DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 10,14—11,1

La mesa del Señor y la mesa de los demonios

Amigos míos: No tengáis que ver con la idolatría. Os hablo como a gente sensata: formaos vuestro juicio sobre lo que digo. El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Considerad al pueblo de Israel: los que comen de las víctimas se unen al altar. ¿Qué quiero decir? ¿Que las víctimas son algo o que los ídolos son algo? No, sino que los paganos ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios, y no quiero que os unáis a los demonios. No debéis beber de las dos copas, de la del Señor y de la de los demonios. No podéis participar de las dos mesas, de la del Señor y de la de los demonios. ¿Vamos a provocar al Señor? ¿Es que somos más fuertes que él?

—Todo está permitido.

—Sí, pero no todo aprovecha. Todo está permitido, pero no todo es constructivo. Que nadie busque su propio interés, sino el ajeno.

Comed de todo lo que se vende en el matadero, sin más averiguar por escrúpulo de conciencia, «porque la tierra y todo lo que contiene es del Señor».

Si un pagano os invita y queréis ir, comed de todo lo que os pongan, sin más averiguar por escrúpulo de conciencia. Pero en caso de que uno os advierta: «eso es carne sacrificada», no comáis, por motivo del que os avisa y de la conciencia, y cuando hablo de conciencia no entiendo la propia, sino la del otro.

—¡Vaya! Y ¿a santo de qué mi libertad va a tener por juez la conciencia del otro? Si yo, cuando participo en una comida, se lo agradezco a Dios, ¿por qué tienen que denigrarme por algo que tomo dándole las gracias?

—De todas formas, cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No déis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios. Por mi parte, yo procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de ellos, para que todos se salven.

Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 10, 16-17
 
R./ La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? * El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
V./ Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aún siendo muchos, somos un solo cuerpo: porque todos participamos del único pan.
R./ El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía sobre la primera carta a los Corintios 11, 19 (PG 51, 257-258)

Qué significa comer la cena del Señor

Basada en la ley y en los usos, se introdujo en la Iglesia primitiva una costumbre realmente admirable: la comunidad cristiana, después de la liturgia de la palabra, después de haber orado y haber participado en los misterios, una vez disuelta la reunión, no volvía seguidamente a sus casas, sino que los ricos y dotados de bienes de fortuna, traían a sus casas alimentos y bebidas e invitaban a los pobres: disfrutaban de la misma mesa, comiendo y bebiendo juntos en la misma iglesia. De esta suerte, el sentarse todos a una misma mesa y la reverencia que el lugar imponía, incrementaba recíprocamente la caridad con inmenso gozo y común utilidad.

Pues los pobres recababan no pequeña consolación y los ricos gozaban de la benevolencia tanto de aquellos a quienes alimentaban, como de Dios, por cuyo amor lo hacían: y así, ricos de gracia, regresaban a sus casas. De aquí se derivaban innumerables bienes: y lo que es más importante, después de cada asamblea se incrementaba más y más la caridad, por cuanto así los que repartían beneficios como los que los recibían, anudaban vínculos de fraternidad con grande y recíproco amor.

Con el correr de los tiempos, los Corintios deterioraron esta costumbre, pues los más ricos, sentados en mesa aparte, despreciaban a los necesitados, no esperando a los que llegaban tarde retenidos —como suele ocurrirles a los pobres— por imperativos de la vida, que les obligaban a acudir con retraso. De este modo, cuando finalmente éstos llegaban, debían retirarse avergonzados por estar ya levantada la mesa: los ricos por impaciencia, los pobres por llegar con retraso.

Por lo cual, viendo Pablo que de esta conducta se derivaban muchos males –unos ya comprobados, otros que se producirían en un futuro inmediato—, corrige con energía esta mala y perversa costumbre. Y observa con cuánta prudencia y moderación procede en la corrección. Para comenzar, dice así: Al recomendaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. ¿Qué significa la expresión que provecho? Vuestros mayores y antepasados —dice— vendían sus bienes, campos y posesiones y lo ponían todo en común y tenían una gran caridad mutua; vosotros, en cambio, que haríais bien en imitarlos, no sólo no hacéis nada semejante, sino que habéis perdido lo que teníais: a saber, los banquetes que solíais celebrar en vuestras reuniones. Y mientras ellos ponían a disposición de los pobres todas sus posesiones, vosotros les priváis hasta de la mesa que se les había concedido: En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra asamblea os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba.

