Discurso desde la Suma de Santo Tomás
(Segunda Entrega Capítulo X)
LA VIRTUD TEOLOGAL DE LA CARIDAD
Por Jesús Martí Ballester

 En la 2-2 y en las cuestiones 23-46, estudia el Angélico la virtud de la caridad, tratado que es una mina de oro, comparado con el filón de plata de las demás virtudes. Es el mayor tratado de teología moral del mayor de los teólogos, con que su vigor filosófico genial, aporta a la Iglesia y al servicio de la fe la sabiduría más excelsa de la inteligencia humana.

SUS FUENTES Y SU SINTESIS

Conoció santo Tomás exhaustivamente todo lo que habían escrito los teólogos anteriores, y asimilado todo, transmitió la sabiduría de ellos, enriquecida con su genial visión.

Solamente en este tratado, cita explícitamente a San Agustín, San Ambrosio, Aristóteles, san Basilio, san Bernardo, el Crisóstomo, Cipriano, el Damasceno, Dionisio, san Gregorio, San Gregorio Niseno, Horacio, Cicerón, san Isidoro, san Jerónimo, san León Magno, Pedro Lombardo, Orígenes, Rábano Mauro, Salustio y el papa Urbano.

DEFINICION

La caridad, la mayor de las virtudes teologales Según la conocida afirmación de San Pablo, (1 Cor 13,13), es un amor infuso de amistad que une al hombre con Dios y le connaturaliza y lo transforma en El y al ser principio de unión con Dios, es también el origen en el hombre de la vida divina, que crece con la caridad. Si todas y cada una de las virtudes ayudan al hombre a conseguir su plenitud, es en función de que la caridad, la reina de todas, las utilice para ordenar o elevar a Dios, Bien absoluto, la entera vida humana. Y en este sentido la caridad es vínculo de perfección (Col 3,14).

EL MERITO DE LA CARIDAD

El mérito de la vida sobrenatural consiste principalmente en la caridad, como principio ordenador de nuestra actividad a Dios, y las demás virtudes sólo son meritorias cuando están vivificadas por la caridad. Por tanto el valor moral del hombre no está en las obras sino en el amor, que es la primera de las obras y el motor y el valorizador de las mismas. Dice san Juan de la Cruz, y lo repetirá santa Teresa del Niño Jesús, que "Dios no necesita nuestras obras, sino nuestro amor". Por eso la caridad es la principal ley cristiana, cuyo primer mandato es amar a Dios y el segundo y semejante, amar al prójimo. "El que ame a Dios ame también a su hermano" (1 Jn 4,21). "En estos dos mandamientos se encierra la Ley y los Profetas" (Mt 22, 40). Y "la plenitud de la ley es el amor" (Rm 13,10). Y san Francisco de Sales: "En la Iglesia todo es amor; todo vive en el amor, para el amor y del amor". En el discurso de clausura del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI declaró que la Iglesia amaba el mundo.

LA CARIDAD OPTIMIZA LOS ACTOS HUMANOS BUENOS

La caridad es la virtud elevante de los actos buenos humanos, porque, dice santo Tomás, "la obra de una virtud más noble es mejor y es más meritoria. Por eso el acto de una virtud inferior es mejor y más meritorio si es imperado por una virtud superior, que se lo apropia por su imperio" y así un acto de humildad, de castidad, de paciencia, hecho por obediencia, tiene un valor superior al de su propia entidad. Y sobre todo, queda supremamente revalorizado cuando se hace por caridad.

VIRTUDES INTRODUCTORIAS DE LA CARIDAD

La fe y la esperanza preparan al hombre para recibir la caridad, que es la que establece la comunicación máxima del hombre con Dios y lo transforma en Dios. La caridad es la culminación de la vida de Dios en el hombre. La acción de las otras virtudes es iluminada por el faro de la caridad que, introduce el corazón humano en el corazón de Dios.

AMISTAD Y FILIACION DIVINA

La caridad consiste en una amistad del hombre con Dios, sobre el fundamento de la bienaventuranza divina. Y así en la  Revelación se nos muestra la caridad como el amor entre el hombre, hijo de Dios por la gracia, con su Padre Dios. Dios mismo, amado como amigo por su bondad infinita y beatificante, es el objeto de la caridad. Caridad, amor, amistad, amor benevolente y no concupiscente, que ama al amigo por sí mismo, y no en beneficio o deleite o interés propio. Hablamos hoy de utilizar a las personas en este sentido, cuando las personas se convierten en objeto que se utiliza, y se retira cuando ya no sirve. "Al amor le tienen usurpado el nombre", dice santa Teresa. La amistad exige reciprocidad de amor; no se establece cuando es uno solo el que ama, sino cuando el amor es correspondido: "Tratar de amistad con quien sabemos nos ama", dice santa Teresa que es la oración, "el camino del amor". La amistad, el amor o se cultiva o se desertiza: "Deudo y amigo se pierden por la falta de trato". Los caminos del amor que no se andan, se llenan de abrojos y espinas. El ejercicio y la comunicación, aumentan el amor que, en principio ha sido derramado en nuestro corazón por el Espíritu Santo que se nos ha dado.

