JUSTICIA, PAZ Y CREACION

Jorge Peixoto, ofm. conv.

 

 

1. FRANCISCO DE ASIS Y LA CREACION

Una vez más, el estilo de vida del Hermano de Asís, sale a nuestro encuentro para orientarnos en el camino a los Hermanos Menores, seguidores de su espiritualidad. Un Francisco que contempla la Creación, participando en ella. Para él, la Creación no es un escenario con espectadores; Francisco es la creatura que protagoniza la alabanza a su Creador. Presta su voz e interpreta la alabanza de las creaturas. Participa de ella. He aquí su estilo contemplativo. Contempla participando como hermano menor en la Creación.

Francisco vive la audacia de ser creatura con las creaturas, la audacia de ser pobre junto a los pobres. Los hermanos leprosos expresan la injusticia con su marginación y sufrimiento; son los profetas del Dios de Vida, que, con su dolor, reclaman la bondad y la gratuidad del Creador. Francisco quiere ser pobre como los leprosos porque sólo así se puede ser hermano. En su opción, reivindica la dignidad del leproso, deformada por la estructura social; asume la causa del Creador de la Vida, en una "sequella Christi" generosa y radical. Para ser pobre y hermano, no hay que poseer, sino sólo dar, sirviendo como lo hizo Jesús. Francisco inaugura una hermandad fundada en la justicia y la igualdad: "Ninguno de los hermanos tenga potestad o dominio, y menos entre ellos... y todo el que quiera hacerse mayor entre ellos, sea su ministro y siervo" (RnB 5, 9.11).

La fuente de inspiración para nuestro tema: Justicia, paz y creación, es este comportamiento de expropiación fundado en la experiencia del Amor de Dios, revelado en Jesucristo. Nos dice L. Boff: "Y cuando descubre en el relato evangélico de la misión de los discípulos la voluntad de Dios con respecto a él, exclama: "Esto es lo que ardientemente deseo; esto es por lo que suspiro con todas las veras del alma... Esto es lo que deseo cumplir con todas mis fuerzas" (Leyenda de los tres compañeros, VIII). Este despojamiento lo lleva a identificarse con los pobres y con Cristo pobre, "porque sobre todas las cosas deseaba disolverse y unirse a Cristo" (1 Celano, 71). El deseo de unirse a todas las cosas se desdobló en la mística de la fraternidad cósmica y en la unión con el Todo, que se expresa en el Cántico del Hermano Sol" (BOFF, Ternura y Vigor, Ed. Sal Terrae, pág. 38).

El Cántico de las Creaturas no se lo puede separar de la pobreza y la búsqueda de relaciones justas. Una pobreza que nace en el encuentro del Cristo leproso y que lo hermana y lo reconcilia con la Creación. La pobreza es 'sine propio' porque se está entre hermanos. La pobreza es justicia de relación en la Creación.

¿Cómo cantar el Cántico del Hermano Sol viendo tanta injusticia y agresión en la hermana Creación? Eloi Leclerc afirma: "En la base de esta comunión franciscana con la vida de los seres se encuentra una humildad fundamental. San Francisco tiene plena conciencia de la dignidad del hombre. Y sin embargo no se aísla en la conciencia de esta dignidad; no se pone aparte en medio de la Creación. Y, sobre todo, no reivindica el lugar del Creador. Se reconoce a sí mismo como criatura, dependiente por entero de Dios. Y no vacila, a título de tal, en colocarse entre las creaturas. Se siente en su lugar entre ellas, junto a ellas. Y haciendo eso, reconoce que sólo Dios es Dios. Es fundamentalmente una actitud religiosa la' que lo lleva a reunirse al conjunto de las criaturas y que le revela el sentido profundo del mundo, haciéndole ver, en todos los seres, hermanos y hermanas surgidos del mismo amor creador" (LECLERC, El Cántico de las fuentes, Ed. Castañeda, pág. 83).

La experiencia de Francisco nace en esta participación contemplativa en la Creación. Su experiencia de Dios nace en la hermana Creación, siendo él una creatura; celebra a Dios y a la vida, viviendo; y este vivir, con su peculiar estilo menor y fraterno. El Cántico del Hermano Sol es la voz de las creaturas que alaban al Creador, y, al mismo tiempo, un llamado a despojarse de toda soberbia creatura, de todo poder de dominación, para convivir en justicia como hermanos. Es un grito al no‑poder, a la no‑violencia. Una convocatoria a la justicia y la paz en la Creación del Creador. Un llamado a los sistemas políticos y económicos para que cesen las dominaciones de unos sobre otros y sobre la hermana Creación, para que terminen los imperios con sus consecuentes políticas de conquista y dominación.

Este Francisco, menor y hermano, nos enseña a ser protagonistas de la Creación Original. No es el hombre de la nostalgia que llora el paraíso perdido; se convierte en el hombre original siguiendo a Jesús, en fidelidad y radicalidad evangélicas. Rehace la Nueva Creación proyectada por el Padre desde siempre en Cristo (Col 1, 15‑20). En Jesús, el hombre original se ha hecho totalmente cercano. Dios en Jesucristo es prójimo del hombre. Para recuperar el hombre original habrá que seguir "las huellas de Nuestro Señor Jesucristo" (RnB 1, 2 y también: RnB 9, 1; 22, 2; 22, 9).

En la Creación, Dios se transparenta, porque ella es su Sacramento. La Creación nos invita a una actitud festiva, hay que celebrar un encuentro y Francisco se siente rodeado y acogido por el Dios de la Vida en la Creación. Dios no se ha retirado de la historia y Jesús, su expresión sacramental plena y total, está vivo en los Cristos leprosos. Sólo besando al leproso y conviviendo fraternalmente con la Creación se puede rehacer la justicia original y vivir en paz. Francisco es el hombre de la lealtad al Proyecto del Padre. Y en esa lealtad asume la tarea de la justicia y la paz como opción de vida. Recupera la lealtad original (auténtica), siguiendo a Jesús, convirtiéndose en "Alter Christus".

La Paz de Francisco, es el fruto de su alegre tarea. Porque hizo posible el hombre original, vive en paz. Su justicia y su paz no son consecuencia de una mirada en Cristo de toda la realidad. Es profunda experiencia de fe, que la vive con su lógica racionalidad. La convivencia cósmica nace como expresión de una síntesis de fe y racionalidad.

2. LOS FRANCISCANOS EN LA TAREA DE LA JUSTICIA Y PAZ EN LA CREACIÓN

La Encarnación de Dios en la vida de Jesús, es para Francisco de Asís la condena de toda agresión al hermano hombre y a la hermana Creación. El Verbo Eterno, haciéndose Hombre, vestido de humanidad por María, recrea la justicia creacional. Lo que estaba desde el principio se hizo realidad histórica. La vida de Francisco, con su "beso al Leproso" y el "Cántico de las Creaturas" son el "Manifiesto de la justicia y Paz Franciscana". Desde entonces los Hermanos Menores seremos los Profetas ecológicos, hacedores dé justicia y paz. Para aproximarnos a esta tarea profética hablaremos de tres características que posee el carisma de Francisco:

a)   La pobreza Franciscana en el contexto de injusticia: Ser pobre como los pobres, para ser hermano, una experiencia de fraternidad que posibilite el encuentro y que venza las barreras que generan la voluntad y la ansiedad de poseer. Una actitud de respeto en un clima de igualdad creatural.

Desde la minoridad, la pobreza franciscana, se expresará en una solidaridad liberadora con la vida, salvando de la muerte; solidaridad no‑violenta pero activa y eficaz, participando de los movimientos que trabajan por el hombre empobrecido; comprometidos en la justicia y los Derechos Humanos, protegiendo los intereses de los leprosos, asumiendo la causa de sus vidas. Esta pobreza compartida será entonces el primer gesto profético en nuestra Patria Grande, "La Pobre".

b)   La relación con los hombres y el mundo: El seguimiento de jesús pobre y crucificado desde el despojamiento del yo como poder de dominación, se hace convivencia, ternura y servicio, camino de una verdadera humanización.

A favor de la vida, en un sistema de muerte, una protesta profética a todo poder de dominación desde el servicio fraterno. Del estar sobre las cosas, al convivir con ellas. Y frente a la cultura del consumo indiscriminado y depredador, la rebelde actitud de la pobreza y la hermandad. Con‑vivir con y en la creación, sin miedos ni sospechas, como una fiesta de encuentro de los amigos del Creador. Una relación horizontal, de igual a igual, que ha incorporado la trascendencia en la hermandad.

c)   La experiencia del Dios de jesús: La historia oculta la Gratuidad de Dios. El Hermano Menor, desde su opción por la vida, se solidariza con el plan "kenótico" de Dios revelado en la encarnación crucificada de su Hijo, porque Jesús Pobre es el motivo de la Historia. No es posible una experiencia de Dios fuera del seguimiento de Jesús, porque en El, Dios se ha hecho servicio, "Kénosis". El amor del hermano franciscano se llamará justicia, paz y ecología; se construirá como amor crucificado junto a los crucificados de la Historia.

La presencia profética ejerció un influjo decisivo en el caminar de Israel. La intervención de los profetas en la historia del Pueblo, orienta la fe y convoca a la fidelidad. No escucharlos, no poner en práctica su Palabra, era traicionar la Alianza. Sus oráculos dejan de ser historia del pasado, para quienes aún hoy buscan caminar en la fidelidad al hacer la Historia; para quienes asumen la tarea de la justicia y la paz en medio de fuerzas sociales y políticas tan deshumanizadoras. Son una voz viva y comprometida que se actualiza en la cotidiana experiencia de fe.

La espiritualidad franciscana se genera en el apasionado seguimiento de jesús, manifestación plena del Amor del Padre, y por eso vivirá proféticamente la fidelidad Evangélica. Hablamos hoy día del Hermano Menor, "Profeta Ecológico", porque convoca a la Hermana Creación a vivir la fidelidad a la Vida. Seremos para siempre los Guardianes de la Vida, los profetas ecológicos, por estar atentos como vigías de la vida en la Creación, para que no prevalezca la injusta desigualdad y el apasionado interés por el poder, para que los deshumanizadores intereses de unos pocos, de los ricos y poderosos, no manipulen la historia de los pueblos y reduzcan la tierra a un desierto inhabitable y estéril. Convocando a la fidelidad, a la doble fidelidad: al Dios de la Vida y a la Vida que le pertenece a Dios. Doble fidelidad que se expresa al Creador en su creatura.

La actualidad de Francisco con su opción por la Vida y la Paz, no tiene necesidad de ser modernizada. Su estilo de vida y su mensaje hablan proféticamente en nuestro tiempo. El tomó en serio el Evangelio, "ad litteram et sine glosa" (al pie de la letra y sin glosas) y trató de vivirlo con sencillez radical y entusiasmo profético. Y como dice L. Boff: "San Francisco constituye un permanente cargo de conciencia para nosotros franciscanos, una crisis que no nos amarga sino que nos impulsa a ser más evangélicos, más sensibles a la humildad de Dios y a los sufrimientos de los hermanos. Si todo esto nos hace superar los mecanismos de disculpa y resignación y nos abre el camino para una práctica de solidaridad con los que son menos y tienen menos, entonces vale la pena seguir con nuestro franciscanismo y dejarse fascinar siempre de nuevo por la figura del Poverello y Fratello de Asís". (L. BOFF, Los Franciscanos ante los desafíos del Tercer Mundo", CEFEPAL, pág. 55).

3. CARISMA Y REALIDAD. INTERPELACION RECIPROCA

Ser franciscanos es asumir la responsabilidad de un carisma. Alegre responsabilidad que nos inicia en un movimiento de adhesión y solidaridad con la pobreza de Jesús y su Mensaje, siguiendo los pasos del Pobre de Asís. Optar por la vida franciscana es adherirse al Carisma de Francisco, como respuesta a la gratuidad humilde de Dios, correspondiendo en actitud de fidelidad, de entrega gratuita y festiva, a la Causa del Evangelio.

No cabe duda alguna que la crisis y el sufrimiento de nuestro tiempo interpelan a quienes asumimos el Carisma de Francisco. La explotación del hombre por el hombre, el cautiverio político en el que se mantiene al pueblo latinoamericano desde los centros financieros, la depredación de la naturaleza, la contaminación con niveles insospechados del aire en el que vivimos, la conciencia ética de quienes se sienten justificados ante semejante desigualdad social e inmovilizados a un cambio, la distribución desigual de los bienes de todos... El Carisma asumido por los Hermanos y Hermanas del Tercer Mundo, adquirirá expresiones peculiares de solidaridad con la vida amenazada.

El problema de la justicia y la paz no se puede limitar a legislaciones y acuerdos internacionales. El problema ecológico no se resuelve con documentos. La realidad nos interpela a recuperar nuestra misión carismática. Por eso la inserción de los Hermanos y Hermanas Menores, en la crucificada situación de tantos hombres y mujeres de nuestra tierra, nos recuerdan el beso del leproso y también "no hay redención sin encarnación". La recuperación de la justicia original, esa que vivió Francisco entre los pobres, será la tarea de quienes propongan un mundo más humano. Hacer posible el Hombre Nuevo, como lo hizo el "alter Christus" de Asís.

El hombre de nuestra modernidad contemporánea dejó de convivir con la Creación. Una racionalidad exuberante y autosuficiente le impide pronunciar la palabra "hermana Creación" y compartir la vida con las creaturas de su entorno. La técnica y su saber científico han transformado su modo de convivir. Un saber que lentamente se transformó en poder de dominación y una razón autosuficiente que prescinde del Creador. La organización social produce marginación y olvido de muchos hombres, disminución de calidad de vida y empobrecimiento creciente. El abismo entre ricos y pobres es creciente, como es creciente también la depredación de la Creación. Juan Pablo II, acude a esta realidad con su última Carta Encíclica "Sollicitudo rei socialis" y en el número 14 dice: "Al observar las diversas partes del mundo separadas por la distancia creciente de este abismo, al advertir que cada una de ellas parece seguir una determinada ruta, con sus realizaciones, se comprende por qué en el lenguaje corriente se hable de mundos distintos dentro de nuestro único mundo:

Primer Mundo, Segundo Mundo, Tercer Mundo y, alguna vez, Cuarto Mundo. Son el signo de una percepción difundida de que la unidad del mundo, en otras palabras, la unidad del género humano está seriamente comprometida". La unidad de la Creación, la opción por la vida está seriamente amenazada. Por eso, no se puede vivir franciscanamente el Carisma de la Hermandad y la Pobreza, sin hacer ecología, sin recuperar la justicia, sin conseguir la paz. El hombre de la propiedad privada, se opone radicalmente al hombre original. La tierra habitada dejó de pertenecer a todos, de ser "ecumene", para ser de algunos pocos; dejó de ser el escenario de la convivencia solidaria, de la fiesta y la alegría del encuentro, para ser el lugar del desarrollo, de la tecnificación y de la modernización deshumanizantes. Hay que tener más a cualquier precio y nos lanzamos a la Creación para conquistarla, repitiendo en sistemas sofisticados de dominación internacional, la epopeya colonizadora de otros tiempos, que guardan aún hoy, la memoria crucificada de América Latina.

Lo que está en cuestión no es la técnica o la ciencia, sino su tiranía y su estilo manipulador. Una ciencia carente de una ética de la vida. El autoritarismo y el miedo, inmovilizan las mayorías populares a no ser protagonistas de su propio desarrollo. Una de las tragedias de nuestro Continente empobrecido es la falta de participación en el proceso democrático. Los Hermanos Franciscanos ante estos desafíos, seremos capaces de mostrar los valores de la solidaridad, inspirados en la hermandad, y los de la participación creativa, inspirados en la pobreza. Porque, una vez más, la vida de Francisco, el Pobre y Fraterno hombre de Asís, convertido al Evangelio de Jesucristo por su práctica fiel, es una propuesta profética para sus seguidores.

El Hermano Pobre de los leprosos de Asís, nos libera de la propiedad privada, y del miedo, de la nostalgia y la angustia, devolviéndonos la alegría y la esperanza radical, posibilitándonos la capacidad de la convivencia entre las creaturas. Nos orienta en esta tarea, desde la opción por el leproso, en la defensa de los derechos humanos y en la creación de sistemas más solidarios y fraternos. El "sistema vida" reclama la voz de los profetas, que entonando el Cántico del Hermano Sol, puedan besar al leproso. Es por eso que la tarea de la justicia y paz en la Creación llegará a ser el modo de protagonizar la "oración contemplativa de la Creación" del carisma franciscano.