DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO


EVANGELIO

Ciclo A: Mt 6, 24-34

HOMILÍA

San Cirilo de Alejandría, Homilía 62 sobre el evangelio de san Lucas (Edit R.R. Tonneau: CSCO t. 70, 160-164)

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia

Al oír estas palabras, ¿qué conclusiones los discípulos han de tomar y qué decisiones prácticas han de adoptar? Ciertamente éstas: han de abandonar en manos de Dios la preocupación por el alimento, y acordarse de lo que dijo aquel santo varón: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará. Sí, él da con largueza a los santos lo necesario para la vida, y ciertamente no miente al decir: No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer, ni por el cuerpo pensando con qué os vais a vestir... Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo esto. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.

Era sumamente útil —necesario incluso— que los que son investidos de la dignidad apostólica tuvieran un alma liberada del apetito de riquezas y nada aborrecieran tanto como la acumulación de donativos, contentándose más bien con los que Dios les proporciona, pues, como está escrito: La codicia es la raíz de todos los males. Convenía, por tanto, que a toda costa se mantuvieran al margen y plenamente liberados de aquel vicio que es la raíz y madre de todos los males, agotando —valga la expresión— toda su diligencia en ocupaciones realmente necesarias: en no caer bajo el yugo de Satanás. De esta forma, caminando al margen de las preocupaciones mundanas, infravalorarán los apetitos carnales y desearán únicamente lo que Dios quiere.

Y al igual que los más aguerridos soldados, al salir al combate, no llevan consigo más que las armas necesarias para la guerra, lo mismo aquellos a quienes Cristo enviaba en ayuda de la tierra y a asumir la lucha, en pro de los que estaban en peligro, contra los poderes que dominan este mundo de tinieblas, es más, a luchar contra el mismo Satanás en persona, convenía que estuvieran liberados de las fatigas de este mundo y de toda preocupación mundana de modo que, bien ceñidos y con las armas espirituales en las manos, pudieran luchar denodadamente contra los que bloquean la gloria de Cristo y sembraron de ruinas la tierra entera; es un hecho que indujeron a sus habitantes a adorar a la criatura en lugar de al Creador y a ofrecer culto a los elementos del mundo.

Tened embrazado el escudo de la fe, puesta la coraza de la justicia y por espada la del Espíritu Santo, toda palabra de Dios. Con estos pertrechos, era inevitable que fueran intolerables para sus enemigos, sin llevar entre su impedimenta nada digno de mancha o culpa, es decir, el afán de poseer, de atesorar ilícitas ganancias y andar preocupados en su custodia, cosas todas que apartan al alma humana de una vida grata a Dios ni la permiten elevarse a él sino que más bien le cortan las alas y la hunden en aspiraciones materiales y terrenas.

 

RESPONSORIO                    Mt 6, 31. 32-33
 
R./ No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. * Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
V./ Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura.
R./ Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso.
 


Ciclo B: Mc 2, 18-22

HOMILÍA

San Ireneo de Lyon, Tratado contra las herejías (Lib 4, 34, 1.2.3: SC 100, 846848; 850854)

Trayéndose a sí mismo, Cristo nos trajo toda novedad

Leed con mayor atención el evangelio que nos han transmitido los apóstoles; leed también atentamente las profecías y hallaréis que toda la actividad, toda la doctrina y toda la pasión de nuestro Señor estaba predicha en ellas. Y si se os ocurriese pensar: entonces, ¿qué de nuevo nos ha traído el Señor con su venida?, sabed que trayéndose a sí mismo, nos trajo toda novedad, él que previa-mente había sido anunciado. Y lo que se predicaba eraesto: que la Novedad vendría a innovar y a vivificar al hombre.

Y si la venida del Rey es anunciada de antemano por los siervos que él envió, es para preparar a los que habrían de recibir a su propio Señor. Pero una vez llegado el Rey y sus súbditos han sido colmados de la alegría previamente anunciada, han recibido la libertad que procede de él y participan de su visión; ahora que han escuchado sus palabras y disfrutado de sus dones, ya ninguna persona sensata se preguntará qué de nuevo ha aportado el Rey sobre los que anunciaron su venida: ha aportado su propia persona y ha hecho donación a los hombres de los bienes anunciados con anterioridad, bienes que los ángeles ansían penetrar.

El con su venida lo ha plenificado todo y aún hoy sigue plenificando en la Iglesia, hasta la consumación final, la nueva Alianza preanunciada por la ley. Ahora bien, ¿cómo habrían los profetas podido predecir la venida del Rey y preevangelizar la paz que él iba a instaurar, y preanunciar todo lo que Cristo hizo de palabra y de obra, además de su pasión, y predicar el nuevo Testamento, si hubieran recibido la inspiración profética de otro dios, de un dios que —según vosotros— ignoraba al Padre inenarrable y su reino y sus disposiciones, unas disposiciones cumplimentadas por el Hijo de Dios al venir a la tierra en los últimos tiempos?

Todos los profetas anunciaron de hecho unas mismas cosas, pero no se verificaron en ningún personaje de la antigüedad. Porque de haberse verificado en alguno de los antiguos, no habría razón para que, los profetas que vivieron con posterioridad, profetizasen que estas cosas habrían de cumplirse en los últimos tiempos. Pero la verdad es que no existe ningún personaje ni entre los padres ni entre los profetas ni entre los antiguos reyes en quien se haya realizado un sola de estas profecías en forma propia y específica. Todos, es verdad, profetizaron los padecimientos de Cristo, pero ellos estuvieron muy lejos de padecer sufrimientos tales como los por ellos predichos. Y los signos predichos a propósito de la Pasión del Señor en ningún otro se cumplieron.

En resumen: los profetas no se referían a ningún otro, sino al Señor, en quien concurrieron todos los signos predichos.

 

RESPONSORIO                    Lc 1, 68.70; 1 Jn 4, 10
 
R./ El Señor ha visitado y redimido a su pueblo, * según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
V./ Nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
R./ Según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.
 


Ciclo C: Lc 6, 39-45

HOMILÍA

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Lucas (Cap 6: PG 72, 602-603)

Los discípulos llamados a ser los iniciadores y maestros
del mundo entero

Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine el aprendizaje, será como su maestro. Los bienaventurados discípulos estaban llamados a ser los iniciadores y maestros del mundo entero. Por eso era conveniente que aventajasen a los demás en una sólida formación religiosa: necesitaban conocer el camino de la vida evangélica, ser maestros consumados en toda obra buena, impartir a sus alumnos una doctrina clara, sana y ceñida a las reglas de la verdad; como quienes ya antes habían fijado su mirada en la Verdad y poseían una mente ilustrada por la luz divina. Sólo así evitarían convertirse en ciegos, guías de ciegos. En efecto, los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia, no podrán conducir al conocimiento de la verdad a quienes se encuentran en idénticas y calamitosas condiciones. Pues de intentarlo, ambos acabarán cayendo en el hoyo de las pasiones.

A continuación y para cortar de raíz el tan difundido morbo de la jactancia, de modo que en ningún momento intenten superar el prestigio de los maestros, añade: Un discípulo no es más que su maestro. Y si ocurriera alguna vez que algunos discípulos hicieran tales progresos, que llegaran a equipararse en mérito a sus antecesores, incluso entonces deben permanecer dentro de los límites de la modestia de los maestros y convertirse en sus imitadores.

Es lo que atestiguará Pablo, diciendo: Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo. Por tanto, si el maestro se abstiene de juzgar, ¿por qué tú dictas sentencia? No vino efectivamente a juzgar al mundo, sino para usar con él de misericordia. Cuyo sentido es éste: si yo —dice— no juzgo, no juzgues tú tampoco, siendo como eres discípulo. Y si por añadidura, eres más culpable que aquel a quien juzgas, ¿cómo no se te caerá la cara de vergüenza? El Señor aclara esto mismo con otra comparación. Dice: ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo?

Con silogismos que no tienen vuelta de hoja trata de persuadirnos de que nos abstengamos de juzgar a los demás; examinemos más bien nuestros corazones y tratemos de expulsar las pasiones que anidan en ellos, implorando el auxilio divino. El Señor sana los corazones destrozados y nos libra de las dolencias del alma. Si tú pecas más y más gravemente que los demás, ¿por qué les reprochas sus pecados, echando al olvido los tuyos? Así pues, este mandato es necesariamente provechoso para todo el que desee vivir piadosamente, pero lo es sobre todo para quienes han recibido el encargo de instruir a los demás.

Y si fueren buenos y capaces, presentándose a sí mismos como modelos de la vida evangélica, entonces sí que podrán reprender con libertad a quienes no quieren imitar su conducta, como a quienes, adhiriéndose a sus maestros, no dan muestras de un comportamiento religioso.

 

RESPONSORIO                    2 Tim 2, 2; Sal 77, 5-6
 
R./ Lo que has oído de mí, a través, de muchos testigos, * eso mismo confíalo a hombres fieles, capaces, a su vez, de enseñar a otros.
V./ El Señor mandó a nuestros padres que le enseñaran a sus hijos, para que lo supiera la generación siguiente.
R./ Eso mismo confíalo a hombres fieles, capaces, a su vez, de enseñar a otros.