PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II
A LOS SACERDOTES PRESENTES EN LA PLAZA DE SAN PEDRO

VIGILIA DE ORACIÓN
Miércoles 17 de mayo de 2000

 

Queridos sacerdotes: 

Al término de vuestra tercera jornada jubilar, me alegra dirigiros un cordial saludo, anticipando en cierto modo la alegría del encuentro y de la celebración de mañana.

Hoy os habéis puesto a la escucha del testimonio de los santos. Me alegra profundamente, porque permite experimentar a Cristo vivo. En efecto, si el gran jubileo conmemora la encarnación del Verbo en la historia, los santos son los hermanos y hermanas que constituyen una especie de prolongación de ese misterio, en virtud de su gran docilidad al Espíritu Santo.

En el gran ejército de almas elegidas a lo largo de los dos milenios de la era cristiana son numerosos los sacerdotes que en cada generación han manifestado en medio del pueblo de Dios la santidad de Cristo, buen Pastor. También la Iglesia del siglo XX es rica en sacerdotes santos, mártires y confesores. Queridos hermanos, sigamos sus huellas, porque de esto depende la eficacia de nuestro ministerio. Este es el pensamiento, y el deseo, que os dejo, mientras nos preparamos para elevar juntos, mañana, nuestra acción de gracias sacerdotal.