La imaginación
Por
Lluis Pifarré
Catedrático de Filosofía
INDICE
I Parte: Características Generales
1.- La Imaginación como factor de progreso
2.- La Incidencia Psíquica de las Imágenes
3.- El papel de las Imágenes en el Sueño
4.- El proceso Cognoscitivo de la Imaginación
5.- La función Intermediaria de la facultad Imaginativa
6.- El Espacio y el Tiempo Imaginado
7.- El Órgano de la Imaginación
8.- Propiedades de las Imágenes
9.- La Fantasía
10.- La Memoria
11.- Las Imágenes como anticipo de la Inteligencia
II Parte: La Imaginación en el Ámbito Educativo y Social
1.- La Decadencia Imaginativa
2.- La Praxis de los Modernos Artefactos
3.- La Desvalorización de las Humanidades
4.- El desarrollo de la Imaginación
5.- Imaginación al Poder
I.- PARTE: CARACTERÍSTICAS GENERALES
1.- La Imaginación como factor de progreso
En la obra publicada en 1980, del ya fallecido J.J. Servan-Schreiber, El
Desafío Mundial, en uno de sus capítulos comenta el fenómeno de la
explosión económica del Japón en la década de los 60, señalando que una
de las causas que contribuyeron a este desarrollo tan considerable en un país
escaso de materias primas, se debió en gran parte, a que diversos dirigentes
de las grandes empresas japonesas procedían de una generación que había
convivido con sus abuelos durante la infancia. El autor aprovecha esta
eventualidad para decirnos que: “todos estos abuelos tenían la afición de contarles
historias, lo cual es un factor insustituible de estímulo de la
imaginación y la creatividad de los jóvenes” (1).
Este alusión de Servan-Schreiber, pone de relieve la importancia y la
influencia que tiene la imaginación en nuestras vidas y sus efectos en la
conducta, circunstancia que nos lleva a mirar con simpatía a estos abuelos
japoneses, o los de cualquier otro lugar del planeta, que han poseído la
vieja sabiduría de narrar historias y cuentos a sus nietos, contribuyendo a
estimular de forma positiva su imaginación. Pero también puede constituir un
estímulo para el desarrollo de nuestra imaginación, toda una serie de
situaciones existenciales que acompañan el curso de nuestra vida: el tipo de
educación recibida, la amplitud de nuestras amistades, la calidad de las
relaciones sociales, la cordial asunción de los recuerdos de infancia, la
intercomunicación de nuestros saberes, los nuevos lugares conocidos, la
estima por los simbolismos y las metáforas, la apertura y admiración por las
cosas del entorno, la sensibilidad por el arte, las lecturas de los grandes
escritores y novelistas, etc.
Polo ha señalado la importancia individual y social de educar adecuadamente
la imaginación: “Un hombre aislado, un Robinson, se encontraría con una
imaginación “atrofiada”, y no podría lograr el desarrollo de una
imaginación educada. Sin una tradición, sin una acumulación de noticias que
pueden, a su vez, ser integradas como especies retentas por los sujetos de un
grupo social, la imaginación se reduce prácticamente a cero. Es clara la
importancia de este asunto para los educadores y psicólogos”(2).
La imaginación es una facultad natural de nuestra sensibilidad interna que
conserva y reproduce (3) mentalmente las sensaciones externas recibidas a
través de la percepción, incluso en ausencia de éstas, cumpliendo con ello,
una gradualidad de esenciales funciones cognoscitivas (4). Si nuestra
imaginación estuviera atrofiada o fuera muy escasa, teniendo presente que el
lenguaje es una articulación de imágenes y conceptos, la construcción
sintáctica y las referencias semánticas de las proposiciones quedarían
notablemente empobrecidas y limitadas, lo que conllevaría que nuestras
relaciones comunicativas fueran rudimentarias y poco gratificantes. Por otra
lado, nuestra actividad pensante y nuestro desarrollo intelectual podrían
quedar negativamente afectados, dado que la amplitud y riqueza de nuestros
raciocinios y reflexiones, dependen, en gran parte, de las imágenes que
recibe el intelecto.
Sin una imaginación convenientemente educada, la posibilidad de “revivir”
la memoria de nuestras experiencias pasadas y conectarlas con las vivencias
del presente, para enriquecerlas significativamente, serían casi nulas e
inexistentes, y la comprensión racional de las cosas del entorno se
encontraría empíricamente “aprisionada” por la directa imposición de
los estímulos sensitivos, lo que nos impediría ascender con facilidad a
superiores niveles cognoscitivos. Si nuestras percepciones no se habituaran a
acceder al nivel imaginativo, nuestra vida psíquica se desintegraría en
términos de conocimiento, y se reduciría a unos ámbitos existenciales
notablemente indigentes, inestables y fragmentarios, con referencias de
sentido confusas y opacas respecto de la misma realidad.
2.- La incidencia psíquica de las imágenes
Pero de una forma o de otra, con mayor o menor intensidad, todos los seres
humanos tenemos la facultad de imaginar. El tipo de imágenes que elaboramos,
la imaginación en sentido amplio, al igual que los caracteres adquiridos es
algo que no se hereda. Por ello, la capacidad de imaginar es algo personal e
intransferible en cada individuo. Ya dice un viejo adagio, quizá
exageradamente, que “según como una persona imagina, así es ella”.
Aspecto biográfico de la imaginación, que supo tenerla en cuenta el
psicólogo suizo Hermann Rorschach, para la confección de sus conocidos “tests”
de las manchas sombreadas, de gran aceptación en psicología clínica.
Mediante la aplicación de este “test”, basado en una serie de manchas que
tienen un significado indefinido y equívoco, se pretende que el paciente que
las percibe, realice su propia interpretación imaginativa, con objeto de
poner al descubierto los rasgos psíquicos más específicos de su intimidad,
lo que permite diagnosticar con bastante aproximación, los factores
caracterológicos más significativos y básicos de su personalidad.
Sin pretender entrar en exhaustivos análisis psíquicos, es indudable la
importancia e influencia que tiene la imaginación en la dinámica sentimental
y emocional de cualquier individuo De tal modo, que cuando no se encauza y
controla debidamente, existe la posibilidad de que llegue a dominar nuestra
vida afectiva, y precipite en una serie de anomalías vivenciales o
disociaciones mentales, de las que pueden derivarse diversos tipos de neurosis
en forma de angustias, ansiedades, obsesiones, delirios, etc., originando todo
un conjunto de disfunciones y alteraciones más o menos graves en la conducta.
Una de las causas principales de estos trastornos se debe al dominio
imperativo de una imaginación obsesiva y descontrolada, que suplantando e
irrogándose la función del conocimiento perceptivo de la realidad, impregna
y dirige la vida anímica y emocional del sujeto.
Entre la amplia variedad de desequilibrios psíquicos que se manifiestan en la
actualidad, podemos referirnos al fenómeno clínico de la anorexia que
acomete especialmente a un sector de la juventud (5), y que es suficientemente
relevante para esclarecer estas consideraciones. En este tipo de psicosis
obsesiva, las imágenes adquieren tal influencia y tenacidad emocional en el
conflicto vivencial que sufre una determinada persona, normalmente
adolescente, que llega a distorsionar la misma realidad que percibe. Su
predominio en el estado anímico es de tal efectividad, que consigue desalojar
la influencia psíquica de los estímulos perceptivos y el conocimiento
objetivo de la actividad racional, que quedan suplantados por las imágenes
elaboradas en su estado de obsesión mental.
Este dominio imperativo de la imaginación, que todavía es más intenso y
contundente en determinados estados de carácter alucinatorio, como ocurre en
algunas paranoias o delirios que se exteriorizan en forma de supuestos
fenómenos visuales. En estos estados patológicos, al confundirse las
imágenes con los objetos percibidos, aquellas suelen reproducirse mediante
formas exorbitantes y exageradas, que en ocasiones se traducen en un tipo de
zoología imaginativa tan terriblemente monstruosa y repugnante, que el sujeto
que las sufre, reacciona con comportamientos de pánico y terror, como si esas
imágenes delirantes reproducidas por su alucinación mental, fueran reales y
estuvieran presentes ante su percepción.
3.- El papel de las Imágenes en el Sueño
Las imágenes reelaboradas en forma de fantasía, tiene también un papel
central en la actividad onírica de los sueños. En este estado de
inconsciencia, en el que la voluntad está inactiva y pierde su dominio para
alterar la corriente de imágenes que se van sucediendo de forma arbitraria y
caprichosa, es recurrente considerar que generan en el durmiente, estados
afectivos que se pueden catalogar como transitoriamente “patológicos”. Y
se interpreta así, entre otras cosas, porque las imágenes visuales,
auditivas, gustativas, etc., que surgen en el curso intermitente de los
sueños, producto normalmente de vivencias recientes que hemos tenido en
estado de vigilia, adquieren tan alto grado de influencia anímica y
fisiológica que la asumimos acríticamente y las identificamos con la misma
realidad, como si las distintas escenas soñadas estuvieran realmente
sucediendo(6).
Quien posiblemente más ha investigado los sueños para darles su peculiar
interpretación, ha sido S. Freud. No obstante, hay que señalar que algunas
de los sueños que nos describe en su popular obra “La Interpretación de
los Sueños”, poseen tal plenitud y precisión de detalles, tal coherencia
lógica y tal constancia regulativa, que más parecen objetos percibidos que
imágenes soñadas, en todo caso, serían más bien, los sueños propios de
pacientes con trastornos neuróticos, (7), y al establecer modelos universales
de los sueños, olvida que las imágenes soñadas tienen una fuerte
dependencia subjetiva. Por otra parte, Freud, con su intento de racionalizar
científicamente todo lo que en el ser humano es trascendental e inefable,
interpreta los sueños desde una óptica de la sospecha, al recelar
sistemáticamente de que las imágenes soñadas son sublimaciones simbólicas
y transferencias de deseos fallidos, que enmascaran simples y burdos
instintos, principalmente de carácter sexual (8).
Es sugerente considerar, que las imágenes soñadas que surgen en el
transcurso del sueño de forma espontánea, aparecen en ocasiones envueltas de
una translúcida y fantasiosa complejidad, que parecen inspiradas por una
estética desmedida y surrealista, que se traduce en la aparición de
imágenes tan bellas y de tan sorprendente originalidad, que por su alto grado
de valor estético merecerían ser catalogadas, según la concepción
kantiana, de imágenes propias de un arte exorbitante y sublime. ¿Somos los
seres humanos verdaderos e inconscientes artistas mientras soñamos…?.
4.- El Proceso Cognoscitivo de la Imaginación
En una somera descripción, se puede decir, que el proceso cognoscitivo de la
imaginación se inicia en el momento en que nuestros órganos fisiológicos o
también facultades orgánicas (el ojo, el oído, el olfato, etc.) entran en
actividad al recibir y ser impresionados por cualquier estímulo o especie
sensible, procedente del mundo físico. Estos estímulos o cualidades
sensibles están modulados según la diversidad de los sentidos, y actúan
como causas formales que informan a las facultades, y merced al sobrante
formal del órgano, estas cualidades sensibles se conmensuran con el acto de
los sentidos externos, cuya operación cognoscitiva constituida entre el
conocer y lo conocido, forma una unidad formal en acto tan profunda, que
supera a la misma unidad substancial de forma y materia.
Teniendo en cuenta que cada uno de los sentidos es totalmente distinto y
aislado de los demás y no hay ninguna comunicación entre ellos, se precisa
del sentido superior de la percepción para poder articular y unificar la
pluralidad de estas cualidades sensibles captadas por los diversos órganos.
Sin esta función reguladora y articuladora de la percepción, la realidad
externa se mostraría como una mezcla abigarrada de cualidades sensibles, o
como un mosaico inconexo de fenómenos físicos que nos produciría vértigo
sensitivo y nos incapacitaría para ajustar nuestro conocimiento con el orden
estructural de la realidad (9).
Como la primera operación de los sentidos externos no es reflexiva, (no se
posee a sí misma), vemos el objeto pero no lo “sentimos”, es decir, no
somos conscientes de su presencia en nuestro conocimiento. Es por ello
necesario la función perceptiva como dimensión de la conciencia sensible,
puesto que nos permite “darnos cuenta” de que no solamente vemos u oímos
un color o un sonido, sino que nos “enteramos” o “sentimos” que vemos
un color, o “sentimos” que oímos un sonido. Es decir, “sentimos” el
“acto” de la operación de la sensibilidad externa que estaba implícito y
se hace explícito en la percepción, lo que nos permite objetivarlo y tomar
conciencia por primera vez del acto cognoscitivo de los sentidos externos
(10).
Desde el conocimiento de la conciencia sensible o percepción en sentido
amplio, se continua y se asciende al nivel de la imaginación que es de un
nivel superior a la sensibilidad externa, ya que por sus características más
formales y subjetivas realiza una mejor integración de sus objetivaciones.
Los filósofos clásicos consideraban a la imaginación como un movimiento
ascendente proveniente de las facultades sensitivas y proseguido por la
conciencia sensible. La “fijación” y “conservación” de las imágenes
en la mente, es la primera condición requerida para su posesión, para poder
“reproducir” las impresiones sensibles recibidas a través de la
percepción. Si la imaginación no guardara o retuviera las especies sensibles
u objetos de la sensibilidad externa, nuestra vida cognoscitiva, tal como
afirma Polo, “sería un encenderse repetido pero inconexo. En tales
condiciones el control cognoscitivo de la conducta no sería posible…, y el
curso de la vida se desintegraría en términos de conocimiento si contáramos
sólo con percepciones” (11). Por tanto, si no hubiera la guarda y
retención continuada y persistente de las cualidades sensibles por parte de
la imaginación (al margen de que las imágenes se van diluyendo y borrando en
el transcurso del tiempo), nuestra percepción estaría fraccionada en un
encenderse y apagarse de instantes ininteligibles, desprovistos, por tanto, de
protección cognoscitiva.
5.- La función Intermediaria de la Imaginación
Se considera a la imaginación como una facultad intermedia, puesto que está
a “medio camino” entre la sensibilidad y la inteligencia. Merced a la
conservación y retención de las especies formales que informan a la facultad
imaginativa, el conocimiento sensible, tanto externo como interno en sus
diversos niveles, (sensación, percepción, imaginación, memoria, estimativa…),
no se desvincula ni separa del conocimiento intelectual, sino que prosigue y
continua hacia ese nivel superior. El desconocer esta intermediación
retentiva y atesorante de los sentidos por parte de la imaginación, que nos
permite ascender al nivel del intelecto racional, podría explicar, entre
otras causas, la escisión cartesiana entre el pensamiento y el conocimiento
sensible, y que ha sido el hilo conductor de toda una serie de planteamientos
filosóficos de estos dos últimos siglos.
Nietzsche, por ejemplo; sostendrá que el conocimiento fluyente y cambiante de
la realidad, lo obtenemos a través de la intuición sensible, o bien, como
sostendrá Bergson, a través de la intuición imaginativa. Mediante esta
moderna instauración nominalista, sostendrán que el conocimiento de lo real
no se obtiene mediante la razón, si no por medio de la espontaneidad
intuitiva. Para estos filósofos, el intento de captar la realidad a través
de los conceptos elaborados por el intelecto, supone violentar la corriente
fluyente de lo vital sumergida en la duración sucesiva de los instantes
temporales, mediante esquemas rígidos y esclerotizados, Si la intuición
sensible o imaginativa es capaz de penetrar y conocer la esencia
transformadora de lo vitalmente real, la razón, en cambio, es impotente para
ello. El mismo Unamumo verá a la razón como escindida de la vida real,
puesto que lo vital es irracional y lo racional es antivital (12).
Estas rupturas y escisiones, al poner en quiebra la función operativa del
conocimiento humano para integrar el pensamiento y la vida, se convierten en
cobros epistemológicos que el conocimiento se ve incapaz de asumir para
conseguir su esencial armonía. El balance negativo de esa deuda, se debe
atribuir al desconocimiento de la función intermediadora de la imaginación y
la confusión de los niveles jerárquicos de nuestro proceso cognoscitivo.
Polo muestra con gran lucidez, que Brentano, al no tener en cuenta la función
de la conciencia sensible como la operación de sentir los actos de la
sensibilidad externa, desconoce la intencionalidad de la conciencia respecto
del nivel inferior de estos sensibles, y en consecuencia, tampoco tiene en
cuenta la función conservadora y retentiva de la facultad imaginativa
respecto de las especies sensibles percibidas y su ascensión al nivel de la
imaginación. Debido a ello, la conciencia permanece curvada sobre sí misma,
encerrada en sus abstractas reflexiones, abriendo un proceso de autoreflexión
infinita respecto de los contenidos percibidos que nunca se detiene en el
plano de esta misma conciencia (sentir que se siente que se siente…etc.) en
una trayectoria inacabable. En este proceso la conciencia realiza un agotador
proceso intencional, mediante una interminable reiteración de actos iguales y
sucesivos que se neutralizan entre sí, con lo que el conocimiento queda
frustrado y fuera de lugar, sin coincidir nunca consigo.
Para evitar ser apresado en este inacabable e infinito proceso de la
conciencia Brentano fundará la intencionalidad del principio de conciencia,
no en el proceso ascensional de la operación cognoscitiva, sino en la
realidad empírica del sujeto percipiente, estableciendo con ello, una
extraña y confusa mezcla entre la operación de conocer y las demás
operaciones del sujeto, confusión que diluye la intrínseca nitidez del acto
de conocimiento, involucrándolo en una serie de instancias de índole
empírica y voluntarista que enturbia y hace confuso el conocer como acto y su
congruencia formal con lo conocido. Si la imaginación, es el “movimiento”
que faculta que las impresiones sensibles sean conservadas y reproducidas en
el acto de imaginar, no se da entonces ningún proceso prolongado y reiterado
infinitamente como supone Brentano, sino que lo que se produce es un proceso
en el que la percepción es proseguida y continuada por la imaginación,
seguida por la inteligencia que asume el proceso al infinito mediante su
propia operatividad. La ascensión jerárquica del conocimiento humano
resuelve la aparente aporía del proceso al infinito que plantea
infundadamente Brentano.
6.- El Espacio y el Tiempo Imaginado
Señalemos al respecto, la confusión que sufre Kant entre el espacio
objetivado por los sentidos externos y el espacio reproducido por la
imaginación. Efectivamente, Kant considera que el espacio y el tiempo son
receptáculos universales y “a priori” de la sensibilidad, y al modo de
Newton, interpretará el espacio y el tiempo como formalidades homogéneas.
Pero el espacio y el tiempo como unidades homogéneas, no se perciben, no se
ven ni se oyen, lo que significa que estas dos dimensiones son reproducciones
imaginativas, es decir, el espacio y el tiempo kantiano como formas de la
sensibilidad, no son percibidos sino imaginados. Es evidente, por ejemplo; que
el espacio modulado según la diversidad de los sentidos externos, no es el
espacio homogéneo imaginado, sino que son distintas objetivaciones de
espacio: el espacio visto, el espacio oído, el espacio olfateado, etc., en
cambio el espacio isotrópico, siempre igual a sí mismo, proyectado
indefinidamente por la mente, es un espacio reelaborado por la
imaginación.(13). Por tanto, el espacio y el tiempo como “formas a priori”
de la sensibilidad, no son objetos formalizadores que configuran los datos de
experiencia obtenidos mediante la intuición sensible como Kant piensa, sino
que son objetos dimensionales reproducidos por la imaginación.
Al confundir y mezclar los niveles de la sensibilidad externa y los de la
imaginación, el complejo y sincronizado edificio epistemológico de Kant se
tambalea sin remedio, y pone en entredicho los fundamentos mismos de su
estatuto cognoscitivo. Pero si Kant peca por defecto, al equiparar lo
imaginado con el nivel inferior de la sensibilidad externa, Descartes lo hace
por exceso, al considerar que la extensión como sustancia, captada por los
sentidos y espaciada geométricamente por la imaginación, es una idea clara y
distinta. Al no catalogar adecuadamente la función de los sentidos y la
imaginación en la operación cognoscitiva, Descartes establece la
equivalencia entre los objetos percibidos y extensionalmente imaginados con
los objetos obtenidos por el intelecto. La confusión jerárquica de los
niveles del conocimiento es patente para ambos filósofos.
7.- El Órgano de la Imaginación
Los órganos de los sentidos externos, compuestos de materia orgánica y forma
natural ya están biológicamente acabados. En cambio la imaginación, merced
a su propio movimiento y crecimiento orgánico, aunque a algunos les pueda
sorprender tal aseveración, antes de recibir y retener las especies sensibles
de la percepción, no está plenamente constituida. Esto supone que como
facultad orgánica, la imaginación tiene la virtualidad de crecer y
configurarse en la medida que va ejerciendo la operación de imaginar (14).
Es decir, la forma natural de la imaginación, antes de recibir las especies
sensibles percibidas, todavía no está constituida como órgano, lo que
significa que está en situación potencial e incoada respecto de su
operación. En cuanto es inmutada y alterada por las especies formales que
conserva y retiene, las integra en su propia función constituyente,
produciéndose un “movimiento vital” en virtud del cual el órgano se va
completando y configurando de forma progresiva mediante la fijación de
determinados circuitos neuronales del sistema cerebral. Constituido el órgano
de la imaginación, cuyo sobrante formal es superior al de los órganos de los
sentidos, se produce la conmensuración del acto de imaginar con las especies
retenidas, mediante la reproducción y reelaboración de las diferentes
imágenes.
Este hecho resulta bastante llamativo, pues al configurarse la facultad
imaginativa mediante su propio movimiento vital al recibir especies e
integrarlas en su operatividad, implica que el crecimiento potencial del
órgano se de en la línea del conocimiento, de ahí que la imaginación nunca
está acabada, siempre puede crecer mediante su ejercicio. Esto no se produce
en los órganos de la sensibilidad externa, pues, al estar acabados
biológicamente no poseen la virtualidad de crecer por el hecho de ser
afectados por los estímulos externos, que en forma de especies impresas
afectan a los ojos, al oído, al tacto, etc.(14). Estas especies formales no
se guardan ni se retienen una vez dejan de estar presentes ante el sujeto que
las percibe, sólo un órgano como el de la imaginación, que crece y que se
configura según las formas recibidas mediante la percepción, es capaz de
guardar y retener estas formas o especies sensibles en ausencia de las mismas.
Por tanto, en cuanto el influjo formal de la percepción se propaga hacia el
superior nivel imaginativo sin confundirse con él y respetando sus propios
niveles (una cosa es la sensibilidad externa y otra la imaginación), la
facultad no constituida crece orgánicamente mediante la fijación de
determinados circuitos neuronales que configuran campos sinápticos formados
por centenares de neuronas. Es así, que en cada ocasión que se efectúa la
operación propia del acto de imaginar, la facultad potencialmente incoada,
una vez recibe y conserva las especies formales de la sensación, inicia su
crecimiento formal mediante su integración orgánico-cognoscitiva. Esta
consideración del crecimiento de la imaginación, es un factor lo
suficientemente relevante para valorar la importancia de educar
convenientemente la facultad imaginativa, mediante su frecuente y adecuado
ejercicio.
8.- Propiedades de las Imágenes
La imaginación por su capacidad asociativa(15) tiene la propiedad de
configurarse en forma de representación proporcional. Un árbol visto, es ese
árbol presente ante nuestra percepción e independiente de ella, en el que se
visualiza con detalle sus cualidades sensibles. En cambio, la imagen
proporcional de árbol, en su trayecto ascensional hacia el nivel imaginativo,
ha perdido algo de la viveza y nitidez del conjunto de detalles figurativos,
espaciales, cromáticos, etc. que tienen los objetos percibidos. A cambio de
esta pérdida y su subsiguiente difusividad de detalles, se gana en
rigurosidad significativa, quedándonos con el esquema formal o regulación de
árbol imaginado, en el que las imágenes precipitan proporcionalmente en sus
rasgos más relevantes y significativos, obteniendo con ello, una mayor
incidencia psicológica en el sujeto y una superior representatividad
intencional. Es decir, podemos referir intencionalmente la imagen de árbol,
al conjunto de árboles percibidos con anterioridad que participan de sus
rasgos y esquemas formales imaginados.
No obstante, las imágenes, por su pertenencia al conocimiento sensible
interno en la frontera misma del conocimiento intelectual, tiene una
referencia intencional limitada por estos mismos esquemas referenciales,
puesto que se conservan en las imágenes contenidas en estas formalidades
proporcionales, restos de las cualidades sensibles de los objetos percibidos.
Eso exige el no confundir las imágenes con los conceptos, ya que de lo
contrario nos conduciría a un craso empirismo. Es el caso de Hume, que al no
admitir otro conocimiento que el sensible, considera que el conocimiento
humano no puede ir más allá del nivel imaginativo (equiparándolo, por
tanto, con el conocimiento de las animales irracionales superiores). En esta
situación de anemia cognoscitiva, Hume sostendrá que el conocimiento
intelectual no sirve para conocer la realidad percibida experimentalmente,
pues el intelecto desgajado de los niveles inferiores, solamente es capaz de
elaborar ideas generales que nos confieren unas confusas y abstractas
significaciones inteligibles, sólo válidas en el plano lógico. La validez
de estos conceptos e ideas generales la admitimos por la costumbre y por la
conveniencia de sus usos, pero siendo conscientes de que al no fundarse en los
hechos concretos y sensibles, nos alejan de la intuición de los fenómenos
empíricos de los que estrictamente está constituida la realidad.
Tengamos en cuenta, que el conocimiento humano en su proceso ascensional
elabora conceptos, que merced a su propiedad universal y abstracta, pueden
prescindir de las cualidades sensibles que todavía conservan tenuemente las
imágenes. Esta capacidad conceptual, propia de los seres racionales, nos
confiere una amplitud referencial mucho más extensa en el espacio y en el
tiempo, que la proporcionada por la imaginación, ya que su intencionalidad
respecto de las cosas conocidas; “unum in multis”, es de abarcante
totalidad, lo que nos faculta para comprender inteligiblemente el significado
de la realidad.
La imagen, por ejemplo, de un reloj, se configura al retener mentalmente
determinadas especies perceptivas, cuyo esquema proporcional se puede referir
a aquellos relojes que poseen semejantes propiedades cualitativas (redondo, de
esfera blanca, agujas doradas…) En cambio, el concepto de reloj, se refiere
intencionalmente y sin exclusión, a “todos” los relojes reales que
participan de su significado y referencia universal, ya que se ha prescindido
de las cualidades específicas y concretas de “cualquier” reloj. La
proposición “el reloj sirve para señalar el tiempo”; es válida para
todos los relojes del pasado, presente y futuro, independientemente de sus
propiedades singulares.
9.- La Fantasía
Destaquemos que las imágenes, merced a su propiedad conservadora y retentiva
de las especies percibidas, adquieren un criterio formal de ajuste para la
integración de los objetos imaginados, que la sensibilidad externa no es
capaz de objetivar. Merced a esta propiedad, se establece una persistente y
duradera posesión subjetiva de las imágenes que determina su constancia como
presencia mental que nos posibilita el tenerlas a nuestra gratuita e
indiscriminada disposición. Esta capacidad de disponibilidad y posesión
subjetiva, nos permite hacer con ellas lo que arbitrariamente deseemos y
seamos capaces de reproducir en la mente, poniendo de manifiesto en esta libre
elaboración y reproducción de los dinamismos imaginativos, la capacidad
superior o inferior de imaginar de cada individuo. Podemos combinarlas,
transformarlas, asociarlas, colorearlas, etc., de acuerdo con nuestras
preferencias, originando sorprendentes imágenes que pueden tener nuevos y
originales significados.
Esta capacidad cognoscitiva que nos permite transformar, combinar y crear
nuevas imágenes se conoce en la psicología clásica con el nombre de “fantasía,
y es por ello de un nivel superior a la elaboración de simples imágenes.
Merced a la fantasía, enriquecemos y desarrollamos de forma extraordinaria la
inagotable “plasticidad” transfiguradora de las imágenes que poseemos
mentalmente. Es indudable que el mundo del arte en todas sus dimensiones,
sería prácticamente inexistente y quedaría muy empobrecido, si no hubiera
personas de notable fantasía con la capacidad suficiente y el ingenio
necesarios, para plasmar y reproducir en la novela, la pintura, la
arquitectura, la música, etc., la originalidad de sus contenidos imaginativos
y la creatividad siempre renovada de su fantasía.
Es una pregunta que surge con frecuencia: ¿podemos imaginar, mediante la
fantasía, cosas que no existen en la realidad o que nunca hemos percibido?.
La respuesta es doble. Por un lado, es evidente que podemos imaginar una gran
diversidad de cosas inexistentes en sí mismas; el centauro Sagitario, el
héroe Hércules paseándose con su maza por las estrellas…, pero por otro
lado, también es evidente que la construcción representativa de estas
imágenes en forma de fantasía, se ha realizado mediante la mezcla de
elementos que hemos percibido previamente. Si el conocimiento, como indica el
aquinate, comienza por los sentidos, es imprescindible que todas nuestras
posibilidades operativas de construir y elaborar imágenes, provengan y se
alimenten necesariamente de especies e impresiones sensibles percibidas con
anterioridad, aunque podemos hacer con ellas todo lo que se nos antoje.
Afirmar lo contrario, supondría aceptar la posibilidad de elaborar y
reproducir imágenes por medio de objetos formales que nunca se han percibido,
lo que supondría admitir un extraño “innatismo” cognoscitivo en el nivel
de la imaginación y de la fantasía, que infringiría la jerarquía de los
niveles cognoscitivos, al prescindir del nivel de la sensibilidad externa. A
partir de estos presupuestos innatistas, se podrían justificar los “iluminismos”
perceptivos más infundados y los parapsicologismos más gratuitos.
10.- La Memoria
Otra propiedad de la imaginación es la memoria, cuyas operaciones permiten
revivir y articular en el presente de la conciencia, a través de las
imágenes, los hechos del pasado de forma intencional. Esta referencia
temporal del pasado es el factor esencial del objeto de conocimiento de la
memoria, motivo por el cual, también se puede considerar como una operación
superior y distinta al de las simples imágenes, pues estas por sí mismas, no
hacen referencia a la articulación del tiempo. Por tanto, el recuerdo como el
acto propio de la memoria(16), merced a su capacidad de elaborar unas
integraciones intencionales más complejas que el de las simples imágenes,
nos faculta la posibilidad de “revivir” las representaciones del pasado y
conectarlas con las vivencias del presente actual, abriéndonos unos
horizontes proyectivos sobre el futuro que enriquecen extraordinariamente
nuestras posibilidades inventivas y técnicas en el plano de la actividad
práctica y ejecutiva. Por otra parte, es esencial para nuestra vida y
nuestras más esenciales actividades, la función regular y constante de la
memoria, pues cuando se debilita por cualquier parálisis, lesión cerebral, o
simplemente por vejez, se produce un decaimiento de las conexiones sinápticas
de las neuronas que se traducen en diferentes tipos de amnesias, que según su
intensidad interferirán de forma más o menos grave en la facultad psíquica
y motora de la conducta.(17)
Freud tiene una concepción conflictiva y negativamente arqueológica de la
memoria, al considerarla como la depositaria de un conjunto de recuerdos,
tanto colectivos como personales, de hechos del pasado, que impulsados por el
principio de placer, han sido reprimidos por su inadecuado desajuste con la
realidad del super-yo, de sus normas y costumbres morales. A causa de esa
represión ejercida por el “yo”, estos recuerdos quedan confinados y
prisioneros en el reducto subconsciente del “ello”, interrumpiéndose su
mecanismo asociativo, con la falsa ilusión de que se han desvanecido en el
olvido. Pero a pesar de su estado de forzada y artificial amnesia, las
imágenes de la memoria, siguen interfiriendo ocultamente de forma
perturbadora en la conducta del sujeto, y a pesar de la catarsis verbal al que
le somete el psicoanalista, Freud, piensa que existen interferencias que
obstaculizan el afloramiento de estos recuerdos, su asunción y su vuelta al
nivel de memoria consciente. Una de estas interferencias esta constituida,
según Freud, por los centinelas de la moral y las costumbres sociales, que
con sus normas reguladoras impiden su posible liberación.
11.- Las Imágenes como anticipo de la Inteligencia
Decíamos que la imaginación recibe las especies formales de los sentidos,
pero esta recepción no indica todavía el paso hacia la facultad inorgánica
propia de la inteligencia, sino la constitución de su órgano. Polo comenta
con amplitud, desarrollando el planteamiento aristotélico, que la retención
formal de las especies impresas que realiza la facultad de la imaginación, no
es todavía un acto cognoscitivo en el nivel racional, pero si que es su
principio, ni tampoco es todavía un objeto conocido intelectualmente, sino su
antecedente. El conocimiento imaginativo, si no se detiene por inacción (como
ocurre con excesiva frecuencia) sigue su ascensión de nivel hacia la
inteligencia, que al constituirse como una facultad inorgánica, recibe las
imágenes a través del acto iluminante del “intelecto agente”, que
abstrae e ilumina mediante este acto, las especies objetivas conferidas por
las imágenes. Al convertirse estas especies en conceptualmente inteligibles,
adquieren su maravillosa significación universal que nos permite conocer las
cosas en su esencia, tales como son; en su más íntima naturaleza.
Si esto es así, tenemos otra clara muestra de la decisiva importancia de
educar la facultad de la imaginación, de desarrollarla de acuerdo con las
naturales facultades que poseen los seres humanos, puesto que cuantas más
imágenes seamos capaces de elaborar y reproducir para seguir su curso natural
hacia los superiores niveles cognoscitivos, más nutrida y capacitada estará
la inteligencia para desarrollar y robustecer su potencialidad conceptual. Se
podría decir, que un ser humano que imagina más que otro, está en teoría,
en unas condiciones para tener una superior amplitud y riqueza conceptual, y
por tanto también, para formular con mayor fecundidad y amplitud sus juicios
y raciocinios.
II parte: La Imaginación en el Ámbito Educativo y Social
1.- La Decadencia Imaginativa
Existe una generalizada opinión, especialmente en los ámbitos educativos,
que sostienen que a consecuencia de la constante disminución de los hábitos
de lectura, se manifiesta una progresiva decadencia de la capacidad de
imaginar. A. Llano dirá al respecto que “la imaginación es la facultad que
hoy hace notar más su ausencia”(18).
Uno de los elementos que confirmaría esta decadencia imaginativa,
especialmente en los jóvenes, estaría en el mediocre nivel lingüístico que
se observa en sus relaciones comunicativas, al utilizar expresiones
notablemente empobrecidas en sus referencias semánticas, con ausencia
manifiesta de articulación sintáctica que denota su incapacidad de
formalización lógica y estructural . Quizá por ello, han desaparecido
prácticamente de sus conversaciones la rica variedad de adjetivaciones, las
sugerentes metáforas y las referencias simbólicas, determinando que su
tejido lingüístico se confeccione a base de aburridos e insípidos tópicos,
sin apenas originalidad, repitiendo de forma impersonal, en sus monólogos
más que diálogos, los clichés y vulgaridades al uso que auspician los
banales spots publicitarios y los diversos medios de comunicación(19).
Se acusa como causa más directa de esta decadencia imaginativa y de su
correlativamente empobrecimiento lingüístico, al uso indiscriminado que se
hace de la T.V., y de la gran cantidad de instrumentos mediáticos y
artefactos electrónicos, visuales y auditivos de todo tipo y variedad que se
ofertan en el mercado (20), y que por su mayor atractivo y su mejor facilidad
de asunción, aparta a muchas personas de su posible afición por la lectura,
de la conversación amigable y la reflexión, como factores insustituibles de
la educación imaginativa.
Desde una perspectiva psicológica, se considera que la fuerza de absorción
perceptiva y emocional que poseen las imágenes visuales y los mensajes
auditivos que emiten estos magnificados instrumentos producen una anestesia
paralizante en la receptividad del sujeto, que al proceder de fuentes externas
y ajenas a sus verdaderos intereses culturales, fomentan abultas mentales y
actitudes dócilmente pasivas que en nada favorecen su iniciativa y el
desarrollo de la natural capacidad de imaginar (21).
Por otra parte, el irresistible magnetismo hinóptico que poseen estos
modernos e ingeniosos artefactos, atiborrados de información estrictamente
formal que apenas se puede asimilar, se basa a menudo en artificiales y
ficticios contenidos que emiten determinados grupos con exclusivos intereses
comerciales, con la suficiente capacidad sugestiva para secuestrar y suplir
con sus mensajes virtuales que distorsionan la realidad objetiva, las
vivencias interiores de las personas, vaciando de contenido su propia
intimidad. Una distorsión cognoscitiva que genera una especie de
ezquizofrenia epistemológica, que a menudo se traduce en la confusión y
entrelazamiento entre el plano de lo real y el de lo virtual.
2.- La Praxis de los Modernos Artefactos
Es posible que estas dudas acerca de la validez cultural y pedagógica de
estos modernos instrumentos electrónicos, apunten certeramente sobre algunas
de las causas que provocan la pérdida de la capacidad imaginativa en amplios
sectores sociales. No obstante, quizá sea cronológicamente prematuro
realizar análisis y valoraciones demasiado concluyentes. En primer lugar,
porque la naturaleza misma de estas cuestiones son de por sí abiertas,
complejas, con diversidad de ángulos valorativos, y por tanto discutibles,
teniendo en cuenta además, que la ambigua y soterrada influencia que producen
estos medios en el ánimo educativo de los usuarios, confieren la posibilidad
de que se pueda poner el acento, tanto en los aspectos negativos como también
en los factores positivos que engendran(22).
En segundo lugar, porque carecemos todavía de la suficiente experiencia que
nos facilite la adecuada perspectiva temporal, para poder formular análisis
más precisos y convincentes que permitan evaluar con suficiente objetividad
sus resultados. Por tanto, no aportaría demasiadas aclaraciones en la
situación de alborada informática en la que nos encontramos, realizar
juicios valorativos con pretensión de postulados, sobre las negativas
consecuencias que puedan producir esta multiplicidad de medios en el
desarrollo imaginativo de los jóvenes, y cuáles podrían ser las soluciones
adecuadas que los neutralizaran. Formular juicios prematuros y establecer
conclusiones precipitadas, tiene el riesgo de que con el transcurso del tiempo
se podrían mostrar desajustadas y quizá hasta erróneas.
Debido a la pluralidad de opiniones que pueden establecerse respecto de la
imaginación como factor educativo, las preguntas podrían ser inacabables:
¿es la sociedad occidental menos imaginativa que en décadas anteriores?,
¿disminuye con el paso del tiempo debido a las inhibiciones sociales y a la
pérdida de espontaneidad, la intensa imaginación que teníamos de niños?,
¿se han efectuado algunas evaluaciones que permitan diagnosticar si la gran
influencia del cine y los demás medios audovisuales de la segunda mitad del
siglo XX, han favorecido el desarrollo de la imaginación? ¿Son perjudiciales
o favorecedores los múltiples juegos informáticos para el incremento
imaginativo?, ¿fomentan también estos juegos el aislamiento robinsoniano y
la introversión en los adolescentes que se pliegan a sus atractivos
lúdicos?, ¿tienen debidamente en cuenta la influencia de la dinámica
imaginativa en las alteraciones psíquicas un amplio sector de profesionales
de la medicina con una formación reductivamente biologicista?, ¿necesitamos
todavía ser imaginativos ante una tecnología altamente desarrollada cuyas
prestaciones son superiores a nuestras necesidades reales?, ¿los nuevos
planes de la enseñanza han valorado suficientemente la educación de las
facultades imaginativas?, etc.
En cualquier caso, se trata de reflexionar y profundizar sobre este conjunto
de cuestiones que tanto preocupan y ocupan a muchos sectores de nuestra
sociedad, mediante formas de diálogo y relaciones intercomunicativas que
permitan hacer más luz sobre una cuestión social y pedagógica de tanto
interés y que tiene múltiples repercusiones.
3.-. La Desvalorización de las Humanidades
Respecto a la pregunta antes apuntada, de si los nuevos planes educativos en
los diversos niveles de la enseñanza valoran suficientemente la educación de
las facultades imaginativas, posiblemente nos daría unas respuestas no
demasiado optimistas, pues son varias las voces críticas que advierten que
las programaciones que se han diseñado en estas nuevos planes, debido a la
excesiva prioridad que se ha dado a las disciplinas experimentales e
instrumentales frente a las de formación humanística, están propiciando una
exclusiva activación del conocimiento sensible, que es de por sí
reductivamente empírico, en detrimento de las potencialidades imaginativas, y
subsiguientemente de la inteligencia racional.
No se trata evidentemente, de negar la importancia de las disciplinas
experimentales, sino que lo que se considera erróneo, es que se haga a costa
de restringir y desvalorizar el amplio campo del conocimiento humanístico, lo
que conlleva un desencaje formativo que perjudica y desvirtúa la integralidad
del conocimiento, confiriéndole una visión parcial y mutilada de la realidad
humana. Una desarmonía cultural que parece que se va consolidando a
consecuencia de las abundantes disciplinas de mediocre calidad con objetivos
puramente instrumentales que se ofertan en amplios sectores de la enseñanza.
En este orden de cosas, se recalca el hecho de que la monopolización de las
ciencias experimentales y de las subsiguientes actividades de carácter
empírico, han introducido una serie de inconvenientes para el desarrollo de
la imaginación, al propiciar el estímulo y el dinamismo de los sentidos
externos (ver, tocar, oler…), y no proyectarlos y encauzarlos hacia niveles
superiores de conocimiento, con lo que se provoca el cierre circunflejo del
proceso ascensional, incluso antes de ser recibidos en el plano mismo de los
contenidos imaginativos. Al ser impedida la imaginación para activar el
caudal de sus posibilidades retentivas, se retrotrae en un proceso inverso que
le hace descender de nivel, revirtiendo de nuevo sobre los objetos de la
sensibilidad externa (a semejanza de los sentimientos), estableciéndose entre
la imaginación y los sentidos una conglomerada mezcla asociativa y
psicológica que más promueve la dispersión y desorganización cognoscitiva
que su crecimiento, produciéndose lo que acertadamente escribe Llano: “Hoy
se sigue llamando “imaginación” a una fantasía sensualizada, más
combinatoria que creadora. Es una imaginación desrealizada y enfermiza”
(23).
4.- El Desarrollo de la Imaginación
Son frecuentes los casos de personas con una innata y fecunda imaginación que
al no habituarse a subir de nivel se tornan perezosos para la reflexión y el
esfuerzo especulativo que esto requiere, con lo que se incapacitan para
realizar la pluralidad de operaciones propias de la inteligencia, que son las
más altas y excelentes que puede ejercer el ser humano(24). Frente a ello, y
ante la circunstancia de que en amplios sectores de la docencia se haya
renunciado a educar la imaginación. quizá no quede otro recurso que volver a
poner el acento sobre el papel que pueden tener los parientes cercanos a los
niños para que fomenten los métodos clásicos, tan sabiamente utilizados por
nuestro progenitores de contarnos “cuentos” e historias fantásticas como
hacían los encantadores abuelos japoneses. La duda se impone al preguntarnos
si en las familias modernas, donde hay tantos padres ocupados en otras “importantes”
tareas profesionales tendrán el tiempo y los deseos suficientes para realizar
tal “doméstica” labor en pro de incentivar la imaginación de sus hijos.
Al margen de las respuestas más o menos reconfortantes que puedan darse, es
indudable que para desarrollar la imaginación, las instituciones educativas y
culturales tienen que impulsar unas nuevas condiciones de posibilidad
metodológicas que sean ingeniosas y atrayentes, con el objetivo de que se
vuelva valorar y apreciar el arte de la conversación, el aprender a
interpretar y escuchar imaginativamente la buena música, el saber contemplar
un cuadro pictórico o un edificio artístico, y especialmente el volver a
fomentar hábitos de lectura y estima por las obras de los grandes escritores
en las jóvenes generaciones. (24). Esto supone también, el saber aprovechar
las innumerables prestaciones de las actuales medios informáticos, cuyo
paradigma más sobresaliente, es, en estos momentos, las posibilidades que
ofrecen las páginas culturales de Internet.
No obstante, uno puede continuar preguntándose si existe en la actualidad,
que se sepa, una mejor manera de desarrollar la imaginación que practicar la
lectura de cualquier texto literario de cierta calidad. Es lo que ocurre por
ejemplo, al leer el siguiente párrafo, en este caso de una autor anónimo:
“Paseando sin rumbo por las calles solitarias de un viejo y cansino pueblo
donde brillaba en la oscura noche la luz mortecina de un nostálgico farol,
escuché en la lejanía de los cercanos bosques, los impacientes ladridos de
un perro madrugador”. Es manifiesto que la percepción de los signos
lingüísticos que compone este texto u otro cualquiera que nos proporciona
imágenes visuales, le demanda al lector la activación de sus conexiones
neuronales para reproducir todo el conjunto de imágenes que le inspiran los
significados semánticos plasmados por la creatividad de su autor, lo que
implica un insuperable ejercicio para enriquecer el inagotable potencial
imaginativo.
Al margen de otros factores educativos y sociales que podrían favorecer una
mejor imaginación, sí que poseemos la suficiente perspectiva para indicar
que la conocida frase de Santa Teresa de que “la imaginación es la loca de
la casa”, posiblemente ha influido de forma más negativa que positiva,
especialmente en determinados ámbitos pedagógicos que han recelado de la
imaginación al considerar que esta facultad es de por sí un elemento
inoportuno y perturbador de nuestra interioridad psíquica, que pudiera
desestabilizar nuestra vida anímica y la corrección lógica de nuestros
pensamientos. También ha influido negativamente la concepción freudiana de
interpretar los recuerdos imaginativos como retenciones inconscientes que
alteran nuestra vida anímica a causa de tendencias y deseos reprimidos, al no
ajustarse con la cultura establecida y las normas represivas del entorno
social.
Ya hemos mencionado la importancia de dominar y encauzar debidamente la
imaginación, que era lo que pretendía significar la santa de Ávila, que por
otra parte era muy imaginativa, pero esto no presupone que se deba reprimir y
frenar nuestra capacidad natural de imaginar a causa de extraños y falsos
temores, sino que hay que acrecentarla de acuerdo con nuestras nativas
potencialidades, para saber incorporarla eficazmente en el conjunto de
nuestras actividades ordinarias. Hacer lo contrario sería desperdiciar la
facultad superior del conocimiento sensible, y dejaríamos de ofrecer a la
inteligencia un imprescindible ayuda que precisa para robustecer y enriquecer
sus operaciones y hábitos cognoscitivos(25). Nuestras relaciones sociales,
nuestro diálogos y comunicaciones, nuestros pensamientos y reflexiones,
nuestra vida de piedad para tratar a Dios, podrían ser más gratificantes y
satisfactorios si supiéramos aprovechar mejor las múltiples referencias
imaginativas y sus inagotables combinaciones asociativas que pueden extraerse
de nuestras propias experiencias, como de la rica complejidad de los
acontecimientos humanos.
5.- Imaginación al Poder
Podemos retrotraernos con la imaginación, para revivir los enfrentamientos y
algarabías que tuvieron lugar por las sinuosas calles del barrio latino de
París, durante la “pseudorevolución” de estudiantes, en mayo del 68.
Quizá una de las notas positivas de aquel acontecimiento fue el airear la
conocida frase de “imaginación al poder” que adquirió el rango de “slogan
simbólico”, y del que posiblemente sus propios voceadores no eran
conscientes de la fecundidad de su sentido. Y es que más o menos
difusivamente, lo que se pedía y se sigue pidiendo, es que los dirigentes con
responsabilidades sociales y civiles tienen que ser más imaginativos, que es
lo mismo que decir más inteligentes, para saber impulsar y acrecentar con
espíritu de servicio, la iniciativa y el dinamismo de sus ciudadanos mediante
formas de participación más fecundas, ilusionantes y creativas, sin
interferir innecesariamente en sus aplicaciones prácticas. Más imaginativos
para elaborar planes en el ámbito educativo y cultural que tengan una mayor
calidad, y que sin dejar de ser atractivos sepan compaginar tradición y
progreso, sin renunciar al rigor y al incremento del auténtico saber. Mas
imaginativos, también, para establecer fórmulas de competencia selectiva y
abierta, para que en los “mass media”, de trascendental influencia en la
sociedad actual, surgan promotores de elevado nivel profesional, que tengan la
imaginación y el talento necesarios para saber diseñar y elaborar programas
y mensajes de cualquier contenido, sin necesidad de ofender la inteligencia de
las personas, ni avergonzar su dignidad.
Es evidente la repercusión que tiene en todos los ámbitos el desarrollo
científico y tecnológico, en las costumbres y modos de vivir sociales. y que
se debe, en gran parte, a la capacidad inventiva y escrutadora, realizadas a
lo largo de los siglos, por individuos con imaginación. Su transmisión
acumulativa y hereditaria a través de las distintas generaciones ha permitido
su constante progreso, pero no hay que perder de vista que se diferencia de la
transmisión de los valores éticos y morales en cuanto tales, puesto que la
asunción e integración de estos valores dependen substancialmente del
cultivo libre y responsable de cada persona.
Por otra parte, existe toda una amplia gama de actividades sociales y
profesionales, que a pesar de que precisan de una buena capacidad
comunicativa, no se valora ni se aprecia suficientemente la importancia de la
imaginación para atraer la atención de sus interlocutores o para impulsar la
realización de determinados objetivos. Se observa a menudo, que las diversas
formas de transmisión de mensajes y discursos que se vocean en nuestra
sociedad, como es el caso de las clases, conferencias, debates, tertulias,
reuniones, conversaciones comerciales familiares, vecinales, etc, con
frecuencia resultan tediosas y escasamente estimulantes debido a la ausencia
de imaginación en las cuestiones expuestas, que se manifiesta por la escasez
de ingeniosas frases y sabrosas adjetivaciones, por la inexistencia de
sugerentes metáforas y referencias poéticas o simbólicas, por la general
omisión de anécdotas y ejemplos regados con fino humor, por la incapacidad
de utilizar paradojas y sutiles ironías, etc.
Con imaginación pero sin ira, se podría reclamar a los líderes sociales, el
que valoraran y se esforzaran por incrementar su capacidad imaginativa, puesto
que les permitiría prestar mejores servicios, y serían un buen modelo de
referencia para despertar la tendencia a la somnolencia imaginativa que en
ocasiones acomete a la colectividad, Pero aún tendría mejores repercusiones
para una más excelente calidad de vida, si la imaginación como operatividad
cognoscitiva se extendiera y estuviera más presente en las actividades
profesionales y ordinarias de los ciudadanos. Parodiando a Ortega, podríamos
decir, que la imaginación debería ser para lo corriente de las personas, un
constante y permanente acicate de “su yo y sus circunstancias”.
__________________________________________________
NOTAS
(1).- J.J. Servan-Schreiber, El Desafío Mundial, Edt. Plaza y Janés,
Barcelona, 1980, 207. En este fragmento Servan Schreiber, pretende poner de
relieve que la elevada inteligencia e ingenio que han mostrado estos
empresarios japoneses, se debe, en gran parte, al desarrollo imaginativo que
tuvieron de niños a través de los cuentos que les narraron, llenos de
objetos magnificados por la fantasía: hadas, bosques nublados, gnomos, luces,
castillos encantados, lagos, voces extrañas, dragones, etc.
(2).- Leonardo Polo, Curso de teoría del Conocimiento, T. I. 1ª ed, Eunsa,
1984, p 362-363
(3).- Polo utiliza preferentemente los términos de “guardar” “atesorar”,
“retener” o la de “reobjetivar” para indicar la operación
cognoscitiva de la imaginación como representación proporcional e incremento
respecto de la conciencia sensible. En los libros de psicología al uso,
aparecen a menudo los términos de “fijar”, “conservar”, “reproducir”,
etc. Aquí utilizaremos indistintamente unos y otros términos.
(4).- La sensibilidad interna puede realizar una gradualidad de operaciones,
que van desde las simples imágenes, seguidas de otras operaciones superiores,
como son la fantasía, la articulación temporal de la memoria y la estimativa
hasta la formación de las imágenes de espacio y tiempo, etc.
(5).- El que una adolescente con visible delgadez, se mire en el espejo y se
“vea” excesivamente gruesa, muestra el conflicto existente entre el
distorsionante esteticismo de su obsesiva imagen mental y la realidad
reflejada y percibida en el espejo.
(6).- Otros aspectos que pueden ser catalogados como transitoriamente
patológicos y que acompañan a las imágenes del sueño, son su falta de
sentido lógico, que se traduce en una pérdida de las dimensiones temporales
y espaciales, ausencia del sentido crítico que lleva aceptar las imágenes
tal como aparecen, y como ya señaló Freud, una emotividad propia de la
infancia, en el que se “reviven” temores y deseos frustrados de este
período existencial. Por otra parte es conocida la función terapéutica que
poseen los sueños, de tal modo que si no pudiéramos soñar, sufriríamos
graves trastornos psíquicos.
(7).- No olvidemos que muchos de los datos que Freud transcribía en sus
libretas, procedían de pacientes suyos, afectados por algún tipo de
patología psíquica.
(8).- Freud intenta diferenciarse del planteamiento nietzscheano, aunque no lo
consigue del todo. Nietzsche pretende desenmascarar las verdades adquiridas
por la razón, para suplantarlas por las fuerzas de energía y poder de que
nos ha dotado de forma desigual y espontánea la naturaleza. En todo caso, la
mesura y razón apolínea inspiraría el intento de Freud de fundar
científicamente las instancias desiderativas y biológicas del sujeto,
mientras que la exuberancia dionisíaca inspiraría a Nietzsche para fundar la
vida y los valores, en la irracionalidad y pasionalidad de los instintos como
voluntad de poder. En cualquier caso, los dos autores coinciden en sostener,
que la fuerza y el impulso de nuestros deseos y nuestros actos en todas sus
dimensiones, también en los sueños, proceden de la energía combinatoria de
nuestros instintos biológicos.
(9).- Se pueden realizar experimentos psíquicos, en los que se comprueba que
si se anula y bloquea la función articuladora y unitiva de la percepción en
un determinado sujeto, éste capta de forma confusa y desorganizada los
diversos estímulos físicos.
(10).- En su Curso de Teoría, T.I, 332, Polo comenta, que la cuestión de la
conciencia sensible o sensorio común, es un tema del que hay que seguir
investigando y esperar nuevos desarrollos. En esta línea, la Teoría de la
Gestalt, ha intentado, con bastante acierto, explicar la articulación y
armonía perceptiva de los diversos sentidos, en contra del atomismo sensorial
del empirismo. En ella, se habla de “totalidades perceptivas”, o de “fuerzas
organizadoras” en la captación de las realidades sensibles. No obstante,
esta teoría desemboca en una interpretación “subjetiva” en el análisis
cognoscitivo de esas sensaciones, pues en última instancia, admite que cada
individuo define y determina su propio “campo psicológico”.
(11).- L. Polo: Curso Teoría, T.I, 319 y 364.
(12).- M. de Unamuno, Del Sentimiento Trágico de la Vida, Espasa Calpe,
Madrid 1971, p 73. En la p 33, escribe: “Vivir es una cosa y conocer otra, y
acaso hay entre ellas una tal oposición que podamos decir que todo lo vital
es antirracional, no ya sólo irracional, y todo lo racional, antivital. Y
esta es la base del sentimiento trágico de la vida”.
(13).- Polo comenta la sugerente cuestión de que el espacio imaginado, vacío
y homogéneo, como dilatación siempre igual a sí misma, carece de sentido y
no tiene ningún significado vital para el animal. Por eso, al no presentar
ninguna relación entre su momento cognoscitivo y sus tendencias biológicas,
se desinteresa y se duerme ante él.
(14).- Los órganos de la sensibilidad externa no crecen biológicamente, en
su concepto de “embriogénesis”, pero si pueden “crecer” en su
capacidad funcional. Es el caso, por ejemplo de los ciegos, que al carecer del
sentido de la vista, tienen que suplir esta carencia, desarrollando y haciendo
crecer más su capacidad auditiva o táctil que el resto de las personas que
poseen el sentido de la vista.
(15).- Sin entrar en excesivos detalles, recordemos que la asociación es la
relación o afinidad existente entre dos o más imágenes. Hay varios tipos de
asociaciones imaginativas: por semejanza, por contraste , y la que realizamos
con más asiduidad: la asociación por contigüidad. Así por ejemplo; si
imagino el sauce llorón de mi jardín, entonces por contigüidad o sucesión
cronológica, se derivan y suceden las imágenes de los demás árboles
presentes, del césped, del surtidor del agua…. etc.
(16).- El acto propio de la memoria es el “recuerdo”, que puede ser un
recuerdo que se produce a través de las percepciones como es el caso del “reconocimiento”,
en el que al percibir las cosas del entorno las reconocemos como aquellas
mismas que hemos percibido en otras ocasiones, o el recuerdo por asociación
en el que al percibir una cosa (por las causas que sean) la asociamos a
través del recuerdo con otra u otras. Pero el recuerdo más propio de la
imaginación, es el denominado “recuerdo evocativo”, en el que recordamos
los hechos y representaciones del pasado sin necesidad de percepciones
presentes. .
(17).- Hay un amplio registro de amnesias. Las más corrientes y conocidas son
la “agnosia” que afecta a la debilitación del conocimiento respecto a las
cosas de su entorno, la “apraxia” en la que, a pesar de percibir
correctamente los objetos, se pierde la memoria en su utilización práctica,
o la “afasia” que es la pérdida de la memoria del lenguaje en grados
diversos.
(18).- A, Llano, La Nueva Sensibilidad, Espasa Calpe, Madrid, 1988, p 128.
(19).- A menudo aparece en la prensa, una serie informaciones que evalúan y
analizan los resultados de la actual reforma educativa. En lo que referente al
nivel de la escritura y de su subsiguiente comprensión, destacan estos medios
la escasa comprensión conceptual que tienen los estudiantes de sus propios
textos. Desde nuestra óptica, consideramos que se puede establecer una
directa relación entre la escasez imaginativa y la subsiguiente incapacidad
para comprender la adecuada significación de los términos o también para
saber articular las infinitas posibilidades lingüísticas.
(20).- En la actualidad hay una interesante polémica relativa a si la
magnificación que se le atribuye a los instrumentos informáticos, en
especial los de “Internet”, como un factor decisivo de incremento cultural
y de cambio en nuestras costumbres es algo que habría que poner en
entredicho. Se sostiene que estos medios informan pero no cultivan, de tal
modo que la catarata de mensajes que nos entregan favorece más la dispersión
imaginativa que no su articulación y subsiguiente incremento de la
inteligencia. A ello se añade, que la absorción de tiempo que demanda por
parte de los usuarios, y más en concreto de los jóvenes estudiantes,
acentúa su apartamiento de la lectura y su aislamiento de los demás,
situación que actúa como un factor más del insuficiente desarrollo de su
imaginación.
(21).- Surge a menudo al tratar de estas cuestiones, el preguntarse si los
niños y adolescentes de épocas anteriores, al tener que organizar e inventar
sus propios juegos, tenían la posibilidad de sentirse sus propios
protagonistas, lo que les posibilitaba el desarrollo de su mundo imaginativo y
sus propias vivencias interiores. Si comparamos esta pregunta con las
actividades lúdicas que ocupan a los niños y adolescentes de los tiempos
actuales, se comprueba de que a pesar de que disponen de una gran variedad de
ofertas de juegos informáticos que se supone fomentan la rapidez de reflejos
y el ingenio lógico para poder dar sus acertadas respuestas, tienen el
inconveniente de debilitar su iniciativa y su imaginación, debido a que este
tipo de juegos a los que acuden con tanta solicitud, ya están programados y
organizados de antemano por agentes externos a su quehacer e iniciativas
personales
(22).- Por ejemplo; el aserto de que la TV u otros medios audovisuales no
permiten educar la imaginación, habría que enjuiciarlo de forma más
relativa, ya que posiblemente determinados programas pueden fomentar el
desarrollo de la imaginación y pos supuesto el incremento de la cultura. .
Algo semejante podría decirse de determinados juegos informáticos diseñados
para la juventud, en el que ponen a prueba sus reflejos y activan su ingenio.
Quizá, como decíamos, carecemos de la suficiente experiencia y perspectiva
temporal para formular juicios más objetivos y clarividentes.
(23) A Llano, La Nueva Sensibilidad, p 128
(24).- Evidentemente estas aseveraciones hay que considerarlas en sus propios
contextos cronológicos. Se dice que los estudiantes leen menos que antes,
pero paradójicamente se venden más libros. Quizá en décadas anteriores,
había menos cantidad de gente que tenía acceso a cultura, pero leían con
intensidad, y por el contrario, ahora existe mucha más gente que adquiere
libros, pero que lee escasamente. Existen opiniones para todos los gustos.
(25).- Aún se recuerda en los ámbitos docentes, algunas corrientes
pedagógicas de carácter pragmatista, que actualmente ya casi nadie
asumiría, que consideraban perjudicial para la formación de los niños el
narrarles historias y fantasías que no se ajustaran a los hechos reales. El
argumento en el que apoyaban sus críticas se basaba en que este tipo de
narraciones era una forma de engañar a los niños ilusionándolos con
imágenes inexistentes. Estas teorías mostraban un notable desconocimiento de
la psicología infantil, principalmente porque el incremento de la fantasía y
de cualquier tipo de operación imaginativa es algo vital para el desarrollo
cognoscitivo de los niños y adolescentes.
Gentileza
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