Dios
y el mundo
LA
DOCTRINA PIEPERIANA DE LA FIESTA
EN LA OBRA DE UN PINTOR "BRASILIANO"
El significado de la obra de Fulvio Pennachi en relación con
la filosofía pieperiana del Arte: en correspondencia con las tesis
fundamentales de Píndaro, Hölderlin, Platón y Tomas de Aquino
Luiz Jean Lauand
Trad.: Hermenegildo Pizzio
“¿Para qué poetas en tiempos de penuria?”
(Hölderlin)
“Yo amo al ser humano. En realidad yo amo
lo divino que todo ser humano tiene en sí”
(FulvioPennachi)
El próximo día 5 de octubre se cumple el décimo aniversario de la muerte del
más brasileño de los grandes pintores italianos: Fulvio Pennachi (27
-12 -1905 / 5 -10 -1992). Esta fecha nos invita a retomar la reflexión -guiados
por Pieper- sobre el significado singular de su arte en el mundo contemporáneo:
la realización plena de las clásicas tesis de la filosofía del Arte.
Sin desmedro de su sólida formación italiana, Pennachi fue profundamente
brasileño, no solamente por haber vivido en Brasil 63 de sus 87 años, sino
fundamentalmente porque la emigración le condujo a una tierra donde la gente
del pueblo espontáneamente vive (o vivía) realidades y valores, por decirlo de
alguna manera, sobredimensionados para su peculiar sensibilidad artística. La
sencillez, la fraternidad, el acogimiento, la fiesta, el amor. Se identificó
con el Brasil que le proveyó materia prima para nutrir un arte original y
profundo; sus cuadros son algo así como delicados "chorinhos"
compuestos por un clásico erudito.
Con justa razón el maestro Pennacchi es recordado como uno de los principales
exponentes de la Historia del Arte en Brasil. Son ampliamente reconocidos su
particular dominio de diversas técnicas, su participación en el grupo
renovador de la pintura paulista y brasileña, etc. En este comentario, sin
embargo destacaremos precisamente este aspecto: “el significado de la obra de
Fulvio Pennachi en relación con la filosofía pieperiana del Arte: en
correspondencia con las tesis fundamentales de Píndaro, Hölderlin, Platón y
Tomas de Aquino.
En esta cosmovisión, el arte se relaciona especialmente con seis elementos:
fiesta, creación, amor, alabanza, participación y contemplación.
Comencemos con la incomoda interpelación de Hölderlin: “¿Por qué fenecen
las artes?. ¿Porqué están silenciosos los teatros? . ¿Por qué se ha
paralizado la danza?.
No por casualidad adquirió vida otro verso del grandioso poema “Pan y vino”
– a su manera una suerte de tratado de filosofía del arte - que inspiró
estudios estéticos a dos de los más grandes exponentes de la filosofía
alemana contemporánea: Martín Heidegger y Josef Pieper.
Este categórico verso que diagnostica profundamente no sólo la perplejidad del
arte, sino también la del hombre de nuestro tiempo, es. “¿Para qué poetas
en tiempos de penuria?. La respuesta de Hölderlin a esta trágica pregunta se
sitúa en la línea de concepción del arte afirmada hace ya 2.500 años por el
poeta Píndaro, que es la única que permite comprender integralmente la
grandeza del pintor Fulvio Pennachi.
La grandeza del artista en el caso de Pennacchi está indisolublemente vinculada
a la grandeza del hombre: En la convivencia con Fulvio se transparenta siempre
la profunda unidad -¡ruptura con la penuria de nuestro tiempo!- entre su modo
de ser y la fuerza expresiva de su arte, que a todos hechiza, pero que sin
embargo no todos son capaces de decir porqué. Es que Fulvio Pennacchi tradujo
en arte sus valores vitales; valores tanto más apremiantes para nuestro tiempo,
que no sólo tropieza con dificultades para realizarlos, sino también para
comprenderlos.
La dificultad radica, antes que nada, en la recta valoración de la penuria de
nuestro tiempo: “Nuestro tiempo –dice Heidegger comentando aquel verso-
asimila erróneamente la pregunta; ¿cómo vamos a comprender la respuesta
dada por Hölderlin?
La respuesta de Hölderlin incide con certeza sobre el núcleo esencial de
aquella gran tradición estética: “El verdadero arte en última instancia
sólo florece cuando se convierte en expresión de afirmación y de alabanza a
Dios por la belleza del mundo”: Ah, amigo mío, llegamos demasiado
tarde... Sí, todavía existen dioses mas allá de nosotros (por encima de mi
cabeza), en otro mundo (... ¿Qué decir? No sé. ¿Para qué poetas en tiempos
de penuria?).
Las crisis en nuestra época ha llegado a un extremo tal, comenta Heidegger, que
ni siquiera es posible advertir que la “falta” de Dios implica una carencia
esencial. Así la penuria de nuestro tiempo no radica en una escasez material
sino en la ausencia “para nosotros” de Dios. Es posible que exista, pero in
anderer Welt, en otro mundo, no aquí.
Esta manera de encarar el arte tiene, según decíamos, raíces históricas muy
remotas. En el Himno a Zeus, Píndaro narra que éste, cuando concluyó
su obra ordenadora del mundo, preguntó a los otros dioses si no le estaría
faltando algo, y la respuesta fue: “sí, faltan criaturas divinas que
alaben la belleza de este mundo maravilloso”. De modo que cuando se
percibe al mundo como creación –como obra de Dios, presente y creador – y
el hombre como partícipe en él que está por encima de lo humano, solamente
entonces pueden las musas surgir para celebrar un mundo pleno de sentido y
belleza.
La discreta sensibilidad de esos valores trasciende hoy a la sofocante
mentalidad consumista y masificada, amarga y reivindicadora, del hombre, que se
considera autosuficiente en un mundo tecnológicamente domesticado que, a lo
sumo, sólo se deja alcanzar por “efectos especiales”. El cautivante
magnetismo de los cuadros de Pennacchi es la resultante de un magnifico talento
técnico-artístico que expresa aquélla visión del mundo clásico.- Sus obras
se convierten en una suerte de auténtica terapia existencial como antídoto
para la multifacética neurosis de nuestro tiempo, que persiste en el error de
considerar prescindibles (por haber perdido el hábito de vivirlas), el sentido
festivo de la vida, de la alabanza, del amor, de la creación, de la
participación. Constituye una autentica invitación a superar la penuria (de la
vida y de las artes), cuya primera manifestación dice Hölderlin, es ¡la
incapacidad para la fiesta!.
Como afirma Platón en Las Leyes, “las musas son un regalo de la misericordia
divina dado a los hombres como compañeras de fiesta y remedio contra la
tendencia al embotamiento y embrutecimiento a que estamos sujetos”. - En
tiempos de penuria se yergue la paráfrasis de Pieper : “¿Para qué
compañeras de fiesta si ya no hay fiesta?, Puesto que, - prosigue Pieper.- la
actitud festiva sólo se da realmente en quien está profundamente ‘de bien’,
en armonía con el mundo y con la totalidad del ser, lo que presupone la
alabanza a Dios. Por ende, ¿para qué poetas, para qué pintores, para qué
festejar y cantar a un mundo que no fuese Creación?. La fiesta siempre es
alabanza y afirmación. Cualquiera que celebra una fiesta, aunque sea una simple
fiesta de aniversario, consciente o inconscientemente da su reconocimiento a
Dios y al mundo. O, ¿sería posible festejar igualmente una simple fiesta de
aniversario, para alguien que estuviese íntimamente convencido, con Jean Paul
Sartre, de que “es absurdo que hayamos nacido, es absurdo que existamos”?
Pues, la fiesta y el arte se nutren del amor, que en definitiva es
reconocimiento, afirmación y –como también formuló Pieper- es ponerse
delante de la persona amada y decir “qué bueno es que tú existas, qué
maravilloso es el hecho de que tú estés en el mundo!
Pero el amor humano es todavía algo provisional. En realidad es como una
continuación, una participación y prolongación de Otro Amor, el Amor de Dios,
que desde el principio prorrumpe la frase creadora por excelencia. “Es bueno
que existas!”.
La obra de Fulvio Pennacchi nos muestra precisamente el carácter creatural del
mundo; con mano de maestro nos hace ver en las escenas simples de lo cotidiano,
el trasfondo divino de la realidad que nos circunda.
[Galería: http://www.hottopos.com.br/rih2/galeria.htm]
No se piense que me estoy refiriendo aquí a su maravilloso arte sacro (donde
además su temática preferida es San Francisco de Asís y por coincidencia su
último día en la tierra fue en el que se conmemora a este santo, a quien
representó en decenas de obras), sino a la representación del mundo
cotidiano donde el artista ve y enseña a observar la realidad humana: El
trabajo, las fiestas populares, el agua, los enamorados, la madre abrazando al
pequeño, la gente sencilla del pueblo conviviendo, los pájaros, los perros que
(solía decir Fulvio forman parte de mi mundo), también ellos “contagiados”
por la atmósfera de amor entre los hombres; las diversiones de los niños, etc.
Pennacchi nos revela el valor de lo sencillo, la riqueza del alma buena,
ingenua, brasileña –“de bien”, en armonía con Dios y con el mundo,
siempre dispuesta para volverse hacia el otro con aquella mirada como diciendo
en voz alta “¡qué bueno es que tu existas!”. En los rostros y en los
gestos de sus figuras y paisajes se expresan la ternura, el querer bien, el
acogimiento, el amor humano, prolongación del Amor de Dios.
Guiados por la mirada de Pennacchi descubrimos en nuestra realidad, tan
familiar, algo nuevo, algo ya intuido y visto, pero que la rutina de lo
cotidiano de penuria, se encargó de desfigurar: Todo lo que es, es bueno,
todo lo que es, es amado por Dios.- Mas aún, es, porque es amado por
Dios.
Resulta ocioso sostener que, a la manera de los clásicos, Pennacchi no propone
una actitud como la de cerrar los ojos a la dura realidad ni ignorar la
presencia del mal o los problemas sociales, tan acuciantes en nuestro tiempo,
tampoco el arte como forma de evasión. Viene a cuento el conmovedor discurso
que Louis Armstrong hizo (en respuesta a las críticas de que fue objeto por
parte del arte “engagée” del final de la década de los 60) en el ocaso de
su carrera (y de su vida) como introducción a la regrabación de la canción
titulada “What a Wonderful Word” (¡qué mundo maravilloso!). Con este “Testamento
Espiritual”, Armstrong reafirma el carácter intrínsecamente bueno del mundo,
el arte como testimonio y expresión del amor: “El problema no es que el mundo
sea malo, sino que somos nosotros quienes lo volvemos malo. En realidad lo que
dice mi canción es: "Vean que maravilloso sería el mundo si le diéramos
una oportunidad de amor". Amar, este es el secreto! Y yo pienso para mis
adentros: What a wonderful Word!”.
Prestar atención a ese “secreto” -con toda la potencialidad transformadora
que encierra- es la misión del artista. Como señala Pieper: “La afirmación
de la contemplación terrena supone el convencimiento de que en el fondo de las
cosas, - a pesar de los pesares que en esta vida no faltan- hay paz, salvación
y gloria. Que nada ni nadie está irremisiblemente perdido. Que en las manos de
Dios, como dice Platón, está el principio, el medio y el fin de todas las
cosas”.
Con esto venimos a dar en el meollo mas profundo de la concepción de la
estética clásica subyacente en el arte de Pennacchi. La metafísica de la
participación. Participar en sentido trascendente significa tener en
oposición a ser: el metal tiene calor, decían los antiguos, en
la medida en que participa del calor que le transfiere el fuego.
Ahora bien, la Creación es el acto mediante el cual nos es dado el ser en
calidad de participación. Por eso, todo lo que es, es bueno,
porque participa del Ser (y necesariamente del Bien). De esta manera se
comprende que la afirmación ontológica de Tomás de Aquino sea también la
base de la estética clásica: “Así como el bien creado tiene cierta
semejanza y participación del Bien Increado, de la misma manera el logro de
cualquier bien creado tiene también cierta semejanza y participación de la
felicidad definitiva”.
La participación en el Ser es la base metafísica sobre la cual acontece la
contemplación, dado que, prosigue Tomás, dentro de las diversas formas de “obtención
del bien”, la más profunda es la contemplación, el “ver con la mirada del
amor”: mediante la contemplación de Dios en la Creación se origina en
nosotros una suerte de incoación a la gloria que se consumará en el cielo”.
El arte de Fulvio Pennacchi, como expresión estética de la participación, nos
abre cromáticamente este comienzo del cielo que es la contemplación de la
realidad terrena. Y esto gracias a que su talento ha sabido transmitir su
particular visión: una suerte de captación fiel de la presencia fundante del
Amor de Dios, causa primera del ser.
Comienzo del Cielo, decíamos!. – Dentro de los recuerdos más indelebles que
guardo de Fulvio, están también las clases que teníamos en su casa: de vez en
cuando alternábamos el campus con el taller del artista, que así se
transformaba transitoriamente en un aula universitaria. En compañía de
profesores y alumnos de la FEUSP discutíamos Filosofía del Arte con el propio
artista, literalmente delante de su obra. En una de esas ocasiones, en que
recibió a uno de nuestros grupos de pos-grado, quedó visiblemente emocionado
cuando fue citada aquella frase proferida a la entrada del Paraíso (el
paraíso, el mismo y único dulce fruto que nosotros, mortales, por mil ramas
buscamos), una de las predilectas del mismo Dante:
Aquel dulce fruto que por tantas ramas
buscando va la solicitud de los mortales,
Hoy pondrá en paz tus ardientes deseos...!
Es el ansia de plenitud, de saciedad para la sed infinita del corazón humano,
tan intensamente vivida por el propio Pennacchi a través de su vida y de su
arte. Mensaje cifrado de felicidad plena y de Amor definitivo....
No quisiera concluir estos recuerdos y consideraciones sin antes mencionar otra
faceta de la personalidad de Fulvio, aún poco conocida por el gran público: la
de inspirado poeta.
La contemplación de Dios en la creación constituía el motor no sólo de la
pintura de Fulvio Pennacchi, sino también de su vida, como decíamos. En este
sentido nos sorprendió siempre la extraordinaria conciencia que el artista
tenía sobre los dos fundamentos filosóficos de su arte, que se manifiestan,
por ejemplo, en sus poesías. A modo de limitada muestra, ofrecemos: “Vida
y Amor” y “Belleza y Tormentos de Amor”.
Vida y Amor
¡Cómo me encanta el ver
A mi alrededor todo es nuevo...!
Siempre es nueva la gente que pasa y juega
Llanto y risa –el perro ladra,
El árbol que da frutos, los pájaros que cantan alegres y ruidosos...
Me gusta estar solito, contemplando despreocupado
Las maravillas eternas del Creador.
Si leo, me encierro en el mundo
hecho por el hombre...
Libre, ¡que hermosura!, estar en el campo
Vivir en el mundo del Creador,
Mundo que frecuentemente parece estar triste
Pero en el fondo, es todo amor.
Encanto y tormentos de amor
Qué hermoso es ver, persistir en la mirada!
Hurgar a fondo en la diversas cosas del mundo,
Detenerse fijamente y admirar una niña.
El cielo, una flor nueva,
Un pájaro que vuela libremente
La ruidosa alegría de los niños, las muchachas ostentosas
Que juegan con el amor como mariposas en torno al fuego
Vida de este mundo,
Dulzura tan nuestra de fijar la mirada de una mujer
Y adivinarle el pensamiento
De sentir vivo el humano suave calor de su vida.
Pero todo eso es un juego, pronto se desvanece
Y nada queda; el amor no, el amor es diferente
Es vida eterna, gozo y sufrimiento
Sombrío tormento con dulzura divina.
Pennacchi en sus cuadros, en su vida y en su arte, nos legó la profunda y
necesaria lección, que en lenguaje de la Escritura se expresa así: “Lo
invisible de Dios se vuelve visible a través de las cosas creadas” (Rom. I,20).
Su arte demuestra/recuerda, que el mundo es Creación, y por lo tanto se
manifiesta como colmado de sentido: la alabanza, la fiesta, la contemplación
(verdadera riqueza del hombre), y el amor.
El amor, decía Agustín, hace 1500 años es el peso, la fuerza gravitacional
del corazón humano (Amor meus, pondus meum). Un amor que a través de la
participación se encuentra en todas partes a nuestro alrededor.-
La vida y el arte de Fulvio Pennacchi nos llevan a comprender la participación
y la evidencia de que “la flor del amor tiene muchos nombres” (Guimaraes
Rosa) y nos lleva a descubrir – para citar de nuevo a Guimaraes – “el
quien de las cosas”.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL