LA COMUNIDAD JUÁNICA

 

 

A) HISTORIA DE LA COMUNIDAD

 

B) EL DISCÍPULO AMADO Y PEDRO

 

 

 

A) HISTORIA DE LA COMUNIDAD JUÁNICA   (según Brown)

 

Ofreceremos aquí un resumen del itinerario de la comunidad juánica según R.J. Brown en su libro La comunidad del discípulo amado. Practica este autor lo que se ha dado en llamar lectura en relieve del evangelio, es decir, se supone que al hilo de la historia de Jesús, lo que en realidad se nos está contando es la historia de la propia comunidad.

Este método ofrece intuiciones interesantes, aunque llevado a un extremo puede ser caprichoso y subjetivo, y puede acabar desmoronando el valor del evangelio como fuente de información sobre el Jesús histórico.

Brown no siempre evita ese peligro. Denunciamos sobre todo la tendencia a presentar a la comunidad con un carácter marginal y sectario. Pero si evitamos exagerar esas impostaciones, pensamos que su libro nos ofrece intuiciones interesantes para comprender el medio en el que florecieron los escritos juánicos.

1ª Etapa: Grupo originario

El grupo originario de la comunidad juánica (en adelante CJ) lo constituyen judíos que se acercaron a Jesús con una cristología baja. Han tenido relación con el Bautista y otros grupos contestatarios. El DA sería el discípulo más prominente del grupo y el referente de la comunidad.

En sus tradiciones aparecen signos y logia de Jesús semejantes a los de los sinópticos (Jn 6,51 = Lc 22,19; Jn 3,5 = Mt 18,3). Este grupo originario parece proceder de un medio bautista y cercano también al movimiento esenio. Tienen interés en no romper con el movimiento bautista y resaltar la armonía entre Juan el Bautista y Jesús en una época en la que ya se había producido una ruptura. Para ello hacen ver que ya Juan había anunciado a Jesús como Mesías.

La relación de este grupo con el Bautista queda reforzada si identificamos al discípulo innominado de Jn 1,40 con el propio DA. No se le llama “amado” todavía, porque hasta entonces no había comprendido del todo a Jesús. Aparecerá como “amado” sólo a la hora en que Jesús revela su amor hasta el final, a partir del c. 13.

Las expectativas mesiánicas de este grupo, tal como aparecen en el c. 1, son las normales entre los judíos palestinos de la época. Dentro de este grupo originario hay un discípulo que vivió hasta una edad muy avanzada, pero que murió antes de redactarse el epílogo del c. 21.

La pretensión de apoyarse en un testigo ocular les sirvió para defender sus puntos de vista peculiares ante las otras iglesias apostólicas, y para corregir los abusos que surgieron posteriormente en el seno de la comunidad.

Brown en el libro que resumimos piensa que debió ser un discípulo cuyo nombre no conocemos, y que no pertenecía al grupo de los “Doce”. Sería luego la tradición eclesiástica la que lo identificó con Juan el de Zebedeo, dentro de una tendencia a simplificar los orígenes cristianos reduciéndolos al marco de los doce apóstoles.

 

2ª Etapa: Un grupo nuevo como catalizador

Posteriormente entró en la comunidad juánica un grupo que cataliza los desarrollos cristológicos hacia una cristología más alta. Brown los identifica con judíos palestinos opuesto al templo que trabajaron en la conversión de los samaritanos. La conversión de estos samaritanos no se debió al trabajo del primer grupo (4,48) y su reconocimiento de Jesús como “Salvador del mundo” (4,42) difiere de las expectativas tradicionales judías de la época.

La admisión de este grupo atrajo sobre la comunidad una mayor hostilidad por parte de la sinagoga (8,48). Por “samaritanos” entendemos, pues, un grupo de judíos de concepciones peculiares antitemplo, con una cristología no centrada en un Mesías davídico. Palestina es sin duda la patria de este movimiento juánico, aunque no podemos precisar la región donde floreció.

Este grupo mixto será expulsado de la sinagoga, y a partir de entonces los cristianos juánicos, aun siendo judíos de origen, dejan de considerarse como tales y se referirán a “los judíos” como a un grupo extraño y hostil, frente al cual se marcan las diferencias. La ruptura que ha tenido lugar en los tiempos de la CJ se retroyecta en el evangelio a los tiempos de Jesús de una manera anacrónica.

En este grupo mixto los términos originales del grupo base ya resultan insuficientes. Los recién llegados traen consigo otras categorías nuevas para interpretar a Jesús que lanzan a la comunidad a una cristología de arriba abajo y a una cristología de preexistencia. Es la cristología más alta de todo el NT. De aquí que la mayor acusación de los judíos contra la CJ sea la de blasfemia.

La ruptura con la sinagoga lleva al desarrollo de otros temas teológicos tales como la plenitud de la alianza y la escatología realizada. Pero estos nuevos desarrollos se colocan junto con los antiguos, sin acabar de desplazarlos. Hay una continuidad con la ideología del primer grupo, con cuyos antiguos planteamientos no se acaba de romper. Esto produce ese carácter paradójico de afirmaciones aparentemente contradictorias mantenidas en pasajes paralelos del evangelio. Existen dobletes de un mismo tema tratado en claves diversas (cristología alta y baja; individualismo y comunitarismo; escatología realizada y escatología final; culto en el Espíritu y culto sacramental).

 

3ª Etapa: Entrada de los gentiles

Cuando los cristianos juánicos fueron expulsados de la sinagoga comenzaron a recibir un buen número de gentiles en la comunidad. Esta etapa puede coincidir con un cambio geográfico de la CJ que se traslada a la diáspora “para enseñar a los griegos” (7,35). Andrés y Felipe, ambos con nombres griegos se presentan en el evangelio como los responsables de que se acerquen a Jesús aquellos griegos que querían conocerlo (cf. 12,20-22).

Una apertura a los gentiles supone más que tener que añadir al evangelio párrafos explicando términos hebreos o arameos (cf. 19.13,17; 20,16). Juan quiso hacer inteligible su e­vangelio a hombres de otras culturas, tomando prestados de sus literaturas términos y sím­bolos de alcance más universal.

 

4ª Etapa: Luchas internas juánicas

Esta etapa corresponde a la época que media entre la redacción del evangelio y la de las cartas. Para esta época la comunidad juánica no está asentada ya en una sola ciudad. Las cartas se escribirán a otras ciudades distintas de aquella en la que reside el autor. Pero en una misma ciudad podía haber varias comunidades domésticas y por supuesto otras iglesias no juánicas. Quizás el amplio centro metropolitano podía ser Éfeso con muchas iglesias juánicas a quienes se dirige la 1 Jn y otras poblaciones de la región que también cuentan con iglesias juánicas. A éstas últimas se les dirigirán también la 2ª y 3ª carta.

Dentro de la comunidad parece existir un cuerpo de presbíteros que habrían estado más próximos al discípulo amado. Entre estos presbíteros de la comunidad juánica estarían el evangelista, el redactor final y el autor de las cartas, el “nosotros” de Jn 21,24 y J Jn 1.1-2.

En la primer carta se nos dice que un grupo se ha apartado de las filas de la comunidad (1 Jn 2,19). Estos secesionistas tienen graves errores teológicos y éticos. En el fondo estos errores no son sino desarrollos heterodoxos a partir de ideas ya contenidas en el 4Ev El autor de las cartas no niega los principales eslóganes de los secesionistas, porque efectivamente pertenecen a la tradición juánica, sino que los califica. El autor tiene que recurrir a corrientes de la antigua tradición que encuentran poco énfasis en el cuarto evangelio, pero que son parte del antiguo patrimonio de la comunidad (1 Jn 1,5).

La solución del conflicto la estudiaremos mas despacio cuando tratemos de las cartas juánicas. De momento adelantaremos que el conflicto concluirá en un cisma radical que impulsará a los secesionistas a la heterodoxia y a la secta, y a los demás los echará en brazos de las otras iglesias apostólicas con las que acabarán fundiéndose, aportando en esta fusión el tesoro de su tradición peculiar y de sus escritos que hasta entonces habían sido patrimonio exclusivo de su comunidad. En este trasvase la gran Iglesia acabaría asimilando la cristología alta, que ya en pequeñas dosis había ido adquiriendo anteriormente, y por contra la comunidad juánica acabaría por admitir el modelo de Iglesia más estructurado que era el habitual en las Iglesias apostólicas que habían reforzado el magisterio jerárquico de sus pastores frente al papel más carismático que seguía representando el Paráclito en la comunidad juánica.

  

B) EL DISCÍPULO AMADO Y PEDRO

 Las relaciones que existen entre el discípulo amado y Pedro pueden estar simbolizando las propias relaciones que existían entre la CJ y las otras iglesias apostólicas de lo que pudiéramos llamar la gran Iglesia.

Probablemente no había ninguna diferencia étnica notable entre la CJ y las otras iglesias apostólicas. En una y otras se mezclaban judíos y gentiles. La CJ reconoce a estas iglesias apostólicas como fieles sustancialmente al Señor. No han roto la comunión. Nunca se las critica en el 4Ev, ni se les acusa de falta de fe.

Sin embargo no deja de haber una continua emulación entre Pedro (representante de la gran Iglesia) y el DA. En esta confrontación queda claro cuál es el verdadero héroe de la CJ. En cinco de los seis pasajes en los que se le menciona el DA está contrapuesto a Pedro.

En 13, 23-26 el DA descansa el pecho de Jesús, mientras que Pedro tiene que hacerle señas para conseguir una información. En 18, 15-16 el DA puede entrar al patio del sacerdote, mientras que Pedro no puede entrar sin su ayuda. En 20, 2-10 el DA llega antes que Pedro al sepulcro, y solamente se dice de él que creyera o entendiera el significado de los vestidos en el sepulcro. En 21, 7 el DA es el primero en reconocer a Jesús en la orilla. De este modo el evangelio socava el motivo principal de la preeminencia de Pedro que consistía en haber sido el primer apóstol en haber visto al Señor. Para el 4Ev el DA fue el primero en creer en la resurrección. Si identificamos al DA con el discípulo innominado del cap. 1, también cabría al DA el honor de haber sido el primer discípulo de Jesús, con una precedencia temporal sobre Pedro que sólo será llamado al día siguiente.

En 21,23 Pedro pregunta con cierta envidia por el futuro del DA. En 19,26-27 el contraste no se explicita, pero es bien obvio: el DA está al pie de la cruz, mientras que Pedro está lejos. Pedro niega tres veces a Jesús y tiene que ser rehabilitado por él, mientras que el DA no necesita rehabilitación.

Al contraponer a su héroe con el más importante miembro de los Doce, la CJ se está contraponiendo a sí misma simbólicamente con el tipo de Iglesias que veneraban a Pedro y que otros llaman “la gran iglesia. La actitud no es ciertamente de excomunión, pero sí es algo desfavorable en comparación con la iglesia juánica.

Cierto que los cristianos apostólicos no han roto con Jesús. Están presentes en la Cena. No son de los que le abandonaron en 6,67. Están incluidos en el grupo a quienes Jesús llama “los suyos” (17, 6.9.20). También han visto a Jesús resucitado (20,19.24). Algunos han dado la vida por Jesús (21,29). Sin embargo en comparación con el DA no se puede decir que hayan expresado aún plenamente el misterio de la persona de Jesús.

¿Cuál es la superioridad de los cristianos juánicos? Su cristología más alta. Los cristianos de otras iglesias tienen una cristología razonablemente alta, pero no alcanzan la concepción juánica de Jesús.

Andrés, Pedro, Felipe, Natanael saben que Jesús es el Mesías, pero se les dice que han de ver aún cosas mayores (1,50). Cuando Jesús dice a Felipe en la cena: “¿Tanto tiempo estoy con vosotros y no me conoces? (14,19), Felipe no ha entendido aún la unidad íntima de Jesús con el Padre. Cuando dicen: “Ahora creemos que has salido de Dios” (16,29), Jesús muestra su escepticismo afirmando que lo abandonarán.

Juan pone en boca de uno de los apóstoles, Tomás, la confesión más explícita de la divinidad de Jesús. De ese modo hace ver cómo la peculiar cristología alta del evangelio no es sólo patrimonio de la CJ sino un tesoro de toda la Iglesia apostólica.

Quizás lo que les falta a los cristianos apostólicos es una mayor explicitación de la cristología de preexistencia y de los orígenes de arriba. De hecho en los otros evangelios hay constancia de una fe en Jesús como hijo de Dios concebido sin un padre humano, pero no hay constancia explícita de su preexistencia. Con todo no hay que exagerar como hace Brown las diferencias de cristologías. En la carta a los Filipenses hay ya una clarísima cristología de preexistencia.

También la eclesiología podía separar a ambas comunidades. Mientras que las otras iglesias apostólicas refuerzan mucho su continuidad con Pedro y los doce, el 4Ev parece relativizar también los ministerios y oficios eclesiales que se estaban robusteciendo demasiado en las otras iglesias apostólicas. Frente a una excesiva jerarquización, el 4Ev subraya la realidad del amor que es lo único que cuenta. Incluso la concesión del oficio de pastor está introducida por la pregunta condicionante “¿me amas?” El reforzar el magisterio del Paráclito se opone también a los excesivos personalismos.

Sin embargo no hay que subrayar excesivamente la diferenciación entre la CJ y las otras iglesias apostólicas, hasta el punto de reducir la CJ a una secta. Pensamos que la obra de Brown sobre la CJ peca un poco de esta tendencia. Acentúa los contrastes entre DA y Pedro y no da el debido valor a toda la reverencia que el evangelio muestra hacia la persona de Pedro, su llamada a ser piedra indicada en el nombre nuevo que Jesús le da (1,42), el pastoreo que se le confía (21,15-17), la deferencia que tiene con él el DA cuando le espera a que llegue para que Pedro entre primero en la tumba (20,5-6). De Pedro surge la iniciativa de ir a pescar y los otros, incluido el DA, le acompañan (21,3). Es el primero en tirarse al agua y llegar donde Jesús (21,7). Pedro dirige la retirada de la red a tierra (21,11) con todas sus connotaciones eclesiales. Pedro acabará glorificando a Dios con un martirio semejante al de Jesús (21,19).

Se ensalza en el DA su clarividencia para reconocer y comprender a Jesús, y también se ensalza el amor de predilección que el Maestro tuvo para con él, pero el DA aparece claramente subordinado a Pedro, aceptando el ministerio especial que le ha sido confiado a Pedro con relación al rebaño de Jesús.

Por otra parte, en el caso de identificar al DA con Juan el hijo del Zebedeo, sabemos que a Juan y Pedro les unió una relación muy especial. En los sinópticos, junto con Santiago, acompañan a Jesús de una manera privilegiada a lugares donde el resto de los apóstoles no estuvieron presentes, al Tabor, a la casa de Jairo y al huerto de los Olivos. En la carta a los Gálatas ambos son designados como “columnas de la Iglesia” (2,9). [Curiosamente en Gálatas se trata de Santiago, el hermano de Jesús, mientras que en los sinópticos el tercero de la terna era Santiago el hermano de Juan. ¿Habrá aquí una confusión en la tradición sinóptica que ha adjudicado a otro Santiago el tercer puesto que ocupaba el Santiago, hermano de Jesús en la comunidad de Jerusalén postpascual?].

En los Hechos Pedro y Juan juntos aparecen liderando la comunidad, curan al paralítico de la Puerta hermosa (Hch 3,3), son llevados juntos al tribunal (Hch 4,13), juntos son enviados a la misión en Samaría (8,14). Considerarles como representantes simbólicos de dos comunidades enfrentadas sería violentar la naturaleza de los textos bíblicos.