialización absoluta y necesaria. Fuera del Mercado no hay salvación ni esperanza. ¡La esperanza es el Mercado! Estos son los gritos del sistema de libre mercado. El sistema no acepta alternativas, no porque no existan, sino porque tiene el poder de destruir toda alternativa y de matar a todos los que piensan alguna alternativa . Por eso se destruye el proceso de cambio alternativo en Chile en 1978, en Nicaragua en 1990, en Haití en 1991; por eso se mata a los 6 jesuitas en noviembre de 1989 en El Salvador; por eso se mantiene un bloqueo irracional contra el pueblo cubano. De los años 50 a los 70 existía un capitalismo de desarrollo con una cultura de la esperanza (común a todas las ideologías: demo-cristianas, social-demócratas y socialistas); desde los 80 se impone un capitalismo de libre mercado con una cultura de la desesperanza, que se funda en la destrucción de toda esperanza y de toda alternativa. En este contexto de colapso total de la esperanza nace el imperativo de la reconstrucción de la esperanza. Una esperanza que incluya a los pobres, a los oprimidos, a los excluidos y a la naturaleza; una esperanza con base económica y social y, por último, con una estrategia concreta de realización. La reconstrucción de la esperanza debe fundarse en primer lugar en la lucha por la sobrevivencia de nuestros pueblos y en su capacidad de resistencia. La esperanza debe nacer de una reconstrucción económica, social y política, pero sobre todo de una reconstrucción cultural, ética y espiritual. Si creemos en la humanidad y tenemos fe en el Dios de la vida, tenemos que ser hombres y mujeres de esperanza. En la segunda parte de esta exposición, trataremos de avanzar en este sentido.

II. Reconstrucción de la sociedad civil.

Ciertamente no vivimos una época de triunfos y éxitos; tampoco un tiempo de seguridad y certezas, y mucho menos visualizamos ya sistemas alternativos consolidados. Vivimos más bien una época de sobrevivencia y resistencia; una época de búsqueda, donde lo esencial es el poner fundamentos sobre los cuales podamos construir el futuro. Vivimos un tiempo profundo, que nos obliga a sumergirnos en el mundo de los pobres, oprimidos y excluidos. Desde es profundidad, igualmente, nos vemos impulsados a la búsqueda de nuevos conceptos, nuevas teorías, nuevos valores y proyectos. Vivimos una época donde mas que nunca urge el estudio, la reflexión y el discernimiento. Una época también de una alta exigencia ética y espiritual. Un tiempo de construcción de fundamentos, sin fundamentalismos ni dogmatismos. Existe hoy un cierto consenso de que los fundamentos y alternativas que buscamos construir tienen como contexto histórico la así llamada sociedad civil. Existe un desplazamiento desde la sociedad política hacia la sociedad civil. Esto es correcto. Lo difícil es definir el concepto de sociedad civil. Todos usan la expresión, pero de una manera ambigua, sin mayor conceptualización teórica.

1. Definición teórica de la sociedad civil

No podemos aquí profundizar demasiado sobre el concepto de sociedad civil, sino más bien concretizarla y teorizarla a partir de las experiencias históricas que hoy vivimos en América Latina, en la búsqueda de fundamentos y alternativas. En forma negativa, para empezar, podemos decir que sociedad civil no se entiende hoy por oposición a sociedad natural o a sociedad religiosa. Por el contrario, la sociedad civil que buscamos reconstruir incluye de una manera explícita y con fuerza la dimensión ecológica y espiritual. Espíritu y Naturaleza son elementos constitutivos esenciales de la sociedad civil que queremos. Tampoco identificamos la sociedad civil con la "sociedad civilizada" o la "sociedad bien ordenada" de la ilustración moderna. Excluimos también la teoría neoliberal que define la sociedad civil como mercado, en oposición al Estado. Para los neo-liberales el retorno a la sociedad civil no es más que el retorno al mercado en detrimento del Estado. Rechazamos también definir la sociedad civil en las categorías de un cierto marxismo esquemático, que identifica sin más la sociedad civil con la economía o infraestructura, en oposición a la política; o aquellos que definen la sociedad civil como el espacio de relación de la clases sociales al margen del Estado, o como el ámbito de definición de consenso, de la hegemonía y de la legitimidad de los grupos y clases oprimidas, sin darle a ello una dimensión política. En una correcta definición de la sociedad civil hoy en América Latina, como contexto de alternativas posibles para una transformación del sistema actual de dominación, habría que tener en mente como mínimo :

a) Lo fundamental en la sociedad civil no es la toma del poder político.

