ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.

 

Prof. Baltasar Pérez Argos

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

La psicología es, según su etimología, la ciencia del alma, (Psiques) o de lo animado, (Psíquico). También se podría decir que la psicología es, la ciencia de la vida o del viviente.

 

Alguna ciencia, en efecto, se ocupa del extenso campo de la vida, o mejor dicho de los vivientes. Esta es la Psicología. Pero la psicología tal como aquí la entendemos, no abarca todos los vivientes, pues tanto Dios como los ángeles son vivientes, y nuestra psicología va a prescindir de ellos. Nos ocuparemos solamente de las plantas, de los animales, y sobre todo del hombre. ¿Por qué restringimos a estos límites el campo u objeto material de nuestra psicología? Porque dentro de estos límites ciertamente está la vida, y esa vida o esos vivientes están al alcance de la Filosofía de la naturaleza.

 

No basta saber la etimología de la palabra para saber a fondo lo que es nuestra Psicología Filosófica. La etimología nos descubre, a lo más, el objeto material de que se ocupa nuestro estudio. Pero hay una serie de ciencias biológicas que también de una manera o de otra se ocupan de la vida, y no son Psicología, y mucho menos Psicología filosófica. En efecto, el objeto material – la vida, el viviente – puede ser estudiado desde diversos puntos de vista, y por lo visto con diversa metodología. Y según esto puede haber diversas ciencias de la vida, o diversas psicologías. Es necesario, por consiguiente, saber cual es ese punto de vista y cual es la manera metódica de tratar el objeto material, para saber en concreto cual es esa psicología. Es decir, es necesario para saber lo que es una determinada ciencia, tener en cuenta no sólo su objeto material, que puede ser común a otras varias, sino también su objeto formal, tanto terminal como metódico.

 

La Psicología filosófica es según esto la ciencia que estudia la naturaleza íntima del viviente, a la luz de los Principios más universales. Naturalmente no se opone, al contrario, tiene muy en cuenta y como punto de partida, los resultados de las otras psicologías.

        

La Psicología científica será a su vez, la ciencia que estudia la vida para describirla y encontrar sus leyes, a la luz de la experiencia científica, y de los principios de la ciencia positiva.

 

El método de la psicología filosófica tiene que ser principalmente fenomenológico, pero no basta. Necesita complementarse con el método inductivo – deductivo. Si no, hay peligro de no hacer psicología filosófica, sino puramente científica. Por consiguiente, en todo nuestro estudio, precederá siempre un análisis fenomenológico y seguirá a partir de él, una investigación metafísica de las realidades psicológicas.

 

 

SECCIÓN PRIMERA

 

DE LA VIDA EN GENERAL. ¿QUÉ ES LA VIDA?

 

 

Artículo 1º.- VIDA FISIOLÓGICA

 

El punto de partida de una Psicología Filosófica, ha de ser las conclusiones de la Biología y de la Psicología científica. La Biología científica nos dice que el viviente es un ser, que tiene una composición química característica, que posee una estructura heterogénea, y que nace, crece, se nutre, se reproduce y responde al medio por los fenómenos de irritabilidad, tropismos, reflejos, fenómenos intencionales y de adaptabilidad.

 

Fenomenología de la vida fisiológica.

 

Las operaciones fisiológicas o vegetativas, como son el crecimiento, la nutrición, la generación, la regulación hormonal, etc. , son operaciones evidentemente teleológicas e inmanentes. Es decir, se caracterizan por una maravillosa autoteleología. El hecho de la autoteleología de las operaciones fisiológicas – finalidad e inmanencia – es un hecho evidente, que no puede negarse, explíquese como se explique.

 

         Teorías de la vida fisiológica.

 

Teoría vitalista.

 

Se llama así porque admite un principio vital o sea, un principio directivo de toda esa maravillosa finalidad que se observa en la actividad vegetativa, como única explicación plausible del viviente y de la vida fisiológica.

 

Según esta teoría, el viviente en su más íntima esencia es un ser corpóreo, de una estructura químico – anatómica determinada, y capacitada para realizar las operaciones bioquímicas que tienen lugar en el viviente con esa maravillosa autoteleología – finalidad e inmanencia – que las caracterizan. Ahora bien, esta capacitación de las estructuras químico – anatómicas del viviente, le viene justamente de estar informado por un principio directivo, que da a la materia bioquímica esa capacitación para actuar autoteleológicamente, puesto que sin él, la pura materia bioquímica es incapaz de actuar con esa finalidad e inmanencia. Ese principio directivo, es el principio vital. El principio vital es pues un principio energético, que informa, anima y vitaliza a la materia, convirtiéndola en materia viva, o sea, en materia capaz de actuar autoteleológicamente.

 

         Características del principio vital.

 

El principio vital ha de ser un principio superior energéticamente a la pura materia; ha de ser intrínseco al viviente, de lo contrario no explicaría al viviente y tendría que ser intelectivo; finalmente ha de ser un principio substancial, no accidental, como es evidente.

 

Teorías antivitalistas.

 

Son llamadas así porque todas ellas coinciden en rechazar el principio vital, y pretenden explicar la maravillosa autoteleología de las actividades vitales por otras vías, sin salir de la pura materia. De ahí que las teorías antivitalistas sean de hecho, todas ellas materialistas, aunque algunos no lo pretenden.

 

Según la diferente explicación que dan de la vida, dentro de la actividad de la pura materia, se distinguen varias teorías antivitalistas, principalmente las siguientes: la mecanicista y la bioquímica.

 

La teoría mecanicista sostiene que la explicación de la vida, es decir de la actividad autoteleológica del viviente, se debe únicamente a la peculiar estructura del mismo, dotado de una organización tan perfecta en sus estructuras químico – anatómicas, que basta esta finísima organización para que la actividad bioquímica no se desenvuelva como se desenvuelve en la naturaleza puramente inorgánica, sin que siga ese curso autoteleológico admirable, que caracteriza la actividad de la materia viva. Así como la organización de una máquina, v.g. de un cerebro electrónico, de un robot, es la única razón de su sorprendente funcionamiento, de la misma manera el funcionamiento del ser vivo se explica por la peculiar y perfecta organización de sus estructuras. La diferencia entre un robot y un viviente estaría en que el viviente es una organización natural, mientras que la máquina es artificial.

 

Esta estructura especialísima del viviente, que explica la vida, no es según muchos de los mecanicistas la estructura u organización que descubre el análisis microscópico, sino la metaestructura o estructura metaempírica. La teoría mecanicista se llama también organicista, por lo que acabamos de decir.

 

La teoría bioquímica admite una especial materia bioquímica, llamada biógena, a la que se debería el desarrollo del viviente y su especial organización, y en último termino, la vida. Una vez desarrollado y organizado el viviente, todo se explicaría como la teoría mecanicista.

 

Como se ve, esta teoría viene a responder a una grave interrogación que dejó en suspenso la teoría mecanicista, apelando a un elemento nuevo, la materia biógena, que no deja de ser pura materia. Esta materia para unos serían ciertas granulaciones protoplasmáticas, para otros nucleares. Entre estos últimos se podría colocar la Teoría biogenésica de Hertwing. 

 

Artículo 2º.- VIDA CONSCIENTE.

 

Además de la actividad vital que hasta ahora hemos encontrado en los seres vivos y que es común a todos ellos  - actividad que por ser única y característica  de las plantas se le suele llamar vegetativa – existen en el animal y en el hombre  otras actividades vitales que se caracterizan por ser conscientes, en oposición a las vegetativas, que, como tales, son inconscientes.

 

Fenomenología de la vida consciente en general.

 

La vida consciente en el animal y en el hombre se desarrolla por los fenómenos de conocimiento, de tendencia y emotivos, que son denominados por lo mismo, fenómenos conscientes, y también fenómenos psíquicos. Los fenómenos conscientes se caracterizan ante todo – como señaló Bretano siguiendo a Aristóteles – por su intencionalidad, es decir, se dirigen a un objeto y no se comprenden sino como operaciones de algo, o para algo; presentan siempre un algo, un objeto. En segundo lugar, caracteriza a estas operaciones o fenómenos, su inmanencia: son inmanentes, es decir, modifican al sujeto que las produzca y no al objeto sobre el que versan. Por último son vivenciales, es decir, son observables únicamente por el sujeto que las posee, que en este sentido se dice que vive tales fenómenos, llamados por lo mismo vivencias.

 

         Teorías filosóficas de la vida consciente.

 

Supuesta la Fenomenología de la vida consciente, las teorías filosóficas tratan de dar una explicación de esta vida, y descubrir así, en cuanto sea posible, la íntima y fundamental estructura del ser consciente. De hecho los filósofos, cualquiera sea su filiación, no han dejado de tomar posición respecto de este importante problema, y sus opiniones se las puede clasificar principalmente en dos grupos antitéticos: la teoría animista y la teoría mecanicista.

 

La teoría animista. Esta teoría con mayor razón que para la vida vegetativa o fisiológica, postula la existencia de un principio energético, superior y distinto a la pura materia, para explicar las operaciones conscientes, de características totalmente opuestas a las de las operaciones de la pura materia. Este principio, raíz última de donde brota toda la vida consciente, se llama "Alma”.

        

La teoría materialista. No reconoce la existencia de ningún otro principio distinto de la pura materia para explicar la vida consciente. Basta la peculiar estructura químico – anatómica del cerebro animal o humano, maravillosamente desarrollado éste y cúlmen de la evolución filogenética, para dar razón de los fenómenos de la vida consciente.

 

                   ¿Qué es la vida?, ¿Qué es un viviente?.

 

¿Podemos saber con lo dicho, lo que es un viviente en general? , ¿ lo que es la vida ? Hemos examinado filosóficamente las características de la vida vegetativa y de la vida consciente en general. La primera se caracteriza por su autoteleología y por su inmanencia. La segunda por su intencionalidad y por su inmanencia también. La nota común que las abarca a ambas, y por la que de una manera genérica se puede definir la vida, es la inmanencia.

 

Así pues, el viviente en general se puede decir que es: un ser capaz de actuar inmanentemente, con una inmanencia tal como la descrita, es decir, cualitativa y substancial, no puramente accidental.

 

Así pues, el viviente en general se puede decir que es: un ser capaz de actuar inmanentemente, con una inmanencia tal como la descrita, es decir, cualitativa y substancial, no puramente locomotiva .

 

Y la vida será: la capacidad de actuar inmanentemente.

 

         ¿Qué es el alma?.

 

La teoría animista y vitalista, postulan para la explicación real de la vida y del viviente, un principio energético superior y distinto de la materia pura, que es el Alma. La capacidad de actuar inmanentemente le viene ala viviente de estar dotado intrínsecamente de un principio energético, raíz última de donde brota la vida, que no puede ser la pura materia. Este principio es el Alma.

 

El alma, es pues, el último y radical principio de las operaciones vitales, tanto vegetativas, como  sensitivas e intelectivas. Donde quiera que hay operaciones vitales, conscientes o inconscientes, allí hay un alma o principio vital, que son dos nombres de la misma realidad. Así la planta, el animal y el hombre, tienen su alma. Para distinguirlas reciben distinto apelativo; en la planta, alma vegetativa o simplemente principio vital, en el animal, alma sensitiva; y en el hombre alma intelectiva o racional; apelativo que declara la vida específica que el alma comunica a tal viviente.

 

 

SECCIÓN SEGUNDA

 

DE LOS VIVIENTES EN PARTICULAR

 

 

Capítulo 1º: Las Plantas.

 

Toda la psicología filosófica sobre la vida de las plantas no tiene más que un problema que resolver, determinar bien los límites de esa vida.

 

Que las plantas viven es evidente. Pero la vida de las plantas es una vida puramente vegetativa, que se mantiene dentro del círculo de la vida más elemental, pero vida auténtica con las funciones características del ciclo vital. El problema se presente al supervalorar esta vida de las plantas. Dada la admirable autoteleología de los seres vivos, que postula un principio vital directivo, a este principio se le hace cognoscitivo, pues esa dirección autoteleológica de las operaciones vegetativas parece hacerse a la luz del conocimiento de los fines. Aparte de otras analogías de movimientos reflejos, que pudieran interpretarse como obedeciendo a un conocimiento sensitivo.

 

Tal interpretación de la vida de las plantas no es cierta, y con el sentido común la rechazan la mayoría de los biólogos y filósofos.

 

Capítulo 3º: EL HOMBRE

 

El hombre cuya vida específica es la racional, reúne también en sí, la vida sensitiva y la fisiológica, que se hallan repartidas en los reinos animal y vegetal. El hombre es la síntesis y la cumbre de la vida sobre la tierra. Estudiar la vida consciente en el hombre es metodológicamente la única manera de hacer una autentica Psicología Filosófica. No es posible captar fenomenológicamemnte la vida consciente, nada más que en nosotros mismos. Por estas razones el hombre será el centro de nuestra investigación psicológico – filosófica. Pero era necesario enmarcarlo en el cuadro general de la vida y de los vivientes.