IMAGEN TEOLÓGICA



Podemos decir que el icono original es Cristo, revelación y rostro de Dios, por el misterio de su encarnación. El Espíritu Santo es reconocido por la tradición oriental como el "iconógrafo interior", aquel que interiormente graba en nosotros la imagen de Cristo y nos lleva hasta la santidad en cuanto perfecta conformación a Cristo, también se le llama "iconoplastés", plasmador de la imagen.

La Virgen Maria por su unión con Cristo es también imagen, epifanía de Dios, y por eso se la representa en los iconos, especialmente junto a Cristo su Hijo y participando de los misterios. En maría, solía decir el Patriarca Atenágoras, convergen la sabiduría y la belleza humana y divina.

Los Santos son también iconos de Cristo, por esa semejanza interior que se realiza en la santidad. La iconografía representa a los santos con unos rasgos específicos que los distinguen los unos de los otros, según unos cánones precisos de los libros de iconografía.

El hombre es icono de Cristo, refleja su imagen, por eso la espiritualidad del icono tiene que llevar a profundizar en el respeto y el amor por el hombre.

En el oriente cristiano la vida cristiana, vida en Cristo, y la vida espiritual, vida según el Espíritu, es el camino que conduce la imagen de Dios que está en nosotros por la creación y el bautismo a la realización de la perfecta semejanza con Cristo. Pero el lugar de los iconos es la liturgia y el templo, de donde han nacido y a donde conducen. Las expresiones más altas de la teología y de la espiritualidad del icono están íntimamente relacionadas con la celebración misma de la liturgia donde la presencia de los iconos es la manifestación de la comunión de los santos, del cielo que está presente en la tierra.