LA
EPIFANIA Y TEOFANIA DEL SEÑOR
O FIESTA DE LAS LUCES.
Bautismo del Señor en Occidente
(Icono
de Theófanes de Creta.1546. Monasterio
Stavronikita. Monte Athos. Grecia)
Texto bíblico: Mateo 3, 13-17
INTRODUCCION.
“ Damos el nombre de Epifanía a este día, porque
la gracia saludable del Señor se ha manifestado a
todos los hombres.
Pero ¿por qué no es el día del nacimiento, sino
aquel en el que recibió el bautismo el que
llamamos Epifanía?. Porque su manifestación a
todos los hombres no data de su nacimiento, sino
de su bautismo, puesto que hasta entonces muchos
no lo habían conocido”. Juan Crisóstomo. Homilía
3.
El termino Epifanía
tiene una connotación cristológica, el de Teofanía
la tiene trinitaria. Ambos muy usados. El Bautismo
es la manifestación de las tres personas en su
testimonio unánime.
Jesús se consagra conscientemente a su misión
terrestre, se somete enteramente a la voluntad del
Padre y el Padre le responde enviando sobre él el
Espíritu Santo.
“ Trinidad, Dios
nuestro, hoy te has aparecido indivisible. Pues el
Padre ha dado claro testimonio del Hijo, el
Espíritu en forma de paloma ha bajado del cielo,
el Hijo ha agachado su cabeza temeroso ante el
Precursor y habiendo sido bautizado ha rescatado a
la humanidad de la esclavitud cual amigo de los
hombres” Himno, Gran Hora III, Tono IV.
Pero el titulo que se prefirió fue el de Fiesta de
las Luces, denominación usada por Gregorio
Nacianceno (329-390)
“Cristo, de hecho, ha venido para ser luz del
mundo que ilumina a los que estaban en la
tinieblas” Gregorio Nacianceno. In Sancta Lamina.
Oración 39
“Cristo aparece al mundo, lo ilumina y lo llena de
gozo, santifica las aguas y expande la luz en las
almas de los hombres. El Sol de justicia apareció
y disipo las tinieblas de la ignorancia. El Hijo
único del Padre se ha manifestado en nosotros y
nos da, mediante el bautismo, la cualidad de hijos
de Dios”. Proclo de Constantinopla, Pág.. 65,
757,761.
“Oh Cristo Dios, que te has manifestado a nosotros
y has iluminado el mundo, gloria a Ti. Hoy te has
aparecido al mundo y tu luz, oh Señor, se ha
manifestado sobre nosotros que, en el
conocimiento, te ensalzamos: has venido, te has
manifestado, oh Luz inaccesible”. Kontakión o
himno de la fiesta.
Para los padres griegos la miseria del pecador
consiste en la ignorancia: Cristo abre para
siempre “ las puertas de la Luz a aquellos que,
hijos de las tinieblas y de la noche, aspiran a
ser hijos del día y de la Luz” Orígenes. Contra
Celsum 2,67.
En el Credo recitamos “Luz de Luz, Dios verdadero
de Dios verdadero” pues en el Jordán se ha
manifestado la Luz, la Santísima Trinidad,
“mientras Jesús se sumergía en el agua, el fuego
se encendió en el Jordán” Taziano. Diatessaron
88,3 y “ cuando fue bautizado, una gran luz
emergió de las aguas y se irradió alrededor, así
que todos los presentes fueron cogidos por el
temor”. El Evangelio Apócrifo.
Las imágenes
recurrentes de la fiesta son la luz y el fuego.
Antiguamente durante la vigilia de esta fiesta, se
bautizaba a los catecúmenos y el templo estaba
inundado de luz, símbolo de iniciación en el
conocimiento de Dios.
La preparación a la fiesta se hace con textos
veterotestamentarios del Exodo, relativos al paso
del mar Rojo, prefiguración del bautismo y la
columna de fuego que guiaba al pueblo
iluminándolo.
El bautismo es paso, iluminación, nacimiento del
ser a la luz divina. Los neobautizados en la
iglesia antigua y aun hoy, en la iglesia
bizantina, son llamados iluminados, porque
iluminados por la fe, han renacido a la vida.
Durante esta fiesta se bendicen las aguas cercanas
sea de una fuente, río, lago o mar. Con la
inmersión de una cruz y la invocación al Espíritu
Santo se renueva la santificación de las aguas que
a partir de ahora tiene poder sacramental y es
utilizada para la santificación del cuerpo, para
los enfermos y sufrientes y para bendecir casas,
fincas, ganados y cada cosa.
EL
BARRANCO ABISMATICO. Su sentido teológico
Se
ha mantenido constante a lo largo de los siglos.
Representa el momento que narra el evangelio del
Bautismo de Cristo por Juan. Dios se somete a su
criatura.
Generalmente es una composición pictórica que se
presenta como partida en dos partes, separadas por
un barranco, lleno de agua que representa el río
Jordán.
El barranco abismal significa la profunda fractura
producida entre Dios y el hombre fruto del pecado,
entre el hombre y las naturalezas espirituales. El
abismo era incolmable y parecía dividir
definitivamente a las dos partes.
Era por tanto necesaria la intervención de un ser
capaz de recomponer la fractura y colmar el vacío
y todo esto no podía venir sino de Dios.
He aquí entonces que Cristo convierte en luz las
tinieblas, allana el profundo abismo, constituye
el puente, el anillo de conjunción entre la
naturaleza humana y la divina. Esto ha sido
posible porque Él es el Hombre-Dios.
En su estructura esta íntimamente ligado al icono
del Descenso a los Infiernos o Resurrección. En
ambos se quiere transmitir esencialmente el
ardiente deseo de Dios de rehabilitar su imagen,
restablecer un contacto directo, buscar la oveja
descarriada.
CRISTO
Hay tres formas de
representar la inmersión de Cristo: una con agua
hasta la cintura, otra hasta los hombros y otra
donde Cristo parece reposar dentro del agua.
Las dos primeras recuerdan los baptisterios, la
ultima la llamaríamos sarcófago acuoso. Nuestro
icono pertenece a esta clase. Esta caverna llena
de agua representa el infierno de la muerte.
Cristo ha venido para sacar del poder de la
muerte, saliendo el victoriosamente de ella.
En esta tumba liquida está depositado Jesús y
contienen todo el cuerpo del Señor (imagen del
entierro, reproducida en el sacramento del
bautismo por inmersión total, símbolo del triduo
pascual). Muestra el predescenso de Cristo a los
infiernos: “Habiendo bajado a las aguas, ató al
fuerte”. Cirilo de Jerusalén. P.G. 33,441 B
En este último caso la idea de muerte y
resurrección es muy clara.
En todas las representaciones del bautismo de
Cristo se plasma el concepto de renovación y
renacimiento.
En todas, es patente ambas cosas por la desnudez
de Cristo.
Cristo es
representado desnudo, porque se ha vestido con la
desnudez adánica y así da a la humanidad su
vestido paradisíaco de gloria.
Cristo está desnudo porque representa al hombre
que renace: es el hombre nuevo que ha vuelto a
nacer de Dios, tal como Cristo lo expreso en el
dialogo con Nicodemo: “ si no nace uno de nuevo,
no puede entrar en el Reino de Dios”.
Cristo segundo Adán está desnudo porque no tiene
pecado. El primer Adán solo se dio cuenta de su
desnudez cuando pecó. Cristo es el nuevo Adán.
Adán es el hombre creado a imagen y semejanza de
Dios que ha de dominar sobre todos los animales,
pero al pecar, Dios decide salvar la humanidad
convirtiéndose en hijo de Adán, hijo del Hombre,
asumiendo voluntariamente la naturaleza humana
para renovarla, para que vuelva a ser la de la
primera creación.
Cristo asume la misma imagen para refundar,
renovar, recrear lo que había decaído: se ha
“revestido” de la desnudez inocente para dar a la
humanidad sus “ropajes” paradisíacos.
Pero como el desnudo puede constituir un aspecto
problemático, de ahí el recurso a la faja que
esconde las intimidades o ha pintarlo asexuado.
Para representar su iniciativa y la voluntad del
Padre, es representado en el acto de caminar. El
se mueve libremente hacia Juan en muchos iconos.
En este el gesto de la inclinación del cuerpo y
la posición de las piernas en un suave movimiento
e inclinación hacia Juan lo deja entrever.
“Cristo, como el primer hombre, tiene ante sí la
elección porque su humanidad es perfecta”. La
humanidad de Cristo pasa por su libre
determinación. Jesús se consagra conscientemente
y libremente a su
misión
terrenal, se somete enteramente a la voluntad del
Padre, y el Padre le responde enviando sobre él al
Espíritu Santo”(Evdokimov 331). La salvación de la
humanidad es obra de la santa Trinidad, Dios Uno
presente y actuante en Jesucristo Dios y Hombre
verdadero.
El gesto de su mano derecha bendiciendo es el
mismo gesto que hace en la creación y la
santificación de las aguas.
Dios Padre Creador viene representado, cuando
crea, con los rasgos de Jesucristo el Hijo amado y
con esa mano bendiciendo. Cristo, es la única
persona de la Santísima Trinidad que se ha hecho
hombre, por tanto se le puede representar a Dios
con su imagen cuando crea el mundo.
El gesto de bendición de su mano compendia el
misterio tremendo de la salvación: los dedos
índice y el corazón, extendidos representan la
duplicidad de las naturalezas, humanas y divina,
que coexisten en una única persona, por donde la
humanidad llega al a Casa del Padre, Señor Dios
Omnipotente.
Los otros dedos, el pulgar, anular y meñique,
simbolizan las tres personas de la Santísima
Trinidad.
La mano de Jesucristo es el símbolo de su persona.
Con su mano derecha Cristo bendice las aguas y las
prepara para hacerlas aguas del bautismo, a las
que santifica con su propia inmersión,
cambiándolas de significado: antes eran imagen de
la muerte (diluvio), es ahora la fuente de la vida
(Apoc. 21,6;Jn 4,14). Sacramentalmente, el agua
del bautismo recibe el valor de la sangre de
Cristo.
El nimbo que corona su cabeza, señala también el
aspecto trinitario. Es un nimbo crucífero que lo
distingue de los otros santos. A veces lleva unas
letras escritas en su interior que significan “Yo
soy el que soy”. En este icono no van.
Nuestro icono reproduce el sepulcro en el que ha
muerto Cristo y del que ha salido triunfante.
El bautismo por inmersión practicado en la iglesia
bizantina reproduce en cada fiel el itinerario de
la muerte y resurrección de Cristo. “La inmersión
y emersión son la imagen del descenso a los
Infiernos y la Resurrección” (Juan Crisóstomo).
“El sumergirse en las aguas del Jordán es por
tanto prefiguración del Descenso a los Infiernos”
(Cirilo de Jerusalén Catequesis II, 12).
Las aguas del Jordán que envuelven el cuerpo de
Cristo a menudo se transforman en una aureola de
luz, según los apócrifos.
“Dios me ha dado por Madre la fuente bautismal
(Iglesia), por Padre al Altísimo, por hermano el
Señor bautizado por todos nosotros” (Didimo el
Ciego PG 39,692B)
RAYO – ESPIRITU
SANTO
El
rayo simboliza la complacencia del Padre. A veces
este rayo lleva una luneta donde aparece una
paloma: es el Espíritu Santo que procede del Padre
y que, junto al Padre y al Hijo, es adorado y
glorificado.
En el rayo que baja del cielo aparece la paloma
del Espíritu Santo, mientras el cielo se abre y la
voz del Padre lo llena todo, simbolizado por el
esquema del semicírculo o cielo abierto con los
rayos dorados de luz, atributo del Espíritu Santo
que iluminan la Paloma.
Es el Pentecostés del Señor.
El descenso del Espíritu Santo en forma de Paloma,
traduce el movimiento del Padre que va hacia el
Hijo y hace referencia analógica al diluvio y la
paloma con el ramo de olivo signo de la paz.
El Espíritu Santo planeando sobre las aguas
primordiales ha suscitado la vida, al igual que
planeando sobre las aguas del Jordán suscita el
segundo nacimiento de la nueva criatura. (Juan
Damasceno. De Fide Ort. III, 16).
LOS ANGELES
Los
ángeles con las manos cubiertas en señal de
adoración, son las naturalezas angélicas que se
postran ante la Sabiduría de Dios encarnada en
Cristo, su Dueño y Señor.
Cuando son tres ángeles son figura de la
Santísima Trinidad, como se representa la
aparición a Abraham en Mambré. En aquella ocasión
predijeron el nacimiento de Isaac, el hijo único;
en el icono de la Teofanía están frente a la
humanización del Hijo Unigénito.
Cristo se separa de estas figuras angélicas y se
encamina voluntariamente hacia Juan que representa
al hombre, la humanidad.
Se insiste en el amor de Dios a los hombres, la
divina filantropía, ha constituido en Cristo el
puente entre la divinidad y la humanidad, llenando
así ese barranco, ese abismo que se había
constituido tras el pecado.
Aquí resuena el texto de Fil. 2, 5-11: “Cristo
siendo de condición divina... se anuló a sí
mismo... pasó como uno de tantos... se rebajó
hasta la muerte de cruz... pero Dios lo exaltó por
encima de todos... al nombre de Jesús se doble
toda rodilla... Jesús es Señor para gloria de Dios
Padre”.
Los ángeles con sus manos cubiertas simbolizan e
ilustran las palabras de san Pablo “Vosotros que
habéis sido bautizados en Cristo, os habéis
vestido de Cristo” (Gal. 3,27).
JUAN
EL BAUTISTA
La
mano izquierda de Juan esta levantada hacia el
cielo y su mirada también, tratando de evitar la
tremenda tarea de bautizar el criado al Señor, de
iluminar la lámpara a la Luz, tal como lo canta el
Himno de la Gran Hora I y III, tomo VIII, pero
Jesús le responde: “Tu hazlo, es conveniente según
la voluntad del Padre” (Mt. 3, 15). Aquí
Jesucristo anticipa las últimas palabras que
resonarán en el huerto de Gethsemaní: “Padre,
hágase tu voluntad...”
Cuando Juan va vestido de pieles y envuelto en una
capa es figura del hombre viejo, de Adán que
Cristo ha venido a rescatar. El hombre revestido
de pecado, es despojado y regenerado: su lugar es
tomado por el hombre nuevo el Nuevo Adán, por el
Hombre-Dios, a menudo se le puede confundir por
ignorancia, pero él es el Hijo de Dios.
Cuando va vestido con túnica y manto de tela, como
en nuestro icono, es el amigo del Esposo, cuya
alegría es inmensa y goza oyendo la voz del Esposo
al que lo presenta como Amigo de los Hombres, que
viene a desposarse con su Iglesia y a través de
ella con la Humanidad entera.
Esta representación reproduce el encuentro
excepcional entre Dios y la humanidad.
Místicamente en Juan Bautista todos los hombres se
reconocen hijos en el Hijo y testigos. Juan
investido de un ministerio de testimonio es el
testigo de la sumisión del Cristo, toda la
humanidad en él es testigo de este acto del Amor
divino.
En Juan todos los hombres dicen sí al Encuentro, a
la Amistad divina, a la Filantropía del Padre,
Amigo de los hombres. Juan es el dedo de Dios que
señala a Cristo.
Juan es testigo de la última kenosis de Cristo o
humillación hasta la muerte y una muerte de cruz,
simbolizada en el Bautismo.
Juan es el primero en suscitar las vocaciones al
seguimiento de Cristo cuando lo presenta a sus
discípulos y estos siguen a Jesús
Juan, como los ángeles se inclinan sobre
Jesucristo en señal de adoración, al mismo tiempo
lo señala como el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo y que en esta representación del
sepulcro acuoso alcanza total significado porque a
través de su muerte en la cruz, resucitará y
salvará al mundo del pecado y la muerte.
ARBOLILLO
(AZUELA).
En la parte inferior
izquierda del Bautista, a menudo aparece un
arbolillo. En algunos casos sobre el tronco del
arbolillo esta puesta una azuela o pequeña hacha.
Tal variante altera el significado simbólico del
elemento.
En este icono falta el arbolillo por estar
deteriorada la pintura, pero sus significados son
los siguientes.
1. - Advertencia del Bautista. Cuando el arbolillo
tiene la azuela, recuerda la terrible advertencia
del Bautista: “ Ya está el hacha puesta en la raíz
de los árboles, y todo árbol que no de buen fruto
será cortado y arrojado al fuego” Mt. 3.10
2. - Brota la nueva vida: Cristo emblema de paz.
Cuando solo esta el arbolillo, su significado es
el brote de la nueva vida, vástago de Jesé. “Y
brotará un retoño del tronco de Jesé, y retoñará
de sus raíces un vástago. Sobre él reposará el
Espíritu del Señor. En aquel día, el renuevo de la
raíz de Jesé se alzará como estandarte para los
pueblos. En aquel día de nuevo la mano del Señor
redimirá al resto del pueblo”. Is. 1,1,1-2,10-11
Cristo en la sinagoga de Nazaret al leer este
texto de Isaías se lo aplica a sí mismo: Lc. 4,
17-21.
3. - Árbol de la vida: Cristo nuevo Adán y su
árbol es la cruz. Tal como narra el Génesis dios
plantó un jardín en Edén = región llana irrigada y
ahí colocó al hombre que había plasmado. El Señor
Dios hizo brotar del suelo, en medio del jardín,
el árbol de la vida y el árbol del conocimiento
del bien y del mal.
Alguna vez la copa del árbol, que se alza sobre un
único tronco, esta dividida en dos. Es una
referencia a la doble naturaleza de Cristo en una
misma persona: Dios y Hombre.
EL JORDAN Y EL
MAR
El
cuerpo de Cristo esta inmerso en el río, y en la
parte inferior derecha vemos a una figura humana
coronada montada sobre las espaldas de un
monstruo, hace referencia al río Jordán que al
verle se echó atrás (Sal. 113,3).
La himnografía de la fiesta es muy expresiva a
este respecto: “Por qué paras tus aguas, oh
Jordán? ¿Por qué vuelves atrás tu corriente y no
dejas que siga su curso natural?. No puedo
soportar el fuego que me devora. Me retraigo y
tiemblo ante esta extrema condescendencia, puesto
que no suelo lavar a quien es puro, no he
aprendido a limpiar a quien es libre de pecado,
sino a purificar los vasos sucios. El Cristo que
es bautizado en mi me enseña a quemar las espinas
del pecado” (Himno, Gran Hora VI, tono V).
En las aguas del río aparecen también animales
marinos, para recordar que Él camina sobre el
áspid y el basilisco y pisa leones y dragones
(Sal. 90), del mismo modo como pisotea bajo sus
pies la muerte y el infierno en el icono de la
Resurrección.
El Señor entrando en las aguas del Jordán
purifica las aguas. “ Hoy las aguas del Jordán se
han vuelto remedio y todas las criaturas son
regadas por olas místicas...” (Oración de S.
Sofronio). Todo el universo recibe su
santificación en una perspectiva cosmológica.
LA NATURALEZA
El
escenario está constituida por una naturaleza
árida, sin vegetación, apenas interrumpida por
algún matorral.
La naturaleza es tan pobre porque simboliza el
estado de pecado, mientras en el centro está el
manantial de agua que devuelve la vida.
El paisaje rocoso
representa cuatro cumbres, que parecen llenar la
parte alta del icono y recuerdan las del Descenso
a los Infiernos.
Son cuatro montañas distinguibles solo en la parte
alta, puesto que en el resto la conformación de la
base es unitaria. Sobre este único plano, en las
laderas de la montaña, se apoyan los personajes.
Las cuatro cimas representan a los cuatro
Evangelistas. Sobre su testimonio “reposan” los
misterios principales de la fe cristiana, que a su
vez constituyen la base y el fundamento de sus
escritos.
Tres de estas cumbres se yerguen hacia el cielo,
mientras la cuarta es curva y parece doblarse
hacia Cristo. La montaña con la cima curvada
simboliza el Evangelio de Juan “quien viendo que
en los Evangelios de los demás están narradas más
bien las cosas que se referían a la parte humana
de Cristo, por impulso divino, a petición de sus
discípulos, último de todos, escribió un evangelio
espiritual” (Clemente de Alejandría, Stromata
1,4), cuya principal preocupación es demostrar el
origen divino de Cristo.
Esta montaña curvada símbolo del evangelio de
Juan, está proyectada en su cúspide hacia Dios y
en su base sujeta a Juan el Bautista que con el
gesto de su mano reconduce la mirada a Cristo.
Juan era discípulo de Juan el Bautista y este
presenta a Cristo como el Cordero de Dios, al ir
para ser bautizado y a partir de ahí Juan
Evangelista se hace discípulo de Jesús.