Las «Pruebas del nueve»
Por Antonio Orozco-Delclós
Llamo
"pruebas del nueve" a una serie de argumentos que algunos autores
consideran verdaderas pruebas concluyentes de la existencia de Dios y, en
cambio, otros, igualmente competentes, consideran que no son demostrativas por
suponer implícita o previamente lo que se pretende demostrar, que Dios
existe. Supongamos que no sean concluyentes. A mí me parece que en todo caso,
algunos de estos argumentos son como una "prueba del nueve",
mediante la cual se comprueba que las demostraciones rigurosas, ciertamente lo
son. En el artículo "Si Dios no existiera", he hecho algunas
sugerencias al respecto.
No es pequeño argumento el elenco que podría hacerse de cosas y
acontecimientos que resultarían inexplicables, contradictorios o angustiosos
si Dios no existiera. Y en esto, me parece, estriba la fuerza de los
argumentos aludidos: en que, a partir de la existencia de Dios, se explican
los interrogantes más acuciantes del pensamiento y de la vida humana en
general. La famosa frase "si Dios no existiese habría que
inventarlo", es una ironía con un fondo de verdad. Karl Marx, por
ejemplo, pensó que Dios es una invención del hombre, una idea alienante, una
proyección de lo que el hombre quiere ser: el verdadero sol para sí mismo (Feuerbach).
No se daba cuenta de que no se trata de una invención sino de un
descubrimiento, que puede realizarse por multitud de sendas. Porque muchas son
las que ha de andar el hombre y no se entienden si se excluye Dios de la
explicación.
Tales "pruebas" requieren, como todas, unos presupuestos, una
premisas, porque nunca puede comenzarse de cero. En Filosofía hay que
remontarse siempre a alguna certeza pre-filosófica, aunque sea necesario con
frecuencia someterla a un cierto análisis crítico para no fallar en el punto
de partida. Las premisas que podemos ahora establecer para seguir adelante,
pueden reducirse a unas pocas:
-La capacidad humana de conocer verdades con certeza
-La inteligibilidad fundamental de la realidad; con otras palabras: la
descalificación del absurdo como explicación de lo real.
Puede objetarse que con tales premisas se descalifican muchas filosofías. Y
es cierto. Pero pienso que, en rigor, no es demasiado para empezar. Decir como
Sartre que "el hombre es una pasión inútil" no me parece de
recibo. Gastar horas y horas, páginas y páginas para llegar a tal
conclusión sólo tiene una ventaja, que quizá no sea pequeña: comprobar que
el argumento es falso desde su principio. El cual, por cierto, es, en la obra
de Sartre, prácticamente un dogma: que Dios no existe.
Si el hombre es una pasión inútil, inútil será cualquier búsqueda de
sentido al vivir; inútil será tanto defender la existencia como la
inexistencia de Dios; inútil vivir e inútil morir, inútil amar u odiar,
engendrar o clonar seres humanos, respetar a la persona o estrangularla. No
puede ser, no se puede admitir que seamos entes "tan" inútiles.
Pero el existencialismo sartreano es una "prueba del nueve",
comprueba que un ateísmo coherente, como pretende ser el de Sartre, comienza
con la negación de Dios y concluye en la negación del hombre. Principia con
una reivindicación de libertad absoluta para el hombre y culmina en la
interpretación de la libertad como una condena. -Eso es lo que yo quería
demostrar, nos diría Sartre. En efecto, ha conseguido una "lógica del
ateísmo" con la se concluye la inutilidad de esa "pasión" que
es el hombre. Ahora bien esa lógica, con sus peculiares premisas, no explica
nada, en rigor no es racional, porque con ella no se entiende nada de las
cuestiones fundamentales, sobre el origen y el sentido de la existencia. Si la
conclusión es el absurdo, la lógica misma se manifiesta como una no-lógica,
es decir, como una contradicción que atraviesa todo el argumento y lo falsea
de principio a fin. Más que discurso racional parece un enorme paralogismo,
es decir, un sofisma digno de los mayores sofistas presocráticos.
Gentileza
de http://www.arvo.net/
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