PRIMERA PARTE

 

EL ENTE LÓGICO

 

CAPÍTULO III

OBJETO Y NATURALEZA DE LA LÓGICA

 

1. La lógica como instrumento de la ciencia

 

Toda ciencia supone en el hombre la capacidad natural del entendimiento para inferir unas verdades de otras. Si el hombre no tuviera este poder, no le sería dado establecer la prueba [1]  de ninguna verdad, y sus conocimientos, por tanto, no serían "científicos". A esa capacidad de deducción, sin la cual no es posible ciencia alguna, se la denomina en filosofía "lógica natural", y no es otra cosa que el poder discursivo del entendimiento, empleado lo mismo en la ciencia que en cualquier clase de raciocinio. Todo hombre, por ende, aunque no haya hecho ciencia, tiene en principio la capacidad de hacerla, gracias precisamente a esa lógica natural de su entendimiento.

 

No significa esto, sin embargo, que "entendimiento" y "lógica natural" sean exactamente lo mismo. Cuando se infiere una conclusión, es el entendimiento el que la obtiene; pero esto no quiere decir que la haya extraído de su propio ser. El entendimiento es el poder humano que logra inferir una conclusión; pero esta, no obstante, de lo que resulta objetivamente obtenida es de una "premisa", es decir, de algo antepuesto y que hace de principio activo sobre el entendimiento. Por eso, con distintas premisas logra el entendimiento, que es el mismo, conclusiones distintas.

 

Siendo ello así, se comprende que el entendimiento, enteramente desnudo de toda noticia, no pueda elaborar ninguna conclusión. Lo único que tiene es un poder abstracto, todavía ineficaz, y que está, por así decirlo, aguardando principios sobre los cuales ejercer su fuerza. De estos principios podrá extraer una conclusión, y de estas, sucesivamente otras; pero si falta lo pri­mero, no podrá hacer absolutamente nada.

 

En general, se conviene en llamar "primeros principios" a las verdades enteramente evidentes en que se apoyan tanto las conclusiones de la ciencia como las de cualquier raciocinio vulgar. Y que esos principios primeros hayan de ser verdades evidentes, y además conocidas por todos, es cosa que fácilmente se echa de ver si se tiene en cuenta que, para ser primeros, no han de ser demostrables por otras, y que si de ellos han de partir las ciencias, no deberá hacer falta ciencia alguna para su posesión. De ahí que Tomás DE AQUINO los haya denominado "semillas de las ciencias"[2], como gérmenes de todo conocimiento científico.

 

Ni el entendimiento sin los primeros principios, ni estos sin aquel, pueden dar lugar a conclusiones. Tal es la razón por la cual lo que arriba llamamos lógica natural no se identifica estrictamente con el entendimiento, sino que es este mismo, pero en cuanto ya tiene los principios primeros. Y es claro, por lo demás, que no hay ningún problema tocante a la necesidad de esta lógica natural o precientífica; sin ella toro raciocinio es imposible.

 

Otra cosa es, no obstante, que con ella se tenga todo lo que es preciso para el difícil cometido de la ciencia. ¿No será necesaria en el quehacer científico, además de la lógica natural, otra especie de lógica conocida y refleja? Si la razón es el instrumento de la ciencia, ¿no será, al menos, conveniente que conozcamos este instrumento y nos aseguremos de la mejor manera de entenderlo?

 

Esta cuestión no se plantearla, tal como acaba de hacerse, si el poder discursivo de la mente fuese algo infalible, es decir, si por fortuna estuviera constreñido a proceder siempre de una manera ordenada, expedita y sin posibilidad de error. Mas la propia experiencia nos enseña que en muchas ocasiones caemos en in-voluntarios errores, o no procedemos de una manera enteramente sistemática, o tal vez nos envolvemos en dificultades que no di-manan siempre, por completo, de las cosas mismas[3]. Por todo lo cual, aunque el poder de nuestro entendimiento sea realmente bueno y efectivo, no parece que sobre, sino que sea muy conve­niente rectificarlo con el conocimiento de su legalidad y de las condiciones de su empleo. De esta suerte aparece la idea de una lógica científica, que comienza por ser un arte lógica: una técnica, sistemáticamente elaborada, del uso de la razón. Así ocurrió en los tiempos de ARISTÓTELES, quien concebía la Lógica como un οργανον (instrumento) de la ciencia.

 

Se ha discutido mucho acerca de si esta lógica es, o no, enteramente indispensable para el ejercicio de toda actividad científica. Pos supuesto, la lógica natural queda fuera de problema; sin ella seria imposible la misma adquisición de una presunta lógica artificial. No parece, en cambio, que esta última sea absolutamente necesaria para la ciencia; de la misma manera que tampoco el artista ha menester de reflexiones estéticas, sino que puedebastarle, de hecho, el dejarse llevar de su instinto creador. No obstante, aunque es cierto que todo lo que se hace según arte puede hacerse también de una manera natural, no lo es menos que en el último modo de proceder existe siempre riesgo, y en los largos procesos científicos este riesgo es verdaderamente serio. En tales procesos se hace con frecuencia necesario volver la vista atrás, esto es, reflexionar; de tal manera, que lo que entonces se toma en consideración no son las cosas mismas de que la ciencia en cuestión se ocupe, sino las series y cadenas conceptuales que intelectualmente las enlazan.

 

Al encontrarse en esta situación el "científico" asume de hecho el oficio y papel del "lógico".  Hace lógica y la adquiere, por cuya adquisición se capacita para llevar su tarea a un grado de perfección intelectual, que no tendría si únicamente se gobernara por la lógica instintiva o natural. De ahí que la opinión más extendida, entro quienes discuten el problema de la necesidad de la lógica para la ciencia, sea la que sustenta que un arte lógica, aunque no indispensable para la ciencia en estado imperfecto, es necesaria, en cambio, para la perfección interna de todo quehacer científico.

 

Como instrumento del saber, la lógica no es propiamente una ciencia al lado de las demás. Sus enseñanzas no interesan tanto por sí mismas cuanto por su servicio y utilidad para las otras ciencias [4]. Por ello, así entendida como órgano científico, no es realmente parte de la filosofía, sino una cierta ciencia precientífica o, en general, un arte de las artes o ciencia de las ciencias.  Tal 1ógica artificial -precientífica en un sentido muy diferente del que conviene a la lógica natural- se hace posible merced a la capacidad que la razón tiene de reflexionar sobre sí misma, y por ello se dice que la lógica es ciencia racional en un doble sentido: de una manera genérica, en cuanto que, como toda ciencia o arte, ha de ser racionalmente elaborada; y de una manera específica, en cuanto que el objeto o materia de su estudio es justamente la misma razón en su ordenación a la verdad.

 

2.   El objeto de la lógica

 

Hasta aquí hemos venido considerando el posible objetivo de la lógica o, lo que es lo mismo, su finalidad. Conviene ahora que procedamos a determinar su objeto, es decir, la materia sobre la cual versan las consideraciones de la lógica. Algo de esto queda establecido en lo que se ha venido diciendo, pues sabemos que el arte lógica se refiere a algo que afecta a todo arte y toda ciencia, y que ello es justamente la razón en cuanto está ordenada a la verdad. De modo general puede afirmarse, por tanto, que la razón es el tema de la lógica.

 

Pero ahora se trata de precisar y profundizar esta vaga noción. Comencemos por unas consideraciones do carácter muy amplio. Todo arte o técnica se refiere a alguna actividad humana, para la cual establece normas directivas. Tales normas suponen la existencia de estas tres cosas : 1) la facultad o poder del cual emana la actividad que se trata de dirigir; 2) una finalidad, que se intenta lograr poniendo en juego ese poder activo; 3) la posibilidad de que este, aun cuando tenga capacidad para alcanzar aquel fin, sea defectible, es decir, que no llegue a veces a alcanzarlo, o que lo haga con dificultades que conviene anular. Ninguna de estas tres cosas es estudiada aisladamente por el arte o técnica que las supone, sino las tres, precisamente en su mutua relación.

 

De esta manera la lógica, por su parte, no ha de estudiar la razón o poder discursivo en sí mismo, sino que se interesará por la razón únicamente en la medida en que esta es un poder al que cabe fijar la finalidad de hacer ciencia. Tampoco ha de estudiar la lógica a la ciencia como algo aislado y sin conexión con la razón, sino que la tomará como algo elaborado por esta, como una cierta obra de la razón. Por último, tampoco es la lógica una simple meditación ineficaz de la posibilidad que la razón tiene de desviarse en la búsqueda de la verdad científica. La lógica cuenta con tal posibilidad; pero de lo que se trata es de evitar los riesgos consiguientes, o sea, de aproximar de una manera fácil y adecuada la razón a su obra científica.

 

Es claro, en suma, que si bien la razón puede desfigurar la verdad, le es hacedero y esencial "configurarla", lo cual, por cierto, es cosa muy distinta de crearla. Tal configuración es justamente lo que la razón pone, por su parte, en la ciencia. Lo demás viene de las cosas mismas. Naturalmente, el modo de reunir y ordenar las cosas en estructuras científicas (a lo cual se reduce, en definitiva, aquella configuración) no ha de ser arbitrario y caprichoso; antes bien, deberá estar fundamentado en el modo de ser natural de las cosas mismas. Mas no depende únicamente de estas, sino que es consecuencia también del peculiar modo de ser de la razón: según reza el adagio de la Escuela, que afirma que todo lo que se recibe es recibido según el modo del recipiente [5].

 

Conviene, pues, distinguir en toda ciencia, de una manera general, lo que la razón toma a las cosas y lo que ella, por su parte, añade. Y eso que añade no puede ser, a su vez, cosa alguna real, pues en tal caso la razón no configuraría la verdad, sino que ciertamente la desfiguraría, dándole un incremento que no posee de suyo. Lo que la razón pone en la ciencia no es más -según se dijo arriba- que la ordenación y encadenamiento de las cosas en el organismo científico.

 

Todas las ciencias se nos presentan, de este modo, como articulaciones o sistemas de verdades.  Pero aunque toda ciencia ordene sus objetos, esto no significa que estudie la ordenación en sí misma. Lo que realmente estudia son los objetos o cosas que va enlazando en sistema. Ahora bien: no es imposible una disciplina que, en vez de estudiar las cosas mismas, se haga cargo del modo como las ordenamos en la ciencia. Tal disciplina no sería ya una ciencia como las otras, una ciencia de objetos o de cosas, sino una ciencia de las ciencias: un estudio cuyo tema sería la ordenación de los objetos en el sistema científico.

 

La lógica es precisamente ese estudio. La ciencia de la razón, de que hemos venido hablando, no pretende sustituir a ninguna otra ciencia. Su tema es la obra de la razón en el conocimiento: el artificio, que podernos llamar "lógico", por el que las cosas se organizan y articulan en estructuras científicas. Que ese artificio o dispositivo esté bien establecido, rectamente logrado, es, por cierto, la finalidad de la lógica considerada como arte o técnica de la razón. Pero es claro que esta finalidad no se puede cumplir más que teniendo el conocimiento de las leyes internas de aquel artificio: sabiendo cómo es, de qué factores y elementos se compone, cuáles sean las maneras de enlazar o reunir sus componentes. En una palabra, el arte de la razón requiere una ciencia del artificio lógico, la cual no estudiará los elementos reales de la ciencia (a saber, las cosas mismas), sino sus elementos racionales, es decir, los que la razón pone, fundándose en aquellos, para ordenarlos en forma de sistema.

 

La ciencia del artificio lógico, supuesta por el arte de la razón, no es la psicología. Esta se ocupa de la razón como algo real, siendo, por tanto, en este sentido, una ciencia como otra cualquiera de las que estudian objetos o cosas reales: y ya hemos dicho que lo que aquí interesa no es nada "real". sino la ordenación artificial que se da en toda ciencia, hasta en la propia psicología. Se llama psicologismo, en el dominio de las teorías sobre la lógica, a la manera de entender a esta, según la cual es la psicología la ciencia que fundamenta al arte de la razón [6]. Si todo arte ha de fundamentarse en una ciencia, la lógica-arte estaría sustentada, según esto, por la ciencia psicológica. En definitiva, la lógica quedaría reducida a la condición de un capítulo de la psicología: el dedicado al funcionamiento normal de la razón humana.

 

Es, desde luego, cierto que todo arte se basa en una ciencia. En este punto convienen psicologistas y antipsicologistas. Pero el arte lógica puede fundamentarse en una ciencia lógica, que no tiene por qué ser un capítulo de la psicología. Existe, efectivamente, un conocimiento teórico del artificio u ordenación estructural que en las ciencias revisten las cosas conocidas. Y el conocimiento especulativo de esta ordenación no se refiere, según dijimos, a ninguna cosa real, sino a los elementos ideales de que se compone el sistema científico. En tal sistema no entra, de hecho, la misma razón, ni tampoco ninguno de sus actos.  No se puede decir que en un sistema científico sea parte integrante la propia razón, ni que los actos de esta se hallen físicamente integrados en él.  Lo que la razón pone en la ciencia, que es un sistema ideal, no son más que factores ideales. Las leyes psicológicas, empero, se refieren a hechos y procesos reales.  Es cierto que, al ordenar las cosas en un sistema científico, la razón no deja de cumplir sus leyes psicológicas, pero esto ocurre también cuando las ordena mal. Las leves psicológicas no son, por tanto, las leyes lógicas.

 

Análogamente, los movimientos de la mano al desplazar una pieza en un tablero de ajedrez están indudablemente regidos por leyes "físicas", que nadie confundirá con las leyes específicas del juego. El movimiento ajedrecístico supone el de la mano o cualquier otra cosa que lo sustituya; pero esto ocurre lo mismo en las jugadas buenas que en las malas, y tanto en las que son lícitas como en las excluidas por la especial legalidad del ajedrez.

 

Por lo demás, ninguna falta le hace al ajedrecista la noticia científica de las leyes que rigen físicamente los movimientos de su mano, ni gana nada con ello para sus fines de jugador.

 

3. La distinción entre propiedades lógicas y propiedades reales

 

Sean las dos proposiciones siguientes: 1) el hombre es un animal racional; 2) el hombre es el sujeto de la proposición 1).

 

No cabe duda de que podemos formar todavía proposiciones tales como: 3) el hombre es el sujeto de la proposición 2), y así cuantas se quieran. Pero inmediatamente se advierte que todas las proposiciones a partir de 2) tienen algo en común y que ello las hace esencialmente distintas de la proposición 1). En efecto: lo que del hombre se dice en 1), a saber, que es un animal racional, expresa algo que es real y efectivo en el hombre, si es verdad que el hombre es un animal racional; y en el caso de que esta definición no fuese buena, su defecto consistiría en atribuir al hombre algo que "realmente" no es; en cambio, lo que se dice en todas las proposiciones a partir de 2), a saber, que el hombre es "sujeto" de alguna proposición, no es nada que pretenda expresar lo que realmente es el hombre, puesto que el hombre, de suyo, ni es ni deja de ser sujeto de proposición alguna. De tal manera, que si las proposiciones a partir de 2) son verdaderas, es justamente porque en ellas no se pretende decir lo que el hombre es realmente. De ahí que, aunque fuera falsa la proposición l), seguirían siendo justas las proposiciones a partir de 2). E inversamente: todas las proposiciones a partir de 2) serían falseadas si se las concibiera provistas de la misma intención que tiene la proposición 1), aunque esta sea verdadera.

 

El "hombre" del cual se dice que es un animal racional no está en una situación completamente idéntica al "hombre" del que se afirma que es sujeto de una proposición. El primero es el hombre directamente considerado en sí mismo; el segundo es también el hombre, pero considerado reflejamente, según una situación que le es extrínseca: la de estar siendo objeto de un juicio. Existen, según esto, dos clases de propiedades que corresponden a dos modos distintos de referirnos a las cosas: las propiedades o predicados reales, que se atribuyen directamente a las cosas según su propio ser, y otras propiedades o predicados de naturaleza puramente "lógica", puesto que se atribuyen a las cosas, no en atención a su propio ser, sino en cuanto que "son conocidas".

 

En general, todo ser de que hablemos es un objeto de conocimiento. Tan conocido es, así, el hombre del que decimos que es un animal racional, como el hombre del cual afirmamos que es el sujeto de una proposición. Pero aunque todas las cosas de, que hablemos tengan que ser, de algún modo, conocidas, no siempre estamos conociendo que las conocemos, ni es necesario que lo que digamos de ellas sean solamente las consecuencias que se derivan de su situación de "conocidas". Si convenimos en llamar objetos [7] a las cosas que conocemos, precisamente en cuanto conocidas, y reservamos la palabra cosa para designar con ella a lo que conocemos considerado en sí mismo y de suyo, podremos decir que las propiedades lógicas son propiedades de objetos, mientras que las propiedades reales son propiedades de cosas. Y así, del "hombre real" decimos que es un animal racional, y del "objeto hombre" decimos que es el sujeto de una proposición.

 

Cuando las cosas se ordenan en un sistema científico, adquieren propiedades que no son reales, pues estas las poseen previamente. Se trata, pues, de propiedades lógicas. De ahí que sea lo mismo decir que la lógica es la ciencia que estudia el artificio científico, y afirmar que su objeto lo constituyen las propiedades lógicas. Á estas se las designa en la Escuela con el tecnicismo de secundae intentiones, es decir, intenciones [8] o predicados secundarios. Son primarios los que convienen a las cosas independientemente de su situación de conocidas. De la misma manera, en efecto, que el ser de las cosas es, por naturaleza, previo a su ser conocidas, así las intenciones o predicados que se refieren a aquel ser son también naturalmente anteriores a las que se derivan de las cosas en cuanto son objeto de conocimiento.

 

La lógica, pues, tiene por objeto algo que no es real. Las "propiedades lógicas" no tienen existencia más que ante y para la razón. Si esta se suprime, aquellas desaparecen. Su ser es solamente el ser objeto de conocimiento. Son, en una palabra, entes de razón. Pero esto nos obliga a hacer algunas precisiones.

 

A diferencia del ente real, el ente de razón es algo que únicamente se da en el entendimiento como objeto de este[9]. También los seres reales pueden hacer de objeto para el entendimiento; pero su ser no se agota en ello. Para un ente real, el estar siendo objeto del entendimiento es algo extrínseco y accidental. Para el ente de razón, por el contrario, ese es todo su ser: no tiene otro. No es, pues, lo mismo "ente de razón" que "ente posible". Una cosa posible es algo que de suyo no repugna la existencia real, algo que puede ejercer esa existencia, aunque no la esté cumpliendo. Su ser es justamente un "poder ser". Pero este poder ser no le viene de ser conocido; mientras que el único ser que tiene el ente de razón es el que le resulta de hacer de objeto de un conocimiento. El ente de razón, independientemente de la razón misma, es un imposible. Por consiguiente, para precisar el concepto de ente de razón conviene tener en cuenta que el ser posible es una suerte de ente real. (En general, ser real es el que tiene capacidad de ser independientemente del entendimiento, bien ejercite esa capacidad, bien la tenga en suspenso; si la ejercita, es un ente real actual; en el caso contrario, es un ente real meramente posible. Y en verdad, todo ente real actual es también un ser posible -pues todo cuanto existe es algo que "puede" existir-, aunque no sea solamente posible, sino también actual y efectivo.)

 

El ente de razón se define, frente al ente real actual o posible, por su imposibilidad de verdadera existencia, ya que no merece el nombre de esta última la modesta presencia de un ser irreal ante el entendimiento. De ahí que haya tantas especies de ente de razón como maneras de imposibilidad de ser. 0 lo que es igual: las especies del ente de razón serán tantas cuantas sean las formas de oposición al ser real. Este último, empero, se divide, de un modo general, en absoluto y relativo. Por "absoluto" se entiende aquí, en un sentido muy amplio, todo lo que no es una relación, aun cuando tenga o pueda tener relaciones con otras cosas y aunque estas relaciones le sean necesarias. E inversamente: entendemos aquí por "relativo", no lo que tiene o puede tener relaciones con algo, sino la relación misma que, como un puente, se tiende entre dos cosas determinadas.

 

A las cosas que son absolutas (es decir, algo en sí mismas) lo que se les puede oponer es su negación, la falta de ellas. Así, a la vista se opone la ceguera, y al bien, el mal. La ceguera y el mal, en efecto, no son propiamente seres, sino faltas de ser.  Esto no significa que la ceguera y el mal no existan en absoluto. Realmente existen. Pero su realidad no es positiva, sino negativa.  Lo que real y "positivamente" existe es aquello que es ciego y aquello que es malo. La falta de vista y la falta de bien son justamente eso: faltas; y la ausencia de ser no puede, en estricto rigor, llamarse ser. Sin embargo, como quiera que la falta de ser tiene una cierta realidad (aunque no sea más que negativa), no se puede decir que constituya un ente de razón. Es un ente "real deficiente". El ente de razón surge aquí cuando se toma la falta de ser como un verdadero ser: así cuando concebimos la ceguera como si esta añadiese algo al que la tiene, siendo la verdad que lo que hace es disminuirle.

 

Siempre que concebimos la falta de algo absoluto -esto es, un absoluto negativo- "como si fuese" un absoluto positivo suscitamos un ente de razón[10].

 

Una primera clase de entes de razón son, pues, las negaciones concebidas como entes positivos.  Por oposición al ser real relativo surge, en cambio, la segunda especie de ente de razón: la relación de razón. Por ella se entiende toda relación que únicamente es para el entendimiento que la piensa, de tal manera, que si se la deja de pensar deja de darse. Las demás relaciones son relaciones reales. Así, la filiación que enlaza al hijo con el padre es un ejemplo de relación real, puesto que es algo en el hijo independientemente de que se la piense o no se la piense. En cambio, es una relación de razón la que, por ejemplo, tiene Pedro con el concepto "hombre" como sujeto de la proposición "Pedro es hombre"; porque si bien es cierto que Pedro sigue siendo hombre aunque no se piense en ello, también es cierto que Pedro sólo es sujeto de aquella proposición mientras alguien la piense, y aun entonces el puro hecho lógico de estar siendo sujeto de un juicio no afecta realmente a su ser ni nos dice nada de lo que él es de suyo.

 

¿A cuál de las dos especies mencionadas de ente de razón (las negaciones y las relaciones de razón) corresponden las propiedades que llamamos lógicas? Si se tiene presente que estas propiedades sólo son revestidas por las cosas cuando están ordenadas en un sistema, fácilmente se advierte que no pueden ser nada absoluto, ni positivo ni negativo. Lo que se adquiere por el hecho de pertenecer a algo plural y ordenado son meramente "relaciones" con los otros miembros del todo y, por supuesto, con ese mismo todo. Tales relaciones no pueden ser reales para las propiedades de que hablamos, que, por definición, tienen una naturaleza puramente lógica (tal como ya se señaló al describirlas). En consecuencia, las propiedades lógicas o intenciones segundas no pueden ser otra cosa que simples relaciones de razón.

 

No se sigue de aquí que toda relación de razón sea una propiedad lógica. Únicamente lo son aquellas que se dan en la ordenación de los objetos en el sistema científico. Y el mismo sistema, visto ahora a la luz de las precedentes consideraciones, no es más que un tejido de relaciones de razón, mera estructura ideal, que no tiene sentido fuera del entendimiento.

 

La lógica-arte no hace otra cosa que aplicar las leyes que se derivan de aquellas propiedades.  La lógica-ciencia es el estudio, puramente especulativo, del artificio que con ellas se establece y de las leyes que lo determinan. En suma: el objeto de la lógica son las relaciones de razón por virtud de las cuales las cosas conocidas son intelectualmente enlazadas en el sistema científico[11]. 

 

4. Relaciones de la lógica con otras ciencias

 

Se ha esbozado hasta aquí una idea de la Lógica, que asigna a esta un objetivo específico y propio, según los resultados de lo que se ha venido haciendo, desde los tiempos de ARISTÓTELES y a través de sus seguidores, en la filosofía de la Escuela. Un largo proceso de elaboración ha hecho posible esta Lógica, dotándola de un claro y riguroso perfil. Ninguna otra concepción de la lógica puede compararse a la inspirada por ARISTÓTELES, en lo que toca a la pulcritud y científico esmero en la determinación de su objeto.

 

Por ello mismo, conviene establecer de una manera explícita algo de lo que virtualmente está ya dicho acerca de los límites de la lógica y sus conexiones con otras disciplinas relativamente afines. Veamos, en concreto, las relaciones de la Lógica con la Psicología, la Crítica y la Ontología.

 

a) Ya se aludió antes a la ciencia psicológica, con ocasión de la fundamentación psicologista de la lógica. El psicologismo pierde su eficacia cuando se distingue entre la razón o sus actos, como entes reales, y artificio, puramente "de razón", que el entendimiento añade a las cosas conocidas al encuadrarlas en un dispositivo científico.

 

No resulta de ello, sin embargo, que la lógica esté exenta de toda relación con la psicología. La primera se ocupa de las propiedades lógicas, las cuales no tienen sentido si no se supone que las cosas afectadas por ellas son, o pueden ser, objeto de conocimiento. Sin este último, no habría propiedades lógicas; de la misma manera que, de no haber razón, tampoco habría entes de razón. Al lógico, pues, le interesa saber acerca del entendimiento todo lo que hace al caso para el estudio de las propiedades lógicas. Así, deberá conocer la diferencia que hay entre el acto de la simple aprehensión, el de juzgar y el de discurrir, para que pueda derivar de ellos la diferencia existente, por ejemplo, entre las propiedades lógicas que se llaman “ser universal” “ser sujeto de una proposición” o “ser término medio en un raciocinio”.

 

De la misma manera, el ajedrecista no podría distinguir funcionalmente lo que es un “alfil” de lo que es una “torre” si no tuviese ninguna idea de la diferencia existente entre las direcciones de los movimientos. Mas no se sigue de aquí que el ajedrecista haya de conocer todas las leyes de la geometría y de la física[12]. El lógico, a su vez, tampoco necesita de la psicología sino lo imprescindible para poner en marcha el estudio de las llamadas propiedades lógicas.

 

Este, por así decirlo, "mínimo psicológico" que el lógico precisa no forma parte de la Lógica misma.  Es, más que un fundamento, una condición. Se trata de algo con lo que el lógico tiene que contar; pero esto no significa que la Lógica lo cuente entre sus partes. Una vez establecida una propiedad lógica, se la puede considerar en sí misma, independientemente de su condición o condiciones psicológicas. Algo parecido ocurre cuando se sabe que el "hombre", como objeto de la proposición "el hombre es un animal racional", reviste la propiedad de ser sujeto de ella.  La lógica puede aislar esa propiedad y estudiarla en sí misma, independientemente de que sea hombre o cosa distinta lo que la esté cumpliendo. Al hacer esto, la lógica prescinde de la condición ontológica de la propiedad en cuestión, igual que antes prescindía de su condición psicológica.

 

b) La crítica o teoría del conocimiento no estudia la estructura lógica o artificio racional de la ciencia, sino que se hace cargo del problema de la posibilidad de esta última. No le interesa cómo es lo que la razón idealmente pone en la ciencia, ni cuáles sean las leves de ese dispositivo, sino esto otro: ¿puede realmente el entendimiento humano alcanzar el conocimiento científico?  Y si ese poder es filosóficamente reconocido, ¿cuál es su alcance?, ¿hasta dónde se extiende?

 

La lógica, pues, cuenta con la posibilidad del conocimiento científico, que ha de ser verdadero y cierto; pero lo que hace es determinar las condiciones generales para que, efectivamente, sea un conocimiento científico. Mas la ciencia se adquiere por demostración, y toda demostración es un raciocinio en el que conviene distinguir materia y forma. Por la primera se entienden los elementos, simples o complejos, que en el raciocinio se ordenan y distribuyen.  La forma, en cambio, es precisamente la ordenación o ¡nodo de disponer en el raciocinio esos elementos para que el resultado sea algo científico.  De esta manera se hace patente que con idéntica materia puede obtenerse tanto un raciocinio bueno como uno malo, según que la forma a que aquella se ajuste sea o no la conveniente, y a la inversa, que aunque sea buena la forma, si no es procedente la materia, el raciocinio no termina en una conclusión verdadera.

 

Así, por ejemplo, el raciocinio "todo ser viviente es racional; el caballo es un ser viviente; luego el caballo es un ser racional" tiene buena forma, pero la conclusión no es verdadera.  En cambio, este otro raciocinio: "Pedro es racional; Pedro es hombre; luego todo hombre es racional", aunque termina en una conclusión verdadera, es deficiente por su forma.  Conviene reparar, según esto, en la diferencia que hay entre una conclusión verdadera y una verdadera conclusión.  La del primer raciocinio, aunque falsa, es una verdadera conclusión.  La del segundo, por el contrario, es una falsa conclusión, aunque sea verdadera.

 

La Lógica estudia, en general, lo que hace falta para obtener conclusiones verdaderas que sean verdaderas conclusiones.  La Crítica no se ocupa realmente, ni en general ni en particular, de las conclusiones como tales. Las conclusiones son estudiadas como tales conclusiones cuando se las pone en relación con las premisas de que han sido extraídas.  Si se las examina de manera que se las compare no con sus premisas, sino con la realidad misma de las cosas enunciadas por ellas, entonces no se las estudia como conclusiones, sino como enunciados acerca de la realidad.  Consideradas así, ya no son objeto de la lógica pues esta únicamente se ocupa del artificio científico, es decir, del modo en que las cosas han de ordenarse en el conocimiento.

 

No es correcto, sin embargo, decir que la lógica estudia solamente la forma del raciocinio, mientras que la crítica se ocuparía de su materia.  Si la crítica no estudia las conclusiones como tales, no tiene por qué ocuparse ni de la forma ni de la materia del raciocinio, pues esta última sólo es materia para la conclusión como conclusión.  El hecho mismo de ser materia de un raciocinio para obtener una conclusión no es nada real, sino una propiedad puramente lógica.  Por consiguiente, la Lógica debe hacerse cargo de la materia del raciocinio, estudiándola, claro es, no de una manera independiente, como si no formase parte de aquel, sino de un modo precisamente lógico, es decir, en cuanto entra en el raciocinio demostrativo.  De ahí lo que se llama "Lógica material", que trata, en suma, de responder a esta pregunta: ¿cómo ha de ser, en general, la materia de un raciocinio para que, si este tiene buena forma, la conclusión sea realmente una verdad científica?

 

Se podría contestar a esta pregunta diciendo simplemente que basta que la tal materia sea verdadera para que, si es buena la forma, la conclusión sea verdadera y sea una verdadera conclusión.  Por ejemplo, el raciocinio "todo hombre es mortal: Pedro es hombre-, luego Pedro es mortal" tiene una verdadera conclusión, que es verdadera.  Sin embargo, conviene observar que un resultado semejante también puede obtenerse con materia falsa v forma buena.  En el raciocinio "todos los franceses son chinos; todos los chinos son europeos: luego todos los franceses son europeos", la conclusión es verdadera y está bien extraída, aunque las dos premisas son falsas.  El científico está expuesto a hacer seudodemostraciones de este tipo, Y es indudable que la ciencia no puede constituirse con ellas.

 

Es absolutamente cierto que con materia verdadera v forma buena no se pueden extraer conclusiones inadmisibles.  Pero es preciso conocer que sea efectivamente verdadera la materia para no incurrir en el caso del raciocinio a que acabamos de referirnos.  Si las premisas de una demostración son evidentes de suyo, no hay ningún problema. Pero pueden no serlo. Y enton­ces caben dos cosas: o que la experiencia nos permita com­probar su validez real o que ello no sea posible. En el primer caso también hay garantía de su verdad; en el segundo será preciso que ellas, a su vez, sean demostradas. Y esta nueva demostración sólo será verdadera si se apoya en una materia que lo sea, ya que no podemos fiar únicamente en la bondad de la forma. En último término será preciso apoyarse en proposicio­nes que no necesiten demostración, pues esta siempre se puede falsificar.

 

El científico, en suma, debe ser capaz de recorrer la distan­cia que separa a lo que ha de demostrarse de aquello que en definitiva lo demuestra. Esta distancia tiene etapas lógicas, que son las verdades en que sucesivamente se apoya lo que se tra­ta de demostrar, hasta llegar a su última base. El recorrido gra­dual de esa distancia es el "análisis material" del raciocinio demostrativo. Su diferencia con el análisis formal se advierte claramente al reparar en que este último no necesita salir de las mismas premisas de que inmediatamente está hecho el raciocinio que se examine. Al que analiza de una manera puramente formal no le interesa, en efecto, más que el juego interno de las proposiciones establecidas.

 

El análisis material del raciocinio constituye precisamente el tema de la "Lógica demostrativa", que es el centro de la llamada "Lógica material". Un asunto, como se ve, muy diferente del que ocupa a la Crítica, porque esta, aun cuando tomase en cuenta la materia completa de una demostración, no la referiría gradualmente a sus últimos principios lógicos, sino directamente a las mismas cosas de la realidad. Por lo demás, la Lógica sólo hace la analítica material del raciocinio de un modo general. Hacerlo en cada caso de una manera concreta no es incumbencia de la Lógica, sino de las ciencias respec­tivas.

 

c) La Lógica se ocupa de una especie de ente de razón, las propiedades lógicas o atributos puramente racionales de las cosas.  La Ontología, en cambio, estudia el ente real en cuanto ente.  Es cierto que la ontología trata también del ente de razón, pero de manera muy distinta de aquella en que la lógica lo hace.  El lógico, en efecto, se ocupa únicamente de tina especie de entes de razón, a saber: las relaciones de razón que las cosas adquieren en el seno del sistema científico; los demás entes de razón no le interesan.  Por el contrario, la ontología, cuyo tema es el ente en cuanto ente, se ocupa del ente de razón en general, como de aquello a lo que se opone el ser real, que es su objeto propio.  De aquí una segunda diferencia entre la lógica y la Ontología.  La primera se refiere al ente de razón (a la especie que en él considera) de una manera primaria v directa.  Le interesa en sí mismo.  La segunda, en cambio, se refiere al ente de razón en general, pero de una manera secundaria v derivada, o sea, no porque le interese en sí mismo, sino por su oposici0n y distinción respecto al ser real.

 

Existe una cierta semejanza entre la lógica v la ontología, fundada en la universalidad que tienen, cada uno a su modo, los respectivos objetos de estas ciencias.  Así como no hay ninguna cosa a la que no se pueda atribuir el ser, tampoco la hay que no sea susceptible de revestir alguna propiedad lógica. Cualquier ser puede ser sujeto de un atributo puramente racional.  En este sentido es posible decir, par tanto, que el campo de la lógica es tan amplio como el de la ontología. Y es claro entonces que, si no se distingue la diversa forma en que se atribuyen a las cosas el ser y las propiedades lógicas, ambas ciencias se identifican realmente en una sola.  Así acontece en el "panlogismo", que, al identificar el ser con el "ser conocido", elimina toda posibilidad de distinguir efectivamente entre propiedades reales y propiedades que las cosas tienen únicamente por ser objeto de conocimiento[13].

 

Otra semejanza entre la lógica y la ontología es la que proviene de la naturaleza puramente inmaterial de sus objetos.  El de la lógica, que son meras relaciones de razón, no es, en efecto, nada material, pues todo (aunque no sólo) lo material es real, mientras que aquellas relaciones de razón son, por su misma naturaleza, objetos irreales que únicamente se dan para el conocimiento y nunca fuera de él.  Por su parte, el objeto de la ontología es también enteramente inmaterial. El ente, en cuanto ente, no puede ser material. Baste, por ahora, pensar que, de lo contrario, únicamente serían las cosas materiales.  No obstante esta semejanza, hay aquí también una esencial diferencia entre la lógica y la ontología.  La inmaterialidad del objeto de la lógica es la que corresponde a la irrealidad, en tanto que la del objeto de la ontología es la de la misma realidad del ser conocido abstractamente como ser.

 

La lógica aristotélica no se halla, sin embargo, enteramente aislada de la ontología.  En realidad, toda esta lógica está orientada al ser y nutrida por él. Aquello a lo que, en definitiva, se subordina, y de lo cual depende como de su último fin, es el logro de la verdad, es decir, la patencia del ser al entendimiento. Y que el ser nutre y mantiene toda la lógica es algo que fácilmente se advierte si se tiene presente que las llamadas propiedades lógicas, aunque distintas de las reales, no son enteramente independientes, sino que se fundamentan en ellas. Los atributos que se derivan del "ser conocido" están condicionados por los pertenecientes al ser simplemente dicho. Así, por ejemplo, la propiedad de ser sujeto de la proposición "el hombre es un animal racional" 'conviene al hombre no en sí mismo, sino en su condición de conocido; pero lo que el hombre es en sí mismo hace posible que él, en su condición de conocido, sea sujeto de esa proposición.

 

Si se suprime el ser, quedan eliminados el último fin y el fundamento primero de toda la ciencia lógica.  Esto no puede significar que lógica y ontología sean realmente lo mismo.  El fin y el fundamento de una cosa son siempre distintos de ella.  La ontología, por tanto, al ocuparse de[ ser, estudia en general algo que excede al objeto de la lógica y no se identifica formalmente con ella.  Pero tampoco puede establecerse una tajante separación entre la lógica y la ontología, como si el mundo que estudia la primera fuese realmente autónomo y no tuviese nada que ver con el mundo real de la segunda[14].

 

d) Examinadas las relaciones de la lógica con la psicología, la crítica v la ontología, podemos añadir, a modo de apéndice, unas consideraciones sobre las diferencias entre la lógica filosófica y la llamada lógica matemática o logística. La lógica que aquí nos interesa es, por supuesto, una disciplina filosófica, no una ciencia positiva.  Al estudiar el artificio científico, trata, pues, de conocer su naturaleza y su esencia, es decir, lo que esa estructura es y lo que son los elementos de que se compone.  Esta investigación es muy distinta de la que tiende hacer una ciencia "positiva" que, por definición, renuncia al conocimiento de la naturaleza entitativa de sus objetos. La lógica matemática es la ciencia positiva del razonamiento, a la cual no interesa la aclaración esencial de lo que este sea, ni la ordenación del razonamiento al ser, sino tan sólo el cálculo positivo de su validez, independientemente de todo supuesto ontológico.  Las siguientes palabras de HUSSERL ilustran esta fundamental diversidad de sentido entre la lógica filosófica v la logística: "Así como el mecánico práctico construye máquinas sin necesidad de poseer para ello una última intelección de la esencia de la naturaleza y de sus leves, de igual modo construye el matemático teorías de los números, magnitudes, raciocinios v multiplicidades, sin necesidad de poseer para ello una última intelección en la esencia de la teoría en general y en la esencia de los conceptos y de las leyes que son condición de ella" [15].

 

Durante mucho tiempo el cálculo lógico estuvo incluido en la lógica filosófica, sin desarrollar sus posibilidades ni tomar conciencia de su peculiar significación. Aunque existen algunos antecedentes (LULIO y LEIBNIZ, entre ellos), los fundadores de la lógica matemática han sido, en el pasado siglo y desde distintas posiciones, George BOOLE y Gottolb FREGE.  Los Principia Mathematica, de A. N. WHITEHEAD y Bertrand RUSSELL, son la obra clásica de la moderna lógica positiva, la cual en nuestros días ha logrado un notable incremento[16].

 

5. La estructura de la lógica

 

Hemos dicho que la lógica estudia la obra artificial de la razón en el sistema científico, o sea, lo que la razón pone, por su parte, en la ciencia; meras propiedades lógicas o relaciones de razón mediante las cuales las cosas conocidas quedan intelectualmente ordenadas y enlazadas. Todo esto lo hace la razón mediante su acto científico propio, que es el raciocinio demostrativo. Sin él, la razón no elabora la ciencia, aunque establezca otros requisitos y elementos de ella. Gracias, pues, al raciocinio demostrativo las cosas conocidas son racionalmente encuadradas de una manera científica. De ahí que la Lógica haya de dividirse en tantas partes cuantas sean exigidas por el estudio de ese raciocinio considerado como causa de la ciencia.

 

La Lógica formal estudia todas las propiedades lógicas que conciernen a la mera consideración formal del raciocinio. A ella se contrapone la lógica material.  Para distinguir correctamente la lógica formal y la material, conviene recordar la distinción, hecha ya más arriba, entre verdaderas conclusiones y conclusiones verdaderas.  Para que un raciocinio tenga una verdadera conclusión, es suficiente que sea buena su forma.  La lógica formal se hace cargo, en consecuencia, de todos los factores lógicos necesarios para el establecimiento de una verdadera conclusión.  Compete, en cambio, a la lógica material el estudio de todas las condiciones y propiedades lógicas que se requieren, en general, para obtener una conclusión científicamente verdadera.

 

Comparando entre sí la lógica formal y la material, se advierte que la primera se ocupa en general del raciocinio, prescindiendo por completo de que este sea o no sea científico.  De ahí que las enseñanzas de la lógica formal sean aplicables tanto en la ciencia como fuera de ella. La lógica material estudia específicamente el raciocinio científico. Es, para decirlo brevemente, una lógica de la demostración. No todo raciocinio es una demostración, sino tan sólo aquel que produce ciencia. Por eso, mientras la lógica formal se desentiende de la índole científica o no científica de la materia del raciocinio, la lógica material examina las condiciones y elementos necesarios para que esa materia sea realmente científica.  Es claro, por lo demás, que esto no lo hace de una manera concreta, examinando las demostraciones una por una, pues ello es incumbencia, no de la lógica, sino de la ciencia respectiva. Lo que hace la lógica material es -como también más arriba se indicó, describiendo el análisis material del raciocinio- considerar en general aquellas condiciones y requisitos necesarios para que sea científica la materia del proceso discursivo.

 

La lógica formal estudia las propiedades lógicas que atañen al raciocinio. Mas como quiera que el raciocinio implica el juicio, y este, a su vez, el acto de la simple aprehensión, el examen de las propiedades lógicas del raciocinio no puede llevarse a cabo sin el conocimiento de las que conciernen a la primera y la segunda operación del entendimiento. La lógica formal se articula de este modo en tres etapas, que son la teoría del concepto, la del juicio y la del raciocinio. Las dos primeras sirven a la última y están en función de ella.

 

La lógica material es esencialmente una teoría de la demostración o lógica demostrativa.  Pero la materia de la demostración es doble: una compleja y otra simple. La materia compleja son las proposiciones de que consta el raciocinio demostrativo, las cuales, a su vez, se constituyen con conceptos, que son la materia simple de ese raciocinio.  Al estudio de la materia compleja de la demostración se le reserva la denominación, en un sentido estricto, de "lógica demostrativa", y al examen de la materia simple se le llama, en cambio, "lógica predicamental", por conocerse con el nombre de "predicamentos" a los conceptos considerados -materialmente como últimos elementos de la demostración.  Los grandes tratadistas de la Escuela anteponían a la lógica demostrativa y a la predicamental lo que llamaban "lógica proemial", constituida por el estudio de la naturaleza de la misma ciencia lógica, el cual solían hacer, no al principio de ella, sino después de la lógica formal, cuando ya habían tomado algún contacto con las cuestiones de esta disciplina v estaban, por tanto, en las mejores condiciones de reflexionar sobre ella.

 

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En unos "Fundamentos de Filosofía" no es necesario atenerse rigurosamente a las divisiones clásicas de la lógica formal y material, ni desarrollar todas las cuestiones que serían pertinentes en un curso o tratado sistemático.  Basta únicamente tomar contacto con los temas "fundamentales", abordándolos de una manera esquemática y esencial.

 

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Bibliografía Cap 3.

 

ARISTÓTELES: Top. I, 18; SANTO TOMÁS: In Anal. Post; JUAN DE SANTO TOMÁS: Ars lógica, II, q, 1-2;  DESCARTES: Reglas para la dirección del espíritu, I-V; J. STUART MILL: Sistema de lógica deductiva e inductiva, 1; E. HUSSERL: Investigaciones lógicas, I.

 

A. GÓMEZ IZQUIERDO: Análisis del pensamiento lógico; F. GONSETH: Qu’ est ce que la Logique?; W. S. IEWONS: Lógica; P. HONEN: Recherches de logique formelle; J. M. LE BLOND: Logique et méthode chez Aristote. P. FÄNDER: Lógica; K. PRANTL: Geschichte der Logik im Abendlande; A. TRENDELEMBURG: Elementa logicae aristoteleae; F. ÜBERWEC: System der Logik und Geschichte der logischen Lehre.

 


[1] El término “prueba” se toma aquí en un sentido estricto, a saber: como demostración que se realiza fundamentando unas verdades universales en otras. Las verdades concretas y singulares, que los sentidos captan de un modo material, se verifican o comprueban precisamente mediante la experiencia.

[2] De Veriate, q. XI, a. 1.

[3] Cf. SANTO Tomás: Comment. in Prim Lib. Analit. Poster., lect. 1.

[4] Cf. SANTO TOMÁS: In Boët. de Trinit., q. 5, a I, ad 2.

[5] “Quicquid recipitur, ad modum recipientis recipitur”.

[6] El más caracterizado representante del "psicologismo" es J. STUART MILL (véase su Sistema de lógica inductiva y deductiva); y el filósofo que más insistentemente lo ha combatido, E. HUSSERL (Investigaciones lógicas, vol. I de la traducción castellana, en “Revista de Occidente”, de M. GARCIA MORENTE y J. GAOS).

[7] De ob-iectum, lo que yace o está frente a algo o alguien; como lo conocido, está ante el cognoscente.

[8] Intentio se toma aquí en un sentido que nada tiene que ver con la voluntad; concretamente, en la mera acepción del intendere o “tender hacia”, pues de esta manera todo predicado es algo tenso o referido a un sujeto.

[9] La Escuela suele definirlo: quod est obiective tantum in intellectu.

[10] La expresión “como si fuese” insiste en que no es preciso juzgar, creer, que una falta de ser sea un ser, sino que basta con que así se la aprehenda.

[11] Cf. JUAN DE SANTO TOMAS: Ars logica, 2 pars, q. 1-2.

[12] Lo mismo ocurre en otras técnicas y artes. Pueden, así, servir de ilustración las siguientes frases del célebre compositor A. CASELLA, referidas al arte pianística. “No acabo de comprender bien la necesidad, reclamada por algunos tratados pianísticos, de conocer previamente la anatomía del brazo. No creo que ni GIESEKING, ni HOROWITZ, ni ZSCCHI, hayan estudiado tales ramas de la ciencia para conseguir los resultados que todos conocemos. Al contrario, si quisiéramos ser un tanto maliciosos, podríamos observar que los que no obtuvieron tales brillantes resultados fueron precisamente los que demostraron haber estudiado la anatomía a fondo”. (Del ensayo Il pianoforte, cap. VI.)

[13] Esta es la concepción que inspira a la lógica de Hegel.

[14] En esa separación estriba justamente el defecto esencial de la lógica de HUSSERL, y sus discípulos (la llamada "lógica fenomenológica"). Por reacción contra el "psicologísmo", que fundada la lógica en la psicología, HUSSERL pretende elaborar una lógica autónoma, y para ello trata también de independizarla de la metafísica. La lógica fenomenológica adquiere carácter de una ciencia estrictamente particular.

[15] Cf.  E. HUSSERL: investigaciones lógicas. y, vol. 1, pág. 256 de la traducción citada.

[16] Una sumaria y clara exposición de los método, de la "lógica matemática " se encuentra en el Précis de logique mathématique” (Bassum, 1948), de I. M. BOCHENSKI.