Dinos, por favor, ¿qué divisiones? Prestad atención: No se refiere a los dogmas cuando dice: Porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros; se refiere a las disensiones en la mesa. Pues luego de haber dicho: Porque hasta partidos tiene que haber, continúa precisando qué tipo de partidos: Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor. ¿Qué quiere decir comer la cena del Señor? Eso ya no es —dice— comer la cena del Señor, aludiendo a aquella cena que nos legó Cristo la última noche, estando con él todos sus discípulos. En aquella cena, tanto el Señor como los siervos se sentaban juntos a la mesa; mientras que vosotros, que sois consiervos, disentís entre vosotros y fomentáis las divisiones. Por eso dice no es comer la cena del Señor, llamando cena del Señor a aquella que se come cuando todos están reunidos en una perfecta concordia.

 

RESPONSORIO                    Rom 12, 5; Ef 4, 7; 1 Cor 12, 13
 
R./ Nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y somos los unos miembros de los otros. * A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo.
V./ Todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo, y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
R./ A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 


EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 11, 2-16

La mujer en la comunidad de los fieles

Hermanos: Os felicito porque siempre me recordáis y porque mantenéis las tradiciones como os las transmití.

Quiero que sepáis, sin embargo, que Cristo es cabeza de todo hombre, el hombre cabeza de la mujer y Dios cabeza de Cristo. Un hombre que ora o predica inspirado con la cabeza cubierta, abochorna a su cabeza. Una mujer que ora o habla inspirada con la cabeza descubierta, abochorna a su cabeza, porque eso y estar rapada es uno y lo mismo. O sea, que para estar destocada, que se pele; y si es vergonzoso para una mujer dejarse pelar o rapar, que se cubra.

Es decir, el hombre no debe cubrirse, siendo como es imagen y reflejo de Dios; la mujer, en cambio, es reflejo del hombre. Porque no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre; ni tampoco fue creado el hombre para la mujer, sino la mujer para el hombre. Por eso la mujer debe llevar en la cabeza una señal de sujeción, por los ángeles.

—Sólo que en cristiano no hay mujer sin el hombre ni hombre sin la mujer, pues lo mismo que la mujer salió del hombre, también el hombre nace de la mujer, y todo viene de Dios.

—Juzgadlo vosotros mismos: ¿está decente que una mujer ore a Dios destocada? ¿No nos enseña la misma naturaleza que es deshonroso para el hombre dejarse el pelo largo, mientras a la mujer el pelo largo le da realce? Porque el pelo largo va bien con un velo.

Y si alguno está dispuesto a discutir, sepa que nosotros no tenemos tal costumbre, ni las comunidades tampoco.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 11, 11.12; Gen 1, 27
 
R./ En el Señor, ni la mujer existe sin el hombre, ni el hombre sin la mujer. * Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace de la mujer y todo proviene de Dios.
V./ Dios creó al hombre a su imagen; macho y hembra los creó.
R./ Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace de la mujer y todo proviene de Dios.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 44 (1920: CCL 38, 507-508)

Cristo es cabeza del hombre

Dios es ungido por Dios: cuando oyes ungido, debes entender Cristo, pues Cristo se deriva de crisma. El nombre que lleva Cristo significa unción. En ningún otro reino del mundo eran ungidos los reyes y sacerdotes fuera de aquel en el que fue profetizado y ungido Cristo, y de donde habría de derivarse el nombre de Cristo, nombre que no encontramos en ningún otro lugar, nación o reino. Luego es ungido Dios por Dios: ¿con qué aceite, sino con el aceite espiritual?

El aceite visible es un signo, el aceite invisible es un sacramento, el aceite espiritual es totalmente interior. Dios es ungido para nosotros y enviado a nosotros; y el mismo Dios, para poder ser ungido, se hizo hombre. Pero era hombre sin dejar de ser Dios, y era Dios sin desdeñarse de ser hombre: verdadero hombre, verdadero Dios. En nada falaz, en nada falso, porque es siempre veraz, siempre es la verdad. Así pues, Dios se hizo hombre y de esta suerte Dios fue ungido, porque el hombre es Dios, y se ha hecho Cristo.

Todo esto estaba prefigurado en aquella piedra que Jacob se puso a guisa de almohada. Mientras dormía apoyado en aquella piedra a guisa de almohada, tuvo un sueño: Una rampa, que arrancaba del suelo y tocaba el cielo con la cima. Angeles de Dios subían y bajaban por ella. Acabada la visión, se despertó, ungió la piedra y se marchó. Comprendió Jacob que en aquella piedra estaba prefigurado Cristo y por eso la ungió.

Fijaos desde cuándo es predicado Cristo. ¿Qué significa la unción de aquella piedra, especialmente entre los patriarcas que daban culto a un solo Dios? Sucedió en figura y pasó. Pues ungió la piedra y ya no volvió más allí a adorar o a ofrecer sacrificios. Se expresó un misterio, no se incoó un sacrilegio. Observad la piedra: La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Y como Cristo es cabeza del hombre, la piedra se colocó a la cabeza. Prestad atención al gran misterio: La piedra es Cristo. Piedra viva –recalca Pedro–, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios. Y la piedra a la cabeza, porque Cristo es cabeza del hombre. Y la piedra es ungida, porque Cristo se deriva de crisma.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 2, 20.27; 2 Cor 1, 21.22
 
R./ Vosotros habéis recibido la unción del Santo, y ella permanece en vosotros * y no necesitáis que nadie os instruya; mas su unción os enseña acerca de todas las cosas y no miente.
V./ Es Dios el que nos ungió, nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.
R./ Y no necesitáis que nadie os instruya; mas su unción os enseña acerca de todas las cosas y no miente.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



MARTES


PRIMERA
LECTURA

De la primera carta a los Corintios 11, 17-34

La cena del Señor

Hermanos: Al recordaros esto, no puedo aprobar que vuestras reuniones causen más daño que provecho. En primer lugar, he oído que cuando se reúne vuestra asamblea os dividís en bandos; y en parte lo creo, porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros para que se vea quiénes resisten a la prueba.

Así, cuando os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comerse su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os apruebe? En esto no os apruebo.

Porque yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó el pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva. Por consiguiente, el que come del pan o bebe del cáliz del Señor sin darles su valor tendrá que responder del cuerpo y de la sangre del Señor.

Examínese cada uno a sí mismo antes de comer el pan y beber del cáliz, porque el que come y bebe sin apreciar el cuerpo, se come y bebe su propia sentencia. Esa es la razón de que haya entre vosotros muchos enfermos y achacosos y de que hayan muerto tantos; si nos juzgáramos debidamente nosotros, no nos juzgarían, aunque si el Señor nos juzga es para corregirnos, para que no salgamos condenados con el mundo.

Así que, hermanos míos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros; si uno está hambriento, que coma en su casa, para que vuestras reuniones no acaben con una sanción.

Lo demás lo arreglaré cuando vaya.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 11, 24.25; cf. Mt 26, 26
 
R./ Tomad y comed; esto es mi cuerpo que se da por vosotros. * Haced esto en memoria mía.
V./ Esta copa es la nueva alianza en mi sangre.
R./ Haced esto en memoria mía.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía sobre la primera carta a los Corintios 11, 19 (4-5: PG 51, 259-260)

La mesa mística

Después de haber cuidadosamente demostrado que los Corintios son reos de varias culpas, Pablo adopta en la acusación un tono más suave, abandonando la vehemencia inicial. A continuación centra sus reflexiones sobre la mesa mística, para infundirles mayor temor. Yo –dice– he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido. ¿Dónde está la lógica? ¿Estás hablando de una comida fraterna y traes a colación tan estupendos misterios? Naturalmente, contesta.

En efecto, si aquella tremenda mesa se propone indistintamente a todos, ricos y pobres, y de ella no se aprovecha más el rico y menos el pobre, sino que todos tienen igual dignidad y un mismo acceso; si hasta que todos han comulgado y participado de esta espiritual y sagrada mesa, no se retiran las ofrendas que se han presentado, sino que todos los sacerdotes esperan, de pie, hasta que llegue el más vil y miserable, con mayor razón debe observarse idéntica cortesía en esta mesa material. Por eso traje a la memoria la cena del Señor: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre».

Seguidamente se ocupa con detención de aquellos que participan indignamente de estos misterios, atacándolos e increpándoles con vehemencia, demostrándoles que quienes temeraria y negligentemente reciben la sangre y el cuerpo de Cristo, padecerán la misma pena que los que mataron a Cristo. Inmediatamente vuelve al tema anterior, diciendo: Así que, hermanos, cuando os reunís para comer, esperaos unos a otros; si uno está hambriento, que coma en su casa, para que vuestras reuniones no acaben con una sanción. Y concluye el discurso con el temor del suplicio diciendo: Para que vuestras reuniones no acaben con una sanción, o sea, en sentencia condenatoria y en el bochorno. No es posible —dice— compaginar una comida o una mesa con la humillación del hermano, con la falta de respeto a la asamblea, con tanta voracidad e intemperancia. Tal mesa no constituye un placer, sino que es un suplicio y una pena. Pues os atraéis una severa venganza al afrentar a los hermanos, despreciar a la asamblea y al convertir el lugar santo en casa propia, cuando tenéis mesa aparte. Oyendo esto, hermanos, tapad la boca de quienes interpretan temerariamente las palabras y la doctrina del Apóstol; corregid a los que utilizan las Escrituras en propio y ajeno perjuicio. Sabéis muy bien a propósito de qué dijo Pablo: Porque hasta partidos tiene que haber entre vosotros, a saber, de las disensiones que suelen surgir con motivo de los banquetes, ya que mientras uno pasa hambre, el otro está borracho.

Con fe sincera, demos testimonio de una vida coherente con la doctrina, mostremos una gran benevolencia para con los pobres y preocupémonos en serio de los indigentes; cuidémonos de los intereses del espíritu y no indaguemos más de lo necesario. Estas son las riquezas, esta es la especulación, este el tesoro inexhaurible, si transferimos todos nuestros bienes al cielo, y, libres de temor, confiamos plenamente en la seguridad de nuestro depósito.

Que todos nosotros, después de haber vivido esta vida según su voluntad, podamos conseguir el gozo eterno, preparado para los que obtienen la salvación, por la gracia y la misericordia del verdadero Dios y Salvador nuestro Jesucristo, de quien es la gloria y el imperio junto con el Padre y su santísimo Espíritu por los siglos de los siglos. Amén.

 

RESPONSORIO                    Mt 26, 26; Prov 9, 5
 
R./ Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan, lo partió y, lo dio a sus discípulos diciendo: * Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
V./ Venid, comed mi pan, bebed el vino que yo he mezclado.
R./ Tomad y comed, esto es mi cuerpo.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 
 



MIÉRCOLES

PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 12, 1-11

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu

Hermanos: En la cuestión de los fenómenos espirituales no quiero que sigáis en la ignorancia. Recordáis que cuando erais paganos os sentíais arrebatados hacia los ídolos mudos, siguiendo el ímpetu que os venía. Por eso os advierto que nadie puede decir: «¡Muera Jesús!», si habla impulsado por el Espíritu de Dios; ni nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, el lenguaje arcano; a otro, el don de interpretarlo. El mismo y único Espíritu obra todo en todos, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.

 

RESPONSORIO                    Ef 4, 17; 1 Cor 12, 11.4
 
R./ A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo; pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, * que distribuye a cada uno en particular según su voluntad.
V./ Hay diversidad de carismas, pero uno solo es el Espíritu.
R./ Que distribuye a cada uno en particular según su voluntad.
 


SEGUNDA LECTURA

Balduino de Cantorbery, Tratado 15 sobre la vida cenobítica (PL 204, 545.556-558)

La caridad no busca su propio interés, sino el de Cristo

La institución de la vida común está avalada y se apoya sobre un estimable, firme y sólido principio de autoridad. La Iglesia primitiva fue fundada sobre el esquema de la vida común; la infancia de la Iglesia naciente tiene su origen en la vida común. La vida común recibió de los mismos apóstoles el peculiar modelo de su existencia, su timbre de honor, el privilegio de su dignidad, el testimonio de su autoridad, su abogado defensor, la firmeza de su esperanza.

Siendo muchos, somos un solo cuerpo, pero cada miembro está al servicio de los demás miembros. Un mismo espíritu anima todo nuestro cuerpo a través de los miembros, junturas y ligamentos, armonizándolos entre sí, armonía que contribuye a la conservación de la misma unidad del espíritu; este espíritu conserva a los miembros en la mutua obsequiosidad y la paciencia mutua. Amadísimos hermanos en Cristo, ¿a qué nos están invitando estos ejemplos sino a la mutua paciencia, a la mutua humildad, a la caridad mutua? ¿No es verdad que Dios grabó ennosotros la ley de su amor, que nos enseña a conocemos? El que nos dio el precepto, nos otorgue también su bendición, nos confirme en la integridad de nuestro corazón y con el discernimiento de nuestras acciones nos guíe por el camino de la paz, a fin de mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz, para conservar el amor de Dios en el amor al prójimo.

Si unánimes y concordes amamos a Dios de acuerdo con la pureza de nuestra profesión, es indudable que el amor de Dios se derrama en nuestros corazones con el Espíritu Santo. Y el único Espiritu de Dios nos vivifica como a un solo cuerpo, de modo que ninguno de nosotros viva para sí, sino para Dios; y a fin de que todos nosotros conjuntamente vivamos, por el único Espíritu que habita en nosotros, en la unidad del Espíritu.

Esta unidad de espíritu que hallamos en nosotros gracias a la caridad de Dios, la conservamos mediante el amor al prójimo, que a la vez nos radica en el amor a Dios; y permaneciendo en este amor, estemos en Dios y Dios en nosotros. Así pues, mediante el amor al prójimo, como por un nexo de amor y un vínculo de paz, se mantiene y conserva en nosotros el amor de Dios y la unidad del Espíritu. Pues el que no ama al hermano se aparta de la unidad del Espíritu, no ama a Dios ni vive del Espíritu de Dios, sino de su espíritu, como quien vive ya para sí y no para Dios.

Al amor del prójimo pertenece la comunión, y donde el amor es pleno, también es plena la comunión. Comunión plena es sólo aquella en que se ponen en común todas las cosas, como está escrito: Lo tenían todo en común. Pero lo que sigue: Lo repartían entre todos según la necesidad de cada uno, puede plantearnos este interrogante: ¿Hasta qué punto lo tenían todo en común cuando cada cual poseía algo en propiedad? Y el Apóstol hace todavía más problemática la cuestión cuando afirma: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común; y, cada uno tiene el don particular que Dios le ha dado; unos uno y otros otro. Y de nuevo: Hay diversidad de dones, hay diversidad de ministerios, hay diversidad de funciones.

¿Cómo puede haber comunión en plenitud allí donde hay tanta diversidad de carismas, donde cada uno posee su propio don?

Por tanto, quien haya recibido de Dios su don particular, pórtese de modo que no lo tenga sólo para sí, sino para Dios y para el prójimo: para Dios, de manera que no usufructúe el don de Dios para su personal exaltación, sino para gloria de Dios; para el prójimo, de modo que atienda siempre la común utilidad y no la propia. La caridad no busca su propio interés, sino el de Jesucristo.

 

RESPONSORIO                    Hch 4, 32; 2, 45
 
R./ La mayoría de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma * y nadie llamaba suyos sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.
V./ Quien tenía posesiones y bienes los vendía y repartía el dinero entre todos, según la necesidad de cada uno.
R./ Y nadie llamaba suyos sus bienes, sino que todo era en común entre ellos.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 12, 12-31

Las funciones de los miembros en el cuerpo

Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los más necesitados. Así no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros. Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.

Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro. Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas, el don de interpretarlas. ¿Acaso son todos apóstoles?, ¿o todos son profetas?, ¿o todos maestros?, ¿o hacen todos milagros?, ¿tienen todos don para curar?, ¿hablan todos en lenguas o todos las interpretan? Ambicionad los carismas mejores.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 12, 12.27.26
 
R./ Como el cuerpo, aun siendo uno, tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. * Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros.
V./ Si un miembro sufre, todos los demás sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo.
R./ Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros.
 


SECUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 30 sobre la primera carta a los Corintios (1-2: PG 61, 250-251)

La Iglesia se compara al cuerpo humano

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Dicho esto y habiéndolo demostrado con plena evidencia a través de un recuento pormenorizado de todos los miembros, añade: Así es también Cristo. Cuando esperábamos que dijera: Así es también la Iglesia, como era natural, no lo dijo, sino que en su lugar puso a Cristo, elevando el tono y causando así mayor impresión en el oyente.

En realidad, es esto lo que quiere decir: Así es también el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Lo mismo que el cuerpo y la cabeza forman un solo hombre, así también la Iglesia y Cristo son una sola realidad. Por eso puso Cristo en vez de Iglesia, llamando así a su cuerpo. Que es como si dijera: lo mismo que nuestro cuerpo es uno aunque lo integren muchos miembros, así también en la Iglesia todos somos uno. Y aun cuando la Iglesia consta de muchos miembros, todos esos miembros forman un solo cuerpo.

Una vez reanimado y levantado el ánimo, con este ejemplo de evidencia inmediata, del que se creía en inferioridad de condiciones, nuevamente abandona el lenguaje corriente para elevarse a hablar de otra cabeza, de la cabeza espiritual, reportándonos un consuelo más profundo, al demostrarnos que existe una gran igualdad en el honor. Y ¿cuál es esa cabeza? Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Esto es: lo que ha hecho que seamos un solo cuerpo y nos ha regenerado es un único Espíritu: pues éste y aquél no han sido bautizados uno en uno y otro en otro espíritu. Ya que no sólo es uno el que nos bautiza, sino que también es uno aquel en quien bautiza, es decir, por medio de quien bautiza. Pues no fuimos bautizados para formar cuerpos diversos, sino para que todos cooperemos unánimes por mantener la perfecta conexión del único cuerpo; o lo que es lo mismo: hemos sido bautizados para ser todos un solo cuerpo.

Así pues, tanto el que construyó el cuerpo como el cuerpo construido son uno. Y no dijo: «para que seamos un mismo cuerpo», sino: «para que todos seamos un cuerpo», procurando en todo momento utilizar aquellas palabras que den más énfasis a la expresión.

Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Esto es, hemos sido iniciados en unos mismos misterios y nos hemos sentado a una misma mesa. Y ¿por qué no dijo: «Comemos el mismo cuerpo y bebemos la misma sangre»? Pues porque al mencionar el Espíritu, significó ambas cosas: el cuerpo y la sangre: a través de ambos hemos bebido del mismo Espíritu. Todos hemos bebido del mismo Espíritu y hemos recibido la misma gracia. En efecto, si nos ha unido un solo Espíritu, es que nos ha llamado a formar todos un mismo cuerpo. Es esto precisamente lo que significa:

Hemos sido bautizados para formar un solo cuerpo; se nos ha obsequiado con una misma mesa y abrevado en una misma fuente. Es lo que significa la frase: Todos hemos bebido de un solo Espíritu.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 12, 6-7.27
 
R./ Hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. * A cada cual se le otorga una manifestación del Espíritu para provecho común.
V./ Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros cada uno por su parte.
R./ A cada cual se le otorga una manifestación del Espíritu para provecho común.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 12, 31-13, 13

Excelencia del amor

Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.

Cuando yo era niño hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

 

RESPONSORIO                    1 Jn 4, 16.7
 
R./ Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene: * Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
V./ Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios.
R./ Dios es amor: quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
 


SEGUNDA LECTURA

Orígenes, Comentario sobre la carta a los Romanos (Lib 9, 2: PG 14, 1211-1212)

En la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo,
cada uno ejercemos distintas funciones

Que cada uno sepa y entienda el cupo de gracia que Dios le ha concedido en atención a su fe. A veces recibe uno de Dios el don de ejercer la caridad, o de visitar, o de practicar la misericordia con los pobres, o de cuidar a los enfermos, o de defender a los huérfanos y a las viudas, o de ejercer la hospitalidad con solicitud. Todos estos dones los otorga Dios a cada uno según la medida de la fe.

Pero si quien ha recibido uno cualquiera de estos dones no conoce la medida de la gracia que se le ha dado, sino que pretende ser un experto en la sabiduría de Dios, en la doctrina o en el planteamiento de una ciencia más profunda, para lo cual no recibió una determinada gracia; y abriga la pretensión no ya de aprender, sino de enseñar lo que no sabe, este tal, cuanto menos sabe, más pretende saber lo que no conviene.

No tiene la necesaria moderación para mantener la medida de fe que Dios otorgó a cada uno. Y para exponer con mayor claridad su pensamiento, el Apóstol acude a un ejemplo: Pues así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros y no desempeñan todos los miembros la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. De esta forma, Pablo estructura con gran precisión todo el organismo de la Iglesia. Así como los miembros del cuerpo tienen cada uno su propia función y cada cual desempeña su particular cometido, sin que esto quiera decir que no puedan suplirse recíprocamente, así también —dice— en la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, cada uno ejercemos distintas funciones.

Por ejemplo: uno centra todo su interés en el estudio de la sabiduría de Dios y la docrina de la palabra, perseverando día y noche en la meditación de la ley divina: es el ojo de este macrocuerpo. Otro se ocupa del servicio a los hermanos y a los indigentes: es la mano de este santo cuerpo. Otro es ávido oyente de la palabra de Dios: es el oído del cuerpo. Otro se muestra incansable en visitar a los postrados en cama, en buscar a los atribulados y en sacar de apuros a los que se encuentran en alguna necesidad: podemos indudablemente llamar a éste pie del cuerpo de la Iglesia. Y de este modo descubrirás que cada cual tiene una especial propensión hacia un determinado servicio y a él se entrega con especialísima dedicación.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 12, 11.28; Sab 7, 16
 
R./ Todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu. * A algunos, por eso, Dios los puso como apóstoles, a otros como profetas, a otros como maestros, luego vienen los milagros, luego el don de las curaciones.
V./ En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, nuestra inteligencia y destreza en el obrar.
R./ A algunos, por eso, Dios los puso como apóstoles, a otros como profetas, a otros como maestros, luego vienen los milagros, luego el don de las curaciones.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la primera carta a los Corintios 14, 1-19

El don de lenguas

Hermanos: Esmeraos en el amor mutuo; ambicionad también las manifestaciones del Espíritu, sobre todo el hablar inspirados.

Mirad, el que habla en lenguas extrañas no habla a los hombres, sino a Dios, ya que nadie lo entiende; llevado del Espíritu dice cosas misteriosas. En cambio, el que habla inspirado habla a los hombres, construyendo, exhortando y animando.

El que habla en lenguaje extraño se construye él solo mientras el que habla inspirado construye la comunidad. A todos os deseo que habléis en esas lenguas, pero prefiero que habléis inspirados. Para que la comunidad reciba algo constructivo, vale más hablar inspirado que en lenguas, excepto en caso de que se traduzcan.

Vamos a ver, hermanos: si yo os hiciera una visita hablando en lenguas de esas, ¿de qué os serviría, si mis palabras no os transmitían ninguna revelación, saber, inspiración o doctrina? Pasa lo mismo con los instrumentos musicales, por ejemplo, una flauta o una guitarra; si las notas que dan no guardan los intervalos, ¿cómo se va a saber lo que tocan? Otro ejemplo: si la trompeta da un sonido indistinto, ¿quién se va a preparar al combate? Pues lo mismo vosotros con la lengua: si no pronunciáis palabras reconocibles, ¿cómo va a enterarse de lo que habláis? Estaréis hablando al aire. Vete a saber cuántos lenguajes habrá en el mundo, y ninguno carece de sentido; de todos modos, si uno habla un lenguaje que yo no conozco, mis palabras serán un galimatías para él y las suyas para mí. Aplicaos el cuento: ya que ambicionáis tanto los dones del Espíritu, procurad que abunden los que construyen la comunidad. Por. tanto, el que habla en una lengua de ésas, pida a Dios la traducción.

Cuando pronuncio una oración en esas lenguas, en mí el Espíritu reza, pero mi inteligencia no saca nada. ¿Conclusión de esto? Que quiero rezar llevado del Espíritu, pero rezar también con la inteligencia; que quiero cantar llevado del Espíritu, pero cantar también con la inteligencia. Supongamos que pronuncias la bendición llevado del Espíritu; ése que ocupa un puesto de simpatizante, ¿cómo va a responder «amén» a tu acción de gracias si él no sabe lo que dices? Tu acción de gracias estará muy bien, pero al otro no le ayuda.

Gracias a Dios hablo en esas lenguas más que todos vosotros, pero en la asamblea prefiero pronunciar media docena de palabras inteligibles, para instruir también a los demás, antes que diez mil en una lengua extraña.

 

RESPONSORIO                    1 Cor 14, 12; 8.2
 
R./ Ya que aspiráis a los dones espirituales, * procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea.
V./ La ciencia hincha, mientras que el amor edifica.
R./ Procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea.
 


SEGUNDA LECTURA

San Ambrosio de Milán, Comentario sobre el salmo 1 (9-12: CSEL 64, 7.9-10)

Cantar salmos con el espíritu,
pero cantarlos también con la mente

¿Qué cosa hay más agradable que los salmos? Como dice bellamente el mismo salmista: Alabad al Señor, que los salmos son buenos; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. Y con razón: los salmos, en efecto, son la bendición del pueblo, la alabanza de Dios, el elogio de los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra fe, la expresión de nuestra entrega total, el gozo de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría desbordante. Ellos calman nuestra ira, rechazan nuestras preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas. De noche son un arma, de día una enseñanza; en el peligro son nuestra defensa, en las festividades nuestra alegría; ellos expresan la tranquilidad de nuestro espíritu, son prenda de paz y de concordia, son como la cítara que aúna en un solo canto las voces más diversas y dispares. Con los salmos celebramos el nacimiento del día, y con los salmos cantamos a su ocaso.

En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina; son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye. Cualquier sentimiento encuentra su eco en el libro de los salmos. Leo en ellos: Cántico para el amado, y me inflamo en santos deseos de amor; en ellos voy meditando el don de la revelación, el anuncio profético de la resurrección, los bienes prometidos; en ellos aprendo a evitar el pecado y a sentir arrepentimiento y vergüenza de los delitos cometidos.

¿Qué otra cosa es el Salterio sino el instrumento espiritual con que el hombre inspirado hace resonar en la tierra la dulzura de las melodías celestiales, como quien pulsa la lira del Espíritu Santo? Unido a este Espíritu, el salmista hace subir a lo alto, de diversas maneras, el canto de la alabanza divina, con liras e instrumentos de cuerda, esto es, con los despojos muertos de otras diversas voces; porque nos enseña que primero debemos morir al pecado y luego, no antes, poner de manifiesto en este cuerpo las obras de las diversas virtudes, con las cuales pueda llegar hasta el Señor el obsequio de nuestra devoción.

Nos enseña, pues, el salmista que nuestro canto, nuestra salmodia, debe ser interior, como lo hacía Pablo, que dice: Quiero rezar llevado del Espíritu, pero rezar también con la inteligencia; quiero cantar llevado del Espíricu, pero cantar también con la inteligencia; con estas palabras nos advierte que debemos orientar nuestra vida y nuestros actos a las cosas de arriba, para que así el deleite de lo agradable no excite las pasiones corporales, las cuales no liberan nuestra alma, sino que la aprisionan más aún; el salmista nos recuerda que en la salmodia encuentra el alma su redención: Tocaré para ti la cítara, Santo de Israel; te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste.

 

RESPONSORIO                    Sal 91, 2.4
 
R./ Es bueno dar gracias al Señor, * salmodiar a tu nombre, oh Altísimo.
V./ Con el arpa de diez cuerdas y la lira, sobre arpegios de cítaras.
R./ Salmodiar a tu nombre, oh Altísimo.


 
ORACIÓN
 
Concédenos, Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén