DOMINGO II DE ADVIENTO


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 14, 1-21

Liberación del pueblo

El Señor se apiadará de Jacob, volverá a escoger a Israel y a establecerlo en su patria. Los extranjeros se asociarán a ellos, se incorporarán a la casa de Jacob. Las poblaciones los irán recogiendo y los llevarán a su lugar, la casa de Israel los poseerá como siervos y siervas en la tierra del Señor. Cautivarán a sus cautivadores, dominarán a sus opresores. Y el día en que el Señor te dé reposo de tus penas y temores, y de la dura esclavitud en que serviste, entonarás este cantar contra el rey de Babilonia:

¡Cómo ha acabado el tirano, ha acabado su arrogancia! ¡Ha quebrado el Señor el cetro de los malvados, la vara de los dominadores, al que golpeaba furioso a los pueblos con golpes incesantes y oprimía iracundo a las naciones con opresión implacable! La tierra entera descansa tranquila, gritando de júbilo. Hasta los cipreses se alegran de tu suerte, y los cedros del Líbano:

«Desde que yaces no sube el talador contra nosotros».

El Abismo en lo profundo se estremece al salir a tu encuentro: en tu honor despierta a las sombras, a los potentados de la tierra; levanta de su trono a los reyes de las naciones, y cantan a coro diciendo:

¡También tú consumido como nosotros, igual que nosotros, abatidos al abismo tu fasto y el son de tus arpas! Por debajo tu lecho son gusanos; tu cobertor, lombrices. ¿Cómo has caído del cielo, lucero hijo de la aurora, y estás derrumbado por tierra, agresor de naciones? Tú, que decías en tu corazón:

«Escalaré los cielos, por encima de los astros divinos levantaré mi trono, y me sentaré en el Monte de la Asamblea, en el vértice del cielo; escalaré la cima de las nubes, me igualaré al Altísimo».

¡Ay, abatido al Abismo, al vértice de la sima! Los que te ven se te quedan mirando, meditan tu suerte:

«¿Es éste el que hacía temblar la tierra y estremecerse los reinos, que dejaba el orbe desierto, arrasaba sus ciudades y no soltaba a sus prisioneros?».

Los reyes de los pueblos descienden a sepulcros de piedra, todos reposan con gloria, cada cual en su morada. A ti, en cambio, te han arrojado a la tumba, como carroña asquerosa; te han cubierto de muertos traspasados a espada, como cadáver pisoteado. No te juntarás a ellos en el sepulcro porque arruinaste tu país, asesinaste a tu pueblo. No se nombrará jamás la estirpe del malvado. Preparad la matanza de sus hijos por la culpa de su padre: no sea que se levanten y se adueñen de la tierra y cubran el orbe de ruinas.

 

RESPONSORIO               Cf. Is 14, 1; Hab 2, 3
 
R./ Ya está a punto de llegar su hora, sus días no tardarán. El Señor se apiadará de Jacob * y volverá a escoger a Israel.
V./ El que ha de venir vendrá y no tardará, y ya no habrá temor en nuestra tierra, porque él es nuestro salvador.
R./ Y volverá a escoger a Israel.

 

SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 118 (Sermón 19, 30-32: CSEL 62, 437-439)

Adelantémonos a la salida del sol,
salgamos a su encuentro

Invitados por una tan extraordinaria gracia eclesial y por los premios prometidos a la devoción, adelantémonos a la salida del sol, salgamos a su encuentro antes de que nos diga: Aquí estoy. El Sol de justicia anhela ser precedido y espera que se le preceda.

Escucha cómo espera y desea ser precedido. Dice al ángel de la Iglesia de Pérgamo: A ver si te arrepientes, que, si no, iré en seguida. Al ángel de la Iglesia de Laodicea: Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Sí, podrá entrar. Pues resucitado corporalmente, ni las mismas puertas atrancadas fueron capaces de retenerle, sino que inesperadamente se presentó a los apóstoles encerrados en el cenáculo. Pero desea poner a prueba el ardor de tu devoción; la de los apóstoles la tenía bien experimentada. Quizá sea él quien te preceda en la tribulación, pero en las épocas de paz desea ser precedido.

Tú procura preceder a este sol que ves: Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz. Si te adelantas a la salida de este sol, acogerás a Cristo-Luz. Primero él brillará allá en el hondón de tu corazón; y al decirle tú: Mi espíritu en mi interior madruga por ti, hará resplandecer la luz mañanera en las horas nocturnas, si meditas las palabras de Dios. Mientras meditas, tienes luz: y viendo la luz —luz de la gracia, no del tiempo—dirás: La norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. Y cuando el día te sorprenda meditando la Palabra de Dios y esta tan grata ocupación de orar y salmodiar sea las delicias de tu alma, nuevamente dirás al Señor Jesús: A las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo.

Siguiendo las enseñanzas de Moisés, el pueblo judío, por medio de sus ancianos elegidos precisamente para este ministerio, repite las sagradas Escrituras noche y día ininterrumpidamente; y si al anciano le preguntamos sobre otra cuestión, no sabría hacer otra cosa que repetir la serie de la sagrada Escritura. Entre ellos no hay tiempo para los temas mundanos: la Escritura es el único tema de sus conversaciones; unos se suceden en la recitación, para que jamás cese el sagrado resonar de los mandatos celestiales. Y tú, cristiano, que tienes a Cristo por maestro, ¿duermes y no te avergüenzas de que pueda decirse de ti: Este pueblo ni con los labios me honra; el pueblo judío me honraba al menos con los labios, en cambio tú ni siquiera con los labios? Si el corazón del que le honra siquiera con los labios está lejos de Dios, ¿cómo puede el tuyo estar cerca de Dios, tú que ni con los labios le honras? ¡Qué esclavizado te tienen el sueño, los intereses del mundo, las preocupaciones de esta vida, las cosas de esta tierra!

Divide al menos tu tiempo entre Dios y el mundo. O bien, cuando no puedas ocuparte en público de los negocios de este mundo porque te lo impide la oscuridad de la noche, date a Dios, dedícate a la oración y, para evitar el sueño, canta salmos, defraudando a tu sueño con un fraude sagaz. Acude temprano a la iglesia llevando las primicias de tus buenos propósitos; y, después, si te reclaman los asuntos cotidianos de la vida, no te faltarán motivos para decir: Mis ojos se adelantan a las vigilias, meditando tu promesa, y marcharás tranquilo a tus ocupaciones.

¡Qué hermoso es comenzar la jornada con himnos y cánticos, con las bienventuranzas que lees en el evangelio! ¡Qué promesa de prosperidad ser bendecido por la palabra de Cristo y, mientras canturreas interiormente las bendiciones del Señor, te inspire el deseo de alguna virtud, para que puedas reconocer también en ti mismo la eficacia de la divina bendición.

 

RESPONSORIO
 
R./ He aquí que vendrá el Señor, el príncipe de los reyes de la tierra * dichosos los que estarán preparados para ir a su encuentro: tendrán su parte en la ciudad santa, Jerusalén.
V./ El Señor vendrá y no tardará.
R./ Dichosos los que estarán preparados para ir a su encuentro: tendrán su parte en la ciudad santa, Jerusalén.


 
ORACIÓN
 
Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 34, 1-17

Juicio del Señor sobre Edom

Acercaos, pueblos, a escuchar; naciones, atended: escuche la tierra y los que la llenan, el orbe y cuanto produce; porque el Señor está airado con todas las naciones, enojado con todos sus ejércitos, los consagra al exterminio, los entrega a la matanza. Arrojan a los caídos, y de los cadáveres sube el hedor; los montes chorrean sangre y los collados se empapan; el cielo se abarquilla como un pliego y se marchitan sus ejércitos, como se alacian los pámpanos, como se alacia la hoja de la higuera.

Porque la espada del Señor se embriaga en el cielo: miradla bajar hacia Edom para ejecutar a un pueblo proscrito. La espada del Señor chorrea sangre, ya está grasienta de sebo, sangre de corderos y machos cabríos, sebo de entrañas de carneros. Porque el Señor hace carnicería en Bosra, gran matanza en Edom. Y caen juntos los búfalos con toros y novillos. Se empapa la tierra de su sangre, el polvo está grasiento de sebo; porque es el día de la venganza del Señor, año de desquite para la causa de Sión.

Sus torrentes se transforman en pez, el polvo en azufre; su país se vuelve pez ardiente, que no se apaga de día ni de noche, y su humo sube perpetuamente; de edad en edad quedará desolada, por siglos de siglos nadie la transitará.

Se adueñan de ella la corneja y el mochuelo, la lechuza y el cuervo la habitan. El Señor aplica sobre ella la plomada del caos y el nivel del vacío. No queda nombre con que llamar su reino, y sus jefes vuelven a la nada. En sus palacios crecen espinos; en sus torreones, cardos y ortigas. Se convierte en cubil de chacales, en guarida de crías de avestruz; se reúnen hienas y gatos salvajes, el chivo llama a su compañero, allí descansa el búho y encuentra su guarida; la serpiente anida y pone, incuba y empolla sus huevos; allí se juntan los buitres, y no falta el macho a la hembra.

Estudiad el libro del Señor: ni uno solo de ellos falta, porque lo ha mandado la boca del Señor, y su aliento los ha reunido. Echa la suerte para ellos y su mano les reparte a cordel el país; lo poseerán para siempre, de edad en edad lo habitarán.

 

RESPONSORIO
 
R./ Ha llegado el tiempo en que comienza el juicio por la casa de Dios; y si empieza así por nosotros, ¿qué fin tendrán los que rechazan el mensaje de Dios? * Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?
V./ Dios no encuentra fieles ni a sus criados.
R./ Y si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre la Trinidad (Lib 11, 36-40: PL 10, 423-425)

El Hijo entregará al reinado de Dios,
a los que él llamó al reino

Todo le ha sido sometido a Cristo, a excepción del que le ha sometido todo. Entonces también el Hijo se someterá al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos. Así pues, la primera fase de este misterio es la total sumisión de las cosas a Cristo; y entonces él mismo se someterá al que le ha sometido todo: y así como nosotros somos súbditos de Cristo que reina en su cuerpo glorioso, así y en virtud del mismo misterio, el que reina en la gloria de su cuerpo se someterá al que le ha sometido todo. Nos sometemos a la gloria de su cuerpo, para participar en la claridad con que reina en el cuerpo, pues seremos configurados a su cuerpo.

Y la verdad es que los evangelios se hacen lenguas de la gloria del que ya ahora reina en su cuerpo. Leemos en efecto estas palabras del Señor: Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán antes de haber visto llegar al Hijo del hombre en su reino. Y a los apóstoles efectivamente se les mostró la gloria del que venía a reinar en su cuerpo, pues el Señor se les apareció revestido en su gloriosa transfiguración, revelándoles la claridad de su cuerpo real. Y al prometer a los apóstoles una participación de su gloria se expresó así: Así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga.

¿Es que no todos tienen bien abiertos los oídos naturales y corporales para escuchar lo que se nos ha dicho, de modo que sea necesaria la exhortación del Señor a escuchar? Mas queriendo el Señor insinuar el conocimiento de un misterio, reclama una escucha atenta de su enseñanza. Al fin del tiempo, en efecto, arrancarán de su reino a los corruptores. Tenemos pues al Señor reinando según la claridad de su cuerpo, mientras son apartados los corruptores. Y estamos nosotros también configurados a la gloria de su cuerpo en el reino del Padre, refulgentes como la luz del sol. Este será el traje de etiqueta en su reino tal como lo demostró a sus apóstoles cuando se transfiguró en el monte.

Y entregará el reino a Dios Padre: no como si lo concediera en virtud de su propio poder, sino que, a nosotros configurados ya a la gloria de su cuerpo, nos entregará como reino a Dios. Nos entregará pues, como un reino, según este pasaje del evangelio: venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El Hijo entregará al reinado de Dios, a los que él llamó a su reino y a quienes prometió la bienaventuranza de este misterio, diciendo: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Cuando llegue a reinar, arrancará a los corruptores, y entonces los justos brillarán como el sol en el reino del Padre. Y entregará a Dios Padre el reino, y entonces los que entregase a Dios como reino, verán a Dios. Qué clase de reino sea éste, él mismo lo declaró cuando dijo a los apóstoles: El reino de Dios está dentro de vosotros. El que reina entregará el reino. Y si alguien quiere saber quién es este que entrega el reino, escuche: Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Todo lo que acabamos de decir se refiere al sacramento del cuerpo, pues Cristo es las primicias de los resucitados de entre los muertos. ¿Y por qué secreta razón resucitó Cristo de entre los muertos? Nos lo aclara el Apóstol al decir: Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Así que la muerte y la resurrección en Cristo son correlativas a su condición de hombre. Reina en este su cuerpo ya glorioso hasta que, eliminadas las potencias adversas y vencida la muerte, someta a todos los enemigos.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Dios del cielo hará surgir un reino que nunca será destruido, y no pasará a otro pueblo: * pulverizará y aniquilará a todos los demás reinos.
V./ El reinado del mundo es de nuestro Señor y de su  Cristo: él reinará por los siglos de los siglos.
R./ Pulverizará y aniquilará a todos los demás reinos.


 
ORACIÓN
 
Señor, suban a tu presencia nuestras súplicas y colma en tus siervos los deseos de llegar a conocer en plenitud el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Isaías 35, 1-10

Retorno de los redimidos a través del desierto

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, desbordando de gozo y alegría; tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión; ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis». Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.

En el cubil donde se tumbaban los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía Sacra: no pasará por ella el impuro, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces, sino que caminarán los redimidos y volverán por ella los rescatados del Señor.

Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

 

RESPONSORIO
 
R./ Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, vosotros, cobardes de corazón, sed fuertes; no temáis, dice el Señor, porque vengo * a romper el yugo de vuestra esclavitud.
V./ Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, a resarcir y a salvarnos.
R./ A romper el yugo de vuestra esclavitud.
 


SEGUNDA LECTURA

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre el salmo 2 (31.34 35.37: CSEL 22, 60.63.64.65)

Cristo regirá como pastor las naciones
que se le han confiado

Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión los confines de la tierra. Recibió en herencia las naciones que pidió. Y las pidió cuando dijo: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique. En esto consiste su herencia: en dar a toda carne la vida eterna, en que todas las naciones bautizadas y adoctrinadas, sean regeneradas para la vida: no ya sometidas –según el famoso cántico de Moisés– a la dominación de Israel ni divididas según el número de los hijos de Dios, sino integradas en la familia del Señor y consideradas como domésticas de Dios, trasladadas finalmente del injusto, culpable y perverso derecho de los dominadores al eterno reino de Dios. Pues ya no es sólo Israel la porción del Señor, ni Jacob el único lote de su heredad, sino la totalidad de las naciones, divididas antes según el número de los hijos de Dios, pero reducidas ahora a la unidad y constituyendo el único pueblo del único Dios. Y del eterno Heredero, primogénito de entre los muertos, todos estos resucitados son la eterna herencia.

Los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza. A muchos que, o piensan equivocadamente o ignoran la fuerza o propiedad del lenguaje del Señor, este texto les parece contrario a la bondad de Dios, es decir, que a las naciones que pidió en posesión y se le concedieron en heredad, el Hijo de Dios vaya a gobernarlas con el terror del cetro de hierro y las quiebre como si fuesen objetos de alfarería. Ningún hombre honrado da o recibe algo que tiene la intención de destruir. Y el que no quiere la muerte sino la conversión del pecador, no parece que actuaría según la predisposición de su naturaleza, ni quebrara con cetro de hierro a los que pidió se le dieran como herencia. Los gobernarás, es decir, los regirás como pastor, teniendo buen cuidado de regirlos con afecto de pastor: pues él es el buen pastor y nosotros somos sus ovejas, por las que dio su vida.

Por el antiguo Testamento sabemos que a la predicación de la palabra se la llama «cetro». Leemos en efecto: Cetro de rectitud es tu cetro real. Cetro de rectitud es aquel que con su doctrina nos guía por el camino justo y útil; cetro real es indudablemente la doctrina del reino. Isaías llama «cetro» al Señor en persona en razón de la útil y moderada predicación de su doctrina: Brotará –dice– un cetro del tronco de Jesé. Y para que la palabra «cetro» no sugiriese a alguno la idea de una tiránica severidad, se apresuró el profeta a añadir: Y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor. De esta manera con la suavidad de la flor mitiga la severidad del cetro, pues el terror de la doctrina nos hace anhelar a todos el estado de una felicidad perfecta. Con este cetro regirá el Señor los pueblos que le han sido entregados: un cetro incorruptible, no caduco ni frágil, sino de hierro, es decir, inflexible y, debido a la solidez de su naturaleza, firmísimo.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Señor viene con poder como un pastor, el apacentará su rebaño, * las reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderitos y guía con cuidado a las ovejas madres.
V./ Yo soy el buen pastor: el buen pastor da la vida por las ovejas.
R./ Las reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderitos y guía con cuidado a las ovejas madres.


 
ORACIÓN
 
Señor y Dios nuestro, que has manifestado tu salvación hasta los confines de la tierra, concédenos esperar con alegría la gloria del nacimiento de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de Rut 1, 1-22

Fidelidad de Rut

En tiempo de los Jueces hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campiña de Moab. Se llamaba Elimélec; su mujer Noemí y sus hijos Majlón y Kilión. Eran efrateos, de Belén de Judá. Llegados a la campiña de Moab, se establecieron allí.

Elimélec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. Pero al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, Majlón y Kilión, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos.

Al enterarse de que el Señor se había ocupado de su pueblo, dándole pan, Noemí, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. En compañía de sus dos nueras salió del lugar donde residía, y emprendieron el regreso al país de Judá. Noemí dijo a sus dos nueras:

Andad, volveos cada una a vuestra casa. Que el Señor os trate con piedad, como vosotras lo habéis hecho con mis muertos y conmigo. El Señor os conceda vivir tranquilas en casa de un nuevo marido.

Las abrazó. Ellas, rompiendo a llorar, le replicaron:

¡De ningún modo! Volvemos contigo a tu pueblo.

Volveos, hijas. ¿A qué vais a venir conmigo? ¿Creéis que podré tener más hijos para casaros con ellos? Andad, volveos, hijas, que soy demasiado vieja para casarme. Y aunque pensara que me queda esperanza, y me casara esta noche, y tuviera hijos, ¿vais a esperar a que crezcan, vais a renunciar, por ellos, a casaros? No, hijas. Mi suerte es más amarga que la vuestra, porque la mano del Señor se ha desatado contra mí.

De nuevo rompieron a llorar. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.

Noemí le dijo:

—Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios.  Vuélvete tú con ella.

Pero Rut contestó:

—No insistas en que te deje y me vuelva. A donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios; donde tú mueras allí moriré y allí me enterrarán. Sólo la muerte podrá separarnos, y si no, que el Señor me castigue.

Al ver que se empeñaba en ir con ella, Noemí no insistió más. Y siguieron caminando las dos a Belén. Cuando llegaron, se alborotó toda la población, y las mujeres decían:

—¡Si es Noemí!

Ella corregía:

—No me llaméis Noemí. Llamadme Mara, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Llena marché, y el Señor me trae vacía. No me llaméis Noemí, que el Señor me afligió, el Todopoderoso me maltrató.

Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.

 

RESPONSORIO
 
R./ En el monte de Sión y en Jerusalén quedará un resto; como lo ha prometido el Señor a los supervivientes * que él llamó.
V./ Levantaré la tienda caída de David, levantaré sus ruinas, para que posean las primicias de Edom y de todas las naciones.
R./ Que el llamó.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 4, or 1: PG 70, 859-861)

Su gloria llenará la tierra

Nuevo es el himno, o el cántico, como corresponde a la novedad de las cosas: El que es de Cristo es una criatura nueva. Pues está escrito: Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Los israelitas fueron rescatados de la tiranía de los egipcios por la mano del sapientísimo Moisés: fueron liberados del trabajo de los ladrillos y de los vanos sudores de las preocupaciones terrenas, de la sevicia de los capataces y de la crueldad del faraón. Atravesaron por medio del mar, comieron el maná en el desierto, bebieron el agua de la roca, atravesaron el Jordán a pie enjuto, entraron en la tierra prometida.

Pues bien: todo esto se renueva en nosotros de un modo incomparablemente mejor que en la antigüedad. En efecto, nos hemos emancipado, no de la esclavitud carnal sino de la espiritual, y en vez de las preocupaciones terrenas, hemos sido liberados de toda mancha de codicia carnal; no nos hemos librado de los capataces egipcios ni de un tirano impío y despiadado, hombre al fin y al cabo como nosotros, sino más bien de los malvados y nefandos demonios que nos inducen al pecado, y del jefe de semejante grey, o sea, de Satanás.

Hemos atravesado, como un mar, el oleaje de la presente vida con su cortejo de innumerables y vanas agitaciones. Hemos comido el maná espiritual e intelectual, y el pan del cielo que da vida al mundo; hemos bebido el agua que brotaba de la roca, es decir, de las aguas cristalinas de Cristo, abundantes, deliciosas. Hemos atravesado el Jordán a través del inapreciable don del bautismo. Hemos entrado en la tierra prometida y digna de los santos, de la que el mismo Salvador hace mención cuando dice: Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Era por tanto conveniente que por estos acontecimientos nuevos el reino de Cristo, esto es, todos los que sumisos le obedecen, cantaran un cántico nuevo. Y este himno o, lo que es lo mismo, esta digna glorificación, debe ser cantado no sólo por los judíos, sino desde el uno al otro confín de la tierra, es decir, por todos cuantos viven en la tierra entera. En otro tiempo Dios se manifestaba en Judá y en solo Israel era grande su fama. Pero una vez que hemos sido llamados por Cristo al conocimiento de la verdad, el cielo y la tierra están llenos de su gloria. Así lo afirma el salmista: Su gloria llenará la tierra.

 

RESPONSORIO
 
R./ Gritad de alegría, montes, * porque la luz del mundo, el Señor, viene con poder.
V./ Alegraos con Jerusalén y regocijaos por ella, todos los que la amáis.
R./ Porque la luz del mundo, el Señor, viene con poder.


 
ORACIÓN
 
Señor, Dios todopoderoso, que nos mandas abrir camino a Cristo, el Señor, no permitas que desfallezcamos en nuestra debilidad los que esperamos la llegada saludable del que viene a sanarnos de todos nuestros males. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Rut 2, 1-13

Encuentro de Booz con Rut

Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente de muy buena posición llamado Booz, de la familia de Elimélec. Rut, la moabita, dijo a Noemí:

Déjame ir al campo, a espigar donde me admitan por caridad.

Noemí respondió:

Anda, hija.

Se marchó y se fue a espigar en las tierras, siguiendo a los segadores. Fue a parar a una de las tierras de Booz, de la familia de Elimélec, y en aquel momento llegaba él de Belén y saludó a los segadores:

¡A la paz de Dios!

Respondieron:

¡Dios te bendiga!

Luego preguntó al mayoral:

¿De quién es esa chica?

El mayoral respondió:

Es una chica moabita, la que vino con Noemí de la campiña de Moab. Me dijo que la dejase espigar detrás de los segadores hasta juntar unas gavillas. Desde que llegó por la mañana ha estado en pie hasta ahora, sin parar un momento.

Entonces Booz dijo a Rut:

Escucha, hija. No vayas a espigar a otra parte, no te vayas de aquí ni te alejes de mis tierras. Fíjate en qué tierra siegan los hombres y sigue a las espigadoras. Dejo dicho a mis criados que no te molesten. Cuando tengas sed, vete donde los botijos y bebe de lo que saquen los criados.

Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo:

Yo soy una forastera, ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?

Booz respondió:

—Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido: que dejaste a tus padres y tu pueblo natal y has venido a vivir con gente desconocida. El Señor te pague esta buena acción. El Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.

Ella dijo:

—Ojalá sepa yo agradarte, señor; me has tranquilizado y has llegado al corazón de tu servidora, aunque no soy ni una criada tuya.

 

RESPONSORIO
 
R./ Me compadeceré de la «No-compadecida», * y diré a «No-es-mi-pueblo», y él responderá: «Tú eres mi Dios».
V./ Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur.
R./ Y diré a «No-es-mi-pueblo», y él responderá: «Tú eres mi Dios».
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t l: PG 70, 563-566)

Por la fe en Cristo hemos sacudido el enojoso
y pesado yugo del pecado

Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros. A la enseñanza de los misterios de la fe se une con toda naturalidad y lógica el tema de la resurrección de los muertos. Por eso al sernos conferido el bautismo y hacer la confesión de nuestra fe, afirmamos esperar la futura resurrección y así lo creemos.

Pero la muerte prevaleció contra nuestro primer padre Adán a causa de la transgresión, y como una fiera taimada y cruel le acechó y se apoderó de él. Desde entonces toda la tierra es un coro de lamentos y lloros, lágrimas y cantos fúnebres. Pero cesaron al venir Cristo, el cual, vencida la muerte, resucitó al tercer día convirtiéndose en modelo de la naturaleza humana para vencerla definitivamente.

Él es el primogénito de entre los muertos y primicia de todos los que duermen. A las primicias le seguirá todo el resto, empezando por los últimos, esto es, por nosotros. Así pues, el llanto se trocó en gozo, se rasgó el saco y hemos sido revestidos por Dios con la alegría de Cristo, de modo que, gozosos, podemos exclamar: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El aguijón —dice—de la muerte es el pecado. Así que ha sido enjugada toda lágrima. Pues abrigando la esperanza de que muy pronto nos reuniremos con los muertos, no nos dejaremos arrastrar por una excesiva tristeza como los hombres sin esperanza. La culpabilidad del pueblo parece dar razón de la presencia de la muerte: por ella fuimos inducidos a la desobediencia y al pecado, éste abrió las puertas a la muerte, y la muerte dominó a todos los habitantes de la tierra.

Pero como a muchos les costaba aceptar el misterio de la resurrección por parecerles increíble dada su misma magnificencia, el santo profeta se vio obligado a añadir: Ha hablado la boca del Señor.

Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios de quien esperamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte».

Conoceréis —dice— al que propina la alegría, además del vino; conoceréis también al que unge con ungüento a los que en Sión tienen menos capacidad para entender: conoceréis que es realmente Dios e Hijo de Dios por naturaleza, aun cuando se haya manifestado en forma de siervo, hecho hombre para salvación y vida de todos, y en todo semejante al hombre terreno menos en el pecado. Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara; celebremos su salvación.

Pienso que estas palabras se refieren sobre todo a los israelitas, quienes bien nutridos con las palabras de Moisés y no ignorando las predicciones de los santos profetas, esperaron en su tiempo, la venida de nuestro Señor Jesucristo, salvador y redentor. De hecho, Zacarías el padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó que Dios había suscitado una fuerza de salvación para el pueblo. También Simeón, tomando en brazos al Niño dijo: Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos

Y cuando hayan reconocido a su salvador y redentor, al que es la esperanza de todos los hombres, al anunciarlo por los profetas, entonces dirán: Aquí está nuestro Dios. Y reconocerán al mismo tiempo que la mano del Señor se posará sobre este monte. Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que por «monte» debe entenderse la Iglesia, pues en ella se nos da el descanso. Hemos efectivamente oído decir a Cristo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Y es que por la fe en él hemos sacudido el enojoso y molesto peso del pecado. Este descanso tiene además otra motivación: nos vemos libres del terror al suplicio que hubiéramos debido padecer y de las penas que por nuestros pecados hubiéramos tenido que pagar. Y no para ahí la benevolencia de Cristo, nuestro salvador para con nosotros: hay que añadir los bienes que todavía esperamos: la posesión del reino de los cielos, la vida interminable y eterna, y la ausencia de los males que suelen ser el obligado cortejo de la tristeza.

 

RESPONSORIO
 
R./ Mirad, el Señor vendrá; bajará con esplendor y poder * para visitar a su pueblo en la paz y establecer para él la vida eterna.
V./ Mirad, el Señor del universo vendrá con poder.
R./ Para visitar a su pueblo en la paz y establecer para él la vida eterna.


 
ORACIÓN
 
Despierta, Señor, nuestros corazones y muévelos a preparar los caminos de tu Hijo, para que por el misterio de su venida podamos servirte con pureza de espíritu. Por nuestro señor Jesucristo. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

Del libro de Rut 2,14-23

Regreso de Rut junto a Noemí

Cuando llegó la hora de comer, Booz dijo a Rut:

Acércate, coge pan y moja la rebanada en la salsa.

Ella se sentó junto a los segadores, y él le ofreció grano tostado. Rut comió hasta quedar satisfecha, y todavía le sobró. Después se levantó a espigar, y Booz ordenó a los criados:

Aunque espigue entre las gavillas, no la riñáis, y hasta podéis tirar algunas espigas del manojo y las dejáis, y no la reprendáis cuando las recoja.

Rut estuvo espigando en aquel campo hasta la tarde; después vareó lo que había espigado y sacó media fanega de cebada. Se la cargó y marchó al pueblo. Enseñó a su suegra lo que había espigado, sacó lo que le había sobrado de la comida y se lo dio. Su suegra le preguntó:

—¿Dónde has espigado hoy y con quién has trabajado? ¡Bendito el que se ha interesado por ti!

Rut le contó:

El hombre con el que he trabajado hoy se llama Booz.

Noemí dijo a su nuera:

Que el Señor le bendiga; el Señor, que no deja de apiadarse de vivos y muertos.

Y añadió:

Ese hombre es pariente nuestro, uno de los que tienen que responder por nosotras.

Entonces siguió Rut, la moabita:

—También me dijo que no me apartase de su criados hasta que no le acaben toda la siega.

Y Noemí dijo:

—Hija, más vale que salgas con sus criadas, y así no te molestarán en otra parte.

Así, pues, Rut siguió con las criadas de Booz, espigando hasta acabar la siega de la cebada y del trigo. Vivía con su suegra.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Señor ha redimido a su pueblo * según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
V./ El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo.
R./ Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 3, t 1: PG 70, 593-594)

Israel echará brotes y flores

Hagamos las paces con él, hagamos las paces nosotros los que venimos, hijos de Jacob. Israel echará brotes y flores, y sus frutos cubrirán la tierra. Como si los judíos hubieran renunciado al amor y a la fe en Cristo, salvador del universo, como si el Amado los hubiese rechazado y hubiese trasladado su vocación a los paganos, y Cristo quisiera, por medio de los santos apóstoles, cazar en su red a todos los hombres hasta el confín de la tierra, el santo profeta se presenta como consejero de confianza a todas las gentes de todos los lugares, y les dice: «Israel se alejó, el primogénito tiró coces», reniega de su fe, se portó como un impío con su redentor. Nosotros, en cambio, que venimos —es decir, que pronto vendremos: vendremos de cualquier ángulo: de las tinieblas a la luz, de la griega ignorancia al conocimiento del verdadero Dios, del pecado a la justicia— hagamos las paces con él, esto es, depuesta la prístina aversión, estemos en paz con Dios.

Así, pues, eliminando el pecado y renunciando a Satanás, no habiendo nadie que pueda alejarnos y separarnos de Cristo, demos plena fe a sus profecías, hagamos lo que él quiere y dice, dobleguemos nuestra cerviz a la predicación del evangelio. Así es como haremos las paces con él, como dice asimismo el sapientísimo Pablo a los creyentes convertidos del paganismo: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estemos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.

Después de haber exhortado a los que vienen a la fe, el profeta se dirige a los santos apóstoles en persona. Y habiendo comprendido —o habiéndole revelado el Espíritu Santo— que todo el mundo debe ser conducido a Dios, lleno de entusiasmo, exclama en un arranque de alegría: Los hijos de Jacob brotarán, Israel florecerá, y sus frutos cubrirán la tierra. Los discípulos del Señor han nacido de la estirpe de Jacob, llamado también Israel. Pero después que desde la salida del sol hasta el ocaso, a toda la tierra alcanzó su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje, la muchedumbre de los paganos ha sido llamada al conocimiento de Dios y —según la expresión del profeta— el orbe entero se llenó de sus frutos. ¿Frutos de quién? De Israel naturalmente, esto es, de todos aquellos que proceden de la estirpe de Israel. Pues el fruto de los sudores apostólicos son los creyentes, a quienes Pablo llama «mi gozo y mi corona». Los que por ellos se han salvado, son realmente la gloria y los propagandistas de los santos mistagogos.

 

RESPONSORIO
 
R./ Yo os consolaré; en Jerusalén seréis consolados. Vosotros lo veréis y se alegrará vuestro corazón; * vuestros huesos florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará a sus siervos.
V./ Como sois participes de los sufrimientos, así lo seréis también de la consolación.
R./ Vuestros huesos florecerán como la hierba. La mano del Señor se manifestará a sus siervos.


 
ORACIÓN
 
Señor, que tu pueblo permanezca en vela aguardando la venida de tu Hijo, para que, siguiendo las enseñanzas de nuestro Salvador, salgamos a su encuentro, cuando él llegue, con las lámparas encendidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

Del libro de Rut 3,1-18

Promesa de Booz

Un día su suegra dijo a Rut:

Hija, tengo que buscarte un hogar donde vivas feliz. Resulta que Booz, con cuyas criadas has estado trabajando, es pariente nuestro. Esta noche va a aventar la parva de cebada. Tú lávate, perfúmate, ponte el manto y baja a la era. Que no te vea mientras come y bebe. Y cuando se eche a dormir, fíjate dónde se acuesta; vas, le destapas los pies y te acuestas allí. El te dirá lo que has de hacer.

Rut respondió:

Haré todo lo que me dices.

Después bajó a la era e hizo exactamente lo que le había encargado su suegra.

Booz, comió, bebió y le sentó bien. Luego fue a acostarse a una orilla del pez de cebada. Rut se acercó de puntillas, le destapó los pies y se acostó.

A medianoche el hombre sintió un escalofrío, se incorporó y vio una mujer echada a sus pies. Preguntó:

¿Quién eres?

Ella dijo:

Soy Rut, tu servidora. Extiende tu manto sobre tu servidora, pues a ti te toca responder por mí.

El dijo:

–El Señor te bendiga, hija. Esta segunda obra de caridad es mejor que la primera, porque no te has buscado un pretendiente joven pobre o rico. Bien, hija, no tengas miedo, que haré por ti lo que me pidas; pues ya saben todos los del pueblo que eres una mujer de cualidades. Es verdad que a mí me toca responder por ti, pero hay otro pariente más cercano que yo. Esta noche quédate aquí, y mañana por la mañana, si él quiere cumplir su deber familiar, que lo haga enhorabuena; si él no quiere, lo haré yo, ¡vive Dios! Acuéstate hasta mañana.

Ella durmió a sus pies hasta la mañana, y se levantó cuando la gente todavía no llega a reconocerse (pues Booz no quería que supiesen que la mujer había ido a la era).

Booz dijo:

Trae el manto y sujeta fuerte.

Le midió seis medidas de cebada, la ayudó a cargarlas y Rut volvió al pueblo. Al llegar a casa de su suegra, ésta le preguntó:

¿Qué tal, hija?

Rut le contó lo que Booz había hecho por ella, y añadió:

También me regaló estas seis medidas de cebada, diciéndome: «No vas a volver a casa de tu suegra con las manos vacías».

Noemí dijo:

Estáte tranquila, hija, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; que él no descansará hasta dejarlo arreglado hoy mismo.

 

RESPONSORIO
 
R./ El Señor da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece; él levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, * para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.
V./ Ha mirado la humillación de su esclava.
R./ Para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 45 (16-17: CSEL 64, 340-342)

Vino el perdón, y saltaron las cadenas del pecado

A la llegada del Salvador, los poderes adversos con sus legiones se estremecieron y fueron intimados a salir de los cuerpos humanos. Ellos rogaron se les permitiese entrar en los puercos. Conturbados los poderes maléficos, necesariamente hubieron de turbarse los adoradores de los ídolos, y el reino del pecado comenzar a declinar. Se trataba de un reino oneroso, que había subyugado con cruel esclavitud los ánimos de todos los pecadores, pues quien comete pecado es esclavo del pecado. El reino del pecado es el reino de la muerte, que dominó largos años en todo el mundo. Por eso dice el Apóstol: La muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con un delito como el de Adán, que era figura del que había de venir.

Vino la realidad, y cesó la figura; vino la vida, y se esfumó el reino de la muerte; vino el perdón, y saltaron las cadenas del pecado. Anteriormente, hasta los delitos más leves caían bajo la ley de la muerte; después de la venida del divino Salvador, incluso las más graves infamias son susceptibles de perdón. Se siente resquebrajarse el reino de las fuerzas espirituales del mal que habitan en el aire, pues con la predicación de la doctrina evangélica ha comenzado a disminuir el culto a los ídolos y el atractivo del pecado. Se cuartea la perfidia a medida que la fe va tomando carta de ciudadanía en el corazón de los pueblos. Pierde pie el reino del pecado cuando se lee: Que el pecado no siga dominando en vuestro cuerpo mortal. Todos los reinos de la perfidia se tambalearon a la voz del Señor que dice: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré.

El Altísimo hizo oír su voz y la siguieron todos los pueblos paganos, huyendo de la dura servidumbre del pecado, de la atrocidad de la muerte eterna y de la intolerable servidumbre de toda clase de infamias, al prometerse a los agobiados el descanso, a los cautivos la liberación, a los esclavos la libertad, y, sacudido el yugo férreo del rey de Babilonia, ser sustituido en la cerviz de los fieles por el suave yugo de Cristo, para evitar que el enemigo volviera a ligar nuevamente el cuello libre de los paganos con las cadenas de su iniquidad. Pues Cristo libera a los que ata y desata a los que encadena.

El Señor hizo oír su voz en la pasión y temblaron todos los elementos; la tierra entera se conmovió para acabar con los ritos paganos y —como está escrito— La tierra y cuanto contiene fuera posesión del Señor; para que cesasen las falsas predicciones de los augures y el conocimiento de la fe y el amor de la piedad abolieran el sacrificio de la impiedad.

El Señor hace cada día oír su voz y esta voz resuena en cada corazón, para que el que crea con rectitud de corazón abandone todo deseo terreno, y todo sentimiento de las almas interiores pase con pía convicción, del error, de la corrupción de la lujuria y de la disolución al conocimiento de los misterios celestes, y de la maldad a la virtud.

 

RESPONSORIO
 
R./ Pronto nos vendrá del Señor la salvación; él romperá el yugo pesado, y abrirá las cadenas de nuestros pecados, * porque es poderoso.
V./ Dominará de mar a mar, desde el río hasta los confines de la tierra.
R./ Porque es poderoso.


 
ORACIÓN
 
Dios todopoderoso, que amanezca en nuestros corazones el resplandor de tu gloria, Cristo, tu Hijo, para que su venida ahuyente las tinieblas del pecado y nos manifieste como hijos de la luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.