DOMINGO III DE CUARESMA


PRIMERA LECTURA

Comienza la carta a los Hebreos 1,1—2, 4

El Hijo, heredero de todo
y encumbrado sobre los ángeles

En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. El es reflejo de su gloria, impronta de su ser. El sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.

Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

Por una parte, habla así de los ángeles: «Envía a sus ángeles como a los vientos, a sus ministros como al rayo». En cambio, del Hijo: «Tu trono, oh Dios, permanece para siempre», y también: «Cetro de rectitud es tu cetro real. Has amado la justicia y odiado la iniquidad; por eso Dios, tu Dios, te ha distinguido de tus compañeros, ungiéndote con perfume de fiesta». Otra vez se expresa así: «Tú, Señor, en los comienzos cimentaste la tierra; obra de tus manos son los cielos; ellos perecerán, tú permaneces; se gastarán como la ropa, los liarás como una capa, serán como vestido que se muda. Pero tú eres siempre el mismo, tus años no se acabarán». Y ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: «Siéntate a mi derecha mientras pongo a tus enemigos por estrado de tus pies»? ¿Qué son todos sino espíritus en servicio activo, que se envían en ayuda de los que han de heredar la salvación?

Por esa razón, para no ir a la deriva, tenemos que prestar más atención a lo aprendido. Pues, si la ley dictada por ángeles tuvo validez, y otra transgresión y desobediencia fue justamente castigada, ¿cómo escaparemos nosotros si desdeñamos una salvación tan excepcional? Una que fue anunciada al principio por el Señor y que nos han confirmado los que la oyeron, mientras Dios añadía su testimomo con portentosas señales, con variados milagros y distribuyendo dones del Espíritu Santo según su voluntad.

 

RESPONSORIO                    Heb 1, 3; 12, 2
 
R./ Jesucristo es el resplandor de la gloria del Padre, la imagen de su ser y, con su poderosa palabra, sostiene el universo; * y, después de haber llevado a cabo la expiación de nuestros pecados, se ha sentado a la diestra de la Majestad en los cielos.                  
V./ El caudillo de nuestra fe, para ganar el gozo que se le ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz.
R./ Y, después de haber llevado a cabo la expiación de nuestros pecados, se ha sentado a la diestra de la Majestad en los cielos.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 2 sobre la carta a los Hebreos (3: PG 63, 23.24-25)

Siendo como era Dios y Señor, no rehusó asumir
la condición de esclavo

Y dijo Dios: Que exista la luz. Pero también el Hijo crea con sola su palabra, puesto que sosteniendo el universo, es decir, gobernándolo, conserva en el ser las cosas perecederas. Conservar el mundo no es menos importante que crearlo; y puestos a darles el calificativo de admirable, conservar es más admirable que crear. Pues crear es sacar algo de la nada; conservar en la existencia las cosas creadas, siempre propensas a la aniquilación, y mantener unidos elementos entre sí dispares, es algo realmente grande y admirable e indicio de gran poder.

Sosteniendo o llevando. Aquí indica que no es pequeño todo lo creado, pero esto en sí grande es para él una nonada. Y a continuación nos enseña nuevamente que esto lo hace sin esfuerzo, diciendo: con su palabra poderosa. Acertadamente dice con su palabra, pues como en nosotros la palabra es algo sutil y tenue, debía puntualizarque en Dios la palabra no es sutil ni tenue. Y así como Juan dice: En la palabra había vida, significando la fuerza y el poder de conservar en el ser, ya que él es la vida de todas las cosas, así también Pablo dice: sosteniendo el universo con su palabra poderosa. El —dice— realizó la purificación de los pecados.

Después de haber hablado de las cosas grandes y admirables concernientes a la conservación y gobierno del universo, pasa a tratar de la solicitud de Dios para con los hombres. Y aunque aquél «sosteniendo el universo» es una expresión general y globalizadora, esta de ahora es de mayor alcance: pues en realidad es también una expresión general y globalizante, ya que, por lo que a él atañe, vino a salvar a todos.

Lo mismo hace Juan: habiendo dicho: en la palabra había vida, refiriéndose a su providencia, luego añade: y la vida era la luz, aclarando lo dicho: y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas. En este texto señala las dos pruebas máximas de su amor providente: que realizó la purificación de los pecados, y que esta purificación la realizó por sí mismo.

Y en muchos pasajes puedes comprobar que se gloría no sólo de habernos reconciliado con Dios, sino además de que esta reconciliación la realizó por medio del Hijo. Por eso, habiendo dicho: está sentado a la derecha y habiendo realizado la purificación de los pecados, y hecha una alusión a la cruz, habla seguidamente de la resurrección y de la ascensión.

Sabiendo esto, no debemos avergonzarnos lo más mínimo ni enorgullecernos. Pues si él, siendo Dios y Señor e Hijo de Dios, no rehusó la condición de esclavo, con mucha mayor razón debemos adaptarnos a todo, por abyecto y humilde que sea.

 

RESPONSORIO                    Cf. Heb 1, 3; 12, 2
 
R./ Cristo Jesús, que es el resplandor de la gloria del Padre e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, * ahora está sentado a la diestra de Dios en las alturas.
V./ Iniciador y consumador de la fe, él, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz.
R./ Ahora está sentado a la diestra de Dios en las alturas.
 
 
ORACIÓN
 
Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 

EVANGELIOS PARA LOS TRES CICLOS



LUNES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 2, 5-18

Jesús, guía de la salvación,
semejante en todo a sus hermanos

Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que estamos hablando; de ello dan fe estas palabras: «¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que mires por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, todo lo sometiste bajo sus pies». En efecto, puesto a someterle todo, nada dejó fuera de su dominio. Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido.

Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos.

Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: «Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré». Y en otro lugar: «En él pondré yo mi confianza». Y también: «Aquí estoy yo con los hijos, los que Dios me ha dado».

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos.

Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo.

Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

 

RESPONSORIO                    Heb 2, 11.17; Bar 3, 38
 
R./ El que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen; por eso Cristo tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, * para ser misericordioso y sumo sacerdote fiel.
V./ Dios apareció en la tierra y convivió entre los hombres.
R./ Para ser misericordioso y sumo sacerdote fiel.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Fisher, Comentario sobre el salmo 129 (Opera omnia, ed. 1579 p. 1610)

Si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre

Cristo Jesús es nuestro sumo sacerdote, y su precioso cuerpo, que inmoló en el ara de la cruz por la salvación de todos los hombres, es nuestro sacrificio. La sangre que se derramó para nuestra redención no fue la de los becerros y los machos cabríos (como en la ley antigua), sino la del inocentísimo Cordero, Cristo Jesús, nuestro salvador.

El templo en el que nuestro sumo sacerdote ofrecía el sacrificio no era hecho por manos de hombres, sino que había sido levantado por el solo poder de Dios; pues Cristo derramó su sangre a la vista del mundo: un templo ciertamente edificado por la sola mano de Dios.

Y este templo tiene dos partes: una es la tierra, que ahora nosotros habitamos; la otra nos es aún desconocida a nosotros, mortales.

Así, primero, ofreció su sacrificio aquí en la tierra, cuando sufrió la más acerba muerte. Luego, cuando revestido de la nueva vestidura de la inmortalidad entró por su propia sangre en el santuario, o sea, en el cielo, presentó ante el trono del Padre celestial aquella sangre de inmenso valor, que había derramado una vez para siempre en favor de todos los hombres, pecadores.

Este sacrificio resultó tan grato y aceptable a Dios, que así que lo hubo visto, compadecido inmediatamente de nosotros, no pudo menos que otorgar su perdón a todos los verdaderos penitentes.

Es además un sacrificio perenne, de forma que no sólo cada año (como entre los judíos se hacía), sino también cada día, y hasta cada hora y cada instante, sigue ofreciéndose para nuestro consuelo, para que no dejemos de tener la ayuda más imprescindible.

Por lo que el Apóstol añade: Consiguiendo la liberación eterna.

De este santo y definitivo sacrificio se hacen partícipes todos aquellos que llegaron a tener verdadera contrición y aceptaron la penitencia por sus crímenes, aquellos que con firmeza decidieron no repetir en adelante sus maldades, sino que perseveran con constancia en el inicial propósito de las virtudes. Sobre lo cual, san Juan se expresa en estos términos: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que aboga ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

 

RESPONSORIO                    Rom 5, 10.8
 
R./ Si cuando éramos pecadores, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, * mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.
V./ Siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.
R./ Mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su vida.


 
ORACIÓN
 
Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



MARTES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 3, 1-19

Jesús, enviado de la fe que profesamos

Hermanos santos que compartís el mismo llamamiento celeste, considerad al enviado y sumo sacerdote de la fe que profesamos: a Jesús, fiel al que lo nombró, como lo fue Moisés en la entera familia de Dios. Pero el honor concedido a Jesús es superior al de Moisés, pues el que funda la familia tiene mayor dignidad que la familia misma. Si cada familia tiene un fundador, quien lo ha fundado todo es Dios. Moisés, ciertamente, fue fiel, como criado, en la entera familia de Dios; su misión era transmitir lo que Dios dijera. Cristo, en cambio, como hijo que es, está al frente de la familia de Dios; y esa familia somos nosotros, con tal que mantengamos firme esa seguridad y esa honra que es la esperanza.

Por eso, como dice el Espíritu Santo: «Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, como cuando la rebelión, cuando la prueba del desierto, donde me pusieron a prueba vuestros padres y me tentaron, a pesar de haber visto mis obras durante cuarenta años; por eso me indignécontra aquella generación, y dije: "Siempre tienen el corazón extraviado; no han conocido mis caminos, por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso"».

¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo, que lo lleve a desertar del Dios vivo. Animaos, por el contrario, los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy», para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.

En efecto, somos partícipes de Cristo, si conservamos firme hasta el final la actitud del principio, dado que dice: «Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón, como cuando la rebelión". ¿Quiénes se rebelaron al oírlo? Ciertamente, todos los que salieron de Egipto por obra de Moisés. Y ¿contra quiénes se indignó durante cuarenta años? Contra los que habían pecado, cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto. Y ¿a quién juró que no entrarían en su descanso sino a los rebeldes? Y vemos que no pudieron entrar por falta de fe.

 

RESPONSORIO                    Cf. Heb 3, 6; Ef 2, 21
 
R./ Cristo, como hijo, está al frente de su propia casa: * y su casa somos nosotros.
V./ En Cristo toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo sano en el Señor.
R./ Y su casa somos nosotros.
 

SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 11, cap 8: PG 74, 506-507)

Cristo, pontífice y mediador

Cristo intercede por nosotros como hombre de Dios y reconciliador y mediador de los hombres. El es realmente nuestro sumo y santísimo pontífice que, ofreciéndose por nosotros, aplaca con sus súplicas el ánimo de su Progenitor. El es, en efecto, víctima y sacerdote, él es el mediador y el sacrificio inmaculado, el verdadero cordero que quita el pecado del mundo.

Un cierto tipo y sombra de la mediación de Cristo manifestada en los últimos tiempos, fue aquella antigua mediación de Moisés; y el pontífice de la ley prefiguró al pontífice que estaba por encima de la ley. Los preceptos legales son efectivamente sombras de la verdad. Por eso, el hombre de Dios, Moisés, y con él, el venerable Aarón, fueron los eternos mediadores entre Dios y la asamblea del pueblo, unas veces aplacando la ira de Dios provocada por los pecados de los israelitas e implorando la suprema bondad sobre aquellos corazones arrepentidos; otras veces haciendo votos, bendiciendo, y ofreciendo los sacrificios legales y las ofrendas por el pecado según ordena la ley; otras, finalmente, presentando acciones de gracias por los beneficios recibidos de Dios.

Cristo, que en los últimos tiempos brilló como pontífice y mediador, superando tipos y figuras, ruega ciertamente por nosotros como hombre, pero derrama su bondad sobre nosotros juntamente con Dios Padre en cuanto Dios, distribuyendo sus dones a los que son dignos. Es lo que abiertamente nos enseña Pablo, al decir: Os deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Así pues, quien ruega como hombre, es el mismo que distribuye dones como Dios. Siendo como es pontífice santo, inocente y sin mancha, se ofrece a sí mismo no por su propia fragilidad —como ordena la ley a los sacerdotes—, sino por la salvación de nuestras almas. Hecho esto una sola vez por nuestros pecados aboga por nosotros ante el Padre. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. Es decir, por todos los que, por medio de la ley, iban a ser llamados a la justicia y a la santificación procedentes de toda nación y raza.

 

RESPONSORIO                    Heb 4, 14.16; Rom 3, 25
 
R./ Teniendo, pues, tal sumo sacerdote, Jesús el Hijo de Dios, * acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio en el momento oportuno.
V./ Dios lo destinó a ser instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe.
R./ Acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio en el momento oportuno.


 
ORACIÓN
 
Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
 



MIÉRCOLES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 4, 1-13

Empeñémonos en entrar en el descanso del Señor

Hermanos: Temamos, no sea que, estando aún en vigor la promesa de entrar en su descanso, alguno de vosotros crea que ha perdido la oportunidad. También nosotros hemos recibido la buena noticia, igual que los que salieron de Egipto por obra de Moisés; pero el mensaje que oyeron de nada les sirvió, porque no se adhirieron por la fe a los que lo habían escuchado.

En efecto, entramos en el descanso los creyentes, de acuerdo con lo dicho: «He jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso», y eso que sus obras estaban terminadas desde la creación del mundo. Acerca del día séptimo se dijo: «Y descansó Dios el día séptimo de todo el trabajo que había hecho». En nuestro pasaje añade: «No entrarán en mi descanso».

Ya que, según esto, quedan algunos por entrar en él, y los primeros que recibieron la buena noticia no entraron por su rebeldía, Dios señala otro día, «hoy», al decir, mucho tiempo después, por boca de David, lo antes citado: «Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el corazón».

Claro que, si Josué les hubiera dado el descanso, no habría hablado Dios de otro día después de aquello; por consiguiente, un tiempo de descanso queda todavía para el pueblo de Dios, pues el que entra en su descanso descansa, él también, de sus tareas, como Dios de las suyas. Empeñémonos, por tanto, en entrar en aquel descanso, para que nadie caiga, siguiendo aquel ejemplo de rebeldía.

Además, la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

 

RESPONSORIO                    Gen 2, 3.2; Heb 4, 10
 
R./ Dios bendijo el día séptimo y lo santificó, * y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera.
V./ Pues quien entra en su descanso, también él descansa de sus trabajos, al igual que Dios de los suyos.
R./ Y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Sobre la adoración en espíritu y en verdad (Lib 3: PG 68, 290-291)

Cristo se ofreció a sí mismo por nosotros y se sometió
espontáneamente a la muerte

La ciudad santa es la Iglesia, cuyos habitantes —a mi modo de ver— son los que van camino de la perfecta santidad alimentados por el pan vivo. También aquel bendito de David se acuerda de esta tan augusta y admirable ciudad, diciendo: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!

Cristo, que es la vida y dador de vida, estableció su morada en nosotros: por eso aleja de los consagrados al exterminador. Pues, una vez instituida aquella sagrada mesa, veladamente significada por la hora de aquella cena, ya no le está permitido vencer. Nos libertó Cristo, prefigurado en la persona de David. Pues al ver que los habitantes del país eran presa de la muerte, se erigió en abogado defensor de nuestra causa, se sometió espontáneamente a la muerte y paró los pies al exterminador afirmando que la culpa era suya. Y no porque él personalmente hubiera cometido pecado alguno, sino porque, como dice la Escritura, fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores –aunque personalmente no conoció el pecado–, haciéndose por nosotros un maldito.

Además, Cristo afirma ser más equitativo que sea el pastor y no las ovejas, quien expíe las penas: pues, como buen pastor, él dio la vida por las ovejas. Después, por inspiración divina, el santo David erigió un altar en el mismo sitio en que había visto detenerse el ángel exterminador, y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Por la era del jebuseo has de entender la Iglesia: cuando Cristo llegó a ella y finalmente se detuvo, la muerte quedó destruida, y el exterminador retiró aquella mano que antes todo lo arrasaba con la violencia de su furor. La Iglesia es efectivamente la casa de aquella vida, que es vida por su misma naturaleza, es decir, de Cristo.

Decimos que la era de Arauná es la Iglesia, basados en cierta similitud figurativa. En ella, cual gavillas de trigo, se recogen aquellos que, en el campo de las preocupaciones seculares, son segados por los santos segadores, es decir por la predicación de los apóstoles y evangelistas, para ser almacenados en la era celestial y depositados, como trigo ya limpio, en los graneros del Señor, esto es, en aquella celestial Jerusalén; una vez depuestas las inútiles y superfluas no sólo acciones, sino incluso sensaciones del alma, que puedan ser parangonadas con la paja.

Cristo dijo efectivamente a los santos apóstoles: ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo el salario y almacenando fruto para la vida eterna. Y de nuevo: La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.

Pienso que apellidó mies espiritual a la muchedumbre de los que habían de creer, y que llamó santos segadores a los que en la mente y en la boca tienen aquella palabra viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos.

Esta era espiritual, es decir, la Iglesia, Cristo la compró por medio kilo de plata, lo cual supone un precio considerable; pues él mismo se dio por ella y en ella erigió un altar. Y siendo al mismo tiempo sacerdote y víctima, se ofreció a sí mismo, a semejanza y en figura de los bueyes de la trilla, convirtiéndose en holocausto y sacrificio de comunión.

 

RESPONSORIO                    Jn 10, 15.18; Jer 12, 7
 
R./ Yo doy mi vida por las ovejas. * Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.
V./ He abandonado mi casa, he rechazado mi heredad, he entregado lo que más quería al poder de la enemigos.
R./ Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.


 
ORACIÓN
 
Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
 



JUEVES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 4, 14–5, 10

Jesucristo, sumo sacerdote

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios.

No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.

Porque todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto ,a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón.

Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o, como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec».

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. El, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna, proclamado por Dios sumo sacerdote, según el rito de Melquisedec.

 

RESPONSORIO                    Heb 5, 8-9.7
 
R./ Aun siendo Hijo, aprendió la obediencia con lo que padeció, * y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
V./ En los días de su vida mortal ofreció ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas, y fue escuchado por su actitud reverente.
R./ Y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
 


SEGUNDA LECTURA

San Cirilo de Alejandría, Homilía pascual 26 (3: PG 77, 926)

Cristo se hizo pontífice misericordioso

Cristo se hizo por nosotros pontífice misericordioso siguiendo poco más o menos el siguiente proceso. La ley promulgada a los israelitas mediante el ministerio de los ángeles, disponía que quienes hubieran incurrido en alguna falta debían satisfacer la pena correspondiente y esto inmediatamente. Lo atestigua el sapientísimo Pablo cuando escribe: Al que viola la ley de Moisés lo ejecutan sin compasión, basándose en dos o tres testigos. Por eso, los que según lo prescrito por la ley, ejercían el ministerio sacerdotal, no ponían ningún interés ni se preocupaban de usar de misericordia con los que habían delinquido por negligencia. En cambio, Cristo se hizo pontífice misericordioso. Y no sólo no exigió de los hombres pena alguna en reparación de los pecados, sino que los justificó a todos por la gracia y la misericordia. Nos hizo además adoradores en espíritu y puso ante nuestros ojos clara y abiertamente la verdad, es decir, aquel módulo de vida honesta, que encontramos meridianamente explanado en el sublime mensaje evangélico.

Y no mostró la verdad condenando las prescripciones mosaicas y subvirtiendo las antiguas tradiciones, sino más bien disipando las sombras de la letra de la ley y conmutando el contenido de las figuras en una adoración y en un culto en espíritu y en verdad. Por eso declaraba expresamente: No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

Por tanto, quien da el paso de las figuras a la realidad, no anula las figuras, sino que las perfecciona. Pasa como con los pintores, quienes al aplicar la variada gama de colores al bosquejo inicial, no lo anulan, sino que lo hacen resaltar con mayor nitidez: algo parecido hizo Cristo perfilando aquellas rudas figuras hasta transmitirles la sutileza de la verdad. Pero Israel no comprendió este misterio, a pesar de que la ley y los profetas lo habían preanunciado de diversas maneras, y no obstante que las innumerables acciones de Cristo, nuestro Salvador, les hubieran podido inducir a creer que, aunque manifestándose como hombre según una singular decisión de la Providencia en favor nuestro, él seguía siendo lo que siempre fue, es decir, Dios.

Por esta razón, realizó cosas que exceden las posibilidades humanas e hizo milagros que sólo Dios puede hacer: resucitó de los sepulcros a muertos que ya olían mal y que presentaban señales de descomposición, dio luz a los ciegos, increpó con autoridad a los espíritus inmundos cual creador de todo; con un simple gesto curó a los leprosos, realizando además, otras muchas maravillas imposibles de enumerar y que superan nuestra capacidad admirativa. Por eso decía: Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras.

 

RESPONSORIO                    Heb 4, 15-16; Is 53, 12
 
R./ No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, habiendo sido probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado. * Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, al fin de alcanzar misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio en el momento oportuno.
V./ Él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores.
R./ Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, al fin de alcanzar misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio en el momento oportuno.


 
ORACIÓN
 
Te pedimos humildemente, Señor, que a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



VIERNES


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 5, 11-6, 8

Exhortación a escuchar enseñanzas de cosas más perfectas

Hermanos: De eso nos queda mucho por decir y es difícil explicarlo, porque os habéis vuelto indolentes para escuchar. Cierto, con el tiempo que lleváis deberíais ser ya maestros, y, en cambio, necesitáis que se os enseñen de nuevo los rudimentos de los primeros oráculos de Dios; habéis vuelto a necesitar leche, en vez de alimento sólido; y, claro, los que toman leche están faltos de juicio moral, porque son niños. El alimento sólido es propio de adultos, que con la práctica tienen una sensibilidad entrenada en distinguir lo bueno de lo malo.

Por eso prescindamos ya de prolegómenos al Mesías y vamos a lo adulto, sin echar más cimientos de conversión de las obras muertas y fe en Dios, de enseñanza sobre abluciones e imposición de manos, resurrección de muertos y juicio final. Esto precisamente vamos a hacer, si Dios lo permite.

Pues para los que fueron iluminados una vez, han saboreado el don celeste y participado del Espíritu Santo, han saboreado la palabra favorable de Dios y los dinamismos de la edad futura, si apostatan es imposible otra renovación, volviendo a crucificar para que se arrepientan ellos al Hijo de Dios, es decir, exponiéndolo al escarnio. Además, cuando una tierra se embebe de las lluvias frecuentes y produce plantas útiles para los que la labran, está participando de una bendición de Dios; pero si da espinas y cardos, es tierra de desecho a un paso de la maldición, y acabará quemada.

 

RESPONSORIO                    Sal 94, 8; Heb 3, 12
 
R./ Debiendo ser ya maestros con el tiempo que lleváis, os habéis vuelto tales que necesitáis leche y no manjar sólido. * El alimento sólido es propio de perfectos.
V./ Os di a beber leche; no os ofrecí manjar sólido, porque aún no lo admitíais.
R./ El alimento sólido es propio de perfectos.
 


SEGUNDA LECTURA

San Juan Crisóstomo, Homilía 2 sobre la segunda carta a los Corintios (4-5: PG 61, 397-399)

Eficacia de la oración

Muchísimas veces, cuando Dios contempla a una muchedumbre que ora en unión de corazones y con idénticas aspiraciones, podríamos decir que se conmueve hasta la ternura. Hagamos, pues, todo lo posible para estar concordes en la plegaria, orando unos por otros, como los corintios rezaban por los apóstoles. De esta forma, cumplimos el mandato y nos estimulamos a la caridad. Y al decir caridad, pretendo expresar con este vocablo el conjunto de todos los bienes; debemos aprender, además, a dar gracias con un más intenso fervor.

Pues los que dan gracias a Dios por los favores que los otros reciben, lo hacen con mayor interés cuando se trata de sí mismos. Es lo que hacía David, cuando decía: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre; es lo que el Apóstol recomienda en diversas ocasiones; es lo que nosotros hemos de hacer, proclamando a todos los beneficios de Dios, para asociarlos a todos a nuestro cántico de alabanza.

Pues si cuando recibimos un favor de los hombres y lo celebramos, disponemos su ánimo a ser más solícitos para merecer nuestro agradecimiento, con mayor razón nos granjearemos una mayor benevolencia del Señor cada vez que pregonamos sus beneficios. Y si, cuando hemos conseguido de los hombres algún beneficio, invitamos también a otros a unirse a nuestra acción de gracias, hemos de esforzarnos con mucho mayor ahínco por convocar a muchos que nos ayuden a dar gracias a Dios. Y si esto hacía Pablo, tan digno de confianza, con más razón habremos de hacerlo nosotros también.

Roguemos una y otra vez a personas santas que quieran unirse a nuestra acción de gracias, y hagamos nosotros recíprocamente lo mismo. Esta es una de las misiones típicas del sacerdote, por tratarse del más importante bien común. Disponiéndonos para la oración, lo primero que hemos de hacer es dar gracias por todo el mundo y por los bienes que todos hemos recibido. Pues si bien los beneficios de Dios son comunes, sin embargo tú has conseguido la salvación personal precisamente en comunidad. Por lo cual, debes por tu salvación personal elevar una común acción de gracias, como es justo que por la salvación comunitaria ofrezcas a Dios una alabanza personal. En efecto, el sol no sale únicamente para ti, sino para todos en general; y sin embargo, en parte lo tienes todo: pues un astro tan grande fue creado para común utilidad de todos los mortales juntos. De lo cual se sigue, que debes dar a Dios tantas acciones de gracias, como todos los demás juntos; y es justo que tú des gracias tanto por los beneficios comunes, como por la virtud de los otros.

Muchas veces somos colmados de beneficios a causa de los otros. Pues si se hubieran encontrado en Sodoma al menos diez justos, los sodomitas no habrían incurrido en las calamidades que tuvieron que soportar. Por tanto, con gran libertad y confianza, demos gracias a Dios en representación también de los demás: se trata de una antigua costumbre, establecida en la Iglesia desde sus orígenes. He aquí por qué Pablo da gracias por los romanos, por los corintios y por toda la humanidad.

 

RESPONSORIO                    Cf. Joel 2, 17
 
R./ En el ayuno y en el llanto los sacerdotes oraban diciendo: * Perdona, Señor, a tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio.
V./ Entre el vestíbulo y el altar los sacerdotes lloren y digan:
R./ Perdona, Señor, a tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio.


 
ORACIÓN
 
Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
 



SÁBADO


PRIMERA LECTURA

De la carta a los Hebreos 6, 9-20

La fidelidad de Dios, garantía de nuestra esperanza

Queridos amigos, en vuestro caso estamos ciertos de lo mejor y de lo conducente a la salvación. Porque Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido.

Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: «Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente». Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido.

Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.

 

RESPONSORIO                    cf. Heb 6, 19.20; 7, 25.24
 
R./ En el santuario Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote a semejanza de Melquisedec; * siempre vivo, intercede por nosotros.
V./ Él posee un sacerdocio perpetuo: por eso puede salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios.
R./ Siempre vivo, intercede por nosotros.
 


SEGUNDA LECTURA

San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 85 (1: CCL 39, 1176-1177)

Jesucristo ora por nosotros, ora en nosotros
y es invocado por nosotros

No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es su Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a él como miembros suyos, de forma que él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, Dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros.

Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros.

Por lo cual, cuando se dice algo de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en profecía, que parezca referirse a alguna humillación indigna de Dios, no dudemos en atribuírsela, ya que él tampoco dudó en unirse a nosotros. Todas las criaturas le sirven, puesto que todas las criaturas fueron creadas por él.

Y, así, contemplamos su sublimidad y divinidad, cuando oímos: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho; pero, mientras consideramos esta divinidad del Hijo de Dios, que sobrepasa y excede toda la sublimidad de las criaturas, lo oímos también en algún lugar de las Escrituras como si gimiese, orase y confesase su debilidad.

Y entonces dudamos en referir a él estas palabras, porque nuestro pensamiento, que acababa de contemplarlo en su divinidad, retrocede ante la idea de verlo humillado; y, como si fuera injuriarlo el reconocer como hombre a aquel a quien nos dirigíamos como a Dios, la mayor parte de las veces nos detenemos y tratamos de cambiar el sentido; y no encontramos en la Escritura otra cosa sino que tenemos que recurrir al mismo Dios, pidiéndole que no nos permita errar acerca de él.

Despierte, por tanto, y manténgase vigilante nuestra fe; comprenda que aquel al que poco antes contemplábamos en la condición divina aceptó la condición de esclavo, asemejado en todo a los hombres e identificado en su manera de ser a los humanos, humillado y hecho obediente hasta la muerte; pensemos que incluso quiso hacer suyas aquellas palabras del salmo, que pronunció colgado de la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Por tanto, es invocado por nosotros como Dios, pero él ruega como siervo; en el primer caso, le vemos como creador, en el otro como criatura; sin sufrir mutación alguna, asumió la naturaleza creada para transformarla y hacer de nosotros con él un solo hombre, cabeza y cuerpo. Oramos, por tanto, a él, por él y en él, y hablamos junto con él, ya que él habla junto con nosotros.

 

RESPONSORIO                    Jn 16,24.23
 
R./ Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre: * Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.
V./ En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre.
R./ Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado.


 
ORACIÓN
 
Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor, vivir los sacramentos pascuales, y sentir en nosotros el gozo de su eficacia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.