DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 39, 1-23

José en Egipto

Cuando llevaron a José a Egipto, Putifar, un egipcio ministro y mayordomo del Faraón, se lo compró a los ismaelitas que lo habían traído.

El Señor estaba con José y le dio suerte, de modo que lo dejaron en casa de su amo egipcio. Su amo, viendo que el Señor estaba con él y que hacía prosperar todo lo que él emprendía, le tomó afecto y lo puso a su servicio personal, poniéndolo al frente de su casa y encomendándole todas sus cosas. Desde que lo puso al frente de su casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo la casa del egipcio en atención a José, y vino la bendición del Señor sobre todo lo que poseía, en casa y en el campo. Putifar lo puso todo en mano de José, sin preocuparse de otra cosa que del pan que comía. José era guapo y de buen tipo.

Pasado cierto tiempo, la mujer del amo puso los ojos en José y le propuso:

—Acuéstate conmigo.

El rehusó, diciendo a la mujer del amo:

–Mira, mi amo no se ocupa de nada de casa, todo lo suyo lo ha puesto en mis manos; no ejerce en casa más autoridad que yo, y no se ha reservado nada sino a ti, que eres su mujer. ¿Cómo voy a cometer yo semejante crimen pecando contra Dios?

Ella insistió un día y otro para que se acostase con ella o estuviese con ella, pero él no le hacía caso. Un día de tantos, entró él en casa a despachar sus asuntos, y no estaba en casa ninguno de los empleados; ella lo agarró por el traje y le dijo:

—Acuéstate conmigo.

Pero él soltó el traje en sus manos y salió afuera corriendo. Ella, al ver que le había dejado el traje en la mano y había corrido afuera, llamó a los criados y les dijo:

–Mirad, nos han traído un hebreo para que se aproveche de nosotros; ha entrado en mi habitación para acostarse conmigo, pero yo he gritado fuerte; al oír que yo levantaba la voz y gritaba, soltó el traje junto a mí y salió afuera corriendo.

Y retuvo consigo el manto hasta que volviese a casa su marido, y le contó la misma historia:

—El esclavo hebreo que trajiste ha entrado en mi habitación para aprovecharse de mí; yo alcé la voz y grité y él dejó el traje junto a mí y salió corriendo.

Cuando el marido oyó la historia que le contaba su mujer, «tu esclavo me ha hecho esto», montó en cólera, tomó a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey; así fue a parar a la cárcel.

Pero el Señor estaba con José, le concedió favores e hizo que cayese en gracia al jefe de la cárcel. Este encomendó a José todos los presos de la cárcel, de modo que todo se hacía allí según su deseo. El jefe de la cárcel no vigilaba nada de lo que estaba a su cargo, pues el Señor estaba con José, y cuanto éste emprendía, el Señor lo hacía prosperar.


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Roma, Carta a los Corintios (62-63: Funk 1, 141-143)

Mantened la concordia en la caridad y en la paz

Os hemos escrito, hermanos, con suficiente amplitud sobre lo que atañe a nuestra religión y que es utilísimo para todo el que quiera llevar una vida virtuosa en santidad y justicia. Nos hemos referido a todos los temas: la fe, la penitencia, la caridad sincera, la continencia, la castidad, la paciencia; os hemos recordado la necesidad de agradar al Dios omnipotente viviendo piadosamente en la justicia, en la verdad, en la generosidad, manteniendo la concordia con el perdón de las ofensas, la caridad, la paz, y una asidua equidad, como le agradaron nuestros padres –de que hicimos mención–, con espíritu de humildad hacia Dios, Padre y Creador, y hacia todos los hombres.

Y lo hemos hecho con tanta mayor satisfacción cuanto que sabíamos muy bien que escribíamos a hombres fieles y ejemplares, que han profundizado en la ciencia divina.

Es, pues, justo que quienes nos hemos acercado a tales y tan maravillosos ejemplos, sometamos al yugo la cerviz y, dando paso franco a la obediencia, acatemos a los que son guías de nuestras almas, a fin de que, apaciguada la vana sedición, podamos llegar sin ninguna cortapisa a la meta que nos propone la verdad.

Nos daréis un gozo y alegría grandes si, dóciles a cuanto os hemos escrito movidos por el Espiritu Santo, cortáis de raíz todo resentimiento y toda envidia, poniendo en práctica la exhortación a la paz y a la concordia que os hemos hecho en esta carta.

Os hemos enviado, además, hombres fieles y prudentes, que han vivido inculpablemente entre nosotros desde la juventud a la vejez. Ellos serán testigos entre nosotros y vosotros. Lo hemos hecho para que sepáis que toda nuestra preocupación ha tenido y tiene este objetivo: que recuperéis pronto la paz.


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 41, 1-17a.25-45

Los sueños del Faraón

Pasaron dos años y el Faraón tuvo un sueño: Estaba en pie junto al Nilo cuando vio salir del Nilo siete vacas hermosas y bien cebadas que se pusieron a pastar en el carrizal. Detrás de ellas salieron del Nilo otras siete vacas flacas y mal alimentadas, y se pusieron junto a las otras a la orilla del Nilo, y las vacas flacas y mal alimentadas se comieron las siete vacas hermosas y bien cebadas. El Faraón despertó.

Tuvo un segundo sueño: siete espigas brotaban de un tallo, hermosas y granadas, y siete espigas secas y con tizón brotaban detrás de ellas. Las siete espigas secas devora a las siete espigas granadas y llenas. El Faraón despertó; había sido un sueño.

A la mañana siguiente, agitado, mandó llamar a todos los magos de Egipto y a sus sabios, y les contó el sueño, pero ninguno sabía interpretárselo al Faraón. Entonces el Copero Mayor dijo al Faraón:

—Tengo que confesar hoy mi pecado. Cuando el Faraón se irritó contra sus siervos y nos metió en la cárcel en casa del mayordomo a mí y al Panadero Mayor, él y yo tuvimos un sueño la misma noche; cada sueño con su propio sentido. Había allí con nosotros un joven hebreo, siervo del mayordomo; le contamos el sueño y él lo interpretó, a cada uno su interpretación. Y tal como él lo interpretó así sucedió: a mí me restablecieron en mi cargo, a él lo colgaron.

El Faraón mandó llamar a José. Lo sacaron aprisa del calabozo; se afeitó, se cambió de traje y se presentó al Faraón. El Faraón dijo a José:

—He soñado un sueño y nadie sabe interpretarlo. He oído decir de ti que oyes un sueño y lo interpretas. Respondió José al Faraón:

—Sin mérito mío, Dios dará al Faraón respuesta propicia.

Entonces el Faraón contó a José sus sueños.

José dijo al Faraón:

—Se trata de un único sueño: Dios anuncia al Faraón lo que va a hacer. Las siete vacas gordas son siete años y las siete espigas hermosas son siete años: el mismo sueño. Las siete vacas flacas y desnutridas que salían detrás de las primeras son siete años y las siete espigas vacías y con tizón son siete años de hambre. Es lo que he dicho al Faraón. Dios ha mostrado al Faraón lo que va a hacer. Van a venir siete años de gran abundancia en todo el país de Egipto; detrás vendrán siete años de hambre que harán olvidar la abundancia en Egipto, pues el hambre acabará con el país. No habrá rastro de abundancia en el país a causa del hambre que seguirá, pues será terrible. El haber soñado el Faraón dos veces indica que Dios confirma su palabra y que se apresura a cumplirla. Por tanto, que el Faraón busque a un hombre sabio y prudente y lo ponga al frente de Egipto; establezca inspectores que dividan el país en regiones y administren durante los siete años de abundancia. Que reúnan toda clase de alimentos durante los siete años buenos que van a venir, metan grano en los graneros por orden del Faraón y los guarden en las ciudades. Los alimentos servirán de provisiones para los siete años de hambre que vendrán después en Egipto, y así no perecerá de hambre el país.

El Faraón y sus ministros aprobaron la propuesta, y el Faraón dijo a sus ministros:

—¿Podemos encontrar un hombre como éste, dotado de un espíritu sobrehumano?

Y el Faraón dijo a José:

—Ya que el Señor te ha enseñado todo eso, nadie será tan sabio y prudente como tú. Tú estarás al frente de mi casa y todo el pueblo obedecerá tus órdenes; sólo en el trono te precederé.

Y añadió:

—Mira, te pongo al frente de todo el país.

Y el Faraón se quitó el anillo de sello de la mano y se lo puso a José; le vistió traje de lino y le puso un collar de oro al cuello. Le hizo sentarse en la carroza de sus lugartenientes y que gritasen delante de él: «De rodillas». Así lo puso al frente de Egipto.

El Faraón dijo a José:

—Yo soy el Faraón; sin contar contigo nadie moverá mano o pie en todo Egipto.

Y llamó a José Zafnat-Panej, y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. José salió a recorrer Egipto.


SEGUNDA LECTURA

San Clemente de Roma, Carta a los Corintios (64-65: Funk 1, 143-145)

La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros y
con todos los llamados

Por lo demás, que el Dios que todo lo ve, el Señor de los espíritus y Dueño de toda carne, que eligió a nuestro Señor Jesucristo y a nosotros por él, para pueblo peculiar suyo, conceda a toda alma que invocare su glorioso y santo nombre, fe, temor, paz, paciencia, ecuanimidad, castidad y pureza, para que con rectitud pueda agradar a su nombre, por mediación del sumo sacerdote y protector nuestro Jesucristo, por el cual le sea dada a él la gloria y la majestad, el poder y el honor, ahora y por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Remitidnos en breve, con paz y alegría, a nuestros enviados: Claudio Efebo, Valerio Bitón y Fortunato, para que cuanto antes nos traigan la noticia de que la paz y la concordia, tan anhelada y deseada por nosotros, se han finalmente restablecido entre vosotros; de modo que también nosotros podamos alegrarnos lo antes posible del restablecimiento del orden entre vosotros.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros y con todos los que, en cualquier lugar, han sido llamados por Dios a través de Jesucristo, por quien sea dada a Dios la gloria, el honor, el poder, la majestad y el reino eterno, por los siglos de los siglos. ¡Amén!



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 41, 5612, 26 ,;Is

Los hermanos de José van a Egipto

Cuando el hambre cubrió toda la tierra, José abrió los graneros y repartió raciones a los egipcios, mientras arreciaba el hambre en Egipto. Y de todos los países venían a Egipto a comprarle a José, porque el hambre arreciaba en toda la tierra.

Enterado Jacob de que había grano en Egipto, dijo a sus hijos:

¿A qué esperáis? He oído decir que hay grano en Egipto; bajad allá y compradnos grano, a ver si conservamos la vida y no morimos.

Bajaron, pues, diez hermanos de José a comprar grano en Egipto. Jacob no dejó marchar a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos, temiendo que le sucediera una desgracia. Los hijos de Israel fueron entre otros a comprar grano, pues había hambre en Canaán.

José mandaba en el país y distribuía las raciones a todo el mundo. Vinieron, pues, los hermanos de José y se postraron ante él, rostro en tierra. Al ver a sus hermanos, José los reconoció, pero él no se dio a conocer, sino que les habló duramente:

–¿De dónde venís?

Contestaron:

De la tierra de Canaán a comprar provisiones.

José reconoció a sus hermanos, pero no se les dio a conocer. Se acordó José de los sueños que había soñado, y les dijo:

—¡Sois espías! Habéis venido a observar las zonas desguarnecidas del país.

Contestaron:

No es así, señor; tus siervos han venido a comprar provisiones. Somos todos hijos de un mismo padre y gente honrada; tus siervos no son espías.

El insistió:

–No es cierto, habéis venido a observar las zonas desguarnecidas del país.

Respondieron:

Éramos doce hermanos, hijos de un mismo padre, en tierra de Canaán; el menor se ha quedado con su padre y el otro ha desaparecido.

José les dijo:

–Lo que yo decía, sois espías; pero os pondré a prueba: no saldréis de aquí, por vida del Faraón, si primero no me traéis a vuestro hermano menor. Despachad a uno de vosotros por su hermano, mientras los demás quedáis presos, y probaréis que vuestras palabras son verdaderas; de lo contrario, por vida del Faraón, que sois espías.

Y los hizo detener durante tres días. Al tercer día les dijo:

—Yo temo a Dios; por eso haréis lo siguiente y salvaréis la vida: si sois gente honrada, uno de vosotros quedará aquí encarcelado y los demás irán a llevar víveres a vuestras familias hambrientas; después me traeréis a vuestro hermano menor; así probaréis que habéis dicho la verdad y no moriréis.

Ellos aceptaron, y se decían:

—Estamos pagando el delito contra nuestro hermano, cuando le veíamos suplicarnos angustiado y no le hicimos caso; por eso nos sucede esta desgracia.

Intervino Rubén:

—¿No os decía yo: «No pequéis contra el muchacho», y no me hicisteis caso? Ahora nos piden cuentas de su sangre.

Ellos no sabían que José les entendía, pues había usado intérprete. Él se retiró y lloró; después volvió a ellos y escogió a Simeón y le hizo encadenar en su presencia. José mandó que les llenasen los sacos de grano, que metieran el dinero pagado en cada saco y que les dieran provisiones para el camino.

Así se hizo. Cargaron el grano en los asnos y se marcharon.


SEGUNDA LECTURA

San Atanasio de Alejandría, Sermón sobre la encarnación del Verbo (10: PG 25, 111-114)

Renueva los tiempos pasados

El Verbo de Dios, Hijo del mejor Padre, no abandonó la naturaleza humana corrompida. Con la oblación de su propio cuerpo destruyó la muerte, castigo en que había incurrido el género humano. Trató de corregir su descuido, adoctrinándolo, y restauró todas las cosas humanas con su eficacia y poder.

Estas afirmaciones de los teólogos hallan apoyo en el testimonio de los discípulos del Salvador, como se lee en sus escritos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos, nuestro Señor Jesucristo. Y en otro pasaje: Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Más adelante, la Escritura prueba que el único que debía hacerse hombre era el Verbo de Dios, cuando dice: Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. Con estas palabras, da a entender que el único que debía librar al hombre de su corrupción era el Verbo de Dios, el mismo que lo había creado desde el principio.

Prueba además que el Verbo mismo tomó un cuerpo precisamente con el fin de ofrendarse por los que tenían cuerpos semejantes. Y así lo dice: Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Ya que, al inmolar su propio cuerpo, acabó con la ley que pesaba contra nosotros y renovó el principio de vida con la esperanza de la resurrección.

Como la muerte había cobrado fuerzas contra los hombres, de los mismos hombres, por eso, se logró la victoria sobre la muerte y la resurrección para la vida por el mismo Verbo de Dios, hecho hombre para los hombres, y así pudo decir muy bien aquel hombre lleno de Cristo: Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Y lo demás que pone a continuación. Así que no morimos ya para ser condenados, sino para ser resucitados de entre los muertos. Esperamos la común resurrección de todos. A su tiempo nos la dará Dios, que la hace y la comunica.



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 43,1-11a.13-17.26-34

Nuevo viaje de los hermanos de José a Egipto

El hambre apretaba en el país; cuando se terminaron los víveres que habían traído de Egipto, su padre les dijo:

–Volved a comprar provisiones.

Judá le contestó:

–Aquel hombre nos ha jurado: «No os presentéis ante mí si no me traéis a vuestro hermano». Si permites a nuestro hermano venir con nosotros, bajaremos a comprarte provisiones; si no lo dejas, no bajaremos, pues aquel hombre nos dijo: «No os presentéis ante mí si no me traéis a vuestro hermano».

Israel les dijo:

–¿Por qué me habéis dado este disgusto: decirle que teníais otro hermano?

Contestaron:

–Aquel hombre nos preguntaba por nosotros y por nuestra familia: «¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis hermanos?». Y nosotros respondimos a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a suponer que nos iba a decir que lleváramos a nuestro hermano?

Judá dijo a su padre Israel:

–Deja que el muchacho venga conmigo, porque yendo podremos salvar la vida; de lo contrario, moriremos tú y nosotros y los niños. Yo salgo fiador de él; a mí me pedirás cuentas de él: si no te lo traigo y lo pongo delante de ti,rompes conmigo para siempre. Si no hubiéramos dado largas, ya estaríamos de vuelta la segunda vez.

Israel, su padre, les respondió:

—Si no hay más remedio, hacedlo; tomad productos del país en vuestras vasijas y llevádselos como regalo a aquel hombre. Tomad a vuestro hermano y volved a visitar a aquel hombre. Dios Todopoderoso lo haga compadecerse de vosotros y os suelte a vuestro hermano y deje a Benjamín. Si tengo que quedarme solo, me quedaré.

Ellos tomaron consigo los regalos, doble cantidad de dinero y a Benjamín; se encaminaron a Egipto y se presentaron a José. Cuando José vio a Benjamín, dijo a su mayordomo:

Hazlos entrar en casa; que maten y guisen, pues al mediodía comerán conmigo.

El mayordomo hizo lo que mandó José, y los hizo entrar en casa de José. Cuando José entró en casa, ellos le presentaron los regalos que habían traído y se postraron en tierra.

El les preguntó:

¿Qué tal estáis? ¿Qué tal está vuestro viejo padre, del que me hablasteis? ¿Vive todavía?

Contestaron:

—Tu siervo, nuestro padre, está bien, vive todavía. Y se inclinaron y se postraron.

Alzando la vista, vio José a Benjamín, su hermano, hijo de su madre, y preguntó:

¿Es éste el hermano menor, de quien me hablasteis? Y añadió:

Dios te dé su favor, hijo mío.

En seguida, conmovido por su hermano, le vinieron ganas de llorar y, entrando en la alcoba, lloró allí. Después se lavó la cara, y salió dominándose y mandó:

Servid la comida.

Le sirvieron a él por un lado, a ellos por otro y a los egipcios convidados por otro, pues los egipcios no pueden comer con los hebreos, ya que sería sacrilegio. Se sentaron frente a él, empezando por el primogénito y terminando por el menor, y se miraban asombrados. José les hacía pasar las porciones de su mesa, y la porción de Benjamín era cinco veces mayor. Así bebieron abundantemente con él.


SEGUNDA LECTURA

San Cesáreo de Arlés, Sermón 90 (4.6: CCL 103, 372.373. 374)

El pueblo cristiano, apoyándose en la humildad,
se eleva a la cumbre de la virtud

El bienaventurado patriarca José, movido de la dulzura de una sincera caridad, trató de rechazar con la gracia de Dios, de su corazón el veneno de la envidia, del que le constaba estar inficionado el corazón de sus hermanos.

Así pues, al pueblo cristiano no le es lícito estar celoso, no le está permitido envidiar: apoyándose en la humildad, se eleva a la cumbre de la virtud. Escucha al bienaventurado apóstol Juan en su carta: El que odia a su hermano es un homicida; y de nuevo: Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. El que aborrece –dice– a su hermano, camina en las tinieblas y no sabe adónde va; pues sin darse cuenta baja al infierno y, como ciego que es, se precipita en la pena, apartándose de la luz de Cristo, que nos amonesta y nos dice: Yo soy la luz del mundo, y El que cree en mí no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

¿Cómo, en efecto, va a poseer la paz del Señor o la caridad el que, dominado por los celos, es incapaz de permanecer en paz y seguridad? En cuanto a nosotros, hermanos, huyamos, con la gracia de Dios, de la ponzoña de los celos y de la envidia, y llevemos la dulzura de la caridad a nuestras relaciones no sólo con los buenos, sino también con los malos; así no nos reprobará Cristo por el pecado de envidia, antes nos felicitará y nos invitará al premio diciéndonos: Venid, benditos, heredad el reino.

Tengamos en las manos la sagrada Escritura y en la mente el pensamiento del Señor; que jamás cese la continua oración y persevere siempre la operación salvadora, de manera que cuantas veces el enemigo se acercare para tentarnos nos encuentre siempre ocupados en las buenas obras. Examine, pues, cada cual su propia conciencia, y si se descubre afectado por el veneno de la envidia ante la prosperidad de su hermano, arranque de su pecho las espinas y cardos, para que en él la semilla del Señor, cual en fértil campo, produzca un fruto multiplicado y la divina y espiritual cosecha se traduzca en ubérrima mies.

Piense cada cual en las delicias del paraíso y anhele el reino celestial, en el que Cristo solamente admite a los que tienen un solo corazón y una sola alma. Pensemos, hermanos, que «hijos de Dios» sólo pueden ser llamados los que trabajan por la paz, según lo que está escrito: En esto conocerán que sois discípulos míos: en que os amáis unos a otros. Que el piadoso Señor os conduzca bajo su protección y por el camino de las buenas obras a este amor. A él el honor y la gloria juntamente con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 44, 1-20.30-34

José y Benjamín

José encargó al mayordomo:

—Llénales los sacos de víveres, todo lo que quepa, y pon el dinero en la boca de cada saco, y mi copa de plata la metes en el saco del menor, junto con su dinero.

El hizo lo que le mandaban.

Al amanecer, los hombres se despidieron y salieron con los asnos. Apenas salidos, no se habían alejado de la ciudad, cuando José dijo al mayordomo:

Sal en persecución de esos hombres y, cuando los alcances, diles: «¿Por qué me habéis pagado mal por bien? ¿Por qué habéis robado la copa de plata en que bebe mi señor y con la que suele adivinar? Os habéis portado mal».

Cuando él les dio alcance, les repitió las palabras.

Ellos replicaron:

¿Por qué habla así nuestro señor? ¡Lejos de tus siervos obrar de tal manera! Mira, el dinero que habíamos encontrado en los sacos te lo trajimos desde la tierra de Canaán; ¿por qué íbamos a robar en casa de tu amo oro o plata? Si se la encuentras a uno de tus siervos, que muera, y nosotros seremos esclavos de nuestro señor.

Respondió él:

De acuerdo. Aquel a quien se la encuentre será mi esclavo, y los demás quedáis libres.

Cada uno bajó aprisa su saco, lo puso en tierra y lo abrió. El comenzó a examinarlos, empezando por el del mayor y terminando por el del menor, y encontró la copa en el saco de Benjamín. Ellos se rasgaron los vestidos, cargaron de nuevo los asnos y volvieron a la ciudad.

Judá y sus hermanos entraron en casa de José (él estaba allí todavía) y se echaron por tierra ante él.

José les dijo:

¿Qué manera es ésa de portarse? ¿No sabíais que uno como yo es capaz de adivinar?

Judá le contestó:

¿Qué podemos responder a nuestro señor? ¿Cómo probar nuestra inocencia? Dios ha descubierto la culpa de tus siervos. Esclavos somos de nuestro señor, lo mismo que aquel en cuyo poder se encontró la copa.

Respondió José:

Lejos de mí obrar de tal manera. Aquel en cuyo poder se encontró la copa será mi esclavo, los demás volveréis en paz a casa de vuestro padre.

Entonces Judá se acercó y dijo:

Permite a tu siervo hablar en presencia de su señor; no se enfade mi señor conmigo, pues eres como el Faraón. Mi señor interrogó a sus siervos: «¿Tenéis padre o algún hermano?», y respondimos a mi señor: «Tenemos un padre anciano y un hijo pequeño que le ha nacido en la vejez; un hermano suyo murió, y sólo le queda éste de aquella mujer; su padre lo adora». Ahora, pues, si vuelvo a tu siervo, mi padre, sin llevar conmigo al muchacho, a quien quiere con toda el alma, cuando vea que falta el muchacho, morirá, y tu siervo habrá dado con las canas de tu siervo, mi padre, en el sepulcro, de pena. Además, tu siervo ha salido fiador por el muchacho ante mi padre, jurando: «Si no te lo traigo, rompes conmigo para siempre». Ahora, pues, deja que tu siervo se quede como esclavo de mi señor en lugar del muchacho, y que él vuelva con sus hermanos. ¿Cómo puedo yo volver a mi padre sin llevar conmigo al muchacho y contemplar la desgracia que se abatirá sobre mi padre?


SEGUNDA LECTURA

San Macario el Grande, Homilía 28 (atribuida) (PG 34, 710-711)

¡Ay del alma en la que no habita Cristo!

Así como en otro tiempo Dios, irritado contra los judíos, entregó a Jerusalén a la afrenta de sus enemigos, y sus adversarios los sometieron, de modo que ya no quedaron en ella ni fiestas ni sacrificios, así también ahora, airado contra el alma que quebranta sus mandatos, la entrega en poder de los mismos enemigos que la han seducido hasta afearla.

Y del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.

¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque, embestida por las olas y tempestades del mar, acaba por naufragar. ¡Ay del alma que no lleva en sí al verdadero piloto, Cristo!, porque, puesta en un despiadado mar de tinieblas, sacudida por las olas de sus pasiones y embestida por los espíritus malignos como por una tempestad invernal, terminará en el naufragio.

¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto, acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.

Del mismo modo que el colono, cuando se dispone a cultivar la tierra, necesita los instrumentos y vestiduras apropiadas, así también Cristo, el rey celestial y verdadero agricultor, al venir a la humanidad desolada por el pecado, habiéndose revestido de un cuerpo humano y llevando como instrumento la cruz, cultivó el alma abandonada, arrancó de ella los espinos y abrojos de los malos espíritus, quitó la cizaña del pecado y arrojó al fuego toda la hierba mala; y, habiéndola así trabajado incansablemente con el madero de la cruz, plantó en ella el huerto hermosísimo del Espíritu, huerto que produce para Dios, su Señor, un fruto suavísimo y gratísimo.



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 45,1-15.21—46, 7

Reconciliación de José con sus hermanos

José no pudo contenerse en presencia de su corte y ordenó:

–Salid todos de mi presencia.

Y no había nadie cuando se dio a conocer a sus hermanos. Rompió a llorar fuerte, de modo que los egipcios lo oyeron y la noticia llegó a casa del Faraón.

José dijo a sus hermanos:

Yo soy José. ¿Vive todavía mi padre?

Sus hermanos, perplejos, se quedaron sin respuesta. José dijo a sus hermanos:

Acercaos a mí.

Se acercaron, y les repitió:

Yo soy José, vuestro hermano, el que vendisteis a los egipcios. Pero ahora no os preocupéis ni os pese el haberme vendido aquí; para salvación me envió Dios delante de vosotros. Llevamos dos años de hambre en el país y nos quedan cinco años sin siembra ni siega. Dios me envió por delante para que podáis sobrevivir en este país, salvando vuestras vidas de modo admirable. Por eso no fuisteis vosotros quienes me enviasteis acá, sino Dios; me hizo ministro del Faraón, señor de su casa y gobernador de todo Egipto. Aprisa, subid a casa de mi padre y decidle: «Dice tu hijo José: Dios me ha hecho señor de Egipto, baja aquí a estar conmigo sin tardar; habitarás en la tierra de Gosén, estarás cerca de mí, tú con tus hijos y nietos, con tus ovejas, vacas y todas tus posesiones. Yo te mantendré allí, porque quedan cinco años de hambre, para que no te falte nada ni a ti, ni a tu familia, ni a los tuyos». Vosotros estáis viendo y también Benjamín está viendo que os hablo yo en persona. Contadle a mi padre todo mi poder en Egipto y todo lo que habéis visto, y traed pronto acá a mi padre.

Y echándose al cuello de Benjamín, rompió a llorar, y lo mismo hizo Benjamín; después besó, llorando, a todos sus hermanos. Sólo entonces le hablaron sus hermanos.

Así lo hicieron los hijos de Israel. José les dio carros, según las órdenes del Faraón, y provisiones para el viaje. Además, dio a cada uno una muda de ropa y a Benjamín trescientas monedas y cinco mudas. A su padre le envió diez asnos cargados de productos de Egipto, diez borricas cargadas de grano y vituallas para el viaje. Cuando los hermanos se despidieron para marcharse, él les dijo:

No riñáis por el camino.

Salieron, pues, de Egipto; llegaron a tierra de Canaán, a casa de su padre, Jacob, y le dieron la noticia:

—José está vivo y es gobernador de Egipto.

El se quedó frío, sin poder creerlo. Le contaron todo lo que les había dicho José, y cuando vio los carros que José había enviado para transportarlo, recobró el aliento Jacob, su padre.

Y dijo Israel:

¡Basta! Está vivo mi hijo José; iré a verlo antes de morir.

Israel, con todo lo suyo, se puso en camino; llegó a Berseba y allí ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. Dios le dijo a Israel en una visión de noche:

—Jacob, Jacob.

Respondió:

Aquí estoy.

Dios le dijo:

—Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a Egipto, porque allí te convertiré en un pueblo numeroso. Yo bajaré contigo a Egipto y yo te haré subir; y José cerrará tus ojos.

Al salir Jacob de Berseba, los hijos de Israel hicieron montar a su padre con los niños y las mujeres en las carretas que el Faraón había enviado para transportarlos. Tomaron el ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán y emigraron a Egipto Jacob con todos sus descendientes: hijos y nietos, hijas y nietas y todos los descendientes los llevó consigo a Egipto.


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 16 sobre el libro del Génesis (4: PG 12, 249-250)

Hambre de oír la palabra del Señor

Mirad que llegan días —oráculo del Señor— en que enviaré hambre al país; no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra del Señor. ¿Ves qué clase de hambre es la que atenaza a los pecadores? ¿Ves cuál es el hambre que se abatirá sobre el país? El hombre terreno aspira a cosas terrenas y no es capaz de percibir lo que es propio del Espíritu de Dios, padece hambre de la palabra de Dios, no escucha los preceptos de la ley, desconoce la corrección de los profetas, ignora los consuelos apostólicos, no reacciona a la medicación del evangelio.

En cambio, para los justos y para los que meditan su ley día y noche, la sabiduría ha puesto su mesa, ha matado sus reses, ha mezclado su vino en la copa y lo anuncia a grandes voces, no para que acudan todos, no para que vengan a su banquete los opulentos, los ricos o los sabios de este mundo, sino para que vengan —si los hay— los inexpertos, es decir, si hay alguno que sea humilde de corazón, que en otro lugar se los denomina «pobres en el espíritu» pero ricos en la fe: éstos sí, éstos que acudan al banquete de la sabiduría y, saciados de sus manjares, conjuren el hambre que se abate sobre el país. Y tú, cuidado, no te vayan a tomar por un egipcio y te mueras de hambre; no sea que enfrascado en los negocios de este mundo, te alejes de los manjares de la sabiduría que a diario se ofrecen en las iglesias de Dios.

Porque si te haces el sordo a lo que se lee o comenta en la iglesia, es inevitable que padezcas hambre de la palabra de Dios. En cambio, si desciendes de la estirpe de Abrahán y conservas la nobleza de la raza de Israel, continuamente te alimenta la ley, te nutren los profetas y hasta los apóstoles te ofrecen opulentos banquetes. Los mismos evangelios te invitarán a sentarte con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino del Padre, para que allí comas del árbol de la vida y bebas el vino de la vid verdadera, el vino nuevo, en compañía de Cristo en el reino de su Padre. Pues de estos manjares no pueden ayunar ni padecer hambre los amigos del novio, mientras el novio está con ellos.



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro del Génesis 49, 1-28.33

Jacob bendice a sus hijos

Jacob llamó a sus hijos y les dijo:

–Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro. Agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:

Tú, Rubén, mi primogénito, mi fuerza y primicia de mi virilidad, primero en rango, primero en poder; precipitado como agua, no serás de provecho, porque subiste a la cama de tu padre profanando mi lecho con tu acción.

Simeón y Leví, hermanos, mercaderes en armas criminales. No quiero asistir a sus consejos, no he de participar en su asamblea, pues mataron hombres ferozmente y a capricho destrozaron bueyes. Maldita su furia, tan cruel, y su cólera inexorable. Los repartiré entre Jacob y los dispersaré por Israel.

A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos, se postrarán ante ti los hijos de tu madre. Judá es un león agazapado, has vuelto de hacer presa, hijo mío; se agacha y se tumba como león, o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? No se apartará de Judá el cetro, ni el bastón de mando de entre sus rodillas, hasta que venga aquel a quien está reservado, y le rindan homenaje los pueblos. Ata su burro a una viña, las crías a un majuelo; lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. Sus ojos son más oscuros que el vino y sus dientes más blancos que la leche.

Zabulón habitará junto a la costa, será un puerto para los barcos, su frontera llegará hasta Sidón.

Isacar es un asno robusto que se tumba entre las alforjas; viendo que es bueno el establo y que es hermosa la tierra, inclina el lomo a la carga y acepta trabajos de esclavo.

Dan gobernará a su pueblo como las otras tribus de Israel. Dan es culebra junto al camino, áspid junto a la senda: muerde al caballo en la pezuña, y el jinete es despedido hacia atrás. Espero tu salvación, Señor.

Gad: le atacarán bandidos y él los atacará por la espalda.

El grano de Aser es sustancioso, ofrece manjar de reyes.

Neftalí es cierva suelta que tiene crías hermosas.

José es potro salvaje, un potro junto a la fuente, asnos salvajes junto al muro. Los arqueros los irritan, los desafían y los atacan. Pero el arco se les queda rígido y les tiemblan las manos y brazos ante el Campeón de Jacob, el Pastor y Piedra de Israel. El Dios de tu padre te auxilia, el Todopoderoso te bendice: bendiciones que bajan del cielo, bendiciones del océano, acostado en lo hondo, bendiciones de pechos y ubres, bendiciones de espigas abundantes, bendiciones de collados antiguos, ambición de colinas perdurables, bajen sobre la cabeza de José, coronen al elegido entre sus hermanos.

Benjamín es un lobo rapaz: por la mañana devora la presa, por la tarde reparte los despojos.

Estas son las doce tribus de Israel, y esto lo que su padre les dijo al bendecirlos, dando una bendición especial a cada uno.

Cuando Jacob terminó de dar instrucciones a sus hijos, recogió los pies en la cama, expiró y se reunió con los suyos.


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 17 sobre el libro del Génesis (8.9: PG 12,260-261)

Cristo lava a su Iglesia con el baño del segundo nacimiento

Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. Según la interpretación histórica, estas palabras parecen significar la abundancia de vino mediante la imagen de un campo fértil en vides. Pero nuestra interpretación mística nos introduce en una significación más noble. Pues la túnica de Cristo que se lava en vino simboliza ciertamente a la Iglesia, que él mismo se purificó en su propia sangre, una Iglesia sin mancha ni arruga. Pues –como dice el Apóstol– os rescataron no con oro ni plata, sino con la sangre preciosa del Unigénito de Dios. Por tanto, en el vino de esta sangre, es decir, en el baño del segundo nacimiento, Cristo lava a su Iglesia.

En efecto, por el bautismo fuimos sepultados en la muerte, en su sangre, esto es, somos bautizados en su muerte. Veamos ahora cómo lavó su túnica en sangre de uvas. La túnica es una prenda más cercana del cuerpo, más íntima que el manto. Así pues, los que en un primer momento fueron lavados en el baño, convirtiéndose así en su manto, en un segundo momento llegaron al sacramento de la sangre de uvas, es decir, se hicieron partícipes de un misterio más interior y más secreto, pasando a ser su túnica.

Efectivamente, se lava el alma en sangre de uvas cuando empieza a comprender la razón de este misterio. Pues una vez conocida y comprendida la virtud de la sangre del Verbo de Dios, cuanto más capaz se va haciendo el alma, tanto más pura es lavándose cada día para progresar en la ciencia; y, uniéndose a Dios, no sólo se convertirá en su túnica, sino que será un espíritu con él.

Sus ojos chispean de gracia a causa del vino. Apoyados en la autoridad apostólica, hemos dejado sentado más arriba que miembros de Cristo son todos los fieles que viven dignamente, y que los diversos miembros se especifican en función del servicio que cada uno de ellos ejerce para el bien de todo el cuerpo de la Iglesia. Así, serán pies de Cristo los que corren a hacer la paz, los que se apresuran a socorrer a los que padecen alguna necesidad. Serán manos de Cristo las que se tienden para practicar la misericordia, las que son portadoras de auxilio a los necesitados, las que prestan apoyo a los inválidos. Asimismo serán ojos de Cristo los que aportan a todo el cuerpo la luz de la ciencia. Como está escrito en el evangelio: La lámpara del cuerpo es el ojo. Por eso tales ojos son portadores de gracia, ya que la palabra de sabiduría tiene una pizca de sal, para ser agradable al auditorio. Pero el ojo no es calificado de portador de gracia únicamente porque proporciona expresión adecuada a la ciencia, sino porque, además, causa la gracia por sí mismo.