Adicciones (la droga)
Por J.R. Ayllón


No hay mayor culpa que ser indulgente con los deseos.
Lao-Tsê

No quiero ser adicto, no quiero autodestruirme, pero la heroína es tan poderosa como el diablo, es lo más adictivo que he probado. No quiero volver a probarla, pero no puedo evitarlo. Me vuelvo loco.
Kurt Cobain


 

3.-El enganche

La buena vida es el arte de hacer lo que hay que hacer y evitar lo que hay que evitar. Dicho así, parece tarea sencilla y de perogrullo, pero en realidad nada es más difícil que llevar las riendas de uno mismo. En este libro reflexionaremos sobre los elementos y de las condiciones de la buena vida. Y lo haremos por orden alfabético, comenzando por un asunto peliagudo, anterior a la amistad y al amor: las adicciones. En este capítulo, la drogadicción. En la S hablaremos de la adicción al sexo. Ambas adicciones nos llevarán a la P, pues vienen dadas por el desenfoque de uno de los elementos principales de la buena vida: el placer.

"Nada en exceso", dice uno de los más atinados consejos de la sabiduría griega. Porque la vida cuaja y se logra en la armonía, y se malogra en los excesos. Entre los más peligrosos, los que cristalizan en hábitos muy difíciles de desarraigar: las adicciones. Y, entre las adicciones, las más invasoras están relacionadas con los placeres orgánicos más intensos: los proporcionados por el alcohol, la droga y la actividad sexual.

El placer y el dolor son dos resortes fundamentales de la conducta humana. Dos resortes naturales y contrarios, pues el ser humano está hecho de tal manera que lo agradable le parece bueno, y lo penoso le parece malo. He escrito "le parece" porque la realidad no es a veces lo que parece. De hecho, algunas cosas por las que merece la pena sufrir no son placenteras, y algunos placeres son muy poco recomendables. Todos sabemos que la droga es un medio eficaz para la obtención inmediata de placer, y para la posterior ruina física y psíquica del consumidor.

Ser adicto es embarcarse en un proyecto ruinoso, enganchar la propia vida a un fracaso quizá sin remedio. En este sentido, Séneca decía que quien vive para su vientre gana kilos y pierde libertad. Hoy, por desgracia, sabemos algo más que Séneca sobre las consecuencias devastadoras de cierto hedonismo. "Aunque se diga que la persona humana tiene una gran capacidad de asimilación, yo confieso que durante mis diecisiete años de profesional en la policía, no he podido nunca acostumbrarme al sufrimiento real y a la degeneración física y mental de los muchísimos jóvenes drogadictos con los que he mantenido contactos o a los que he tenido que ayudar". Son palabras de José María Cervera, Inspector Jefe del Cuerpo Nacional de Policía.

"El hombre es el ser que manifiesta su libertad eligiendo sus esclavitudes", escribió Sartre. Y lo cierto es que vivimos inmersos en una cultura adicta, que necesita tabaco, televisión, sexo, alcohol o cocaína para combatir la ansiedad, soportar la monotonía, satisfacer los deseos, afrontar las relaciones personales o afirmar la personalidad. Una cultura adicta es la que permite o favorece adicciones. Y, en nuestro país, muchos adolescentes aprenden de sus padres a solucionar sus problemas a base de alcohol, tranquilizantes o televisión.

Un pequeño porcentaje de consumidores de droga, notablemente alto en términos absolutos, lo constituyen quienes terminan no pudiendo controlarla y necesitándola imperiosamente. El consumidor ocasional juguetea con la droga porque cree tenerla bajo control, pero el drogadicto pensaba lo mismo cuando empezó a consumirla: "Yo controlo". Después, la dependencia supone cruzar una frontera de difícil retorno, donde muchas cosas van a ser seriamente dañadas: el organismo y la mente del adicto, su familia, su trabajo, sus relaciones sociales...

4.-Drogas de diseño

Son pastillas muy extendidas en Europa y Estados Unidos. Se presentan a los más jóvenes como sustancias maravillosas e inocuas, aunque lo cierto es que se están multiplicando los casos de intoxicación y muerte. Por el consumo de estas píldoras murieron en Alemania, en 1998, más de mil jóvenes. En España, una reciente Memoria del Plan Nacional sobre Drogas decía que "el consumo de las drogas de diseño se ha disparado entre los jóvenes de 14 a 24 años, detectándose el empleo habitual de más de 60 tipos distintos".

El marketing las bautiza con nombres simpáticos, como si se tratara de sustancias inofensivas: Adán, picapiedra, torpedo, taxi, popeye, éxtasis... La misión de estas drogas de diseño, como se las conoce genéricamente, es conseguir que el cuerpo aguante las noches del fin de semana en plena forma. Provocan en el consumidor un estado de euforia que reduce radicalmente las sensaciones de cansancio, sueño, hambre y sed. Su efecto se nota en pocos minutos, y el consumidor puede bailar durante horas sin parar, al tiempo que se siente mucho más comunicativo y sentimental.

Estas drogas, que muchos ingenuos consideran inofensivas, pueden provocar taquicardia, insomnio, falta de apetito, temblores y náuseas. Pero lo más preocupante son los efectos a medio y largo plazo: fuertes cuadros depresivos, crisis de ansiedad, paradas cardíacas y trastornos psicóticos como la esquizofrenia, la neurosis o la paranoia. Se puede comprar una pastilla de éxtasis por 1.500 pesetas, y en función de su pureza el precio puede subir hasta 4.000 pesetas. Para hacerse una idea sobre el volumen de este negocio, en la Comunidad Valenciana -donde tiene lugar la ruta del bakalao- se venden 250.000 pastillas cada fin de semana del año 2000.

¿Quién las distribuye? Muchos jóvenes consumidores se inician en la compraventa para pagarse sus dosis. ¿Dónde? En el aparcamiento o en los servicios de las discotecas. En 1995, la Guardia Civil desmanteló una red de tráfico de drogas de diseño y detuvo a 71 personas, la mayoría jóvenes entre los 17 y 25 años de edad, algunos de clase acomodada. En tres años habían vendido pastillas por valor de 3.000 millones de pesetas.

5.-Prevención, tratamiento y curación

La lucha contra las drogodependencias no tiene éxito porque las sociedades capitalistas lanzan mensajes contradictorios: prohíben la droga pero estimulan el hedonismo. En esa confusión, tan absurda como cerrar a la droga las ventanas de la propia casa y dejar abierta la puerta, pueden caer los expertos más bienintencionados. Así, en España, el propio Ministerio del Interior, como parte de una campaña nacional contra las drogas, diseñaba un anuncio contradictorio. Desde grandes vallas y espacios publicitarios, el Ministerio nos mostraba a un grupo de chicos y chicas, emparejados y sonrientes, bajo el lema FUNCIONAMOS SIN DROGAS.

Hasta aquí, todo correcto. Pero el mensaje se torna equívoco cuando otro texto, junto al eslógan, dice lo siguiente: "Viajamos, nos enrollamos, soñamos, nos lo montamos, alucinamos, nos divertimos... Y todo ello sin drogas".

¿Por qué me parece un anuncio contradictorio? Sencillamente porque centra toda la visión de la vida en el placer, olvidando que la dinámica interna del placer es invasora, que el placer es un producto inflamable y crea dependencia. En contra de lo que pretende, el estilo de vida que el Ministerio parece aplaudir -nos enrollamos, nos lo montamos, alucinamos, nos divertimos-, es un camino cuesta abajo hacia los placeres contra los que tan ingenuamente previene. Y, como reza un dicho muy gallego, "cuesta abajo se llega a cualquier parte".

Hedonismo y educación son incompatibles por definición. Porque, así como la inteligencia es capaz de ejercer un dominio político sobre las demás facultades humanas, el dominio del placer es tiránico, excluyente. Quizá el peor efecto del hedonismo sea la corrupción de la inteligencia, que deja de juzgar las cosas con objetividad y las mira bajo el prisma del placer que reportan. Lord Acton dijo que "el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente". Nosotros podríamos decir, en paralelo, que el placer tiende a desbocarse, y si se le concede rienda suelta se desboca con toda seguridad.

