«GUÍA». Epílogo

UNA SENDA EN EL BOSQUE
Guía del pensamiento de Kierkegaard
Por Mariano Fazio

 


Epílogo

«Sí, Kierkegaard es una "excepción". Se debe no sólo repetirlo, sino profundizar en esta convicción -es decir, leer a Kierkegaard, para después dejarlo ser lo que es y donde está: fuera de la filosofía y de la teología. Repito: dejarlo ser lo que es; no sirve de nada corregirlo, confutarlo, completarlo. ¡Ah!, dice uno, si tuviera un poco más del sentido del perdón y un poco menos del sentimiento de culpa; un poco más de culpabilidad colectiva y un poco más del sentido de la Iglesia. ¡Ah!, dice otro, ¡si tuviera un poco más del sentido de la comunidad, del diálogo! ¡Ah!, dice un tercero, recargando la dosis, ¡si tuviera un poco más del sentido de la historia, un poco más de respeto por la masa y de afecto por el pueblo! ¡Ah! dice el último, ¡si tuviera un poco más de sencillez, de claridad, de coherencia! ¿Quién de nosotros, filósofos, políticos, teólogos, no ha murmurado en este modo contra Kierkegaard? Vosotros os dáis cuenta de como todo esto es ridículo y vano: ¿corregiríais a Otelo o Cornelia? ¿o al Burgués gentilhombre? Nietzsche decía: ¡"No se confuta un sonido"! Lo que no se confuta en Kierkegaard es el existente, el existente real, autor de sus obras, y el existente mítico, hijo de sus obras. No se confuta a Kierkegaard: se lo lee, se lo medita, y después se persigue su fin: "la mirada atenta sobre la excepción"»(1).

Hemos llegado al final de este breve libro. Creo que las palabras de Ricoeur son prudentes. Completar a Kierkegaard, reducir a Kierkegaard es no hacer justicia a su obra. Por esta razón, mediante las frecuentes citas textuales, hemos dejado hablar ampliamente a Kierkegaard. Quitar las referencias al cristianismo y quedarse solamente con la angustia y la desesperación del pecado, cerrando la puerta al remedio de la fe, es manipular un pensamiento que se encuentra plenamente inserto en la tradición cristiana occidental. Hacer de Kierkegaard un cripto católico, sin tener en cuenta los evidentes influjos luteranos, es una operación ideológica desorientadora. Al mismo tiempo, sería tomar una actitud parcializada no ver en el conjunto de sus obras las críticas frecuentes al protestantismo y su apertura mental -en la reducida medida en que lo permitían sus circunstancias ambientales- hacia el catolicismo.

De lo que hemos escrito podemos sacar algunas conclusiones. En lo que respecta a la hermenéutica de su obra, hay que tener en cuenta las explícitas afirmaciones de Kierkegaard acerca del distinto carácter que poseen sus obras seudónimas y las que forman parte de su comunicación directa. Endilgar a Kierkegaard todo lo que escriben Johannes de Silentio o Johannes Climacus es ir contra la "señalización" kierkegaardiana a la que nos referíamos en la introducción. Los seudónimos son posibilidades existenciales que no coinciden necesariamente con su perspectiva intelectual. Un caso distinto es el de Anticlimacus, que representa el cristiano extraordinario que la humildad kierkegaardiana colocaba por encima de sí mismo.

Si partimos de la sustancial sinceridad de su comunicación directa, habría que tomar en serio las declaraciones del escritor danés acerca de la finalidad esencialmente religiosa de su obra. La categoría -el individuo- y el problema -cómo llegar a ser cristiano- se encuentran en el corazón mismo de toda su obra literaria. Las circunstancias intelectuales en las que vivió hicieron que la empresa kierkegaardiana tomara la forma de una gran batalla para despertar a las conciencias, adormecidas en el clima asfixiante del sistema omnicomprehensivo y de la cristiandad formal del luteranismo danés.

La tarea era ardua, y las circunstancias difíciles. Para los que, como nosotros, nos sentimos identificados con la tradición de la philosophia perennis, las perplejidades frente a muchas de las argumentaciones kierkegaardianas permanecen después de una lectura meditada de sus obras. Pero al mismo tiempo, el redescubrimiento de la dignidad individual personal, la fundamentación trascendente de la libertad, la tentativa de resolver la antinomia heteronomía-autonomía mediante la identificación de la libertad con la dependencia de Dios, encuentan en nuestro ánimo acogida y gratitud.

Por otra parte, para los que, como nosotros, queremos ser cristianos, las continuas llamadas a la encarnación existencial de la fe, la necesidad de llegar a ser contemporáneos de Cristo, la exigencia de sufrir por la verdad, pero al mismo tiempo de gozar de la conciencia de la misericordia y del amor de Dios -a pesar, decimos sin respetar las palabras de Ricoeur, de las lagunas y las ambigüedades, y la falta de sentido de la razonabilidad de la fe(2) - hacen de Kierkegaard, en algunas de sus páginas, un maestro de espiritualidad.

Sacar conclusiones sistemáticas de un libro sobre el pensamiento kierkegaardiano sería ridículo, después de las críticas del danés a los profesores de filosofía. Prefiero, por eso, para evitar caer en el ridículo, poner punto final a estas páginas con una oración de Kierkegaard:

Señor Jesucristo, nosotros te pedimos: atráenos completamente a Ti. Ya sea que nuestra vida discurra tranquila en una cabaña en la orilla de un lago tranquilo, o que seamos probados en la lucha contra las tempestades de la vida en el océano enfurecido, o que "tengamos la ambición de vivir tranquilos" (1 Thes. 4, 11), o que luchemos en la humillación: atráenos Tú y atráenos completamente a Ti. Si Tú nos atraes, todo está ganado, aunque si humanamente hablando nada ha sido ganado ni nada ha sido perdido, aunque humanamente hablando todo se haya perdido: porque esta o aquella situación de vida es la verdad de nuestra vida. De hecho, Tú no atraes a nadie en un indigno alejamiento de los peligros, pero tampoco empujas a nadie a riesgos audaces.

Te pedimos por todos. Por el tierno niño que los padres te presentan, para que Tú lo atraigas a Ti (...). Te pedimos por el esposo para que su importante tarea, si este es su puesto en la vida, su actividad febril o su penoso trabajo no se lo haga olvidar, sino para que en su función, en su actividad, en su trabajo, siempre se sienta más atraído por Ti. - Te pedimos por la esposa, a quien ha sido asignada una vida más calma, más lejana de las distracciones y de los ruidos del mundo, para que en su dulce actividad del hogar observe, en el sentido más profundo, el "recogimiento" al sentirse siempre más atraída por Ti. - Te pedimos por el anciano en el ocaso de su vida, para que ahora que ha transcurrido el tiempo del trabajo, el pensamiento de Ti lo atraiga a Ti, que pueda colmar plenamente su alma; te pedimos por el anciano que está al borde del sepulcro, para que Tú lo atraigas a Ti. - Te pedimos por todos, por quien en este momento saluda la luz del día, para que el sentido de la vida pueda ser el de ser atraído a Ti. Y te pedimos por el moribundo, por aquel que quizá muchas cosas y muchos desean que se quede, y por aquel, ¡qué pena!, que nadie o nada se ocupa de él. Nosotros te pedimos que el significado de su vida haya sido el de ser atraído hacia Ti.

Te pedimos por el que está contento y feliz, y por aquel que en su alegría no sabe ni siquiera hacia donde ir, para que Tú lo atraigas a Ti y le hagas comprender que es por este camino que debe dirigirse hacia Ti. Te pedimos por el sufriente que en su miseria no sabe a donde dirigirse, para que Tú lo atraigas a Ti: que puedan el feliz y el sufriente, por más diferentes que hayan sido sus suertes en la vida, que estén unidos en un mismo pensamiento, el de no conocer a nadie a quien ir sino a Ti.

Te pedimos por los que necesitan convertirse para que, desde el camino de la perdición, Tú los atraigas a Ti y los lleves por el camino de la verdad; por los que se han convertido a Ti y han encontrado el camino: te pedimos que les concedas avanzar en el camino, atraídos por Ti. Y porque la verdad es el "camino" que "se puede perder de tres maneras: equivocando el camino, cayendo a lo largo del camino, saliéndose del camino": te pedimos que atraigas hacia Ti del falso camino a los extraviados, que fortifiques a los que caen y que reconduzcas al camino recto a los desviados.

Así, nosotros te pedimos por todos: no podemos, sin embargo, nombrarte a cada uno por su nombre. ¿Y quién sería capaz aunque fuera solamente de nombrar nuestras diferencias? Nosotro nombraremos una sola. Te pedimos por los servidores de la Palabra, por aquellos cuya misión es la de atraer a los hombres a Ti, en cuanto es posible eso al hombre: te pedimos que bendigas su obra, pero de tal manera que ellos, realizándola, puedan también ser atraídos por Ti, para que en su celo por acercar a los otros a Ti, no se queden lejos de Ti. Y te pedimos por los cristianos de la comunidad, para que, atraídos por Ti, no tengan de sí mismos una idea mezquina, como si no hubiera sido concedido a ellos de acercar a otros a Ti, en cuanto esto es posible a un hombre.

En cuanto un hombre sea capaz: verdaderamente sólo Tú puedes atraer a Ti, aunque puedes servirte de todo y de todos - para atraer todo a Ti(3).


------------------------------------------------------------------------

Notas:

1 P. RICOEUR, Kierkegaard. La filosofia e l""eccezione", Morcelliana, Brescia 1995, pp. 44-45.

2 En la encíclica Fides et ratio, Juan Pablo II analiza las relaciones entre fe y razón, y repropone en sus líneas más características las soluciones adoptadas por la tradición católica. En el n. 76 de la citada encíclica, Juan Pablo II cita a Kierkegaard entre los filósofos que se opusieron a la presunción de la razón. Este hecho no implica, obviamente, una aprobación total del planteamiento kierkegaardiano de las relaciones entre razón y fe, sino más bien un reconocimiento al mérito del danés de volver a otorgar a la fe la supremacía sobre la razón, después del intento de Hegel de racionalizar los dogmas. Hace algunos años han sido puestos de relieve tanto los puntos de contacto como las diferencias en la consideración de la relación fe-razón entre el pensamiento kierkegaardiano y la tradición católica. Los dos coinciden en afirmar que la verdad fundamental para el hombre es la que es capaz de ofrecer una salvación eterna. Esta verdad, tanto para Kierkegaard como para la tradición católica, implica la fe en los misterios divinos. Dicha fe trae consigo una superación de los límites de la razón. Por lo tanto, Kierkegaard y la tradición católica concuerdan sustancialmente cuando afirman que la verdad fundamental -es decir, la que contiene en sí un valor salvífico- supera la capacidad de la razón. Pero la tradición católica, tal y como aparece en una línea doctrinal continua, que parte de la patrística y que está presente en los documentos magisteriales antiguos y recientes, no es idéntica a la posición kierkegaardiana en lo que se refiere a la conclusión: el superar a la razón no termina en la paradoja o en el absurdo. La fe no contradice a la razón; la razón puede preparar a la fe; algunas verdades de fe van más allá de la capacidad de la razón, y algunas de ellas "parecen" que van contra la razón, aunque en realidad no sea así. Según Kierkegaard, en cambio, la fe supone un escándalo para la razón, los intentos de la razón para acercarse al contenido de la fe son ordinariamente dañinos para la fe; la tarea de la razón es encontrar sus propios límites. Cfr. L. GUERRERO MARTÍNEZ, Fe luterana y fe católica en el pensamiento de Kierkegaard, en «Scripta Theologica» (Pamplona) 3 (1991), pp. 990-992.

3 Esercizio del Cristianesimo, op. cit., pp. 315-317.
------------------------------------------------------------
(*) Mariano Fazio, filósofo e historiador, es Rector de la Universidad de la Santa Cruz (Roma)
© 2002 El Autor
© 2002 Edición digital Arvo Net en línea.

Gentileza de http://www.arvo.net/ para la
BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL