La Unción de los enfermos

Juan Manuel Martín-Moreno González, sj.

 


 

 

1) Historia reciente de la celebración

2) Las líneas de la reforma conciliar

     Bibliografía sobre la unción

3) La celebración de las exequias

    Bibliografía sobre las exequias

     Notas

 

 

1) Historia reciente de la celebración

     El concilio de Florencia declaró cuáles eran los elementos esenciales de la unción de los enfermos, y el concilio de Trento declaró cómo este sacramento era de institución divina: “Tal realidad es la gracia del Espíritu Santo, cuya unción limpia los pecados, si es que quedan algunos por expiar, y las reliquias del pecado; alivia y conforta el alma del enfermo suscitando en él gran confianza en la divina misericordia, con lo cual el enfermo, confortado de este modo, sobrelleva mejor los sufrimientos y el peso de la enfermedad, resiste más fácilmente las tentaciones del demonio que ‘lo hiere en el talón’, y consigue a veces la salud del cuerpo si fuera conveniente a la salud de su alma”.[i]

El concilio Vaticano II dedica tres artículos a la reforma de este sacramento:

73  La "extremaunción", que también, y mejor, puede llamarse "unción de enfermos", no es sólo el Sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez.

74  Además de los ritos separados de la unción de enfermos y del viático, redáctese un rito continuado, según el cual la unción sea administrada al enfermo después de la confesión y antes del recibir el viático.

75  Adáptese, según las circunstancias, el número de las unciones, y revísense las oraciones correspondientes al rito de la unción de manera que respondan a las diversas situaciones de los enfermos que reciben el sacramento.

Como fruto de la reforma conciliar,  Pablo VI publicó el 30 de noviembre de 1972 una constitución apostólica que cambiaba algunos de los elementos esenciales del rito, como es la fórmula empleada para las unciones, el número de ellas, y los requisitos acerca del aceite empleado. Con esta constitución, el Papa promulgaba el nuevo Ritual, Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae, publicado en 7 de diciembre de 1972, cuya traducción española fue publicada por la Conferencia episcopal en 1974. Al mismo tiempo que se publicaba la traducción oficial española del Ritual, el Episcopado español publicó unas orientaciones doctrinales y pastorales que pueden leerse también en el Enchiridion, 822-831.

Estas reformas fueron también recogidas en los cánones del nuevo Código de derecho canónico de 1983, que autoriza a los presbíteros a bendecir el aceite (canon 999), determina el número de unciones (canon 1000), la celebración comunitaria a varios enfermos (canon 1002), la posibilidad de ungir a ancianos por motivo de su vejez (canon 1004) y otros aspectos concretos.

 

2) Las grandes líneas de la reforma conciliar

1.- Como toda la liturgia después de la Sacrosanctum Concilium, el sacramento de la unción tiene que verse en relación con el misterio pascual de Cristo del que toma todo su valor. Celebramos en este sacramento la fuente de la vida que supera el sufrimiento y la muerte. Esa fuerza que ya ha actuado en Cristo actúa también en sus miembros débiles y enfermos. El sacramento de la unción es el sacramento de la vida amenazada.[ii]

 

2.- La Iglesia quiere ser fiel a la misión de Cristo que pasó haciendo el bien y curando, y envió a sus discípulos a predicar y a curar a los enfermos (Mt 10,1,5.8; Mc 6,12; 16,15-17; Hch 3,1-16). Pablo incluía dentro de los carismas propios de la comunidad el carisma de curación (1 Co 12,9). Santiago manda que cuando esté enfermo llame a los presbíteros de la Iglesia para que lo unjan con aceite y oren por él (Stg 5,14-16). El propio Señor dijo: “Estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,36). El ministerio de curación deriva de la caridad, que se sirve de los medios ordinarios, e implica a la Iglesia en el campo de la medicina, farmacia, hospitales, y le lleva a la oración y a la liturgia como otros medios que no contradicen los anteriores. Así la Iglesia se mueve “entre la caridad y el rito” (D. Borobio).

 

3.- Por eso el sacramento se encuadra dentro de una pastoral de enfermos mucho más amplia, y no como un rito suelto. El ritual incluye algunas reflexiones sobre la enfermedad y el sufrimiento, da orientaciones para las visitas a los enfermos (RUE 35), y contiene también otros ritos para el viático, y la recomendación del alma para los moribundos.

 

4.- Se ha querido quitar la connotación que llevaba el nombre de extremaunción, para que no se vea como un sacramento para moribundos in articulo mortis, sino un sacramento para enfermos. El sacramento para el tránsito de esta vida no es la unción de los enfermos, sino el viático. Las orientaciones del episcopado español insisten en que el ritual “se sitúa no tanto en un contexto de muerte, cuanto en una perspectiva de vida” (Enchiridion p. 822). Tal como se venía administrando antes, es­taba asociado demasiado directamente con la muerte. Más bien que una ayuda para  levantar la esperanza del enfermo, venía a constituir una declaración de desahucio, con lo que el efecto psicológico sobre la salud era más bien negativo.

No tendría sentido celebrar este sacramento en el caso de enfermedades leves, pero sí puede hacerse en el caso de enfermedades de cierta entidad, o de operaciones quirúrgicas peligrosas (RUE 10), o en el caso de la ancianidad que traiga consigo un debilitamiento de fuerzas (RUE 11). Puede recibirse de nuevo en el caso de que un enfermo tras de haberlo recibido llegara a convalecer y más adelante tuviera una segunda crisis en su enfermedad (RUE 9). Se puede dar a los niños a condición de que comprendan el significado del sacramento (RUE 12).

 

5.- El antiguo Ritual presentaba como fruto de la unción primariamente el perdón de los pecados del moribundo, como una purificación antes de la muerte. De hecho la fórmula del sacramento pedía sólo el perdón de los pecados: “Por esta santa unción y por su piadosísima misericordia te perdone el Señor cuanto pecaste con la vista, el oído...” La idea de la sanación sólo se recogía en alguna de las oraciones subsiguientes. El nuevo ritual, sin negar ese fruto de purificación, ha querido poner el acento sobre todo en la oración por la curación del enfermo, que sea consecuencia del fortalecimiento de su fe y su esperanza (RUE 6). Podemos apreciar este aspecto en la nueva fórmula:  “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.

 

6.- Lejos de apoyarse sólo sobre un concepto mágico del opus operatum, la comprensión del sacramento se abre a la dimensión psicosomática que tiene toda enfermedad, y al influjo que la psiquis tiene sobre el cuerpo, y el influjo que el espíritu del hombre tiene sobre el psiquismo. Hay que celebrar el sacramento de un modo que refuerce la esperanza del enfermo, la intensidad de su fe y sus lazos comunitarios con la familia, que muchas veces quedan dañados por la enfermedad. Todo esto son elementos de un gran valor terapéutico que sirven como mediaciones de la gracia divina. En muchos casos la enfermedad ha sido la oportunidad para un gran encuentro con Cristo.

 

7.- Se insiste en la conveniencia de que el enfermo sea catequizado sobre este sacramento en la medida que sea posible (RUE 17), y que al recibir la unción tenga conciencia y pueda participar activamente en ella, y también en que sea él mismo quien solicite la unción (RUE 13). La fórmula de la unción prevé que la persona que la recibe responda “Amén”, mientras que en la antigua fórmula no se esperaba ninguna respuesta. No se debe practicar la unción cuando hay una razonable certeza de que la persona está ya muerta (RUE 14). El CIC ha eliminado cualquier referencia a una unción sub condicione (RUE 15).

 

8.-  Se exhorta a la celebración comunitaria, que puede ser incluso dentro de la Eucaristía y con participación de un gran número de enfermos. Este puede ser el caso en hospitales o en Eucaristías especiales por los enfermos de una ciudad o de una parroquia. Para el caso de una celebración individual, se exhorta a que los familiares del enfermo tengan una participación activa en las lecturas, las respuestas o los cantos. Antiguamente el sacramento se celebraba poco menos que clandestinamente, de un modo un tanto vergonzante, y se procuraba mantener alejados a los familiares, con la menor visibilidad y ruido posible.

 

9.- El ministro del sacramento es solamente el sacerdote -obispo o presbítero (RUE 16). Normalmente celebrará la unción el que tenga algún tipo de autoridad pastoral, como puede ser el párroco, el capellán del hospital, el superior de una comunidad religiosa, pero por causa razonable cualquier presbítero puede celebrarlo “con el consentimiento, al menos presunto, de la persona que tiene autoridad en aquel lugar (RUE 18). El sacerdote puede llevar consigo habitualmente el óleo bendecido (CIC 1003).

 

10.- Una de las modalidades de celebración es el llamado “rito continuo” (RUE 30), según el cual, en casos de extrema gravedad, el enfermo recibe consecutivamente los sacramentos de la penitencia, de la unción y de la Eucaristía en forma de Viático. Fuera de caso de gravedad es preferible que no se mezclen los sacramentos y el enfermo reciba la penitencia en otro momento anterior (Orientaciones del episcopado 62, Enchiridion p. 827). Si la muerte fuera inminente, tendría que preceder la absolución de forma genérica, el viático y finalmente, si hay tiempo, la unción.  En peligro de muerte, si el enfermo no hubiese recibido todavía la confirmación,  se la puede administrar “el párroco, o incluso cualquier presbítero”, con tal que tengan el crisma bendecido por el obispo (RUE 31).

 

11.-  Aunque toda la reforma litúrgica vaticana se caracteriza en general por su flexibilidad, en ningún otro sacramento esta permitido adaptar tanto los ritos y oraciones a la necesidad del enfermo y de los que le rodean. Los textos son muy distintos según se trate de un enfermo de quien cabe esperar una recuperación, o de un moribundo in articulo mortis. Hay que tener muy en cuenta el estado físico del enfermo y su posible fatiga a la hora de celebrar un rito más o menos breve. Como dice Smolarski, “las oraciones suaves y llenas de esperanza, los pasajes de la Escritura y las rúbricas relativas a los gestos rituales, todo invita al ministro a celebrar los ritos con ternura, sensibilidad y cariño”.[iii]

 

12.- Como toda la liturgia del Vaticano II, el nuevo rito de la unción incluye unos ritos iniciales, en los cuales se favorece el encuentro personal, una liturgia de la palabra con leccionarios apropiados a las distintas situaciones posibles; es conveniente si la debilidad del enfermo lo permite, una breve homilía para ayudar a disponer el corazón del enfermo a recibir la gracia del sacramento; siguen las letanías u oración de los fieles.

 

13.- Cobra una importancia especial en el nuevo rito la imposición de manos, que se hace de modo silencioso sobre la cabeza del enfermo (Lc 4,40; Mc 16,18; Stg 5,14). Tiene lugar después de la letanía de intercesión, e inmediatamente antes de la bendición del óleo y la unción. Este rito como instrumento de sanación tiene raigambre bíblica, como ya hemos señalado. Es precisamente mediante la imposición de manos como Jesús y los apóstoles realizaban su ministerio de curación. El contacto corporal es muy importante, puede ayudar a relajar a una persona que está tensa, como sucede en un masaje en el cuello; expresa la comunión que existe en el cuerpo místico de Cristo, cercanía, intimidad. Personas privadas de otros sentidos pueden todavía sentir la presencia de alguien cercano a través del contacto físico.

 

14.- Se da una nueva importancia al aceite empleado para la unción. La Constitución Sacram unctionem constata que no en todos los lugares es fácil encontrar aceite de oliva, y permite que se utilice otro tipo de aceite vegetal más propio de la cultura local.[iv] Además la bendición ahora la puede hacer el mismo sacerdote en el curso de la celebración (RUE 21-22). Conviene usar el aceite con abundancia, de manera que la unción sea visible y palpable. No se debe quitar el aceite inmediatamente, sino dejar que sea absorbido lentamente por la piel. Si sobrase aceite del que ha sido bendecido ad casum, se le puede hacer arder como una lámpara hasta que se consuma del todo.

 

15.- En el rito reformado se ha reducido el número de unciones. Hay sólo dos, una en la frente y otra en las manos. El nuevo rito no especifica si la unción de las manos se hace en la palma o en el reverso de la mano. El antiguo rito especificaba que se ungían las palmas al laico, y el reverso de los sacerdotes cuyas palmas ya estaban ungidas. Según las circunstancias podría omitirse la unción en las manos y dejarlo todo reducido a una única unción en la frente. Si la frente estuviera muy herida o quemada, se puede ungir otro miembro del cuerpo. Se podría también ungir además el miembro enfermo para significar más el poder curativo del sacramento (RUE 24).

 

16.- Es muy importante, como hemos dicho, que la unción se inscriba dentro de toda una pastoral de enfermos, y que el sacramento sea precedido y continuado por toda una serie de visitas y encuentros, en que se fomente el diálogo pastoral, la oración, la comunión frecuente, la imposición de manos. Para ello es importante que en toda parroquia esté constituido un ministerio de asistencia a enfermos, con personas que tengan ese carisma y esa vocación, y que estén bien capacitadas, y que sean instituidas de una manera oficial con ese ministerio.

 

Bibliografía sobre la unción de los enfermos

 

1) Documentos (por orden cronológico)

Constitución apostólica Sacram Unctionem de 30 de noviembre de 1972, por la que se aprueba el Ordo unctionis infirmorum, Enchiridion, 807-810.

Ritual de la unción de los enfermos u Ordo Unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae, del 7 de diciembre de 1972, Enchiridion, 811-819. Traducción española de 1974.

Código de Derecho canónico, cánones 998-1007, Enchiridion, 820-821.

Orientaciones doctrinales y pastorales del Episcopado Español sobre la unción de los enfermos, publicadas en 1974, Enchiridion, 822-831.

Juan Pablo II, Carta apostólica Salvifici Doloris, sobre el sentido cristiano del sufrimiento, Madrid 1984.

 

2) Comentarios

Revistas :  La Maison Dieu 113 (1973), 7-140 ; Phase 13 (1973), 137-172 ; Phase 24 (1984), 272-274 ; Salesianum 36 (1974), 69-96 ; Rivista liturgica 61 (1974), 467-558.

AA.VV., La unción de los enfermos, Cuadernos Phase 3, Barcelona 1988.

AA.VV., Los enfermos terminales. La unción de enfermos, Dossiers CPL, Barcelona.

AA.VV., Pastoral de la salud, Dossiers CPL 60, 2ª. ed.. Barcelona 1995.

Borobio, D., Más fuertes que el dolor, Bilbao 1977.

Equiza, J., “Celebrar a Cristo en la última fase de la vida”, Phase 36 (1996), 483-498.

Farnes, P., “Los textos eucológicos del nuevo ritual de la unción de los enfermos”, Phase 13 (1973), 143-156.

Feiner, J., “Enfermedad y sacramento de la unción”, en Mysterium Salutis, vol. V, Madrid 1984, 467-523.

Floristán, C., “Celebración de la liturgia con enfermos”, Phase 27 (1987), 153-168.

Guiteras, J., “La unción de los enfermos en el Catecismo de la Iglesia católica”, Phase 39 (1999), 149-166.

Larrabe, L., La Iglesia y el sacramento de la unción de los enfermos, Salamanca 1974.

Mendijur, L. de, La unción de los enfermos, Madrid 1966.

Nicolau, M., La unción de los enfermos. Estudio histórico-dogmático, Madrid 1975.

Ortemann, El sacramento de los enfermos, Madrid 1972.

Ramos, M., “La unción de enfermos (Boletín bibliográfico)”, Phase 13 (1973), 157-172.

Ramos, M., “Notas para una historia litúrgica de la unción de enfermos”, Phase 27 (1987), 383-402.

Ramos, M., “La Eucaristía como viático”, Phase 19 (1979), 43-48.

Tena, P., “La celebración de la unción de los enfermos en una gran asamblea de fieles”, Phase 21 (1981), 53-62.

 

3) La celebración de las exequias

Las exequias es uno de los sacramentales de la Iglesia en la que, según el deseo del Vaticano II “se debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cristiana y responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país” (SC 81).

El rito actual es el Ordo exsequiarum de 1969. En 1989 se publicó la segunda edición en español, que es una edición renovada, e inmediatamente en 1990, la Conferencia episcopal española publicó unas orientaciones doctrinales y pastorales.

Como en toda la liturgia del Vaticano II, la celebración de las exequias tiene una clara referencia al misterio pascual de Cristo y a la Eucaristía. En los praenotanda del ritual se nos dice que “La Iglesia en las exequias de sus hijos celebra el misterio pascual, para que quienes por el bautismo fueron incorporados a Cristo, muerto y resucitado, pasen también con él a la vida eterna” (n. 8).

La segunda edición española de 1989 desarrolla el rito plenamente en tres estaciones, en casa del difunto, en la iglesia y en el cementerio. Pero puede hacerse un rito simplificado con solo dos estaciones, en la capilla del cementerio y en la sepultura, o en la casa y en la iglesia. Puede hacerse también una sola estación. El ritual es muy flexible a la hora de tener en cuenta las múltiples circunstancias geográficas, psicológicas o espirituales que pueden darse, Al margen de las indicaciones legalísticas, el ministro debe aparecer ante todo como “ministro del consuelo” (n. 16).

Se aconseja la celebración de la Eucaristía en la iglesia, con el cuerpo del difunto, pero en las grandes ciudades muchas veces se hace muy difícil el traslado de los cadáveres a la iglesia primero y luego al cementerio. Ahora se hace más fácil tener la Eucaristía en las capillas de los tanatorios, aunque no siempre es posible.

La novedad del rito es el uso del cirio pascual, que es encendido en la iglesia al comienzo de la liturgia de la palabra y explicita la relación de la muerte cristiana con la muerte y resurrección de Cristo.

El nuevo ritual tiene un capítulo especial sobre las exequias de los niños, adaptado al cambio de mentalidad que hace de la muerte de los niños una realidad más excepcional, y por tanto más conmocionante en la vida de las familias. El ritual de las exequias de niños distingue tres casos, el de los párvulos no bautizados, el de los párvulos bautizados, y el de los niños que ya han llegado al uso de razón. En este último caso de celebran las exequias de adultos, aunque con las debidas adaptaciones.

Aunque el ritual prefiere la costumbre de la inhumación de los cadáveres, sin embargo contempla la posibilidad de la cremación que se va haciendo cada día más frecuente. Los ritos pueden tener lugar también en la misma sala crematoria si no hay un lugar más adecuado.

 

Bibliografía sobre las exequias

 1.- Documentos (por orden cronológico)

Ritual de las exequias, Ordo exsequiarum de 15 de agosto de 1969 (cf. Enchiridion, 978-984); cf. J. Llopis, “El nuevo Ritual de las exequias”, Phase 10 (1970), 267-281; J. Llopis, “Nuevo ritual de las exequias de adultos”, Phase 7 (1967), 564-568.

Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, Decreto de exequias de los no católicos, de 11 de junio de 1976 (cf. Enchiridion, 985-986).

Código de Derecho canónico, cánones 1176-1185 (cf. Enchiridion, 987-988).

Conferencia episcopal española, Orientaciones doctrinales y pastorales sobre las exequias, 2ª ed. De 1990 (cf. Enchiridion, 989-1004).

 

2.- Comentarios

AA.VV., “Las exequias en Europa: propuestas para una pastoral”, Phase 33 (1993), 507-514.

Aldazábal, J., “El canto en la celebración de las exequias”, Phase 31 (1991), 111-123.

Aldazábal, J., “Celebrar la muerte con otro lenguaje”, Phase 19 (1979), 155-165.

Aldazábal, J., “El lenguaje de los símbolos en las exequias”, Phase33 (1993), 303-318.

Aldazábal, J., “El lenguaje de las esquelas”, Phase 36 (1996), 429.

Borobio D., “Gracia y fe en el misterio de la muerte. De la ‘lex credendi’ a la ‘lex orandi’ en la celebración de las exequias”, Phase 41 (2001).

Borobio, D., “¿Celebración de las exequias en el cementerio?”, Phase 19 (1979), 59-66.

Farnés, P., “Las exequias según el ritual de Pablo VI”, Phase 19 (1979), 49-58.

Fischer, B., “Predicar en las exequias”, Phase  33 (1993), 331-334.

Floristán, C., “La homilía en los funerales”, Phase 36 (1996), 407-416.

García, A., “Reflexiones cristianas en torno a la incineración”, Phase 41 (2001), 477-492.

Gil, J., “Acompañar al cristiano en su muerte. Aproximación teológica”, Phase 19 (1979), 21-27.

Gomis, J., “La homilía en las exequias”, Phase 19 (1979), 67-70.

González, R., “Las exequias en el mundo rural”, Phase 36 (1996), 381.394.

Llabres, P., “Ayudar a bien morir”, Phase 19 (1979), 279-288.

Llopis, J., “¿Uniformidad o pluralismo en las exequias?”, Phase 41 (2001), 135-142.

Llopis, J., “Morir en la ciudad. Las exequias en ambiente urbano”, Phase 36 (1996), 365-380.

Maldonado, L., Comentario a algunos textos del Ritual de las Exequias”, Phase 36 (1996), 395-412.

Márquez, J., “El canto en las exequias”, Phase 36 (1996), 417-428.

Nogués, R.M., “Acompañar al cristiano en su muerte. Aproximación antropológica”, Phase 19 (1979), 7-19.

Oriol, J., “Las exequias”, Phase 9 (1969), 69-74.

Oriol, J., “Las exequias en casa del difunto”, Phase 19 (1979), 161-171.

Pérez, M., “La dimensión sonora del ritual funerario”, Phase 36 (1996), 413-416.

Puig, A., “El leccionario del ritual de las exequias”, Phase 41 (2001), 127-134.

Tena, P., “Acompañar al cristiano en su muerte. Aproximación pastoral”, Phase 19 (1979), 29-38.

Urdeix, J., “A propósito de los tanatorios », Phase 41 (2001), 143-148.

 

 

     Notas


[i] Concilio de Trento, Sesión XIV, cap.2.

[ii] Orientaciones del episcopado 45, Enchiridion p. 822.

[iii] D.C. Smolarski, Los sacramentos, p. 137.

[iv] Enchiridion p. 809; RUE 20.