Vanagloria

 

"Nada veo en mis entrañas de que poder gloriarme: por lo cual, sólo en Jesucristo me gloriaré. No me gloriaré de ser justo, sino de haber sido redimido. No me gloriaré de estar sin pecado, sino de que Dios me haya perdonado mis culpas. No me gloriaré de haber sido útil a otros o de que los otros lo hayan sido por mí, sino de que Jesucristo ha querido ser mi abogado para con su Padre, y de que derramó su sangre por mí. Mi pecado ha sido, por su bondad, como una mercadería con que he logrado la redención, porque ha sido el motivo de la venida de Jesucristo a redimirme. En este sentido mi propia culpa me ha traído mayor bien que la inocencia, porque la inocencia pudiera haberme sido ocasión de soberbia; pero el pecado me tiene humilde y sumiso a Dios. (S. Ambrosio, de Jacob., vit beat., lib. 1, c. 6, sent. 20, Tric. T. 4, p. 317.)"

 

"Apartad mis ojos de la vanidad. El que va por e¡ camino de Dios, no se divierte en mirar las cosas vanas, porque Jesucristo es el camino perfecto: de suerte, que todo aquel que verdaderamente está en el que crucificó su carne y quitó la vida a todas las vanidades de este mundo, ya no tiene ojos para mirarlas. Apartemos, pues. nuestra vista de todo lo que es vanidad, para que nuestro corazón no desee lo que descubran nuestros ojos. (S. Ambrosio, in Psalm. 118. sent. 57, Tric. T. 4, p. 324.)”

 

"Mi alma ha sido presa de mis ojos a la vista de todas las vírgenes de mi ciudad. Cuando la imagen de la hermosura llega a pasar desde los ojos al corazón, mucho trabajo cuesta borrarla con los esfuerzos de un porfiado combate. Por esto debemos evitar con grande cuidado que se detenga nuestro corazón en algún impuro pensamiento, e imponernos una ley de no mirar jamás lo que no se nos permite desear. (S. Jerón. in sent., 71, Tric. T. 5. p. 250.)”

 

"Nada hay tan diabólico como obrar por ostentación. (S. Juan Crisóst.. Homil. 24, ad Corinth.. sent. 387, Tric. T. 6, p. 374.)”

 

"Decimos de ordinario que somos miserables y pecadores; pero si alguno lo dice de nosotros, no lo podemos sufrir. Además de esto, si cuando decimos mucho mal de nosotros mismos, no nos alaban, nos tocan en lo vivo y nos dan mucha pesadumbre. ¿No véis que eso es jugar en lo que no es cosa de juego? Despreciamos las alabanzas deseando recibir otros manjares, y con esta destreza de granjearnos más, sucede que siempre obramos por vanidad, y falsa gloria, y no por la verdad; y de este modo, todas nuestras acciones son vanas y engañosas. (S. Juan Crisóst., Homil. 27, ad Hebr., sent. 389, Tric. ¡bid., p. 384.)"

 

"Llama San Pablo necedad hablar de sí, enseñándonos, que si obrásemos alguna cosa buena, no divulguemos lo que hemos hecho, a no ser que haya necesidad o nos precisen. (S. Juan Crisóst., Homil. 11, in Gen., Señt. 11, adic. Tric. ¡bid. p. 454.)"

 

"El vicio de la vanagloria es el único o a lo menos, el más terrible para los que son perfectos; porque como es el primero que venció el alma, es el último que ésta vence. (S. Agust., Psalm. 7, sent. 4, Tric. T. 7, p. 454.)"

 

"Ninguno debe imaginar, por asegurado que se halle en la justicia, que se podrá mantener en ella tan fijamente que no esté expuesto a algún golpe del pecado: porque aunque la justicia que llena el fondo de nuestro corazón ha arrojado de allí la culpa, siempre está el pecado a la puerta de nuestro corazón llamando continuamente para volver a entrar. (S. Greg. el Grande, lib. 8, c. 10, p. 251, sent. 33, Tric. T. 9., p. 240.)"

 

"El corazón vano imprime en el cuerpo la señal de su vanidad. (S. Bern., Apol. ad Guil., c. 9, sent. 138, Tric. T. 10, p. 330.)"

 

"Hablando San Bernardo de la vanagloria, dice: Es un mal sutil, un veneno secreto, una peste oculta, el artesano del fraude, la madre de la hipocresía, padre de la envidia, el manantial de los vicios, el hogar de los crímenes, el moho de las virtudes, el gusano roedor de la santidad, y la ceguedad de los corazones: cambia los mejores reme­dios en enfermedades y no deja producir a la medicina más que lan­guidez. (Serm. 6, in Psalm., Barbier, T. 4, p. 585.)"

 

"San Crisóstomo llama a la vanagloria madre del Infierno. (Ho­mil. 17, in Epist. ad Rom., Barbier ¡bid., ¡bid.)"

 

"San Basilio la llama el ladrón de las buenas obras. Huyamos, dice, de la vanagloria, insinuante expoliadora de las riquezas espiri­tuales, enemiga lisonjera de nuestras almas, gusano mortal de las virtudes, arrebatadora insidiosa de todos nuestros bienes. (In const. Monast., c. 1 1, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Señor, dice San Agustín, el que se atribuye la gloria de vuestro bien, y no a vos, es un ladrón; es semejante al demonio que quiso arrebataros vuestra gloria. (Soliloq., c. 15, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"¿Qué tenéis, dice el gran Apóstol, que no hayáis recibido? Y si lo habéis recibido, ¿por qué glorificaron de ello como si no lo hubiéreis recibido? (I. Cor., 4‑7, Barbier, ¡bid. ¡bid.)"

 

"Han sembrado el viento, dice el Profeta Oseas, y cosecharán tempestades (8‑7). Siembran el viento y cosechan tempestades los que hacen una buena obra por vanagloria. (Barbier, ¡bid., ¡bid.)?

 

"Los que siembran cosas vanas, dice San Jerónimo, no reciben más que cosas vanas y estériles. (In Osee, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Son vanos, han recibido su recompensa; vanos, su recompensa es vana, dice San Agustín: Receperunt mercedem suam, van¡ vanam. (In Psalm., Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Habéis sembrado mucho y recogido poco, dice el Profeta Ageo; habéis reunido dinero y lo habéis puesto en un saco agujereado (1‑6). Los que obran por vanagloria, echan sus obras en un saco roto. (Bar­bier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Tened cuidado, dice Jesucristo, de no hacer vuestras buenas obras delante de los hombres para que os vean; de otra suerte, no recibiréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. (S. Matth., 6‑1, Barbier, ¡bid., p. 586.)"

 

"No os creáis mejores que los demás, no sea que Dios, que sabe lo que hay en el hombre, os juzgue como siendo los peores de todos. (De imit., Christ., lib. 1, c. 7, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Haced brillar vuestra gloria, dice el Salmista, no por nosotros, Señor, sino por vuestro nombre, por vuestras misericordias y por vuestra verdad. (113‑9, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"

 

"Señor, dice San Francisco de Asís, guardad vuestro don en mí, porque soy su ladrón cuando os arrebato la gloria y me la atribuyo. (Ita S. Bonav., in ejus vita, Barbier, ¡bid.., ¡bid.)"

 

"Sólo a Dios debemos atribuir la gloria de todas las cosas, dicien­do con San Ignacio de Loyola: Todo para mayor gloria de Dios. (In ejus vita, Barbier, ¡bid., ¡bid.)"