En los lugares donde la solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra el Jueves de la semana VI del tiempo pascual, el formulario del domingo VII de Pascua, AQUÍ.


LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Solemnidad


PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-24

Subió a lo alto llevando cautivos

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres». El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo.

Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.

Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya, como es el caso de los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios, con el pensamiento a oscuras y ajenos a la vida de Dios; esto se debe a la inconsciencia que domina entre ellos por la obstinación de su corazón: perdida toda sensibilidad, se han entregado al vicio, dándose insaciablemente a toda clase de inmoralidad.

Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Tratado 10 sobre, la primera carta de san Juan (9: SC 75, 432-436)

Últimas palabras de Cristo antes de subir al cielo

Nuestro Señor Jesucristo, al subir al cielo a los cuarenta días de su resurrección, nos recomendó su cuerpo que debía permanecer aquí abajo. Lo hizo porque previó que muchos iban a rendirle honores por haber ascendido al cielo, y vio también que este honor sería inútil, si pisoteaban sus miembros en la tierra. Y para que nadie fuera inducido a error, conculcando los pies en la tierra mientras adora a la cabeza en el cielo, declaró dónde se hallaban sus miembros.

Estando, pues, para subir al cielo pronunció sus últimas palabras; después de estas palabras no volvió a hablar ya en la tierra. Estando para ascender la cabeza al cielo, recomendó a los miembros en la tierra. Y desapareció. Ya no encuentras a Cristo hablando en la tierra: le encuentras hablando, pero en el cielo. ¿Y por qué desde el cielo? Porque sus miembros eran pisoteados en la tierra. A Saulo, el perseguidor, le dijo desde lo alto: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Subí al cielo, pero permanezco aún en la tierra; aquí estoy sentado a la derecha del Padre, allí padezco todavía hambre y sed, y soy peregrino.

¿Y de qué modo nos recomendó su cuerpo en la tierra cuando estaba para subir al cielo? Como le preguntasen sus discípulos: Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar la soberanía de Israel?, les respondió a punto de partir: No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos. Ved ahora por dónde va a difundir su cuerpo, ved dónde no quiere ser pisoteado: Recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo. Ved dónde permanezco, yo que asciendo. Asciendo porque soy cabeza; permanece todavía mi cuerpo. ¿Dónde permanece? Por toda la tierra. Cuida de no herirlo, cuida de no violarlo, cuida de no pisotearlo: éstas son las últimas palabras de Cristo antes de partir para el cielo.

Reflexionad, hermanos, con entrañas cristianas: si para los herederos son tan dulces, tan gratas, de tanto peso las palabras del que está al borde del sepulcro, ¡cuáles no deberán ser para los herederos de Cristo las últimas palabras no del que está para bajar al sepulcro, sino del que está a unto de subir al cielos El alma de quien vivió y murió es transportada a otras regiones, mientras que su cuerpo se deposita en la tierra: que se cumplan o no sus últimas disposiciones, es algo que a él no le incumbe; otras son ya sus ocupaciones o sus sufrimientos; en su sepulcro yace un cadáver sin sentido. Y sin embargo, se respetan las últimas voluntades del finado. ¿Qué es lo que esperan los que no respetan las últimas palabras del que está sentado en el cielo, del que observa desde arriba si se aprecian o se desprecian?, ¿del que dijo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?, ¿del que reserva para el juicio lo que ve que sus miembros padecen?

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS