DOMINGO IX DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 2, 1-13

Hay que evitar la acepción de personas

Hermanos míos, no juntéis la fe de nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado». Al otro, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo». Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos?

Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre.

Y, sin embargo, ¿no son los ricos los que os tratan con despotismo y los que os arrastran a los tribunales? ¿No son ellos los que denigran ese nombre tan hermoso que lleváis como apellido? ¿Cumplís la ley soberana que enuncia la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»? Perfectamente. Pero si mostráis favoritismos, cometéis un pecado y la Escritura prueba vuestro delito. Porque quien observa entera esa ley, pero falla en un solo punto, tiene que responder de la totalidad.

Un ejemplo: el mismo que dijo: «no cometas adulterio» dijo también «no mates». Si tú no cometes adulterio, pero matas, eres ya transgresor de esa ley.

Hablad y actuad como quienes van a ser juzgados por una ley de libertad, porque el juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. La misericordia se ríe del juicio.

 

RESPONSORIO                    Sant 2, 5; Mt 5, 3
 
R./ Dios escogió a los pobres según el mundo para hacerlos  ricos en la fe y herederos del reino * que Dios prometió a los que lo aman.
V./ Bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.
R./ Que Dios prometió a los que lo aman.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ignacio de Antioquía, Carta a san Policarpo (6-8: Funck 1, 251)

Me ofrezco como víctima de expiación

Escuchad al obispo, para que Dios os escuche a vosotros. Yo me ofrezco como víctima de expiación por quienes se someten al obispo, a los presbíteros y a los diáconos. ¡Y ojalá que con ellos se me concediera entrar a tener parte con Dios! Colaborad mutuamente unos con otros, luchad unidos, corred juntamente, sufrid con las penas de los demás, permaneced unidos en espíritu aun durante el sueño, así como al despertar, como administradores que sois de Dios, como sus asistentes y servidores. Tratad de ser gratos al Capitán bajo cuyas banderas militáis, y de quien habéis de recibir el sueldo. Que ninguno de vosotros se declare desertor. Vuestro bautismo ha de ser para vosotros como vuestra armadura, la fe como un yelmo, la caridad como la lanza, la paciencia como un arsenal de todas las armas; vuestras cajas de fondos han de ser vuestras buenas obras, de las que recibiréis luego magníficos ahorros. Así pues, tened unos para con otros un corazón grande, con mansedumbre, como lo tiene Dios para con vosotros. ¡Ojalá pudiera yo gozar de vuestra presencia en todo tiempo!

Como la Iglesia de Antioquía de Siria, gracias a vuestra oración, goza de paz, según se me ha comunicado, también yo gozo ahora de gran tranquilidad, con esa seguridad que viene de Dios; con tal de que alcance yo a Dios por mi martirio, para ser así hallado en la resurrección como discípulo vuestro. Es conveniente, Policarpo, felicísimo en Dios, que convoques un consejo divino y elijáis a uno a quien profeséis particular amor y a quien tengáis por intrépido, el cual podría ser llamado «correo divino», a fin de que lo deleguéis para que vaya a Siria y dé, para gloria de Dios, un testimonio sincero de vuestra ferviente caridad.

El cristiano no tiene poder sobre sí mismo, sino que está dedicado a Dios. Esta obra es de Dios, y también de vosotros cuando la llevéis a cabo. Yo, en efecto, confío, en la gracia, que vosotros estáis prontos para toda buena obra que atañe a Dios. Como sé vuestro vehemente fervor por la verdad, he querido exhortaros por medio de esta breve carta.

Pero, como no he podido escribir a todas las Iglesias por tener que zarpar precipitadamente de Troas a Neápolis, según lo ordena la voluntad del Señor, escribe tú, como quien posee el sentir de Dios, a las Iglesias situadas más allá de Esmirna, a fin de que también ellas hagan lo mismo. Las que puedan, que manden delegados a pie; las que no, que envíen cartas por mano de los delegados que tú envíes, a fin de que alcancéis eterna gloria con esta obra, como bien lo merecéis.

Saludo a todos nominalmente y en particular a la viuda de Epitropo con toda su casa e hijos. Saludo a Attalo a quien tanto quiero. Saludo al que tengáis por digno de ser enviado a Siria: la gracia de Dios esté siempre con él y con Policarpo que lo envía.

