Mensaje del Papa a los jóvenes rusos
Con motivo de un encuentro de preparación de la Jornada Mundial de la Juventud

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 19 agosto 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Juan Pablo II envió al encuentro de jóvenes de la Federación Rusa celebrado en Irkutsk del 11 al 15 de agosto de 2004 para preparar la XX Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en Colonia (Alemania) en agosto de 2005.

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Queridísimos jóvenes:
1. Con mucha alegría os dirijo mi saludo a vosotros, que habéis llegado, no sin sacrificios, a Irkutsk desde toda la Federación Rusa para tomar parte en el encuentro promovido por vuestros obispos en preparación para la XX Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Colonia, Alemania, en agosto del próximo año. Os saludo a cada uno de vosotros con afecto. Esta reunión es un momento importante para la Iglesia que vive en la Federación Rusa, una Iglesia que en el pasado ha conocido tantas tribulaciones, a menudo ha sido perseguida y martirizada hasta el derramamiento de la sangre, pero que ha perseverado en la adhesión a Cristo, único Señor, y en la confesión de las perennes verdades de la fe. En esta confesión se han encontrado juntos católicos, ortodoxos y protestantes. Su testimonio se ha convertido para todos nosotros en un patrimonio común. «Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez el más convincente. La communio sanctorum habla con una voz más fuerte que los elementos de división» («Tertio millennio adveniente», 37). Por tanto, la Iglesia nutre con razón una gran esperanza en vosotros, queridos jóvenes, y con confianza espera que el entusiasmo y vigor de vuestra juventud aporte nueva linfa para su misión.

Por esto escucha las preguntas fundamentales que habitan en vuestro corazón, preguntas sobre el sentido que se le debe dar a la vida. Fedor Dostoievski escribió: «El hombre es un misterio. Un misterio que es necesario resolver, y si transcurres toda la vida tratando de resolverlo, no digas que has perdido el tiempo; yo estudio este misterio, porque quiero ser un hombre» (Carta al hermano Michail, 16 de agosto de 1839). Queridos jóvenes, el verdadero sentido de la existencia se encuentra en la adhesión a Jesús, «Camino, Verdad y Vida» (Juan 14, 6). Sólo Él tiene palabras que dan vida, llaman a la existencia, muestran el camino y consuelan los corazones desilusionados, infundiendo nueva esperanza. «El misterio del hombre --enseña el Concilio Vaticano II-- sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Constitución pastoral «Gaudium et spes», 22).

2. «Queremos ver a Jesús» (Juan 12,21), este fue el tema de la reciente Jornada Mundial de la Juventud, que ha marcado la última etapa antes de la gran cita de Colonia. En esta petición que le hicieron algunos griegos al apóstol Felipe, resuena también el grito no expresado y, la mayoría de las veces inconsciente, de tantos coetáneos vuestros, que «piden a los creyentes de hoy no sólo 'hablar' de Cristo, sino en cierto modo hacérselo 'ver'. ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?» («Novo millennio ineunte», 16). Es urgente, entonces, mostrar el rostro de Cristo que vive en su Iglesia, indicando en Él el único camino que conduce a la verdad sobre el hombre y a su felicidad plena.

El inestimable tesoro de la tradición cristiana, enriquecido por la sangre de los mártires, debe ser custodiado y propuesto con valerosa coherencia. Debéis resistir, queridos jóvenes, a la tentación, hoy sutil y letal, de dejar a Dios fuera de vuestra vida o de reducir la fe a gestos episódicos y formales. La Iglesia necesita testigos dispuestos a seguir a Cristo hasta la Cruz. Esta radical fidelidad al Evangelio la esperan más que nunca vuestros coetáneos, a menudo distraídos por los espejismos de una vida fácil y cómoda, por las tentaciones de la droga y el hedonismo, terminando con frecuencia por convertirse en esclavos de la violencia, la carencia de sentido y la desesperación. No permitáis que la libertad reconquistada en esa querida nación vuestra con el precio de grandes sacrificios y sufrimientos sea disipada por ceder a falsos ideales. Cristo es nuestra verdadera libertad, habiéndonos liberado definitivamente de la esclavitud del pecado. Sólo en Él encuentra sentido y paz nuestro corazón.

3. El Padre celestial ha enviado a su Hijo entre nosotros porque quiere la salvación de cada hombre y vosotros podéis ser en el mundo y para el mundo el rostro de su amor misericordioso.

¡Este es vuestro compromiso cotidiano! Este es el objetivo constante, que podréis perseguir también gracias a los programas y a las iniciativas que vuestros Pastores os proponen para responder a los desafíos sociales, culturales y espirituales de nuestro tiempo. Uníos a los jóvenes cristianos del mundo entero en la peregrinación ideal hacia Colonia, para vivir juntos la XX Jornada Mundial de la Juventud. Desde ahora os invito cordialmente a no faltar a esta gran cita eclesial.

Os encomiendo a la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia. ¡El Papa, vuestros obispos y toda la comunidad cristiana cuentan con vosotros!

Con estos sentimientos, me alegra enviaros mi Bendición, que extiendo con gusto a vuestros Pastores y a vuestras familias.

En el Vaticano, 26 de julio de 2004
IOANNES PAULUS II

[Traducción realizada por «Radio Vaticano»]
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