Por duro que pueda parecer, las estrategias eficaces contra la droga no son económicas ni políticas. La Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid afirma que la batalla contra la droga comienza en el hogar, y brinda a los padres un buen puñado de atinados consejos:

* No olvidar que los adolescentes constituyen el mayor grupo de riesgo.
* Dedicarles tiempo. Hablar con ellos y escucharles.
* Ayudarles a vivir la libertad con responsabilidad.
* Educar su carácter en el autocontrol. Establecer límites y normas.
* Aceptarlos como son. Valorar sus avances y sus logros.
* Crear expectativas ajustadas a sus capacidades.
* Predicar con el ejemplo de una vida sobria.
* Reducir el consumo habitual de alcohol y tabaco.
* No ocultarles información adecuada.
* Crear un ambiente familiar agradable. Establecer lazos sociales y familiares.
* Interesarse por su evolución y rendimiento escolar.
* Fomentar la afición por actividades deportivas y culturales.
* Al mundo de la droga se entra por la soledad, el desengaño, la frustración...

Al mundo de la droga también se entra por la puerta de la ingenuidad, especialmente cuando se trata del mercado adolescente. Por eso es bueno conocer algunos argumentos falsos que los vendedores de droga hacen circular entre sus jóvenes clientes. Los enumera Alajandra VAllejo-Nágera en La edad del pavo:

DIEZ ARGUMENTOS FALSOS

1. Todos los adolescentes consumen drogas alguna vez.
2. El alcohol es la droga de los adultos y la hierba es la de los jóvenes.
3. La hierba es mucho más inofensiva que el alcohol.
4. Fumar un poco de marihuana no hace daño. Tus padres fumaban porros en su juventud y no les ha pasado nada.
5. No te pasa nada si fumas drogas de vez en cuando y controlas el consumo.
6. Las "anfetas" no son malas. Ya las consumían tus padres para preparar exámenes.
7. Las drogas sintéticas son absolutamente seguras.
8. Algunas drogas de diseño son legales.
9. Las drogas son afodisiacas.
10. Los consumidores de "pastis" no toman otras drogas, ni tampoco alcohol.

En cierta medida, el problema de la droga es de sustitución. Especialistas en drogodependencias afirman que alguien se hace adicto a los narcóticos porque carece de motivaciones fuertes en cualquier otra dirección. Por tanto, la droga se impone por defecto. Si la vida no tiene sentido y es pródiga en reveses, es lógico que el hombre se lance a la caza y captura de sustitutivos placenteros. La droga constituye un prototipo generalizado de esta sustitución. Pero el egocentrismo que supone poner la meta de la vida en las propias sensaciones placenteras, elevar el placer a principo supremo del vivir, es una herejía vital que se paga cara.

La experiencia clínica enseña que los drogadictos suelen padecer una gran inestabilidad anímica. Porque la personalidad egocéntrica que se enquista en su propio yo se aísla del mundo y se insensibiliza ante cualquier estímulo que no haga referencia a su placer. El psiquiatra Juan Cardona explica que la personalidad egocéntrica no reconoce los propios defectos y se predispone a ir estableciendo -casi sin darse cuenta- mecanismos de defensa. Esa estrategia falsifica la propia imagen, la vida de relación y la interpretación objetiva de los hechos de su vida profesional, social y sentimental. Por eso, con frecuencia se produce en el drogadicto una alteración contraproducente en la jerarquía de valores, que le conduce a buscar de modo inmediato el placer, sin comprender que el verdadero placer de vivir es resultado de otra actitud vital: el amor y la entrega a un ideal.

Por lo dicho, la prevención y el tratamiento de la drogadicción -junto a las medidas médicas, legales y sociales- ha de orientarse hacia la transmisión de los valores estéticos, éticos y morales, que son los que proporcionan verdadero sentido a la existencia humana. Esta tarea incumbe en primer lugar a la familia, y subsidiariamente al Estado, que debe establecer los cauces legales de la protección a la familia y de la educación, e impedir el deterioro social de los valores esenciales.

La drogadicción es quizá el peor subproducto de la degradación del amor y la libertad, dos fundamentos que dignifican la vida humana. Si su contenido se trivializa, adultera y sustituye por el placer, es fácil llegar al rechazo irresponsable de los compromisos y a la búsqueda obsesiva de satisfacciones inmediatas a cualquier precio. Ya conocemos los efectos.

Gentileza de http://www.arvo.net/
para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL