LA FE EN LA RAZÓN
SEGÚN
DUNS ESCOTO
VISIÓN
CRISTOCÉNTRICA DE LA REALIDAD
Quien
realiza un acto volitivo racional, en primer lugar quiere alcanzar el fin. Luego
quiere alcanzar lo que lo lleva de modo inmediato a tal fin. Y por ultimo desea
aquellas cosas que a el lo conducen mas remotamente.
Dios
posee una voluntad unida a la máxima racionalidad. Voluntad que si bien no
tiene diversos, sino un único acto volitivo, se ejecuta sin embargo en las
cosas mediante actos diversos y ordenados.
Es
por ello que Dios quiere primero el fin, luego quiere lo que esta inmediatamente
ordenado al fin, o sea la predestinación de los elegidos. En tercer lugar
quiere lo que es necesario para obtenerlo, o sea la gracia, y por ultimo quiere
para los elegidos lo que esta mas alejado del fin, como por ejemplo el mundo
sensible para su servicio... (ORDINATIO, III, d. 32, q. I, n 6)
Hay
quienes afirman que la caída del hombre es la razón necesaria de la
predestinación de Cristo. Dicen que Dios previó que el hombre habría de caer
y que por ello también previó que Cristo deberla redimirlo mediante la
encarnación, y que consecuentemente previo que tendría que asumir la
naturaleza humana y entonces glorificarla.
Yo
sostengo que la caída del hombre no fue la causa de la predestinación de
Cristo. Mas aún, aunque ni el ángel ni el hombre hubieran pecado, Cristo
hubiera sido en todo caso predestinado. Inclusive en el caso de que ningún otro
hombre hubiera sido creado fuera de Cristo. Y pruebo mi afirmación por las
siguientes razones:
Todos queremos ordenadamente, primero el fin que deseamos y luego, inmediatamente, las cosas mas cercanas al fin. Y Dios es quien quiere de modo ordenado por excelencia, y en consecuencia quiere las cosas en este orden. En primer lugar se quiere a sí mismo y todo lo que le es intrínseco. El alma de Cristo es lo que le esta más inmediatamente ordenado entre todas las cosas existentes fuera de sí mismo. Por lo tanto, antes de cualquier mérito o demérito prevee que Cristo le habría de estar unido en la unidad de la persona.
La
ordenación y predestinación de los elegidos se habla ya cumplido antes de
cualquier otro acontecimiento reprochable, de modo que nadie pudiera
alegrarse como ganancia personal de la perdición de un semejante. Antes de
toda previsión de la caída y antes de cualquier demérito fue previsto el
entero proceso relativo a Cristo
Además,
si la caída hubiese sido la causa de la predestinación de Cristo,
deberíamos concluir que la obra mas grande de Dios habría nacido por
casualidad. La gloria de todos lo elegidos juntos no alcanza la intensidad
de la de Cristo, y es irracional e impensable que Dios no habría llevado a
cabo obra tan grandiosa si Adán no hubiese pecado.
Afirmo
por lo tanto: En primer lugar Dios se ama a sí mismo. En segundo lugar se ama a
sí mismo en los otros, y este amor es santo En tercer lugar quiere ser amado
por otros, por quienes puedan amarlo en el mayor grado de amor posible para
alguien que no sea Dios. En cuarto lugar prevee la unión de aquella naturaleza
que deberla amarlo en grado sumo, aunque nadie hubiese pecado.
Todos
los testimonios en contrario podrían aceptarse si se dice que Cristo no hubiera
venido como redentor si el hombre no hubiese pecado. Que no hubiese asumido la
calidad d~ "pasible" si no existiese la necesidad de la redención. No
habría ninguna necesidad que aquella alma de principio glorioso y preordenada
por Dios tanto a la suma gloria como a la inhabitacion, hubiese sido unida a un
cuerpo pasible...(Cfr. Ord. III, q. l9, q. u.; Monges, Ioannis Duns Scotti
doctrina philosofica et theologlca. T.II, pp.368 370)
Conciente
de la gratuidad de la elevación al orden sobrenatural y en consecuencia de la
gracia con la que se opera el pasaje efectivo de la Ley al Evangelio, Duns
Escoto nos invita a profundizar la originaria trascendencia de nuestra persona,
fundada en Dios, y que se desprende de la fuerza del tiempo en lo eterno. La
implicancia de lo sobrenatural en lo natural, hasta el punto de poder hablar de
la "ordenación de lo natural a lo sobrenatural", nos permite entrever
las implicaciones teóricas de la "dignificación de la naturaleza" (dignificatio
naturae), sobre la que la teología está llamada a reflexionar.
La
objeción de Merleau‑Ponty (cómo es posible salvar la libertad humana
inserta en el marco de la Soberanía de Dios) se clarifica subrayando que en el
mundo escotista la obediencia se relaciona a la palabra creadora pronunciada por
Dios y operante en el mundo. El encuentro entre Dios, suprema bondad, y el
hombre divinizado por la caridad, se realiza en el plano de la libertad,
expresión intransferible de la profundidad del ser. El hombre que libremente se
compromete a realizar su salvación contando con la gracia sigue siendo el
artífice de su propia felicidad, que desde un punto de vista más radical
aparece como don gratuito de Dios. La defensa de la libertad divina no atenúa,
sino que suscita y sostiene la libertad del hombre. Porque si por un lado todo
depende de dios, por otro, todo depende del hombre.
Paul
Vignaux, en el IV Congreso Escotista Internacional, celebrado en Padua del 24 al
29 de setiembre de 1976, puntualizó lo siguiente
Uniendo libertad e infinidad divinas, la teología escotista nos
ubica ante una objetividad infinita, totalmente diversa a la supuesta por un
"contenido conceptual". Excluye así la limitación generalmente
supuesta por el término "objeto". Es por su dimensión infinita que
el Dios de salvación se impone moralmente como soberano amable por sobre todas
las cosas."
En
ese contexto de infinitud programática se puede afirmar que para Escoto sólo
es posible captar el secreto del ser en términos de amor y libertad. Porque lo
creado más que un "efectum" es un "volitum" y puesto que el
hombre, destinado naturalmente a lo sobrenatural, no puede entender ni resolver
su drama existencial sin la luz de la fe. Y dado que en el fundamento del Ser y
del Obrar está la libertad creativa del hombre y el misterio de la aceptación
de Dios.
Puede
ser interesante hacer un resumen de la imagen que propone Van Buren en "Alle
frontiere del linguaggio pág. 91. , Armando, Roma 1977,
Van
Buren quiere clarificar el tema del lenguaje y su legitimidad científica ,
poética, filosófica, teológica, en cuanto niveles de lenguaje interesados en
áreas diversas de lo real, pero con lógicas y exigencias complementarias
aunque no idénticas. A tal fin Van Buren compara el lenguaje con una plataforma
sobre la cual estamos parados en posiciones y con cometidos diversos. Plataforma
desde la cual vivimos, pensamos,
hablamos. En ella tenemos al que gasta su vida en el centro, con afirmaciones
sobre los datos y hechos empíricos, con hipótesis y conjeturas científicas.
Está el que empuja desde más afuera con intentos de clarificación de algunos
aspectos de lo real, como por ejemplo, nuestra estructura lingüística en
relación a algunos enunciados morales que escapan a la descripción adecuada.
Vemos también a otros que, estando aún más afuera, como el teólogo, se
encuentra en los confines de la plataforma, donde las convenciones ordinarias se
derrumban, porque el objetivo del propio interés trasciende cualquier
factualidad, escapándose de la lógica habitual.
Según
esta representación de Van Buren la realidad tiene un centro, donde el discurso
sigue las reglas claras de la vida cotidiana y de las leyes de la ciencia. Pero
la realidad también tiene un ámbito-espacio periférico donde las reglas para
el uso de las palabras son menos precisas y donde para hablar nos valemos de
metáforas, analogías, paradojas. Por último existe también una frontera,
donde las palabras juegan en el limite entre el sentido y el no sentido. Allí
se puede entrever más lo que se quiere decir que lo que aparece escrito en un
papel. Este fenómeno no es efecto de la pobreza, sino de la riqueza, de la
trascendencia. En este ámbito la invocación Prevalece sobre la expresión
articulada
Hay
hombres que optan por quedarse a vivir en el centro, en un área bien definida y
segura, de acuerdo a la lógica de la razón, según la cual las palabras no son
ambiguas. Espacio donde el "topos" está disimilado por los hechos
reales, donde el valor está medido por la cantidad de dinero, la educación
tiende a ser adiestramiento por medio de una carrera, y la obra de arte o
arquitectónica es también una buena inversión. En esta área se mueve el
científico, cuya búsqueda se maneja con la lógica y la metodología que hayan
pasado por la prueba de la comprobación experimental.
En
torno a este espacio de la plataforma se mueven los inquietos, los
insatisfechos, buscando otro ámbito lingüístico y existencial. En las
cercanías del sociólogo, del científico, empeñados éstos en poner orden y
descubrir el orden en la experiencia, están los poetas, los profetas, los
metafísicos, los teólogos, atraídos por la más remotas de la existencia.
Duns
Escoto pertenece a este espacio. No aceptar el esfuerzo por dilatar los usos del
lenguaje, y por lo tanto de ampliar el horizonte de la existencia, significa
desconocer el intento principal: el de ampliar la posibilidad de la vida y de
nuestro conocimiento del mundo, comprometido por la filosofía pagana. Quien
quiere respetar el mensaje revelado tendrá que caminar en los limites del
pensamiento y en los confines de las palabras. En el lenguaje ordinario, se
expresa algo que no es ordinario, se habla del Verbo Revelado, que suscita
preguntas no empíricas y la búsqueda de las respuestas que no pueden tener la
certeza del lenguaje científico.
La
alternativa de fondo que Duns Escoto nos propone no es: o misterio o claridad,
sino más bien: MISTERIO O ABSURDO. Lo racional no es solamente aquello que
puede ser analíticamente descrito.
Viviendo
en la frontera del lenguaje, él quiere extender el espacio del vivir cotidiano,
dejar entrever aquello que trasciende la pura empiricidad, enseñar a aceptar el
misterio y a reconocerlo operante en el interior de nuestras palabras y en
nuestra existencia.
El
Cristocentrismo, el voluntarismo, la "esencialidad" y la inefabilidad
del individuo, la libre aceptación divina de nuestra actividad cotidiana, no
son más que signos alusivos a una realidad a la que hombre tiende.
Dios
es la palabra que está en el extremo de la frontera lingüística Es aquello en
lo que ya no se puede siquiera pensar. Pero no en el sentido de que sea Dios una
palabra extranjera a la vida, sino en cuanto
ella constituye la profundidad última.
Escoto
está persuadido de no conducirnos a un país extraño, sino que, por el
contrario, quiere enseñarnos, que cuando nos abandonamos totalmente a las
indicaciones que maduran en el centro de la plataforma lingüística y
existencial, nos encontramos viviendo como extranjeros en nuestra propia patria.
"In
processu generationis semper crevit notitia veritatis", recordó Duns
Escoto, en una sugestiva versión del mensaje de pobreza franciscana, entendida
como distanciamiento critico de fórmulas pacificadoras, que cristalizan en el
fluir de la historia y bloquean el crecimiento del hombre La pobreza, en su
terreno cultural, esencialmente es desprendimiento de la tradición, capacidad
de prescindir del uso y del gozo de los modelos comunes de juicio y de los de
hábitos de pensamiento. Es sensibilidad para hacerse disponibles, a través de
esta sutil renuncia, a acoger los "signos de los tiempos
" .
Hay
que despojares de un sólido y sugestivo contexto cultural para iniciar una
nueva cultura. Enfrentándose únicamente a aquel que más tarde será señalado
como "maior Dei gloria".
Es
lugar común, y quizás un hobby intelectual, afirmar que el naturalismo
racionalista moderno y contemporáneo traducen el contenido redentor del mensaje
cristiano en un lenguaje eclipsante.
El
compromiso de una revisión critica por parte de no pocos exponentes del
pensamiento católico es sin duda alguna una denuncia. El pensamiento católico
mantiene una presencia casi marginal en el desarrollo del pensamiento humano de
fondo cristiano. Está más preocupado en repetir ciertas intuiciones
tradicionales que de renovarlas.
Esta
acción critica, tardía pero urgente, mira a suprimir expresiones y
representaciones que no corresponden a las verdades reveladas o que son de tal
manera contrarias que alteran su significado.
Cada
tradición, por el peso de su empiricidad e historicidad, es a menudo desviante.
Y al término de un largo camino puede resultar auténtica en relación a la
esencialidad del mensaje originario.
Vivir
en el presente proyectándose al inmediato futuro significa asumir una actitud
liberadora de la tradición asumiendo la precariedad y contingencia histórica.
Ponerse en búsqueda de lo esencial para repensarlo en las circunstancias socio‑politicas‑culturales
cambiadas.
Esta
acción es reconocida como necesaria por el pensamiento filosófico y es preciso
extenderla tanto a la plataforma teórica escotista, como a la entera tradición
escolástica. Reviviendo las intuiciones esenciales en el nuevo clima cultural.
Para algunos este trabajo es inútil y tal vez dañino. Están persuadidos, no
sin razón, de que la validez de aquel pensamiento se confunde con la
estabilidad v rigor existencial del mensaje cristiano.
Bien
sabemos que las verdades reveladas no constituyen el núcleo doctrinal
característico de la investigación de Duns Escoto. Lo mismo digamos de
cualquier otro pensador medieval, cuyas reflexiones teóricas son un repensar
las verdades de fe de modo más o menos sistemático. Estamos ante una
precomprensión parcial de la fe en la línea de las exigencias culturales de su
tiempo.
No
es inoportuno recordar en este momento la distinción entre fe esencial y fe
como acción. La primera es la que substancia y da contenido formal a la
oración, la que hace las veces de principio hermenéutico teológico. Fe en
base a la cual interpretamos la vida y las cosas. La segunda, fe como acción,
es como la expansión o expresión de tal orientación sobrenatural en los
espacios de la historia. objetivable, controlable, y sobre todo modificable por
la influencia de las inspiraciones de las filosofías, de las ciencias, de la
política.
La
complejidad de tal expansión se evidencia si recordamos la tradición, los
prejuicios, la herencia cultural, los estratos sociológicos en los cuales se
configura el lenguaje humano. Elementos que no tienen que ser ahogados, sino mas
bien purificados. No atenuados y si Jerarquizados para evitar cortes
arbitrarios.
Esta
Jerarquización no puede ser estática sino dinámica. Nace de la
intencionalidad hacia el misterio. No se agota en ninguna forma lingüística
particular. Impone una incesante purificación que implica una especie de
violencia en diversos estratos existenciales y de sus consiguientes lenguajes.
lenguajes que abandonan su nivel semántico habitual, porque son vehículos de
significados nuevos.
No
podemos diferir ni aplazar más el encuentro entre la perspectiva de la
filosofía escotista, celosa de los derechos del trascendente, con las también
fecundas del pensamiento contemporáneo, atento a la dinámica operativa en la
historia.
Estamos
ante una perspectiva programática que enfrentada con critica sobria y empeño
espiritual, llegará a expresar con más vitalidad la frescura del mensaje
cristiano e impedirá hacerle perder fuerza a su levadura.
De
la capacidad para seguir roturando el surco depende la sobrevivencia de un
pensamiento al cual tanto debemos. Repetirlo sin renovarlo significa apagar la
llama que Escoto encendió con tanta pasión, ahogándola bajo la esterilidad de
fórmulas académicas y rituales.
Es
esta a nuestro parecer la misión del escotista moderno. Es superfluo subrayar
la importancia especulativa y la riqueza temática de Escoto, pero hay que
desarrollarla con honestidad intelectual en diálogo abierto con las nuevas
instancias políticas, culturales y sociales.
No
tenemos necesidad de indultar o perdonar a las modas en boga. Seria como ceder a
las sufridas aspiraciones que todo pensador padece al querer salvar del
naufragio un patrimonio doctrinal precioso. Aunque no está exento de riesgo, es
necesario acostumbrarse a tener en mano los dos polos de la cadena. Tanto la
dimensión escatológica del proceso histórico como su conflictualidad
contingente, sin perderse en la absolutización de uno de los contrarios. Cada
acontecimiento tiene un significado que surge del hecho mismo, pero también
tiene significación más profunda cuando es considerado a la luz de su
evolución, de la cual conocemos por revelación divina su resultado final.
El
epilogo es revelado, pero no lo son los ligamentos entre los acontecimientos
Particulares y la meta final.
Conocemos
por la fe que la historia tiene una meta y dirección escatológica pero no
sabemos cuáles son las modalidades en las cuales esta meta se va realizando.
Tenemos, pues, que prestar atención a los signos de los tiempos, y necesitamos
romper el embrujo de la tradición que frecuentemente nos tiene prisioneros.
Tradición de la que hemos perdido la potencialidad creadora, que conservamos
como si fuera un depósito sagrado a custodiar y administrar, no como una
semilla a plantar y fecundar.
No
condenamos con esto la tradición, sino mas bien el esclerosamiento. No
condenamos el dogma sino el dogmatismo como estilo de vida y pensamiento, que
oscurece la capacidad de percibir y potenciar la creatividad de los hombres, a
pesar de su permanente ambigüedad existencial histórica. Hoy tienen vigencia
nuevas visiones, nuevas categorías, nuevas estructuras racionales, nuevas
perspectivas que podrán alimentar la esperanza del horizonte humano, en el
surco de la tradición de los grandes maestros del pasado.
El
comprometerse con las contradicciones de la vida diaria, tan del gusto de la
filosofía contemporánea, no puede ocasionar dudas, sino ser exigencia de
iluminación. Esto se traduce como exigencia de una instancia critica, necesaria
para alejarnos del historicismo radical y contribuir a la emancipación de la
ciencia del encierro en el inmediatismo y en lo fáctico. Es una actitud de
compromiso y de riesgo porque tiende a proponer el binomio teoria-praxis en un
marco más amplio, que está lejos tanto del estilo académico de muchos
pensadores de la escolástica, como de la exasperación existencial del marxista
que parte de la identificación de lo verdadero y lo definitivo, lo teórico y
lo fáctico.
Sintetizando
las tensiones de la vida diaria en un nivel superior, hay que poseer un
horizonte que no siendo pura continuación del presente esté en grado de
establecer prospectivas desde las cuales el mundo aparezca equilibrado y de
promover nuevas posibilidades de desarrollo.
Quien
pueda apropiarse de esta lógica está llamado a anticipar el futuro. Como la
lechuza de Hegel, cuya huida en la noche no implica resignación en el ‑presente
sino preparación para el nuevo día. Está llamado a elevar las exigencias
diarias por encima del dato inmediato, a percibir y a Juzgar el destino del
tiempo. No para condenarlo sino para modificarlo y orientarlo. Refugiarse en el
mundo nocturno del pensamiento ‑recordemos el espíritu orante de EEscoto
no es evitar la realidad sino vivificarla y renovarla
Consiguientemente
hay que ser fiel al dato concreto y a la vez trascenderlo. La razón no cumple
con su cometido cuando critica el presente refiriéndose a esquemas heredados y
no suficientemente discutidos a la luz de las realidades emergentes.
Hay
que apelar a la conciencia despierta, atenta a lo nuevo, para que sepa pensar en
primera persona. Pero la razón no cumple a la vez con su cometido si
planificando el curso de la historia, no indica el peligro de involución,
abriendo nuevas posibilidades reales que sirvan para someter el futuro a la
lógica determinante del presente.
La
sociedad creó mitos que transformaron al hombre de protagonista de la historia
en su esclavo y servidor. Al hombre como absoluto lo sustituyó el absoluto de
la ideología. De aquí la urgencia de un movimiento de crecimiento interior, ni
abstracto ni intimista, que de la conciencia ingenua pase a la percepción
critica de las concepciones de la vida social. Aquí se destaca la lucha de Duns
EEscoto en favor de la libertad en todo su alcance. En la medida que se va
perdiendo el consenso aparece la opresión.
Es
esencialmente necesario rechazar la tesis de la identificación radical del Ser
y del Pensar, contra la tradición idealista madre del inmanentismo de Marx y de
las ideologías que se inspiran en él.
La
falta de un punto de referencia y de confrontación con el absoluto pulveriza al
hombre en una cotidianidad sin mañana, propicia tanto a la náusea existencial
como al activismo frenético y finalmente a la irracionalidad.
Fundamentar
la racionalidad en motivos pragmáticos, sin rescatar la radicalidad del Ser en
el que se tendría que clarificar y justificar, transforma la alternativa ética
entre el bien y el mal en política de guerra y paz, y la relación
interpersonal en ocasión de enfrentamiento y de dominio Es aquí donde se
inscribe la posibilidad de rescatar la metafísica de EEscoto con todos sus
matices ontológicos y gnoseológicos, amén de exquisitamente morales.
Este
horizonte más amplio, del que hace falta hacerse intérprete, se puede traducir
en el registro del "cor inquietum" agustiniano, característica de la
tradición franciscana. Tradición posible de clarificar si superando la lógica
fundamentada en los datos históricos descubrimos a Dios detrás del hombre y
con Dios aquella reserva critica que impide ya sea la separación como las
integración al sistema.
No
olvidemos que Francisco de Así, a través de la predicación del ideal
humanamente imposible de la pobreza evangélica, no se puso al servicio de las
pretensiones posesivas de los mercaderes y del primer capitalismo de la nueva
economía ciudadana. Al contrario, se les opuso denunciando los peligros de
alienación. Constituyó un ideal anti histórico que con su fuerza interior
impidió que la civilización occidental cayera, en los comienzos de la
civilización moderna, en el impasse de la disolución hedonista, que nos tocó
a nosotros heredar de una cristiandad integrada a las estructuras de 1 A
terreneidad.
Es
en este contexto, constructivo y contestatario a la vez, que hay que repensar
las tesis de EEscoto sobre la Ordenación natural a lo sobrenatural, y también
la de la concepción del hombre como "capax Dei" más que como
racional o animal político. Es decir, el hombre como ser capaz de hablar a
Dios, de dirigirse hacia el absoluto.
En
ese caso, en el momento en el que nos sumergimos en la complejidad
contradictoria de lo cotidiano para disciplinarla con el pensamiento y guiarla
con la acción, redescubrimos la urgencia de la oración, como prólogo y
epilogo de un compromiso sin reservas.
Con
la oración nosotros hablamos a Alguien que no es el otro lejano, sino aquél
que es y está más cerca de nosotros que nosotros mismos. Nos dirigimos a
alguien que nunca se convertirá en objeto de este gesto nuestro, porque siempre
es Sujeto, siempre Agente, siempre Creante.
De esta certeza arranca el compromiso de percibir y unificar estas fuerzas individuales y sociales en un cuadro emancipatorio en el cual la oración representa , como para Escoto, el alimento de un pensamiento atrevido y personal, y de una presencia constructiva a la vez que contestataria.
Gentileza
de http://www.franciscanos.net
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