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JOSEF PIEPER Y EL HUMANISMO TOMISTA

POR DR.ABELARDO LOBATO, O.P.

 

Josef Pieper llegó al final de su fecunda existencia hace tres años, el 6 de noviembre de 1997, en Münster, Westfalia. Dejó tras sí una larga estela de admiración, de reconocimiento, tanto a su persona cuanto a su ingente producción literaria. El homenaje que le tributaron sus discípulos en el año 1994, al cruzar el umbral de los 90 años, fue elocuente. Más de 600 intelectuales de todos los continentes se dieron cita en Münster para venerar a un maestro. Le admiraron sobre todo los jóvenes que perciben la miseria de la cultura presente y la urgencia de dar respuesta a los retos que plantea el tercer milenio a las puertas.
Pieper es un ejemplo de pensador cristiano. Está muy por encima de la seducción del presente que a tantos arrastra. Él se apoya en la tradición ya consolidada del pasado, pero no para repetirla sino para dar un salto hacia delante. Su recia personalidad deja un impacto positivo que las generaciones de jóvenes estudiosos saben apreciar. Juan Pablo II se ha unido a ese homenaje de los estudiosos por medio de una carta de felicitación por la lección de vida y de pensamiento que nos ha dado. El Papa le elogia porque ha sabido insertar su pensamiento en la rica tradición del pensar cristiano y ha tenido en cuenta al gran maestro Tomás de Aquino. "Ha puesto a los jóvenes en contacto con el rico patrimonio de la filosofía cristiana. El pensar de su propio maestro Santo Tomás de Aquino, de cuya obra polifacética supo como ningún otro, extraer tantas enseñanzas de una manera desacostumbrada, llegó a ser para las generaciones más jóvenes un instrumento, que en base a la imagen cristiana del hombre, es apto para penetrar en la realidad del tiempo y de la eternidad. De esa manera les ha comunicado una sólida base existencial. Y ha orientado todo su esfuerzo filosófico únicamente al servicio de la verdad, que se encuentra en Jesucristo"[1].
El discípulo de Tomás tiene clara esta conexión entre el pensar y el ser, entre el entender y la verdad. Tiene sin duda su interés el saber lo que los hombres han pensado, pero en buena parte eso no perfecciona nuestro entendimiento. Sólo la verdad de lo que han pensado tiene el don de contribuir a nuestra perfección. Sólo la verdad tiene una fuerza invencible. El maestro es el que lleva a la verdad. En este homenaje a un ilustre pensador que ha elegido la escuela de Tomás yo me limito a evocar su lección de humanismo, en tres instancias: Cómo leer hoy a Tomás de Aquino, cómo a través de su ejemplo, ser en verdad un pensador cristiano, cómo forjar el humanismo del tercer milenio desde el cultivo de las virtudes.

  1. Acoger hoy a Tomás de Aquino
Pieper se siente a gusto con Tomás, pero no tanto con la escuela, con los tomistas. Es de aquellos que dan gracias a Dios porque le ha liberado del peligro de estudiar esas obras indigestas que se dicen escritas "ad mentem D Thomae". Se enfrenta con todo lo que trate de trasmitir una doctrina a base de esos libros que se llaman "manualia". Coincide con Unamuno que pedía el destierro de tales libros, a los que en vez de manuales habría que llamar "pedalia". Tomás sí, pero "tomistas" no. Pieper observa que el gran maestro Tomás de Aquino tuvo maestros geniales, pero sólo tuvo discípulos mediocres o imbéciles, que no estuvieron a su altura. Por ello hay que ir directamente a Tomás y dejarse de los intermediarios, de quienes se ocupan de hacerlo digerible para estómagos delicados.

[1] Carta publicada en "Gladius", 41 (1998) p. 169.