IMPÍOS
"Dijo el
necio en su corazón, no hay Dios: ¿habrá alguno que pueda creer que no hay
Dios, si mira al mundo? Pero muchas veces sucede, que cuando la fuerza de la
verdad nos precisa a conocer a Dios, los encantos de los vicios y los placeres
del mundo, no inclina a no creerle: y así decimos por el consejo de un corazón
impío, lo que creemos contra la fe. (San Hilario, in Psalm. 52, sent. 10, Tric. T. 2, p.
259.)"
"Es preciso
ser tan loco como impío, para dejar de conocer que dependemos absolutamente de
Dios, y para querer, por el contrario, en cuanto se hace y espera confiar en las
propias fuerzas. Porque si en nosotros hay algún bien, sin duda viene de Dios.
Por lo cual, es preciso poner en El toda nuestra esperanza y confesar que del Señor
nos viene todo, a ejemplo del Profeta, que clama: Señor, vos sois mi protector
y mi redentor. (S. Hilario, in Psalm. 51, sent. 26, Tric. T. 2, p.
264.)"
"Es temor de impíos temblar en donde no hay que
temer, y no temblar cuando se debe; pues sucede muchas veces llegarnos a
persuadir, que debemos lisonjear a los reyes porque tienen algún poder sobre
nuestros cuerpos, y este no puede pasar del que tiene un asesino, una calentura,
un incendio, un naufragio o una ruina. Y para evitar un mal tan corto y
pasajero, sacrificamos algunas veces la libertad de la Iglesia, la conciencia,
la esperanza y la confesión del nombre de Dios. De este modo, por no temer como
debemos a Dios, que castiga tan rigurosamente los cuerpos y las almas en las
llamas de su juicio, por evitar un momento de penas, nos precipitamos en los
suplicios de sus eternas venganzas.
(S. Hilario, in Psalm. 52,
sent. 27, Tric. T. 2, p. 264.)"
"Más afligido es el impío con sus
propias sospechas, que muchos con los ajenos azotes...: es cosa grande estar
interiormente tranquilo, y conforme contigo mismo. (San Ambrosio, de Jacob.,
lib. 2, c.
6, sent.
17, adic., Tric. T. 4, p. 398.)"
"Los impíos
andan alrededor, porque naturalmente, apetecen dar satisfacción al apetito, y
neciamente despreciar el modo de conseguir ei fin. (S. Bern., de dilig. Dco, n. 9, sent. 162, Tric.
T. 10, p. 331.)"
"El impío
dice S. Buenaventura, es una caña. La caña crece en el barro, cede a los
vientos, nada produce y es inconstante: hace ruido, es ligera, vil, débil, se
rompe y solo sirve para el fuego. Tal es el impío. -In speculo- (Barhier, T. 2, p. 467.)"
"No hay paz
para el impío, dice el Señor en Isaías: Non es pax impiis, dicit Dominus.
Porque los impíos siguen las inspiraciones de sus
deseos que les ocasionan mil luchas interiores y exteriores. (Barhier, T. 2, p.
469.)"
"No hay paz para el
impío. Notad aquí que e! fruto de la virtud, es la paz. del alma y la alegría
en el Espíritu Santo, como dice S. Pablo a ¡os romanos; pero el fruto de la
impiedad, es la turbación, el trastorno del alma, y por consiguiente, los
placeres criminales están llenos de hiél y terminan con manchas, con dolores
del cuerpo y del alma, del tiempo y de la eternidad. (Barbicr, ¡ibid., ¡bid.)"
"Dios está lejos de
los impíos, dicen los Proverbios: Longe cst Dominus ab ¡mpiis. Está lejos de
ellos con sus favores y sus riquezas espirituales, porque los aborrece y detesta
al ver que ellos se alejan de su lado con su impiedad. Dios está cerca de los
justos que le escuchan cuando manda y le obedecen: por esto, satisfaciendo ellos
el deseo que tienen, satisfacen también el de los justos. Pero está muy lejos
de los impíos que no quieren oírle, obedecerle ni sujetarse a su voluntad que
desprecian. Y en castigo de sus impiedades. Dios
aparta de ellos el rostro, no fija en ellos más que las miradas terribles de su
ira y de su justicia y los desprecia severamente. No tendrán más herencia de
Dios que sus eternas venganzas. ¡Triste herencia es la de los demonios y de los
reprobos! ¡Triste herencia y desgraciados
herederos! (Barbier, T. 2, p. 470.)"
"El
blasfemo, por hábito o costumbre es impío. Es responsable de los pecados que
otros cometen por su escándalo. Son también impíos, los padres descuidados en
la instrucción de sus hijos; los profanadores de los días festivos, por sí, y
por la causa que son para otros; y para reasumirlo en breves palabras, todos los
empedernidos en los vicios y pasiones, que son la ruina del prójimo. (Barbier,
ibid., p. 471.)"