La sociedad civil, en el contexto de la economía de libre mercado, no está orientada directamente a la toma del poder político (representado especialmente por el gobierno y los poderes públicos), sino a la construcción de un nuevo poder. En la situación actual de América Latina se da en primer lugar una imposibilidad de tomar el poder para una transformación de la realidad. La imposición del nuevo orden internacional aplasta cualquier intento de toma del poder, por bloqueos militares y económicos, por guerras de contra-insurgencia, o por golpes de Estados sostenidos desde fuera. El poder político ha llegado a ser además, en muchos casos, irrelevante. El poder internacional del mercado y de los medios de comunicación son los que ejercen el poder real e imponen la conducción política del país. El poder político finalmente -quizás como consecuencia de los puntos anteriores- llega a ser cada día más un poder . La corrupción del poder es un proceso estructural que puede ir más allá de la eticidad de los gobernantes. Es un fenómeno estructural, generalizado y universal.

b) En la sociedad civil no se busca la toma del poder político, sino la construcción de un nuevo poder.

La imposibilidad de tomar el poder, o su carácter esencialmente irrelevante o corrupto, no significa el abandono de la dimensión del poder; tampoco significa una despolitización o un apoliticismo. Por el contrario: se busca construir un nuevo poder, pero ahora, al interior de la sociedad civil. Ya no se trata del poder político del gobierno, sino del poder político de la sociedad civil. Vivimos un desplazamiento desde la sociedad política hacia la sociedad civil, pero considerando también a esta última en categorías políticas de poder. En este punto es donde aparece el radical cambio de estrategia de los grupos y partidos progresistas y revolucionarios de América Latina. Hasta la década de los 80, la consigna indiscutible fue siempre "la toma del poder". Hoy la estrategia se orienta, más bien, a la construcción de un nuevo poder en la sociedad civil. Hay una despolitización aparente que encubre un proceso de re-politización, ahora en profundidad y desde un nuevo espacio social. Un ejemplo de este cambio se da en la actualidad en Chiapas, México, donde se rechaza la dominación y la exclusión a partir de la reconstrucción de la dignidad y de la cultura de los indígenas y campesinos. Es una revolución en la sociedad civil, pero con una fuerza política nacional incalculable.

c) El nuevo carácter de la sociedad civil.

La sociedad civil que buscamos construir en América Latina como espacio para fundamentos y alternativas, es una sociedad con nuevos actores sociales. La nueva sociedad civil emerge y se construye desde los pobres, los oprimidos y los excluidos; es un proceso de "mundialización desde abajo", respetuosa de la pluralidad y desde los procesos endógenos y específicos propios del "Tercer Mundo". Surge una nueva sociedad civil con voces y rostros realmente nuevos; es una sociedad civil que ahora tiene color, cultura, género, juventud, y por qué no decirlo, también tiene olor y talante popular. La Teología de la Liberación, y posteriormente la misma iglesia Católica, ha expresado este nuevo carácter de la sociedad civil en su famosa "opción preferencial por los pobres", o en el tema de la irrupción de los pobres en la iglesia y la sociedad".

El nuevo carácter de la sociedad civil no significa en modo alguno caer en el anti-estatismo o en el populismo de la ideología neo-liberal. La sociedad civil que emerge desde abajo no está en contra del Estado, sino que ejerce presión sobre el Estado, para una transformación de éste a largo plazo. Se busca llegar, desde la sociedad civil, a un nuevo Estado realmente al servicio de las mayorías pobres y de la conservación de la naturaleza. Se valoriza el Estado desde una nueva base social y natural. Igualmente se rechaza el populismo neo-liberal que exalta la marginalidad y el sector informal como el "otro camino" alternativo al mercado y al Estado.

d) La nueva dimensión del poder y de la conciencia en la sociedad civil.

El poder ha estado tradicionalmente cualificado por la dimensión política, reducida ésta al ejercicio del poder político en el gobierno, los poder públicos y los partidos políticos. La conciencia, igualmente, aparecería reducida únicamente a su dimensión de conciencia política. En la nueva sociedad civil que buscamos construir, como espacio de nuevos fundamentos y alternativas, el poder y la conciencia tienen por lo menos 4 dimensiones esenciales: la dimensión de cultura, género, naturaleza y la dimensión ética/espiritual. La dimensión cultural del poder, o la cultura como poder, asume las culturas indígenas, negras y mestizas; igualmente las culturas campesinas, suburbanas y otras expresiones culturales modernas. La dimensión de género emerge en la sociedad civil con la irrupción de la mujer, y desde la mujer, cuestiona el sistema total como patriarcal y autoritario. La naturaleza y el cosmos se hace consciente y tiene voz desde los movimientos ecológicos y ambientalistas.

Quisiera insistir especialmente en la dimensión ética y espiritual del poder, en el contexto de la nueva sociedad civil. Me refiero a una ética de la vida y una espiritualidad anti-idolátrica y ecuménica, que no sea ni fundamentalista ni dogmática. El ejercicio del poder, de la economía y de la técnica, han funcionado tradicionalmente al margen de toda consideración ética. Sea que el fin justifique los medios (Maquiavelo), sea que el perfeccionamiento de los medios confunda los objetivos (como decía Albert Einstein: "nuestra civilización ha perfeccionado los medios, pero ha confundido los objetivos"). El secularismo, tanto ilustrado como marxista, desconoció el poder de la dimensión espiritual, especialmente lo que hoy consideramos como la fuerza espiritual de los pobres, de los deprimidos y de los excluidos; la fuerza espiritual que se manifiesta poderosa justamente en la carencia y en la debilidad. Es el poder espiritual de los pobres que nos librará del reino de la pobreza.

En la nueva sociedad civil también experimentamos una reconstrucción de la conciencia. Se supera un límite estrecho de la conciencia sólo política, para asumir como elementos esenciales de la conciencia la dimensión de cultura, género, naturaleza, así como la dimensión de la dignidad humana, con toda su profundidad ética y espiritual. Hoy día "tener conciencia" no es sólo tener conciencia política, sino también desarrollar simultáneamente la conciencia en la cultura, el género, la naturaleza, y todo con una fuerte profundidad ética y espiritual.

2. El proceso histórico donde nace la sociedad civil.

En esta última parte de nuestra exposición quisiera esbozar el movimiento histórico concreto en donde está naciendo la sociedad civil que ya hemos definido teóricamente. Es en este contexto donde tenemos que poner fundamentos y crear las alternativas para el siglo que viene.

Primero quisiera re-valorizar, en una dimensión nueva, algunas instituciones tradicionales de la sociedad civil, y en segundo lugar, mostrar la importancia de los nuevos movimientos sociales emergentes en la sociedad civil latino-americana.

Hay cinco instituciones tradicionales de la sociedad civil que urge revalorizar:

a)   La familia, no puede haber una sociedad civil sólida sin una reforma profunda de la familia y su consecuente fortalecimiento. Es aquí donde empezamos ya a poner los fundamentos y a crear alternativas para un cambio radical del sistema.

b)    La comunidad, especialmente lo que llamamos "pequeñas comunidades de base", es hoy en día una necesidad para la reconstrucción de la vida humana y de la sociedad civil, especialmente entre los pobres, los oprimidos y los excluidos. Hoy día nadie resiste y sobrevive individualmente. Decía Z. Brezinski como mucho cinismo y claridad: "en la sociedad tecnotrónica, el rumbo al parecer lo marcará la suma de apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados, que caerán fácilmente en el radio de acción de personalidades magnéticas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más eficientes para manipular las emociones y controlar la razón". La formación de comunidades es la única manera de resistir la lógica de muerte del consumismo, de la agresión cultural y de los fundamentalismos sectarios que nos manipulan y que controlan nuestro corazón y nuestra razón.

Hay cuatro instituciones más que debemos re-valorizar con fuerza, pero que aquí sólo me limito a enumerar: c) El poder local, comunal o barrial. d) La educación. Tanto formal como la educación popular e) La cultura, la música, la poesía y el arte popular en general. f) La religión popular, aquella anti-idolátrica, no fundamentalista, autónoma de las instituciones y al servicio de la vida.

3. Los nuevos movimientos sociales emergentes

Se dice que la década de los 80 fue una década perdida. Lo fue, quizás, en lo económico y para los grupos en el poder. Pero en el terreno social fue una década riquísima en la formación y desarrollo de movimientos sociales o populares. Estos movimientos han ido configurando la nueva sociedad civil en los términos que ya la hemos definido. Aquí me limitaré a enumerar algunos de estos movimientos, y sobre todo, destacar su importancia en la configuración de la nueva sociedad civil. Algunos de estos movimientos son: los movimientos indígenas y afro-americanos, los movimientos de liberación de la mujer, los movimientos juveniles y de niños organizados, movimientos ecológicos y ambientalistas, movimientos de solidaridad y de defensa de los Derechos Humanos, movimientos de pobladores y de barrios sub-urbanos, movimientos campesinos, movimientos alternativos en lo agro-ecológico, en la producción y en la salud; movimientos de educación popular, de cultura y arte popular y, por último, todos los movimientos religiosos de base inspirados en la Teología de la Liberación. En todos estos movimientos van surgiendo nuevos actores sociales que van constituyendo un nuevo sujeto histórico. Ya no se trata de los políticos y militantes tradicionales, fogueados ideológicamente en las luchas por la toma del poder. Estos nuevos actores sociales buscan -como ya dijimos- construir un nuevo poder "desde abajo", un proceso de mundialización desde la sociedad civil. Este proceso de mundialización desde abajo no conoce fronteras, pues el desarrollo de los movimientos alcanza nivel internacional a través de complejas redes de coordinación, con el apoyo de ONGs. Y otros organismos internacionales autónomos. Los movimientos sociales no constituyen en sí mismos la sociedad civil, pero son ellos los actores más eficientes y dinámicos que la van construyendo. Son ellos los que van poniendo los fundamentos y construyendo las alternativas, en proceso a largo plazo, de construcción de una nueva sociedad civil. Tampoco los movimientos están llamados a tomar el poder político, pero sí a construir un nuevo poder desde abajo, para lograr una transformación del Estado. El poder en esta sociedad civil emergente como ya dijimos- no sólo tiene una dimensión política tradicional, sino también una dimensión cultural, de género, de naturaleza y una dimensión profundamente ética y espiritual. Todo esto es político, pero desde un nuevo espacio social. La toma de conciencia también se amplía con estas nuevas dimensiones del poder político. En este sentido, en los movimientos sociales se da un proceso de re-construcción de la conciencia.

Conclusión

Vivimos una fase de transición entre la crisis del sistema y el surgimiento de un nuevo modelo de sociedad. En esta etapa de transición se va consolidando la nueva conciencia, los nuevos movimientos sociales, los nuevos actores sociales que están construyendo laboriosamente la sociedad civil, a partir de la cual se podrá dar en el futuro una reforma del mercado y del Estado. Entre la crisis del sistema y el surgimiento de los nuevos paradigmas necesariamente tendremos este período de transición, que es un período de creatividad de alternativas y de construcción de fundamentos. Sería peligroso e irreal querer saltar desde la crisis actual del sistema hacia modelos y paradigmas teóricos ya consolidados. Debemos vivir con paciencia histórica y sin desesperación este período de transición, que es un período de discernimiento y de gestación lenta y paciente. Ahora nos incumbe poner los fundamentos y crear las alternativas, esperando que madure la historia, quizás en el siglo XXI que ya comienza, y que se produzca el parto doloroso de la sociedad que soñamos para la felicidad de todos y de todas.