Deseo que estéis siempre bien, viviendo en unión de Jesucristo, nuestro Dios; permaneced en él, en la unidad y bajo la vigilancia de Dios. Saludo a Alcen, cuyo nombre me es caro.

¡Adiós en el Señor!

 

RESPONSORIO                    1 Tim 4, 12.15.16.13
 
R./ Seas ejemplo para los creyentes, para que todos vean tus progresos; * obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.
V./ Dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza.
R./ Obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA
LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 2, 14-26

La fe sin obras está muerta

Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare: abrigaos y llenaos el estómago», yno les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Eso pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.

Alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras». Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe.

Tú crees que hay un solo Dios; muy bien, pero eso lo creen también los demonios y los hace temblar. ¿Quieres enterarte, tonto, de que la fe sin obras es inútil? ¿No aceptó Dios a Abrahán nuestro padre por sus obras, por ofrecer a su hijo Isaac en el altar? Ya ves que la fe actuaba en sus obras, y que por las obras la fe llegó a su madurez. Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura: «Abrahán creyó a Dios y se le contó en su haber». Y en otro pasaje se le llama «amigo de Dios».

Veis que Dios acepta al hombre cuando tiene obras, no cuando tiene sólo fe. Lo mismo vale de Rajab, la prostituta: ¿no se la justificó por sus obras?, ¿por acoger a los emisarios y hacerlos salir por otro camino? Por lo tanto, lo mismo que un cuerpo que no respira es un cadáver, también la fe sin obras es un cadáver.

 

RESPONSORIO                    Mt 7, 21; St 2, 17
 
R./ No todo el que me diga: «¡Señor, Señor!» entrará en el reino de los cielos; * el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese entrará en el reino de los cielos.
V./ La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta en su soledad.
R./ El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése entrará en el reino de los cielos.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 84 sobre el evangelio de san Juan (1-2: CCL 36, 536-538)

La plenitud del amor

El Señor, hermanos muy amados, quiso dejar bien claro en qué consiste aquella plenitud del amor con que debemos amarnos mutuamente, cuando dijo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Consecuencia de ello es lo que nos dice el mismo evangelista Juan en su carta: Cristo dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos, amándonos mutuamente como él nos amó, que dio su vida por nosotros.

Es la misma idea que encontramos en el libro de los Proverbios: Sentado a la mesa de un señor, mira bien qué te ponen delante, y pon la mano en ello pensando que luego tendrás que preparar tú algo semejante. Esta mesa de tal señor no es otra que aquella de la cual tomamos el cuerpo y la sangre de aquel que dio su vida por nosotros. Sentarse a ella significa acercarse a la misma con humildad. Mirar bien lo que nos ponen delante equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don. Y poner la mano en ello, pensando que luego tendremos que preparar algo semejante, significa lo que ya he dicho antes: que así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Como dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Esto significa preparar algo semejante. Esto es lo que hicieron los mártires, llevados por un amor ardiente; si no queremos celebrar en vano su recuerdo, y si nos acercamos a la mesa del Señor para participar del banquete en que ellos se saciaron, es necesario que, tal como ellos hicieron, preparemos luego nosotros algo semejante.

Por esto, al reunirnos junto a la mesa del Señor, no los recordamos del mismo modo que a los demás que descansan en paz, para rogar por ellos, sino más bien para que ellos rueguen por nosotros, a fin de que sigamos su ejemplo, ya que ellos pusieron en práctica aquel amor del que dice el Señor que no hay otro más grande. Ellos mostraron a sus hermanos la manera como hay que preparar algo semejante a lo que también ellos habían tomado de la mesa del Señor.

Lo que hemos dicho no hay que entenderlo como si nosotros pudiéramos igualarnos al Señor, aun en el caso de que lleguemos por él hasta el testimonio de nuestra sangre. El era libre para dar su vida y libre para volverla a tomar, nosotros no vivimos todo el tiempo que queremos y morimos aunque no queramos; él, en el momento de morir, mató en sí mismo a la muerte, nosotros somos librados de la muerte por su muerte; su carne no experimentó la corrupción, la nuestra ha de pasar por la corrupción, hasta que al final de este mundo seamos revestidos por él de la incorruptibilidad; él no necesitó de nosotros para salvarnos, nosotros sin él nada podemos hacer; él, a nosotros,sus sarmientos, se nos dio como vid, nosotros, separados de él, no podemos tener vida.

Finalmente, aunque los hermanos mueran por sus hermanos, ningún mártir derrama su sangre para el perdón de los pecados de sus hermanos, como hizo él por nosotros, ya que en esto no nos dio un ejemplo que imitar, sino un motivo para congratularnos. Los mártires, al derramar su sangre por sus hermanos, no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la mesa del Señor. Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó y se entregó por nosotros.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 4, 9.11.19.10
 
R./ En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos vida por medio de él. * Si Dios nos amó, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
V./ Dios nos amó primero y envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
R./ Si Dios nos amó, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 3, 1-12

Moderación en el uso de la lengua

Hermanos míos: Sois demasiados los que pretendéis ser maestros, y tened por cierto que nuestra sentencia será más severa. Todos faltamos a menudo, y si hay uno que no falte en el hablar, es un hombre perfecto, capaz de tener a raya a su persona entera.

A los caballos les ponemos el bocado para que nos obedezcan, y así dirijimos todo el animal; fijaos también en los barcos: por grandes que sean y por recio que sople el viento, se gobiernan con un timón pequeñísimo y siguen el rumbo que quiere el piloto.

Eso pasa con la lengua: como miembro es pequeño, pero puede alardear de muchas hazañas. Mirad cómo una chispa de nada prende fuego a tanta madera. También la lengua es una chispa; entre los miembros del cuerpo, la lengua representa un mundo de iniquidad, contamina a la persona entera, pone al rojo el curso de la existencia y sus llamas vienen del infierno.

Toda especie de fieras y pájaros, de reptiles y bestias marinas, se pueden domar y han sido domadas por el hombre; la lengua, en cambio, ningún hombre es capaz de dominarla: es dañina e inquieta, cargada de veneno mortal; con ella bendecimos al que es Señor y Padre; con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios; de la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Eso no puede ser, hermanos míos; ¿es que una fuente echa por el mismo caño agua dulce y salobre? Hermanos míos, ¿puede dar aceitunas la higuera o higos la vid? Ni tampoco un manantial salino puede dar agua dulce.

 

RESPONSORIO            Sant 3, 2b; Pr 10, 19
 
R./ Quien no peca en sus palabras es hombre perfecto, * que puede poner freno a toda su persona.
V./ En el mucho hablar no faltará pecado; el que frena sus labios es sensato.
R./ Que puede poner freno a toda su persona.
 


SEGUNDA LECTURA

San Fulgencio de Ruspe, Sermón 5 (5-6: CCL 91A, 921-923)

La caridad trabaja en el mundo, descansa en Dios

Recordemos, hermanos, las palabras del Señor: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Ved cómo el Señor nos manda envolver en nuestra caridad hasta a los mismos enemigos; la benevolencia de nuestro corazón cristiano ha de llegar hasta nuestros perseguidores. Y ¿cuál será la recompensa de tan arduo trabajo?, ¿cuál el premio prometido a los que pongan en práctica este precepto? Que nos demuestre el premio preparado a la caridad, quien gratuitamente, por medio del Espíritu Santo, se ha dignado infundirla en nuestros corazones; que él mismo nos diga lo que en pago a esta caridad está dispuesto a dar a los dignos, él que se ha dignado derramar esta misma caridad en los indignos.

Los que amaron a sus enemigos e hicieron el bien a los que los aborrecen serán hijos de Dios. Lo que recibirán estos hijos de Dios, nos lo aclara san Pablo: Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo.

Escuchad, pues, cristianos; escuchad, hijos de Dios; escuchad herederos de Dios y coherederos con Cristo. Para que podáis entrar en posesión de la herencia paterna, no sólo habéis de amar a los amigos, sino también a los enemigos. A nadie neguéis la caridad, que es el patrimonio común de los hombres buenos. Ejercitadla todos conjuntamente, y para que podáis hacerlo con mayor plenitud, extendedla a todos, buenos y malos. Su posesión es la herencia común de los buenos, herencia no terrena, sino celestial. La caridad es un don de Dios. La codicia, por el contrario, es un lazo del diablo; y no sólo un lazo, sino una espada. Con ella caza a los desgraciados, y con ella, una vez cazados, los asesina. La caridad es la raíz de todos los bienes, la codicia es la raíz de todos los males.

La codicia nos atormenta continuamente, pues nunca está satisfecha de sus rapiñas. En cambio, la caridad siempre está alegre, porque cuanto más tiene, tanto más da. Por eso, así como el avaro cuanto más acumula, tanto más se empobrece, el caritativo se enriquece en la medida en que da. Se agita la codicia queriendo vengar la injuria; está tranquila la caridad en el gozo que siente al perdonar la injuria recibida. La codicia esquiva las obras de misericordia, que la caridad practica alegremente. La codicia procura hacer daño al prójimo, el amor no hace mal a nadie. Elevándose, la codicia se precipita en el infierno; humillándose, la caridad sube al cielo.

Y ¿cómo podría, hermanos, hallar la expresión adecuada para trenzar el elogio de la caridad, que ni está aislada en el cielo ni en la tierra está jamás abandonada? Efectivamente, en la tierra se alimenta con la palabra de Dios, y en el cielo se sacia con esta misma palabra divina. En la tierra se halla rodeada de amigos, y en el cielo goza de la compañía de los ángeles. Trabaja en el mundo, descansa en Dios. Aquí día a día se va perfeccionando con el ejercicio; allí es poseída sin límites en su misma plenitud.

 

RESPONSORIO                    Mt 5, 44-45; Ef 4, 32
 
R./ Amad a vuestros enemigos y orad por vuestros perseguidores, * para que seáis hijos de vuestro padre del cielo.
V./ Sed bondadosos los unos con los otros, misericordiosos, perdonándoos mutuamente como Dios os ha perdonado en Cristo.
R./ Para que seáis hijos de vuestro padre del cielo.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 3, 13-18

La verdadera y la falsa sabiduría

Queridos hermanos: ¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría.

Pero si tenéis el corazón amargado por la envidia y el egoísmo, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males.

La sabiduría que viene de arriba, ante todo es pura, y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera.

Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.

 

RESPONSORIO                    Sant 3, 17.18; Mt 5, 9
 
R./ La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia. * Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.
V./ Dichosos los que obran la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
R./ Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su fruto es la justicia.
 


SEGUNDA LECTURA

San León Magno. Tratado 16 (1-2: CCL 138, 61-62)

Dios mismo será su más preciado galardón,
él que es la encarnación del precepto

La sublimidad de la gracia de Dios, dilectísimos, realiza cada día su obra en los cristianos corazones, de suerte que nuestro deseo se eleve de los bienes terrenos a los goces celestiales. Pero incluso la presente vida es regulada por la acción del Creador y sustentada por su providencia, ya que uno mismo es el dador de las cosas temporales y el garante de los bienes eternos. Pues así como, en la esperanza de la futura felicidad a la que nos dirijimos de mano de la fe, hemos da dar gracias a Dios por habernos hecho capaces de pregustar lo que con tanto amor nos está preparado, así también debemos honrar y alabar a Dios por estos frutos que, al llegar la estación propicia, cada año cosechamos. Desde el principio de la creación, infundió Dios tal fecundidad a la tierra, de tal manera ordenó las leyes que presiden en cualquier germen o simiente el desarrollo embrionario de los frutos, que nunca abandonó lo que había establecido, sino que en las cosas creadas permanece la próvida administración del Creador.

Así pues, todo lo que, para uso del hombre, han producido las mieses, las viñas y los olivos, todo brotó de la largueza de la divina bondad, que, con la alternancia de las estaciones, colaboró con los precarios esfuerzos de los agricultores, a fin de que el viento y la lluvia, el frío y el calor, el día y la noche se pusieran al servicio de nuestra propia utilidad. La razón humana no sería suficiente para llevar a feliz término el fruto de sus trabajos, si a la siembra y riegos acostumbrados, no les infundiera Dios la virtualidad del crecimiento.

Es, por tanto, un grave deber de caridad y de justicia poner al servicio de los demás lo que misericordiosamente nos ha otorgado el Padre celestial. Pues son muchos los que no poseen campos, ni viñas ni olivares. A su necesidad hemos de proveer echando mano de la abundancia que Dios nos ha concedido, para que también ellos bendigan con nosotros a Dios por la fecundidad de la tierra, alegrándose de que a los terratenientes se les haya dado lo que se ha convertido en patrimonio común de pobres y peregrinos. Dichoso el granero y digno de ser repleto con toda clase de frutos, que sacia el hambre de los necesitados y de los débiles, que previene la necesidad del peregrino y abre el apetito del enfermo. La justicia de Dios permite que todos éstos giman bajo el peso de diversos sufrimientos, para luego coronar la paciencia de los que sufren y la benevolencia de los misericordiosos.

La oración, secundada por la limosna y el ayuno, es un medio eficacísimo para obtener el perdón de los pecados, y sube velozmente a oídos de Dios propulsada por tales sufragios. Pues, como está escrito, el hombre bondadoso se hace bien a sí mismo, y nada es tan nuestro como lo que invertimos en provecho del prójimo. En efecto, la parte de los bienes temporales que se invierte en favor de los necesitados, pasa a los tesoros eternos, y los intereses que se acumulan como fruto de una generosidad tal, no sufre depreciación ni puede ser afectada por ninguna corruptela. Dichosos realmente los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia de Dios, y él mismo será su más preciado galardón, él que es la encarnación del precepto.

 

RESPONSORIO                    Lc 16, 9; Tob 4, 10; 12, 9
 
R./ Yo os digo: * Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las moradas eternas.
V./ La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado; ella impide caer en las tinieblas.
R./ Haceos amigos con el dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las moradas eternas.

 
ORACIÓN
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 4, 1-12

La raíz de la discordia

Queridos hermanos: ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada, os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.

¡Adúlteros! ¿No sabéis que amar al mundo es odiar a Dios? El que quiere ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios.

No en vano dice la Escritura: «El espíritu que Dios nos infundió está inclinado al mal». Pero mayor es la gracia que Dios nos da. Por eso dice la Escritura: «Dios se enfrenta con los soberbios y da su gracia a los humildes».

Someteos, pues, a Dios y enfrentaos con el diablo, que huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; hombres indecisos, purificaos el corazón; lamentad vuestra miseria, llorad y haced duelo; que vuestra risa se convierta en llanto y vuestra alegría en tristeza. Humillaos ante el Señor, que él os levantará.'

Dejad de denigraros unos a otros, hermanos. Quien denigra a su hermano o juzga a su hermano denigra a la ley y juzga a la ley; y, si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su juez. Uno solo es legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?

 

RESPONSORIO                    Sal 144, 8; cf. St 4, 7; Jdt 9, 17; St 4, 6
 
R./ Señor es clemente y misericordioso. * Vivamos sometidos a Dios e imploremos su ayuda, mientras aguardamos su salvación.
V./ Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.
R./ Vivamos sometidos a Dios e imploremos su ayuda, mientras aguardamos su salvación.
 


SEGUNDA LECTURA

Beato Isaac de Stella, Sermón 31 (PL 194, 1292-1293)

La preeminencia de la caridad

¿Por qué, hermanos, nos preocupamos tan poco de nuestra mutua salvación, y no procuramos ayudarnos unos a otros en lo que más urgencia tenemos de prestarnos auxilio, llevando mutuamente nuestras cargas, con espíritu fraternal? Así nos exhorta el Apóstol, diciendo: Arrimad todos el hombro a las cargas de los otros, que con eso cumpliréis la ley de Cristo; y en otro lugar: Sobrellevaos mutuamente con amor. En ello consiste, efectivamente, la ley de Cristo.

Cuando observo en mi hermano alguna deficiencia incorregible –consecuencia de alguna necesidad o de alguna enfermedad física o moral—, ¿por qué no lo soporto con paciencia, por qué no lo consuelo de buen grado, tal como está escrito: Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán? ¿No será porque me falta aquella caridad que todo lo aguanta, que es paciente para soportarlo todo, que es benigna en el amor?

Tal es ciertamente la ley de Cristo, que, en su pasión, soportó nuestros sufrimientos y, por su misericordia, aguantó nuestros dolores, amando a aquellos por quienes sufría, sufriendo por aquellos a quienes amaba. Por el contrario, el que hostiliza a su hermano que está en dificultades, el que le pone asechanzas en su debilidad, sea cual fuere esta debilidad, se somete a la ley del diablo y la cumple. Seamos, pues, compasivos, caritativos con nuestros hermanos, soportemos sus debilidades, tratemos de hacer desaparecer sus vicios.

Cualquier género de vida, cualesquiera que sean sus prácticas o su porte exterior, mientras busquemos sinceramente el amor de Dios y el amor del prójimo por Dios, será agradable a Dios. La caridad ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están. Ella es el principio por el cual y el fin hacia el cual todo debe ordenarse. Nada es culpable si se hace en verdad movido por ella y de acuerdo con ella.

Quiera concedérnosla aquel a quien no podemos agradar sin ella, y sin el cual nada en absoluto podemos, que vive y reina y es Dios por los siglos inmortales. Amén.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 3, 11; Gal 5, 14
 
R./ Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: * que nos amemos los unos a los otros.
V./ Toda la ley alcanza la plenitud en un solo precepto:
R./ Que nos amemos los unos a los otros.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 4, 13-5, 11

Tened paciencia hasta la venida del Señor

Queridos hermanos: Vosotros decís: «Mañana iremos a esa ciudad y pasaremos allí el año negociando y ganando dinero». Y ni siquiera sabéis qué pasará mañana. Pues ¿qué es vuestra vida? Una nube que aparece un momento y en seguida desaparece. Debéis decir así: «Si el Señor lo quiere y vivimos, haremos esto o lo otro». En vez de eso, no paráis de hacer grandes proyectos, fanfarroneando; y toda jactancia de ese estilo es mala cosa. Al fin y al cabo, quien conoce el bien que debe hacer y no lo hace, es culpable.

Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza precisamente ahora, en el tiempo final! El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.

No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta.

Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. Consideramos dichosos a los que sufren con paciencia. Habéis oído ponderar la paciencia de Job y conocéis el fin que le otorgó el Señor, porque el Señor es compasivo y misericordioso.

 

RESPONSORIO                    Sant 5, 10.9; Mt 24, 44
 
R./ Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor. * Mirad que el juez está ya a las puertas.
V./ Estad preparados, porque a la hora que no penséis, el Hijo del hombre vendrá.
R./ Mirad que el juez está ya a las puertas.
 


SEGUNDA LECTURA

Autor desconocido, Sermón transmitido bajo el nombre de san Cipriano (PLS 1, 51-52)

Es cristiano el que en todo imita a Cristo

La voluntad de Dios es la que Cristo hizo y enseñó: Sencillez en las relaciones, estabilidad en la fe, modestia en el hablar, justicia en el actuar, misericordia en la práctica, disciplina en las costumbres; ser incapaz de hacer injuria y pronto a tolerar la que le hicieren; temblar ante la adversidad ajena como ante la suya propia; congratularse de la prosperidad del otro, como de nuestro propio mérito o provecho; tener por propios los males ajenos; estimar como nuestros los éxitos del prójimo; amar al amigo no por motivos humanos, sino por amor de Dios; soportar al enemigo hasta amarlo; no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan; no niegues a ninguno lo que te gustaría que hiciesen contigo; socorrer al prójimo en sus necesidades no sólo según tus posibilidades, sino desear serle de provecho incluso más allá de tus fuerzas reales; mantener la paz con los hermanos; amar a Dios con todo el corazón; amarle en cuanto Padre, temerle en cuanto Señor; no anteponer nada a Cristo, pues tampoco él antepuso nada a nuestro amor.

Todo el que ame el nombre del Señor, se gloriará en él. Aceptemos ser aquí miserables, para ser luego dichosos. Sigamos a Cristo, al Señor Jesús. Quien dice que permanece en él, debe vivir como vivió él. Cristo, Hijo de Dios, no vino para reinar, sino que, siendo rey, rehúye el reino; no vino para dominar, sino para servir. Se hizo pobre, para enriquecernos; por nosotros aceptó la flagelación, para que no nos lamentásemos al ser azotados.

Imitemos a Cristo. El nombre de cristiano conlleva la justicia, la bondad, la integridad. Es cristiano el que en todo imita a Cristo y le sigue; el que es santo, inocente, incontaminado, puro. Es cristiano aquel en cuyo corazón no hay sitio para la malicia, aquel en cuyo pecho sólo la piedad y la bondad tienen carta de ciudadanía.

Cristiano es el que vive la vida de Cristo; el que está totalmente entregado a la misericordia; que desconoce la injuria; no soporta que, en su presencia, se oprima al pobre, socorre al necesitado; se entristece con los tristes; siente como propio el dolor ajeno; a quien conmueve el llanto del otro; cuya casa es casa de todos; cuya puerta a nadie se cierra; cuya mesa ningún pobre ignora; cuyo bien todos conocen y de quien nadie recibe injurias; el que noche y día sirve a Dios; cuya alma es sencilla e inmaculada; cuya conciencia es fiel y pura; cuyo pensamiento está totalmente centrado en Dios; el que desprecia las cosas humanas, para tener acceso a las celestiales.

 

RESPONSORIO                    Jn 13, 16.17.15
 
R./ Un siervo no es más grande que su amo. * Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís.
V./ Os he dado ejemplo, para que como he hecho yo, hagáis también vosotros.
R./ Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol Santiago 5,12-20

Recomendaciones diversas

Sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa; vuestro sí sea un sí y vuestro no un no, para no exponeros a un juicio.

¿Sufre alguno de vosotros? Que rece. ¿Está uno de buen humor? Que cante. ¿Hay alguno enfermo? Llame a los responsables de la comunidad, que recen por él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud al enfermo y el Señor hará que se levante; si, además, tiene pecados, se le perdonarán.

Por tanto, confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis. Mucho puede hacer la oración intensa del justo. Elias que era un hombre de la misma condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.

Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.

 

RESPONSORIO                    1Pe 4, 8; Sant 5, 20
 
R./ Ante todo teneos una constante caridad unos con otros, * porque la caridad cubre la multitud de los pecados.
V./ Quien convierte a un pecador de su camino equivocado, salvará su alma de la muerte y cubrirá la multitud de sus pecados.
R./ Porque la caridad cubre la multitud de los pecados.
 


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Homilía 2 sobre el libro del Levítico (4: PG 12, 417-419)

El perdón de los pecados

Escucha ahora cuántos son los canales de remisión de los pecados que hallamos en el evangelio. Primero: el bautismo, que se nos confiere para el perdón de los pecados; segundo: la pasión del martirio; tercero: la limosna, pues dice el Salvador: Dad limosna, y lo tendréis todo limpio. El cuarto canal para el perdón de los pecados es el perdón que otorgamos a nuestros hermanos. Ya lo dijo el Señor, nuestro Salvador: Si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras culpas. Y en la oración dominical nos manda decir: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

El quinto canal de remisión de los pecados es si alguien convierte al pecador de su extravío. Dice en efecto la Sagrada Escritura: Uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfin de pecados.

El sexto canal de perdón es una caridad intensa, como dice el mismo Señor: Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor. Y el Apóstol dice: El amor cubre la multitud de los pecados. Existe todavía un séptimo canal, aunque duro y laborioso: la remisión de los pecados por medio de la penitencia, cuando el pecador riega su cama con lágrimas, cuando las lágrimas son su pan, noche y día, cuando no se avergüenza de descubrir su pecado al sacerdote del Señor, buscando el remedio, según aquel que dijo: Propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Así se cumple también la palabra del apóstol Santiago: ¿Hay alguno enfermo? Llame a los responsables de la comunidad, que recen por él y lo unjan con aceite invocando al Señor. La oración hecha con fe dará la salud al enfermo; si, además, tiene pecados, se le perdonarán.

También tú, cuando te acercas a la gracia del bautismo, es como si ofrecieras un becerro, pues eres bautizado en la muerte de Cristo. Cuando eres conducido al martirio, es como si ofrecieras un macho cabrío, porque has yugulado al diablo, autor del pecado. Cuando das limosna, y con afectuosa solicitud despliegas tu ternura hacia los indigentes, acumulas sobre el altar sagrado cebados cabritos. Y si perdonas de corazón la culpa de tu hermano, y es sajado el tumor de la ira, permanecieres interiormente tranquilo y sosegado, ten por cierto que has ofrecido en sacrificio un carnero o un cordero.

Finalmente, si en tu corazón abundara aquella virtud, superior a la esperanza y a la fe, es decir, la caridad, de modo que ames a tu prójimo no ya como a ti mismo, sino como nos enseña aquel que decía: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, has de saber que ofreces panes de flor de harina, cocidos en el óleo de la caridad, sin mezcla de levadura de corrupción y de maldad, sino con los panes ázimos de la sinceridad y la verdad.

 

RESPONSORIO                    Zac 7, 9; Mt 6, 14
   
R./ Dice el Señor: Practicad la justicia y la fidelidad; * ejerced la piedad y la misericordia cada uno con su hermano.
V./ Si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
R./ Ejerced la piedad y la misericordia cada uno con su hermano.

 
ORACIÓN
 
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca, y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.