Programa de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2004
ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2004
Mi paz os doy (Jn 14, 27)
A todos aquellos que organizan la Oración por la unidad de los cristianos
[Traducción preparada por la Comisión para las
relaciones interconfesionales
de la Conferencia Episcopal Española]
Adaptar los textos
Estos textos que han
sido propuestos, cada vez que sea posible, se procurará adaptarles a las
realidades de los diferentes lugares y países. Al hacerlo, se deberá tener en
cuenta las prácticas litúrgicas y devocionales locales así como el contexto
social-cultural. Tal adaptación deberá comportar normalmente una colaboración
ecuménica.
En muchos países,
las estructuras ecuménicas existen y permiten este género de colaboración.
Esperamos que la necesidad de adaptar la «Oración» a la realidad local pueda
animar la creación de esas mismas estructuras allí donde éstas no existen
todavía.
Utilizar los textos
de la Oración por la unidad de los cristianos
Para las Iglesias y
las Comunidades cristianas que celebran juntas la «Oración» durante una sola
ceremonia, este folleto propone un modelo de celebración ecuménica de la
Liturgia de la Palabra.
Las Iglesias y las
Comunidades cristianas pueden igualmente servirse para sus celebraciones de las
oraciones y de otros textos de la Celebración ecuménica de la Liturgia de la
Palabra, de los textos propuestos por el Octavario y del surtido de
oraciones presentes en el apéndice de este folleto.
Las Iglesias y
Comunidades cristianas que celebran la «Oración por la unidad de los cristianos»
cada día de la semana, pueden encontrar sugerencias en los textos propuestos
para el Octavario.
Si se desea realizar
estudios bíblicos sobre el tema del año 2004, pueden servir de apoyo igualmente
los textos y las reflexiones bíblicas propuestas para el Octavario. Los
comentarios de cada día pueden concluir con una oración de intercesión.
Para las personas
que desean orar en privado, los textos de este folleto pueden animar sus
oraciones y su llamada a la comunión con todos aquellos que oran en todo el
mundo por una mayor unidad visible de la Iglesia de Cristo.
Buscar la unidad
durante todo el año
Tradicionalmente, la
Semana de oración por la unidad de los cristianos sigue siendo ampliamente
celebrada en el hemisferio norte del 18 al 25 de enero. Así pues, en diferentes
países un creciente número de cristianos utilizan el folleto en privado durante
el mes de enero y se reúnen para importantes celebraciones en torno a
Pentecostés, en una época en que normalmente el clima es muy favorable. En el
hemisferio sur, donde el mes de enero es un periodo de vacaciones de verano, se
prefiere adoptar igualmente una fecha en torno a Pentecostés, o uno o dos meses
más tarde.
Sin embargo, la
búsqueda de la unidad de los cristianos no se limita a una semana del año. Os
animamos a encontrar otras ocasiones, durante el año, para expresar el grado de
comunión que las Iglesias ya han alcanzado y para orar juntos con vistas a
llegar a la plena unidad querida por Cristo.
Texto
bíblico para la Oración por la unidad de 2004
Mi paz os doy
(Jn 14, 23-31)
«El que me ama de
verdad, se mantendrá fiel a mi mensaje; mi Padre le amará, y mi Padre y yo
vendremos a él y viviremos en él. Por el contrario, el que no hace caso de mi
mensaje, es que no me ama. Y este mensaje que os transmito no es mío; es del
Padre, que me envió. Os he dicho todo esto durante el tiempo de mi permanencia
entre vosotros. Pero el Abogado, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en
mi nombre, hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo.
Os dejo la paz, mi propia paz. Una paz que no es la que el mundo da. No estéis
angustiados, no tengáis miedo. Ya habéis oído lo que os he dicho: «Me voy, pero
volveré a estar con vosotros». Si de verdad me amáis, debéis alegraros al oírme
decir que voy al Padre, porque el Padre es mayor que yo. Os lo he dicho ahora,
por adelantado, para que, cuando suceda, tengáis una razón más para creer. Ya no
me queda mucho que hablar con vosotros, porque se acerca el que tiraniza a este
mundo. Cierto que no tiene ningún poder sobre mí, pero tiene que ser así para
demostrar al mundo que yo amo al Padre y que cumplo fielmente la misión que me
encomendó. Levantaos. Vámonos de aquí»
Traducción
ecuménica del Nuevo Testamento
Introducción teológica y pastoral
Mi paz os doy
(Jn 14, 23-31)
Rara vez oramos por
causas que no nos atañen y oramos con mucho más fervor por lo que nos afecta
profundamente, que atañe a las personas y a las partes del mundo que conocemos.
Por ello la oración predispone el corazón humano a la acogida del otro. San
Isaac el Sirio habla del corazón misericordioso como de un corazón
encendido de una infinita compasión por todos los seres humanos, por todas las
cosas de la creación. Sobrecogido por una «fuerte y vehemente misericordia» por
una compasión «sin límites según la imagen de Dios», el corazón alza su oración
en medio de todos los sufrimientos, eleva su oración misma a favor de los que
hacen el mal, por «los enemigos de la verdad» (Homilía 81). El mundo de hoy
tiene necesidad de estos corazones así de misericordiosos, de esta oración que
alza los gemidos de la humanidad, de toda la creación.
La búsqueda de la
paz en el Oriente Medio, que es el deseo de numerosos pueblos de diversas partes
del mundo, es el telón de fondo de la celebración y de las meditaciones de la
Semana de oración por la unidad de los cristianos de 2004. Es sabido que la paz
en el mundo es un bien que se nos escapa, y que encuentra constantemente
obstáculos la búsqueda de la paz y la inmensa esperanza que constituyen una
parte vital de la oración que sube hoy de nuestros corazones hacia el corazón
misericordioso de Dios.
Todos aspiramos
hacia la paz. Es humano tener la serenidad y aspirarla desde el fondo del
corazón. Sin embargo, el camino que nos conduce a la paz no es fácil de
encontrar, ni fácil de recorrer. Esperamos que el tercer milenio sea un milenio
de paz, un milenio de retorno a la fe en Dios. En árabe paz se dice salaam.
En hebreo, lengua de la misma familia semítica, paz se dice shalom. En
Oriente Medio como en otras regiones del mundo donde los miembros de diversas
religiones viven al lado unos de otros, las relaciones constructivas entre
las tradiciones religiosas –fundadas en el diálogo y en la búsqueda común de
la paz y de la justicia, enraizadas en un mismo reconocimiento de la dignidad de
todo ser humano- son una condición esencial para que nos sea concedida la gracia
de recibir el don de la paz. Igualmente, en la búsqueda de la paz es fundamental
que los cristianos y las comunidades cristianas vivan en un espíritu de
reconciliación y de misión común. Nuestra preocupación común a favor de la
paz deberá servir para acercarnos unos a otros en comunión.
El concepto
bíblico de paz es rico y abarca múltiples facetas. Puede significar plenitud
y bienestar, bondad y seguridad, integridad y justicia. Nuestra fe cristiana nos
dice que la verdadera paz no puede ser concedida si no seguimos los caminos de
Dios, como nos enseñan las Escrituras, sino solamente si recorremos el camino de
la paz proclamado y vivido por Jesucristo. «Él es nuestra paz» (Ef 2,14) y en
cuanto discípulos de Cristo, nuestra unidad debe ser una reconciliación en Él.
El testimonio en pro de la paz de una Comunidad cristiana dividida está cargada
de ambigüedades. Esta contradicción interna disminuye nuestras posibilidades de
difundir la paz de Cristo. Al contrario, la unidad entre las Iglesias da fuerza
y credibilidad a nuestro testimonio, proponiendo de manera convincente al mundo
la visión de una reconciliación universal en Cristo. La reconciliación entre las
Iglesias es una manera de alcanzar la paz y dar un carácter de integridad a su
proclamación. Todos somos corresponsables de la búsqueda de la unidad que
ofrecerá un testimonio auténtico de la paz de Cristo. Paralelamente, todos
estamos llamados, de maneras diferentes pero inspirados y animados por el mismo
Espíritu, a ser artesanos de su paz y de su reconciliación en el mundo.
Las Iglesias
orientales han atravesado periodos históricos difíciles que no pueden ser
comparados con otros. Estas antiguas Iglesias y los países que son la cuna del
cristianismo han conocido muy raramente la paz. De generación en
generación, han aspirado y han orado fervorosamente por la supervivencia. Hoy
más que nunca, estas Iglesias desean la paz y poseen un patrimonio, una
herencia, tradiciones y ritos que las incitan a implorar fervorosamente esta paz
en sus oraciones. Por eso han escogido el tema de la paz para la Semana de la
oración por la unidad de los cristianos de este año.
Efectivamente, para
las Iglesias orientales que viven unas al lado de las otras y son minoritarias
en el seno de su cultura, teniendo en cuenta su diversidad y los numerosos
matrimonios mixtos que han tenido lugar entre sus fieles, la obra ecuménica
no es un ideal abstracto sino una necesidad vital. Sólo la promoción de
un espíritu ecuménico puede dar sentido a su existencia. La unidad y la paz son
su gran aspiración, su sueño supremo. Un desafío común las ha reunido y su
aspiración por un futuro mejor las une. La paz es su preocupación y sueño
cotidiano, su constante esperanza.
Al principio del
cristianismo la Comunidad cristiana esa «Una» y, aunque la encarnación de esta
unidad nunca ha sido fácil, la Iglesia primitiva aparece a lo largo de los
siglos como un modelo fundamental de una comunidad que quiere vivir en paz y
proclamar esta paz de manera eficaz. En la actualidad no es así: todavía no
estamos totalmente unidos y nuestro testimonio a favor de la paz está sufriendo.
Los que la desean deberán rezar por la unidad y su búsqueda. Consciente de esta
relación, la Iglesia está llamada a orar por la paz en la unidad y por
la unidad en la paz.
La elección del tema
de este año ha sido igualmente dictado por el hecho de que las Iglesias del
Medio Oriente están convencidas de que si los cristianos del mundo se reúnen
para esta oración ecuménica, serán solidarios con las esperanzas y
sufrimientos de las poblaciones de esta región. Esta espera nos recuerda al
apóstol San Pablo quien, durante sus viajes, recolectaba dones para la
Iglesia-madre de Jerusalén. En la actualidad el don que estamos buscando es el
de la oración y del apoyo espiritual a nuestras hermanas y hermanos unidos en un
común deseo de paz.
La paz vuelve a
colocar las cosas según su orden natural, el que Dios les da. Esto afecta a
todas las relaciones y a todo tipo de relaciones. El paraíso ha sido
presentado frecuentemente como un lugar donde reina la paz entre Dios y su
pueblo, entre cada individuo y su prójimo, entre el género humano y la creación.
La paz no existe sin la justicia. A la inversa, el pecado está en el origen de
los desacuerdos. Él dispersa, la justicia une. Nuestras acciones cotidianas y
nuestras opciones tienen repercusiones sobre nuestra vida ya que nos hacen optar
por el bien o por el mal. Inevitablemente esto nos aleja o nos acerca a Dios y a
nuestro prójimo. Encontramos la paz y la compartimos, o la desperdiciamos y la
destruimos. En el Oriente, las personas se saludan deseándose la paz
puesto que éste es el mejor deseo que se puede intercambiar, la mejor relación
que se puede mantener con su prójimo, el derecho que se debe defender más
decididamente.
Dios Padre es el
Dios de la paz que nos ha reconciliado mediante la sangre de su Hijo único (2 Co
13,11). En la anáfora eucarística de las Iglesias orientales, los fieles
proclaman «la misericordia de la paz, sacrificio de alabanza», invocan de este
modo la misericordia de Dios que se nos ha manifestado por la revelación y el
don de sí mismo a través de Cristo, quien nos concede la paz que sólo Dios puede
dar. Jesús vino para edificar su paz sobre la tierra y para dárnosla (Jn 14, 27)
e invita a su Iglesia a ser levadura de un nuevo paraíso en la que la verdadera
paz se desea profundamente dar al mundo. Todos los ritos y las celebraciones
litúrgicas y de adoración en su inmensa variedad aspiran a la reconciliación del
ser humano con Dios, con el prójimo, con el universo y consigo mismo. La
oración por la paz implica una fuerte dimensión interior: llama a la
conversión y a la apertura del corazón, para que cada uno pueda ser portador de
la misericordia de Dios; invita a la conversión y a la confianza de que Dios
cumple para y por nosotros lo que no podemos realizar nosotros mismos; es
portadora de frutos a través de obras de caridad realizadas como actuación de la
gracia de Dios y para favorecer la reconciliación y la vida pacífica con
nuestros prójimos; invita a la perseverancia en el ascetismo y en la
purificación interior. Finalmente, según ya hemos dicho, la oración por la paz
está necesariamente ligada a la búsqueda de la unidad en todas las esferas de la
vida humana.
La oración por la
paz nos prepara igualmente, como cristianos y como Iglesia que somos, a
emprender la misión profética intrínsecamente unida al cuerpo de Cristo:
ser instrumentos y artesanos de paz y de justicia, de una humanidad nueva en
nuestro mundo desgarrado por las guerras. El compromiso activo en favor de la
paz y de la justicia es fruto del Espíritu Santo que actúa en nosotros. No se
trata de un proyecto humano sino de la obra de Dios y tal como las Escrituras
nos lo dicen ardientemente, la paz de Dios no es la paz del mundo. Los profetas
Isaías (2, 4) y Miqueas (4, 3) nos hablan de su tiempo o de las naciones que «de
sus espadas harán azadas y de sus lanzas harán hoces». Esta visión de la
transformación de armas en utensilios que servirán a la edificación de la
comunidad, sigue incitando a los cristianos a aprender con habilidad los
instrumentos del diálogo y de la solución no violenta de los conflictos en la
búsqueda de la paz y de la justicia, sin recurrir más que a los medios
perfectamente coherentes con la finalidad que se quiere alcanzar, como lo hizo
Cristo. Miqueas y Jeremías testimonian igualmente la tradición profética de
levantarse contra la hipocresía y la falsa retórica de la paz, injuriando los
que dicen «¡paz, paz!, cuando no hay paz» (Jr 6, 14), los que «muerden con sus
dientes mientras claman: "paz" y al que no les pone algo en la boca, le declaran
la guerra santa» (Miq 3, 5). Hoy día, numerosos cristianos y comunidades
cristianas toman parte en el debate público sobre los medios de preservar la
paz, desafiando de este modo las plataformas políticas e ideológicas y las
políticas de "paz" pasadas en la violencia, la injusticia, la opresión de los
demás. En ciertas partes del mundo, el testimonio profético, que consiste en una
confrontación de definiciones estrechas o falsas respecto de la paz con la
visión bíblica, es imposible o puede correr riesgos muy elevados para las
personas como para las comunidades. Estas regiones ocupan un lugar especial en
nuestra oración por la paz.
En 2004, los
cristianos del mundo entero van a celebrar nuevamente la fiesta de la Pascua
en la misma fecha. El misterio pascual es fuente de nuestra esperanza y de
nuestra misión, promesa de una paz que es posible. Nos recuerda que si la
violencia, la injusticia y el odio pueden aumentar, es el poder de Dios el que
transforma la muerte en vida y el que trae la reconciliación entre los que
parecen aniquilar esta vida que en definitiva vencerá. Ya que este año
celebraremos juntos la Pascua, procuraremos que nuestras celebraciones sean
durante este santo tiempo un empeño para compartir profundamente la esperanza y
el gozo, así como la misión que brota del sepulcro con nuestro Señor resucitado.
El año 2004 se encuentra por lo demás en pleno Decenio «Vencer la violencia»
promovido por el Consejo Ecuménico de las Iglesias, iniciativa que nos invita a
la oración y nos llama al compromiso en la búsqueda de la paz.
Mediante la
celebración ecuménica y gracias a los textos bíblicos y a las meditaciones
del octavario, resaltamos la visión bíblica de la paz y nuestras reflexiones
sobre este tema desde diversos ángulos, en la esperanza de reunir a los
cristianos para descubrir juntos los tesoros infinitos de nuestra herencia común
a fin de servir mejor a la paz renovada de Cristo en el mundo. El pasaje del
Evangelio elegido para la celebración es Jn 14, 23-31, que es parte del discurso
de despedida de Jesús a sus discípulos antes de someterse a la muerte. En este
contexto pascual, se garantiza que si se guarda su palabra, Él y el Padre
morarán entre ellos. Ofrece el don y la promesa de la paz: «Os dejo la paz, mi
paz os doy». Preguntado por sus discípulos, Jesús les dice cómo deben ser
portadores de esta paz en el mundo, guiados por el Espíritu Santo.
El mismo texto de
Juan nos ofrece un punto de partida para las reflexiones del Octavario.
Nos expone y nos permite, en efecto, reflexionar sobre las implicaciones de la
comprensión cristiana de la paz. Toda paz, en el seno de la Iglesia y en el
mundo, se funda sobre el amor creador y vivificante de Dios para nosotros (día
1º). En nosotros se manifiesta el amor del Padre, Jesús promete a sus discípulos
la paz interior y la serenidad misma de cara a las dificultades (día 2º). Los
que escuchan las palabras de Cristo y las interiorizan en sus corazones llegan a
ser portadores de su paz (día 3º). Esta es la obra del Espíritu Santo que trae
la paz y el perdón y que nos impulsa a introducir nuestro espíritu y nuestro
corazón al servicio de un mundo que aspira a la paz (día 4º). Mientras el mundo
busca la paz y la seguridad por el uso de la fuerza y el ejercicio del poder, la
paz de Cristo desciende en nosotros gracias a la humildad y a través del
servicio a los demás, cuando buscamos combatir el mal haciendo el bien (día 5º).
Seguir el camino los discípulos de Cristo quiere decir liberarse siempre más del
miedo y de la inquietud, tener siempre más conciencia que el amor de Dios es más
grande que todo lo que se nos opone (día 6º). En la confianza en la resurrección
de Cristo y en la espera de su retorno en la gloria, el cristiano debe vivir con
la mirada puesta en un horizonte de esperanza y mostrarse solidario con los que
viven en la duda, el miedo y la pena (día 7º). La paz auténtica, la paz que Dios
quiere darnos, nos trae el gozo pero nos obliga también a dedicarnos a otros
fines para que cada uno tenga parte en esta paz (día 8º).
Preparación de la
Oración por la unidad de los cristianos 2004
Este año, el
proyecto inicial de textos para la Oración por la unidad de los cristianos nos
vienen de nuestros hermanos que viven y dan testimonio de Cristo en la antigua
ciudad de Alepo, en Siria.
Quisiéramos
agradecer muy sinceramente a todos los que han aportado su contribución en
nombre de las Iglesias de Alepo (ortodoxos, católicos y protestantes) para la
preparación de estos textos en su forma inicial: Mons. Gregorios Youhanna
Ibrahim (Metropolita de la Iglesia siria ortodoxa), Mons. Boulos Yazdji
(Metropolita de la Iglesia greco-ortodoxa), Mons. Antonio Odo (Obispo de la
Iglesia Caldea) y Mons. Boutros Marayati (Arzobispo de la Iglesia católica
armenia. Mons. Marayati, entre otras cosas, se ha ocupado de la coordinación del
grupo local y lo ha representado en el encuentro del grupo preparatorio
internacional.
El grupo
preparatorio internacional nombrado por el Pontificio Consejo para la promoción
de la unidad de los cristianos (Iglesia católica) y la Comisión Fe y
Constitución (Consejo Ecuménico de las Iglesias) ha dado a los textos propuestos
su forma definitiva en su reunión anual. Ésta tuvo lugar en el Secretariado
pastoral de la Conferencia Episcopal de Sicilia. Queremos agradecer de modo
particular a Mons. Carlo Di Vita y al equipo de personal por su cálida
hospitalidad y asistencia fraterna que nos dispensaron a lo largo de una semana
de trabajo.
Los miembros del
grupo agradecen igualmente la visita expresamente organizada para ellos cerca
del Centro Paolo Borsellino, lugar donde ha estado presente la importante
labor social-educativa que se ha cumplido.
La
celebración ecuménica
Mi paz os doy
(Jn 14, 23-31)
Introducción
El tema de la
oración por la unidad de los cristianos de este año 2004 y esta celebración
ecuménica son propuestas por las Iglesias cristianas de Alepo, en Siria. Las
relaciones ecuménicas son vivas, y frecuentes son las ocasiones de reuniones
conjuntas.
Doxología de
apertura, parte penitencial, importancia que se concede al estudio bíblico, gran
intercesión cantada e invocación del Espíritu Santo... Esta celebración toma
efectiva y voluntariamente un modelo de celebración ecuménica que reúne
regularmente a las Iglesias cristianas de Alepo, a ortodoxos, católicos y
protestantes.
Las oraciones que
componen esta celebración y las que están propuestas en el capítulo «Oraciones
suplementarias» proceden de diversas tradiciones litúrgicas de estas Iglesias
orientales. La mayor parte de las oraciones utilizadas en el proyecto de
celebración provienen de la tradición litúrgica siria.
Éste será un acto
ecuménico espiritual que utiliza las oraciones propuestas sin modificarlas, de
entrar en el movimiento de esta celebración siguiendo su desarrollo y
seleccionando sus elementos litúrgicos esenciales. Será igualmente ocasión, si
es posible en la situación ecuménica local, de invitar miembros representantes
de las Iglesias ortodoxas y orientales a participar en el culto y reflexionar
juntos sobre la manera de adaptar esas propuestas.
Sin embargo, las
comunidades experimentarán ciertamente una dificultad al apropiarse juntas de
oraciones propuestas y hacer suyas ciertas expresiones. Proponemos entonces,
como solución alternativa, más que recomponer las oraciones orientales, la
utilización de estas oraciones abreviadas, o el cambio por otras que se
presentan en el anexo final, o que también que se utilicen las oraciones de una
tradición litúrgica muy familiar.
Cualquier elección
adoptada, si se guarda la estructura, el movimiento y cada elemento del culto,
el espíritu de la celebración será percibido y el objetivo espiritual alcanzado:
permitirá que la asamblea entre con fe en la experiencia espiritual de nuestros
hermanos y hermanas de Oriente y no impondrá las oraciones de una sola tradición
litúrgica. De este modo se manifestará y se realizará la unidad espiritual de
todos los cristianos que desean en este año 2004 orar por la paz del mundo y por
su comunión en la fe de Cristo resucitado, que es su fuente.
He aquí el
desarrollo de la celebración y relación de estos diversos elementos con el tema:
§ La asamblea canta
al Señor su acción de gracias y se prepara para escuchar la palabra de
Dios mediante una oración penitencial. Ésta dispone los corazones para la paz
interior, fruto de la misericordia de Dios, y para la escucha de su Palabra.
§ La liturgia de
la Palabra es la parte más amplia. Es una proclamación de la paz como don de
Dios a la humanidad, como promesa de Jesús a los suyos realizada en el Misterio
de su cruz y de su resurrección, y cumplida por el don del Espíritu Santo a la
Iglesia. Según la enseñanza de Pablo a los Efesios y a ejemplo de su solicitud
pastoral de Apóstol hacia los miembros de las Iglesias locales nacientes,
estamos llamados a amarnos los unos a los otros en la comunión del Espíritu
Santo. Este amor mutuo entre los cristianos y entre las Iglesias, donde el
ecumenismo es una dimensión esencial, acredita nuestro testimonio y nuestro
compromiso específico de cristianos a favor de la paz del mundo.
§ El gesto de la
paz, trasladado al centro de la celebración entre las lecturas bíblicas y
el credo seguido de una gran intercesión, evidencia particularmente
también la renovación del compromiso de todos y de todas de «guardar
la unidad del espíritu por la unidad de la paz, para ser un solo cuerpo...».
Para expresar y animar a los miembros de la asamblea a esta renovación sincera a
favor de la reconciliación de los cristianos y de la paz, proponemos lo
siguiente:
Se puede
intercambiar un signo de paz como encender cirios, presentar ramos de
olivo, una paloma... y el arco iris preferentemente. Este signo resalta la
finalidad de la oración. Es deseable evocarlo en la homilía, hacerlo un elemento
principal de la celebración y que sea retomado en el envío.
También es posible
invitar a personas a dar testimonio sobre su servicio a la paz. La misma
situación positiva del ecumenismo en Alepo es un testimonio a recibir durante la
celebración.
§ Iniciada la acción
de gracias al Dios de la paz, la celebración continúa con la invocación al
Espíritu Santo, tesoro de todos los bienes y fuente de la paz.
§ Los celebrantes de
las Iglesias locales presentes, que han sido solicitados o no durante el
desarrollo de la celebración, podrán dar juntos la bendición final. El
envío podrá, entre otras cosas, ayudar a resaltar que la oración en común
encuentra su finalidad en el corazón de la vida. Nuestras celebraciones
ecuménicas y sus frutos en la vida del mundo hacen crecer la comunión entre los
cristianos: el anuncio profético del Don de la Paz.
Desarrollo de la celebración
ecuménica
Apertura
Es recomendable que
al principio de la celebración se vaya presentando brevemente su esquema de
desarrollo, los cánticos, la música y la proclamación de los textos de la
Palabra de Dios.
Para las oraciones
alternativas celebrante-pueblo, es recomendable acudir a más celebrantes.
El arco iris puede
ser realizado por la comunidad local según una imaginación artística.
La colecta, según
parezca en el momento más oportuno, puede ser presentada como signo de la unidad
eclesial y de la paz compartida en la justicia.
C: Celebrante
A: Asamblea
L: Lector
C: En el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
A:
Amén.
Canto de entrada
(Cántico de acción de gracias)
Una parte de la
asamblea, por ejemplo los diversos lectores y celebrantes precedidos de niños,
pueden entrar en la procesión detrás de la Biblia llevada en cabeza. La
procesión pasa en tal caso por debajo de un posible arco iris colocado en el
espacio.
Oración de acción de
gracias de la liturgia siria
(a utilizar tal como está o en parte, o cambiarla por otra)
C: Por Tu Luz vemos
la Luz, oh Jesús Luz inmaculada. Tú eres la Luz verdadera que ilumina a todas
las criaturas; ilumínanos con el esplendor de Tu Luz, ya que tuyo es el reino
del Padre celestial.
Tú, el Justo y
Santo, que habitas en moradas de luz, aleja de nosotros las malas pasiones y los
pensamientos infames y haznos dignos de cumplir obras de justicia en pureza de
corazón.
Te pedimos en este
santo día que nos has reunido que te imploremos en favor de la unidad de tu
Iglesia: guárdanos en la plenitud de tu paz.
A:
Amén.
C: Damos gracias a
Dios Padre, Señor de todas las cosas, adoramos a su Hijo único y glorificarnos
su Espíritu Santo, confiando en Él nuestra vida. E imploramos su misericordia.
A:
Ten piedad de nosotros, Dios de bondad y misericordia.
Oración penitencial
de la liturgia siria
(a utilizarla tal como está o en parte, o cambiarla por otra)
C: Ten piedad de
nosotros, Dios todopoderoso. A ti te alabamos, te bendecimos, te adoramos. Te
suplicamos, Señor: muéstrate benigno, Dios de bondad y amigo de los hombres, ten
misericordia de nosotros.
A: Señor, ten
piedad.
C: Recordamos tu
muerte, Señor Jesús, proclamamos tu Resurrección, celebramos tu venida en la
gloria. Ten misericordia de todos.
A: Señor, ten
piedad.
C: Por todo esto, te
pedimos que nos muestres tu bondad, Amigo de los hombres, concédenos proseguir
este santo día y todos los días de nuestra vida en plena paz y confianza. Quita
de nosotros, de todo tu pueblo y de esta Iglesia toda envidia, toda tentación,
toda obra diabólica; líbranos del complot de los malhechores, de la adversidad
de los enemigos visibles e invisibles. Y concédenos en abundancia las buenas
obras y provechosas porque Tú nos has concedido el poder pisar serpientes,
escorpiones y toda potencia enemiga. No nos dejes caer en la tentación, sino
líbranos del mal, por tu gracia, tu bondad y tu amor a los hombres manifestado
en tu Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien pertenece la gloria, el
honor, el poder y la adoración, junto con el Espíritu Santo dador de vida e
igual a tí, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
A: Amén.
C: Escúchanos, Señor
Dios nuestro, ayúdanos y sálvanos. Dígnate recibir nuestras oraciones y súplicas
y aleja de nosotros, por tu misericordia, toda condenación, todo castigo y toda
ira. Concédenos la seguridad, la paz y un final tranquilo y feliz que das a los
fieles de la paz. Danos el final cristiano que tú deseas para nosotros y que es
digno de tu majestad divina, a fin de que te demos gracias y alabanza, ahora y
siempre.
A: Recibe, Señor,
nuestra petición de perdón y nuestra penitencia.
C: Recibamos de Dios
el perdón de nuestras faltas y de nuestros pecados, ahora y por los siglos de
los siglos.
A: Ten piedad de
nosotros, Señor Dios, perdona las faltas nuestras y ajenas, las negligencias
nuestras y ajenas, los errores cometidos voluntariamente o no, conscientemente o
no. Amén.
Lecturas bíblicas
Isaías 57, 19-21;
60, 17-22.
Salmo 72 (71), 1-8.
Romanos (15, 30-33;
16, 1-16 ó Ef 2, 13-18).
Evangelio según san
Juan 14, 23-31.
Homilía
(momento de silencio)
Oración por la paz y
gesto de paz de la liturgia siria
(utilizarla tal como está o cambiarla por otra)
C: Haznos dignos,
Señor Dios nuestro, encontrar la paz de nuestras almas y de colmar
espiritualmente nuestros corazones con el vino nuevo de tu Paráclito.
A: Escúchanos,
Señor.
C: Alumbra nuestros
corazones con la luz de tu gracia y líbralos de las tinieblas del pecado;
ilumina nuestros espíritus con los rayos espirituales de tu Espíritu Santo.
A: Escúchanos,
Señor.
C: Haznos dignos,
Padre todopoderoso, de intercambiar mutualmente la paz, cada uno con su prójimo,
en un beso santo y divino, por el amor de nuestro Señor y Dios nuestro.
A: Ante Ti, Señor
Dios, inclinamos nuestras cabezas como signo de adoración.
Canto
(durante el mismo los participantes intercambian la Paz)
Credo (Símbolo
Niceno-Constantinopolitano)
C: Escuchamos a Dios
y con valentía proclamamos...
A:
Creo en un solo Dios...
Intercesiones de la
liturgia siria de Antioquía
(a utilizar tal como está o en parte, o cambiar por otra. Se puede dedicar un
momento a intenciones espontáneas)
L: Dirigimos
nuestras peticiones a Dios todopoderoso, Padre de nuestro Dios y Salvador
Jesucristo:
Te pedimos Señor: en
tu bondad, Amigo de los hombres, acuérdate de tu Iglesia una, santa, católica y
apostólica.
A:
Te pedimos por la paz de la Iglesia una, santa, católica y
apostólica.
L: Bendice estas
criaturas dispersas de cualquier parte del mundo, a todos los pueblos y a todos
los grupos. Haz descender de los cielos la paz en todos los corazones, la paz a
esta generación y cólmanos de tus favores. A nuestro gobierno, al ejército, a
los jefes de Estado y a los pueblos, a nuestros vecinos, a los emigrantes y a
los expatriados, revístelos de tu paz, oh Rey de la Paz. Concédenos tu paz, ya
que de Ti provienen todas las cosas. Haz que seamos poseídos por Ti, oh Dios
Salvador nuestro, porque no conocemos a otro más que a Ti. Tu nombre santísimo,
es al que proclamamos. Que nuestras almas vivan de tu Espíritu Santo. Que el
poder mortal del pecado no venza más sobre tus siervos, ni sobre ningún pueblo
de la tierra.
A:
Kyrie eleison.
L: Pedimos a Dios
todopoderoso, Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Suplicamos tu
bondad, Amigo de los hombres. Ten presente nuestras reuniones en beneficio de tu
Iglesia santa, bendícelas y haz que ellas se difundan por el mundo entero.
A:
Te pedimos por esta Iglesia
L: Tú has
reconciliado los seres de la tierra con los del cielo y les has reunido en una
sola cosa. Tú has cumplido tu designio en la carne y en tu ascensión a los
cielos con tu cuerpo, Tú has llenado el universo de tu divinidad y has dicho a
tus discípulos y a los santos apóstoles: «La paz os dejo, mi paz os doy». Ahora,
Dios de la paz y de la seguridad, dígnate recordar estos beneficios, purifícanos
de toda mancha, de todo engaño, de toda hipocresía, de todo mal, de toda trampa
y del mal que esconde la muerte. Revístenos de tu paz perpetua porque guardamos
el depósito de la fe apostólica y permanecemos unidos por los vínculos de la
caridad.
A:
Kyrie eleison.
L: Haz que reine
sobre toda la tierra una seguridad y una prosperidad sin fin, ordenando tu paz
para nosotros, a fin de que consigamos a llegar, en la unidad de la fe, al
Hombre Perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo.
A:
Kyrie eleison.
L: Bendice Señor la
paz de tu Iglesia, de tu pueblo y de tus criaturas. Pacifica y reconcilia a
todos los adversarios y a todos los beligerantes a fin de que sus espadas se
transformen en rejas y sus lanzas en hoces, y que nunca jamás emprendan la
guerra. Y guárdalos en tu nombre.
A:
Kyrie eleison.
L. Señor, salva a tu
pueblo, bendice tu heredad, vela sobre él y protégelo siempre. Conserva la recta
fe, en la gloria y en la dignidad durante todos los días; establécele en el amor
que supera todo y en la paz que es la base de todo entendimiento.
A:
Kyrie eleison.
L: Oh Espíritu
Santo, haznos dignos a contribuir a la santificación de tus tesoros celestiales
y a presentarte, en pureza y santidad, una adoración verdadera, aquí y en todo
lugar, ahora y durante todos los días de nuestra vida, para que tu Buena Noticia
sea anunciada hasta los confines del mundo.
A:
Kyrie eleison.
Oración dominical:
Padre nuestro que estás en el cielo...
Renovación de
nuestro compromiso
A: Señor, como tú
nos has enseñado, nos inclinamos ante ti con toda humildad, dulzura y paciencia,
nos apoyamos unos en otros con amor y nos esforzamos en guardar la unidad del
Espíritu con el vínculo de la paz, para llegar a ser «un solo cuerpo y un solo
espíritu», según nuestra vocación en la esperanza de nuestra única llamada. Con
una sola voz, arrepentidos por nuestras divisiones, nos comprometemos a trabajar
juntos por la reconciliación, la paz y la justicia, y juntos te imploramos:
ayúdanos a vivir como discípulos tuyos, para vencer el egoísmo y la arrogancia,
el odio y la violencia; concédenos la fuerza de perdonar. Inspira nuestro
testimonio en el mundo, para que sepamos promover una cultura de diálogo y para
que seamos portadores de la esperanza que tu Evangelio hizo germinar en
nosotros. Haz de nosotros instrumentos de tu paz para que en nuestros hogares y
comunidades, en nuestras parroquias, nuestras iglesias y nuestras naciones
resuene cada vez más el eco de la paz, que tu largamente deseas concedernos.
Amén
Símbolos y
expresiones de la paz recibidos de Cristo
Testimonios
Las personas avanzan
unas detrás de otras para dar su testimonio. De forma narrativa, comentan cómo
ellas son o han sido testigos de hombres y mujeres al servicio de la paz o cómo
ellas mismas tuvieron en Cristo la fuerza para reconciliarse o de contribuir
para la paz entre los hombres, entre las Iglesias.
Un celebrante puede,
en tal caso, comentar el símbolo escogido, concluyendo brevemente los
testimonios e introducir un canto al Espíritu Santo, dispensador de la paz.
Cántico
(sobre la paz en el Espíritu Santo)
Invocación al
Espíritu Santo
Dios Consolador,
Espíritu de la Verdad, tesoro de todos los bienes y fuente de la vida, Tú que
distribuyes los dones y concedes tus gracias divinas, Tú Dios de la paz y de la
seguridad, ven, habita entre nosotros, purifícanos de toda mancha. Crea en
nosotros un corazón puro, renueva en nosotros un espíritu decidido. Espíritu de
paz y caridad, Espíritu de castidad y pureza, Espíritu de piedad y santidad,
Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu
Santo misericordioso y bueno, concédenos esta fuente de lágrimas que lave
nuestros corazones de sus impurezas, para que te dignes construir tu morada. Sí,
ven y enciende en nosotros el fuego de tu amor divino; reaviva en nosotros el
espíritu de las buenas obras, para que vivamos en Ti para siempre. Amén.
Bendición dada por
los ministros de las Iglesias
Canto final
***
Textos bíblicos, meditaciones y oraciones
para el Octavario
Día
primero
El que me ama de
verdad, se mantendrá fiel a mi mensaje y mi Padre le amará (Jn 14, 23)
El amor de Dios,
fundamento de la Paz
Dt 7, 7-11 Es un
Dios fiel, que tiene misericordia por mil generaciones...
Sal 25 (24), 2-10
Acuérdate Señor de que tu ternura y tu amor son eternos
1 Ju 4, 7-12 Dios es
amor
Lc 15, 1-2; 11-32
Salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos
Meditación
En la parábola del
hijo pródigo, el amor del padre hace retornar al joven hijo a su condición
primera. Ese mismo amor serena los pensamientos agitados y pacifica el corazón
turbado del hijo mayor. Los dos comprenden el deseo de reconciliación en el amor
paternal y su obediencia a este deseo concederá a su hogar un fundamento de Paz.
El profundo deseo de
los cristianos es el de aceptar la invitación de Cristo a la confianza y a la
paz basadas en el amor del Padre. Este amor, que su herencia común, es
igualmente el cimiento de su unidad.
Como los hijos de la
parábola, cada uno conserva la identidad que su historia ha forjado, no cesa de
ser renovada por la fidelidad a la Palabra del Padre. Viven en la búsqueda común
de la paz divina que ellos quieren compartir y que se difunde por medio del Hijo
Único a toda la humanidad.
Cuando los
cristianos establecen su morada en Dios, profundizan su Palabra que llega a ser
viva y eficaz. Entran en la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo,
descubriendo de este modo el fruto del amor de Dios.
Oración
Te damos gracias,
Señor, por el amor con que nos has amado.
Concédenos acoger
este amor en la confianza de llegar a ser fuente de paz para la Iglesia y para
el mundo, y que sea reconocido por toda la humanidad. Amén.
Día
segundo
Vendremos a él y
viviremos en él (Jn 14, 23)
La Paz interior, la
calma y la serenidad
Cant 3, 3-5 No
molestéis ni despertéis a mi amor hasta que ella quiera
Sal 3, 3-7 Me
despierto: el Señor me sostiene
Ef 4, 1-6 Sólo un
Dios, que es Padre... que en todos actúa y en todos vive
Mc 6, 45-51 Luego
subió a la barca
Meditación
La paz en el corazón
de los discípulos proviene de la presencia del Señor Jesucristo en la barca. Es
esta presencia la que aporta esta calma y serenidad a toda la Iglesia como
también a los que llevan a cabo su propia vocación combatiendo solos en el
desierto de la contemplación, o de otros que sirven en el mundo hasta entregar
su propia vida por el prójimo.
Por el aspecto
radical del compromiso en la acción o en la contemplación, los que parecen
alejados de la vocación común de los cristianos, se acercan a la asamblea de
fieles en el corazón mismo de la celebración. Ni pasivos ni soñadores, aportan a
su Iglesia y a la Iglesia el honor de su lucha espiritual.
Con sus hermanos y
hermanas bautizados, encuentran la fuerza de testimoniar serenamente la
presencia prometida de Cristo que les hace entrar en la comunión trinitaria.
La humanidad logra
la presencia de hombres y mujeres de paz. Los cristianos están llamados a dar
testimonio de la paz con dulzura, con humildad y paciencia ante el Dios presente
en la vida de cada ser humano.
Todo aquel que vive
estas palabras de Dios - «vendremos a él y viviremos en él» -, puede llegar a
ser por medio de la paz artífice privilegiado de la unidad de los cristianos.
Oración
Señor, afianza mi
corazón conmovido sobre la roca de tus mandamientos y, así como tú has calmado
la tempestad por la fuerza de tu presencia, tranquiliza las olas de mi vida
agitada y condúceme en la barca de tu Iglesia. Dame esta fe que me recuerda que
tú estás presente entre nosotros hasta el fin de los tiempos. Amén.
Día
tercero
Este mensaje os
transmito (Jn 14, 24)
Cristo, palabra del
Padre
Dt 30, 11-14 La
palabra está muy cerca de ti...
Ps 85 (84), 2-14 [El
Señor] dijo: «La Paz a su pueblo y a sus fieles»
2 Co 1, 18-22 Todas
las promesas de Dios se han hecho en Él realidad
Lc 10, 38-42 [Ella]
escuchaba su palabra
Meditación
El Hijo no cesa de
recibir del Padre. Su voluntad busca la del Padre para pronunciar un «sí» que
concede la Paz al mundo. Lo que Dios quiere para la humanidad, es la Paz. Y
cuando Jesús recorría los caminos humanos, los que le escuchaban recibían la
palabra misma de Dios: «La Caridad y la Verdad se encuentran, la Justicia y la
Paz se abrazan». A la enemistad de los hombres, La Palabra responde con el amor
de Dios a la humanidad. Mediante el silencio de la cruz, ha unido a todos los
pueblos en sí mismo y nos ha introducido en la Paz de Dios.
Esta Palabra que se
hace muy próxima a los humanos penetra muy profundamente los corazones de los
que se arriesgan a recibirla. Así como Marta y María le recibieron en su hogar,
ellas aceptaron esta Palabra y lograron una gran paz: «este mensaje que os
transmito no es mío; es del Padre que me envió». Esta «mayor parte» deberá
fructificar en herencia y los apóstoles, a su vez, en Cristo y por Él, estarán
llamados a ser artífices de la reconciliación y de la paz.
Esta palabra se
ofrece hoy a nuestras Iglesias y nosotros acogemos a Cristo vivo en nuestras
liturgias comunes de la Palabra o en nuestras acciones concretas al servicio de
los hombres, nos dejamos reconciliar. Nos unimos en Él bajo la bendición del
Padre común y nuestras Iglesias descubren la ventaja de asumir la Palabra y el
testimonio de la Paz de Dios en su obra.
Oración
Señor nuestro Dios,
en Jesucristo,
tú única Palabra,
tú has destruido el odio.
Por tu muerte, en el silencio
de la cruz,
reconciliaste a los hombres entre sí y contigo.
Convierte todas nuestras palabras de violencia en palabras de paz
y concédenos la gracia
de aceptar el precio
de esta reconciliación universal. Amén.
Día
cuarto
El Espíritu Santo
hará que recordéis cuanto yo os he enseñado y os lo explicará todo (Jn
14, 26)
La paz, fruto del
Espíritu
Jr 31, 31-34 Pondré
mi Ley en su interior
Sal 51 (50), 10-17
Renueva dentro de mí un espíritu firme
Gal 5, 22-25 El
Espíritu produce amor, alegría, paz...
Jn 20, 19-23 La paz
esté con vosotros (...) Recibid el Espíritu Santo
Meditación
El día en que el
Espíritu Santo descendió sobre los apóstoles, ellos, enfermos de miedo y sin
saber qué hacer, vieron súbitamente abrirse delante de ellos una puerta nueva
para comprender cómo Dios se manifestó en la carne de Jesucristo. El Espíritu
Santo se les ha dado, y a nosotros también se nos ha dado para que comprendamos
y recordemos.
El Espíritu hace
comprender a los discípulos que la humanidad profunda se revela en la auténtica
comunión con Dios. El Espíritu de paz y de reconciliación sopla sobre la Iglesia
y la renueva, la misma que había pecado, para que de testimonio de esta obra del
Espíritu. El Espíritu de verdad, de ciencia y de sabiduría inspira a las
diferentes Iglesias las riquezas que dan a conocer han venido enseñando de la
vida divina y de su fruto, la paz.
El Espíritu hace que
los discípulos se acordasen no sólo de sus pecados, sino del perdón, de la paz
ofrecida por Jesús a la humanidad. Todo lo que ha sido su vida, todas las
palabras por las cuales ha convertido los corazones, todas las obras por que ha
curado las heridas, se hacen presentes, actuales, en oferta de nueva humanidad:
cada uno está invitado a la paz con Dios, a la paz consigo mismo, a la paz con
el otro.
Y las Iglesias
reciben esta invitación a participar en la lucha de los seres humanos por la
paz, lo que les prepara para la Unidad; este es un fruto del Espíritu. La paz
entre nuestras Iglesias puede dar el testimonio sobre el único Espíritu que en
ellas habita, que las enseña y que las hace recordar todo lo que ha enseñado el
Único Señor.
Oración
Oh Santísima
Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo,
Dios único,
Dios de la verdad, de la paz y de la justicia,
abre nuestra inteligencia,
ilumina nuestro espíritu.
Haznos dignos de
recibir al Espíritu de la Verdad en nuestras Iglesias,
para que nos guíe hacia la paz verdadera. Amén.
Día
quinto
Una paz que no es la
que el mundo da (Jn 14, 27)
Paz y violencia: La
paz de Dios y la paz del mundo
Is 11, 1-17 Nadie
causará ningún daño en todo mi monte Santo
Sal 119 (118),
161-165 Grande es la paz de los que aman tu Ley
Rom 12, 18-21 Antes
venced el mal a fuerza de bien
Jn 12, 12-19 Bendito
el que viene en nombre del Señor
Meditación
El pecado ha
quebrantado la relación entre Dios y el ser humano caído. Tenemos que luchar
para sobrevivir, debemos trabajar duramente y afrontar los sufrimientos, la
enfermedad y la muerte. La existencia humana es frecuentemente guiada por el
egoísmo y la rivalidad, y los hombres viven en el temor y la enemistad perdiendo
el don de la paz. Son muchos los que niegan la existencia de Dios y que buscan
controlar el mundo para sus propios fines.
En el Antiguo
Testamento, leemos que los hombres, para asegurar su propia seguridad,
edificaban muros y oprimían a las naciones vecinas con la espera del «Día del
Señor». Según los profetas del Antiguo Testamento, la paz era el signo de los
últimos días y el Mesías era considerado como el Rey de la paz. El profeta
Isaías describe muy claramente al Mesías como «el siervo sufriente de Dios», el
«Príncipe de la Paz» que concederá su paz eterna edificada sobre la caridad y el
arrepentimiento sincero.
En el Nuevo
Testamento, Jesús entra en Jerusalén montado en el asno y de este modo se
manifiesta a la multitud como príncipe de la paz. Ante Pilato afirma
solemnemente que su reino no es de este mundo. Cristo es nuestra paz y, por él,
somos reconciliados con Dios Padre. Él nos exige amarnos los unos a otros como
Él y el Padre nos aman, para que nos reconciliemos con nuestros hermanos.
Hoy podemos estar
tentados de edificar nuestra propia seguridad sobre la opresión de los demás y
la carrera de armamentos. Es la búsqueda ficticia de una paz totalmente opuesta
a la voluntad de Dios. Debemos construir la paz buscando la reconciliación de
los unos con los otros y de promover la comprensión y la justicia. No debemos
buscar la venganza sino dejar el último juicio a Dios.
Si nosotros queremos
llamar a esta paz a nivel internacional, este deseo debe reflejarse ante todo en
la vida de nuestras Iglesias. Los cristianos deben procurar comprenderse los
unos a los otros, y trabajar y orar por la unidad de la Iglesia. Esta paz y esta
unidad son obra del Espíritu Santo en nosotros.
Oración
Señor, Dios de la
paz, fuente de todo consuelo, concédenos el don de tu Espíritu Santo.
En un mundo que busca la seguridad a través de la violencia y la guerra,
conviértenos en mensajeros de tu paz.
Como miembros de tu Iglesia, Cuerpo de Cristo,
perdona el pecado de nuestras divisiones y concédenos la valentía de buscar la
unidad
que tú nos ofreces, que es deseo y en la que descansa
nuestra paz.
En nombre de Cristo, te lo pedimos. Amén.
Día
sexto
No estéis
angustiados, ni tengáis miedo (Jn 14, 27)
Que nadie tenga
miedo
Is 43, 1-7 No temas,
que yo estoy contigo
Sal 23 (22),
1-6Ningún mal temeré: porque tú estás conmigo
1 Jn 4, 16-21 En el
amor no hay lugar para el temor.
Mt 8, 23-27 ¿Por qué
tenéis miedo, hombres de poca fe?
Meditación
Por segunda vez en
la conversación después de la Cena, Jesús invita a sus discípulos a la confianza
y la paz. Los discípulos están muy tristes, tienen miedo y quieren rehuir esta
cruel realidad. Dos mil años más tarde volvemos a encontrar a los discípulos
hundidos en el miedo y en la ansiedad: ¿Qué nos traerá el futuro? ¿Qué cambios y
qué dificultades? ¿De dónde podremos sacar la valentía para encarar la
situación? Tenemos miedo de quedar solos, de no tener a nadie a quien acudir ni
a dónde ir cuando estamos en la desesperanza y cuando la tormenta de la vida
parece consumirnos. Tenemos miedo de no saber amar y tememos que el amor sea una
conquista y que la paz sea una recompensa. Así, si fracasamos, el amor y la paz
nos serán arrebatados. Pero Jesús, por su amor y su misericordia, nos libra de
este miedo. En nuestro avance en el camino de la conversión, siempre estamos muy
convencidos de que su amor es más grande que todo lo que nos podría asustar. Por
Jesús descubrimos y entendemos que la paz es un don gratuito de Dios ofrecido a
los seres humanos, que son libres de respetarlo o rechazarlo.
Para los que aceptan
que el amor incondicional de Dios llega a ser el fundamento y una realidad viva
de su existencia, se convierte en una experiencia liberadora. Aunque esta
liberación no significa que no volvamos a conocer otro tormento y otro
sufrimiento, no quiere decir que no tengan la posibilidad de actuar y de vivir
sin temor. Así describe el salmista esta experiencia existencial: «Aunque yo
pase por un valle tenebroso y de muerte, yo ningún mal temeré, porque tú estás
conmigo».
Cuando Dios entra en
contacto con nosotros nos concede su amor y su paz, entramos también en contacto
unos con otros. Estamos ligados a nuestro prójimo en él y a través de él. Somos
hermanos y hermanas. La aceptación del amor de Dios no se hará visible en
nuestras vidas y en nuestro mundo más que a partir del momento en que se
transparente el amor de los unos por los otros. Esto no es válido sólo para cada
cristiano sino también para nuestras Iglesias y nuestras diferentes tradiciones.
Cada vez que resaltamos nuestra identidad los unos contra los otros, no
solamente destrozamos nuestras relaciones humanas y fomentamos la división en
lugar de la reconciliación, sino nos alejamos de la verdadera fuente de la vida
y de la paz, nos alejamos de Dios.
Los tiempos que
sacuden al mundo son muy fuertes para los cristianos y las Iglesias que no se
unen entre sí para afrontarlos: somos hermanos y hermanas unidos en Cristo y
guiados por el Espíritu Santo, que no es un espíritu de miedo sino de amor y
fortaleza.
Oración
Señor Jesús, sobre
el lago una sola palabra tuya bastó
para apaciguar el miedo de los apóstoles y calmar el furor de las olas.
En medio de las tormentas que azotan el mundo,
concede a nuestra Iglesia y a los hombres y mujeres del mundo entero
la gracia de comprender tu Palabra: «No tengáis miedo»
y haz que la misma llegue a ser coraje para que nosotros actuemos
en la paz donde hay odio y aportemos la reconciliación allí donde reina la
división. Amén.
Día séptimo
Me voy, pero volveré
a estar con vosotros (Jn 14, 28)
En la espera de la
glorificación de Dios
Ha 2, 1-4 Yo estaré
en mi puesto de guardia... y observaré qué responde a mi querella
Sal 130 [129], 1-8
Mi alma espera en el Señor, más que el alba los centinelas nocturnos
Rom 8, 18-27 El
continuo anhelar de las criaturas ansía la manifestación de los hijos de Dios
Mt 25, 1-12 Velad,
pues que no sabéis el día ni la hora
Meditación
Jesús habla de su
partida y, al mismo tiempo, promete que volverá. Con estas palabras, Jesús
anuncia a sus discípulos que su camino le llevará a través de las tinieblas de
la pasión y de la muerte hasta la gloria de la resurrección. La Pascua reproduce
visiblemente la revelación gloriosa de la nueva creación. Tenemos fe en la
resurrección de Cristo y esperamos su última glorificación. En Él descansa
nuestra esperanza de salvación y de paz para el conjunto de la humanidad y para
el mundo entero. Esta esperanza nos une como cristianos y constituye para
nosotros una fuente esencial de vida. Esta esperanza se fundamenta en la palabra
y en la promesa de Dios. Como Habacuc, esperamos que Dios cumpla su palabra.
Como el salmista, tenemos confianza en la fidelidad de Dios.
En la esperanza,
somos solidarios con este mundo. Muchas personas necesitan la presencia de Dios.
Están sin esperanza, agobiadas por la duda, por el temor y el dolor. Contemplan
la injusticia, el sufrimiento y la violencia y no pueden creer en un futuro de
justicia y de paz. Como personas de esperanza, los cristianos viven la prueba de
la crisis y de los desgarros de este mundo. No nos limitamos a quedar mirando en
un rincón. Palpamos a menudo nuestra impotencia y nos preguntamos sobre la
presencia oculta de Dios. En las lamentaciones del mundo, comprendemos la
aspiración a la paz de Dios, el deseo de libertad de los hijos de Dios. La
unidad de los cristianos representa para el mundo entero un signo tangible del
nacimiento de una nueva humanidad.
La promesa de Cristo
nos anima a creer en su poder y en su verdad. La parábola de las vírgenes nos
anima a esperar pacientemente a Cristo y a estar siempre preparados para su
venida. La espera podrá ser larga pero ese día llegará cuando Cristo resucitado
vuelva y nos libre de todas nuestras penas y sufrimientos. La espera de la
manifestación de Cristo glorioso nos concede igualmente la oportunidad de
comprometernos en el testimonio y en la misión. Es un tiempo que debemos dedicar
al amor y a la paz, a la reunión y a la reconciliación. Es una ocasión para
ayudarnos y apoyarnos mutuamente los unos en los otros. De este modo, la
esperanza que hay en nuestros corazones llegará a ser visible y creíble: la
victoria de la paz y del amor de Dios será revelada a todos.
Oración
Señor Dios, tú
revelas tu gloria mediante la vida y el poder de tu Hijo resucitado.
Oramos juntos para que venga tu reino.
Esperamos con impaciencia el día glorioso de la manifestación de Cristo,
cuando termine el reino de la muerte y de las lágrimas,
y tu reino de paz, de justicia y de amor será establecido para siempre. Amén.
Día
octavo
Levantaos, vámonos
de aquí (Jn 14, 31)
Caminando en la paz
de Cristo
Am 5, 10-15
Aborreced el mal y amad el bien y haced justicia
Sal 16 (15),
8-9Tengo siempre presente al Señor
Ef 5, 8-21 Portaos
como quienes pertenecen al reino de la luz
Mt 25, 31-40 Cada
vez que lo habéis hecho con uno de los más pequeños... a mi me lo hacéis
Meditación
Cristo nos ha
mostrado el camino que conduce a la paz aceptando la cruz, ya que sabe que el
Señor de este mundo no tiene poder sobre él. Su invitación para levantarnos y
ponernos en marcha es otra faceta para hacernos penetrar en el misterio pascual
de su cruz y de su resurrección. Existe un vínculo estrecho entre la paz que
Jesús nos ofrece y el modo en que vivimos esta paz y la manifestamos en el
mundo. ¿Podemos estar en paz, podemos vivir en paz mientras el más pequeño está
sometido a la injusticia, al hambre, no tiene con qué vestirse, no se acodará de
la dignidad que le fue concedida como criatura de Dios? El mensaje de los
profetas es claro: la verdadera «paz-shalom» se encuentra allí donde hay
integridad y plenitud, donde se busca el bien y reina la justicia.
Todos los que han
aceptado a Cristo y están provistos de la luz buscan el bien, la justicia y la
verdad. En efecto, los que acogen al pobre, alimentan al hambriento y se hacen
promotores de la paz en nombre de la justicia, la luz de Cristo irradia sus
corazones ya que han muerto con Cristo y han resucitado con Él.
En el día del juicio
final, seremos llamados, como miembros de la Iglesia y como individuos, para dar
cuenta de nuestra reconciliación en la paz, con los que carecen de paz y han
sido privados de los elementos esenciales de la dignidad humana. La paz que
Cristo nos ofrece nos hace entrar en comunión con Él y con el Padre, ya que
aceptándole estamos dispuestos a vivir en Él y Él en nosotros. Esta comunión
realiza la reconciliación entre la tierra y el cielo, entre nosotros y Dios.
Este don de la paz es a la vez un desafío y una promesa. Es un desafío porque
nos obliga a salir de nosotros mismos y crear un espacio para acoger al otro. Es
una promesa porque es el sello de la presencia constante de Cristo en nuestros
corazones. La mayor calidad de la paz es el gozo.
Oración
Oh Dios Trinidad, tú
nos has revelado que las tinieblas y la injusticia deben ser vencidas por la
muerte y la resurrección de Jesús. La paz que nos ofrece Jesús nos da ánimo para
imitarle rompiendo las cadenas de la inhumanidad, de la injusticia, del hambre,
de la desunión. Fortalécenos por tu Espíritu de paz para que podamos cada día
aborrecer el mal, amar el bien y fundamentar la justicia. No nos dejes clamar
«Paz» para seguridad de nuestras vidas tranquilas, sino concédenos la fuerza
para declarar la guerra a la injusticia que golpea a los que pasan hambre y
viven en condiciones precarias. Ayúdanos a encontrar tu paz en el servicio
humilde y valiente en beneficio de los más pequeños de tu familia. Amén.
Oraciones suplementarias de las liturgias orientales
Iglesia bizantina de
Antioquía
Oración matinal:
En la noche,
nuestras almas se vuelven hacia Ti, porque tus mandamientos iluminan la tierra.
Queremos cumplir la caridad y la santidad viviendo en tu temor. Por ello, te
glorificamos. Tú eres nuestro verdadero Dios. Inclina tu oído y escúchanos.
Acuérdate Señor de todos los que te suplican, cada uno por su nombre y
protégeles con tu fuerza. ¡Bendice a tu pueblo, santifica tu heredad! Concede la
paz al mundo que te pertenece, a tus Iglesias, a tus ministros y a todo tu
pueblo. Porque tu nombre, digno de todo honor y gloria, es bendecido, Padre,
Hijo y Espíritu Santo ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
(Segunda oración de
las doce del Oficio matutino)
Peticiones por la
paz (seleccionadas de la Misa):
C: En paz, roguemos
al Señor.
A:
Señor, ten piedad.
C: Por la paz que es
don de lo alto y por la salvación de nuestras almas, rogamos al Señor.
A:
Señor, ten piedad.
C: Por la paz del
mundo entero, por la prosperidad de las santas Iglesias de Dios, y por la unión
de todos los hombres, roguemos al Señor.
A:
Señor, ten piedad.
C: Pidamos al Señor
un ángel de paz, guía fiel, guardián de nuestras almas y de nuestros cuerpos,
roguemos al Señor.
A:
Concédelo Señor.
C: Pidamos al Señor
lo que es bueno y útil para nuestras almas y la paz para el mundo
A:
Concédelo Señor.
C: Pidamos al Señor
pasar en paz y convertidos de corazón el tiempo que nos queda por vivir.
A:
Concédelo Señor.
C: Pidamos al Señor
un final cristiano de nuestra vida, tranquilo, sin dolor ni sonrojo, y una
defensa válida ante el temible tribunal de Cristo.
A: Concédelo Señor.
(de la Divina
Eucaristía de San Juan Crisóstomo y San Basilio Magno)
Iglesia siria de
Antioquía
Anáfora de Santiago,
hermano del Señor:
C: Señor del mundo y
Dios nuestro, haznos dignos de la Redención, aunque no lo seamos. Que vivamos en
paz los unos con los otros y nos saludemos con el santo beso espiritual,
nosotros que no somos pérfidos, sino que estamos unidos por el vínculo
indefectible de la caridad. Te alabamos y te damos gracias, como también a tu
Hijo único y a tu Espíritu que es la plenitud de santidad, que es bueno,
adorable, vivificador, igual a Ti en su esencia. Ahora y siempre y por los
siglos de los siglos.
A:
Amén. Bendícenos Señor.
C: La paz sea con
vosotros.
A:
Y con tu espíritu.
Démonos mutuamente
la paz, cada uno a su prójimo, con un beso santo y divino, por el amor de
nuestro Señor y nuestro Dios. Haznos dignos, Señor Dios nuestro. Y después de
sernos concedida esta paz divina y santa, inclinamos nuestras cabezas ante el
Señor misericordioso, como signo de adoración. Ante Ti, Señor Dios nuestro.
Anáfora propia del
domingo de la Natividad, de Santiago de Saroug, doctor de la Iglesia:
C: Señor Dios, cuya
serenidad es infinita y la paz inquebrantable, donde la caridad no rompe su
alianza; por tu gracia has creado al hombre incorruptible; y cuando contravino
tus órdenes por la tentación del diablo fue condenado a muerte. Por la venida de
tu Hijo único, nuestro Señor y nuestro Dios que concede la vida, llenaste la
tierra de la paz del cielo, esta paz que las legiones de ángeles han proclamado,
diciendo: Gloria a Dios en las alturas, paz en la tierra y buena voluntad a los
hombres. Llena, Señor, nuestros corazones de tus favores; purifícanos ahora de
toda mancha, de todo engaño, de toda envidia mortal, de todo mal y de toda
maldad.
Haznos dignos de
concedernos mutuamente la paz en la pureza mediante un ósculo santo; de comulgar
los dones celestiales que tú nos has dado por Cristo, nuestro Señor. Por Él y
con Él te corresponde la gloria, la majestad y el honor, ahora y por los siglos
de los siglos.
A:
Amén. Bendícenos, Señor.
C: La paz sea con
vosotros.
Démonos mutuamente
la paz, cada uno a su prójimo, con un beso santo y divino, por el amor de
nuestro Señor y nuestro Dios. Haznos dignos, Señor.
Y después de sernos
concedida esta paz divina y santa, inclinamos nuestras cabezas ante el Señor
misericordioso, como signo de adoración.
Ante Ti, Señor Dios
nuestro.
Iglesia armenia
Oración del oficio
matutino: cántico de los ángeles
Gloria a Dios en las
alturas, en la tierra paz y buena voluntad a los hombres. A ti la alabanza por
encima de los cielos. Bendito seas Tú, Salvador y Maestro nuestro: te alabamos,
te glorificamos, te confesamos y te adoramos, te alabamos y te damos gracias por
tu inmensa gloria; A ti Maestro nuestro y Rey nuestro, a Ti, el Santo del cielo,
el Señor y el Padre todopoderoso; nuestro Señor, Hijo único del Padre,
Jesucristo, Hijo del Santo. Nuestro Maestro y Señor, Cordero de Dios e Hijo del
Padre, que llegó hasta nosotros por la Virgen. Tú nos concedes misericordia, Tú
perdonas los pecados del mundo. Por ello, escucha nuestro grito de esperanza. A
Ti, el Santo que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros,
porque tú eres Santo, Tú eres el Altísimo, Tú eres nuestro único Señor
Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
En todo tiempo te
alabamos, Señor, y glorificamos tu santo Nombre por los siglos de los siglos.
Haznos dignos, Señor, de la paz en este día y presérvanos del pecado. Bendito
seas Señor y Maestro de nuestros padres. Alabado y glorificado sea su santo
nombre por siempre. Amén. Señor, Tú que eres bendito, enséñanos tu justicia (tres
veces). Señor, sé nuestra ayuda de generación en generación. Te ruego,
Señor, ten piedad de mí y cura mi alma, porque que he pecado contra ti.
Enséñame, Señor, tu misericordia y dame tu salvación. Señor, tu misericordia es
eterna. No abandones la obra de tus manos. Señor mío, en Ti me refugio. Enséñame
a hacer tu voluntad, porque Tú eres mi Dios. De Ti, Señor, brota la vida y por
la paz de tu rostro vemos la luz. Haz resplandecer tu misericordia sobre los que
te reconocen como Dios.
(Oficio matinal)
Del patrimonio
armenio: Oración al Espíritu Santo (de san Gregorio de Narek)
Yo suplico tu
Señoría inmutable, muy poderosa, oh Espíritu poderoso,
envía el rocío de tu suavidad,
concede a mi alma y a mi espíritu que domine sobre los sentidos,
el beneficio de la plenitud de las gracias de tu abundante misericordia.
Y labra el campo
inteligente de mi corazón de carne, endurecido,
para que reciba y haga fructificar la semilla espiritual.
Confesamos que por
tu suprema sabiduría
todos los dones florecen dentro de nosotros y aumentan.
Tú eres quien
consagra a los Apóstoles, inspiras a los profetas,
instruyes a los doctores, haces hablar a los mudos
y abres los oídos cerrados de los sordos.
Porque el que es de
tu misma naturaleza,
el que es consustancial con el Padre,
el que es el Hijo primogénito,
por tu cooperación realiza todas las cosas,
y proclamado Dios, igual que la esencia del Padre.
Concédeme a mí pecador también la gracia para hablar con certeza
del misterio vivificante de la Buena Nueva de tu Evangelio,
de caminar por el sendero y el vuelo rápido del espíritu
a través de los espacios infinitos de las Alianzas inspiradas por Ti.
Y a la hora de intentar explicar tu palabra públicamente,
que tu misericordia me preceda
para decirme interiormente en tiempo oportuno
lo que es digno, útil y agradable para Ti,
para gloria y
alabanza de tu Divinidad,
y por la plenitud de la edificación de la Iglesia católica.
Y extiende sobre mi
tu diestra tan cercana,
y fortaléceme por la gracia de tu compasión;
disipa de mi espíritu la niebla sombría del olvido,
dispersando con él las tinieblas del pecado,
para elevarme con la seguridad de mi inteligencia
de la vida terrenal hacia las alturas.
Irradia en mi el
conocimiento de tu Divinidad todopoderosa
para que pueda nuevamente percibirlo
sin desconfianza y asombro,
para que yo sea digno de hacer y de enseñar
y servir de buen ejemplo ante los oyentes, amigos de Dios.
A Ti toda gloria
junto con el Padre todopoderoso y con el Hijo único y benefactor,
ahora y por los siglos sin fin.
Amén.
Iglesia caldea
Del rito caldeo
oriental: Canto de ofrenda de la misa de la Circuncisión del Señor
Que mi Paz esté en
vosotros. Gloria a Dios. Paz y seguridad en la tierra; alegría y esperanza a los
hombres, sin distinción: tal es la Buena Nueva de la Natividad y la misión de
Cristo, ayer, hoy y por siempre.
¡Qué bellos son los
portadores de la Buena Noticia de la paz! Cristo nos ha llamado a vivir en el
amor, lejos de disputas; sin oprimir, sin envidiar, sin humillar, sin juzgar. Él
nos ha llamado a obrar con bondad para erradicar toda discordia. Y el Señor
coronará nuestro esfuerzo.
¡Bienaventurados los
artesanos de la paz! He aquí la enseñanza de Jesucristo. La paz no puede reinar
sin fraternidad, sin diálogo cordial; el amor, la justicia, la verdad y la
igualdad, con los garantes de una paz duradera.
«La paz os dejo, mi
paz os doy»: Oh Señor de la paz, concédenos vivir en el respeto hacia el otro,
en un espíritu de verdad y de edificación, rechazando toda envidia, superando el
mal con la paciencia, olvidando por el perdón y haciendo descender la paz por la
bondad.
Himno del Oficio del
duocécimo día del «Ba’oussa»*, de san Efrem, doctor de la
Iglesia:
Señor, tu
misericordia es eterna. Oh Cristo, Tú que eres todo misericordia, concédenos tu
gracia, extiende tu mano y socorre a todos que están tentados, Tú que eres
bueno; ten piedad de todos tus hijos y acude en su ayuda. Concédenos, oh Señor
misericordioso, refugiarnos a la sombra de tu protección y ser librados del mal
y de los adeptos del Maligno.
Mi vida se ha
quedado como una tela de araña: en tiempo de angustia y de turbación llegamos a
ser como extranjeros, y nuestros años se han marchitado bajo la miseria y las
desgracias. Señor, Tú que, con una palabra, calmaste el mar, apacigua también en
tu misericordia las turbaciones del mundo; protege el universo que se tambalea
bajo los pies de sus culpas.
Gloria al Padre y al
Hijo y al Espíritu Santo. Señor, que tu mano misericordiosa descanse sobre los
creyentes y confirma tu promesa hecha a los apóstoles: «Yo estoy con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo»; sé nuestro auxilio como Tú lo fuiste
para ellos y, por tu gracia, líbranos de todo mal; concédenos seguridad y paz,
para que te demos gracias y adoremos tu Santo Nombre, en todo tiempo.
(Oficio matutino).
Alepo,
una ciudad ecuménica*
Introducción
Alepo es una ciudad
situada al norte de Siria. Fue conocida después de la antigüedad como un punto
de encuentro entre las diferentes civilizaciones que se sucedieron y como lugar
de paso de las caravanas comerciales, vinculando el Extremo-Oriente al
Occidente, el Norte con el Sur. La gran Ciudadela y los viejos mercados de la
antigua villa son los testimonios de su pasado.
Alepo fue llamándose
también «Borée». Una vieja tradición explica que Alepo, -en árabe «halab»
proviene de la palabra «halib», que significa «leche». La tradición dice, en
efecto, que Abrahán habría pasado por esta villa, y allí, habría traído a sus
vacas!
1.
Síntesis histórica
El cristianismo fue
introducido muy temprano en Alepo, que dependía eclesiásticamente de la Sede
apostólica de Antioquía (a 80 km), donde los discípulos de Cristo fueron
llamados cristianos por primera vez (Hch Ap 11, 26). El historiador
Miguel el Sirio presenta una tradición según la cual las regiones de Alepo y de
Mounbouj fueron evangelizadas por el apóstol Simón el Zelota.
La primera comunidad
cristiana de Alepo subsistió durante los tres primeros siglos sin una jerarquía
oficial por causa de la persecución del gobierno pagano de los Romanos. Esta
comunidad dio muchos mártires famosos: los dos santos Sergio y Baco y los dos
médicos Cosme y Damián.
Después del
reconocimiento oficial de la religión cristiana, al principio del siglo IV, la
Iglesia de Alepo fue constituida en Eparquía sufragánea de la sede de Antioquía;
es entonces cuando las iglesias fueron edificándose y erigiéndose monasterios
con el florecimiento de ermitas y células monásticas.
Las antiguas
iglesias de Alepo, como por ejemplo la iglesia de san Simeón el Estilita, la de
Monchabbak, de Qalb Lozé, de Qorech y otras, las villas muertas y las iglesias
en ruinas en los alrededores de Alepo son los mejores testimonios de
florecimiento del cristianismo en esta región.
La vida monástica en
Alepo alcanzó su apogeo entre los siglos IV y V. El renombre de estilitas «los
elegidos de Dios» sobrepasa el territorio. Entre las mujeres, señalamos a Marana
de Kira en la época de Acacio, obispo de Alepo (378-432).
Esta presencia
cristiana fue muchas veces quebrantada y comprometida a través de los siglos,
bajo los gobernantes romanos luego bizantinos, por razón de la herejía de Arrio
y del rechazo del Concilio de Calcedonia. Después de la conquista de los
musulmanes, los cristianos fueron sometidos a la tutela «zimmah».
Tras el final de las
Cruzadas, después de las invasiones de los Seléucidas, Mamelucos, Tártaros y
Mongoles, la situación se establece cuando los otomanos se apoderan de Siria en
el siglo XV. Reconocen a las diferentes comunidades cristianas como entidades
socio-culturales gozando de una cierta autonomía interna:
Millet.
De este modo, los
cristianos repartidos según los orígenes y su confesión, aprenden a vivir
juntos, unos al lado de otros. Esta situación se va concretando en Alepo,
evidenciada por el hecho de la vecindad de las antiguas Iglesias bizantino-melkitas,,
armenias, maronitas y sirias.
En el siglo XVII,
los comerciantes afloran en la gran metrópoli siria. Se iban fundando consulados
para defender sus intereses. Con ellos llegaron igualmente numerosos religiosos
misioneros quienes contribuyeron para dar un nuevo desarrollo espiritual. De
Alepo son originarios los fundadores de cinco órdenes religiosas que
establecieron sus conventos en el Líbano.
En Alepo durante el
siglo XVIII se desarrolla una corriente favorable de la unidad con Roma, lo que
lleva a las Iglesias armenia, bizantino-melkita y siria a escindirse cada una en
dos comunidades: ortodoxa y católica.
En el siglo XIX se
constituyeron las Comunidades caldea y latina. Gracias al esfuerzo de los
misioneros protestantes, fueron creadas dos comunidades evangélicas, una armenia
y la otra árabe.
Las relaciones entre
las Iglesias no eran cordiales al principio del siglo XX, pero ciertos hechos
sociales y nacionales han conducido a los cristianos a reagruparse durante el
paso de los años, hasta la llegada de un nuevo periodo de relaciones ecuménicas
fraternales, inaugurado por el abrazo histórico entre Pablo VI y Atenágoras en
Jerusalén. Y como el terreno estaba bien fértil en Alepo, que era conocida por
la riqueza de sus tradiciones religiosas, la semilla de la unidad encontró su
campo natural para crecer, morir y dar frutos hasta hoy día.
Por ello, Alepo ha
vivido durante los últimos 35 años una evolución muy rápida de las relaciones
ecuménicas entre las Iglesias locales ortodoxas, católicas y protestantes. Son
los jefes religiosos quienes han contribuido a crear esta atmósfera ecuménica
según las directrices de sus respectivos Sínodos; sin olvidar el papel eficaz de
los laicos que, de este modo, impusieron este espíritu ecuménico en un medio
donde la unidad de la sociedad cristiana es primordial.
2.
Alepo hoy
Alepo es una villa
de 1.500.000 habitantes. Los cristianos son minoritarios, constituyen el 10% de
una población mayoritariamente musulmana.
La lengua oficial es
el árabe. Pero entre los cristianos, algunos de ellos hablan el arameo y el
sirio.
Alepo cuenta con
once comunidades cristianas reconocidas, como: «taifeh»: tres eparquías
ortodoxas (armenia de Cilicia, griega de Antioquía, siria de Antioquía); seis
eparquías católicas (greco-melkita, armenia, siria, maronita, caldea y latina) y
dos comunidades protestantes (armenia y árabe).
Es evidente que
todos los jefes religiosos, que se encuentran en el mismo territorio, tienen
jurisdicción únicamente sobre «las personas» de su comunidad. Todas estas
comunidades tienen sus estatutos reconocidos por el Estado y gozan de una
autonomía jurídica en lo que concierne al matrimonio, los tribunales
eclesiásticos, el culto divino, la gestión del patrimonio, los Consejos
administrativos...
Una de las
particularidades de Alepo es que el día de domingo, varias escuelas, fábricas y
mercados privados están cerrados, aunque el día de descanso oficial sea el
viernes. Los cristianos que trabajan en domingo, gozan de un tiempo libre para
practicar su deber dominical. Durante los domingos se desarrollan las
celebraciones litúrgicas y los grandes acontecimientos festivos, como los
matrimonios y los bautismos... La presencia efectiva de cristianos sobrepasa el
porcentaje oficial.
La villa de Alepo
cuenta con 36 iglesias abiertas, 17 capillas y 21 conventos. Desde el punto de
vista pastoral, los fieles disponen de 98 sacerdotes, religiosos y pastores y de
75 religiosos ordenados.
Alepo es, como lo
fue siempre, una fuente de vocaciones sacerdotales y religiosas, y acoge tres
seminarios menores y tres noviciados.
Las instituciones
caritativas, educativas y culturales patrocinadas por las Iglesias, como las
escuelas, los hospitales, dispensarios, casas de retiro, orfanatos, etc... son
de una gran aportación al desarrollo social de la ciudad al servicio de cada ser
humano sin discriminación.
Alepo se diferencia
por otra parte por un espíritu de vida común y de vecindad armoniosa con los
musulmanes. Las relaciones entre los jefes religiosos y entre los fieles, tanto
cristianos como también musulmanes, son fraternales y cordiales, marcadas por un
respeto recíproco, de cooperación en el campo social y de participación de los
deberes nacionales. Los cristianos tienen sus representantes en el Parlamento,
en las instancias oficiales y en las direcciones generales; gozan de plenos
derechos cívicos y de la igualdad ante la ley. Por ello, están llamados a dar
testimonio ante los demás por su buena conducta, su rectitud y su unidad.
Este mosaico de
comunidades cristianas tiene su unidad en el hecho de que los jefes religiosos
se reúnen regularmente –el último sábado de cada mes- para tratar problemas
pastorales y tomar decisiones comunes en los asuntos sociales y en las
situaciones imprevistas. Están comprometidos en rechazar cualquier forma de
proselitismo, a ayudarse mutuamente para salvaguardar los intereses de las
Iglesias, y a dar testimonio ante los musulmanes. Tienen un Consejo, el
Consejo de Jefes de Comunidades Cristianas de Alepo, que tiene su
Secretariado y emite comunicados y directrices generales.
3.
Las relaciones ecuménicas internas
Animadas por este
aliento ecuménico, las Iglesias de Alepo han podido realizar un gran progreso
sobre tres ejes: el compartir espiritual, la armonía pastoral y la colaboración
caritativa.
a. Compartir lo
espiritual
Los obispos y los
presbíteros participan en las ceremonias de bautismos, matrimonios, esponsales y
funerales, en las diferentes Iglesias. Estas celebraciones llegan muchas veces a
ser manifestaciones ecuménicas que dejan la mejor impresión sobre todos los
fieles. El tiempo fuerte de nuestras relaciones ecuménicas se manifiestan
durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Es la
Comisión ecuménica local que se hace cargo para organizar las celebraciones y
que prepara igualmente los folletos para ayudar a los fieles a la hora de
participar en las oraciones. La primera celebración congrega a los fieles. La
segunda jornada de celebración reúne a los jóvenes expresando sus intenciones.
El tercer encuentro de oración congrega a todo el clero y a continuación se
sigue con un «ágape» fraternal. Una celebración ecuménica especial, en lengua
armenia, se organiza por las tres comunidades armenias de la ciudad, que
igualmente celebran conjuntamente las fiestas conmemorativas, nacionales o
religiosas.
Hay que destacar que
los sacerdotes de las diferentes Comunidades (más de 95) se conocen entre sí y
tienen buenas relaciones fraternales. En consecuencia, ha sido publicado un
anuario ecuménico reagrupando a todas las Comunidades cristianas de Alepo.
b. La armonía
pastoral
Existe una verdadera
colaboración armónica entre las diferentes Iglesias de Alepo en el plano
pastoral. En efecto, todas las Iglesias reconocen el bautismo de las otras
Iglesias, así como también los matrimonios mixtos. La costumbre quiso que las
esposas sigan a la Comunidad de sus maridos. Las solicitudes de pasarse de una
Iglesia a una otra no son más que raras veces aceptadas y deben apoyarse en
razones válidas.
Todos los colegios
privados, Cofradías o Centros de catecismo tienen un carácter ecuménico.
Destacamos que los libros de catecismo que son utilizados en todas las escuelas
de Siria han sido redactados por una comisión ecuménica. Este proyecto puede,
sin lugar a duda, ser considerado como un paso de vanguardia en el campo
ecuménico.
Hay que señalar
también que la Sociedad Bíblica dirigida por los protestantes, el
Instituto de teología de la Sociedad católica de catecismo y los movimientos
ortodoxos trabajan para la promoción del espíritu ecuménico. En otro orden, todo
lo que está publicado en nombre de las Iglesias de Alepo, como los Boletines
diocesanos y las hojas parroquiales, está marcada por un espíritu de apertura
ecuménica.
Muchas Comisiones
ecuménicas interconfesionales abrieron en Alepo una colaboración con el Consejo
de Iglesias del Oriente Medio (en el campo de la juventud, de la familia, de la
promoción de la mujer, de la salud...).
Finalmente, en un
nuevo barrio de la ciudad ha sido consagrada una nueva iglesia para el uso
conjunto de los ortodoxos y de los católicos; esta iglesia estará al servicio de
todos los fieles cristianos.
Entre nuestras
preocupaciones pastorales comunes, señalamos el problema de la emigración que
pesa muy poderosamente sobre las Iglesias de Oriente. Nosotros combatimos esta
plaga en una solidaridad ecuménica. Nuestro plan está centrado sobre los
siguientes tres ejes:
• Tenemos las raíces
en los países árabes: de donde la importancia de nuestra preocupación son los
vestigios arqueológicos de las antiguas comunidades cristianas y de animar a los
grupos de jóvenes para visitar las antiguas iglesias en ruinas y a estudiar la
historia de nuestras Iglesias de Oriente.
• Tenemos una
historia común con nuestros hermanos musulmanes: de donde la importancia de
nuestra presencia y de nuestra vida común en una misma patria.
• Tenemos
privilegios que están ausentes en otros países: de donde la importancia de
despertar la atención de los cristianos para no sucumbir por los atractivos de
los países desarrollados.
c. La colaboración
caritativa
Como ya lo hemos
señalado, las Iglesias de Alepo se distinguen también por su colaboración en el
campo humanitario y caritativo. Ellas ofrecen su asistencia a los ancianos,
huérfanos, pobres, familias con dificultades y minusválidos, mientras que los
hospitales y los dispensarios han adoptado una línea de conducta ecuménica, no
haciendo ninguna diferencia entre las personas que pertenecen a diferentes
confesiones. La comunión espiritual en Alepo se encarna concretamente en la
comunión de la caridad.
Pero, nosotros
esperamos comenzar todos los días un diálogo doctrinal teológico que falta
todavía en nuestros encuentros ecuménicos que se limitan, como hemos visto, a
los aspectos espiritual, pastoral y humanitario. Igualmente, estamos siempre en
la búsqueda de una solución para unificar la fecha de la Pascua, que representa
un gran deseo para nuestros fieles. En efecto, actualmente algunas Iglesias
celebran la Pascua según el calendario gregoriano, otras según el calendario
juliano, lo que es un escándalo en el camino de la unidad. Hemos sufrido
igualmente en Alepo la consecuencia de la creación de una nueva comunidad
eclesial independiente, que no participa en las actividades ecuménicas puesto
que ésta rechaza el bautismo de otras Iglesias y se propaga mediante un
proselitismo inaceptable.
d. Las relaciones
ecuménicas exteriores
Muchos Obispos y
Jefes de Comunidades de Alepo mantienen relaciones oficiales con los Consejos y
los Organismos ecuménicos internacionales y participan en los diálogos
teológicos bilaterales con las Iglesias hermanas. Esta apertura es igualmente
beneficiosa para nuestras relaciones ecuménicas locales.
Entre estos Consejos
señalamos:
• El Consejo
ecuménico de las Iglesias, que ha organizado muchos encuentros en Alepo. El
más importante tuvo como tema la unificación de la fecha de la Pascua. Este
estudio es conocido bajo el nombre de «La Consulta de Alepo».
• El Consejo de
Iglesias del Oriente Medio, que encontró en Alepo un lugar favorable para el
ecumenismo; por lo que se ha instituido una oficina que se ocupa de la educación
cristiana y ha organizado muchas actividades ecuménicas manifestando interés por
la familia, la juventud y la mujer (entre estas actividades señalamos los cursos
de formación pedagógica, que vienen en primer lugar).
• El Consejo
Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, que sigue las
actividades ecuménicas de la ciudad de Alepo y que ha enviado a muchos
representantes con la finalidad de promocionar el diálogo entre las Iglesias
orientales-hermanas y de relanzar el proceso de la unidad.
Hay que señalar
igualmente que todas las visitas que los Patriarcas han realizado a Alepo, en
diversas ocasiones, dieron lugar a manifestaciones ecuménicas.
La visita del Papa
Juan Pablo II a Siria, del 5 al 8 de mayo de 2001, dio sin lugar a duda un nuevo
impulso al espíritu ecuménico y a la caridad entre las Iglesias. Si las
circunstancias no le permitieron al Santo Padre visitar Alepo, sin embargo, toda
la ciudad, con sus Jefes religiosos y un gran número de fieles, se dirigieron a
la capital Damasco para recibir y participar en las celebraciones que él había
presidido y para participar en los encuentros ecuménicos que allí se
desarrollaron en su honor.
Conclusión
Después de haber
terminado el panorama de las relaciones ecuménicas en Alepo, damos gracias a
Dios por el camino recorrido juntos, y le ofrecemos nuestros sufrimientos, ante
lo que todavía nos separa, seguro de que el Señor, Creador de toda unidad,
convertirá nuestro deseo en realidad. «A Dios, que, desplegando su poder sobre
nosotros, es capaz de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de cuanto
pensamos o pedimos, a Él la gloria en Cristo y en la Iglesia, de edad en edad y
por generaciones sin término. Amén» (Ef 3, 20-21).
***
Algunas fechas importantes en la historia
de la Oración por la unidad y de la Semana de oración
1740
Escocia (aproximadamente)
Nacimiento en
Escocia del movimiento pentecostal con vinculaciones en América del Norte, cuyo
mensaje por la renovación de la fe llamaba a la oración por todas las Iglesias y
con ellas.
1820
James Haldane Stewart
El Rvdo. James
Haldane Stewart publica "Consejos para la unión general de los cristianos con
vistas a una efusión del Espíritu" (Hins for the outpouring of the Spirit).
1840 Ignatius
Spencer
El Rvdo. Ignatius
Spencer, un convertido al catolicismo, sugiere una "Unión de oración por la
unidad".
1867 Lambeth
La primera asamblea
de obispos anglicanos en Lambeth insiste en la oración por la unidad, en la
introducción a sus resoluciones.
1894 León XIII
El Papa León XIII
anima a la práctica del Octavario de oración por la unidad en el contexto de
Pentecostés.
1908 Paul Wattson
Celebración del
«Octavario por la unidad de la Iglesia» bajo la iniciativa del Rvdo. Paul
Wattson.
1926 Fe y
Constitución
El Movimiento «Fe y
Constitución» inicia la publicación de «Sugerencias para un Octavario de oración
por la unidad de los cristianos».
1935 Paul Couturier
En Francia, el abad
Paul Couturier se convierte en el abogado de la «Semana universal para un
Octavario de oración por la unidad de los cristianos sobre la base de una
oración concebida por la unidad que Cristo quiere, por los medios que El
quiera».
1958 "Unidad
cristiana"
El Centro «Unidad
cristiana» de Lyon (Francia) comienza a preparar el tema para la semana de
oración en colaboración con la Comisión «Fe y Constitución» del Consejo
Ecuménico de las Iglesias.
1964 Pablo VI y
Atenágoras I
En Jerusalén el Papa
Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I recitan juntos la oración de Cristo «que
todos sean uno» (Jn 17).
1964 El Concilio
Vaticano II
El Decreto sobre el
ecumenismo del Concilio Vaticano II subraya que la oración es el alma del
movimiento ecuménico, y anima a la práctica de la semana de oración.
1965 «Fe y
Constitución» y el Secretariado para la Unidad
La Comisión «Fe y
Constitución» y el Secretariado para la Unidad de los Cristianos (actualmente
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos) de la
Iglesia católica deciden preparar un texto para la Semana de oración de cada
año.
1994
Texto preparado en colaboración con YMCA y YWCA.
Semana de oración
por la unidad de los cristianos
Temas
1968-2003
Elaborados desde
1968 por la Comisión «Fe y Constitución» del
Consejo Ecuménico de las Iglesias y por el Pontificio Consejo
para la Unidad de los Cristianos.
1968 «Para alabanza
de su gloria» (Ef 1,14)
1969 «Llamados a la
libertad» (Gal 5,13) (Reunión preparatoria en
Roma, Italia)
1970 «Somos
colaboradores de Dios» (1 Cor 3,9) (Reunión
preparatoria en el Monasterio de Niederaltaich, República Federal de Alemania)
1971 «... y la
comunión del Espíritu Santo» (2 Cor 13,13) (Reunión
preparatoria en Bari, Italia)
1972 «Os doy un
mandamiento nuevo" (Jn 13,34) (Reunión preparatoria en
Ginebra, Suiza)
1973 «Señor,
enséñanos a orar» (Lc 11,1) (Reunión preparatoria en
la Abadía de Montserrat, España)
1974 «Que todos
confiesen: Jesucristo es el Señor» (Flp 2,1-13)
(Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza. En abril de 1974 se dirigió una carta a
las Iglesias miembros, así como a otras partes que estuvieran interesadas en
crear grupos locales que pudiesen participar en la preparación del folleto de la
Semana de Oración. El primero en comprometerse fue el grupo australiano, que en
concreto preparó en 1975 el proyecto inicial del folleto de la Semana de
Oración)
1975 «La voluntad
del Padre: constituir a Cristo en cabeza de todas las cosas» (Ef 1,3-0)
(Proyecto de texto elaborado por un grupo australiano. Reunión preparatoria en
Ginebra, Suiza)
1976 «Ahora somos
hijos de Dios» (1 Jn 3,2) (Proyecto de texto elaborado
por la Conferencia de Iglesias del Caribe. Reunión preparatoria en Roma, Italia)
1977 «La esperanza
no defrauda» (Rom 5,1-5) (Proyecto de testo elaborado
en el Líbano, en plena guerra civil. Reunión preparatoria en Ginebra, Suiza)
1978 «Ya no sois
extranjeros» (Ef 2,13-22) (Proyecto de texto elaborado
por un grupo ecuménico de Manchester, Inglaterra)
1979 «Poneos unos al
servicio de los otros para gloria de Dios» (1 Pe 4,7-11)
(Proyecto de texto elaborado en Argentina. Reunión preparatoria en Ginebra,
Suiza)
1980 «Venga a
nosotros tu reino» (Mt 6,10) (Proyecto de texto
elaborado por un grupo ecuménico de Berlín, República Democrática de Alemania.
Reunión preparatoria en Milán, Italia)
1981 «Un solo
Espíritu, distintos carismas, un solo cuerpo»(1 Cor 12, 3b-13) (Proyecto de
texto elaborado por los Padres de Graymoor, USA. Reunión preparatoria en
Ginebra, Suiza)
1982 «¡Qué amables
son tus moradas, Señor!» (Sal 84) (Proyecto de texto
elaborado en Kenia. Reunión preparatoria en Milán, Italia)
1983 «Jesucristo,
vida del mundo» (1 Jn 1,1-4) (Proyecto de texto
elaborado por un grupo ecuménico de Irlanda. Reunión preparatoria en Celigny-Bossey,
Suiza)
1984 «Llamados a la
unidad por la cruz de nuestro Señor» (1 Cor 2,2 y Col
1,20) (Reunión preparatoria en Venecia, Italia)
1985 «De la muerte a
la vida con Cristo» (Ef 2,4-7) (Proyecto de texto
elaborado en Jamaica. Reunión preparatoria en Grandchamp, Suiza)
1986 «Seréis mis
testigos» (Hch 1,6-8) (Textos propuestos en Yugoslavia
(Eslovenia). Reunión preparatoria en Yugoslavia)
1987 «Unidos en
Cristo, una nueva creación» (2 Cor 5,17-6,4a)
(Proyecto de texto elaborado en Inglaterra. Reunión preparatoria en Taizé,
Francia)
1988 «El amor de
Dios elimina el temor» (1 Jn 4,18) (Proyecto de texto
elaborado en Italia. Reunión preparatoria en Pinerolo, Italia)
1989 «Edificar la
comunidad: un solo cuerpo en Cristo» (Rom 12,5-6a)
(Proyecto de texto elaborado en Canadá. Reunión preparatoria en Whaley, Bridge,
Inglaterra)
1990 «Que todos sean
uno, para que el mundo crea» (Jn 17) (Proyecto de
texto elaborado en España. Reunión preparatoria en Madrid, España)
1991 «Alabad al
Señor todas las naciones» (Sal 117; Rom 15,5-13)
(Proyecto de texto elaborado en Alemania. Reunión preparatoria en Rotenburg an
der Fulda, República Federal de Alemania)
1992 «Yo estoy con
vosotros... por tanto, id» (Mt 28,16-20) (Proyecto de
texto elaborado en Bélgica. Reunión preparatoria en Brujas, Bélgica)
1993 «Llevad los
frutos del Espíritu para la unidad de los cristianos»
(Gal 2,22-23) (Proyecto de texto elaborado en Zaire. Reunión preparatoria cerca
de Zurich, Suiza)
1994 «La casa de
Dios: llamados a tener un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32)
(Proyecto de texto
elaborado en Irlanda. Reunión preparatoria en Dublín, Irlanda)
1995 «Koinonía:
comunión en Dios y entre nosotros» (Jn 15,1-17)
(Reunión preparatoria en Bristol, Inglaterra)
1996 «Mira que estoy
a la puerta y llamo» (Ap 3,14-22) (Proyecto de texto
elaborado en Portugal. Reunión preparatoria en Lisboa, Portugal)
1997 «En nombre de
Cristo... dejáos reconciliar con Dios» (2 Cor 5,20)
(Proyecto de texto elaborado en Escandinavia. Reunión preparatoria en Estocolmo,
Suecia)
1998 «El Espíritu
viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rom 8,14-27)
(Proyecto de texto elaborado en Francia. Reunión preparatoria en París, Francia)
1999 «Él habitará
con ellos. Ellos serán su pueblo y el mismo Dios estará con ellos»
(Ap 21,1-7) (Proyecto de texto elaborado en Malasia. Reunión preparatoria en el
Monasterio de Bose, Italia)
2000 «Bendito sea
Dios que nos ha bendecido en Cristo» (Ef 1,3-14)
(Proyecto de texto elaborado por el Consejo de Iglesias del Medio Oriente.
Reunión preparatoria en el Monasterio de La Verna, Italia)
2001 «Yo soy el
camino, la verdad y la vida» (Jn 14,1-6) (Proyecto de
texto elaborado en Rumania. Reunión preparatoria en la «Casa de Odihna»,
Rumania)
2002 «En ti está la
fuente de la vida» (Sal 36 [35], 10) (Proyecto de
texto elaborado por el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y la
Conferencia de Iglesias de Europa (CEC). Reunión preparatoria en el Centro
ecuménico de Ottmaring (Augsburgo, República Federal de Alemania)
2003 «Este tesoro lo
llevamos en vasijas de barro» (2 Cor 4, 3-18)
(Proyecto de texto elaborado en Argentina. Reunión preparatoria en el Centro
ecuménico "Los Rubios" cerca de Málaga (España)
*
Ba’oussa: día de ayuno recordando el ayuno de los Ninivitas, después de
la predicación de Jonás.
*
Esta exposición de la situación ecuménica de Alepo ha sido preparada por el
grupo ecuménico local y presentada aquí bajo su propia responsabilidad.