INTRODUCCIÓN A LA MEDITACIÓN CON IMÁGENES
Orar
en el Espíritu Santo.
La oración cristiana personal es siempre una oración en el Espíritu.
Esta no sólo tiene su expresión en la meditación o contemplación de la
Palabra, en la expresiones litúrgicas; sino también se puede orar en el
Espíritu de una forma sencilla, cargada de silencio y de contemplación,
con la ayuda de las imágenes.
Es verdadera oración en el espíritu la que nos concentra en Cristo, en
su rostro y en su mirada, en la contemplación de su belleza, para que
aprendamos a descubrir en El ese icono fundamental que tiene que
reflejarse también en nuestra vida, pues estamos destinados a ser
conformes a la imagen del Primogénito.
El Antiguo Testamento nos habla del deseo de ver a Dios, de la búsqueda
del rostro de Dios en su templo Santo. Pero lo que fue deseo de los
justos del A.T. se convirtió en realidad en el Nuevo Testamento, cuando
los hambres contemplaron la gloria de Cristo en su rostro humano, que
podía mirar y del que se desprendía una mirada de amor.
También hoy el Espíritu orienta nuestra mirada hacia Jesús para entrar
en comunión con Él, descubrir su presencia, contemplar su rostro, imagen
del Dios invisible.
Por eso el Espíritu Santo, iconógrafo interior, revelador de Cristo, nos
empuja suavemente hacia este tipo de oración que a partir de la
meditación de la imagen exterior se interioriza en la contemplación de
Cristo dentro de nosotros, allí donde contemplamos en los "semblantes
plateados" de nuestro espíritu, donde la imagen de Cristo está impresa,
para que poco a poco nos vaya llevando a la conformación interior.
Orar con
la Iglesia.
Desde siempre la Iglesia ha querido orar con imágenes. La presencia
de Cristo ha llegado a través de las mediaciones con imágenes en los
templos para favorecer su recuerdo, para actualizar su presencia, como
estímulo de la fe personal y del encuentro con Él, en la santa
celebración de los misterios litúrgicos y en la meditación personal.
La imagen en la tradición oriental es como una presencia sacramental de
la persona y del misterio que representa, tanto en la liturgia como en
un sencillo ángulo de la habitación o de la capilla, así como también en
un lugar discreto de nuestro trabajo cotidiano.
Estas imágenes favorecen en la oración el sentido interpersonal del
encuentro y la carga de contenido mistérico que nos revela la imagen.
Orar, en esta perspectiva, es buscar, encontrar, acoger la presencia y
la mirada de Cristo, y dejarse evangelizar por el contenido del misterio
de la salvación que se nos ofrece en esa imagen.
En el contexto cultural en el que vive el hombre de hoy, inmerso en la
civilización de la imagen, en la cultura televisiva y cinematográfica,
no todo lo que recibe es belleza. Cuantas imágenes turban la conciencia
y contradicen la vocación del hombre a la contemplación de Dios y de la
belleza de Dios. Muchos cristianos han sustituido la televisión por el
icono... Podemos, pues, con este tipo de meditación salir al encuentro
del hombre de hoy, evangelizar su sed de belleza, de la belleza en
Cristo y en la Virgen para que aprenda a saborear la verdadera belleza
de Dios.
Una
actualización de la pedagogía clásica de la oración.
La oración con imágenes es típica de la experiencia y pedagogía
oracional de algunos maestros espirituales, como Santa Teresa de Jesús.
Ella aprendió a orar mirando imágenes y aconsejó como óptimo medio de
presencia y de recogimiento esta contemplación, para favorecer el
encuentro personal con Cristo y el diálogo con Él.
Esta pedagogía de Santa Teresa está fundada en dos observaciones de
carácter psicológico y teológico:
- Desde el punto de vista psicológico, el hombre está disperso en su
sensibilidad y psicología; tiene necesidad de algunas meditaciones que
lo recojan y concentren; la imagen puede ser algo que ayuda a concentrar
su mente y su corazón, su imaginación y su pensamiento;
- Desde el punto de vista teológico, Dios no se nos presenta
inmediatamente; se nos ofrece y hace presente a través de meditaciones
de su presencia: la naturaleza, las palabras, la imagen, la presencia
eucarística o sacramental.
La imagen puede ser, pues, una mediación de esta presencia que nos
permite entrar en comunión con Dios, según la hermosa tradición oriental
y su teología del icono, como sacramental de la presencia de cristo, de
la Virgen y de los Santos.
En primer lugar se trata de concentrarse en la imagen y buscar y hallar
esa presencia. En segundo momento se trata de interiorizar esa presencia
de Jesús dentro de nosotros, ya que Él vive, por la fe y la comunión
sacramental del bautismo y de la Eucaristía, dentro de nosotros.
Así, poco a poco, se interioriza la imagen y se interioriza el misterio,
la relación interpersonal. Se trasciende la meditación externa para
quedarnos con la presencia interior y llegar a ese encuentro
interpersonal..
Esta es la técnica de meditación que poco a poco desemboca en lo que
santa Teresa llama oración de recogimiento. Es tan
importante esta forma de orar, que Santa Teresa la ha resumido en esta
fórmula tan densa: "Mire que le mira". Esto significa:
- Dios nos mira siempre con amor en Cristo; orar es tomar conciencia de
estar en presencia permanente de un Dios que constantemente nos mira con
amor y misericordia, de manera que podamos responderle con la misma
forma sencilla y profunda: devolver a Dios una mirada de amor.
- Una convicción, sacada de la experiencia, nos dice, como agudamente
observa la Santa "que no parece nos escuchan los hombres cuando hablamos
si no vemos que nos miran"; el perfecto diálogo incluye la mirada limpia
y recíproca; así sabemos que Dios nos mira cuando le hablamos y nosotros
miramos a Dios cuan Él nos habla; la oración es un encuentro de miradas.
La contemplación de una imagen expresa concretamente esta relación,
favorece la educación a la concentración y a la contemplación interior,
se simplifica en la atención sencilla al Dios que nos mira, a Cristo que
vive en nosotros.
Una
oración para el cristiano de hoy.
La oración con iconos representa una oportunidad, un estimulo para la
oración contemplativa, pero desde un punto de vista positivo y
cristiano, casi como una contestación a los métodos negativos y
abstractos de la técnicas orientales.
Entre otros valores modernos de esta oración hay que notar estos
elementos:
- recuperar el misterio del rostro, de la persona, así como la relación
simple y profunda de la mirada;
- favorecer la quietud contemplativa y la sinceridad del encuentro
interpersonal, en esa cara a cara que exige verdad en la relación con
Dios.
- estimular la capacidad de llenar el silencio con una presencia y
concentrar nuestra dispersión psicológica y espiritual con la ayuda de
la imagen.
Este tipo de oración simplifica la comunicación con Dios. Mirar a Dios
como nos mira primero y siempre con amor, abrirse al amor
misericordioso. Orar es también dejarnos mirar por Dios hasta el fondo,
para que llegue a donde nadie llega, hasta nuestro subconsciente.
Descubrir el rostro de Cristo en los otros será la consecuencia de esta
concentración contemplativa, para verlos como son, rostro de Cristo
transfigurado o desfigurado, para amarlos y servirlos.
Mirar la imagen es orientar nuestra vida hacia nuestra propia
realización en Cristo. Aquí tenemos también una forma de contemplación
litúrgica que une así la oración personal con un elemento de la
liturgia, que nos convoca al misterio, que nos remite a los contenidos
de la Palabra y de la oración de la Iglesia, impregnando de espíritu
contemplativo nuestra propia experiencia litúrgica a través del mundo de
los rostros pintados y de los rostros vivos de la comunidad eclesial.