AUTOR DEL CUARTO EVANGELIO

 

A)  Evidencia externa

      1. Argumentos a favor de Juan

      2. Argumentos en contra de Juan

B) Evidencia interna

      1. Evangelista y Discípulo amado

      2. Discípulo amado = San Juan

      3. Discípulo amado San Juan

C)   Lugar de composición

D)   Cronología

 

La tradición ha presentado como autor del 4Ev al apóstol Juan hermano de Santiago e hijo del Zebedeo. Modernamente una mayoría de los críticos impugnan esta atribución. Resumiremos en esas primeras fichas el estado actual de la cuestión, distinguiendo los dos aspectos del problema: la evidencia externa de los testimonios aducidos por la tradición y la evidencia interna contenida en los datos que nos ofrece el propio evangelio.

 

A) EVIDENCIA EXTERNA SOBRE EL AUTOR

 

I) Argumentos a favor de la autoría de Juan Zebedeo

El argumento podría construirse de la siguiente manera: En la segunda mitad del siglo II hay unanimidad en atribuir el 4º Evangelio a Juan el hijo de Zebedeo. Más aún, de hecho no se atribuyó nunca a ningún otro autor. La atribución a Juan se da en la Iglesia universal: Asia Menor, Siria, Roma, África, las Galias. Es común a los Santos Padres, los gnósticos y los apócrifos. Sustanciemos cada uno de estos puntos.

A continuación damos una serie de textos tomados de los escritos de la Primera Iglesia que nos ayudan a formarnos una idea de las opiniones que eran corrientes entonces acerca de la paternidad del 4Ev.

a) Los santos Padres

SIGLO II

1. Papías. En Asia

“Yo trataba de discernir sus discursos… qué había dicho Andrés o Pedro o Felipe, o Santiago, o Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente lo que dicen Aristión y el presbítero Juan, discípulos del Señor” .[1]

Comentario: Eusebio está tratando de refutar una opinión de Ireneo que hacía a Papías oyente directo de Juan y compañero de Policarpo (cf. nuestra cita 5e). También el prólogo antimarcionita alude a Papías como “querido discípulo de Juan” (Texto 6).

Eusebio pretende probar que Papías no fue oyente de Juan el apóstol, sino de Juan el Presbítero. De aquí deduce Eusebio que hay que distinguir dos Juanes, ambos con tumba en Éfeso. El apóstol sería el autor del evangelio, y el presbítero el del Apocalipsis.

Papías que escribe hacia el año 130 nos da dos listas distintas de personas. A todos ellos les llama “discípulos del Señor”, pero hay dos diferencias notables en las dos listas. Los de la primera son todos apóstoles, miembros del grupo de los doce, y se habla de ellos en pasado -ei[pen-. Los dos de la segunda lista no son apóstoles, y se nos habla de ellos en presente -levgousin-. Aunque Papías se refiere a que unos y otros predicaban de palabra, y no menciona en ningún momento el cuarto evangelio, su mención de dos Juanes, discípulos del Señor, uno el apóstol, y otro el presbítero, ha dado pie a pensar en una posible confusión de uno con el otro a la hora de la atribución del evangelio a Juan el apóstol. 

2. Canon de Muratori

En Roma. “El cuarto de los evangelios, de Juan, uno de los discípulos. Otros condiscípulos y obispos le exhortaban y él dijo: ‘Ayunad conmigo hoy por tres días, y luego nos contaremos unos a otros lo que nos sea revelado’. Aquella misma noche le fue revelado a Andrés el apóstol que Juan lo escribiera todo en su nombre, mientras todo lo reconocían”.[2]

Comentario: Se describe a Juan como ‘uno de los discípulos’, en curioso contraste con Andrés a quien se le llama ‘uno de los apóstoles’. 

3. Polícrates (obispo de Éfeso). Hacia el año 190. Escribe al Papa Víctor

En Asia también se han dormido grandes lumbreras, que se levantarán de nuevo en el último día a la llegada del Señor, cuando venga con gloria del cielo y busque a todos sus santos. Entre ellos está Felipe, uno de los doce apóstoles, que duerme en Hierápolis, y sus dos hijas vírgenes, y otra hija que vivió en el Espíritu Santo y ahora descansa en Éfeso; y sobre todo Juan, que fue a la vez testigo y maestro, que reclinó sobre el pecho del Señor, y siendo sacerdote, llevó el “Pétalo” sacerdotal. También duerme en Éfeso”.[3]

Comentario: Polícrates quiere justificar una costumbre referente a la fecha de la Pascua, y para ello da unos argumentos que prestigian las sedes de Asia Menor. Eusebio más tarde estará también convencido de que Juan murió en Éfeso. En las excavaciones de Selçuq, colina cercana a Éfeso, se ha encontrado un mausoleo del siglo III, bajo la basílica dedicada más tarde en honor de san Juan. 

 

4. Teófilo de Antioquía

“Hombres inspirados, entre los cuales dice Juan: “En el principio era el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios”.[4] 

5. San Ireneo

a*.- “Después Juan, el discípulo del Señor, el que se había recostado sobre su pecho, escribió el evangelio residiendo en Éfeso de Asia”.[5] Lo incluye entre los apóstoles: “No sólo Juan, sino los otros apóstoles”.[6]

b*.- “Otros no admiten la doctrina que está en el evangelio según san Juan, en la que el Señor prometió que enviaría el Paráclito, sino que al mismo tiempo rechazan el evangelio y el espíritu profético”.[7]

c*.- “Esto lo atestigua Papías, que oyó a Juan y fue compañero de Policarpo, hombre viejo… [8]

d*.- “Juan, el discípulo del Señor, enseñaba que se refería a la primera semana con esas palabras.[9]  Insinúa aquí que ya Ptolomeo atribuía el evangelio a Juan.

e*.-“Puedo señalar el lugar donde se sentaba el venerable Policarpo para hablar, cómo entraba y salía… cómo hablaba de sus relaciones con Juan y con los otros que habían conocido al Señor, cómo recordaba sus palabras…”.[10]

f*.- “Yendo cierta vez (el apóstol Juan) a los baños de Éfeso, vio en el interior a Cerinto (un hereje). Entonces, sin bañarse, salió fuera del establecimiento. ‘Pongámonos a salvo, no sea que el edificio se desplome, ya que Cerinto, el enemigo de la verdad, está dentro”.[11]

g*.- Ireneo cita a “los antiguos que se juntaron en Asia en torno a Juan, el discípulo del Señor, y referían lo que había oído de la boca de Juan sobre la edad de Jesús y otros temas. Atestigua que Juan vivió hasta el tiempo de Trajano.[12]

h*.- “Pero también la Iglesia de Éfeso, que fue fundada por Pablo, y donde Juan permaneció hasta el tiempo de Trajano, es un fiel testigo de la tradición apostólica.[13] 

6. Prólogo antimarcionita

“El evangelio fue revelado y dado a las Iglesias por Juan, estando aún en el cuerpo, como lo recordó un tal Papías de Hierápolis, un querido discípulo de Juan, en sus exegéticos, es decir, sus cinco últimos libros. El escribió mientras Juan dictaba fielmente. Y Marción el hereje, cuando por sus opiniones contrarias había sido rechazado por él, fue rechazado por Juan.” Comentario: Se trata de un prólogo latino de origen controvertido. Donovan y Braun se inclinan por una fecha muy antigua para el original griego (circa 200). Atestigua también la estancia de Juan el apóstol en Éfeso, pero posee rasgos legendarios. Su afirmación de que Papías fue discípulo de Juan fue refutada por Eusebio. Confunde también a Felipe el apóstol con Felipe el diácono, el que tenía las hijas vírgenes. 

7. San Justino

a*.- Se refiere a las memorias de los apóstoles que se leían en la liturgia dominical, y dado que utiliza datos del 4º evangelio, puede ser que lo considerara como una de esas memorias.[14]

b*.- Por otra parte san Justino se refiere también al apóstol Juan como residente en Éfeso,[15]

 

SIGLOS II-III

8. Orígenes

Considera claramente a Juan como autor del 4Ev.[16] 

9. Clemente de Alejandría

a*.- “Juan, el último de todos, viendo que en los evangelios de los otros se cuenta lo que se refiere al cuerpo de Cristo, él, bajo la inspiración del Espíritu Santo, y a petición de sus allegados, escribió un evangelio espiritual”.[17]

b*.- En el tratado “Quis dives salvabitur” (42,1) menciona una actividad del apóstol san Juan En Asia Menor, y cuenta cómo convirtió a un joven jefe de salteadores. Sitúa Clemente esta fábula, o mejor, ‘verissima historia’ a la vuelta de Juan a Éfeso después de su destierro en la isla de Patmos en tiempo de Domiciano.[18] 

10. Tertuliano

De entre los apóstoles Juan y Mateo nos inician en la fe.[19] 

11. San Cipriano

Se refiere a un Evangelio según Juan.[20] 

 

b) Escritos Gnósticos

 

Los Escritos gnósticos del siglo II coinciden todos en atribuir la autoría del cuarto evangelio al apóstol Juan, identificado con el discípulo amado. Esta identificación es anterior a Ireneo y en modo alguno depende de él. Así puede verse la opinión de Teodoto, Tolomeo y Heracleon.[21]

c) Escritos apócrifos

También los escritos apócrifos del siglo II coinciden en señalar a Juan como autor del evangelio: 

1. Hechos de Juan: Mencionan el ministerio de Juan el apóstol en Éfeso, pero no dicen que escribiera nada. Estos Hechos de Juan son de un tal Leucio Carino (circa. 150) y atribuyen al apóstol una doctrina docetista sobre el cuerpo de Cristo en contradicción con el evangelio. Tampoco este testimonio depende del de Ireneo. Identifican sin duda a san Juan con el discípulo amado, el que se reclinó sobre el pecho de Jesús.[22]

2. Apócrifo de la Dormición.

3. Epístola de los 12 apóstoles (circa. 160-170): Concede a Juan el puesto de honor en la lista de los apóstoles. 

 

d) Valoración de la evidencia externa positiva

 1.- Los textos que identifican a Juan el apóstol como autor del 4Ev son muy antiguos. Ya en el siglo II tenemos el testimonio de Teófilo de Antioquía (Texto 4), Ireneo (Texto 5), Canon de Muratori (Texto 2) y Prólogo antimarcionita (Texto 6). Parece bien establecido que a partir del siglo II con unanimidad casi total la Iglesia tanto de Oriente como de Occidente reconoce como autor del 4Ev a Juan el hijo de Zebedeo.

2.- El que un evangelio de una comunidad marginal, con una teología personalísima, con material nuevo diverso de los sinópticos, y utilizado continuamente por los herejes, acabase imponiéndose en toda la Iglesia, no se explica si no presuponemos que el evangelio está respaldado por la figura de un apóstol de primera magnitud. Ahora bien, en toda la tradición de la Iglesia no se han sugerido ningunos otros nombres de apóstoles para el cuarto evangelio sino el de Juan. Por supuesto este argumento no prueba que el propio Juan fuera el escritor, pero sí al menos la autoridad que respalda el evangelio.

3.- Varios textos recogen la tradición sobre la estancia de Juan en Éfeso (Textos 3, 5a, 5z, 5h, 5q, 7b). Ciertamente Juan se habría trasladado a Éfeso muy tarde, después de la muerte de Pablo. Por eso ni en las cartas paulinas ni en los Hechos hay ninguna alusión a esta estancia de Juan en Éfeso. Hacia el año 80 judeocristianos se instalan en Éfeso paralelamente a la Iglesia paulina, y forman una comunidad distinta que mantiene su identidad.

Sed contra: el silencio de san Ignacio de Antioquía sobre esta tradición en su carta a los Efesios. En ella sólo menciona al apóstol Pablo (Ef 12,2).

 

II) Argumentos en contra de la autoría juánica

 

a) El silencio de los autores del siglo I y primera mitad del II

Es extraño el silencio sobre el 4Ev en esta época en la que según los papiros Rylands (P52) y Egerton, el evangelio ya estaba muy difundido.