CARIDAD CON EL PRÓJIMO

"He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío". "El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras". En el evangelio de san Mateo, 25, 31 aparecen tan ateos los que se salvan como los que se pierden, con la diferencia de que unos amaron a los crucificados, y otros no. ¿Cuándo te vimos?... es la pregunta que unos y otros hacen al Rey, a quien no han sabido reconocer en el prójimo, a quien Dios nos manda amar con amor de caridad sobrenatural externo e interno.

OBJETOS DE LA CARIDAD

Enseña santo Tomás que la misma caridad divina que se refiere a Dios como a su objeto primario, se extiende también al prójimo como objeto secundario. Por la caridad amamos la bondad de Dios. Como esa bondad es también participada por los hombres, hemos de amar a los hombres por lo que tienen en sí de bondad de Dios.

Existe un amor puramente natural por el que se ama a los demás por sus cualidades naturales, belleza, fortuna, ciencia, talento, arte..., pero este amor no es caridad, consiguientemente tampoco es meritorio. Y hay otro amor sobrenatural por el que se ama al prójimo por Dios y para Dios, en cuanto hijo de Dios, hermano de Cristo, templo del Espíritu Santo. Este es el amor cristiano, la caridad: "Este mandamiento nos ha dado Dios, que el que ama a Dios ame a su hermano" (Jn 4, 21). "En estos dos mandamientos se funda toda la ley y los profetas" (22, 40). Por eso dice san Pablo "Quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Pues no adulterarás, no matarás y cualquier otro precepto se resume en esto: Amarás al prójimo como a tí mismo" (Rm 13, 8).

QUE ES AMAR

Amar es querer el bien para los demás, que pueden compartir con nosotros el bien de la caridad, que es la bienaventuranza divina. Con la misma caridad con que amamos a Dios, como objeto primario, debemos amar a los hermanos como objeto secundario. O lo que es lo mismo, nuestro amor de amistad con Dios, debe extenderse a todos los que comparten el bien divino que participan, y esto por la común bienaventuranza trascendente; por la filiación divina, por la que amamos a Dios como Padre y a sus hijos, los hombres, como El los ama; y por su incorporación a Cristo.

La caridad ama al hombre por Dios, y le procura, ante todo, sus bienes divinos. Es distinta de la filantropía, que ama al hombre por el hombre y quiere y procura sólo sus bienes humanos y temporales. En consecuencia, para que los amores naturales legítimos sean meritorios, deben ser elevados por la caridad. Una madre debe amar a sus hijos, no sólo como hijos de ella, sino primeramente como hijos de Dios, si quiere que su amor sea meritorio.

Incluso en el hombre menos valorizado hay un valor divino que le hace acreedor al amor de los demás hombres. Dice Santo Tomás: "La razón del amor al prójimo es Dios; pues lo que hemos de amar en él es que esté en Dios. Y por eso el acto con que amamos a Dios es el mismo que el acto con el que amamos al prójimo" (2-2, 24, a 1). "Ningún pecador como tal, es digno de amor, pero todo hombre en cuanto hombre es amable por Dios", dice san Agustín.

AMAR A LOS ENEMIGOS

El amor a los enemigos obliga a romper el odio y el deseo de venganza. Por eso pecan gravemente los personas que dejan de saludarse o hablarse durante mucho tiempo, y hay obligación de reconciliarse cuanto antes. La caridad produce frutos: la misericordia, que es la primera y más importante de las virtudes con el prójimo, cuyas obras corporales y espirituales, son conocidas: Enseñar, dar buen consejo, corregir, perdonar, consolar, sufrir, rogar, visitar, dar de comer y de beber, vestir, dar posada, redimir, enterrar.

La beneficencia, es hacer a los demás algún bien, como signo de la benevolencia interior. A veces se relaciona con la justicia, cuando lo que se da, se debe; o con la liberalidad, cuando se da gratuitamente.

Por caridad y por derecho natural y divino tenemos obligación de practicar la limosna: El capítulo 25 de san Mateo, no da otra razón de la bienaventuranza y de la condenación. 

PECADOS CONTRA LA CARIDAD

Los pecados contra la caridad son el odio, que desea el mal al prójimo, o se entristece por sus bienes; la envidia, tristeza del bien ajeno, que se considera como mal propio, porque parece que rebaja la propia gloria y excelencia. Es uno de los pecados más viles, señal de un alma ruin, totalmente contraria al evangelio. Nace de la soberbia, y engendra el odio, la murmuración, la difamación, la alegría del mal y la tristeza en la prosperidad; son también pecados contra la caridad, la discordia, la riña, el escándalo, la cooperación al mal. La sentencia será tan terrible para unos: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno"; "irán al castigo eterno", como consoladora para los que practicaron la caridad: "Venid, benditos, heredad el Reino"...