La historia del Icono de Kazán
y su vínculo con la conversión de Rusia

 

 

VATICANO, 25 Ago. 04 (ACI).- ¿Por qué es trascendente el gesto del Papa Juan Pablo II de devolver a Rusia el Icono de la Madre de Dios de Kazán? La respuesta está en la historia cristiana del mismo pueblo ruso que considera a la venerada imagen como su reliquia más sagrada, su Madre y Protectora.

 

Hay varias versiones sobre el origen del Icono de Kazán, pero todas coinciden en la rapidez con que la devoción se difundió en el país y cómo se conectó al destino de Rusia como nación.

La imagen fue llevada por los generales a las batallas y se hizo conocida como la Kazanskaya, la “Protectora de Rusia”. Se convirtió en el símbolo ruso de la Victoria y la libertad. Nuestra Señora de Kazán es la patrona de miles o quizás millones de hogares rusos.

Una de las historias más difundidas cuenta que en 1579, una niña de nueve años de edad llamada Matrona, cuya casa se incendió en Kazán, vio en un sueño la imagen de la Virgen María y escuchó una voz que le pedía recuperar un icono sagrado oculto en las cenizas de su hogar.

La niña descubrió el icono envuelto en un antiguo lienzo y oculto bajo una estufa, donde habría sido enterrado desde la persecución cristiana emprendida en el siglo XIII por los tártaros. La imagen fue trasladada triunfalmente a la iglesia más cercana, el templo de San Nicolás y luego a la Catedral de la Anunciación, donde se hizo famoso por milagrosas curaciones de personas ciegas que acudían a rezar.

Cien años después, en 1679, se construyó un templo en honor al icono en Kazán. Sin embargo, ahí se instaló una copia porque la verdadera imagen fue conservada en Moscú desde la victoria rusa sobre los polacos. In 1821 la imagen original se mudó una vez más, esta vez a San Petersburgo donde fue instalada en la nueva Catedral de Kazán. Para esa época, el icono ya era muy popular ya habían nueve copias “milagrosas” en todo el país.

Conocida como “La Liberadora y Protectora de la Santa Madre Rusia”, la imagen fue utilizada en todas las crisis nacionales –incluyendo la invasión napoleónica- cuando la victoria rusa fue directamente atribuida por el pueblo a Nuestra Señora de Kazán.

A mediados del siglo 19, el icono original recibió una cobertura en oro así como diamantes y esmeraldas incrustados.

Cuando los comunistas tomaron Rusia en 1917, casi inmediatamente se concentraron en el icono de Kazán como expresión del “alma” del pueblo ruso. La gran Catedral de Nuestra Señora de Kazán en Petrogrado (luego Leningrado) fue convertida en un museo ateo y en el centro oficial del ateísmo militante en el mundo.

En 1918, el Icono fue tomado por el gobierno bolchevique y enviado a Moscú. Desapareció –algunos sostienen que en el camino, otros que fue tomado de la Basílica de Kazán en la capital rusa- y apareció después de la Primera Guerra Mundial en Polonia, durante una subasta de objetos preciosos. Ahí un magnate inglés lo compró pero después de su muerte debió ser vendido para pagar impuestos estatales.

Entonces los ortodoxos comenzaron a recolectar dinero para recuperar al Icono pero en dos ocasiones, sus fondos fueron robados. En 1970 fue puesto a la venta de nuevo en una subasta abierta cuando el “Blue Army of Our Lady” (Ejército Azul de Nuestra Señora), una organización católica estadounidense, lo adquirió y llevó a Fátima, Portugal, con un propósito noble: Después que se cumpla la conversión de Rusia –anunciada por la Virgen a los tres pastorcitos- la imagen sería devuelta a ese país.

El Blue Army construyó una pequeña capilla en Fátima donde se conservó el icono hasta 1993, año en que es entregado a Juan Pablo II y transferido a los apartamentos papales, donde se convirtió en una de las devociones personales del Santo Padre.

Al enviar el Icono a Rusia, Juan Pablo II ha revelado que en los años que la imagen lo acompañó muchas veces invocó “a la Madre de Dios de Kazán, pidiéndole que proteja y guíe al pueblo ruso que le es devoto, y que llegue cuanto antes el momento en el que todos los discípulos de su Hijo, reconociéndose hermanos, sepan recomponer en plenitud la unidad perdida”.

Quizá sea éste el mensaje que el Santo Padre envía a los ortodoxos rusos con su gesto: Las puertas de la Iglesia siguen abiertas para entablar un diálogo y lograr la unidad plena según el mandato de Cristo.