No se encuentran citas de Juan en los Padres apostólicos.[23] En Justino e Ignacio de Antioquía hay algunos textos que recuerdan a Juan, pero no hay citas literales claras. La primera cita del evangelio a cargo de un autor no heterodoxo es la de Teófilo de Antioquía a mediados del s. II, cuando cita a Jn 1,1 (Texto 4). Melitón de Sardes (160-170) tiene una homilía con pasajes que recuerdan a Juan, pero nunca citas literales. A partir del s. II se generalizan las citas del evangelio en los escritores eclesiásticos. Justino no lo incluye en la Memoria de los Apóstoles, título con el que cita los evangelios Sinópticos (cf. Texto 7a).

Sed contra: este silencio prueba solamente que los escritos de la comunidad juánica no tuvieron amplia difusión en las iglesias paulinas y permanecieron como escritos esotéricos de una comunidad particular. 

b) Posible muerte temprana de Juan

Hay una tradición marginal que sitúa el martirio de Juan junto con su hermano Santiago en los años 40 (cf. Hch 12,2). Algunos pretenden que esta tradición estaría ya insinuada en Mc 10,39; “Mi cáliz beberéis”. Felipe de Side atribuye a Papías la tradición de que Juan murió mártir. De este martirio se hace eco en el s. IX Jorge Hamartolos. Un martirologio de Edesa en el 411 dice el 27 de Diciembre: “Juan y Santiago apóstoles, en Jerusalén). Pero otro martirologio en Cartago da para ese mismo día: “San Juan Bautista y Santiago, matado por Herodes”. 

c) Uso del evangelio por parte de los gnósticos

Parece que los primeros que hicieron uso del evangelio hacia la mitad del siglo II fueron los gnósticos, y más en concreto Valentín. Esto iría en contra de los orígenes apostólicos del evangelio.

Sed contra: Quizás fue esta utilización de los gnósticos la que dificultó la recepción de Juan en la Iglesia universal, y lo admirable es que el evangelio acabase abriéndose camino a pesar de estar siendo utilizado por los gnósticos. 

d) Atribución a Juan el Presbítero

Papías recuerda a dos Juanes, uno mencionado junto con Mateo, y otro llamado el Presbítero, mencionado junto con Aristión. Según esto el Juan de que nos habla Ireneo en Textos 5a, 5h… podría no ser el apóstol, sino el presbítero. Si recordamos que el autor de 2 y 3 Juan se llama a sí mismo “el presbítero” y que estas cartas han sido atribuidas por la tradición al apóstol, podríamos argumentar que la tradición ha confundido los dos Juanes, y ha atribuido al apóstol lo que en realidad era obra del presbítero del mismo nombre.

Esta teoría estuvo un tiempo muy de moda.[24] Este Juan, es presbítero de Éfeso ha sido identificado por algunos como Juan Marcos (cf. 2 Tm 4,11). Las Constituciones apostólicas del s. IV, al mencionar los obispos de Éfeso citan a un tal Juan que fue puesto por Juan como obispo.

Modernamente Hengel es el que ha retomado la hipótesis de Juan el presbítero como discípulo amado.[25]

Sed contra: Ningún escrito de la antigüedad menciona a este segundo Juan como autor del evangelio (a lo sumo Eusebio lo relaciona con el autor del Apocalipsis). Y no olvidemos que el término presbítero puede designar también a un apóstol (cf. 1 P 5,1).

Aun suponiendo que fuera una persona distinta, ciertamente en el texto de Papías el presbítero es un discípulo del apóstol y miembro de su escuela, con lo cual sus escritos vendrían avalados en cualquier caso por la autoridad apostólica. 

e) Ireneo estaba mal informado y se equivocó

Otra dificultad contra la autoría juánica es decir que toda la tradición proviene de Ireneo y que Ireneo se equivocó al evaluar la evidencia.

Ireneo afirma que Papías había oído a Juan (Texto 5g), lo cual fue desmentido por el propio Papías (Texto 1). Por tanto pudo haberse equivocado también cuando nos dice que Policarpo había oído a Juan (Textos 5g y 5 d), en cuyo caso su testimonio se debilita.

Sed contra: Ireneo conoció personalmente a Policarpo, mientras que no había conocido a Papías. El que se equivocase con Papías no implica que se tuviera que equivocar también con Policarpo. Además ya hemos hecho notar cómo no es cierto que la tradición tenga a Policarpo como única fuente ( 3). 

f) Dudas tardías sobre la autoría de Juan

Todavía al final del siglo II se discutía la paternidad apostólica entre aquellos a quienes Epifanio llama irónicamente alogoi [26] o por el ultraortodoxo presbítero Gayo en Roma. Éste último al oponerse a Proclo, un seguidor de Montano, usa como argumento que ni el Apocalipsis ni el evangelio que Proclo citaba habían sido escritos por el apóstol Juan. 

g) Deseo de atribución apostólica

Muchos piensan que la atribución a un apóstol es a priori sospechosa. La tradición intenta siempre dar mayor autoridad a un escrito atribuyéndolo a un personaje importante. Se trata de una tendencia innegable en la tradición cristiana primitiva (éste puede ser el caso de las epístolas pastorales o de la 2ª Pedro). Algo parecido habría podido ocurrir con el 4Ev.

Pero en los otros casos citados la pseudonimia estaba incluida en el texto, mientras que el 4Ev es anónimo. Si hubiese alguna intención por parte del autor de ampararse bajo una autoridad apostólica lo habría hecho de una manera más clara y explícita.

Ahora bien, si el autor no pretendió tal atribución, sino que se trata de un error por parte de la tradición eclesiástica, resulta difícil imaginar cómo dicho error pudo tener lugar. Los críticos que no ven ningún parecido entre el Discípulo Amado (en adelante DA) y el apóstol Juan, lo tienen especialmente difícil a la hora de explicar por qué la tradición eclesiástica atribuyó el evangelio a alguien tan inverosímil.

¿Con el consentimiento de la comunidad juánica? ¿Por qué habría transigido la comunidad juánica con ese malentendido que identificaba a su fundador tan querido con un extraño por muy apóstol que hubiera podido ser, o por muchas ventajas que obtuviesen a partir de ese error?

¿Sin la complicidad de la comunidad juánica? La protesta de los miembros de la comunidad hubiese sido inmediata, y no ha quedado constancia ninguna de dicha protesta. 

h) Valoración final

“La única tradición antigua acerca del autor del cuarto evangelio en cuyo favor pueda aducirse un conjunto estimable de pruebas es la que tiene por autor del Evangelio a Juan, hijo de Zebedeo. Hay ciertos punto válidos en las objeciones suscitadas contra esta tradición, pero la afirmación de Ireneo dista mucho de haber sido invalidada” (R.E. Brown, El Evangelio según San Juan, I, p.105). Aunque posteriormente Brown cambió de opinión, sin embargo en ningún momento ha explicitado cuáles hayan sido los motivos que le hayan movido a hacerlo.

“La documentación tradicional tiene evidentemente algunos puntos débiles. La proliferación de datos legendarios … exige una decantación, al final de la cual tal vez lo único sólido sea la implantación en Éfeso de la tradición juánica” “La tradición del apóstol Juan está rodeada de una espesa bruma. Hay que rechazar con decisión sus embellecimientos legendarios. Pero sigue siendo suficientemente fuerte la implantación de la tradición de Juan en Éfeso, atestiguada desde varios puntos”.[27]

“Quien quiera seguir hablando del Discípulo Amado como Juan el Apóstol tiene al menos tantas razones científicas para hacerlo como el que adopte la opinión contraria”.[28]


 

B) EVIDENCIA INTERNA SOBRE EL AUTOR

 

I) Evangelista y discípulo amado

 Al analizar la evidencia interna que nos da el propio evangelio hay que estudiar primero la identificación del autor que se contiene en el epílogo: “Este es el discípulo que da testimonio de estos hechos y que los ha escrito” (21,14).

En este texto se identifica al evangelista con el discípulo amado. Aunque no se le nombra, sin embargo la identificación de testigo y DA nos da ya muchos datos sobre la personalidad de este testigo y así nos ayuda a rastrear su identidad.

De entrada diremos que para nosotros en este momento es poco importante si el testigo ha escrito personalmente el evangelio o se ha limitado meramente a ser el garante del escrito con su autoridad propia. El concepto de autor es un concepto ambiguo y no tiene por qué coincidir con el concepto de redactor. Consideramos al Papa autor de sus encíclicas, que sin embargo muchas veces han sido redactadas por otros teólogos.

Entendemos ahora el concepto autor en su sentido débil sin precisarlo más y nos preguntamos por la identidad de este testigo, estudiando los datos que se nos dan sobre él en el evangelio. 

a) Discípulos anónimos y discípulo amado

Partimos del dato de que el evangelio no identifica nunca explícitamente a este DA sino que le deja siempre en el anonimato. Pero dado que en el evangelio se nos habla varias vedes de discípulos anónimos, la primera pregunta es: ¿Cada vez que el evangelio se refiere a un discípulo anónimo está pensando en el amado? Analicemos los datos:

En el cuarto evangelio hay cuatro tipos de referencias a discípulos anónimos:

1. El compañero de Andrés en el pasaje vocacional de 1,37-42. Le llamaremos aquí discípulo innominado.

2. El otro discípulo: 2 menciones

    * sigue a Pedro al palacio del sacerdote (18,15-16).

    * acompaña a Pedro corriendo al sepulcro (20,2-10).

3. El discípulo a quien amaba Jesús: 7 menciones

    * se reclina sobre el pecho de Jesús y pregunta quién es el traidor (13,23-26).

    * recibe a María por madre (19,25-27).

    * es testigo de la lanzada del costado (19,35-37).

    * se identifica con el otro discípulo de 20,2-10. Entra tras Pedro al sepulcro y cree.

    * pesca con Simón y reconoce a Jesús (21,7).

    * sigue a Pedro y a Jesús: se refuerza la identificación con el discípulo de 13,23-26 (21,20).

    * se trata del testigo y autor del evangelio (21,24).

4. Los dos discípulos anónimos del epílogo: 21,2. Si identificamos al discípulo amado con el hijo del Zebedeo, entonces estos dos discípulos serían distintos del amado. Si decimos que el amado es necesariamente uno de estos dos, entonces se excluye de base que pueda ser el apóstol Juan.

Claramente el discípulo amado de 13,23 ha sido identificado expresamente con el de 20,2-10, el que corre junto con Pedro al sepulcro, y es probable también que se trate del otro discípulo de 18,15-16, el que acompaña a Pedro al palacio del sacerdote, aunque el evangelio no los identifique expresamente. De hecho en ambos pasajes se habla del otro discípulo en relación a Pedro. La única diferencia con “el” otro discípulo de 20,2-10, es que en 18,15 se nos habla de “otro” discípulo, sin el artículo “el”, lo cual debilitaría la identificación con el discípulo del que ya se ha hablado anteriormente. En el caso donde nos consta la identificación con el amado, se nos habla de “el otro” discípulo. Aunque también podríamos decir que en el caso de 18,15 es la primera vez que se nos habla del discípulo amado como “otro” y por eso no viene identificado por el artículo, mientras que en el caso de 20,2 el artículo precisamente vendría a identificar al discípulo con el que apareció como otro en el palacio del sacerdote.

En cambio no hay nada que identifique claramente al Discípulo Amado /Otro discípulo con el innominado de 1,37-42. De hecho esta identificación es muy discutida entre los críticos. Si aceptamos la identificación se refuerza mucho la tesis de que el DA es el hijo del Zebedeo, porque habría estado presente desde el principio del ministerio de Jesús. A favor de la identificación está el hecho del gran interés que el 4Ev tiene por la figura del Bautista desde el mismo prólogo y su deseo de minimizar cualquier ruptura entre el Bautista y Jesús. Esto abona el hecho de que el discípulo haya sido un miembro de la comunidad del Bautista antes de conocer a Jesús.

Si este otro discípulo fuera el amado, habría acompañado a Jesús desde el principio, estaría situado en el mismo entorno de los otros primeros discípulos, todos ellos galileos, habría acompañado a Jesús a Galilea, lo cual explica también su presencia en la escena de pesca en el lago después de la resurrección. De este modo perdería fuerza el principal argumento para la identificación del DA con el hijo de Zebedeo que consiste en aducir que el DA no era galileo, y que sólo aparece en el evangelio a partir del capítulo 13, durante el ministerio de Jesús en Jerusalén.

Por lo tanto a la hora de buscar datos identificadores de la personalidad del testigo podremos utilizar sin miedo los datos de los textos 13,23-26, 19,25-27; 20,2-10; 21,7; 21,20 y 21,24. Con bastante probabilidad podremos utilizar también los datos aportados por 18,15-16. Menos probabilidad hay en el caso de Jn 1,37-42. 

b) ¿Símbolo o realidad?

Según algunos el DA sería un símbolo del perfecto discípulo y no un personaje real. Permanece con Jesús en los momentos decisivos (Loisy). Para Bultmann es el ejemplo del discípulo helenista. Para otros, tiene rasgos de Benjamín (P.S. Minear), según la bendición de Moisés en Dt 33,12, que le llama “amado de YHWH” y dice que “entre sus hombros mora”.

Para nosotros el DA tiene sin duda una dimensión simbólica, pero esto no excluye que el símbolo esté encarnado en un personaje real. También Pedro y María tienen una dimensión simbólica y nadie dudaría que son personajes reales.

El redactor del c. 21 refleja la angustia de la comunidad juánica por la muerte de un discípulo longevo que era muy importante para la vida de la comunidad. Se había corrido la voz de que este discípulo no iba a morir, y por eso su muerte a una edad avanzadísima causó gran desconcierto, que el redactor del epílogo trata de aliviar. Por tanto tiene que tratarse de alguien real. El redactor identifica a este discípulo con el DA del que tanto ha hablado el evangelio. Si el personaje del evangelio era simbólico, ¿cómo pudo el redactor identificarlo con el discípulo longevo recién fallecido? Tanto el evangelio como el discípulo longevo eran alguien conocido y venerado por el redactor y sus lectores. Es inverosímil pensar que uno u otros pudieran pensar que el DA era un símbolo. El epílogo es posterior al evangelio y ha sido redactado en un ambiente espiritual y literario muy próximo a él.

Si el redactor no podía ignorar quién era el DA, menos puede suponerse que mintiera deliberadamente al darnos pistas sobre su identidad. La comunidad sabía perfectamente quién era ese discípulo y el papel que había jugado en la vida de la comunidad y no hubiese aceptado el posible engaño del redactor.

También en los documentos de Qumrán se habla mucho del fundador de la comunidad sin darnos nunca su nombre, sino refiriéndose a él como el “maestro de la justicia”. El anonimato y la historicidad del dirigente del grupo son perfectamente compatibles.

El parangón continuo que se establece entre Pedro y el DA favorece la tesis de que el DA es una figura histórica lo mismo que Pedro. Sin duda alguna Pedro, aunque juegue también un papel simbólico, es una persona bien real en el evangelio y conserva los mismos rasgos personalísimos que conocemos de él por los sinópticos.

 

II) Razones para identificar el DA con el apóstol Juan

 

a) Único no identificado

Juan es el único de los apóstoles importantes que no aparece identificado con su nombre en el evangelio. El 4Ev menciona a Pedro, Andrés, Tomás, Felipe, Natanael, Judas Iscariote y el otro Judas. Sólo faltan por mencionar tres apóstoles poco importantes: Mateo, Simón y Santiago Alfeo. ¿Tendría algo el 4Ev en contra de los hijos del Zebedeo tan importantes en los sinópticos y tan ignorados en el 4Ev? ¿No sería una ironía que la tradición haya atribuido el evangelio precisamente al apóstol que en sus páginas queda más ignorado y marginado? Este contrasentido desaparecería si reconocemos que Juan es el DA, y por tanto no es ni olvidado ni marginado, sino que tiene un trato misterioso de favor.

Cuando el 4º evangelio se refiere al Bautista le llama simplemente Juan, mientras que en los sinópticos se le denomina Juan Bautista. Extraña este hecho, porque en general el autor es muy cuidadoso de identificar claramente a la gente (14,22; 11,16; 20,24; 21,2; 6,71; 13,2.26). ¿Por qué en este caso no se preocupa de la posible confusión del Bautista con el apóstol? Quizás porque en la comunidad juánica no había ningún peligro de dicha confusión. 

b) Aparición en la escena de la pesca

En la escena de la pesca del epílogo se nos da una lista de siete discípulos, y entre ellos “los del Zebedeo”. ¿Será esta una manera de identificar al DA en clave sin nombrarle?

Algunos han pensado que el DA sería uno de los dos discípulos anónimos del relato. Pero en este caso ¿quién sería el otro? En 1,35 se nos habla de dos discípulos, y suponiendo que uno fuera el DA, se nos da el nombre del otro: Andrés. En cambio aquí no. 

c) Semejanzas entre el DA y Juan el apóstol

Se trata de un discípulo pescador. Era uno de los principales discípulos según los sinópticos y según Pablo (Ga 2,9). La predilección de Jesús por el DA vendría así confirmada por los sinópticos en el caso de que se tratase del apóstol Juan.

Este era el único que podía codearse con Pedro. En los Hechos de los Apóstoles aparece íntimamente asociado a Pedro en la curación del paralítico de la Puerta hermosa (Hch 3,1) y en la misión de Samaría (Hch 8,14). La importancia que el evangelio da a los samaritanos podría ser un eco de esta misión en Samaría en la que nos consta que participó Juan.

La gran autoridad de este apóstol pudo haber ayudado a legitimar recuerdos propios y originales que no están en la tradición sinóptica y que incluso en momentos son contrarios a la tradición sinóptica.

Si Salomé era hermana de María (como insinúa Brown), Juan sería su sobrino y así se explica que Jesús confiase su madre a un pariente. Además si Juan era pariente de María se explica que tuviese conocidos en el palacio del Sumo Sacerdote, ya que según Lucas, María estaba emparentada con una familia sacerdotal (Lc 1,5.36). Quizás esto explicaría que el mismo Juan fuese de familia sacerdotal tal como nos comunica el Texto 3 de Polícrates.

Si en Jn 1,41 leemos la variante prw'to" en vez de prw'ton, se confirmaría esta identificación. De los dos discípulos que habían escuchado al Bautista el primero que fue a buscar a su hermano fue Andrés (implicando que el otro también tenía una hermano que eventualmente se agregó al grupo más tarde).

 

III) Razones contra la identificación del DA con Juan el apóstol

 

 a) Incongruencias

1. Juan era galileo, y en cambio el 4Ev presta especial importancia al ministerio de Jesús en Judea y Jerusalén. Este argumento es el que más fuerza ha hecho a Schnackenburg para atribuir el evangelio a un discípulo jerosolimitano, culto, con entrada al palacio del sumo sacerdote, y que sólo habría compartido con Jesús la última parte de su ministerio. Efectivamente, sólo se nos empieza a hablar del DA al final del evangelio, a partir de la última Cena, como si antes no hubiera estado en el grupo. Estos datos no se corresponden con lo que sabemos del apóstol Juan.

Sed contra:

* La importancia dada a Jerusalén puede tener motivos redaccionales.

* El evangelio pudo haberse escrito en Jerusalén donde nos consta que vivió Juan algún tiempo (Ga 2,4).

* Si diferenciamos DA y evangelista, puede suceder que el DA fuese Juan, pero el evangelista fuera un discípulo de Jerusalén que estuviese más al corriente de lo ocurrido a Jesús en esta ciudad.

* Si se menciona al DA sólo a partir de la Pasión, puede deberse a que esta es la hora de la manifestación del amor de Jesús hasta el final, y de su revelación a la comunidad.

* Si identificamos al DA con el innominado de 1,35-40, le tendríamos ya presente desde el principio del ministerio de Jesús en Galilea. Además el innominado aparece en el marco del grupo de los primeros discípulos, todos ellos galileos, que acompañan a Jesús a Galilea

* Si el DA era un discípulo de Jerusalén, ¿por qué no se nos habla de él en alguna de las varias veces que Jesús ejerció su ministerio en Jerusalén? Si el silencio sobre el DA durante el ministerio de Jesús en Galilea sirve como argumento para negar que ese discípulo fuera galileo, ¿por qué no utilizar este argumento del silencio para notar la ausencia del DA en todo el ministerio público de Jesús en Judea y Jerusalén hasta la Pascua? Quod nimis probat, nihil probat -lo que prueba demasiado, no prueba nada-.

* Además ¿cómo explicar que el supuesto discípulo jerosolimitano estuviese pescando en Galilea en Jn 21?

* No se entiende la radical dicotomía entre Jerusalén y Galilea. ¿Por qué una familia de Galilea no podía tener también parientes en Jerusalén? De hecho esto es cierto en el caso de María y José, “palurdos” de Nazaret, pero que estaban emparentados con un sacerdote de Judea. ¿Por qué oponerse a priori que la familia del Zebedeo tuviese parientes sacerdotes en Jerusalén, sobre todo si como pudiera ser la familia del Zebedeo estaba emparentada con la de Jesús? 

2. Juan era un pescador iletrado y el evangelista es un hombre de una gran cultura

Sed contra:

* La dificultad deja de existir en el momento en que no hagamos coincidir al DA con el evangelista. El que el evangelista sea un hombre culto no significa que el DA lo fuese también.

* La acusación de “iletrados” ya se hizo también a Juan y Pedro (Hch 4,13) y también a Jesús (Jn 7,15). Los “letrados” de hoy no parecen creer que un jovencito galileo, formado previamente en la escuela del Bautista, y teniendo por tres años como maestro a Jesús, haya podido llegar a profundizar en los misterios de la Escritura. ¿Cuántos jóvenes de medios rurales han empezado a estudiar tardíamente y han llegado a ser grandes sabios?

* Por otra parte la susodicha cultura del DA es muy relativa. Su griego es muy simple. No puede ni compararse al de Lucas que sí era de verdad un hombre culto. El vocabulario es hoy el índice más evidente de la cultura de una persona. El escasísimo vocabulario del 4Ev (900 palabras) no indica precisamente que su autor fuese una persona muy culta. La verdadera cultura del evangelista no es una cultura mundana, sino una gran capacidad mística de penetración en el misterio de Jesús. 

3. La psicología del DA no coincide con lo que sabemos de la psicología de Juan en los sinópticos. Parker es el que más ha desarrollado esta objeción. El apóstol era osado, vengativo y excitable (Lc 9,54; Mc 3,17), mientras que el DA es sereno y amoroso. El apóstol estaba fascinado por los exorcismos (Mc 9,38) mientras que en el 4Ev no hay ningún interés en el tema. El apóstol fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración en el Tabor y la oración del huerto, hechos todos ellos que no se mencionan en el evangelio. El apóstol era un pescador galileo mientras que el DA tenía amistades en el palacio del Sumo Sacerdote.

Sed contra:

La mayor parte de estas dificultades son bastante absurdas y gratuitas. El DA no es tan amoroso como le pintan. Es más, tiene un cierto ramalazo sectario, si leemos las cartas (1 Jn 2,19; 3,10; 5,18; 2 Jn 10; . El amor del que tanto nos habla es el amor al “hermano”, pero para con los disidentes sabe ser extremadamente riguroso e intransigente, muy al estilo de lo que sabemos por Juan en los sinópticos.

El tener acceso al patio del pontífice no significa que fuera amigo personal de él. En muchas sociedades los criados y sus familias tienen un acceso grande a personajes importantes. Si no nos hubieran dicho explícitamente que María era parienta de un sacerdote, nunca hubiéramos podido imaginar que una familia de un villorrio de Nazaret estuviese emparentada con una familia sacerdotal de Jerusalén.

Por otra parte un testimonio de la evidencia externa relaciona de algún modo a Juan el apóstol con el mundo sacerdotal (Texto 3). 

4. Todo otro grupo de dificultades provienen de una mala comprensión del medio en el que se desarrolla el evangelio. Efectivamente si mantenemos que el evangelio era un escrito gnóstico, o la obra de un filósofo neoplatónico, o de un desconocedor de Palestina, o de un desconocedor de la vida de Jesús, entonces es claro que el DA no pudo ser un apóstol galileo. A todas estas dificultades iremos respondiendo cumplidamente a lo largo de la introducción, mostrando cómo el 4Ev tiene información de primera mano sobre la vida de Jesús, cómo es la obra de un judío palestino buen conocedor del AT, y cómo la Galilea estaba ya muy helenizada en aquella época, con lo cual es absurdo contraponer helenismo a palestinismo. 

b) Otras posibles atribuciones

Algunos argumentan contra la identificación del DA con Juan diciendo que hay otras posibles identificaciones. Al hablar de la evidencia externa ya nos referimos a la posible atribución a Juan el presbítero. Vamos a ver ahora algunas otras atribuciones que han surgido a partir de la evidencia interna sin ningún tipo de apoyatura en testimonios externos al evangelio. Y sea dicho previamente que ninguna de estas identificaciones tiene ningún asomos de verosimilitud, y se basan en un único rasgo de semejanza que puede ser puramente casual. 

1. Lázaro: (11,3; 11,36). Filson, Eckhardt, Sanders. Se habla varias veces del amor que Jesús tenía a Lázaro y a partir del hecho de su resurrección se pudo pensar que aquél discípulo ya no moriría más. Pero resulta difícil pensar que de una misma persona se hable a la vez con su nombre y anónimamente. Más probablemente el DA designa a un discípulo a quien no se nombra en el evangelio, pero que es bien conocido de sus lectores. 

2. Juan Marcos (Parker). Una de las mayores dificultades a la tesis de que Marcos es el DA es el hecho de que éste muy probablemente tenía que ser uno de los doce. Las pruebas que se presentan a favor de Juan Marcos son muy débiles. Además la trayectoria misionera del Marcos histórico es muy diversa de la escuela juánica. 

3. Un sacerdote de Jerusalén de nombre Juan. Colson. Esta hipótesis apoyada en algún testimonio (T3) explicaría algunos datos del evangelio (amistad con el sumo pontífice, cultura, presencia casi exclusiva en Jerusalén), pero resulta totalmente gratuita, y extraña el total anonimato que ese discípulo ha tenido a pesar de su importancia. 

c) El medio juánico es distinto del medio apostólico

Una de las dificultades principales estriba en decir que el medio teológico cultural e institucional de la comunidad juánica es diverso del medio apostólico, por lo cual el discípulo fundador de la comunidad mal puede ser un apóstol.

* La cristología del 4Ev es más elevada que la de los otros escritos del NT. Hay una insistencia de tipo gnóstico en lo revelatorio. La escatología es realizada; el sentido de autoridad, menos fuerte; la comunidad menos institucionalizada y más pneumática; las alusiones sacramentales son tardías.

*A lo largo del evangelio se subraya la competición continua entre el DA como representante de la comunidad juánica y Pedro como representante de las iglesias apostólicas, y la preferencia siempre se decanta hacia el DA.

*La comunidad juánica presenta un cierto matiz “sectario”, marginal, con respecto a la gran Iglesia, y es la precursora de las comunidades gnósticas que acabarán entrando en conflicto con ella. Si el evangelio acabó siendo recibido y aceptado por la “gran Iglesia” es porque en esa época tardía el redactor eclesiástico actuó como censor añadiendo, quitando y corrigiendo cosas para que el evangelio quedase más presentable y fuese más de recibo para las otras iglesias “convencionales”. A partir de este supuesto se achaca al redactor eclesiástico todo lo que pueda ser afín a otros escritos del NT y se deja como teología típicamente juánica todo lo que haya de más original o diverso. Desde aquí se pretende que el fundador de la primitiva comunidad juánica en modo alguno pudo ser alguno de los doce, sino un discípulo marginal helenista, heterodoxo.

Sed contra:

En la dificultad se subrayan las diferencias. Habría que subrayar también los paralelismos entre los datos de la vida de Jesús en Juan y los sinópticos, y entre la teología del 4Ev y el resto de los escritos. Esta tarea la iremos haciendo a lo largo del comentario.

Por ahora diremos que la dificultad en conjunto presenta una petición de principio. Se define un medio apostólico al margen del 4Ev y luego se pretende que el 4Ev no se ajusta al medio apostólico. Una cosa distinta es decir que el medio juánico es distinto del medio petrino, paulino o sinóptico, y otra cosa diversa es decir que es distinto del medio apostólico. Como si el medio apostólico no fuese una realidad muy plural y ágil. ¿No habría más bien que ensanchar y agilizar nuestra idea del medio apostólico para dar cabida en él a un evangelio que la tradición nos presenta como apostólico?

Además si admitimos que el DA no fue un apóstol, sino un discípulo marginal, incurrimos en contradicciones. El grupo juánico sería el heredero del discípulo predilecto del Señor, y por tanto representaría el cristianismo más puro; la apostolicidad no sería una de las garantías de la Iglesia de Cristo. Es contradictorio pensar que Cristo fundó su Iglesia sobre Pedro y los doce y paralelamente dio una misión independiente al DA en competencia con los otros apóstoles. 

Concluimos el tema sobre el autor del cuarto evangelio afirmando que la tradición universal que atribuye este evangelio al apóstol Juan, si bien ofrece dificultades innegables, no se ha visto rebatida definitivamente por ninguna de ellas, y son más las dificultades que se presentan al tratar de acudir a cualquier otra hipótesis.

Hoy día la validez del testimonio evangélico no depende de la identidad de su autor, con lo cual quien niegue la paternidad juánica, no está negando la validez del evangelio. Sin embargo hoy día podemos seguir manteniendo como una opción seria que Juan el apóstol es, si no el evangelista, al menos el discípulo amado fundador de la comunidad y el que con su autoridad garantiza la validez del testimonio contenido en el cuarto evangelio.

 

C) LUGAR DE COMPOSICIÓN

 La tradición eclesial desde tiempos de Ireneo señala a Éfeso como lugar de residencia del apóstol Juan y de la redacción del evangelio (Textos 3, 5a, 5z, 5h, 5q, T7b; Hechos de Juan), o la provincia de Asia en general (Textos 1, T6). La afinidad con el Apocalipsis, que ciertamente fue escrito en esta provincia, refuerza esta misma opinión. Allí encaja también la confrontación con los discípulos del Bautista, porque sabemos que en Éfeso había una comunidad de discípulos del Bautista (Hch 19,1-7). El paralelismo con los documentos de Qumrán encajaría también en este contexto, considerando que dichos paralelismos se dan también en las cartas a Efesios y Colosenses.

Por otra parte por Ap 2,9 y 3,9 sabemos que la sinagoga tenía una abierta polémica con la comunidad judía en la zona de Éfeso, lo cual podría explicar el contexto de la áspera persecución de los judíos que sufre la comunidad en la que se escribe el evangelio.

Otra candidatura ha sido la de Alejandría, debido a que los papiros más antiguos del evangelio se encuentran en Egipto, y al influjo que en esta zona ejercía la filosofía de Filón. También se ha pensado en Antioquía para explicar ciertas afinidades que se dan entre el 4Ev y san Ignacio de Antioquía, o las semejanzas con las Odas de Salomón que son una obra siria contemporánea.

Hace unos años K.Wengst[29] rechaza de plano la ubicación de Éfeso. Según él en Éfeso no se dio la circunstancia de una persecución judía contra los cristianos. La expulsión de la sinagoga no hubiese tenido en Éfeso repercusiones tan dramáticas como parece haber tenido en el 4Ev .

Según Wengst el lugar idóneo habría sido las regiones meridionales del reino de Agripa II en la zona del Golán y el área siria colindante. En esta región en la que había una numerosa colonia judía de lengua griega, el judaísmo parece que estaba investido de una cierta autoridad gracias la proteccionismo del rey Agripa II. En esta región es probable que se impusiesen pronto los acuerdos rabínicos de Yavne, con la consiguiente anatematización de los cristianos.

Nosotros preferimos una tesis intermedia que comprende las dos. Probablemente la primera ubicación de la comunidad juánica fue en la zona de Siria, donde pudo haber sido muy fuerte la persecución por parte de los judíos reflejada en el evangelio. Quizás debido a esta misma presión, se puede presuponer que la comunidad en un determinado momento se trasladó a una región de gentiles (cf. Jn 7,35) y concretamente a Asia Menor, donde Juan habría pasado su ancianidad antes de morir. Esto explicaría sin duda por qué ni los Hechos ni la carta a los Efesios hacen la más mínima alusión a la presencia del apóstol Juan en Éfeso, ya que éste habría llegado a Éfeso veinte años después de la muerte de Pablo. 

 

D) CRONOLOGÍA DEL EVANGELIO

 Hasta la aparición de los últimos papiros era común entre los críticos suponer que el evangelio de Juan había sido escrito a mediados del siglo II. El papiro 52 que data de la primera mitad del siglo II empuja la composición del evangelio la las últimas décadas del siglo I, quizás a los años 80.

El evangelio no posee nada del tono marcadamente antirromano del Apocalipsis. Los enemigos de la comunidad en la época de la redacción del evangelio eran más bien los judíos que los romanos. Esto nos llevaría a una fecha anterior a la persecución de Domiciano que tuvo lugar en los comienzos de los años 90.

L. Cribbs ha sido uno de los autores que ha postulado para el evangelio una fecha más temprana, aunque su sugerencia no ha tenido mucha aceptación. Se basa en el hecho de que la problemática expuesta en el evangelio coincide con la propia de los años de san Pablo y de la primera Iglesia de Jerusalén. Da una lista larga de temas propios de los años sesenta que aparecen subrayados en el cuarto evangelio, y que sin embargo no eran ya relevantes al final del siglo primero. Al mismo tiempo da una lista de muchos temas que eran relevantes en el siglo I y que sin embargo no aparecen en el cuarto evangelio. El desconocimiento que Juan tiene de muchos temas de la tradición sinóptica sería también un argumento a favor de la antigüedad del cuarto evangelio.[30]

NOTAS

[1] Citado por Eusebio, Hist. Eccl. III,39,4.

[2] EB 1-7.

[3] En Eusebio HE. III,31,3; V,24,2f.

[4] Ad Autolycum II,22.

[5] Adv, Haer. III,1,2 PG 7, 845.

[6] Adv. Haer. II,22,5.

[7] PG 7,890-891.

[8] PG 7, 1214.

[9] PG 7,532.538.

[10] Carta a Florino, citada por Eusebio en HE V,20,4-7; PG 20,485.

[11] Adv. Haer. III,3,4.

[12] Adv. Haer. II,22,5; citado también por Eusebio, Hist. Eccl III,23,3.

[13] Adv. Haer. III,3.4.

[14] 1ª Apología 66,3; PG 6,429.

[15] PG 6,669.

[16] Cita de Eusebio en HE 6,25.

[17] Citado por Eusebio HE. 6,14,7; PG 20,552.

[18] Citado por Eusebio en HE III,23; PG 20, 257.

[19] Adv. Marcionem IV,2, PL 2,392.

[20] Testimoniorum adversus Iudaeos I,10.12.18; PL 4,712-715.

[21] Cf. F.M. Braun, Jean le Théologien, Paris 1959, I, pp. 110-11.

[22] Corpus Christianorum, Series Apochyphorum, 2 vols. 1983, cf. nº 89.

[23] Cf. The New Testament and Apostolic Fathers, 1905 y J.N. Sanders, The Fourth

Gospel in the Early Church, 1943.

[24] Cf. Bardy, “Jean le Presbytère” en DBD IV, 844.

[25] The Johannine Question, London 1989.

[26] Adv. Haer. II,1.

[27] E. Cothénet, “El cuarto evangelio” en Introducción crítica al Nuevo Testamento, pp. 365 y 368.

[28] D. Muñoz León, “¿Es el apóstol Juan el Discípulo Amado?”, Estudios Bíblicos 45 1987, p. 492.

[29] Interpretación del evangelio de Juan, Salamanca 1988.

[30] cf. F.L. Cribbs, “A Reasessment of the Date of Origin and Destination of the Fourth Gospel”,

JBL, 89 1970 38-55.