Insuficiencia del cosmos y Dios

Por Antonio Orozco-Delclós

 

Insuficiencia del cosmos. Dios, el ser y la nada

Es el propósito de este artículo probar la existencia de Dios a partir de la experiencia de la «insuficiencia» del cosmos. Con otras palabras: puesto que el cosmos conocido es evidente y esencialmente precario –en cada una de sus partes y en conjunto-, no tiene suficiencia ontológica en sí mismo y, en consecuencia, puesto que existe, ha de existir el Ser Autosuficiente, que llamamos Dios.

Algunos comienzan su discurso sobre la existencia y sobre todo terminan en la nada. Piensan en la nada como en una perdiz –si se nos permite la ironía- a la que se puede marear indefinidamente.

Nietzsche dice que “el otro” es “la nada” o que la “nada” es “el otro”. Cada uno es libre de llamar a las cosas y a las personas como quiera, pero corre el riesgo de que nadie le entienda y, lo que es peor, que no se entienda a sí mismo.

La nada no se puede ver, ni oler, ni tocar; no se puede analizar, no se puede experimentar, no se puede producir, no se puede creer en ella. Ni siquiera se puede pensar. Bergson ha analizado la idea de nada en L’Évolution créatice (París 1946, pp 275 ss.), mostrando que la palabra «nada» no expresa ningún pensamiento real; se trata de una «pseudoidea». Para obtener la idea de nada absoluta, total, radical, sería necesario suprimir con el pensamiento no sólo el universo y todo lo que éste contiene –en particular el hombre, que es quien piensa el universo e intenta mentalmente aniquilarlo y aniquilarse a sí mismo-, sino que, además, sería preciso aniquilar con el pensamiento el ser que no es el universo, el ser de Dios” (C. Tresmontant, Cómo se plantea hoy el problema de la existencia de Dios, Ed. Peninsula 1969, p. 78). Sería menester abolir con el pensamiento todo ser, lo cual es obviamente imposible. El vocablo «nada» no corresponde a ningún pensamiento o concepto. De la misma opinión son Blondel (L’Action, 1893) y - antes -, Maimónides y Tomás de Aquino (S. Th., I, q. 2. a. 3). Todos estos pensadores entienden que si por un momento –por un solo momento- hubiera existido la nada absoluta, no habría existido nunca el ser. Y nadie puede pensar que en un momento dado nada, absolutamente nada, haya, por decirlo de algún modo, existido.

La cuestión planteada por Heidegger, y antes por Leibniz, «¿por qué el ser y no más bien la nada?», presupone que podría «haber nada» y quizá incluso que «el ser está de más». Ahora bien, si la cuestión se basa en una pseudoidea, es una pseudocuestión; a no ser que nos preguntemos por el ser del cosmos. El cosmos o universo en el que vivimos no es en absoluto necesario y permite que nos preguntemos ¿por qué el cosmos y no nada de cosmos? Esta cuestión tiene sentido, porque equivale a: ¿Por qué Dios ha creado el cosmos, siendo así que en absoluto es necesario?

Ahora bien, puesto que hay algo (innumerables «algos») la nada no sólo es impensable, también es imposible. Porque si en algún momento hubiera habido nada, nunca podría haber habido algo. La nada absoluta es absolutamente estéril; nada puede salir de ella. Por lo tanto, -si la nada absoluta no es en absoluto-, o bien en el cosmos hay algo eterno y autosuficiente o existe un ser eterno y autosuficiente extracósmico, que lo ha puesto en la existencia.

Es evidente que el antecedente del cosmos no puede ser la nada, puesto que la nada –vale la pena insistir- no puede anteceder a nada (a algo). La nada no puede ser antecedente ni consecuente, ni principio u origen, ni fin.

Tengase en cuenta que la negación no es la nada, es una operación lógica, de la mente; un juicio que supone siempre una afirmación previa; sólo es algo lógico o mental , no ontológico o con existencia propia; es en tanto que relativo a la afirmación.

De ahí que quepan, de entrada, sólo dos alternativas:

a) en el cosmos hay algún elemento eterno y autosuficiente del que procede todo lo que en el cosmos acontece,

b) existe un ser extracósmico, autosuficiente, eterno, capaz de poner en la existencia al cosmos. Adviértase que no bastaría «la eternidad», en el sentido de distensión en un tiempo ilimitado, sería menester la autosuficiencia, porque la hipótesis incluye que no hay más que el cosmos; y la eternidad no es garantía de autosuficiencia. Un cosmos eterno (distendido en un tiempo ilimitado) sería -según Tomás de Aquino- filosóficamente posible, pero de ningún modo podría ser autosuficiente.

Para mantener que no hay más que el cosmos, es preciso conceder que, al menos en alguno de sus elementos, es eterno y además capaz de producir por sus propios recursos todo lo que en el universo aparece. En resumidas cuentas, el universo sería el Ser subsistente y por sí, cualidades éstas, por cierto, del Ser al que los teístas llamamos Dios. El materialismo, en realidad, diviniza al mundo, le atribuye la autosuficiencia. El problema es con qué fundamento.

¿Qué puede haber eterno y autosuficiente en el cosmos? No tenemos experiencia alguna de que haya algo con estas dos cualidades. Tiene que ser algo hoy por hoy desconocido ¿Qué podría ser? No parece que de una partícula elemental pueda surgir el universo entero. No parece tampoco que una partícula elemental pueda ser eterna y autosuficiente. El dinamismo que la física contemporánea conoce en las más pequeñas partículas de materia, impiden pensar a alguna de ellas como eterna y menos aún como autosuficiente. Son dinámicas, cambiantes y dependientes de otras partículas, de otros elementos.

Tampoco parece que pueda considerarse autosuficiente un conjunto de partículas elementales por grande que sea. Infinitos tontos jamás sumarán un sabio. Infinitas mentiras jamás sumarán una verdad. Infinitos seres temporales jamás sumarán una eternidad. Infinitos seres de suyo precarios nunca sumarán un ser autosuficiente, ni necesario, ni absoluto.

¿Podría ser el universo originariamente una masa o materia de virtualidad riquísima, de potencialidad activa enorme –la que suele atribuirse a la masa que según la física más actual, hizo el big-bang. ¿podría estar aquella masa dotada de eternidad y autosuficiencia?

Ahora bien, la masa que estalla en el big-bang ¿es el origen absoluto? Para serlo habría que haber existido siempre. Pero ¿qué hacía esa masa antes del big-bang? ¿Se hallaba en reposo absoluto?

a) Si tuviera comienzo, no sería eterna y es evidente que habría de estar precedida por algo que no podría ser la nada, sino algo eterno y autosuficiente.

b) Si no tuviera comienzo, siendo la «masa» en cuestión, evolutiva, ¿podría haber estado siempre en situación de cambio; pasando de un estado a otro? No parece, porque entonces tendríamos una sucesión de cambios sin origen. A un cambio precedería otro cambio y así sucesivamente. Y aunque fueran infinitos cambios, siempre tendría que haber un primero, puesto que una cadena de eslabones colgantes unos de otros, por larga que sea, aunque fuera infinita, implicaría un primer eslabón, sin el cual todos los demás se vendrían abajo. Sin un primer cambio (por lejano que sea en el tiempo) no hay cambios.

Pero hay cambios, luego hay un primero.

c) La alternativa es que el origen sea absolutamente inerte y que el cambio haya comenzado en un momento determinado. ¿En virtud de qué podría haber comenzado? ¿Qué puede haber puesto en movimiento o situación de cambio a una materia después de una eternidad inerte?

La masa o energía primigenia habría de estar compuesta de un principio activo (en acto) y de un principio pasivo (potencia pasiva) capaz de ser actualizado por el acto. Ahora bien, todo lo compuesto es de suyo insuficiente. Basta pensar en cualquier cosa compuesta, el agua, por ejemplo, compuesta de dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Al agua puede anteceder el hidrógeno por una parte y por otra el oxígeno. Ahora bien, para que resulte la composición ha de haber al menos un medio en el que tenga lugar. ¿Qué puede ser este medio? ¿un ente simplicísimo o a su vez compuesto? Hay que reconocer un primer ser en Acto simplicísimo. La metafísica reconoce en éste al Creador.

De lo absolutamente inerte no puede proceder dinamismo alguno: sería una pura contradicción. Nadie da lo que no tiene. Sólo cabe pensar en una fuerza absolutamente extracósmica promotora del primer cambio. Y hay que subrayar tanto el término «extracósmica», como el término «absolutamente».

Es evidente que en cualquier hipótesis pensable, la existencia del cosmos supone la existencia de un ser cuya naturaleza sea absolutamente distinta de la naturaleza –y de cualquiera de los elementos- del cosmos. En otros términos, un ser que no sea en absoluto material, en el que no haya ni quepa ni inercia ni movimiento o cambio físico alguno. Un ser que para mover no requiera moverse ni ser movido.

Estamos ante el Motor inmóvil, que mueve sin moverse ni ser movido; que es origen del cambio, sin cambiar él mismo en absoluto. Este ser no puede ser otro que el Acto puro intensivo de ser. Por ser eterno y autosuficiente ha de tener el ser no recibido, sino poseído en propiedad; mejor, no ha de «tener» el ser, sino «serlo»: Ser por esencia, de suyo subsistente, el Ipsum Esse subsistens de Tomás de Aquino, que es al que llamamos Dios.

En resumen, y sería suficiente para concluir:

Para que exista lo de suyo insuficiente es necesario que existe algo de suyo suficiente, lo que es por sí sin más. Esto equivale a decir: lo que es el Ser por sí, o por Esencia. Su esencia es Ser, y ser sin límite de espacio o tiempo; Ser que es eternamente todo lo que se puede ser, es decir, Acto puro de Ser.

La precariedad de los entes implica la continua acción del Creador de los entes

A la cuestión de cómo llegan a existir los entes limitados, se añade otra cuestión no menos importante

El de "creación" es un concepto difícil, porque no tenemos experiencia sensible de un acto creador. Sabemos que es la única explicación de la existencia de los seres que no son el Ser. Sabemos que al margen del Ser por sí mismo no se puede tener ser (no se puede existir) sin haberlo recibido. Si de la nada, nada puede venir, lo que deviene -lo que no era y llega a ser- ha de ser obra del Ser.

No basta con decir: el huevo viene de la gallina y la gallina del huevo y así indefinidamente. Hay que preguntarse cómo permanece en la existencia lo que la ha recibido y, por lo tanto, no la tiene por sí mismo. Si no la tiene por sí mismo tampoco la puede mantener por sí mismo. Es preciso reconocer que hay algo donador de ser fuera –extra- de la serie «huevos-gallinas». Al final hemos de reconocer al Ser Extracósmico.

Pero cómo llegar a ser sin ser el Ser no es la única cuestión que plantea la existencia. Es preciso preguntarse cómo permanecer en el ser (existir, seguir siendo, persistir) sin ser el Ser por sí.

Si yo tuviera el ser por mí mismo, ahora mismo, lo poseería por mí mismo, sería mío para siempre, podría ser siempre y no dejaría nunca de ser. Esto vale tanto para mí como para cualquier ser particular, como para el conjunto de los entes.

Es claro, pues, que para continuar en la existencia es preciso que el Ser por sí continúe dándome el ser. No sólo es preciso que me haya dado la existencia en un tiempo pasado, es preciso que me la esté conservando ahora mismo.

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Crear no es infundir el ser o la existencia a una porción de nada, o cualquier especie de sujeto. La criatura es toda ella donación, sin sujeto receptor. Si algo recibe su ser, no ha podido ser algo antes de ser creado. Una criatura puede recibir más ser cuando ya tiene ser; pero la nada, nada puede recibir. Ser criatura no es ser, ante todo, «receptor» sino «puro recibir».

Tiene que haber algo que , en sentido estricto y pleno. De lo contrario, todo sería recibir ( recibido) y, en realidad, no habría nada. Si todo ha de recibir y no hay Donador, todo es nada. Y si alguien da, en puro donar sin nada recibir, ha de ser el puro Ser, que no ha recibido nada de nada ni de nadie: el Ser absoluto y por sí mismo indefectible, eterno. Puesto que hay seres reales, que realmente reciben, ha de haber un Donador, que tenga el ser no recibido sino en pura propiedad, que sea Señor del ser.

Heidegger dice que el hombre es Dasein, pastor del ser. Pero el hombre es también y ante todo receptor. Ha de haber un pastor de pastores.

Los melones proceden de los melones. ¿Y el primer melón? El Donador del ser no puede ser un átomo, ni la más elemental de las partículas, menos aún una ameba, ni -por tanto- millones de partículas, puesto que todos son receptores. Ni una «sopa» de energía cósmica sin orden ni concierto.

Gentileza de http://www.arvo.net/
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