«GUÍA». Capítulo II. Hermenéutica de la obra de Kierkegaard

UNA SENDA EN EL BOSQUE
Guía del pensamiento de Kierkegaard
Por Mariano Fazio

 


a) Una hermenéutica personal

Quizás uno de los filósofos de toda la historia de la filosofía sobre el que se han hecho interpretaciones de lo más diversas y contrapuestas sea Sören Kierkegaard. Padre del existencialismo moderno -incluso del que niega la trascendencia- para algunos(1), del personalismo cristiano para otros(2), sustentador del realismo ontológico(3), o carente de una profunda metafísica del ser para otros intérpretes(4), su pensamiento es signo de contradicción.

Pretender una hermenéutica definitiva de la obra del filósofo danés es una empresa no sólo arriesgada sino ilusoria(5). El carácter ambiguo de su estilo literario, la gran cantidad de escritos, el obstáculo no insignificante de la lengua original en el que fueron escritos, son algunos de los elementos que dificultan la realización de esta empresa.

Sin embargo, Kierkegaard nos ha dejado muchos textos autobiográficos en los que, según su propia opinión, se podría encontrar la clave de lectura para entender el sentido último de su actividad literaria, o al menos para acercarnos a ella. Y digo "al menos", porque es también cierto que Kierkegaard -como hemos visto en el capítulo precedente- declara abiertamente querer conservar en secreto algunos elementos de su biografía, sin los cuales nunca podremos penetrar en su pensamiento hasta lo más profundo(6).


Los documentos más relevantes para conocer el pensamiento íntimo de Kierkegaard son su voluminoso Diario, y en segundo lugar una obra breve, escrita en 1848, pero que será publicada a título póstumo en 1859. Me refiero a Mi punto de vista de mi actividad de escritor. En esta obra, una especie de declaración pública, el pensador de Copenhague abre al lector parte de su mundo interior. En ella aparecen las complicadas relaciones que tuvo con sus seudónimos, la conexión entre su obra edificante y su obra estética, y revela, si bien es cierto con pudor, su relación personal con Dios. El problema que presenta Mi punto de vista -por otra parte, común a toda la especie literaria de las confesiones- es precisamente el de la sinceridad. Recientemente algunos autores, influenciados por el desconstruccionismo de Deleuze, aplican incluso a esta obra el carácter ambiguo que presentan las obras seudónimas, negando por tanto la veracidad de sus confesiones: "como los lectores de la época, hemos aprendido la lección; y si un día aparece a la venta, con la firma de Kierkegaard, una obra que pretende interpretar toda su actividad de escritor, y que lleva por título "Una comunicación directa, informe de la historia", sabremos ya antes de abrirla que la historia estará falsificada y su comunicación será intrincada y ambigua"(7).

Pero esta afirmación parece un poco apresurada. Si nos fijamos en algunos textos del Diario, en los que Kierkegaard remarca los elementos fundamentales de Mi punto de vista -es decir, el considerarse un autor religioso-(8), y prestamos una especial atención a aquellos textos que hacen referencia a esta obra, el lector tiende a pensar que en este libro Kierkegaard habla en serio(9). El tercer capítulo de la segunda parte, que lleva por título "La parte de la Providencia en mi profesión de escritor", que ocupa una parte importante de la obra, tiene un carácter netamente religioso e íntimo, y lleva a dar por buenas todas la páginas de la obra. La conciencia escrupulosa de Sören le habría impedido tomarse a broma su relación personal con el Absoluto.

Confiando en la supuesta veracidad de estas páginas kierkegaardianas, analizaremos la primera parte y los primeros capítulos de la segunda de Mi punto de vista. Antes de nada se hace necesario encuadrar cronológicamente este libro. Escrito en 1848, Kierkegaard ya había escrito la mayor parte de sus obras seudónimas (Aut-Aut, 1843; Temor y temblor, 1843; La repetición, 1843; Migajas filosóficas, 1844; El concepto de la angustia, 1844; Estadios sobre el camino de la vida, 1845), algunas obras edificantes que forman parte de las obras de comunicación directa y la Apostilla conclusiva no científica a las "Migajas filosóficas", considerada por el mismo Kierkegaard como "el punto decisivo de toda mi obra de escritor". Todavía faltaban otras obras importantes (La enfermedad mortal, 1849; Ejercicio del Cristianismo, 1849; El Momento, 1855).

Desde el comienzo, Kierkegaard se define como un "escritor religioso": "el contenido de este pequeño libro afirma, pues, lo que realmente significa como escritor: que soy y he sido un escritor religioso, que la totalidad de mi trabajo como escritor se relaciona con el cristianismo, con el problema de "llegar a ser cristiano", con una polémica directa o indirecta contra la monstruosa ilusión que llamamos Cristiandad, o contra la ilusión de que en un país como el nuestro todos somos cristianos"(10).

En este rico y al mismo tiempo claro fragmento, encontramos la definición de lo que después será denominado "el problema" de la filosofía y por tanto de la vida humana: "hacerse cristiano". Este problema no se entiende si no se encuadra en la dialéctica kierkegaardiana entre cristianismo y Cristiandad.

La Cristiandad -digámoslo una vez más- consiste fundamentalmente en pertenecer a una comunidad eclesial -la Iglesia Luterana de Dinamarca- representante del "orden establecido". Es una pertenencia que no implica un modo determinado de vida: uno es cristiano porque ha sido bautizado cuando era niño, porque va a la iglesia en domingo, escucha el sermón del pastor y canta himnos. Pero aquello que el cristiano escucha el domingo no influye en su vida del lunes siguiente. La Cristiandad, dirá Kierkegaard, es una ilusión. La tarea que se propone el filósofo danés -tarea que interpreta como un encargo divino- será desvelar esa ilusión y ese engaño de la Cristiandad, y presentar el verdadero cristianismo, que no es una doctrina para ser expuesta sino para ser vivida.

Después de haber presentado su propio carácter de escritor religioso, nuestro autor subraya la importancia que tiene el factor religioso para poder entender toda su obra. Los escritos de carácter estético -su obra seudónima- son una vestimenta, un "engaño" al servicio del cristianismo: "pido a todos aquellos que tengan en el corazón la causa de la Cristiandad -y se lo pido con tanta más urgencia cuanto más seriamente se empeñen en ella- que conozcan este pequeño libro, no curiosamente, sino con devoción, como se lee una obra religiosa. Naturalmente, no me importa el placer que ha encontrado o pueda encontrar el llamado público estético al leer, atentamente o de pasada, las obras de carácter estético, las cuales son un disfraz y un engaño al servicio de la Cristiandad; porque yo soy un escritor religioso (...) Suponiendo que un lector de tal clase entiende a la perfección y aprecia críticamente las producciones estéticas individuales, siempre me entenderá completamente mal, en cuanto no comprenda la religiosa totalidad en toda mi labor como escritor. Supongamos, pues, que otro entiende mis obras en la totalidad de su referencia religiosa, pero no entiende ni uno solo de los productos estéticos contenidos en ellas; en este caso yo no diría que su falta de entendimiento fuera esencial"(11).

La obra estética y la obra religiosa forman una unidad en la dualidad. Dualidad por el hecho evidente del carácter diverso de ambas obras, pero unidad porque el autor religioso no aparece "después" del autor estético: la dualidad se presenta desde el inicio de su actividad literaria -los dos primeros Discursos edificantes son contemporáneos de Aut-Aut-, pero la finalidad última es la religiosa. Esta finalidad que da unidad a toda la obra se manifiesta en la Apostilla, que no es stricto sensu ni una obra estética ni una religiosa. En ella Kierkegaard se plantea "el problema": cómo hacerse cristiano.

Según el danés, toda su obra goza de un carácter dialéctico. Más concretamente Sören habla de reduplicación dialéctica puesta al servicio de un propósito serio. Para Kierkegaard la reduplicación es el momento esencial de la dialéctica cualitativa, es decir, transformarse en aquello en lo que se cree, en lo que se escribe o se predica. En las obras estéticas Kierkegaard es un esteta, pero teniendo presente el "propósito serio" de toda su obra, lo estético está al servicio de lo religioso.

Será precisamente en el prefacio de los dos primeros Discursos edificantes -es decir, en una obra religiosa- donde introducirá "la categoría" -"mi categoría", escribe Kierkegaard-: "el individuo": "(...) tenía plena conciencia de que yo era un escritor religioso y que como tal me importaba "el individuo" ("el individuo", en oposición a "el público"), pensamiento en el que está contenida toda una filosofía de la vida y del mundo"(12).

"El problema" -cómo hacerse cristiano- y "la categoría" -el individuo- se integran mutuamente. El verdadero cristiano será el individuo, la persona singular delante de Dios. Por eso hace falta desenmascarar la falsa ilusión de la Cristiandad, en la cual no se vive como individuos sino "en masa". En otras palabras, la Cristiandad vive en categorías estéticas. En la segunda parte de Mi punto de vista, Kierkegaard explicará su táctica de reduplicación dialéctica: la producción estética como instrumento para desvelar el espejismo de la Cristiandad.

Precisamente desde el comienzo de esta segunda parte, Kierkegaard identifica la Cristiandad con una ilusión: "todo aquel con alguna capacidad de observación que considere seriamente lo que se llama Cristiandad, o las condiciones de un país llamado cristiano, sin duda se sentirá asaltado por profundas dudas. ¿Qué significa el que todos esos miles y miles se llamen a sí mismos cristianos como cosa corriente? ¡Esos hombres innumerables, cuya mayor parte, según es posible juzgar, vive en categorías completamente ajenas al cristianismo! Cualquiera se puede convencer de ello por la más simple observación. ¡Gente que nunca entra en una iglesia, que nunca piensa en Dios, nunca menciona su nombre, excepto en los juramentos! ¡Gente a la que nunca se le ha ocurrido que puede tener alguna obligación hacia Dios, gente que, o bien considera ésta como máximo en la culpabilidad de trasgredir la ley criminal, o que ni siquiera considera esto necesario! ¡Sin embargo, toda esa gente, incluso aquellos que aseguran que no hay Dios, es cristiana, se llama cristiana, es reconocida como cristiana por el Estado, es enterrada como cristiana por la Iglesia, queda como cristiana para la eternidad!"(13).

La cuestión que se plantea el filósofo danés es cómo poder destruir esa ilusión. No es posible atacar una ilusión de forma directa: el defensor del verdadero cristianismo, que intente denunciar abiertamente como no cristiana una sociedad autodenominada cristiana -esto es, que vive inmersa en las categorías de la Cristiandad- será considerado como un fanático, un exagerado, un loco. La única manera de desenmascarar la ilusión de la Cristiandad será a través de un método indirecto. La Cristiandad vive según la categoría estética. Esta categoría presenta para Kierkegaard la forma de vida del hombre que está bajo el señorío de la "impresión sensible". El esteta es, pues, el hombre que vive a flor de piel, el cazador de sensaciones que se vuelca sin límites en la inmediatez, en el instante huidizo e irrepetible en lo que tiene de interesante o placentero, el hedonista que ordena su existencia al placer y al goce en toda su casi infinita gama de posibilidades, desde el goce de la vida hasta el goce de sí mismo. Por tanto el escritor religioso debe meterse en contacto con esos hombres comenzando con obras estéticas: "estas son las arras. Cuanto más brillantes sean esas obras mejor para él. Además, debe estar seguro de sí mismo, o (y ésta es la única seguridad) debe relacionarse con Dios, con miedo y temblor, a fin de que acontezca el hecho más opuesto a sus intenciones, y, en lugar de poner en movimiento a los otros, los otros adquieren poder sobre él, de forma que termina empantanándose en lo estético. Por tanto, debe tenerlo todo dispuesto, aunque sin impaciencia, con el propósito de sacar inmediatamente lo religioso, en cuanto perciba que tiene a sus lectores con él, de forma que con el ímpetu conseguido por la devoción a lo estético entren en contacto con lo religioso"(14).

Kierkegaard, haciendo alarde de un profundo conocimiento de la psicología humana, explica cómo el escritor religioso debe ayudar a las demás personas eficazmente. Para llegar a la gente, debe ir a buscarla allí donde se encuentra. Y ya sabemos cómo los cristianos de la Cristiandad viven según categorías estéticas. Por tanto, el religioso se hace estético, pero sin perder de vista su misión última: buscar al otro -a través de las categorías estéticas- para llevarlo hacia "la" categoría -ser individuo, ser cristiano-.

Nadie puede obligar a una persona a hacerse cristiana, pero todo cristiano tiene por lo menos la obligación de ayudar a los demás a darse cuenta de que en la Cristiandad no son verdaderos cristianos, y que deben superar las categorías estéticas: "de forma que cuando un autor religioso en la cristiandad, cuyo pensamiento absorbente es la tarea de llegar a ser cristiano, hace todo lo posible para que la gente se dé cuenta (si lo logra o no es otra cuestión), debe empezar como escritor estético y hasta un punto determinado debe mantenerse en este papel. Pero necesariamente debe haber un límite; porque su objetivo es hacer que la gente se dé cuenta. Y hay una cosa que el autor no debe olvidar: su propósito, la distinción entre esto y aquello, entre lo religioso como cosa decisiva y el incógnito estético, para que el entrecruce de la dialéctica no termine en parloteo"(15).

Hasta este momento hemos analizado someramente los primeros capítulos de Mi punto de vista. Kierkegaard presenta una hermenéutica personal de su propia obra. Esta hermenéutica gira en torno a "su" categoría, el individuo, y al "problema": cómo hacerse cristiano. Si continuamos confiando en la esencial sinceridad de Mi punto de vista, se puede analizar toda la obra de Kierkegaard bajo esta perspectiva. La "categoría" y el "problema" de la hermenéutica personal de Kierkegaard llevan, en una esfera teológica, a una hermenéutica de la sagrada escritura, y en una esfera filosófica, a la fundación de una antropología metafísica.

"Cristiano" es para Kierkegaard el extraordinario, aquel que ha dado el salto hacia el Absoluto, movido por la fe. Kierkegaard introduce la categoría del salto, en el lugar de la mediación hegeliana que era la categoría de lo continuo, de lo homogéneo e idéntico(16). El salto es la categoría de lo discontinuo, de lo heterogéneo y diferente. Mediar a la manera de Hegel, es identificar los contrarios, suprimir la diferencia irreductible del individuo existente, abolir la cualidad en aras de la cantidad(17). La mediación destruye, en opinión de Kierkegaard, la realidad propia de Dios y del hombre. Entre el mundo humano y el divino, entre lo finito y el infinito media un abismo que ninguna mediación puede superar: no queda sino saltar. La fe no se escandaliza frente al Modelo, Cristo. La dialéctica tiempo-eternidad, contingente-necesario, que tiene su propia racionalidad en el horizonte intramundano, es desmontada por el Dios que se hace hombre. La fe requiere la humildad de la razón: "¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!" será uno de los lemas del Ejercicio del Cristianismo. Se hace cristiano el que sufre el escándalo y logra dar el salto.

Ser extraordinario no es privilegio de unos pocos elegidos. Todos pueden lograrlo: ser extraordinario es ser individuo, el individuo frente a Dios. El hombre que vive según categorías estéticas no es propiamente hombre porque no tiene identidad -vive "masificado", como público-. Un yo que logra desesperarse de sí mismo -la angustia y desesperación del pecado- y que se fundamenta en aquella relación en la que consiste ser hombre, es decir, en relación con el Absoluto, capta la transparencia de su esencia y se convierte en individuo: "relacionándose consigo mismo, queriendo ser él mismo, el yo se funda sobre la transparencia en la potencia que le ha colocado"(18).

Hacerse cristiano es ser individuo. La contingencia del yo que se fundamenta sobre la transparencia del Absoluto nos lleva nuevamente a la dialéctica cristianismo-Cristiandad de la hermenéutica personal kierkegaardiana: la necesidad de salir de las categorías meramente estéticas para asomarse a la esfera ético-religiosa del individuo frente a Dios.

No es posible entender a Kierkegaard fuera del radicalismo cristiano(19). Las posibles hermenéuticas de su obra deben respetar la finalidad religiosa que su autor confiesa tener repetidas veces. Detrás de toda lectura de Kierkegaard, para permanecer fieles a su mensaje último, deben quedar claros algunos puntos que son de naturaleza teológica y metafísica: la contingencia del yo, que tiende hacia la nada si permanece en la inmediatez del estado estético, y por la que necesita de una fundamentación trascendente; los límites de la razón, que empujan hacia la desesperación, producto del pecado; y la infinitud de la fe, con la que llega a término la vocación humana y cristiana del individuo.

b) La comunicación directa e indirecta

Con todo lo dicho, podemos ahora acercarnos a la presentación de la obra kierkegaardiana. Toda la producción del danés forma una unidad en la diversidad: diversidad de tono, estilo, seudónimos, argumentos, pero una diversidad reconducible al "problema" y a la "categoría", de la hermenéutica de Sören.

La primera gran clasificación que se debe realizar de la obra de Kierkegaard es entre la comunicación "directa" y la comunicación "indirecta". La primera lleva la firma de Kierkegaard: con su nombre se hace responsable de cuanto escribe y afirma, y considera cada obra como "suya"; la comunicación indirecta, por el contrario, es la seudónima, en la que Kierkegaard hace hablar a autores imaginarios.

¿Cuál es la relación existente entre Kierkegaard y sus seudónimos? ¿Todo cuanto se ha atribuido a la pluma de Virgilius Haufniensis o a la de Víctor Eremita forma parte del pensamiento íntimo de Kierkegaard? En varios textos de su comunicación directa Kierkegaard ha repetido su propia posición personal. Con particular claridad hace referencia a este punto en el Añadido a la Apostilla conclusiva no científica. En ella el danés explica que sus seudónimos y los diversos nombres empleados tienen una razón de ser esencial en la misma producción literaria: los diversos autores expresan diferentes modos de existir, de variedad psicológica, "que ninguna persona de carne y hueso podría o querría permitirse encontrar en los límites morales de la realidad". Por ello, cada seudónimo muestra su propia concepción de la vida, y no la de Kierkegaard. Es más, el danés reconoce que se acerca a los seudónimos como lector: "no hay en las obras seudónimas ni una palabra mía; yo no tengo ni una sola opinión de ellos si no es como tercera persona, ningún conocimiento de su importancia si no es como el de cualquier lector"(20).

Kierkegaard asume la responsabilidad de los seudónimos desde el punto de vista jurídico y literario: "en sentido dialéctico lato he sido yo quien ha "proporcionado la ocasión" de escuchar esta obra en el mundo de lo real, el cual naturalmente no puede ocuparse de escritores poético-realistas y por eso, con perfecta coherencia y con pleno derecho, desde el punto de vista jurídico y literario, la obra se atiene a mí"(21). Sören llegará a aclarar que si alguien quiere hacer una cita textual de una obra seudónima, lo haga con el nombre del seudónimo y no con el suyo. Las concepciones de la vida que muestran Frater Taciturnus o Johannes de Silentio, insiste Kierkegaard, no son la suya propia, si bien alguna vez pueden coincidir con algún punto de vista personal. Por el contrario, Kierkegaard se reconoce a sí mismo como autor "del todo propio y directo" de los Discursos edificantes, "y de cada palabra que contienen"(22).

El juego de los seudónimos, con la ambigüedad del estilo utilizado, en el entramado de la dialéctica de toda su obra, constituye una de las dificultades más evidentes para poder penetrar en el auténtico pensamiento kierkegaardiano. Pensamiento, por otra parte, impenetrable hasta sus últimas consecuencias, por la inconclusividad de sus ideas y de sus actitudes existenciales.

En la comunicación indirecta -la obra seudónima- se puede hacer una ulterior clasificación entre las obras en las que Kierkegaard aparece como editor, y aquellas otras en las que su nombre no aparece de ninguna manera.

La comunicación directa presenta un panorama aún más rico en diversidad de estilos y géneros literarios. Está formada, antes que nada, por una amplia serie de Discursos edificantes de carácter religioso, por un ensayo crítico sobre Hans Christian Andersen (De las cartas de alguien aún con vida, 1838), por su tesis de graduación (El concepto de la ironía, 1841), por un Añadido a la Apostilla, por el ya mencionado Mi punto de vista de mi actividad de escritor, dos ensayos autobiográficos (Para un examen de uno mismo, recomendado a mis contemporáneos, 1851, y Juzga por ti mismo, 1851-1852), por algunos artículos de prensa y 10 fascículos titulados El Momento, en los que se enfrenta con la Iglesia Luterana de Dinamarca.

En la comunicación directa se deben incluir también la mayor parte de sus Papirer (Documentos), es decir de las obras inéditas. Los editores daneses de los documentos los han clasificado en tres grupos: el grupo A está constituido por el voluminoso Diario, que Kierkegaard escribe entre 1834 y 1855; el grupo B contiene ensayos no publicados, correcciones y anotaciones a obras publicadas, e incluso esbozos de obras inconclusas; por último el grupo C contiene apuntes de escuela y de literatura.

Teniendo en cuenta todo lo dicho, damos a continuación una lista de las obras de Kierkegaard. Está realizada siguiendo un orden cronológico. La explicación que se hace de cada escrito es solamente ilustrativa, no pretende ser una síntesis exacta. Añadimos también las principales partes en las que se dividen, y que de vez en cuando se presentan en las traducciones como libros en sí, lo que conlleva aún más confusión para entender el conjunto de la obra del danés:

De los papeles de un hombre que aún vive. Publicado contra su voluntad por Sören Kierkegaard en septiembre de 1838. En esta pequeña obra, la primera publicada por él, Kierkegaard ataca al famoso cuentista danés, Hans Christian Andersen. El ensayo no empieza ni con Andersen ni con la filosofía de Kierkegaard sino con Hegel. En esta obra emergen tres puntos de interés: el ataque a Andersen, una teoría de la novela, y la teoría kierkegaardiana del individuo.

El concepto de la ironía, con constante referencia a Sócrates. Es la tesis de Kierkegaard, aprobada por la Universidad de Copenhague el 16 de septiembre de 1841. Con ocasión de este estudio Kierkegaard hace un ataque al romanticismo y al hegelianismo.

Confesión pública. Firmado por S. Kierkegaard. Artículo publicado en el Faedrelandet, el 12 de junio de 1842. En este artículo deja ver su posición con respecto a algunos de sus contemporáneos, como J.L. Heiberg.

La alternativa (también conocido como Aut-Aut) Editado por Víctor Eremita (febrero de 1843). Es una obra escrita en dos volúmenes. El primero consta de reflexiones estéticas realizadas por un poeta. La segunda parte son consideraciones éticas que centran su atención en el matrimonio, haciendo una crítica a la vida estética.

Dos discursos edificantes (mayo de 1843). La espera de la fe (Gal. III, 23 y ss.). Todo don bueno y perfecto viene de lo alto (Iac. I, 17-22).

Una pequeña explicación. Artículo publicado en el Faedrelandet el 16 de mayo de 1843. Firmado por Sören Kierkegaard. Es la explicación al difundido rumor de que Kierkegaard era el autor de un sermón. Contesta escribiendo que en enero dio un sermón sobre el texto de Phil. I, 19-25.

La repetición. Un ensayo de psicología experimental. Por Constantin Constantius (octubre de 1843). Es una obra en la que los elementos autobiográficos y las consideraciones filosóficas se encuentran estrechamente unidas.

Temor y temblor. Una lírica dialéctica. Por Johannes de Silentio (octubre de 1843). Con ocasión del relato bíblico de Abraham, el autor hace un estudio sobre las exigencias de la fe añadiendo la esfera religiosa a los dos modos de existencia -estética y ética- presentados en La alternativa.

Tres discursos edificantes (octubre de 1843). La caridad cubre la muchedumbre de los pecados -los dos primeros- (I Pet. IV, 7-12). El fortalecimiento en el hombre interior (Eph. III, 13-21).

Cuatro discursos edificantes (diciembre de 1843). El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. ¡Alabado sea su nombre! (Iob. I, 20-21). Todo don bueno y perfecto viene de lo alto -dos discursos- (Iac. I, 17-22). La salvación del alma por medio de la paciencia (Lc. XXI, 19).

Post-scriptum a "La alternativa". Firmado por Víctor Eremita el 1 de marzo de 1844 (publicación póstuma). El editor ficticio de La alternativa justifica su propósito, da una explicación del seudónimo y del porqué del título de la obra.

Dos discursos edificantes (marzo de 1844). La salvación del alma por medio de la paciencia (Lc. XXI, 19). La paciencia en la espera (Lc. II, 33-40).

Tres discursos edificantes (junio de 1844). Acuérdate de tu creador en los días de tu juventud (Eccl. XII, 1). La esperanza de una felicidad eterna (II Cor. IV, 17-18). Conviene que El crezca y yo mengüe (Ioh. III, 30).

Migajas filosóficas o un poco de filosofía. Por Johannes Climacus. Editado por S. Kierkegaard (junio de 1844). Las "migajas filosóficas" es una expresión que se opone irónicamente a los voluminosos tratados en los que se exponen los sistemas filosóficos. Climacus encarna la filosofía que en nombre del saber cree poder dar una explicación de todo.

El concepto de la angustia. Una simple deliberación sobre las líneas psicológicas en dirección al problema dogmático del pecado original. Por Vigilius Haufniensis (junio de 1844). Es una crítica a la ética racionalista, especialmente a la hegeliana. Basándose en los conceptos de posibilidad y libertad hace un análisis minucioso de la angustia, como estado precedente y consecuente al pecado original. Llega a la conclusión de que la angustia unida a la fe es el medio de salvación.

Cuatro discursos edificantes (agosto de 1844). Tener necesidad de Dios es la mayor perfección del hombre. El aguijón de la carne (II Cor. XII, 7). Contra la pusilanimidad (2 Tim. I, 7). La verdadera oración hace vencedor al hombre (Mc. VIII, 35; y Lc. IX, 24).

Estadios sobre el camino de la vida. Estudios de diversas personas. Publicado por Hilarius Encuadernador (abril de 1845). Está formado por tres obras. En la primera, In vino veritas, por William Afham, cinco amigos presentan sus motivos -estéticos- por los que es preferible no casarse. La segunda, Palabras sobre el matrimonio en respuesta a las objeciones, escrita por un esposo anónimo, describe la belleza del matrimonio, criticando indirectamente algunos de los argumentos presentados anteriormente. La tercera, ¿Culpable? ¿No culpable? Una historia de sufrimiento. Experiencia psicológica por el Frater Taciturnus. Narra en forma de diario el rompimiento de un compromiso matrimonial a causa de la melancolía y conflictos religiosos (con clara referencia autobiográfica).

Tres discursos sobre circunstancias concretas (abril de 1845). Con ocasión de una confesión -entendida como un examen de conciencia delante de Dios-. Con ocasión de un matrimonio. Con ocasión de un entierro.

Un poco más que una postura al punto. Por S. Kierkegaard. Artículo publicado en el Faedrelandet el 9 de mayo de 1845. En este artículo pide no ser considerado el autor de textos que no lleven su nombre.

Actividad de un esteta ambulante, y cómo él cubrió, a pesar de todo, con los gastos de la fiesta. Artículo publicado en le Faedrelandet el 27 de diciembre de 1845. Firmado por Frater Taciturnus. Con este artículo se inició la guerra abierta entre P. L. Möller y Kierkegaard.

Apostilla conclusiva no científica a las "Migajas filosóficas". Por Johannes Climacus. Editado por S. Kierkegaard (febrero 1846). En la primera parte trata el problema objetivo de la verdad del cristianismo, desde el punto de vista histórico y especulativo. La segunda parte trata el problema desde el punto de vista subjetivo: la relación del sujeto con la verdad del cristianismo, o cómo hacerse cristiano.

Una reseña literaria (marzo de 1846). Firmada por Kierkegaard. Es una reseña a la obra Dos épocas de un autor anónimo y publicada por J.L. Heiberg. En esta reseña Kierkegaard da un diagnóstico de la sociedad contemporánea.

El libro sobre Adler (publicación póstuma 1846-47). Adler, pastor de Bornhelm, renunció a sus investigaciones filosofico-hegelianas en 1843 para atenerse sólo a la Biblia. Por las obras que Adler publicó después de este acontecimiento fue considerado como un desequilibrado y fue relevado de su cargo de pastor. Kierkegaard consideró conveniente que la sociedad cristiana pasara por una crisis semejante y estaba persuadido de que él podría provocar esta sacudida.

Discursos edificantes con diversos puntos de vista (marzo de 1847, publicación póstuma). Consta de tres partes. Con ocasión de una confesión (extenso discurso en el que queda de manifiesto el significado y valor de la categoría Individuo). Lo que aprendemos de los lirios del campo y de las aves del cielo (tres reflexiones sobre la grandeza de la condición humana; Mt. VI, 24-34). El evangelio de los sufrimientos (siete consideraciones sobre la alegría cristiana en el sufrimiento; Lc. XIV, 27 y Mt. XI, 30).

Las obras del amor: "Meditaciones cristianas en forma de discursos" (septiembre de 1847). En ella Kierkegaard explica la diferencia entre el orden cristiano y el orden humano partiendo del amor.

La dialéctica de la comunicación ética y ético-religiosa (escrito en 1847, publicación póstuma). Es un texto inacabado sobre la hipertrofía de los medios de comunicación, poniendo en duda el que realmente comuniquen.

Discursos cristianos (abril de 1848). Está formado por cuatro partes. La primera expone las preocupaciones de los paganos. La segunda los sentimientos en la lucha ante los sufrimientos. La tercera contiene pensamientos que hieren por la espalda para la edificación (siete consideraciones en torno a pasajes bíblicos). Y la cuarta son unos discursos en torno a la comunión de los viernes.

La crisis y una crisis en la vida de una actriz. Por Inter et inter. Impreso en cuatro partes en el Faedrelandet en julio de 1848. Esta actriz, que el texto nunca nombra, era la esposa de Johan Ludvig Heiberg. Después de la muerte de Kierkegaard Heiberg lo publicó como un libro completo.

Mi punto de vista de mi actividad de escritor. Por Sören Kierkegaard. Edición póstuma escrita en 1848 y publicada por su hermano en 1859. Muestra cómo toda su obra debe ser interpretada desde un punto de vista religioso y habla de la necesidad de la comunicación indirecta para lograr ese fin. Hace algunas reflexiones autobiográficas relacionadas con su tarea de escritor.

Los lirios del campo y las aves del cielo. Tres discursos piadosos. Son consideraciones sobre el silencio, la obediencia y la alegría cristianas comentando Mt. VI, 24-34.

La enfermedad mortal. Una exposición psicológica cristiana para la edificación y el despertar. Por Anti-Climacus. Editado por S. Kierkegaard en julio de 1849. En esta obra Kierkegaard hace un estudio del hombre como espíritu y de la desesperación de querer reducirse a una de sus categorías sin fundamentarse en Dios. La desesperación o pecado debe entenderse como un yo frente a Dios, y no mal interpretarse bajo categorías exclusivamente racionales.

El Sumo Sacerdote. El publicano. La pecadora. "Tres discursos a propósito de la comunión de los viernes" (octubre de 1849). Son consideraciones en torno a Heb. IV, 15; Lc. XVIII, 13; y Lc. VII, 47.

La neutralidad de la armada o mi posición como autor cristiano dentro de la Cristiandad (escrito en 1849, publicación póstuma). En esta obra Kierkegaard expone las perspectivas que quiere abrir a sus contemporáneos sobre la verdadera significación de la existencia cristiana en el seno de una cristiandad oficialmente establecida.

Ejercicio del Cristianismo. Por Anti-Climacus. Editado por S. Kierkegaard en septiembre de 1850. A partir de una exégesis de Cristo como ocasión de escándalo, Kierkegaard describe las exigencias de la fe, especialmente la de hacerse contemporáneo con Cristo.

Un discurso edificante (diciembre de 1850). Consideraciones sobre la pecadora (Lc. VII, 37-50).

Con ocasión de una observación del Dr. Rudelbach concerniente a mí. Artículo publicado en el Faedrelandet el 31 de enero de 1851. Andreas Gottlob Rudelbach era una de las cabezas de la ortodoxia neo-luterana danesa. En este artículo Kierkegaard critica la Iglesia danesa.

La inmutabilidad de Dios. "Un discurso". Pronunciado el 18 de mayo de 1851 en la iglesia de la Ciudadela de Copenhague, y publicado en septiembre de 1855. A partir de Iac. I, 17-22, critica el intento hegeliano de hacer una síntesis entre la filosofía de la historia y la teología.

Sobre mi obra de escritor. Por S. Kierkegaard (agosto de 1851). Kierkegaard explica el papel de varios seudónimos y subraya las categorías en las que debe entenderse el conjunto de su producción literaria.

Dos discursos a propósito de la comunión de los viernes (escrito en 1849 y publicado en octubre de 1851). Aquel a quien poco se le perdona poco ama (Lc. VII, 47). La caridad cubre la muchedumbre de los pecados (1 Pet. IV, 8).

Para un examen de conciencia recomendado a los contemporáneos (septiembre de 1851). Muestra la hipocresía de la Cristiandad en la Dinamarca de sus días, contraponiendo su modo de vida con las exigencias de Iac. I, 22-27 y Act. I, 1-12.

¡Juzgad vosotros mismos!. Para un examen de conciencia recomendado a los contemporáneos (escrito en 1851-1852, su publicación fue póstuma en 1876). Comentando dos textos del Nuevo Testamento, I Pet. IV, 7 y Mt. VI, 24-34, Kierkegaard hace una crítica directa al obispo Mynster y a la Cristiandad oficial, que se sirven de su condición para conseguir honores mundanos.

Entre el 18 de diciembre de 1854 y el 26 de mayo de 1855 Kierkegaard publicó en el periódico Faedrelandet una serie de veintiún artículos en los que respondía a los ataques que recibía del Corsario. La afirmación del obispo Martensen: "El obispo Mynster es un testigo de la verdad, uno de los verdaderos testigo de la verdad", fue el punto de partida de estos escritos que se caracterizan por el abierto ataque de Kierkegaard a la Iglesia danesa y a algunos de sus representantes. A continuación presentamos una lista de esos artículos.

1º. ¿Fue el obispo Mynster un "testigo de la verdad", uno de los "verdaderos testigos de la verdad"? Publicado el 18 de diciembre de 1854. Kierkegaard escribió este artículo en febrero de 1854, inmediatamente después del discurso que pronunció Martensen con ocasión de la muerte del obispo Mynster, en el que dijo que éste era un auténtico testigo de la verdad. Su publicación se retrasó diez meses porque, entre otras cosas, Kierkegaard quería medir muy bien el efecto que produciría. El artículo marca la tónica de lo que serán los veinte restantes.

2º. ¡No hay que demorarse! Publicado el 30 de diciembre de 1854.

3º. El pastor Paludan-Müller me desafía. Publicado el 12 de enero de 1855.

4º. El litigio con el obispo Martensen; la cristianización que es decisiva para la Iglesia establecida, no es conforme con el punto de vista cristiano. Publicado el 29 de enero.

5º. Dos nuevos testigos de la verdad. Publicado también el 29 de enero en formato separata.

6º. Con ocasión de la muerte del obispo Mynster. Publicado el 20 de marzo.

7º. ¿Rendir un culto cristiano a Dios o burlarse de Dios? Publicado el 21 de marzo.

8º. Lo que debe ser hecho -por mí o por otro, poco importa-. Publicado el 22 de marzo.

9º. La situación religiosa. Publicado el 26 de marzo.

10º. Una tesis -una sola. Publicado el 28 de marzo.

11º. "La sal"; porque "la cristiandad" es: la corrupción del cristianismo; "un mundo cristiano" es: la decadencia del cristianismo. Publicado el 30 de marzo.

12º. ¿Qué quiero? Publicado el 31 de marzo.

13º. Con ocasión de una proposición "anónima" que me fue hecha en el nº 47 de este periódico. Publicado el 7 de abril.

14º. ¿Sería bueno "dejar de tocar la alarma" ahora? Publicado el 11 de abril.

15º. El cristianismo con patente real y cristianismo sin patente real. Publicado el 11 de abril.

16º. ¡Qué cruel castigo!. Publicado el 27 de abril.

17º. Un resultado. Publicado el 10 de mayo.

18º. Un monólogo. Publicado el 10 de mayo.

19º. Concerniente a una tonta y presuntuosa acusación contra mí mismo y la concepción del cristianismo de la que soy portavoz. Publicado el 15 de mayo.

20º. Por la reimpresión del "Ejercicio del cristianismo". Publicado el 16 de mayo.

21º. El silencio del obispo Martensen es 1) un punto de vista cristiano insostenible; 2) ridículo; 3) tontamente prudente; 4) para más de una consideración menospreciable. Publicado el 26 de mayo.

Kierkegaard dejó de publicar sus artículos en el Faedrelandet y comenzó la edición de unos cuadernillos bajo el título El Momento. Aparecieron nueve números entre mayo y septiembre de 1855. Cuando cayó enfermo ya estaba preparado el número diez, que se envió a la imprenta el 2 de octubre de 1855 y se publicó póstumamente en 1881. Todos estos números constituyen una crítica abierta al cristianismo oficial. Entre el segundo y el tercer número, en el mes de mayo, publicó un cuadernillo titulado Como Cristo juzga el Cristianismo oficial.


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Notas:

1 PACI, E. L"Esistenzialismo, CEDAM, Padova 1943, pp. 1-17.

2 POLO, L. Hegel y el post-hegelianismo, Universidad de Piura, Piura 1985, p. 174.

3 FABRO, C. Tra Kierkegaard e Marx. Per una definizione dell"esistenza, Logos, Roma 1978, passim.

4 CAPUCCI, F. C. Fabro, interprete di Kierkegaard, en Studi Cattolici (1982) n. 256, p. 367. También Jolivet afirma que Kierkegaard no cree en la filosofía y rechaza la posibilidad de una metafísica racional. Califica además la atmósfera del pensamiento kierkegaardiano, imbuido de luteranismo, como profundamente fideísta. Cfr. JOLIVET, R., Introduction..., op. cit., p. 101.

5 "La obra de Kierkegaard no tiene el aspecto de un río común, sino el de un río extraño, que desaparece bajo tierra" (FABRO, C. Introduzione al Diario di Kierkegaard, op. cit., p. 11)

6 Cfr. IV A 85.

7 KOCH, L. Introduzione agli Stadi sul cammino della vita, Rizzoli, Milano 1993, p. 37.

8 De hecho, en su Diario, Kierkegaard remarca repetidamente la personal interpretación de su obra: "admito haber comenzado mi actividad de escritor con una ventaja, es decir, la de haber sido considerado poco menos que un canalla, pero a la vez con una mente muy brillante, el Benjamín de la época. Era un pequeño engaño -pero de otra manera no habría conseguido tener a la gente de mi parte. En poco tiempo se dieron cuenta de que las cosas no eran exactamente como pensaban, y me abandonaron. ¡Ay de mí!, si yo hubiese mostrado que trabajaba con miedo y temblor para alcanzar mi salvación eterna: buenas noches, así son las cosas cuando se trata de agradecer favores de este mundo" (IX A 155); "Así comencé yo mi actividad de escritor en cierto modo con un "falsum" o bien con una "pia fraus". Sucede que en la así llamada Cristiandad los hombres están tan convencidos en su imaginación de ser verdaderos cristianos que, si se pretendiera despertarles, harían falta muchos artificios. Si alguno, que todavía no tiene fama de escritor famoso, comienza en seguida a trabajar como escritor religioso, no consigue atraer la atención de la época. Quienes se ofuscan en seguida, se dicen: "esto no nos interesa", etc. Yo he comenzado como escritor estético y, con una rapidez jamás vista hasta ahora, he pasado a la esfera religiosa y de esa manera he expuesto qué significa eso de hacerse verdaderamente cristiano, etc." (IX A 171); "Es a causa del cristianismo por lo que yo me he consagrado y a lo que pertenezco desde el principio. Y una figura así siempre será importante para la Cristiandad; uno que se detiene para observar dónde nos encontramos, para saber si no se nos estará esfumando todo en una ilusión; uno que exponga el cristianismo completo, sin reparos, pero sin atacar a uno y otro, sino moviendo a todos a probar por sí mismos" (IX A 212); "No intento afirmar de mí mismo que haya tenido claro desde el principio toda una visión de conjunto de mi tarea; es más, debo aclarar lo que siempre he admitido, que a través de mi propio trabajo he ido evolucionando y aprendiendo, que me he ido uniendo cada vez más al Cristianismo. Pero debe quedar claro que desde el comienzo tuve una visión religiosa profunda" (IX A 218).

9 El texto definitivo que demuestra la esencial sinceridad y al mismo tiempo los límites de esta obra de Kierkegaard es el siguiente: "Mi punto de vista de mi actividad de escritor no se debe publicar: ¡no, no!

1) He aquí el punto decisivo (todo aquello que pienso sobre los peligros de mi situación económica no importa): yo no puedo explicarlo todo completamente. Ya en el texto primitivo (que yo mismo hice sin pensar en publicarlo) no he logrado exponer el punto que es esencial para mí: que yo soy un penitente y que esto es lo que explica mi naturaleza más profunda. Incluso cuando se retome el manuscrito con la intención de publicarlo, se deberá remarcar una vez más, porque me di cuenta que este aspecto estaba demasiado acentuado como para poder publicarlo. Sólo se podría hablar e insinuar de manera fuerte (aquello que me viene siempre a mi conciencia, cuando reflexiono) la entidad de mi culpa y de mi pecado, sólo entonces podré y querré hablar de la empresa extraordinaria que me ha sido confiada. De otra manera es como si se hiciera en vano.

2) Yo no puedo decir que mi actividad de escritor haya sido puro sacrificio. Es verdad que desde niño he sido increíblemente infeliz, pero reconozco que lo que ha hecho Dios conmigo para hacer de mí un escritor ha sido para mí una fuente de gozo inmenso. De manera que es cierto que yo he sido sacrificado, pero mi actividad de escritor no ha sido un sacrificio, porque era mi anhelo más ardiente.

Por eso ni siquiera aquí consigo mostrarme completamente sincero porque en un libro publicado no puedo hablar de mis penas y miserias, y por eso el gozo será en el fondo lo más relevante.

Un poco de exaltación ha habido incluso en mí; y por eso me podía engañar fácilmente sobre la consistencia de mi propósito de preferir, si fuera el caso, la muerte antes que buscarme una ocupación más tranquila.

3) Si después me ha sido atribuido alguna vez algo extraordinario, aunque se haya hecho con mucha reserva, esa situación será para mí inamovible. El vivir se convertirá en un tormento cada vez que patéticamente será considerado algo extraordinario: y tendré así una tremenda responsabilidad.

4) El hecho de que no consiga hacerme entender en este momento significa que soy esencialmente un poeta: y que ha llegado el momento de pararme (...). En sí mismo el libro muestra la verdad y a mi modo de ver de manera magistral. Pero sólo se podrá publicar después de mi muerte, cuando se acentúe aún más el hecho de que soy un penitente, resaltando mi pecado y mi culpa, y se añada una señal a mi íntima miseria. Pero con el pensamiento de la muerte es necesario cuidarse de no dar un paso en falso, pensando que me tocará morir dentro de meses..., ¡y después a lo mejor llegaré a la edad de 82 años! No, el libro está preparado y cerrado en un cofre, bien escondido, con esta inscripción: "Abrir después de mi muerte"" (X A 78).

10 KIERKEGAARD, S., Mi punto de vista, Aguilar, Madrid 1988, p. 8. (Traducción de José Miguel Velloso).

11 Ibid., pp. 8-9.

12 Ibid., p. 26.

13 Ibid., pp. 29-30.

14 Ibid., pp. 34-35.

15 Ibid., p. 51.

16 La relación entre Hegel y Kierkegaard está ampliamente estudiada se pueden consultar los siguientes libros y artículos: CRITE, S., In the Twilight of Christendom: Hegel vs. Kierkegaard on faith and history, American Academy of Religion, Chambersburg 1967; TAYLOR, M.C., Journeys to selfhood. Hegel and Kierkegaard, University of California Press, Berkeley 1980; THULSTRUP, N. Kierkegaard Verhältnis zu Hegel, Stuttgart, 1972 y Kierkegaards forhold til Hegel og til den spekulative idealisme indtil 1846, Gyldendale, Kjöbenhavn 1967; TAYLOR, M.C., Journeys to Moriah. Hegel vs. Kierkegaard, en The Harvard Theological Review, 1977 (70), pp. 305-326; ZIMMERMAN, R.L., Kierkegaard"s immanent critique of Hegel, en The Philosophical Forum, 1977 (9), pp. 459-474.

17 Cfr. URDANOZ, T. Historia de la filosofía, volumen V: Siglo XIX: Socialismo, materialismo y positivismo. Kierkegaard y Nietzsche, B.A.C., Madrid 1975, p. 473.

18 KIERKEGAARD, S. La malattia mortale, I, A, en Kierkegaard. Opere, a cura di Cornelio Fabro, Sansoni, Firenze 1962, p. 625.

19 POLO, L. Hegel..., op. cit., p. 159.

20 KIERKEGAARD, S. Postilla conclusiva non scientifica alle "Briciole di filosofia", II, c. 5, Appendice, en Kierkegaard. Opere, op. cit., p. 609.

21 Ibidem.

22 Ibid. p. 611. Coincidimos con A. Mc KINNON, que escribe: "las obras seudónimas difieren de las obras firmadas por el mismo y entre sí. La concepción de Kierkegaard de las relaciones entre las obras seudónimas y los seudónimos es sustancialmente correcta. Sus amonestaciones referentes a su producción literaria están totalmente justificadas y no hay motivo alguno para no tomárselas en serio" (Kierkegaard and his Pseudonyms: A Preliminary Report, en Kierkegaardiana VII (1968), p. 71). Palabras comentadas por Fabro del siguiente modo: "es de aquí de donde debe partir cualquier hermenéutica para la interpretación de una obra tan ardua y compleja como es la de Kierkegaard, que puede constituir un oasis de salvación, o un escollo insalvable -nunca dejar indiferente" (Kierkegaard. Scritti sulla comuunicazione, a cura di Cornelio Fabro, Logos, Roma 1979, I, p. 10). Cfr. Mc KINNON, A, Kierkegaard"s interpretation of his "authorship": some statistical evidence, en Inquiry, vol, 27 (1984), pp. 225-233.
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(*) Mariano Fazio, filósofo e historiador, es Rector de la Universidad de la Santa Cruz (Roma)
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